jueves, 29 de septiembre de 2022

ESQUEMA DE UNA FILOSOFÍA DE LA HISTORIA DE LA METAFÍSICA SISΤEMÁTICA. (Georges VALLIN)

 

La perspective métaphysique.

Georges VALLIN

Presses Universitaires de France. Paris 1959 pp.111-122

 

CAPÍTULO II

ESQUEMA DE UNA FILOSOFÍA DE LA HISTORIA DE LA METAFÍSICA SISΤEMÁTICA.

A) DE LA METAFÍSICA INTEGRAL AL DOGMATISMO ONTOTEOLÓGICO

La perspectiva metafísica nos ha hecho comprender que es un rechazo u olvido de la Infinidad integral del Absoluto lo que está en el origen de las limitaciones del dogmatismo en general, y el dogmatismo filosófico en particular. El entendimiento humano que olvida o rechaza la intuición intelectual en el rigor de su significado metafísico, constata su impotencia para captar el Absoluto, o bien encierra este último en un "Sistema". Y hemos tratado de mostrar que en el marco de los sistemas, no había otra alternativa que la siguiente: o bien el sistema contiene contradicciones internas y da lugar a lo que hemos llamado la “coexistencia" de aspectos opuestos, - o bien se plantea hipostasiando el aspecto que ha elegido privilegiar y negando el aspecto opuesto a este último.

Esta negación puede ser explícita, cuando el sistema rechaza el aspecto opuesto al suyo: así el "realismo" kierkegardiano o materialismo marxista, cuando rechaza el idealismo del sistema hegeliano.

Puede ser implícito, cuando el sistema tiene la ilusión de integrar el aspecto opuesto al suyo: el monismo panteísta de Hegel fue sentido muy legítimamente por Kierkegaard como exclusión de la pluralidad de existencias singulares, por el marxismo como escamoteo del carácter dramático de la oposición dialéctica, etc.

Sea explícita o implícita, esta negación es sin embargo masiva, es decir exclusiva. Es esta negación de exclusión, opuesto a la negación de integración, la que nos parece en el origen del desarrollo de ciertos sistemas: así, las contradicciones internas del kantismo (sistema del tipo coexistencia de opuestos) explican, al menos en parte, la génesis del "idealismo" absoluto de Hegel, que se plantea a sí mismo como una síntesis del idealismo "subjetivo" de Fichte y del idealismo "objetivo" de Schelling. También la "negación de exclusión inherente al hegelianismo en tanto que monismo panteísta e idealista explica la génesis de sistemas basados precisamente en aspectos de lo real que parecía excluir la aparente 'síntesis' hegeliana ( Marx,  Kierkegaard). Ciertamente no es el hecho de exclusión recíproca lo que constituye la revelación importante de la perspectiva metafísica concerniente al dogmatismo sistemático: Hegel, en un contexto muy diferente, ha puesto de relieve esta contradicción de los sistemas filosóficos.

La perspectiva metafísica nos ilumina sobre todo sobre la naturaleza y el origen del dogmatismo en general, mostrándonos por oposición en que consiste una integración de los aspectos antinómicos que se excluyen a nivel de los sistemas. Nos permite denunciar el carácter ilusoriamente integral o sintético de los sistemas que, como el hegelianismo, comportan de hecho una negación de la exclusión, al igual que cualquier sistema filosófico. Nos permite ver en la negación de la exclusión, que se centra sobre el carácter integral del Infinito, el origen de los Sistemas filosóficos en tanto que tales.  Las antinomias de los sistemas y sus exclusiones recíprocas aparecen en su luz, como consecuencia de esta negación fundamental.

Pero la perspectiva metafísica nos permite por ejemplo igualmente y sobre todo explicar de qué manera la negación de exclusión que solicita el dogmatismo determina la evolución y la propia historia de los sistemas filosóficos o, si se prefiere, de la metafísica sistemática. Sin duda Hegel ha mostrado bien cómo la contradicción es la condición esencial del desarrollo de las sistemas filosóficos, como de todo devenir en general. Pero es la verdadera naturaleza de este desarrollo lo que la perspectiva metafísica nos parece que saca a la luz. Este desarrollo es el opuesto del que postula el sistema Hegeliano en el sentido de que la historia de la filosofía no aparece aquí como la elaboración de una solución o una "síntesis" de contradicciones que renacen sin cesar.

El "Sistema" en el que se resuelven las contradicciones de manera cada vez más profunda, no está al término, al final de la historia de los sistemas, por la buena razón de que un sistema en tanto que tal no sabría superar las antinomias y las contradicciones. La integración de los aspectos antinómicos que los sistemas no pueden dejar de afrontar no puede ser realidad más que más allá o debajo de la historia de los sistemas como tal. El Absoluto no se plantea aquí como si tuviera que aparecer en su verdad al final de la historia de los sistemas, ni incluso como lo que aparecería en el origen de esta historia. Su objetivo trasciende la oposición de origen y fin.

