martes, 28 de noviembre de 2017

EL ARA Y SU SALUDO RITUAL


             
             Material aparecido en el libro Símbolo, Rito, Iniciación, La Cosmogonía Masónica (Ed. Obelisco, Barcelona 1992), firmado por Siete Maestros Masones.



             A la Gloria del Gran Arquitecto del Universo



            EL ARA Y SU SALUDO RITUAL


            Como todos los hermanos sabemos, el Ara es el altar de nuestro taller que es también nuestro templo y por lo tanto una imagen del cosmos. En el centro de ese espacio, entre la puerta y el Oriente y las columnas del Norte y del Sur se encuentra nuestro altar iluminado por las luces de la Sabiduría, la Fuerza y la Belleza.
            Esta piedra o ara, por marcar el centro, señala también el eje del taller, es decir, la posibilidad de comunicación alto-bajo, ascendente-descendente, entre la tierra y el cielo que en forma simbólica está representado en el techo. Y es a través del rito de nuestros estudios y trabajos, de nuestras ceremonias y gestos invariables que esta comunicación se reactiva y se hace en nosotros, los que nos ponemos entonces en condición de poder recibir los efluvios de lo alto, las inspiraciones emanadas del Gran Arquitecto del Universo, las que constituyen todo Conocimiento y Sabiduría. Es pues el Ara el punto más importante del templo, a partir del cual, se organiza toda la Logia y los trabajos que en ella se realizan. Es el símbolo de lo invisible por excelencia, que él expresa formal y sensiblemente, y a él mira simultáneamente toda la Logia, tanto el Oriente como los otros puntos cardinales. La escuadra y el compás se hallan sobre él simbolizando la unión entre la tierra (la escuadra, el cuadrángulo) y el cielo (el compás, el círculo) ya que él manifiesta el "axis" en el que se conjugan las polaridades. 
            Ya sabemos que nuestra Logia, al simbolizar el cosmos, simboliza tanto el macro como el microcosmos puesto que éste es una miniatura de aquél, por lo que el taller es también una imagen de nuestro templo interno y el ara, por ser su punto central, corresponde en el ser humano a su corazón, lugar donde se recibe la palabra y la sabiduría divina -testificadas por el Libro Sagrado que reposa en nuestro altar- lugar de transformaciones y de realización. Hacia esta transmutación están orientados nuestros esfuerzos; lo que es lo mismo que pulir la piedra en bruto, o ir ascendiendo escalonadamente los estadios sucesivos del Conocimiento, que se corresponde con los grados de nuestra Orden. Esta posibilidad de ascenso y superación está siempre presente en el pecho de cada aprendiz, compañero o maestro, que en virtud de haber recibido la iniciación se halla especialmente cualificado para efectivizar estos símbolos, para hacerlos una realidad interna que vaya actuando en nosotros al ser evocados por la meditación, el estudio y la reiteración ritual. 
          Queremos recordar también para finalizar, que el Ara es el lugar en el que efectuamos nuestros juramentos, como manifestación visible de una energía invisible y trascendente. Sobre ella, como imagen del centro espiritual, y en lo hondo de nuestro corazón, es que hemos aceptado nuestros compromisos internos y hemos prometido cumplirlos, llevarlos a cabo. Esto podría parecer ridículo a aquél que ignorase todo sobre el simbolismo o no hubiera podido salir verdaderamente del mundo profano. Pero no lo es para los masones, los que al comprender el símbolo y el rito en el interior de su corazón, los efectivizan, al vivenciarlos. Por ese motivo es que son tan importantes los gestos rituales, ya que por medio de ellos se renuevan las posibilidades que contienen, pues expresan con exactitud una cosmogonía en movimiento, un cosmodrama, aunque se ignore esta circunstancia. Sin embargo, es obvio comprender que cada vez que pasamos junto al Ara y lo saludamos, no sólo estamos dando una muestra de respeto al símbolo en cuestión y a todo aquello que llevamos dicho acerca de lo que él representa, sino que además renovamos ritualmente nuestros compromisos y promesas masónicas,      volviendo a religarnos con ellas precisamente en el lugar de la recepción de las emanaciones del Gran Arquitecto del Universo, lo cual constituye un perenne recordatorio de nuestra auténtica calidad masónica. 
            Y nos preguntamos, ya para finalizar, ¿acaso no es a esa identificación a la que conduce el caminar "por las vías que nos han sido trazadas" a las que alude el ritual de apertura? ¿Y no son en el fondo esas "vías trazadas" la propia herencia tradicional cuyo origen está en aquel gesto primigenio, y a la que tenemos que actualizar transmitiéndola en el ciclo histórico que nos toca vivir? 
              
            DOS TEMAS MASÓNICOS


            "Con alegría" 

