jueves, 27 de julio de 2017

[FAROagencia] Profesión: sus labores


[FAROagencia]  Sus labores. 


Madrid, 23 julio 2017Domingo VII después de Pentecostés; San Apolinar de Rávena, obispo y mártir; San Liborio de Le Mans, obispo y confesor. Carlismo.es, web principal de la Comunión Tradicionalista, ha añadido a sus categorías unos epígrafes dedicados a las damas carlistas, las margaritas, de tan profundo arraigo en el tradicionalismo y de tan gloriosa historia. Inaugura el apartado dedicado a los artículos con uno de Elena Risco:
Profesión: sus labores

Se oye ahora hablar mucho acerca de la imperiosa necesidad de encontrarse a uno mismo, de sentirse realizado, de seguir el camino propio... Debo confesar que todas esas expresiones son un misterio para mí. Cada vez que intento preguntar su significado --incauta de mí!-- sólo encuentro respuestas tan vacías como las mismas frases hechas. Ello me ha llevado a sospechar que nos encontramos ante clichés superfluos y flojos, que, sin embargo, tienen la virtud de hacer evidente el actual interés desaforado por lo que espontáneamente sale de uno mismo, por ese culto a la ausencia de todo condicionamiento que hoy muchos llaman equívocamente libertad.

El siguiente paso, en absoluto casual, de lo que parece ser un maquiavélico plan consiste en relacionar la propia realización personal con el trabajo remunerado, que cada individuo decide desempeñar libremente, llamado por una espontánea e inexplicable vocación. Conclusión: todo aquel que no trabaje, nunca se encontrará a sí mismo. Y la principal víctima de todo lo anterior parecería ser la mujer, cuyas obligaciones familiares a lo largo de los siglos le han impedido pertenecer a ese club de excelencia que hoy llamamos mercado laboral.

El nacimiento y evolución de las diversas corrientes de pensamiento feminista --pues no hay como tal un único feminismo-- se debe a una compleja multiplicidad de factores que no pretendo exponer aquí. Pero sí quiero destacar que algunas de sus reivindicaciones adquieren pleno sentido en ese momento en el que la mujer llega a ser considerada un florero con la única finalidad de adornar las reuniones sociales, cuando el cuidado y educación de sus hijos deja de ser su tarea propia y cae en manos de maestros, niñeras e institutrices, cuando el trabajo se especializa y se aleja radicalmente del ámbito doméstico, adquiriendo la actividad laboral una autonomía espacial y funcional absoluta que, a mi juicio, no le corresponde. Sin embargo, si conseguimos expandir nuestro horizonte histórico algo más atrás del siglo XIX, opino que es fácil sostener que el rol reservado a las mujeres en una sociedad tradicional y cristiana no es irrelevante. Sólo desde una mentalidad centrada en el egoísmo, en el éxito mundano y monetario se puede despreciar la importancia del papel que durante siglos ha desempeñado la mujer; sólo desde la soberbia se puede sentenciar que nuestras madres, abuelas y bisabuelas eran débiles e inútiles por quedarse en casa y por caer en un engaño del que las mujeres liberadas y modernas, presuntamente más listas y poderosas, han logrado escapar. ¿De verdad vamos a permitir que nos digan que la labor que las mujeres han venido desempeñando no sirve de nada, que su esfuerzo secular no ha tenido ninguna influencia, que guiar y cuidar en sus años más vulnerables a toda nueva generación no es tarea tan noble y necesaria como el trabajo mejor pagado?

H. Arendt observa que muchas de las lenguas europeas tienen dos palabras no relacionadas etimológicamente para referirse al desempeño de una actividad: ποιέω - ἐργάζομαι en griego; laborare - facere en latín; Arbeit - Werken en alemán, etc. En castellano tendríamos la diferencia entre labor y trabajo. Grosso modo, puede afirmarse que esta pensadora sitúa la diferencia entre ambas en que la labor se refiere a un esfuerzo repetido para alimentar el proceso de la vida del cuerpo humano y el trabajo da lugar a un producto, a un bien, cuya existencia tiene vocación de permanencia. Así la labor es cíclica, indefinidamente repetitiva y fatigosa mientras que el trabajo tiene un fin determinado. Si bien en líneas generales no suelo estar de acuerdo con H. Arendt, recojo esta idea en concreto, puesto que las tareas del hogar normalmente se denominan labores. Y, efectivamente, el esfuerzo que se realiza en el ámbito doméstico parece ser de este tipo: se cocina para consumir los alimentos, se friega el suelo para que se vuelva a ensuciar, se lava la ropa para que se vuelva a manchar, se hacen las camas que en menos de 24 horas se volverán a deshacer... No hay una remuneración que justifique los esfuerzos, no hay un resultado permanente que dé valor a la actividad, no hay posibilidad de éxito, de fama o de felicitaciones. Es un esfuerzo callado, sacrificado y permanente, que normalmente ha recaído sobre la mujer. Desde la perspectiva del dominio o del orgullo, pedir a alguien que se someta, que sirva a los demás sin esperar nada a cambio, que obedezca es como exigir la esclavitud más humillante. Pero, tal y como comenta C. Miriano en su libro Cásate y sé sumisa, desde una perspectiva cristiana, pedir ese sacrificio significa situar a la mujer en un puesto clave porque quien está debajo sostiene el mundo. Nadie realizó mayor sacrificio que Dios Nuestro Señor, nadie se abajó tanto como Él y nadie despreció tanto el éxito y reconocimiento mundanos. Por tanto, darse a los demás no es un abuso, es seguir Su ejemplo. La dedicación a las labores del hogar no significa el desperdicio del talento de una mujer. Es un gesto de generosidad ejemplar en una sociedad donde priman el interés y la vanidad. También es un hermoso gesto de confianza mutua entre el hombre y la mujer, cada uno se dedica a una tarea confiando en que el otro realizará la suya, necesitando el uno del otro en lugar de pretender una autonomía absoluta separadamente.

Llegados a este punto, muchos alegarían la posibilidad del reparto de tareas y otros argumentos a favor de la paridad. Tienen razón. De facto cabe la posibilidad de que hombre y mujer trabajen fuera de casa y se repartan las tareas del hogar. Pero la cuestión no es si se puede, sino si se debe operar tal cambio. A ellos yo les preguntaría: ¿cuál es el motivo por el que se debe cambiar el orden que hemos heredado? ¿Acaso nosotros somos mejores que las personas que nos precedieron? Tal vez deberíamos ser más humildes y preguntarnos por qué nuestros padres y abuelos hicieron las cosas como las hicieron; tal vez intentar comprender a otros sea mejor que tratar de corregirlos. Este modo de pensar no supone el total inmovilismo, sólo el establecimiento de una presunción, que siempre admite prueba en contrario, a favor de lo heredado. Pero hay que esforzarse en encontrar y fundamentar debidamente esa prueba en contrario si se quiere introducir algún cambio. Sobre por qué el hombre habitualmente ha trabajado fuera de casa y la mujer no, se me ocurren varias justificaciones razonables. Una de ellas apunta al hecho de que el hogar y el trabajo son ámbitos distintos --en cierto sentido, opuestos-- en los que desenvolverse con soltura requiere tiempo y dedicación: el hábito es condición indispensable para desempeñar de modo solvente cualquier tarea. Bien, creo que a nadie se le ocurriría repartirse, por ejemplo, el estudio de una carrera con otra persona. La división de tareas puede ser una solución coyuntural ante ciertas circunstancias, pero no creo que sea lo más deseable. La familia requiere un cuidado constante y celoso. Aunque me adentre en cuestión compleja que requeriría un largo aparte, voy a desviarme brevemente del tema para hacer una advertencia: la familia no es un fin en sí mismo, sino una valiosa pieza que debe insertarse en un orden social determinado. De igual manera que el trabajo fuera del ámbito doméstico no tendría sentido sin la labor dentro del mismo, la defensa de la familia tampoco lo tendría si no se vinculara con un modelo de sociedad del que adquiere fundamento y al que presta continuidad.

