sábado, 18 de febrero de 2012

El universo o ecuméne civilizado (Henri-Charles Puech)


 
La Transformación de la ciudad (polis) en universo
civilizado (oikouméné),
a consecuencia del establecimiento de las
monarquías helenísticas, y luego de la' unificación del mundo
mediterráneo por la conquista romana, había ido desprendiendo
progresivamente al hombre de la ciudad, donde encontraba su
sentido y el empleo de sus fuerzas; la ciudad había hecho del
animal político (zóon politikon) de Aristóteles, el animal sociable
(zóon koinónikon) de Crisipo (20) el «ciudadano del mundo», so-
lidario del universo entero, en cualquiera de cuyos rincones se
sentía en su casa e
infinitamente libre, lo que quiere decir, a la
larga, solo en todas partes y replegado en sí mismo, reducido
absolutamente a sí.
Este aislamiento sumido en - un mundo uni-
forme, pero desprendido de todo, le descubre al hombre su «yo»,
le absorbe en la preocupación de su valor único. Se proyecta
al más allá bajo las especies de un Dios supremo, imaginado
en una soledad inefable, a la que ninguna acción creadora ni si-
quiera providencial, vincula a la cadena de las realidades inferio-
res y con quien el individuo podrá encontrarse «de solo a solo» (21).
La soledad, en cuanto padecida, aparece como una desgracia;
en cuanto ahondada, se revela como nostalgia de un estado an-
terior o trascendente en el que el yo se hallaba en plena pose-
sión de su ser, en el ejercicio efectivo y jubiloso de su libertad.
De ahí, preguntas como éstas
: ¿Por qué estoy yo acá abajo?
¿ Cuál es mi origen? ¿Cómo regresar a donde yo estaba, allí
donde yo soy verdaderamente yo mismo?
(22). El «conocimiento»
es el que ha de proporcionar respuestas a estas demandas, sa-
tisfacciones a estos deseos. El universo de los astrónomos y de
los físicos es también aquel al que mi destino me ha arrojado,
donde éste ha de jugarse y donde hallará al fin su liberación.
La cosmología, y en consecuencia, la teología, han de dar cuenta
de mi situación pasada, presente y futura, tendrán que expli-
carme, que permitir mi evasión, y, mediante la fijación de mi
itinerario de retorno, que contribuir a que yo me encuentre en mi
verdad o en mi eternidad. En otros términos, el universo de la
ciencia tiene que ser al mismo tiempo el lugar de la aventura es-
piritual de cada alma, la especulación de la filosofía tiene que
tener un sentido y un propósito religiosos. Sapientia ha de conver-
tirse en religio o extraer de la religio su origen y su realización( 23).

20 P. WENDLAND, Die hellenistisch-riimische Kultur in ihren Beziehungen


zu Judentum und Christentum, Tubinga, 1907, pp. 14-19.


21 Enn., 1, 6, 6; V, 1, 6; VI, 7, 34 Y VI, 9; 11. La fórmula ha sido estu-


diada por Erik PETERSON, «Herkunft und Bedeutung der MONOS  PRON~


MONON Formel bei Plotin», en Philologus, LXXXVIII, 1933, pp. 30-41.




22 Cfr. la definición de la gnosis dada por los Excerpta ex Theodoto, 78, 2,

página 88, 677-679 edic. CASEY (véase infra, p. 311, n. 60).



23 LACTANCIO, Divin. Inst., IV, 2, P. L, VI, 451 A·252 B.



Henry Charles Puech

En torno a la  Gnosis, (Posición espiritual y significación de Plotino)

Taurus Ediciones S.A. Madrid 1982 p101-102







martes, 14 de febrero de 2012

La carga de los tres reyes (Arturo Pérez Reverte)

LA CARGA DE LOS TRES REYES

por Arturo Pérez Reverte

....Ya ni siquiera se estudia en los colegios, creo. Moros y cristianos degollándose, nada menos. Carnicería sangrienta. Ese medioevo fascista, etcétera.


Pero es posible que, gracias a aquello... mi hija no lleve hoy velo cuando sale a la calle. Ocurrió hace casi ocho siglos justos, cuando tres reyes españoles dieron, hombro con hombro, una carga de caballería que cambió la historia de Europa.


El próximo 16 de julio se cumple el 798 aniversario de aquel lunes del año 1212 en que el ejército almohade del Miramamolín Al Nasir, un ultrarradical islámico que había jurado plantar la media luna en Roma, fue destrozado por los cristianos cerca de Despeñaperros. Tras proclamar la yihad -seguro que el término les suena- contra los infieles, Al Nasir había cruzado con su ejército el estrecho de Gibraltar, resuelto a reconquistar para el Islam la España cristiana e invadir una Europa -también esto les suena, imagino- debilitada e indecisa.