            Queridos hermanos, deseamos recalcar las palabras que se repiten al final de nuestras tenidas para tratar de evitar cualquier riesgo de equivocación sobre alguna de las características de los verdaderos masones, en lo que toca a nuestra Orden. Por lo que creo debemos comenzar recordando que la Logia es una imagen del cosmos, y los ritos y gestos que allí se efectúan son una recreación perfectamente ordenada de la cosmogonía, tal cual se presenta al ser humano inteligente. Sin embargo, todo masón operativo sabe que a su vez, el orden cosmogónico es una imagen de lo metafísico -y de allí lo del secreto masónico-, a lo que se ha de aspirar en cuerpo, alma y espíritu; por eso, la necesidad y el sentido de distintos grados de realización y conocimiento entre los Hijos de la Viuda. Se debe comprender entonces que esta aspiración hacia lo más alto -aéreo e inaprensible- es opuesta a la pretensión hacia lo bajo- terrícola y fosilizado, y por lo tanto constituye algo más parecido a una disolución que a una coagulación. 
            En verdad todo este mundo que nos ha tocado vivir existe para dejarlo, porque es una imagen ilusoria de la realidad, lo que se advierte en el ascenso por los grados, o mundos, que estos simbolizan, donde las cosas son cada vez más ciertas cuanto más extrañas se nos presentan. Pero para llegar a ello hay que arribar primero a ser Maestro u Hombre Verdadero, y recomenzar posteriormente la ascensión por los grados simbólicos, íntimamente relacionados con lo supracósmico, tomando como punto de partida el cosmos, o logos, del cual deriva el nombre de nuestro taller. Lo que
es perfectamente lógico en cuanto se piensa que los símbolos, los
ritos y los mitos existen como mensajeros de otras realidades, y
nunca para aferramos, con tanta obstinación como mediocridad, a
ellos.
Algunos hermanos aún no pueden comprender estos conceptos -y otros,
acaso, no los comprendan nunca-, pero deben enterarse de asuntos
siempre presentes desde la época operativa en la Masonería, donde
los ritos simbólicos e iniciáticos no podrían jamás resolverse en el
simple hecho de construir edificios, aunque estos fueran bellísimos
templos.
Es lamentable, pero hay personas que ven en la solemnidad un valor
en sí mismo, o algo que deben repetir como si fuera el auténtico
rito, y en ese sentido son los análogos -inversos- de los que no
advierten que todo acto es solemne per se y entonces se dedican a
correrías y pillaje. Entre el tonto solemne y el pícaro sinvergüenza
no hay una gran distancia desde un punto de vista un poco más
elevado; y ambos conforman la ignorancia del medio con la que no
pueden sino autoidentificarse. Es más, el tonto solemne y el pícaro
sinvergüenza pueden ser una misma persona. Pero no nos interesa en
este momento ningún pillo, que son pocos en las logias y que casi
inmediatamente son desenmascarados por sus hermanos, y sí nos
preocupa que el ritual, que es uno solo con la Logia, pueda ser
transpuesto por nosotros fuera con una impostación cuasi religiosa y
literal, totalmente enemiga del auténtico Conocimiento, del Símbolo,
que es verdaderamente el trabajo al que ha de dedicarse cualquier
masón. Lo cual, por su literalidad, pueda también dañar a la propia
Orden en el mundo profano con autotítulo de vocero "oficial". La
dignidad es propia de todo masón en cuanto es propia de cualquier
Iniciado u Hombre Verdadero; no se necesita por lo tanto impostar la
voz, ni tratar de "superar" ningún gesto, ya de por sí solemne.
Tampoco se ha de caer en el ridículo de pretender sobrepasar a sus
hermanos en sabiduría, o de ser tan infantil como para creer que se
ha "progresado" en detrimento de otros, lo que indicaría una
absoluta falta de seriedad. Con el maestrazgo se acabó la juventud
aunque se esté en los 20 años, porque recién allí se comenzará a
emprender el camino hacia lo supracósmico. Quedarse por lo tanto en
conceptos literales y actitudes solemnes es a veces un daño
irreparable para cada quien por sí mismo, como para todos aquellos
que comparten nuestros trabajos y que han ido a la Orden buscando lo
que ella es, y no a grandes "sabios" tan engolados como
superficiales. Cuando en la masonería operativa los obreros
terminaban sus trabajos y los gestos necesarios a su labor, colgaban
en el taller su mandil y desde luego no repetían esos gestos en su
casa ni con sus amigos en la sala húmeda; donde todos eran hombres
libres; tampoco los domingos, o en las innumerables fiestas
calendáricas, o en la calle, donde no corresponden esas ropas y
actitudes, puesto que el rito de la cotidianidad es perfectamente
suficiente y andan sobrando posturas de este tipo.
Por eso al terminar nuestros trabajos repetimos en respuesta a una
pregunta la frase "con alegría", la que nunca debería olvidar un
auténtico masón.
            Así, pues, deberíamos prevenirnos y ponernos a cubierto de lo formal -que, sin embargo, es lo que nos ha dado nada menos que la forma- confundiéndolo, o peor aún imaginándolo superior a lo a-formal que es el fin de la aspiración y la esperanza. ¡Con alegría! 
              
            
            Biblia, c. 1250
           
            Cadena de unión


Como todos conocéis, al final de nuestras tenidas finalizamos el
rito con la llamada Cadena de Unión. Esta cadena que nos une a
todos, desde el Venerable a los nuevos aprendices tiene, entre
otros, dos significados que desearíamos destacar en este momento.
En primer lugar, es una imagen en el plano de la cadena vertical que
entronca con los orígenes de nuestra Orden y asegura una transmisión
regular, a través de los iniciados de todos los tiempos, con el Gran
Arquitecto Universal. Esto se produce por medio de nuestros
símbolos, ritos y mitos que no son sino manifestaciones prototípicas
de arquetipos permanentes que, hoy como ayer, están presentes en el
plan y la estructura cósmica.
En segundo término, y como su nombre lo indica, significa la unión
efectiva y real de los integrantes de la Logia en una nueva entidad
que rechaza las individualidades para integrarlas en un organismo
unitario de energía y alcance mayor por sus propias características
transpersonales, conformando así un colectivo cuya fuerza es más
grande que la suma de los elementos individuales, como bien lo
sabéis por propia experiencia, pues ya habéis participado en su
composición. Haciendo la salvedad que esta cadena fraterna no sólo
se refiere a nuestra Logia, o a nuestras obligaciones con toda la
hermandad masónica, sino a la humanidad en general, y en particular
a la totalidad de los iniciados que hubieran conocido el camino del
conocimiento por otras vías diferentes a la nuestra.
Debemos recordar sin embargo que cuando comienza a formarse, esta
cadena está incompleta y hay un vacío en ella, un eslabón que aún no
ha sido cerrado, por lo que el Venerable Maestro pregunta: "queridos
hermanos, Maestro de Ceremonias ¿Por qué está rota la cadena?"
Y el Maestro de Ceremonias responde:
"Por nuestras imperfecciones Venerable Maestro".
Entonces el Venerable Maestro vuelve a preguntar: "¿Cómo podemos
cerrarla?"
Y el Maestro de Ceremonias contesta:
"Con las palabras sagradas de Sabiduría, Fuerza y Belleza. Uno para
todos y todos para uno, repetidas tres veces".
"Cerradla, querido hermano", ordena el Venerable, y mientras el
Maestro de Ceremonias lo realiza los integrantes de la Logia
pronuncian tres veces las palabras sagradas, sus brazos derechos
sobre los izquierdos y engarzando los dedos con los de los lados,
constituyendo un círculo mágico perfecto de concentración de
vibraciones, un dínamo generador, no únicamente capaz de transmitir
su fuerza a cada uno de los integrantes, sino la de emanar a otros
espacios visibles e invisibles; una forma activa de la invocación y
también un encantamiento de protección para todos aquellos que
tienen la gracia de participar en los misterios del Arte Sagrado,
los llamados guardianes del Templo de la sabiduría salomónica,
imagen de todos los templos, los que como parte de sus funciones
deben saber estrechar sus filas y trabajar de modo armónico,
tendente a la perfección.

                    

lunes, 27 de noviembre de 2017

MI FEUDALISMO NO ES DE ESTE MUNDO (Nikos Vardhikas)

MI FEUDALISMO NO ES DE ESTE MUNDO

Delimitación del carácter tradicional del pasado occidental

Nikos Vardhikas

(Vers la Tradition 1987)

Entre aquellos que le interesa la historia sagrada, hay hoy día  pocos, sin duda, de buena fe, pero "occidentofrenos" inveterados, que sostengan la tesis según la cual habría habido una filiación tradicional más o menos ininterrumpida desde Egipto y los imperios orientales, pasando por Alejandría y Roma, hasta 1806, ¡fin del Santo Imperio Germánico! Este último término, además, interpretado a veces "esotéricamente" (y en realidad más al manera de un nirukta afectuoso para un J. Lacan) como significando "tierra de los gérmenes"! (1)

La mayoría de los otros se contentan con la tesis admitida por R. Guénon: la Edad Media es la época tradicional de Occidente, que termina con el reino de Felipe el Bello. Guénon ha fijado  estos límites, especialmente en relación con la cuestión de las relaciones entre el poder temporal y la autoridad espiritual, relación  evidentemente volcada a favor del poder real bajo Felipe el Bello. Sin embargo, esta última tesis también plantea un formalismo excusable cuando no se trata del tema preciso que ocupa aquí, pero que no podemos aceptar sin matices. (2).