Desde mi punto de vista, el cuidado de los hijos, de la casa, de la familia y del hogar es una responsabilidad de capital importancia, que no se debe menospreciar por inútil, ni se debe eludir por costosa. Y ahora, dadas las circunstancias, es también un privilegio inalcanzable para muchas mujeres. Me parece que, sin darnos cuenta, el derecho de toda mujer a trabajar fuera de casa se ha convertido en una obligación. No soy muy ducha en economía pero, según mi experiencia, a día de hoy para sostener una familia con varios hijos difícilmente basta un sueldo. Muy bien, ahora las mujeres pueden trabajar sin solicitar permiso de nadie. Pero quizás debamos preguntarnos qué sucede si queremos cuidar de nuestra familia, si preferimos no trabajar ¿tenemos tal opción a nuestro alcance? Quizás lo que comúnmente se llama liberación de la mujer sea, en realidad, el cambio de una obligación por otra.

jueves, 6 de julio de 2017

EL SENTIDO CUALITATIVO DE LOS NÚMEROS

SIETE MAESTROS MASONES: EL SENTIDO CUALITATIVO DE LOS NÚMEROS

Si hemos distinguido en el simbolismo general entre los aspectos esotérico y exotérico de toda manifestación (lo interno y lo externo del símbolo) en el caso del simbolismo numérico esta distinción se muestra de un modo claro en el doble aspecto cualitativo y cuantitativo de los números.
Uno de los rasgos característicos del hombre moderno, es su marcada tendencia a verlo todo desde un punto de vista cuantitativo, olvidándose cada vez más de lo cualitativo. Esta tendencia ha llegado al extremo de que hoy se valora a las personas por lo que tienen (en cantidad) y no por lo que son (en cualidad). El hombre, por esta razón, se aleja cada vez más de lo esencial, para dar toda la importancia a lo que siempre fue considerado por los sabios antiguos como secundario y contingente.
Esta tendencia se observa claramente en el modo como se enseñan los números en las escuelas, colegios y universidades de nuestro tiempo y cómo los utiliza en particular la ciencia moderna. En efecto, se ven únicamente como instrumentos para contar y medir y, desde este punto de vista puramente cuantitativo, se suman, restan, multiplican y dividen, llegando hasta las más complicadas operaciones sin vislumbrar de manera alguna el origen sagrado y divino, esencial y cualitativo que los números poseen en su más importante aspecto. Se los utiliza también para identificar objetos y toda clase de documentos, y para identificar personas, hasta el extremo de que, hoy día, ya todos los hombres tenemos la obligación de portar un documento llamado de 'identidad', caracterizado fundamentalmente por un número que se pierde en lo indefinido de la multiplicidad.
Esta manera de ver las cosas, tan propia y exclusiva del hombre occidental moderno (corriente que está arrastrando a la humanidad entera), tiende de manera casi imperceptible, pero cada vez más intensa, a llevar al hombre hacia la uniformidad, la disolución y la desarmonía, alejándolo de la unidad, la unión y la armonía. Es lo que de manera clara se describe como el "reino de la cantidad" nota1 y el olvido de la calidad.
Las tradiciones antiguas, que son las fuentes de las que la Masonería bebe los conocimientos, veían los números como los principios esenciales de las cosas. Consideraban que el número no era humano, sino que había sido revelado al hombre por la divinidad, para que sirviera como medio de conocimiento de las más altas verdades y como vehículo de síntesis y unión entre el Cielo y la Tierra y entre los distintos órdenes de la existencia.
Los pitagóricos, por ejemplo, establecieron las relaciones precisas entre la matemática, la geometría, la música y la astrología (todas ciencias numéricas) demostrando de esta manera la armonía del universo y la analogía del macrocosmos y el microcosmos, sin dejar de reconocer que también la desarmonía de algunas de las partes está incluida en la armonía general del todo.
Las figuras geométricas, que se realizan con la regla, la escuadra y el compás, representan la manifestación de los números en el plano bidimensional. A cada figura geométrica corresponde un número determinado y su adecuada comprensión nos puede llevar a interpretar y desentrañar los planos del Gran Arquitecto del Universo. Si llevamos esta geometría al espacio tridimensional, pasamos del plano a la construcción y observamos cómo los pueblos antiguos construían ciudades y templos a imagen y semejanza del modelo del universo, así como el templo de Salomón y la ciudad de Jerusalén (y podríamos mencionar las otras tradiciones) fueron construidos tomando como modelo a la Jerusalén Celeste. Nuestra Orden hereda de las órdenes de constructores este conocimiento, enseñándonos así cómo debemos construir nuestros templos y, fundamentalmente, cómo podemos aplicarlo para la construcción del templo interno, cuya coronación constituye la meta de nuestra carrera masónica.
También mencionábamos la relación del número con la música. Las notas musicales no son otra cosa que números actuando en el mundo del sonido. Esto pone al número en estrecha relación con las ideas de armonía y ritmo, y particularmente nos muestra la armonía de la ley natural.
Y la astrología, ciencia también numérica, que bien entendida pone al hombre en la tierra en estrecho contacto con el cielo, utiliza la escuadra y el compás en la realización de sus cálculos.
Por otra parte, la Cábala nos enseña de la relación de los números con las letras y las palabras y también a comprender la esencia de los nombres a través del número.
Y podríamos mencionar que también los metales y los colores y, en realidad, todo lo que se manifiesta es numérico; pues, como dice el evangelio cristiano, "hasta el último de tus cabellos está contado".
Trataremos en los próximos trabajos de analizar cada uno de los números, estableciendo con ellos las múltiples relaciones entre las distintas tradiciones y entre los distintos estados del ser. Quizá podamos demostrar así, cómo la numerología es un verdadero lenguaje; y, tal y como lo ha encarado la Masonería, podremos ver cómo este lenguaje puede ser considerado, verdaderamente, un idioma universal.
 
 
* Publicado en Símbolo, Rito, Iniciación. Siete Maestros Masones. Ediciones Obelisco, Barcelona 1992.
(1) Cf. René Guénon. El Reino de la Cantidad y los Signos de los Tiempos .



miércoles, 5 de julio de 2017

¡CUIDADO CON LAS PALABRAS!

¡CUIDADO CON LAS PALABRAS!

Rara vez el maestro era tan elocuente como cuando prevenía contra el hechizo de las palabras:
“¡Cuidado con las palabras!”, solía decir.” En cuanto te descuidas, adquieren vida propia: te deslumbran, te hipnotizan, te aterrorizan… te hacen perder de vista la realidad que representan y te hacen creer que son reales”.

“El mundo que vemos no es el Reino que ven los niños, sino un mundo fragmentario, roto en mil pedazos por la palabra… Es como si viéramos cada una de las olas como algo distinto e independiente del conjunto del océano.”

