jueves, 11 de julio de 2013

Epístola referente al oro potable y a la piedra filosofal


Anónimo

DA COMIENZO LA EPISTOLA REFERENTE AL ORO POTABLE

Y A LA P1EDRA FILOSOFAL, ENVIADA AL SUMO PONTIFICE



Conocedor de los elementos ordenadores y anunciador de los mismos por razón del sudor, el estudio, el trabajo y la extensión del tiempo, este opúsculo, fruto de las vigilias y la investigación diligente, lo he grabado en mi corazón a fin de adquirir la claridad de los elementos oscuros. Y para que confíe los secretos de la naturaleza a la memoria de la vida, ahora es preciso llevar a término dos objetivos: uno, ciertamente, en una realidad tan noble y difícil como es implorar la ayuda de Dios. Y como he tenido por costumbre expresar mis augurios en un lenguaje breve, dirijo mis palabras a los sabios, quienes conocen que de las realidades más pequeñas se hacen las cosas mayores. Mi lenguaje es corriente y fácil, y ninguna cosa en él ha de ser sobreentendida.

Santísimo Padre, escribo a tu Santísima majestad en la prolongación de tu vida, pero me han dicho que tú eres muy sano y el hombre sano no necesita del medico. Yo digo que la medicina es la ciencia con la que se sana, de forma que una vez obtenida la salud se conserva y una vez perdida se recupera. Porque no podemos, en efecto, permanecer en el mismo estado, ni descansar ... ;? ... para mejor o para peor, pero creo que nos aproximamos a esa realidad nobilísima con el devenir de los años. De hecho, el alma de cada uno es libre para creer y quien tiene mayores deseos se inclina con mayor vehemencia a ello. En consecuencia, he decidido dejarlo para las observaciones de esas realidades.

Ciertamente, no debo nada a nadie y sigo mis propios juicios; por esa razón creo que en esto sigo a mis mayores, cuya valoración es justa. Beatísimo Padre, es verdad que me ha sido dicho que escribiría la forma por la que deseo obrar. Como persona obediente y sencilla, he deseado obrar, porque quien camina con sencillez, anda confiadamente. Sin embargo, no debería escribir un secreto de tal importancia, a fin de que no llegue a manos de las gentes sin cultura y de los infieles, porque la letra escrita permanece y las perlas no son alimento apropiado para los cerdos. Verdad es que en los textos escritos, no he encontrado contenidos sino de forma alegórica y enigmática, con los mayores apuros, trabajos y gastos, porque como dice el Apóstol, con grandes trabajos entramos en el reino de los Cielos.

No se obtiene gozo si antes no ha habido adversidad, y yo espero llegar a la luz después de las tinieblas. Renunciando a las ideas universales y viniendo a las particulares porque lo universal no es otra cosa que la transformación de muchos particulares en uno solo, Beatísimo Padre, como conoces bien y dice el filósofo, nosotros somos la substancia de lo que nos nutrimos, y al mismo tiempo somos el punto más alto de lo que nos alimentamos; estamos compuestos de elementos, así pues, nos alimentamos de éstos y somos el mas alto de los elementos, sin duda, porque todas las cosas compuestas que existen en el mundo están compuestas de los cuatro elementos.

Veamos, en consecuencia, si es cierto que el microcosmos, que es el cuerpo humano, según el filósofo, contiene los cuatro elementos: Así aparece claramente, puesto que a través de la bilis tenemos el fuego, cálida y seca como el fuego; la flema fría y húmeda como el agua; la sangre, cálida y húmeda como el aire; la melancolía, fría y seca como la tierra. Los humores del cuerpo humano son elementos, en consecuencia, estamos compuestos de los humores y de ellos nos nutrimos, y por la destrucción de éstos somos reducidos a la nada. Pongamos en caso de que algún hombre sufre una enfermedad: pus, gota, podagra, hidropesía, lepra o enfermedades semejantes. Pues también las enfermedades provienen ciertamente de las alteraciones o corrupciones de los hombres.