En efecto, el matiz a añadir consiste sobre todo en tomar en cuenta, paralelamente a la realidad medieval occidental (que, por supuesto, era más tradicional que la actual), la de las entidades contemporáneas del Occidente medieval a las cuales este último debe una gran parte de su civilización tradicional, y contra las cuales se volvió inmediatamente la asimilación hecha; queremos hablar de Bizancio, sobre todo ella, una entidad cristiana que transmitió aspectos negativos a la otra contemporánea de la Edad Media, la que debía (sólo) merecer a los ojos de esoteristas el título de "intermediaria entre Oriente y Occidente": el Islam califal. Podremos a través del estudio de estas tres entidades, remitir la noción del carácter tradicional de la Edad Media Occidental a su verdadera perspectiva; a menos de querer quedar a cualquier precio Euro-centrista , nosotros ya no podemos rechazar colmar esta verdadera laguna  en nuestra perspectiva, que peligra falsear una parte de nuestras opiniones.

En Occidente, la tara de la "novedad", al contrario del espíritu tradicional, así como la incomprensión del sentido mismo de la tradición que no sea como repetición ciega (tara ligada a esta otra constante occidental que es el juridicismo y el espíritu del sistema), existe desde los orígenes de su llamado período tradicional.

Surgido como tal de las ambiciones de Carlomagno, que inauguró su reinado con fines papocesaristas claros (aunque haya sido coronado como sabemos), la tradición occidental   comienza ya con una novedad: se trata de un todo basado en filioque, un asunto creado en todas sus piezas sobre falso documentos sinodales, a fin, precisamente,  de mejor desmarcar  el Occidente del Oriente que él odiaba. La significación "mundana" de esta innovación fue analizada por nosotros en otro lugar (3). Desde el principio, por lo tanto, la humanización de la  tradición cristiana estaba adquirida (en "germen", precisamente), y no pudo ser retardada  más que gracias a los excesos de pietismo y al papel "ordenador " (Paz de Dios, Tregua de Dieu) que los poderosos querían aún admitir a la Iglesia. Ciertamente, el hecho mismo de que se le haya sido transferido un papel diferencia esta época de la nuestra, pero no es en sí misma suficiente para justificar su calidad tradicional, si, por este término, entendemos, como Guénon, no sólo alguna cosa la cosa habitual y transmitido, a la manera de usos y costumbres, sino además alguna cosa de carácter metafísico y/o iniciático (y, en este caso, fiel a los principios del espíritu del cristianismo).

La celebración de la arianidad de la tripartición de funciones, en la Edad Media, sortea hábilmente esta cuestión del cristianismo, para dorar el blasón del feudalismo franco-alemán de  "tradicionalidad"; solamente, la cuarta componente, presente en India, está olvidada: la de las dos categorías de los fuera de casta (en lo alto: sannyassins y abajo : shudras). Una simple tripartición lejos de recordar la Trinidad, niega cualquier lugar para los "no-adaptados" y testimonia una rigidez, que asegura, adelante, un hundimiento violento. La identificación del hombre con la sociedad estaba conseguida.  

Cualquier logro iniciático, dentro de este marco, ha tomado la forma de sociedades secretas, en los límites del cuerpo de la Iglesia y a veces perseguido por ella, cuando no fue la obra de sociedades monásticas de carácter " profano” muy marcado (ver los hechos y gestas  en Europa Oriental de los Caballeros Teutónico, por ejemplo). Esto, porque el contenido eminentemente iniciático del cristianismo había sido -en ocasiones conscientemente - vaciado  en provecho de su transformación en una religión exclusivamente exotérica y remedando  el poder.

Occidente sabe ahora (una de las compensaciones del Kali-Yuga, sin duda), que la floración iniciática en él en el último tercio de la Edad Media proviene en parte del Oriente, especialmente a través de las Cruzadas (que el Oriente vivió como una abominación) y de la España mora: San Francisco de Asís, Dante, el ciclo del Grial, una cierta caballería, los Templarios, los Rosacruces, los constructores de catedrales - cuya obra no remeda ninguna construcción oriental – la Francmasonería. Lo que es consternante  y menos conocida es la manera en que este aproximación fructífera del Oriente ha sido hecha por el Occidente, especialmente con respecto a sus hermanos en tradición.

La sociedad que profesaba seguir al Maestro cuyo  reino no es de este mundo, bendecía a los "soldados de Cristo, que no cometían pecado (!) matando al enemigo y no corrían ningún peligro /para su alma/ muriendo en combate" (St. Bernardo, editor de la Regla de los Caballeros Templarios, y  representante del esoterismo occidental), en más puro estilo islámico.

Antes y durante su contacto con el "enemigo" ortodoxo y musulmán, esta sociedad recurrió y defendió con el orgullo y la suficiencia que el Oriente le conoció, prácticas tan poco “tradicionales”, pero ataviada del calificativo  divino, como el "juicio de Dios":

-para juzgar la culpabilidad de un acusado, se le ataba a una plancha y sumergirla en un barril lleno de agua; si es inocente, ¡se hunde!

Esta distorsión mental, nunca igualada con tanta religiosidad (otras sociedades de la época se contentaban, en este orden de ideas, en creer que el culpable se traicionaría a sí mismo si era confrontado, sin saberlo, con una perícopa de la Escritura (4)), confundiendo leyes naturales con justicia divina, prefigura la actividad de la Iglesia en dominios  en los que no tiene naturalmente nada que hacer  (cf. la condenación de Galileo por motivos "religiosos").

La Edad Media Occidental nos ha dejado por otra parte otra originalidad occidental, que pasa como cristiana: el odio al cuerpo y mortificación.

Que no se diga que todo esto se explica "por la época", pues es precisamente en este tema en el que el conocimiento de Bizancio y el Islam pueden sernos útiles.

La sociedad cristiana de Bizancio cuidaba a los enfermos, sin explicar su posible ignorancia (abundancia de amputaciones y sangrados, en Occidente) a través del recurso a Dios.
La "virtud" medieval que se puede contemplar en las miniaturas y otras imágenes consisten en una triste mortificación del cuerpo, con el uso frecuente de símbolos de la muerte y del Diablo (pueda él acceder al perdón), que explican la explosión paranoica (J. Bosch) o profana del Renacimiento (esta europeización del islam bizantininizado).

Los iconos bizantinos, por otra parte, y el acercamiento armónico entre este arte sagrado y la pintura “profana”  observada en el siglo 14 en Oriente, evita la desencarnación optando por la sacralización o transformación de la realidad visible (sin caer en trampa de una “absolutización de lo relativo ").
En realidad, el Occidente ario y romano nunca fue capaz de asimilar la encarnación. Son los griegos, en los Hechos de los Apóstoles, que supuestamente se "escandalizan" por esta afirmación cristiana; sin embargo, su contribución al desarrollo de la elaboración de los dogmas de la Iglesia primitiva es grande. Pero esta contribución no provino de los defensores de la religión aria oficial, sino partidarios de la versión griega de la Tradición.

En Occidente, sin embargo, donde ya el panteón incluía las innovaciones de la divinización de Roma y del Emperador, el sentido de Dios hecho hombre nunca ha sido entendido de otra manera que como el "Rescate".