“ Cuando se silencian las palabras y el pensamiento, el Universo -real, entero y uno- se muestra en todo su esplendor, y las palabras son lo que deben ser; la partitura, no la música; el menú, no la comida; el poste indicador, no el final del viaje”


(Un minuto para el absurdo, Obras Completas como si viéramos cada una de las olas s T II p, 135)

martes, 4 de julio de 2017

Anónimo DA COMIENZO LA EPÍSTOLA REFERENTE AL ORO POTABLE Y A LA PIEDRA FILOSOFAL, ENVIADA AL SUMO PONTÍFICE

Anónimo

DA COMIENZO LA EPÍSTOLA REFERENTE AL ORO POTABLE
Y A LA PIEDRA FILOSOFAL, ENVIADA AL SUMO PONTÍFICE

Conocedor de los elementos ordenadores y anunciador de los mismos por razón del sudor, el estudio, el trabajo y la extensión del tiempo, este opúsculo, fruto de las vigilias y la investigación diligente, lo he grabado en mi corazón a fin de adquirir la claridad de los elementos oscuros. Y para que confíe los secretos de la naturaleza a la memoria de la vida, ahora es preciso llevar a término dos objetivos: uno, ciertamente, en una realidad tan noble y difícil como es implorar la ayuda de Dios. Y como he tenido por costumbre expresar mis augurios en un lenguaje breve, dirijo mis palabras a los sabios, quienes conocen que de las realidades más pequeñas se hacen las cosas mayores. Mi lenguaje es corriente y fácil, y ninguna cosa en él ha de ser sobreentendida.

Santísimo Padre, escribo a tu Santísima majestad en la prolongación de tu vida, pero me han dicho que tú eres muy sano y el hombre sano no necesita del médico. Yo digo que la medicina es la ciencia con la que se sana, de forma que una vez obtenida la salud se conserva y una vez perdida se recupera. Porque no podemos, en efecto, permanecer en el mismo estado, ni descansar ... . para mejor o para peor, pero creo que nos aproximamos a esa realidad nobilísima con el devenir de los años. De hecho, el alma de cada uno es libre para creer y quien tiene mayores deseos se inclina con mayor vehemencia a ello. En consecuencia, he decidido dejarlo para las observaciones de esas realidades.

Ciertamente, no debo nada a nadie y sigo mis propios juicios; por esa razón creo que en esto sigo a mis mayores, cuya valoración es justa. Beatísimo Padre, es verdad que me ha sido dicho que escribiría la forma por la que deseo obrar. Como persona obediente y sencilla, he deseado obrar, porque quien camina con sencillez, anda confiadamente. Sin embargo, no debería escribir un secreto de tal importancia, a fin de que no llegue a manos de las gentes sin cultura y de los infieles, porque la letra escrita permanece y las perlas no son alimento apropiado para los cerdos. Verdad es que en los textos escritos, no he encontrado contenidos sino de forma alegórica y enigmática, con los mayores apuros, trabajos y gastos, porque como dice el Apóstol, con grandes trabajos entramos en el reino de los Cielos.

No se obtiene gozo si antes no ha habido adversidad, y yo espero llegar a la luz después de las tinieblas. Renunciando a las ideas universales y viniendo a las particulares porque lo universal no es otra cosa que la transformación de muchos particulares en uno solo, Beatísimo Padre, como conoces bien y dice el filósofo, nosotros somos la substancia de lo que nos nutrimos, y al mismo tiempo somos el punto más alto de lo que nos alimentamos; estamos compuestos de elementos, así pues, nos alimentamos de éstos y somos el más alto de los elementos, sin duda, porque todas las cosas compuestas que existen en el mundo están compuestas de los cuatro elementos.

Veamos, en consecuencia, si es cierto que el microcosmos, que es el cuerpo humano, según el filósofo, contiene los cuatro elementos: Así aparece claramente, puesto que a través de la bilis tenemos el fuego, cálida y seca como el fuego; la flema fría y húmeda como el agua; la sangre, cálida y húmeda como el aire; la melancolía, fría y seca como la tierra. Los humores del cuerpo humano son elementos, en consecuencia, estamos compuestos de los humores y de ellos nos nutrimos, y por la destrucción de éstos somos reducidos a la nada. Pongamos en caso de que algún hombre sufre una enfermedad: pus, gota, podagra, hidropesía, lepra o enfermedades semejantes. Pues también las enfermedades provienen ciertamente de las alteraciones o corrupciones de los hombres.

Y para demostrar con claridad lo que digo, pongamos el caso de alguien que tome una medicina emoliente, de forma que elimine todos los humores; a continuación, el hombre morirá. Sin embargo, si pierde un miembro o dos no muere. Ocurre que, en el principio, el hombre no fue compuesto de miembros, sino de humores, que son elementos, como he dicho anteriormente. Así, cuando el hombre muere retorna a su estado de substancia simple, a sus elementos simples, es decir el calor retorna al fuego, el espíritu al aire, los humores al agua, los huesos y la carne a la tierra; esto es evidente y así lo explica el filósofo, porque todo compuesto se disuelve en las partes de que ha sido formado. El hombre está compuesto de humores que son elementos y, en consecuencia, también deben ser disueltos; estos deben ser denominados accidentes de los hombres. Ésta es la única medicina de la que me propongo tratar por completo, en un lenguaje breve, lo cual sigue a continuación.

Santísimo padre; ¿qué quiere decir que uno es joven y que otro es anciano? Pues que el hombre no es abocado a la vejez por causa de los años, sino por la pérdida completa de los humores... Porque el calor natural nunca deja de devorar el humor radical hasta que llega la muerte. Y es así que los elementos del microcosmos se reducen cada día en elementos sencillos, ciertamente. El calor se reduce al fuego, como he dicho antes, y así cada uno delos elementos simples arrastra hacia si su semejante, como se evidencia en la muerte: la tierra atrae la carne y los huesos y de la misma forma los demás elementos atraen hacía sí a sus semejantes; porque todo semejante favorece a su semejante.

Así pues, si los humores fueran retornados al cuerpo, el hombre retornaría a la juventud porque poseería de nuevo un corazón juvenil y el calor natural aumentaría en él gracias a la suma de los humores, como el fuego en la suma de los leños. Y afirmo que los humores pueden restablecerse mejor en el cuerpo que el leño en el fuego. Como esto se realiza yo lo sé, en efecto; sé lo que digo, y solamente quiero decir y declarar a tu Santidad lo que nunca ha proclamado ningún filósofo sino de forma alegórica.

Por esa razón los filósofos antiguos como Hermes, Sócrates, Platón, Aristóteles decían que no morían y que tenían en estima sus cuerpos porque eran indestructibles, y ello es cierto hablando de forma natural, si el Altísimo no hubiera constituido limites, etc. Dejando a un lado las opiniones de éstos, descendamos a la materia de la que queremos tratar y veamos lo que dice el hermano Johannes Rupescissa, de la orden de los frailes menores, el cual escribió que poseía la ciencia, el espíritu profético y habló así: Toma el vino, noble, alegre, joven, lleno de sabor, el mejor que puedas encontrar. Y esto lo interpretan los ignorantes y los no iniciados al pie de la letra; comienzan la obra y al final no descubren nada.

Pero entre los filósofos sutiles, que son amantes de la ciencia, en lugar de vino interpretan los humores del hombre joven, sano, regocijado, festivo, sanguíneo y colérico, que son los más nobles de condición y de calor más vehemente. El hombre débil no es apropiado, porque sus humores han sido aniquilados y un árbol malo no da buenos frutos; conviene, por lo tanto, tomar los humores que son elementos, de los que nos nutrimos del hombre joven, sano y extraer y separar los elementos, como de costumbre, y destilar, purificar y remover por completo lo superfluo, a fin de que los humores, que son elementos, se debiliten y se conviertan en naturaleza y materia primera, que es ciertamente simple, como Adán al ser creado de aquella masa confusa llamada caos, que es la materia primera de todos los elementos. Después, cuando estos elementos han sido reducidos a su naturaleza simple y primera, los elementos simples que estén en el lugar más alto ejercitan su influencia en las virtudes de los elementos inferiores, por motivo del conocimiento del símbolo y de la amistad que les une, porque en los portadores del símbolo se produce fácilmente el tránsito una vez esos elementos han sido reducidos a su primera naturaleza. Porque ciertamente es en los elementos simples donde influyen las virtudes de los planetas a causa de la conveniencia que tienen con los elementos que le son próximos; uno atrae el otro hacia si. Y ciertamente cuando esas virtudes estaban en el cuerpo humano eran duros y bien unidos, pero después se vuelven pálidos y secos.

