Tullio
Masera:
EDIFICAR TEMPLOS A LA VIRTUD. CAVAR OSCURAS Y PROFUNDAS PRISIONES AL
VICIO
Es tal vez poco notorio que los términos
vicio y virtud poseen una misma derivación etimológica de la raíz
"vi", común a los sustantivos "vis" y "vir", que
significa voluntad, masculinidad, fuerza: y la cuestión puede, a primera vista,
parecer extraña para dos términos aparentemente antitéticos como
"vicio" y "virtud", por cuanto, si al segundo se aplica el
concepto de fuerza, el primero es más bien, en la opinión corriente, sinónimo
de debilidad. En realidad, la cuestión se clarifica si se entiende aquella
"fuerza" que aparece en la etimología como algo que empuja en una
cierta dirección o como expresión de una tendencia, y por lo tanto, desde el
punto de vista de la física, como vector; y se encuentra una interesante
ilustración en la cosmología tradicional hindú dónde se habla de dos fuerzas
opuestas, tamas y sattwa, que tienden, respectivamente, hacia lo bajo, la
oscuridad y la ignorancia la primera, y hacia lo alto, la luz y el conocimiento
la segunda; todas las cosas manifestadas participan en distinta medida de estas
dos tendencias o gunas (así como de una tercera intermedia entre las dos, o
rajas). Estas fuerzas corresponden a un dominio de mayor universalidad (estamos
ya, en efecto, en la esfera ontológica) que aquel esencialmente moral al cual pertenecen
el vicio y la virtud. Estos últimos, sin embargo, siempre pueden considerarse
como casos particulares en el marco de dos fuerzas que se ejercen a lo largo de
un mismo eje.
Si hemos
introducido la comparación con la doctrina hindú es porque nos parece que el
estudio de los símbolos de otras tradiciones puede a veces servir en la
profundización de la simbología masónica.
Desde esta
perspectiva, la operación de "cavar oscuras y profundas prisiones al vicio
y elevar templos a la virtud" puede ser vista no tanto bajo un aspecto
moral, por válido que pueda ser, sino bajo el aspecto verdaderamente
fundamental de un esfuerzo efectuado en una dirección, a cuyo término se
encuentra aquel conocimiento efectivo que da al libre constructor la
"maestría" en el verdadero sentido iniciático de la palabra. Pero
para hacer esto es necesaria una actitud activa, es necesario el ejercicio de
una precisa "voluntad", esto es, de aquella otra etimología que
aparece en la raíz "vi" de la cual hemos hablado.
Ahora bien, el
hecho de que aquellas tendencias, o, en la terminología hindú,
"gunas", determinen en cierto modo la naturaleza de los seres, y por
lo tanto contribuyan a formar los habitus propios de cada uno de ellos, puede
hacer pensar en algo adquirido, estático (entre otros, habitus (1) es sinónimo
de hábito), por lo cual el ser está condicionado, si se piensa en quien es
considerado vicioso por naturaleza, con todo el bagaje de ineluctabilidad que
ello comporta, o igualmente en aquel naturalmente virtuoso.
En realidad,
como todo cuanto precede tendería a demostrar, es necesario aplicar una fuerza
en una cierta dirección, o, en otros términos, es necesario el desarrollo de un
esfuerzo y de una cierta voluntad incluso en los seres "viciosos": se
trata de un esfuerzo no tan evidente, pero siempre presente, del tipo, para
entendernos, de aquel necesario para oponerse a la caída de algo pesado. Y de
hecho la teología católica (recuérdese el dicho "errare humanum est,
perseverare diabolicum") atribuye al vicio no el simple error (o pecado),
sino la reiteración del mismo.
Ahora bien, es
precisamente en el vencer eventuales condicionamientos, en el imprimir la justa
dirección al esfuerzo, o sea, en aplicar la voluntad para modificar, en los
límites de lo posible, la propia naturaleza, deshaciéndose de los vicios y
exaltando la propias virtudes, por lo que se distingue el iniciado del profano;
y aquella justa dirección es la misma que el Poeta indica en sus famosos
versos: fatti non foste a viver como bruti, ma per seguir virtute e conoscenza;
donde, de paso, se encuentra confirmado cuanto decíamos antes, porque este
conocimiento, o sea el objetivo verdadero y último, está puesto casi como
consecuencia de la virtud y comúnmente en la misma dirección.
En este punto
puede ser interesante buscar qué otro símbolo concurre en la Masonería para
ilustrar ulteriormente la frase del ritual que nos ha provisto la inspiración
para estas consideraciones. Por lo que respecta a "edificar templos a la
virtud" se puede decir que todo en la logia contribuye a tornar evidente
su importancia: por los instrumentos para encuadrar la piedra, aquellos para
poderlas yuxtaponer, las columnas para sostener la bóveda, el plano de
construcción que está diseñado en el cuadro de dibujo... es inútil continuar
con una enumeración de símbolos que son totalmente evidentes en el marco de una
iniciación que enseña el arte de construir.