Hemos dicho que la "época " no está para nada en esta incomprensión. Durante la Edad Media Occidental, el Oriente Cristiano aplicó los 85 cánones apostólicos, donde se puede leer:(5)

5 - El obispo, sacerdote o diácono no debe divorciarse de su esposa con el pretexto de piedad, bajo pena de difrocación o excomunión.
6 - El obispo, sacerdote o diácono no podrá asumir cargos públicos.
51 - Si un obispo, sacerdote o diácono se abstiene del matrimonio, la carne o el vino, no por deseo de probarse, sino  por disgusto, olvidando de esta manera que "todo es muy bueno" y que "Dios los creó hombre y mujer", blasfema y los devalúa (diaballei) la Creación; que sea destituido y excomulgado . Lo mismo vale para los laicos.

El Occidente ha experimentado desde siempre odio o al menos desconfianza hacia este Oriente que él consideraba preferentemente "herético". De hecho, ¿cuántos textos copiados por monjes orientales serían puestos en el Índice por el Vaticano? El personaje del monje español Jorge, en el libro de Umberto Ecco "El Nombre de la Rosa" (que termina en una confusión completamente occidental) es muy característico a este respecto.

Este odio y esta desconfianza no faltan en historiadores contemporáneos, para los cuales Bizancio continúa encarnando la "decadencia". En Gibbon en nuestra época, pasando por marxista (6), esta sociedad es denigrada en nombre de todos los males imaginables, comprendido aquí porque no ha “podido” proletarizar la masa de su población, para llegar a las Cruzadas, a los Descubrimientos o a la creación de grandes dominios agrícolas ¡que habrían facilitado la integración de Grecia en el Mercado Común!

Es necesario, hoy en día  (a falta de ayer), que el 0ccidente cese de cerrarse así sobre sí mismo.

Es tiempo de que no se vea escribir más de la mano de guenonianos, que el cristianismo se identifica" con la historia del 0ccidente.

Sería preciso exorcizar de una vez por todas los viejos demonios, comprendiendo que todas las aberraciones deploradas en Occidente no han sido más que la reacción natural (pero no por eso justificables), a las faltas y distorsiones que  remontan mucho más alto en el tiempo que el siglo 14. Estas faltas fueron provocadas por el Occidente, deseoso de desmarcarse del Oriente; de manera que se puede decir que:

- cuando el Occidente era tradicional no tenía esta identidad distinta - y resueltamente cortada de sus raíces hasta entonces- que nosotros conocemos como "occidental" (desde Carlomagno)
-cuando esta identidad claramente occidental existió, no se trataba más de alguna cosa tradicional, sino exteriormente; su hundimiento colapso en la dirección del modernismo era previsible.

El famoso "milenio", por lo tanto, no habrá sido, para el Occidente más que una duración de 600 años (desde Carlomagno hasta Felipe el Bello), de los cuales sólo 300 antes de las Cruzadas que marcaron entonces, desde el momento en que ya no hacemos historia de la Europa aislada, el inicio de la decadencia no tradicional (todavía no anti-tradicional).

De esto se deduce que no podemos hablar, en el límite, más que  de una tradición occidental del tipo kshatriya y religiosa en el mejor de los casos, y de una no-tradición en el peor de los casos.
En Occidente, estamos siendo testigos de la estatalización el cristianismo. En Oriente, a la cristianización del estado.

La diferencia se describe de manera penetrante (y dolorosa,  para los ortodoxos que acariciaban el sueño de copiar a los católicos) de Dostoievski, en los hermanos Karamazov.
Por otra parte, ¿es una casualidad si, en la misma obra, el discurso del Gran Inquisidor que "se adhiere" muy bien a los marxistas (y no faltan disidentes para hacerlo notar) se pone en la boca de un católico donde el “se adhiere” igualmente bien?

No queremos, sobre todo en este artículo, “herir la sensibilidad", como se dice, de los católicos. Queremos sin negar necesariamente la posibilidad de que su tradición haya conservado, en estado (tan) latente influencia espiritual del principio y sin querer en absoluto renegar de esta tradición, invitar a los occidentales preocupados por su recuperación a más humildad en su perspectiva, de lo contrario se equivocarán de adversarios y de aliados.

Un ejemplo de esta humildad sería, entre otras cosas, una mayor prudencia cautela hacia la "renovación" católica que algunos ven en las acciones más insignificantes del  Vaticano bajo Su Santidad Juan Pablo II. Mientras se encuentren esoteristas que se sientan indignados cuando una revista como esta "ose" declarar "con Pedro si es posible, sin él si es necesario", es evidente que una de las posibles vías de recuperación, a saber, la que Guénon llamó  "recuperación del Occidente” estará minada desde el interior.

Condenar las reacciones naturales (como la llamada "teología de la liberación”) sin corregir (ni incluso mencionar a la manera de un Estado que hace su diplomacia) las faltas que la han producido, revela desgraciadamente, no uno espíritu de renovación, sino el mismo espíritu jurídico que ha producido (o no ha podido contra-balancear ) toda una serie de aberraciones que constituyen el espíritu moderno y que de otro modo son más graves que las reacciones al castigo de las cuales se dedica la Curia Romana.

Entre las proposiciones "renovadoras” del Cardenal Ratzinger , por ejemplo, saludadas aquí mismo, falta el espíritu el espíritu del 51 Canon Apostólico; el Cardenal insiste sobre el Pecado Original, delante de una congregación infantilizada, pero en absoluto sobre la sacralización  y transformación de la vida, de otra manera que en términos de "rescate".

Sería grave, evidentemente, grave que los verdaderos renovadores del espíritu cristiano estén  oscurecidos en el reconocimiento tanto de sus fines como del conocimiento de la amplitud de lo que es engañoso.

Evitar esto habrá sido el deseo de la puesta a punto  a la cual hemos querido contribuir , con este artículo. Pero Dios sabe mejor.

Notas

(1)    Artículo sobre el Santo Imperio en el Cahier de l’Herne consagrado a René Guénon, por M. Denys Roman.

(2) De lo contrario, se podría decir que el sistema parlamentario griego, por ejemplo, o el Presidente, el Gobierno, y los diputados prestan juramento ante el arzobispo y donde el Parlamento comienza sus sesiones con una ceremonia de bendición, ¡es un régimen "tradicinall!

(3)"El nombre del Dios de los Cristianos", a aparecer en esta revista.

(4) En Ph. Koukoulês, Vida y civilización de los bizantinos, 7 vol. (en griego).

(5) Gobierno de la Nave Espiritual de la Iglesia (Derecho Canónico Ortodoxo), Atenas, div. reediciones.

(6) Pasajes de la antigüedad al feudalismo, Perry Anderson (Maspéro 1977) GA. Williamson, edición e introducción del la historia secreta de Procope (Penguin Classics, 1966):"Bizancio estaba llena de belleza y magnificencia, también llena de corrupción moral y religioso... Leemos un pasaje sobre una ciudad donde la moralidad sexual presumiblemente no existía, donde el  adulterio, y la promiscuidad reinaba y la castidad era desconocida, así como las leyes de Dios y el ejemplo de Cristo habían sido olvidados.. ." (p. 31). A notar, las dos partes de la declaración en la primera parte de la citación que se supone  "resume" lo que era Bizancio:
-por un lado, lo positivo es únicamente de orden estético: "belleza", magnificencia "
-por otro lado, lo negativo es muy pesado: ¡corrupción moral y religiosa!  
En la segunda parte, el autor revela su criterio puritano  de la virtud : su ilustración de la corrupción bizantina se apoya con ejemplos puramente sexuales.
Notar también en la confrontación.
-El ejemplo de Cristo
-la promiscuidad
En cuanto a la autosatisfacción habitual de los occidentales, es necesario leer lo que dice este autor sobre "métodos atroces de aumentar el número de fieles".