Y a veces una sola virtud de esos simples ejercen su influjo en una virtud inferior, no porque los elementos simples no armonicen con los espesos y éstos con los simples, sino porque son de la misma naturaleza, ya que Dios ha puesto en los hombres un ornamento mayor, como aprueban teólogos y filósofos. El hombre es la más digna de las criaturas y Dios lo ha hecho poco menos que un ángel, como dice el salmista, y por esa razón todas las virtudes de las hierbas, de las piedras preciosas y todas las demás virtudes existentes en el mundo mayor están en el mundo menor, que es el hombre. Y claramente se deduce de los escritos de los sabios que si el mundo menor no tuviera esas virtudes, no existiría el mundo y en vano el hombre hablaría de este mundo menor, puesto que toda comparación debe ser verídica, como afirma Tulio Cicerón.
Y digo que la misma diferencia existente entre el mundo mayor y el menor se da entre el hombre grande y el pequeño, puesto que, si el hombre mayor tiene cabeza, corazón, venas, arterias y otros miembros organizados, también el hombre pequeño tiene miembros semejantes, o de lo contrario sería un monstruo de la naturaleza. Se diferencian, pues, por la cantidad y no por la cualidad; en eso radica la diferencia.
Santísimo Padre, esos elementos ciertamente humores disuelven el oro en aceite sin perder su forma por razón del exceso del calor muy agudo y la nobleza que poseen; incluso puede apreciarse claramente que la fortaleza del microcosmos crece para disolver el oro. He aquí un ejemplo: si tomas un pedazo de carne y lo colocas al fuego durante cuarenta días o más, no habrá sido consumido enteramente ni digerido como en una sola noche en el cuerpo humano. Es sabido que comemos alimentos no bien cocidos y otros bien cocidos y éstos los digerimos en un espacio de seis horas; es claro pues que todo el poder del cielo y de la tierra están en el hombre.

No debes extrañarte de que la mayoría de los que se han consagrado a esta actividad nada han encontrado, pues hasta el día de hoy tan sólo he conocido un hombre que posea esa ciencia, porque nunca los filósofos quisieron revelarla, sino de forma alegórica. En este oro líquido se pueden ver todos los colores de las piedras preciosas y los de las hierbas y sus virtudes, y verás un oro celestial que excede en todo al oro natural, de manera que si lo colocas junto a una moneda de un ducado, verás que brilla más porque un ducado no tiene sino veinticuatro cuadrados (quilates), como mucho, mientras que nuestro oro líquido tiene mil, dos mil y más, lo cual puede comprobarse por la experiencia.

Santísimo Padre, deseo realizar esta obra a mis expensas, a fin de no parecer farsante, como algunos que quieren hacer y probar el agua de vida y el oro líquido con agua extraída del vino, pero no obtienen agua de vida, sino de muerte, y es así como ésta devora la verdadera filosofía, la verdadera materia de los filósofos médicos antiguos. Como dice Hipócrates en los Pronósticos, existe una partícula primera, ciertamente celestial, que ya proveyó el médico, tan admirable y asombrosa era su prudencia; ¿Qué existe, en consecuencia, más apropiado para el hombre, sino aquello que sale de él con todo lo que es engendrado? De forma semejante, es engendrado en un tiempo de siete meses metafísicamente, porque lo que es de la naturaleza del hombre éste lo retiene y lo que es ajeno lo rechaza.

Mucha otra cosa podría comentar sobre esta ciencia famosísima, pero haré uso de la modestia y, como súbdito, limitaré su divulgación a lo que hasta aquí he escrito.
Aquí termina la epístola sobre el oro potable enviada al sumo pontífice.


BUENA NOTICIA (Tony de Mello)

BUENA NOTICIA

“Permíteme explicarte la Buena Noticia que mi religión proclama”, dijo el predicador.

El Maestro era todo oídos.

“ Dios es amor y nos ama y nos recompensa eternamente si cumplimos sus mandamientos”
“¿Si…?”., dijo el Maestro “entonces esa noticia no es tan buena ¿ no crees?”

(Un minuto para el absurdo, Obras Completas T II p, 1381)


EL PREDICADOR Y EL MAESTRO

Cuando el predicador volvió sobre el tema de la Buena Noticia , el Maestro le interrumpió;

“¿ Qué clase de Buena Noticia es esa”, preguntó, “que hace tan fácil ir al infierno y tan difícil ganar el cielo?”

(Un minuto para el absurdo, Obras Completas T II p, 1385)



 El dios que comercia con el terror es un matón.
Y doblar la rodilla ante él es de cobardes, no de devotos
El Rey

(El Manantial Obra Completa T I p. 443)

lunes, 3 de julio de 2017

El Cielo Estrellado (Bruno Rovere)

Bruno Rovere:

  EL CIELO ESTRELLADO

"Cielo estrellado" es el nombre que se atribuye al techo diseminado de estrellas que decora muchos templos masónicos, ya sea en las obediencias latinas como en las anglosajonas. En estas últimas, a veces, el techo no está decorado a guisa de un cielo estrellado (starry-decked heaven), sino como un cielo nublado, y en tal caso es llamado clouded canopy, bóveda o dosel nublado. En los rituales "especulativos" no hay ninguna referencia directa a este símbolo, y quizás ello explica que en muchos templos no esté de hecho representado. Sin embargo, pueden encontrarse numerosas menciones del mismo en los "catecismos" y también en algunas "instrucciones" (lectures).
El Manuscrito Dumfries N. 4, que se remonta a 1710 y que es por ello anterior a la creación de la Gran Logia de Inglaterra refiere las siguientes preguntas y respuestas :

P. ¿Qué altura tiene vuestra Logia?

R. Tiene innumerables pulgadas y palmos.

P. ¿Cómo que innumerables?

R. Las de los Cielos materiales y el firmamento estrellado.

Igualmente, el Manuscrito Trinity College, de Dublín, de 1711, refiere lo siguiente:

P. ¿Qué altura tiene vuestra Logia?

R. Es alta como las estrellas, posee innumerables pulgadas y pies.

Pasando a fuentes "especulativas", en el Masonry Dissected de Samuel Prichard, de 1730, encontramos la siguiente pregunta:

P. ¿Qué cobertura hay en la Logia?

R. Una bóveda nublada de diversos colores.

En Francia, Perau, en Le Secret des Francs-Maçons, publicado en 1742, menciona un "Dais parsemé d'étoiles" en la descripción del Cuadro de Logia. L'Ordre des Francs-Macons Trahi, de 1745, repite la bóveda estrellada del texto de Perau, y en el catecismo la Logia estás cubierta de una bóveda celeste, ornada de estrellas doradas. En la segunda edición de La Désolation des Entrepreneurs (1747), el autor, Louis Travenol, introduce el siguiente cuestionario, omitido en la primera edición:

P. ¿Qué es el techo (de la Logia)?

R. Un dosel celeste ornado de estrellas.

Le Maçon Démasqué, de 1751, presenta una pregunta análoga:

P. ¿Qué cosa cubre vuestra Logia?

R. Un dosel celeste [de color] azul, ornado de estrellas doradas.

Volviendo a Inglaterra, en 1760 la "Bóveda nublada" reaparece en el Three Distinct Knocks, que refiere los usos de los Antiguos, y también en el J & B de 1762, que habla de los usos de los Modernos, pero las estrellas no son mencionadas en ninguna de ambas divulgaciones.