Y para demostrar con claridad lo que digo, pongamos el caso de alguien que tome una medicina emoliente, de forma que elimine todos los humores; a continuación el hombre morirá. Sin embargo, si pierde un miembro o dos no muere. Ocurre que, en el principio, el hombre no fue compuesto de miembros, sino de humores, que son elementos, como he dicho anteriormente. Así, cuando el hombre muere retorna a su estado de substancia simple, a sus elementos simples, es decir el calor retorna al fuego, el espíritu al aire, los humores al agua, los huesos y la carne a la tierra; esto es evidente y así lo explica el filosofo, porque todo compuesto se disuelve en las partes de que ha sido formado. El hombre está compuesto de humores que son elementos y, en consecuencia, también deben ser disueltos; estos deben ser denominados accidentes de los hombres. Ésta es la única medicina de la que me propongo tratar por completo, en un lenguaje breve, lo cual sigue a continuación.

Santísimo padre ¿qué quiere decir que uno es joven y que otro es anciano? Pues que el hombre no es abocado a la vejez por causa de los años, sino por la pérdida completa de los humores... Porque el calor natural nunca deja de devorar el humor radical hasta que llega la muerte. Y es así que los elementos del microcosmos se reducen cada día en elementos sencillos, ciertamente. El calor se reduce al fuego, como he dicho antes, y así cada uno delos elementos simples arrastra hacia si su semejante, como se evidencia en la muerte: la tierra atrae la carne y los huesos y de la misma forma los demás elementos atraen hacía sí a sus semejantes; por que todo semejante favorece a su semejante.

Así pues, si los humores fueran retornados al cuerpo, el hombre retornaría a la juventud porque poseería de nuevo un corazón juvenil y el calor natural aumentaría en él gracias a la suma de los humores, como el fuego en la suma de los leños. Y afirmo que los humores pueden restablecerse mejor en el cuerpo que el leño en el fuego. Como esto se realiza yo lo sé, en efecto; sé lo que digo, y solamente quiero decir y declarar a tu Santidad lo que nunca ha proclamado ningún filósofo sino de forma alegórica.

Por esa razón los filósofos antiguos como Hermes, Sócrates, Platón, Aristóteles decían que no morían y que tenían en estima sus cuerpos porque eran indestructibles, y ello es cierto hablando de forma natural, si el Altísimo no hubiera constituido limites, etc. Dejando a un lado las opiniones de éstos, descendamos a la materia de la que queremos tratar y veamos lo que dice el hermano Johannes Rupescissa, de la orden de los frailes menores, el cual escribió que poseía la ciencia, el espíritu profético y habló así: Toma el vino, noble, alegre, joven, lleno de sabor, el mejor que puedas encontrar. Y esto lo interpretan los ignorantes y los no iniciados al pie de la letra; comienzan la obra y al final no descubren nada.

Pero entre los filósofos sutiles, que son amantes de la ciencia, en lugar de vino interpretan los humores del hombre joven, sano, regocijado, festivo, sanguíneo y colérico, que son los más nobles de condición y de calor más vehemente. El hombre débil no es apropiado, porque sus humores han sido aniquilados y un árbol malo no da buenos frutos; conviene, por lo tanto, tomar los humores que son elementos, de los que nos nutrimos del hombre joven, sano y extraer y separar los elementos, como de costumbre, y destilar, purificar y remover por completo lo superfluo, a fin de que los humores, que son elementos, se debiliten y se conviertan en naturaleza y materia primera, que es ciertamente simple, como Adán al ser creado de aquella masa confusa llamada caos, que es la materia primera de todos los elementos. Después, cuando estos elementos han sido reducidos a su naturaleza simple y primera, los elementos simples que estén en el lugar más alto ejercitan su influencia en las virtudes de los elementos inferiores, por motivo del conocimiento del símbolo y de la amistad que les une, porque en los portadores del símbolo se produce fácilmente el tránsito una vez esos elementos han sido reducidos a su primera naturaleza. Porque ciertamente es en los elementos simples donde influyen las virtudes de los planetas a causa de la conveniencia que tienen con los elementos que le son próximos; uno atrae el otro hacia si. Y ciertamente cuando esas virtudes estaban en el cuerpo humano eran duros y bien unidos, pero después se vuelven pálidos y secos.