Bibliografía

A. Ducellier, Le drame de Byzance, Hachette 1976,"Byzantines et Croisés: le double jeu", NOTRE HISTOIRE, 20,1986, pp. 36-41.
F. Gabrielli, Chroniques árabes des Croisades, Sindbad 1977
A. Comnêne, Aléxiade, Belles-Lettres
G. de Villehardouin y otros, Chroniques des Croisades, Belles-Lettres et Pléyade (Historia y Crónicas de la Edad Media)
P. Ponsoye, L’Islam et le Grial, Archê (Milán) 1977






domingo, 26 de noviembre de 2017

ISA UPANISHAD

ISA UPANISHAD
    
    
    
    1. Todo esto está habitado por el Señor (Îsa), lo que se mueve entre lo 
    móvil. Goza con la renuncia; no desees la riqueza de otro.

    2. Actuando se debería desear vivir aquí cien años. Si vives así siendo 
    hombre, no hay otra forma de que las acciones no te manchen.

    3. Hay mundos demoniacos cubiertos por ciegas tinieblas, y a ellos van una 
    vez muertos quienes matan el âtman.

    4. Inmóvil, el uno es más rápido que la mente. No lo alcanzan los sentidos. 
    Quieto, aventaja a los que corren. En él el aire que todo lo abarca sostiene 
    toda actividad.

    5. Se mueve, no se mueve. Está lejos, está cerca. Está dentro de todo esto, 
    pero está fuera de todo esto.

    6. Pero el que ve a todos los seres en sí y a sí mismo en todos los seres no 
    por eso duda.

    7. Para quien conoce, todos los seres se convierten en su propio ser; así 
    ¿cómo puede haber engaño en él? ¿Qué pena puede afectar a quien ha visto la 
    unidad?

    8. Lo llena todo, brillante, sin cuerpo, sin mancha, sin tendones, libre de 
    pecados. Sabio, pensador, el que todo lo abarca, Svayambhû ("el que existe 
    por sí mismo") distribuye las metas de acuerdo con la verdad.

    9. En ciega oscuridad entran quienes veneran la ignorancia, pero quienes se 
    deleitan con el conocimiento entran en una oscuridad mayor.

    10. Uno, dicen, se obtiene con el conocimiento; otro, dicen, con la 
    ignorancia. Así lo hemos oído de los sabios que nos instruyeron.

    11. Quien conoce ambos, conocimiento e ignorancia, con la ignorancia cruza 
    la muerte, con el conocimiento obtiene lo inmortal.

    12. En ciega oscuridad entran quienes veneran lo no surgido. Quienes se 
    deleitan con lo surgido van a una oscuridad mayor.

    13. Una cosa, dicen, resulta de lo surgido; otra, dicen, de lo no surgido. 
    Así lo hemos oído de los sabios que nos instruyeron.

    14. Quien conoce ambos, el surgimiento y la aniquilación, con la 
    aniquilación cruza la muerte, con el surgimiento obtiene lo inmortal.

    15. Con un disco de oro está cubierto el rostro de la verdad. Descúbrelo, 
    Pûsan, para que vea la realidad verdadera.

    16. Pûsan, sabio único, tú que sostienes, sol, descendiente de Prajâpati, 
    distribuye los rayos y reúne el calor para que yo vea tu bellísima forma. Yo 
    también soy quien es ese purusa.

    17. Que el viento entre en este aire inmortal, y luego este cuerpo se vuelva 
    finalmente cenizas. Om, recuerda lo hecho, entendimiento. Recuerda, 
    entendimiento, recuerda lo hecho. Recuerda.

    18. Agni, condúcenos por el camino favorable, tú que conoces nuestra 
    conducta. Aleja de nosotros el mal. Te ofreceremos abundantísimas oraciones.
    
     NOTAS:
    1. Traducción de Daniel de Palma: "Upanisads", Ediciones Siruela, Madrid, 
    1995.
    
   
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sábado, 25 de noviembre de 2017

EL REINO DE LA DUALIDAD (Nikos Vardhikas)

EL REINO DE LA DUALIDAD

Nikos Vardhikas

 (Vers la Tradition 1986)

El dualismo (admite dos principios últimos, independientes y antagonistas) es una idea natural; todo en la experiencia sensorial y mental humana pasa según un esquema dual.

La razón es el hecho mismo de que la vida es un devenir, que las cosas pasan y que pasan cosas.
La más grande dualidad es el par nacimiento-muerte, que podría quizá reflejar o depender de la de espacio-tiempo; a continuación vienen todas los demás pares que caracterizan nuestra experiencia: día-noche, exacto-error, alegría-dolor (el par que ejemplifica mejor el círculo vicioso –samsâra- para los budistas), etc.

Todas estas dualidades se reducen al nivel más abstracto, a la de sí-no, o + y-, una vez que se decide el criterio a aplicar (+ significa "bueno", o "presencia", etc.).  
Las operaciones aritméticas, reducibles exclusivamente a adición y sustracción, y los principios de la lógica aristotélica, reducibles exclusivamente a los principios de identidad y contradicción, reflejan bien este hecho.

El dualismo constituye por lo tanto la negación de la posibilidad de conciliar los opuestos (o aparentemente tales). Como lo demuestra la reacción de Heráclito, este reduccionismo posee una venerable antigüedad.

El verdadero dualismo, es decir, el hecho de elevar esta experiencia al nivel del principio último y venerado acaba inevitablemente en una aproximación fragmentada de la realidad. Encierra al hombre dentro de sí mismo, primero excluyendo la posibilidad de trascendencia y de unicidad de la existencia, y entonces el cerco se cierra cada vez más. Como remarca un autor ortodoxo (revista SYNAXI, invierno 1985)," los límites de la vida se identifican, en nuestra época, a los de la sociedad; a los que no tienen éxito, no tienen ningún lugar o lo que sea”.

Ninguna tradición, excepto la no tradición modernista, acaba en un verdadero dualismo, si no está en decadencia. Y entre todas las tradiciones, las que insisten más sobre la necesidad de ir más allá de la superchería dualista son el Budismo, el Vedanta, el Cristianismo, el esoterismo musulmán (pero no el Islam exotérico) y todas las “vías” de la mano izquierda", peligrosas para las profanos.
Es en Europa Occidental donde, después del fin del milenium cristiano, el dualismo ha tomado el lugar no confesado de principio supremo. Incluso las tentativas  "filosóficas" de superarlo, estaban teñidas ellas misma  con su matiz encerrante.