Más completo es el Catechismo di Compagno de Guillemain de Saint-Victor, publicado en 1787:

P. ¿Qué forma tiene?

R. Un cuadrado largo.

P. ¿De qué longitud?

R. De Oriente a Occidente.

P. ¿Su anchura?

R. Del mediodía al septentrión.

P. ¿Su altura?

R. Innumerables codos.

P. ¿Su profundidad?

R. De la superficie de la tierra al centro.

P. ¿De qué está cubierta?

R. De una bóveda celeste sembrada de estrellas.

Por último, en las "instrucciones" en uso en el rito Emulación se hallan las siguientes referencias: (Primera instrucción, cuarta sesión) "Él ha dispuesto el cielo como una bóveda; Él ha plantado la Tierra como un escabel; Él corona Su Templo con Estrellas a modo de diadema, y con Su Mano extiende Su fuerza y Su gloria"; (Segunda instrucción, segunda sesión): "Además de el Sol y la Luna, el Omnipotente se ha complacido en adornar la concavidad etérea con una multitud de Estrellas, a fin de que el hombre, a quien va a crear, pueda contemplar y admirar así la Majestad y la Gloria de Su Creador..." (1).

De los Catecismos aquí referidos, y en particular del de Guillemain de Saint Victor, resulta claramente que la presencia del "Cielo estrellado", definido como la "Cubierta" de la Logia, indica que la Logia es considerada como un símbolo del Cosmos. En apoyo de esta afirmación puede citarse la siguiente nota de René Guénon: "Recordaremos que la 'Logia de san Juan', aunque no asimilada simbólicamente a la caverna, no deja de ser, como ésta, una figura del 'cosmos'; la descripción de sus 'dimensiones' es particularmente clara a este respecto: su longitud es 'de oriente a occidente'; su anchura, 'de mediodía a septentrión'; su altura, 'de la tierra al cielo'; y su profundidad, 'de la superficie de la tierra al centro de la tierra'. Es de notar, como relación notable en lo que concierne a la altura de la Logia, que, según la tradición islámica, el sitio donde se levanta una mezquita se considera consagrado no solamente en la superficie de la tierra, sino desde ésta hasta el 'séptimo cielo' " (2).
En este sentido, la denominación de "Logia" es comparable al término sánscrito Loka ("mundo"), y René Guénon reconocía la exactitud simbólica, si no etimológica, de esta comparación (3).

Los Cielos, es decir, "el conjunto de las esferas luminosas superiores", representan "los estados superiores del ser" (4), y por lo tanto la presencia de un símbolo del Cielo en la Logia podría indicar el conjunto de los estados informales o angélicos; pero en el caso específico del símbolo masónico examinado no se trata simplemente del Cielo, sino del Cielo estrellado. Ahora bien, si en el lenguaje ordinario "Cielo estrellado" es una expresión que se emplea para designar al Cielo nocturno (5), tal como se presenta en condiciones de visibilidad normal, en el lenguaje propiamente astrológico la expresión "Cielo estrellado" sirve para designar en particular al octavo Cielo, el "Cielo de las estrellas fijas" o el Firmamento. Se trata del Cielo que ocupa una posición intermedia entre los siete Cielos planetarios, inferiores a él, y el Cielo sin estrellas que lo cubre y lo comprende; el Cielo de las estrellas fijas está caracterizado por sus innumerables estrellas, reagrupadas en las constelaciones, entre las cuales las más significativas son las doce constelaciones zodiacales. Pero el símbolo masónico, ¿se refiere al Cielo estrellado en su integridad o tan sólo a una parte?

Mientras que en lo concerniente a las Logias "especulativas" anglosajonas esta pregunta no tiene mucho sentido, es pertinente con respecto a las Logias "especulativas" latinas, pues en la base del Cielo estrellado frecuentemente está representada una cuerda intercalada de nudos a la que los Masones llaman "cordón de nudos", pero que también es conocida como "Cadena de Unión". Ahora bien, en base a la interpretación de este símbolo ofrecida por René Guénon, la Cadena de Unión es un símbolo del marco cósmico, es decir, del Zodíaco (6); pero si el Zodíaco ya está representado en la base de la bóveda del Templo, debemos deducir que el Cielo estrellado sirve para simbolizar en la Masonería a sólo una reducida y bien definida parte del octavo Cielo. Antes de profundizar en este argumento, será todavía oportuno añadir algunas consideraciones sobre el simbolismo astronómico en la Masonería.

En la mayor parte de los Old Charges operativos, desde el siglo XIV en adelante, se citan las Siete Artes Liberales, en las que la Astronomía ocupa generalmente el lugar de la séptima: a este respecto, tan sólo constituye una excepción el Manuscrito Regius, que atribuye a la Astronomía el quinto puesto. Uno de los diez libros dedicados por Vitrubio a la Arquitectura está dedicado enteramente a la Astronomía, e indica que esta ciencia constituía un elemento indispensable del conocimiento necesario al arquitecto para ejercer su oficio o "ministerio". No en vano Sir Christopher Wren, último Gran Maestre de la Masonería operativa y arquitecto de muchos edificios religiosos y laicos de Londres, antes de dedicarse al arte de la construcción, fue un astrónomo ilustre.

A la Astronomía, considerada como una de las siete Artes (o Ciencias) Liberales se aplican las siguientes afirmaciones de René Guénon en referencia a las ciencias tradicionales, cuyo interés se debe únicamente "en función del conocimiento principial, es decir, en la medida en que, por un lado, éste se refleje en tal o cual dominio contingente, y, por otro, sea susceptible de conducir hacia este mismo conocimiento principial (...). Son éstas las dos funciones complementarias que propiamente pertenecen a las ciencias tradicionales: por una parte, como aplicación de la doctrina, permiten conectar entre sí todos los órdenes de realidad e integrarlos en la unidad de la síntesis total; por otra, constituyen, al menos para algunos y en conformidad con sus propias aptitudes, una preparación para un conocimiento superior [...] y son entonces como otros tantos escalones por medio de los cuales es posible elevarse hasta la intelectualidad pura". René Guénon añade en nota: "En nuestro estudio sobre El Esoterismo de Dante hemos indicado el simbolismo de la escala, cuyos escalones, según diversas tradiciones, corresponden a ciertas ciencias y simultáneamente a los estados del ser, lo que implica que tales ciencias [...] deben posteriormente dar lugar a una trasposición que les confiera un alcance verdaderamente iniciático".

A propósito del viaje iniciático de Dante precisa además que la realización del estado primordial no es sino la base "sobre la cual el ser se apoyará para salir a las estrellas, es decir, para elevarse a los estados superiores, que están figurados en el lenguaje astrológico por las esferas planetarias y estelares, y en el lenguaje teológico por las jerarquías angélicas. Es importante el hecho de que las tres partes del poema terminan con la misma palabra, estrellas, como para afirmar la importancia muy particular que tenía para Dante el simbolismo astrológico. La última frase del Infierno, "contemplar de nuevo las estrellas", caracteriza el retorno al estado propiamente humano, en el cual es posible percibir como un reflejo de los estados superiores; las estrellas del Purgatorio son aquellas sobre las que nos hemos ya explicado. En cuanto al verso final del Paraíso: "El Amor que mueve el Sol y las estrellas", designa el término último del viaje celeste, el centro divino que está más allá de todas las esferas, y que es, según la expresión de Aristóteles, el motor inmóvil" (7). Los Cielos no representan aquí sólo a los estados superiores, sino también a las "jerarquías espirituales, es decir, los grados de iniciación" (8); en particular, "el octavo Cielo del Paraíso, el Cielo estrellado (o de las estrellas fijas) es el Cielo de los Rosa-Cruces" (9).
El Cielo estrellado en la Logia no constituye entonces únicamente su "cubierta", sino también una meta a la que el iniciado debe aspirar unirse. En el catecismo americano de Duncan, en la tercera sesión de la primera "instrucción", se halla la siguiente pregunta:

