martes, 9 de julio de 2013

El infierno es eterno o no



Rasta Calcedónico


El infierno es eterno… o no


 


http://rastacalcedonico.wordpress.com/2009/02/26/el-infierno-es-eterno-o-no/





El cuerpo será semejante al cuerpo de Cristo resucitado: sin pesantez y sin impenetrabilidad. Ya en esta vida, la ascesis conduce gradualmente al estado de pre-resurrección. San Pablo habla del arte de verse el rostro descubierto, y el juicio es la visión total del hombre entero. San Isaac habla asimismo del juicio por el amor que todo lo abrasa. “Los pecadores no están privados del amor divino”, pero su lejanía de la fuente, su pobreza, el vacío de su corazón que es incapaz de responder al amor de Dios, les acarrean acerbos sufrimientos puesto que, tras la revelación de Dios, será imposible no amar ya a Cristo.

El evangelio emplea la imagen de la separación de las ovejas y los carneros. No existen santos perfectos, como tampoco existen pecadores en quienes no haya por lo menos algunas parcelas buenas, y este hecho, según el padre Sergei Bulgakov, nos permite conjeturar una interiorización de la noción de juicio: ya no sería una separación entre los hombres, sino en el interior de todo hombre. Así pues, las palabras sobre la destrucción, el aniquilamiento, la segunda muerte no se referirían a los seres humanos, sino a sus elementos demoníacos. Tal sería el sentido del fuego: antes purificación y curación que castigo. La amputación no es la desaparición del hombre, sino el sufrimiento de su disminución. En justicia, todos los hombres deben ir al infierno, pero también en todos ellos hay parcelas de paraíso y de infierno. La espada divina penetra en las profundidades humanas y en ellas opera una separación: así se evidencia que lo dado por Dios como don no fue recibido y actualizado. Este vacío constituye la esencia del sufrimiento infernal: el amor no realizado, la trágica no-conformidad entre la imagen y la semejanza. La complejidad de la mezcla del bien y del mal durante la vida terrestre hace inoperante toda noción jurídica, y eso nos sitúa ante al mayor misterio de la sabiduría divina. ¿Es eterno el infierno? En primer lugar, la eternidad no es la medida del tiempo y, sobre todo, no es el infinito malo, la ausencia de fin. La eternidad es el tiempo divino, es una determinación cualitativa, y así podemos decir que son distintas las eternidades del paraíso y del infierno. Es imposible concebir la eternidad como forma vacía, independiente de su contenido. Si, en el tiempo actual, panta rei, todo fluye, todo pasa, en el siglo futuro, por el contrario, la vida continuará en el sentido del crecimiento: nada pasará para desaparecer, ya que todo será enteramente positivo, digno de permanecer eternamente.

La concepción corriente de los sufrimientos eternos no es más que una opinión escolar, una teología simplista (de naturaleza penitencial), que echa en olvido la profundidad de unos textos como Juan 3, 17 y 12, 47. ¿Acaso es imaginable que, junto a la eternidad del reino, Dios prepare la eternidad del infierno, la cual, en cierto sentido, sería un fracaso del plan divino, una victoria incluso parcial del mal? San Pablo en 1 Cor 15, 55 parece afirmar lo contrario. Si san Agustín reprobaba a los “misericordes”, es porque se alzaba contra el libertinismo y el sentimentalismo. Por otra parte, el argumento pedagógico del miedo, no sólo es inoperante en la actualidad, sino que incluso puede emparejar el cristianismo con el Islam. El temblor ante las cosas santas salva al mundo de su insulsez, pero el amor perfecto ahuyenta todo temor (1 Jn 4, 18).

Podríamos decir que el infierno no existe en la eternidad, ni siquiera en el tiempo como medida, sino en su interioridad subjetiva sin fondo y fantomática. El quinto concilio ecuménico no examinó la cuestión de la duración de los sufrimientos infernales. El emperador Justiniano (que, en este caso, parecía uno de los “justos” de la historia de Jonás, a quienes decepcionó que el castigo no alcanzara a los culpables), propuso su doctrina personal al patriarca Mino en el año 543. El patriarca elaboró unas tesis contra el neo-origenismo y el papa Vigilio las confirmó. Más tarde fueron erróneamente atribuidas al quinto concilio ecuménico. Pero esta doctrina no es más que una opinión personal, y la doctrina opuesta -de los Padres Capadocios (San Gregorio Niseno, San Gregorio Nacianceno…)- nunca ha sido condenada.

Al final, Satanás se verá privado del mundo, objeto de su concupiscencia, y, al mismo tiempo, se verá limitado a su propio ser; pero éste no es ilimitado. El satanismo puro se agota cuando el sujeto se halla carente de objeto. Por el contrario, el corazón de la Iglesia -el corazón de la Teotokos- no tiene límites. San Isaac habla del corazón ardiente de amor hasta por los reptiles, incluso por los demonios. La expiación se extiende a todo el plan de la creación divina. La segunda muerte se refiere a los principios del mal, que se han desarrollado en el espacio y el tiempo: a su término, se angostan y desaparecen para siempre. Si la libertad ha permitido una deterioración pasajera, el balance final está entre las manos de Dios.

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Pavel Evdokimov

Pavel Evdokimov. “La mujer y la Salvación del mundo” Ediciones Ariel. Barcelona. 1970.

La palabra apocatástasis (salvación de todos) aparece en el Nuevo Testamento y concretamente en Hechos 3,20 ss.: «para cuando vengan por disposición del Señor los tiempos de consolación y envíe al mismo Jesucristo que os ha sido anunciado, el cual debe ciertamente mantenerse en el cielo hasta los tiempos de la restauración de todas las cosas (apokatastáseos pánton) de que antiguamente Dios habló por boca de sus santos profetas». Dicha perícopa pertenece al sermón de San Pedro a los judíos en el que se acentúa la esperanza mesiánica de una nueva creación; todas las cosas serán renovadas y reinará un orden perfecto y definitivo conforme al plan de Dios.

Pero no somos ingenuos, sabemos perfectamente que también hay elementos antiapocatástasis en la literatura paulina que se pueden interpretar al revés.

¿Cómo resolvió Oriente esta contradicción?

Fácil, con la plegaria por la apocatástasis. Es decir, no se da por hecha la apocatástasis, no es segura, pero es una petición insistente del pueblo ortodoxo, una demanda al Señor que lo más probable es que se cumpla. La pedimos al Señor.

Embellece al que la pide, y lo más probable es que se cumpla (si la pedimos con todas nuestras fuerzas).

Y, sobre todo, al cumplirse, el plan de Dios se cumple por completo, sin imperfecciones. Se elude así ese viejo esquema gnóstico que cree en dos principios igual de poderosos (el bien y el mal). Si no hubiera apocatástasis, la tesis gnóstica sería válida. El bien coexistiría con el error eterno, con el mal eterno. Eso no es cristiano, ¿no? En el cristianismo el bien acaba al final con todo mal, acaba con todo error.

Sólo Bien (gnosis no!)

1 comentario:

Unknown dijo...
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