La invención de la dialéctica es una de esos esfuerzos incompletos. La formulación (típicamente engañosa)"tesis-antítesis-síntesis" na sido comprendida en el sentido  que el último término palabra significa una especie de "media" aritmética de los otros dos; puede verse allí el envenenamiento del reino de la cantidad (del que ciertas formas de democracia son ejemplares también).
Incluso en el caso en que la  dialéctica no se ve aritméticamente, la "síntesis" se entiende como un compromiso, como "igual distancia";  para superar la dicotomía blanco-negro no se propone más que el gris “intermediario"; los colores han desaparecido.

En todos los casos, la postulación de un tercer término de nivel diferente, de diferente naturaleza de los dos términos antitéticos, del cual las aparentes polaridades proceden en  común, disolviéndose y reconciliándose en él, no es conocido por la dialéctica.

En este sentido  es a la vez hilarante y consternante  leer el opúsculo de Mao-Dzedong "Sobre la dialéctica" que cree poder reconciliar a ¡Hegel y el Taoísmo!

No más que la dialéctica, la reacción más “popular” al dualismo, expresado -cuando se expresa- por las diversas formas de pietismo y celo mal digerido, no son de naturaleza a superar el fundamento mismo del modernismo. Aferrarse de manera histérica el uno al otro, y en última instancia no realista (sea a nivel sensorial o metafísico) a uno de los dos pseudo-principios, con exclusión completa y fanática del otro, sin sospechar jamás - y de forma "no mental" - la existencia de un tercer término, no constituye una superación del dualismo; esta reacción contribuye por su ineficacia al mantenimiento de la superchería.

Algunos ejemplos corrientes de falsa reacción: la "elección" de la burguesía o la clase obrera como eje de la existencia, la "elección" entre Satanás o la baratija religiosa más chata.

Por lo tanto, es a través del fundamentalismo dualista que se mantiene en marcha, en nuestras cabezas, toda la ilusión. René Guénon hablaba, en 1945, de "el reino de la cantidad". Había percibido muy de cerca la base del mecanismo modernista: en efecto, es sobre la ignorancia o la exclusión voluntaria de la dimensión cualitativa, en otros términos: del discernimiento de  niveles sobre la que se basa  todo el pensamiento moderno.

Hoy en día, cada vez se encuentran más elitistas que explican la India o Platón sin introducir la noción de “naturaleza" y reservando para los no miembros de la "élite" una especie de no-entidades.

Cuarenta años después de la publicación de la obra de Guénon, tratemos de hacer, a un nivel mucho más “periodístico" que principial, el balance de la evolución de las mentalidades.
En el NIVEL DE SOCIEDAD, no se habla más, y desde hace mucho tiempo, que de izquierda o derecha. (O de "centro" irrealista).

Sin embargo, todo el mundo constata que las dos "ideologías" hablan el mismo lenguaje cuantitativo, admitiendo en común la primacía (o incluso exclusivismo) de lo a económico;  y es cierto que, una vez que se hace la reducción que identifica la vida a la sociedad, se puede  continuar e identificar la sociedad a la economía.

Este hecho, hace muy poco tiempo, no fue más que la prerrogativa de “peligrosos  revolucionarios” o de marxistas.

Por otra parte, es difícil hablar de dinero en términos "espirituales"; la única diferencia entre las dos ideologías dominantes concierne a la producción y distribución del dinero.
Incluso en este nivel, el ejemplo viviente de la Unión de los Consejos (1) inspirando cada vez a  menos y menos gente (desgraciadamente la Unión de Estados continúa atrayendo la atención de aquellos que le envidian por su falta de raíces), se descubren recientemente en las dos formaciones, menos diferencias.

La banalización del fenómeno de las "social-traidores" (en retórica política), socia-traidores que corren un alto riesgo de complacer más los maestros del Estado de los Consejos que a los proponentes de la ortodoxia" mayoritaria (2), se va amplificando.

Sin embargo, y aquí radica el problema, la posible "elección" sigue confinándose a estas dos formas de ver las cosas, dando además  sensación de alternativa.

Aparte del hecho de que el mundo está efectivamente dividido en estos dos campos, dirigidos por dos federaciones de estados sin nombre (3) , se observa desde la década de los ochenta, el retorno al redil burgués o marxista de todos los que habían , entre 1960 y 1970, tratado de encontrar una alternativa.

Es cierto que esta investigación estaba condenada de antemano, porque permanecía resueltamente encerrada en los esquemas que ella quería superar.

Sin embargo, es consternante observar que su fracaso, a veces sembrado con cadáveres de suicidas o zombis de desintegrados psíquicamente, no dio lugar a la ruptura, sino a un RETORNO a lo que había antes, contra lo que la gente tenía razón al rebelarse.
EN FILOSOFÍA, podemos ver aún mejor como el círculo es vicioso.

Hay un retorno al buen viejo dualismo: materialismo o idealismo. Así, al infantilismo de hippies y babascool reemplaza el infantilismo "limpio" o los "nuevos filósofos" y la "nueva derecha". Estas dos últimas categorías también poseen la característica de llevar un título engañoso en los términos que lo componen.

Las tentativas tendenciosas y erróneas de extender el  marxismo en áreas en las que no tenía nada que hacer: la vida personal, relaciones, etc. Dieron lugar a un nuevo estalinismo. Y, del lado idealista, asistimos al retorno de lo que la burguesía tiene de más superficial: juicio de la gente por apariencia, etc.

La EXPLOSIÓN SEXUAL, reaccionando a un puritanismo asfixiante, después de haber logrado desacralizar  totalmente a este dominio, da lugar a un nuevo puritanismo de tinte americano o a relaciones acomplejadas.

Lo que la institución del matrimonio tiene de más superficial vuelve a la moda después de haber sido solamente desacralizada y los nuevos matrimonios civiles son igual de rígidos.
Debe señalarse aquí que el retorno a los valores decadentes, a falta de haber encontrado otros o adaptado estos, no puede hacerse más que a modo de caricatura.
Tal es el poder del confinamiento dualista.

Bajo esta última forma: "tradición" en decadencia, o la anarquía modernista, el Príncipe de este mundo hace triunfar la Dualidad. La caricatura ya es suficiente.

Bajo los acentos obsesivos de los ritmos BINARIOS (disco) producidos por las máquinas, ahí donde la música de cualquier otro tipo admite hasta 12 movimientos (!), el vigésimo siglo se termina sin haber encontrado una salida a la crisis de los valores que él mismo ha producido. Su evolución más destacada ha sido la hinchazón de lo  mental. Los hombres de este siglo nos dejan en herencia su invención más característica: el método de desagregación de la materia (bombas atómicas, etc.).

Con un súbito giro muy característico, inventan una máquina capaz de descargar un poco su  mental fatigado (el ordenador), pero nunca se cansan de depreciarse a sí mismos, bautizan a este proceso BINA IRE "inteligencia artificial”.

Sólo un hombre de esa edad y un Europeo por cierto, podía atreverse a usar ese nombre. Cualquier otro hombre, más normalmente constituido que un hombre blanco, habría apreciado el hecho de que la máquina que depende totalmente del programa introducido por el hombre que, él, no piensa de manera binaria, puede merecer ese nombre.
Pero, y esta es la razón por la que hemos hablado de ordenadores, querer autonomizar máquina de operador nos recuerda extrañamente el deseo de querer autonomizar al hombre de su Creador.