P. ¿Qué cubierta tiene la Logia?

R. Una bóveda (canopy) nublada, un cielo estrellado, al que todo buen masón espera llegar.

A esta "salida" se refiere también otro símbolo, que está representado en el Cuadro de Logia de Aprendiz de las Logias anglosajonas: la Escala de Jacob, que del Libro de la Ley Sagrada se eleva hasta el cielo. La misma Escala de Jacob es representada con tres soles, y a propósito de ello René Guénon coincide (10) con la siguiente afirmación del Rev. Lawrence: "(...) La cubierta de nuestra Logia es una bóveda celeste de diferentes colores. Confiamos en alcanzar el vértice (summit) por medio de una escalera, conocida en la Logia como la Escala de Jacob. Está compuesta de tantos peldaños o esferas (rounds) como son necesarios para comprender todas las virtudes morales, aunque las tres principales son la Fe, la Esperanza y la Caridad". Tal es lo que se enseña en la "instrucción" del primer grado… No obstante, el número exacto de los peldaños de la escala no se haya especificado en las instrucciones y es usual considerarlos en número de siete (...)" (11). Los siete peldaños de la Escala de Jacob no sólo representan las tres virtudes teologales y las cuatro cardinales, sino también las siete Ciencias Liberales, correspondientes a su vez a los siete Cielos planetarios: no puede ser alcanzado el Cielo estrellado, o el octavo Cielo, sin haber atravesado antes los siete Cielos Planetarios (12).

El "Cielo estrellado" puede ser en consecuencia considerado ya como un símbolo de la "cubierta" de la Logia, ya como un símbolo del grado iniciático a alcanzar. Ambos significados, lejos de contradecirse, pueden integrarse por otra parte en un tercero: la Logia masónica, donde ordinariamente se trabaja en la realización de los "pequeños misterios", está "cubierta" sólo si depende jerárquicamente de los grandes misterios. René Guénon hacía notar a propósito de ello que "el conocimiento metafísico puro pertenece propiamente a los 'grandes misterios', y el conocimiento de las ciencias tradicionales a los 'pequeños misterios', ya que el primero es por lo demás el principio del cual derivan necesariamente todas las ciencias tradicionales, y también porque los 'pequeños misterios' dependen esencialmente de los 'grandes misterios' y en este sentido tienen el mismo principio", añadiendo poco después que "es sólo en el dominio de los 'pequeños misterios' que pueden producirse desviaciones", las cuales "presuponen que la normal vinculación con los grandes misterios ha desaparecido, de modo que los pequeños misterios han acabado siendo como un fin en sí mismos; y en estas condiciones ni siquiera pueden realmente conducir a su término (...)" (las cursivas son nuestras) (13).

Tras esta aparente digresión podemos afrontar mejor la cuestión de si el Cielo estrellado representa en la Logia sólo una parte del octavo Cielo. La respuesta podría ser buscada en las estrellas representadas sobre el cielo raso del Templo. En las Logias anglosajonas, donde falta la "Cadena de Unión", a veces están representadas las constelaciones zodiacales, pero en las Logias continentales su representación constituiría una inútil duplicación de la "Cadena de Unión". Una respuesta segura nos es dada una vez más por René Guénon, que afirmaba: "La Osa Mayor está por otra parte figurada aún actualmente en el techo de muchas Logias masónicas, incluso especulativas". La presencia de la Osa Mayor sirve para indicar que el Cielo estrellado comprende la parte del Cielo septentrional que está delimitada entre la base del zodíaco y el vértice de la Estrella Polar. En muchos Cuadros de Logias continentales, la Luna, situada al norte, está rodeada por siete estrellas, a veces agrupadas en un ternario y un cuaternario, en los que no es difícil advertir una figuración de la Osa Mayor. A propósito de esta última, René Guénon precisaba: "En la misma tradición hindú, el nombre más común de la Osa Mayor es el de sapta-riksha; y el término sánscrito riksha es el nombre del oso, lingüísticamente idéntico al que se le da en otras lenguas: el céltico arth, el griego árktos, e inclusive el latín ursus (...) En efecto, riksh es también, de modo general, una estrella, es decir, en suma, una "luz" (...); y, por otra parte, el sapta-riksha es la morada simbólica de los siete Rishi, los cuales, aparte de que su nombre se refiere a la "visión" y por lo tanto a la luz, son además las siete "Luces" por las cuales se transmitió al ciclo actual la Sabiduría de los ciclos anteriores.- (en nota) Se advertirá la persistencia de estas "siete Luces" en el simbolismo masónico: la presencia de un mismo número de personas que las representan es necesaria para la constitución de una logia "justa y perfecta", así como para la validez de la transmisión iniciática" (14).
Si el Cielo estrellado puede entonces indicar los "grandes misterios", la presencia de la Osa Mayor puede significar más precisamente la necesidad de una vinculación con la tradición primordial o con el Centro espiritual que en nuestro mundo es su depositario (15). A este significado se refiere por otra parte el propio nombre de Cielo: "[...] una raíz que designa todo lo que está escondido, cubierto, envuelto, silencioso, secreto; y hay que señalar que las palabras que designan al Cielo primitivamente tienen el mismo significado. Normalmente se compara con coelum, del griego koilon, "hueco", (...) pero hay que señalar también que la forma más antigua y más correcta parece ser caelum, que recuerda muy de cerca a la palabra caelere, "ocultar". Por otra parte, en sánscrito, varuna viene de la raíz var, "cubrir"; (...) y la raíz griega Ouranos no es más que otra forma del mismo nombre, por lo cual var se transforma fácilmente en ur. Estas palabras pueden significar, por consiguiente, "lo que cubre", "lo que oculta", pero también "lo que está oculto", y este último sentido es doble: es lo que está oculto a los sentidos, el dominio suprasensible; y también es, en los períodos de ocultamiento u oscuración, la tradición que deja de manifestarse exterior y abiertamente, el mundo celestial que se vuelve entonces el "mundo subterráneo". (en nota) A propósito del significado de "cubrir", hay que recordar también la expresión masónica "estar a cubierto": el techo estrellado de la logia representa la bóveda celeste" (16).

Podemos considerar ahora más atentamente el símbolo de la Estrella Polar, centro y vértice de la bóveda estrellada, recordando que para René Guénon "la teoría polar siempre ha sido uno de los mayores secretos de los verdaderos maestros masones" (17). Esta última expresión se refiere no tanto al tercer grado de la Masonería especulativa como al séptimo grado de la operativa: por lo tanto, para profundizar en este argumento es necesario referirse a la tradición operativa. Las fuentes a que dirigirse son diversas y de valor desigual, y ello requiere de ciertas precisiones.

