lunes, 22 de julio de 2013

"Significado profundo de los Anales de primavera y otoño"


Tung Chung-shu (179?-104? a. C.), Ch'un-ch'iu fan-lu, 30: "Significado profundo de los Anales de primavera y otoño". Cit. en W. Th. de Bary (ed.), Sources of Chinese Tradition (Nueva York, 1960), p. 187.

 

Las criaturas del Cielo y de la Tierra muestran en ocasiones cambios desacostumbrados a los que se llama portentos. Los menores se consideran prodigios ominosos. Muchas veces se presentan primero los prodigios y luego vienen los portentos. Los prodigios son advertencias del Cielo, mientras que los portentos son amenazas del Cielo. El Cielo envía primero los prodigios, y si no se presta atención a éstos, trata de infundir temor por medio de los portentos. Esto es lo que da a entender el Libro de las Odas cuando dice: "¡Temblamos ante el terror y el espanto del Cielo!". La génesis de todos estos prodigios y portentos es el resultado directo de los errores del Estado. Cuando en el Estado comienzan a manifestarse los primeros indicios del error, el Cielo envía prodigios ominosos y calamidades para advertir a los hombres y poner de manifiesto el hecho. Si, a pesar de estas advertencias y anuncios, los hombres no caen en la cuenta de su error, entonces el Cielo envía portentos y espantos para aterrorizarlos. Si, después de estos terrores, los hombres aún no sienten temor o espanto, cae sobre ellos la desgracia y la calamidad. Por todo esto podemos entender que la voluntad del Cielo es benévola, pues no es su deseo poner trampas a la humanidad o engañarla.

Si examinamos cuidadosamente estos prodigios y portentos, acertaremos a discernir la voluntad del Cielo. La voluntad del Cielo es que hagamos determinadas cosas y que no hagamos otras. En cuanto a las cosas que el Cielo desea o no desea, si un hombre busca en su interior, seguro que encontrará advertencias al respecto en su corazón, y si observa a su alrededor en los negocios diarios, hallará en el Estado una verificación de tales advertencias. Podemos, por consiguiente, discernir la voluntad del cielo en estos prodigios y portentos. No hemos de odiar tales signos, sino guardar el temor ante ellos, considerando que el Cielo quiere reparar nuestras faltas y salvarnos de nuestros errores. En consecuencia, elige este modo de advertirnos.

 

 

 

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