Los diversos niveles de confinamiento ya están en marcha. Nos preocupa que el paso de lo múltiple a lo binario no prefigura una transición futura de binario a la Unicidad.

Ahí reside la naturaleza precisa de la trampa de la dualidad, llegada ahí, ya ninguna escapatoria es posible.

Evidentemente, hablar de matices como el que consiste en  la distinción entre Unicidad y el Uno aritmético, supera demasiado al hombre moderno.

¿Hay una salida distinta de la catástrofe de TODO este edificio de mentiras?
Y esta catástrofe, habiendo entrado la mentira mientras tanto en nuestras cabezas, ¿dejará en su lugar los gérmenes de un futuro no dualista?

La amplitud de lo que hay que cambiar para dar cabida a la posibilidad de percibir la Unidad es aterradora. Pero, Dios es más sabio: no sabemos hasta qué punto todo esto es parte del plan de evolución de cosas  o hasta qué punto constituye una intervención contra el desarrollo natural de este plan.

N.V.

1) Esta verdadera traducción del título "Unión Soviética" no está hecha por academicismo, sino para revelar el hecho de que la palabra "soviético" no es nombre propio.  
(2) es decir,"Bolchevique".
(3) Porque el nombre "Estados Unidos" no es menos impersonal que el La Unión de  Consejos.




jueves, 23 de noviembre de 2017

Capítulo XXXIX: GRANDES MISTERIOS Y PEQUEÑOS MISTERIOS (René Guénon)

Capítulo XXXIX: GRANDES MISTERIOS Y PEQUEÑOS MISTERIOS

(René Guénon, Apreciaciones sobre la iniciación)


Hemos hecho alusión repetidas veces, en lo que precede, a la distinción entre “Grandes Misterios” y
“Pequeños Misterios”, denominaciones tomadas de la antigüedad griega, pero que en realidad son
susceptibles de una aplicación completamente general; debemos ahora insistir un poco más sobre
ello, a fin de precisar cómo debe ser entendida esta distinción. Lo que ante todo debe comprenderse
es que no hay aquí diferentes géneros de iniciación, sino estadios o grados de una misma iniciación,
considerando a ésta como debiendo constituir un conjunto completo y ser seguida hasta su último
término; en principio, los “Pequeños Misterios” no son entonces más que una preparación para los
“Grandes Misterios”, puesto que su término no es aún sino una etapa de la vía iniciática. Decimos en
principio, pues es muy evidente que, de hecho, cada ser no puede llegar más que hasta el punto en
que se detienen sus propias posibilidades; en consecuencia, algunos podrán no estar cualificados
sino para los “Pequeños Misterios”, o incluso para una porción más o menos restringida de éstos;
pero esto solamente significa que no son capaces de seguir la vía iniciática hasta el final, y no que
sigan una vía distinta a la de aquellos que pueden ir más lejos que ellos.
Los “Pequeños Misterios” comprenden todo lo que se relaciona con el desarrollo de las posibilidades
del estado humano considerado en su integridad; desembocan entonces en lo que hemos
denominado la perfección de este estado, es decir, en lo que es designado tradicionalmente como la
restauración del “estado primordial”. Los “Grandes Misterios” conciernen propiamente a la realización
de los estados supra-humanos: tomando al ser en el punto en que lo han dejado los “Pequeños
Misterios”, y que es el centro del dominio de la individualidad humana, lo conducen más allá de este
dominio, y a través de los estados supra-individuales, aunque todavía condicionados, hasta el estado
incondicionado que es el único y verdadero fin, y que es denominado la “Liberación final” o la
“Identidad Suprema”. Para caracterizar respectivamente ambas fases, se puede, aplicando el
simbolismo geométrico (1), hablar de “realización horizontal” y de “realización vertical”, debiendo
servir la primera de base a la segunda; esta base está representada simbólicamente por la tierra, que
corresponde al dominio humano, y la realización supra-humana es entonces descrita como un
ascenso a través de los cielos, que corresponden a los estados superiores del ser (2). Por otra parte,
es fácil de comprender por qué motivo la segunda presupone necesariamente a la primera; el punto
central del estado humano es el único en que es posible la comunicación directa con los estados
superiores, efectuándose ésta según el eje vertical que encuentra en este punto el dominio humano;
es preciso entonces haber alcanzado primero este centro para poder después elevarse, según la
dirección del eje, a los estados supra-individuales; y por esta razón, empleando el lenguaje de Dante,
el “Paraíso terrestre” es una etapa sobre la vía que conduce al “Paraíso celestial” (3).
Hemos citado y explicado en otro lugar un texto en el cual Dante sitúa al “Paraíso celestial” y al
“Paraíso terrestre” respectivamente en relación con lo que deben ser, desde el punto de vista
tradicional, el papel de la autoridad espiritual y el del poder temporal, es decir, con otras palabras, con
la función sacerdotal y la función real (4); nos contentaremos con recordar brevemente las
importantes consecuencias que se desprenden de esta correspondencia desde el punto de vista que
nos ocupa ahora. Resulta en efecto que los “Grandes Misterios” están en relación directa con la
“iniciación sacerdotal”, y los “Pequeños Misterios” con la “iniciación real” (5); si empleamos términos
prestados de la organización hindú de las castas, podemos decir entonces que, normalmente, los
primeros pueden ser considerados como el dominio propio de los Brahmanes y los segundos como el
de los Kshatriyas (6). También puede decirse que el primero de ambos dominios es de orden
“sobrenatural” o “metafísico”, mientras que el segundo es solamente de orden “natural” o “físico”, lo
que se corresponde efectivamente con las respectivas atribuciones de la autoridad espiritual y del
poder temporal; y, por otra parte, esto permite también caracterizar claramente el orden de
conocimiento al cual se refieren los “Grandes Misterios” y los “Pequeños Misterios” y que ponen en
práctica gracias a la realización iniciática que les concierne: éstos comportan esencialmente el
conocimiento de la naturaleza (considerada, no es preciso decirlo, desde el punto de vista tradicional
y no desde el punto de vista profano de las ciencias modernas), y aquellos el conocimiento de lo que
está más allá de la naturaleza. El conocimiento metafísico puro depende entonces propiamente de los
“Grandes Misterios”, y el conocimiento de las ciencias tradicionales de los “Pequeños Misterios”;
como el primero es por otra parte el principio del cual derivan necesariamente todas las ciencias
tradicionales, resulta entonces que los “Pequeños Misterios” dependen esencialmente de los
“Grandes Misterios” y tienen en ellos su principio mismo, al igual que el poder temporal, para ser
legítimo, depende de la autoridad espiritual y tiene en ella su principio.
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Acabamos de hablar solamente de los Brahmanes y de los Kshatriyas, pero no debe olvidarse que los
Vaishyas pueden también estar cualificados para la iniciación; de hecho, encontramos en todas
partes, como estándoles más especialmente destinadas, formas iniciáticas basadas en el ejercicio de
los oficios, sobre las cuales no tenemos la intención de extendernos demasiado, puesto que hemos
explicado suficientemente en otro lugar su principio y su razón de ser (7), y además hemos debido
hablar de ello aquí mismo en repetidas ocasiones, dado que es precisamente a tales formas a las que
se vincula todo lo que de organizaciones iniciáticas subsiste en Occidente. Para los Vaishyas, con
mayor razón aún que para los Kshatriyas, el dominio iniciático que propiamente conviene es el de los
“Pequeños Misterios”; esta comunidad de dominio, si puede decirse, ha conducido frecuentemente a
contactos entre las formas de iniciación destinadas a unos y otros (8), y, por consiguiente, a
relaciones muy estrechas entre las organizaciones mediante las cuales estas formas son
respectivamente practicadas (9). Es evidente que, más allá del estado humano, las diferencias
individuales, sobre las que esencialmente se apoyan las iniciaciones de oficio, desaparecen
totalmente y no podrían desempeñar ningún papel; desde el momento en que el ser ha llegado al
“estado primordial”, las diferencias que dan nacimiento a las diversas funciones “especializadas” ya
no existen, aunque todas estas funciones tengan igualmente su principio, o más bien por ello mismo;
y es a esta fuente común a la que en efecto se trata de remontar, llegando hasta el término de los
“Pequeños Misterios”, para poseer en su plenitud todo lo que está implicado en el ejercicio de una
función cualquiera.
Si consideramos la historia de la humanidad tal como la enseñan las doctrinas tradicionales, en
conformidad con las leyes cíclicas, debemos decir que, en el origen, el hombre, teniendo plena
posesión de su estado de existencia, poseía naturalmente por ello las posibilidades correspondientes
a todas las funciones, anteriormente a toda distinción entre ellas. La división de estas funciones se
produjo en un estado ulterior, representando un estado ya inferior al “estado primordial”, pero en el
que cada ser humano, no teniendo más que ciertas posibilidades determinadas, poseía aún
espontáneamente la conciencia efectiva de estas posibilidades. Es solamente en un período de
mayor oscurecimiento que esta conciencia se perdió; y, desde entonces, la iniciación fue necesaria
para permitir al hombre reencontrar, con esta conciencia, el estado anterior al cual ella es inherente;
tal es en efecto el primero de sus objetivos, el que se propone más inmediatamente. Esto, para ser
posible, implica una transmisión que se remonta, a través de una “cadena” ininterrumpida, hasta el
estado que se trata de restaurar, y así, progresivamente, hasta el “estado primordial” mismo; y aún,
no deteniéndose aquí la iniciación, y no siendo los “Pequeños Misterios” sino la preparación a los
“Grandes Misterios”, es decir, a la toma de posesión de los estados superiores del ser, es preciso en
definitiva elevarse más allá de los orígenes de la humanidad; y por esta razón la cuestión de un
origen “histórico” de la iniciación se muestra como completamente desprovista de sentido. Ocurre por
otra parte lo mismo en lo concerniente al origen de los oficios, de las artes y de las ciencias,
consideradas en su concepción tradicional y legítima, pues todos, a través de diferenciaciones y
adaptaciones múltiples, pero secundarias, derivan igualmente del “estado primordial”, que los
contiene a todos en principio, y, por ello, se relacionan con otros órdenes de existencia, más allá de la
humanidad misma, lo cual es por lo demás necesario para que puedan, cada uno en su rango y
según su medida, concurrir efectivamente a la realización del “plan del Gran Arquitecto del Universo”.
Debemos aún añadir que, puesto que los “Grandes Misterios” tienen por dominio el conocimiento
metafísico puro, que es esencialmente uno e inmutable en razón de su carácter principial, es
únicamente en el dominio de los “Pequeños Misterios” donde pueden producirse desviaciones; y esto
podría explicar muchos hechos referentes a ciertas organizaciones iniciáticas incompletas. De
manera general, estas desviaciones suponen que el vínculo normal con los “Grandes Misterios” ha
sido roto, de forma que los “Pequeños Misterios” han llegado a ser tomados como un fin en sí
mismos; y, en estas condiciones, no pueden siquiera llegar realmente a su término, pues se dispersan
en cierto modo en un desarrollo de posibilidades más o menos secundarias, desarrollo que, no
estando ordenado en vistas a un fin superior, corre el riesgo entonces de adquirir un carácter
“desarmónico”, el cual constituye precisamente la desviación. Por otra parte, es también en este
mismo dominio de los “Pequeños Misterios”, y solamente aquí, donde la contra-iniciación es
susceptible de oponerse a la verdadera iniciación y de entrar en lucha con ella (10); el de los
“Grandes Misterios”, que se relaciona con los estados superiores y con el orden puramente espiritual,
está, por su naturaleza misma, más allá de tal oposición, luego totalmente cerrado a todo lo que no es
la verdadera iniciación según la ortodoxia tradicional. Resulta de todo ello que la posibilidad de
extravío subsiste en tanto que el ser no esté aún reintegrado en el “estado primordial”, pero deja de
existir cuando éste alcanza el centro de la individualidad humana; y por este motivo se puede decir
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que aquel que ha llegado a este punto, es decir, a la terminación de los “Pequeños Misterios”, está ya
virtualmente “liberado” (11), aunque no pueda estarlo efectivamente sino cuando haya recorrido la vía
de los “Grandes Misterios” y realizado finalmente la “Identidad Suprema”.