En Inglaterra todavía existe una organización iniciática conocida como "Worshipful Society of Free Masons, Rough Masons, Wallers, Slaters, Paviors, Plaisterers and Bricklayers", o, más brevemente, como "los Operativos", accesible sólo a hombres, que afirma ser la organización de la cual nació en modo cismático en 1717 la Gran Logia de Inglaterra. En 1908, los jefes de la organización autorizaron a algunos miembros, entre ellos a Clement Stretton, a suministrar públicamente informaciones referidas a esta antigua Orden. Fueron así publicados un opúsculo, de título Tectonic Art, y varios artículos en revistas masónicas, como en The Co-Mason, fundada en 1909, órgano de la Federación británica de la Orden de la Co-Masonería "Le Droit Humain"; en 1925, esta revista, dirigida por una mujer, A. Bothwell-Gosse, cambió su nombre por The Speculative Mason. En ese mismo año se constituyó la Orden [irregular] de la "Masonería antigua, Libre y Aceptada por Hombres y Mujeres" (AFAM), que adoptó como modelo el ritual y la organización de los "Operativos". En 1949, tras la muerte de A. Bothwell-Gosse, la dirección de la revista y de la Orden pasó a otra mujer, M. C. Debenham. Gran parte de la documentación sobre los "Operativos", extraída de la correspondencia privada entre Stretton y otros miembros de la "Worshipful Society", ha sido publicada en esta revista dirigida por mujeres miembros de la AFAM.
Una fuente más directa y fiable, aparte de los pocos escritos "públicos" de C. Stretton, es la representada por algunos artículos y libros redactados por otros miembros de la Worshipful Society, entre los cuales hallamos a John Yarker, Thomas Carr, Robert Grant y Charles Merz, secretario de la Sociedad para América y autor de un libro de más de 470 páginas, titulado Guild Masonry in the making. Por su parte, René Guénon se refiere expresamente a los artículos aparecidos en The Speculative Mason, pero su conocimiento de la tradición operativa no se basaba de hecho, muy posiblemente, sobre las fuentes citadas, sino más bien por una vinculación directa con una organización de "Maestros de todos los grados, cuya tradición oral se remonta a la época artesanal de la Masonería francesa", como bien precisó Vreede en 1973. Los artículos en cuestión apenas eran casi siempre un pretexto para hacer públicas ciertas enseñanzas de las que no se habría querido o podido citar la fuente: ello explicaría también el hecho de que sobre algunos puntos, no muchos en realidad, la enseñanza de René Guénon estaba en contradicción con lo referido directa o indirectamente por los "Operativos" ingleses.

Hechas estas precisiones, consideremos lo que afirma Guénon respecto al símbolo de la Estrella Polar en la Masonería operativa: "[...] en base a algunos de estos rituales, la letra G estaba figurada en el centro de la bóveda, justo en el punto que corresponde a la Estrella Polar; un hilo de plomo, suspendido de la letra G, cae directamente en el centro de una swastika trazada en el pavimento, swastika que representa así el polo terrestre; y el hilo de plomo del Gran Arquitecto del Universo, suspendido del punto geométrico de la "Gran Unidad", desciende del polo celeste al polo terrestre, de modo que simboliza el Eje del Mundo" (18). La Estrella Polar no estaba aquí representada como tal, pues en su lugar estaba figurada la letra G. Se ha precisado que en la Masonería operativa anglosajona existían "cámaras" diversas para cada grado, y sólo en el séptimo de ellos, es decir, en la "cámara" de tres Maestros, había un hilo de plomo suspendido de la letra G; ello se corresponde con la afirmación antes citada: "la teoría polar siempre ha sido uno de los mayores secretos de los verdaderos maestros masones".

En un breve artículo publicado en "The Co-Mason" en 1913, escrito por un anónimo Maestro del VII grado, en el cual se describen y representan fotográficamente los instrumentos de trabajo presentes en la "cámara" del VII, la swastika aparece efectivamente sobre el pavimento ante el Altar: "La swastika situada en el pavimento y también figurada en la parte izquierda del pecho de cada Maestro representa la marca o signo del propio G.A.D.U. Sobre el centro del altar un hilo de plomo desciende sobre la Logia masónica desde la G, la Estrella Polar, la morada o sede de Dios". Según esta versión, el hilo de plomo no desciende sobre la swastika, sino sobre el Altar; según otra versión, referida por un miembro de la "Worshipful Society", Thomas Carr, la swastika está "constituida" sobre el altar por la yuxtaposición de cuatro escuadras: "Cuando los tres Maestros Masones de una Logia operativa [de la Masonería azul de la Escuadra] se reúnen, cada uno tiene una escuadra… una cuerta escuadra es colocada sobre el Volumen de la ley Sagrada. Cuando es abierta una Logia de VII grado, estas cuatro escuadras son colocadas de tal modo que forman una swastika. Primero es saludado El Shaddai, el Altísimo, y después la Estrella Polar. Cuando el Masón operativo es ensalzado al grado VII, o Maestro Masón, le es explicado el simbolismo de la swastika y le es revelado que el Dios Omnipotente, el Sol nacido en el centro, en torno al cual se ordena el mundo celestial, no es el orbe solar sino la Estrella Polar. El nuevo tercer Maestro Masón debe descender a la cámara central implícita en el pavimento de la Logia; se le dice que alce sus ojos al cielo y que mire el hilo de plomo que desciende sobre la cámara en la que se encuentra. Sobre el hilo de plomo ve la Estrella del Cielo, la Estrella Polar, el "Yo soy" [Eheieh], la G en el cielo raso, y se le invita a adorarla. Se le indica además que el hilo de plomo desciende de la Estrella Polar, que la swastika es su símbolo y que representa a El Shaddai o al mismo Altísimo" (19).

Antes de comentar esta extensa cita, nos referiremos a las afirmaciones de René Guénon a propósito de la swastika:

"[...] swastika, símbolo [...] de la Estrella Polar, que es ella misma el símbolo y, para los masones operativos, la sede efectiva, del Sol central nacido del Universo, Yah" (20), "el centro de que se trata es un punto fijo que todas las tradiciones coinciden en designar simbólicamente como el "Polo", porque en torno suyo se efectúa la rotación del mundo representada generalmente por la rueda [...]. Tal es el verdadero significado de la swastika, símbolo que encontramos difundido en todas partes, desde el Extremo Oriente al Extremo Occidente, y que es esencialmente el "signo del Polo". Ciertamente, es la primera vez que en la Europa moderna se da a conocer su sentido real" (21).

Se advertirá en primer lugar que los masones operativos no habían olvidado el significado "polar" de la swastika. Se habrá notado, además, que mientras ordinariamente la Estrella Polar es reconocible tan sólo con ayuda de la constelación del Carro o de la Osa, el Maestro operativo de VII grado "ve" directamente la estrella polar, siguiendo con la mirada el hilo de plomo que, a través de un agujero en el pavimento, desciende hasta la "cámara" subterránea, iluminada por un "rayo de luz" que proviene de una lámpara azul colgada de la bóveda de la "cámara" superior, en el punto donde está figurada la letra G.

El Maestro Masón operativo se encontraba por lo tanto en una posición central simbólicamente correspondiente al Polo terrestre y conectado al Polo celeste por medio de un hilo de plomo, representante del Eje del Mundo. La denominación de "Cámara del medio" se adapta también a la cámara del VII grado. El "punto" más importante del Cielo estrellado, para el Maestro operativo, era la Estrella Polar, en torno a la cual la Osa Mayor, que esquemáticamente tiene forma de escuadra, traza en su revolución la forma de una gammadia, o swastika celeste.

Recordando finalmente la correspondencia establecida por René Guénon entre los Cielos y la jerarquía iniciática, puede afirmarse que en el momento de la iniciación al grado VII el masón operativo tomaba virtualmente conciencia de su conexión con el propio Polo. En la Masonería especulativa, el lugar de la Estrella Polar, que, recordémoslo, no estaba representada como tal en el techo de una Logia operativa, está ocupado por la "Estrella resplandeciente" (blazing star). Esta última es mencionada por primera vez en Masonry dissected, de 1730, y es comúnmente interpretada como un símbolo del Sol, sea en las "instrucciones" inglesas, sea en los "catecismos" continentales; el Catecismo de Guillemain de Saint Victor refiere por ejemplo las siguientes afirmaciones: "La estrella resplandeciente, el centro de donde parte la verdadera luz [...] La estrella flamígera es el símbolo del sol del universo".

