Tung Chung-shu (179?-104? a. C.), Ch'un-ch'iu fan-lu, 30:
"Significado profundo de los Anales de primavera y otoño". Cit. en W. Th. de Bary (ed.), Sources of Chinese
Tradition (Nueva York, 1960), p. 187.
Las criaturas del Cielo y de la Tierra muestran en ocasiones
cambios desacostumbrados a los que se llama portentos. Los menores se
consideran prodigios ominosos. Muchas veces se presentan primero los prodigios
y luego vienen los portentos. Los prodigios son advertencias del Cielo,
mientras que los portentos son amenazas del Cielo. El Cielo envía primero los
prodigios, y si no se presta atención a éstos, trata de infundir temor por
medio de los portentos. Esto es lo que da a entender el Libro de las Odas
cuando dice: "¡Temblamos ante el terror y el espanto del Cielo!". La
génesis de todos estos prodigios y portentos es el resultado directo de los
errores del Estado. Cuando en el Estado comienzan a manifestarse los primeros
indicios del error, el Cielo envía prodigios ominosos y calamidades para
advertir a los hombres y poner de manifiesto el hecho. Si, a pesar de estas
advertencias y anuncios, los hombres no caen en la cuenta de su error, entonces
el Cielo envía portentos y espantos para aterrorizarlos. Si, después de estos
terrores, los hombres aún no sienten temor o espanto, cae sobre ellos la
desgracia y la calamidad. Por todo esto podemos entender que la voluntad del
Cielo es benévola, pues no es su deseo poner trampas a la humanidad o
engañarla.
Si examinamos cuidadosamente estos prodigios y portentos,
acertaremos a discernir la voluntad del Cielo. La voluntad del Cielo es que
hagamos determinadas cosas y que no hagamos otras. En cuanto a las cosas que el
Cielo desea o no desea, si un hombre busca en su interior, seguro que
encontrará advertencias al respecto en su corazón, y si observa a su alrededor
en los negocios diarios, hallará en el Estado una verificación de tales
advertencias. Podemos, por consiguiente, discernir la voluntad del cielo en
estos prodigios y portentos. No hemos de odiar tales signos, sino guardar el
temor ante ellos, considerando que el Cielo quiere reparar nuestras faltas y
salvarnos de nuestros errores. En consecuencia, elige este modo de advertirnos.
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