Los paró un rey castellano, Alfonso VIII. Consciente de que en España al enemigo pocas veces lo tienes enfrente, hizo que el papa de Roma proclamase aquella cruzada contra los sarracenos, para evitar que, mientras guerreaba contra el moro, los reyes de Navarra y de León, adversarios suyos, le jugaran la del chino, atacándolo por la espalda. Resumiendo mucho la cosa, diremos que Alfonso de Castilla consiguió reunir en el campo de batalla a unos 27.000 hombres, entre los que se contaban algunos voluntarios extranjeros, sobre todo franceses, y los duros monjes soldados de las órdenes militares españolas.


Núcleo principal eran las milicias concejiles castellanas -tropas populares, para entendernos- y 8.500 catalanes y aragoneses traídos por el rey Pedro II de Aragón; que, como gentil caballero que era, acudió a socorrer a su vecino y colega. A última hora, a regañadientes y por no quedar mal, Sancho VII de Navarra se presentó con una reducida peña de doscientos jinetes -Alfonso IX de León se quedó en casa-.


Por su parte, Al Nasir alineó casi 60.000 guerreros entre soldados norteafricanos, tropas andalusíes y un nutrido contingente de voluntarios fanáticos de poco valor militar y escasa disciplina: chusma a la que el rey moro, resuelto a facilitar su viaje al anhelado paraíso de las huríes, colocó en primera fila para que se comiera el primer marrón, haciendo allí de carne de lanza. La escabechina, muy propia de aquel tiempo feroz, hizo época.


En el cerro de los Olivares, cerca de Santa Elena, los cristianos dieron el asalto ladera arriba bajo una lluvia de flechas de los temibles arcos almohades, intentando alcanzar el palenque fortificado donde Al Nasir, que sentado sobre un escudo leía el Corán, o hacía el paripé de leerlo -imagino que tendría otras cosas en la cabeza-, había plantado su famosa tienda roja.


La vanguardia cristiana, mandada por el vasco Diego López de Haro, con jinetes e infantes castellanos, aragoneses y navarros,deshizo la primera línea enemiga y quedó frenada en sangriento combate con la segunda. Milicias como la de Madrid fueron casi aniquiladas tras luchar igual que leones de la Metro Goldwyn Mayer.


Atacó entonces la segunda oleada, con los veteranos caballeros de las órdenes militares como núcleo duro, sin lograr romper tampoco la resistencia moruna. La situación empezaba a ser crítica para los nuestros -porque sintiéndolo mucho, señor presidente, allí los cristianos eran los nuestros-; que, imposibilitados de maniobrar, ya no peleaban por la victoria, sino por la vida.


Junto a López de Haro, a quien sólo quedaban cuarenta jinetes de sus quinientos, los caballeros templarios, calatravos y santiaguistas, revueltos con amigos y enemigos, se batían como gato panza arriba.


Fue entonces cuando Alfonso VIII, visto el panorama, desenvainó la espada, hizo ondear su pendón, se puso al frente de la línea de reserva, tragó saliva y volviéndose al arzobispo Jiménez de Rada gritó: «Aquí, señor obispo, morimos todos». Luego, picando espuelas, cabalgó hacia el enemigo.


Los reyes de Aragón y de Navarra, viendo a su colega, hicieron lo mismo. Con vergüenza torera y un par de huevos, ondearon sus pendones y fueron a la carga espada en mano. El resto es Historia: tres reyes españoles cabalgando juntos por las lomas de Las Navas, con la exhausta infantería gritando de entusiasmo mientras abría sus filas para dejarles paso. Y el combate final en torno al palenque, con la huida de Al Nasir, el degüello y la victoria.


¿Imaginan la película?... ¿Imaginan ese material en manos de ingleses, o norteamericanos?.. Supongo que sí. Pero tengan la certeza de que, en este país imbécil, acomplejado de sí mismo, gobernado por políticos aún más imbéciles carentes de toda identidad... no la rodará ninguna televisión, ni la subvencionará jamás ningún ministerio de Educación, ni de Cultura, porque aquí no habría despelote ni mariconeo, sino gente real que por amar a su tierra luchaban a morir.


¡Ojo! ¡Importante!. Tardamos 8 SIGLOS, o sea,¡¡ 800 AÑOS!! en echarles de la península, ¡nuestra tierra!.


Fue por nuestra desunión, porque España la formaban distintos reinos y no uno solo. Combatíamos entre nosotros -como ahora con las 17 autonomías innecesarias- y no tuvimos un solo Rey, una sola nación, un único mando militar para expulsarles, ¡de eso se aprovecharon durante 8 siglos! y ellos, los de la media luna sí que lo recuerdan, por eso se aprovechan, de nuestra actual desunión, para una segunda invasión silenciosa... bajo la permisividad de políticos de bajo perfil, acomplejados, miedosos de llamar a las cosas por su nombre..., nada que ver con aquellos valerosos guerreros cristianos que combatieron y derramaron su sangre para.... ¡nada!


Ellos recuerdan nuestra desunión, ¡la misma que tenemos ahora y que muchos políticos fomentan! Y ellos lo saben... y de paso, se frotan las manos, se ríen y se aprovechan para su segunda invasión...


Nosotros hemos olvidado la historia, pero ellos no.... mal asunto.