René Guénon no compartía esta afirmación, y en una de sus últimas reseñas precisó lo siguiente: "[...] el significado de la Estrella resplandeciente es ante todo microcósmico, e incluso hay casos en los que no podría tener otro, como cuando está figurada entre la escuadra y el compás (cf. La grande Triade, cap. XXI). Por otra parte, cuando uno se sitúa en el punto de vista propiamente cósmico, la identificación bastante extraña entre la Estrella resplandeciente y el sol constituye otra deformación, que por lo demás quizá sea intencionada, pues está en manifiesta conexión con el cambio de un simbolismo primitivamente polar a un simbolismo solar; en realidad, la Estrella resplandeciente no puede ser identificada a este respecto sino con la Estrella polar, y la letra G inscrita en su centro es por otra parte una prueba suficiente de ello, tal como nosotros mismos hemos tenido ocasión de indicar (cf. igualmente La Grande Triade, cap. XXV), y como también lo confirman las consideraciones expuestas en el estudio del Speculative Mason que anteriormente hemos mencionado" (22). Por otra parte, la expresión ritual "he visto la estrella resplandeciente" se refiere de forma manifiesta al ritual de iniciación al VII grado operativo, en el cual el Maestro "ve" la Estrella Polar. El hilo de plomo que pende de la letra G ha sido abolido en los rituales "especulativos", pero en su lugar se halla un símbolo axial que no existía en los rituales operativos: la Escala de Jacob, representada en el Cuadro de Logia. En cuanto a la swastika, nada ha quedado en los rituales especulativos, a excepción de un "signo"; para los "operativos" de la Worshipful Society, en cada uno de los grados hay un "talismán" constituido por un número de escuadras equivalente al número del grado: las escuadras eran colocadas a modo de brazos de la swastika, y uno de los "signos de grado" que aún hoy usan los "especulativos" implica precisamente que el iniciado ponga su brazo en una posición equivalente a los brazos de la swastika.

La comparación entre lo que ha permanecido de la tradición "operativa" y cuanto hoy poseen los "especulativos" es suficiente para comprobar la medida de la degeneración sufrida por la organización masónica y para hacer comprender la necesidad de una restauración "operativa" (23), muchas veces auspiciada por René Guénon. Las consideraciones expuestas llevan a la conclusión de que aunque una Logia se halle efectivamente "a cubierto", ello no es una barrera suficiente con respecto al mundo profano, pues es indispensable la "covertura" de los Grandes Misterios, simbolizados precisamente por el Cielo Estrellado. "El período actual es un período de oscuración y de confusión; sus condiciones son tales que, hasta que persistan, el conocimiento iniciático debe necesariamente permanecer oculto, de donde el carácter de los "Misterios" de la antigüedad llamada "histórica" [...] y de las organizaciones secretas de todos los pueblos, organizaciones que confieren una iniciación efectiva allí donde subsiste todavía una verdadera doctrina tradicional, pero que no ofrecen sino la sombra de lo que eran cuando el espíritu de esta doctrina ha dejado de vivificar los símbolos, que no son sino su representación exterior, y ello porque, por distintas razones, todo vínculo consciente con el centro espiritual del mundo ya se ha roto; tal es el significado más específico de la pérdida de la tradición, y concierne en particular a determinados centros secundarios que han dejado de estar en relación directa y efectiva con el centro supremo".

(Rivista di Studi Tradizionali, nº 77, julio-diciembre de 1993)

NOTAS:
1. La mayor parte de las informaciones que se refieren a los antiguos Catecismos masónicos citados en este estudio han sido extraídos de la obra de Harry Carr The Freemason at work, Londres, 1977.

2. Symboles fondamentaux de la Science sacrée, p. 253, nota 1; p. 214, nota 7, ed. it.

3. Symboles fondamentaux de la Science sacrée, p. 212, nota 2; p. 180, nota 5, ed. it.

4. L' homme et son devenir selon le Védánta, p. 103, ed. fr.

5. Un breve acercamiento al simbolismo metafísico del Cielo nocturno se encuentra en Etudes Sur l'Hindouisme, p. 250 de la edición francesa.

6. "La chaîne d' union", cap. LXV de Symboles de la Science sacrée.

7. L'Esoterisme de Dante, p. 47, nota 2.

8. L' Esoterisme de Dante, p. 12.

9. L'Esoterisme de Dante, p. 24.

10. Etudes sur la Franc-Maçonnerie, Tomo II, p. 304, nota 19.

11. Rev. John T. Lawrence: Hig-ways and by-ways of Freemasonry, p. 259 y ss., ed. 1945.

12. En el Cuadro de Logia diseñado por Harris, la Escala termina en la Luna rodeada por siete estrellas; en otras versiones del Cuadro de Logia la meta es a veces distinta: en el trazado por Jefferies, por ejemplo, es la constelación de la Osa.

13. Aperçus sur l' Initiation, pp. 250 y 252.

14. Symboles fondamentaux de la Science sacrée, p. 180; p. 148 de la ed. it.

15. Aperçus sur l' Initiation, p. 65.

16. Le roi du Monde, p. 61, cap. VII; p. 70-71 de la ed. it.

17. Symboles fondamentaux de la Science sacrée, p. 141; p. 113 de la ed. it.

18. La Grande Triade, p. 205; p. 200 de la ed. it.

19. Operative Free Masons and operative Free Masonry, en "Transac-tions of the Lodge of research N. 2429", Leicester, 1911-1912, pp.128-129.

20. Symboles fondamentaux de la Science sacrée, p. 140; p. 112 de la ed. it.

21. Le Roi du Monde, p. 19; p. 23 de la ed. it.

22. Etudes sur la Franc-Maçonnerie, Tomo II, p. 178.

23. Con este último adjetivo no debe obviamente entenderse, como algunos podrían estar tentados de hacer, una restauración "del oficio", o que tenga estas características, sino más bien esencialmente una restauración según el sentido de la palabra "operativo", que muy claramente Guénon definió en el capítulo "Operativo y especulativo" de Aperçus sur l'Initiation (p. 195): "la palabra "operativo" no debe ser considerada exactamente como un equivalente de "práctico", en tanto que este último término se refiere siempre a la "acción" (lo que además es estrictamente conforme a su etimología), de manera que no podría ser empleada aquí sin impropiedad; en realidad, se trata de ese "cumplimiento" del ser que es la "realización" iniciática, con todo el conjunto de los medios de diferentes órdenes que pueden ser empleados en vistas a ese fin" [...] (la cursiva es nuestra).


¿ Quién es un Maestro? (Tony de Mello)


CUANDO SURGE UNA OBRA MAESTRA

El Maestro le dijo a un pintor: “Cualquier pintor que quiera triunfar ha de trabajar incansablemente durante infinidad de horas. Pero solo a unos pocos les es dado liberarse de su ego mientras pintan. Y cuando esto sucede surge la obra maestra”

Más tarde le preguntó un discípulo; “¿Quién es un Maestro?”.

Y el Maestro le respondió. “Cualquiera a quien le sea dado liberarse de su ego. Y, a partir de entonces, la vida de esa persona será una obra  maestra)”

(Un minuto para el absurdo, Tony deMello .Obras Completas T II p, 1306)

CUALQUIER COSA SERÁ TU MAESTRO

“ ¿ Dónde podré encontrar un verdadero Maestro cuando regrese a mi país?”

“ No habrá un solo momento en que no lo tengas” El discípulo quedó desconcertado.
“ El simple hecho de observar tu reacción ante cualquier cosa – un pájaro, una hoja , una lágrima, una sonrisa …- hará que cualquier cosa pueda ser tu Maestro”


(Un minuto para el absurdo, Tony de Mello, Obras Completas T II p, 1307)