Pero antes de
elevar templos es necesario cavar los fundamentos para que el edificio se
sostenga, y he aquí la importancia del cavar tal como está expuesto en la
primera parte de la frase ritual. Paralelamente, en el encuadrado de la piedra
se forman continuamente escorias, y también se producen, aunque menos groseras,
en el momento de yuxtaponer la misma piedra. Todas estas escorias deben
desaparecer porque obstaculizan la construcción: ¿dónde se encuentra la
profunda prisión para encerrarlas? Se podría decir que un símbolo asimilable a
una prisión oscura y profunda se halla presente en la Masonería; se trata a
nuestro parecer de "la cámara de reflexión", que tanto espacio ocupa
en el ritual de iniciación al primer grado: aquí la inscripción VITRIOL (visita
interiora terrae...) confirma el concepto de "profundo", y también
aquí se produce el "despojo de los metales", los cuales, en tanto que
"símbolos de los vicios", según un antiguo ritual inglés (2), deben
ser abandonados para poder efectuar válidamente el rito de iniciación. Es de
notar que, también para otras tradiciones, los metales revisten frecuentemente
un aspecto "maléfico" relacionado con su ubicación subterránea, que
es propia del estado mineral, y por lo tanto con su relación con el "fuego
subterráneo" y con el "mundo infernal". Y si bien es verdad que
algunas de sus correspondencias astrales podrían también ser vistas bajo un
aspecto benéfico, y de ello hay un ejemplo en Masonería en la limosna a los
"hijos de la Viuda", está fuera de duda que la utilización profana
que de ellos se ha hecho especialmente en el curso de los últimos tiempos pone
de relieve casi únicamente su carácter "satánico", que corresponde a
los aspectos inferiores del ser.
Comoquiera que
sea, se puede decir que existe todo un trabajo de purificación por cumplir, o,
mejor dicho, traducido en términos masónicos, todo un proceso de eliminación de
la escoria antes y durante la construcción, para hacer así que ésta se apoye
sobre un terreno seguro y que sea estructuralmente sólida, libre de la escoria
más grosera, verdaderamente asimilable a los vicios, y que el profano deja en
aquella profunda prisión que es la "cámara de reflexión", y también
de aquella escoria cada vez menos importante que gradualmente el libre
constructor produce en el curso de su trabajo y que es asimilable a
imperfecciones cada vez menores. Es un trabajo que desde el punto de vista
alquímico corresponde a las sucesivas disipaciones y concentraciones que
ocurren en el alambique, trabajo arduo y no privado de errores. De hecho, es
notorio el apólogo masónico de la "clave de bóveda" encontrada entre
los escombros donde había sido tirada por los aprendices libre-constructores,
los cuales, trabajando sólo la piedra cúbica, eran incapaces de reconocer su
función: lo que sobre el plano personal equivale a advertir acreca de cierto
discernimiento en la elección de los propios defectos a combatir, porque éstos
podrían no ser tales en el plano iniciático.
Intervienen
aquí consideraciones de madurez espiritual y de nivel iniciático, en las cuales
encuadra la hipótesis que algunos pueden sostener referente a que en un cierto
plano de universalidad, donde las oposiciones se resuelven en la unidad, el
mismo apego a una virtud determinada podría representar un obstáculo y un
límite (por lo tanto, una cristalización o una metalización relativa) que
podría impedir la síntesis total: esto explicaría todavía mejor la común raíz
etimológica y la consecuente equivalencia de la que hablábamos al principio.
Si es sin
embargo verdadero que tanto los vicios como las virtudes forman parte de la
naturaleza individual, es también verdad que el trabajo a realizar en el marco
de la iniciación masónica, como de cualquier otra iniciación, es antes de todo
y fundamentalmente la toma de consciencia y el agotamiento de las posibilidades
inferiores que los seres llevan en sí: y esto a fin de que la construcción del
Templo espiritual, que debería representar el último objetivo de los
Constructores Libres, sea realizado verdaderamente según el diseño del Gran
Arquitecto del Universo.
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(1). El vocablo
latino habitus deriva del verbo habeo (tener, poseer) [nota de
Difusión Traditio].
(2). Este
ritual, referido por Prichard en su interesante colección de documentos
masónicos con el título de "Masonry Disected", dice textualmente
(dirigiéndose al recipiendario): "¿Por qué has sido despojado de todos los
metales?" -"Porque -responde éste- ellos son el símbolo de los
vicios, y un buen masón no debe poseer nada propio". En esta frase se
encuentra una indicación de carácter práctico para contraponer a título de
ejemplo a aquellos que sostienen que en Masonería no existe un método, y ella
podría traer interesantes planteamientos sobre la importancia iniciática de una
disposición que, si bien es corrientemente aplicada en el momento de la
iniciación, está sin embargo desatendida en la vida de todos los días.
(Artículo
publicado en la "Rivista di Studi Tradizionali", nº 43,
julio-diciembre de 1975).
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