Y a veces una sola virtud de esos simples ejercen su influjo en una virtud inferior, no porque los elementos simples no armonicen con los espesos y éstos con los simples, sino porque son de la misma naturaleza, ya que Dios ha puesto en los hombres un ornamento mayor, como aprueban teólogos y filósofos. El hombre es la más digna de las criaturas y Dios lo ha hecho poco menos que un ángel, como dice el salmista, y por esa razón todas las virtudes de las hierbas, de las piedras preciosas y todas las demás virtudes existentes en el mundo mayor están en el mundo menor, que es el hombre. Y claramente se deduce de los escritos de los sabios que si el mundo menor no tuviera esas virtudes, no existiría el mundo y en vano el hombre hablaría de este mundo menor, puesto que toda comparación debe ser verídica, como afirma Tulio Cicerón.

Y digo que la misma diferencia existente entre el mundo mayor y el menor se da entre el hombre grande y el pequeño, puesto que si el hombre mayor tiene cabeza, corazón, venas, arterias y otros miembros organizados, también el hombre pequeño tiene miembros semejantes, o de lo contrario seria un monstruo de la naturaleza. Se diferencian, pues, por la cantidad y no por la cualidad; en eso radica la diferencia.

Santísimo Padre, esos elementos ciertamente humores disuelven el oro en aceite sin perder su forma por razón del exceso del calor muy agudo y la nobleza que poseen; incluso puede apreciarse claramente que la fortaleza del microcosmos crece para disolver el oro. He aquí un ejemplo: si tomas un pedazo de carne y lo colocas al fuego durante cuarenta días o más, no habrá sido consumido enteramente ni digerido como en una sola noche en el cuerpo humano. Es sabido que comemos alimentos no bien cocidos y otros bien cocidos y éstos los digerimos en un espacio de seis horas; es claro pues que todo el poder del cielo y de la tierra están en el hombre.

No debes extrañarte de que la mayoría de los que se han consagrado a esta actividad nada han encontrado, pues hasta el día de hoy tan sólo he conocido un hombre que posea esa ciencia, porque nunca los filósofos quisieron revelarla, sino de forma alegórica. En este oro liquido se pueden ver todos los colores de las piedras preciosas y los de las hierbas y sus virtudes, y verás un oro celestial que excede en todo al oro natural, de manera que si lo colocas junto a una moneda de un ducado, verás que brilla más porque un ducado no tiene sino veinticuatro cuadrados (quilates), como mucho, mientras que nuestro oro liquido tiene mil, dos mil y más, lo cual puede comprobarse por la experiencia.

Santísimo Padre, deseo realizar esta obra a mis expensas, a fín de no parecer farsante, como algunos que quieren hacer y probar el agua de vida y el oro liquido con agua extraída del vino, pero no obtienen agua de vida, sino de muerte, y es así como ésta devora la verdadera filosofía, la verdadera materia de los filósofos médicos antiguos. Como dice Hipócrates en los Pronósticos, existe una partícula primera, ciertamente celestial, que ya previó el médico, tan admirable y asombrosa era su prudencia. ¿;Qué existe, en consecuencia, más apropiado para el hombre, sino aquello que sale de él con todo lo que es engendrado? De forma semejante, es engendrado en un tiempo de siete meses metafísicamente, porque lo que es de la naturaleza del hombre éste lo retiene y lo que es ajeno lo rechaza.

Muchas otras cosas podría comentar sobre esta ciencia famosísima, pero haré uso de la modestia y, como súbdito, limitaré su divulgación a lo que hasta aquí he escrito.

Aquí termina la epístola sobre el oro potable enviada al sumo pontífice.

 

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