NOTAS:

(1). Ver nuestra exposición en Le Simbolisme de la Croix.
(2). Hemos explicado ampliamente esta representación en L'Esotérisme de Dante.
(3). En la tradición islámica, los estados en los cuales desembocan respectivamente los "Pequeños Misterios" y los
"Grandes Misterios" son designados como el "hombre primordial" (el-insân ul qadîm) y el "hombre universal" (elinsân
ul-kâmil); ambos términos corresponden entonces propiamente al "hombre verdadero" y al "hombre
trascendente" del Taoísmo, a los cuales hemos recordado en una nota anterior.
(4). Ver Autorité spirituelle et pouvoir temporel, cap. VIII. -Este texto es el pasaje en el cual Dante, al final de su
tratado De Monarchia, definió las atribuciones respectivas del Papa y del Emperador, que representan la plenitud de
ambas funciones en la constitución de la "Cristiandad".
(5). Las funciones sacerdotal y real comportan el conjunto de las aplicaciones cuyos principios son suministrados
respectivamente por las correspondientes iniciaciones, de donde el empleo de las expresiones "arte sacerdotal" y
"arte real" para designar a estas aplicaciones.
(6). Sobre este punto, ver Autorité spirituelle et pouvoir temporel, cap. II.
(7). Ver Le Règne de la Quantité et les Signes des Temps, cap. VIII.
(8). En Occidente, es en la Caballería donde se encontraban, en la Edad Media, las formas de iniciación propias de
los Kshatriyas, o de lo que debe ser considerado como el equivalente de éstos tan exactamente como es posible.
(9). Esto es lo que explica, limitándonos a dar aquí un único ejemplo característico, que una expresión como la de
"arte real" haya podido ser empleada y conservada hasta nuestros días por una organización como la Masonería,
unida por sus orígenes al ejercicio de un oficio.
(10). Cf. Le Règne de la Quantité et les Signes des Temps, cap, XXXVIII.
(11). Es lo que la terminología búdica llama anâgamî, es decir, "aquel que no retorna" a un estado de
manifestación
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