La metafísica integral es en su esencia rigurosamente transhistórica, incluso si sus diversas formulaciones doctrinales están necesariamente vinculadas a un contexto histórico determinado, y puede entrar, hasta cierto punto, así como como nos ha enseñado la oposición del Vedanta al Budismo, en la aparente dialéctica de exclusiones recíprocas que solicita el desarrollo de los sistemas. La intuición intelectual, incluso cuando nos hace comprender y justificar el tiempo, se sitúa en el "instante" metafísico que permite al Intelecto una captación del Infinito. No presupone ninguna limitación anterior, sino a título de vehículo o símbolo, mientras que un sistema filosófico como tal aparece en general esencialmente como reacción a o la consecuencia de otro sistema, es decir, como un acontecimiento que se inserta en una "historia".  La manera misma en que la metafísica integral apunta al Absoluto presupone una superación de las limitaciones dogmáticas. Pero hemos visto que el hecho mismo de fijar límites al Absoluto o al Infinito está ligados al acto o al acontecimiento fundamental, por el cual el hombre identifica su esencia a su condición cosmológica de animal razonable. Es por este acto que el hombre se identifica, por así decirlo, a su devenir cósmico, a su historia humana. El origen de la historia de la filosofía occidental se nos presenta como la repetición, en el plano de las concepciones doctrinales, de la actitud inicial, por así decirlo, ontológica y existencial, en virtud de la cual el hombre se capta a sí mismo como esencialmente distinto del Absoluto. El primer acto fundamental de la "historia" de la metafísica está constituida por la revuelta antiplatónica de Aristóteles, por su limitación del Absoluto que iba a tener un gran peso en la historia posterior de los sistemas.

A fin de comprender el esquema general de esta historia, que la perspectiva metafísica parece permitirnos esbozar, debemos volver a las relaciones que unen, en esta perspectiva lo que hemos llamado Esencia y Sustancia. Podría afirmarse que el carácter transhistórico de la perspectiva metafísica en tanto contenido doctrinal, si no en tanto como formulación, está ligado a la concepción de tipo metafísico de las relaciones que unen la Esencia a la Sustancia, o el polo "esencial" y el polo "sustancial" de la manifestación.

Hemos visto que es posible captar un doble reflejo del Infinito considerado en la pureza de su Trascendencia integral: por una parte, la "materia inteligible" o la Todopotencia del Uno que se expresa en la multiplicidad infinita del "mundo inteligible", por otra parte, la indefinidad de la materia como como principio de individuación: es esta doble reflejo que aparece como Sustancia, o la Materia en tanto principio de multiplicidad en general. Ahora hemos visto que en la metafísica integral la "Sustancia" en tanto que tal no puede añadir nada a la Esencia en ningún sentido. Es sólo el instrumento de manifestación o expresión que se deriva necesariamente de su infinitud. Esta expresión no es más que un reflejo que implica la Infinidad del Uno al cual es radicalmente transparente, y al cual reenvía como su esencia más bien que a su causa. Lo qué el "mundo inteligible” o el Ser es al Uno, el mundo "sensible" lo es al Ser mismo. Las realidades sensibles no son más que reflejos o participaciones esenciales de sus Arquetipos, al igual que el Intelecto Universal o el Verbo no es más que un reflejo del Uno.  El mundo en tanto que está “en Dios" o en el Ser, es infinitamente más "real" que en tanto está "manifestado": en otras palabras, los Arquetipos son más reales que sus reflejos. Lo que la Sustancia "añade" a la Esencia no es más que un "no ser", que debe ser "sustraído para recuperar la plenitud de la Esencia. Separado del Principio del que es el reflejo, lo manifestado aparece como "no ser", o más bien como "la nada": a medida que se aleja de la Esencia para ir hacia sus reflejos más degradados, se aproxima sin poder alcanzarla nunca, a la indeterminación tenebrosa de esta Materia, de esta "Sustancia" que es la Nada misma.

¿Cuál es la situación del Tiempo en una tal perspectiva? Reviste el doble aspecto de la "Materia" que precedentemente habíamos puesto de relieve y que corresponde a los dos momentos de la individuación; por un lado, es, como el espacio, una condición para la manifestación de las esencias que despliega y degrada la plenitud intemporal y simultáneamente en la dispersión de los reflejos sucesivos.  Por otra parte, y correlativamente, es el principio de destrucción que trae de vuelta lo manifestado al estado de no manifestado. Es lo que condiciona el despliegue simbólico e ilusorio de los reflejos de la esencia tanto como el retorno del reflejo a su origen; en otras palabras, es rigurosamente cíclico, no creador. Es una modalidad de la Negación fundamental en virtud de la cual el Infinito se manifiesta tan necesariamente como trae a él lo manifestado.

Ahora veremos que uno de los aspectos más esenciales de la limitación de la metafísica sistemática consistirá en la transformación de la relación entre el Ser, o el Absoluto, y el Tiempo. Es la etapa del dogmatismo temporalista, que pronto tendremos que considerar en sí misma, y en sus diferentes modalidades. Pero ella misma no es más que la consecuencia de la limitación inicial que nos parece estar en el origen del dogmatismo filosófico en general y que primero debemos sacar a la luz.

El primer parricidio que está en el origen de la metafísica sistemática de Occidente no es el de Parménides por Platón, sino la de Platón por Aristóteles. Al "matar" a Parménides, afirmando la existencia del "no ser", Platón no ha hecho más que desarrollar la misma intuición metafísica que, en Parménides, parecía bloqueada en la visión el objetivo de una especie de trascendencia abstracta del Uno: introduciendo el movimiento en el en el corazón mismo de las Ideas no ha hecho más que aplicar el principio rigurosamente metafísico de la coincidencia de los opuestos; el Otro del sofista se convertirá con la Materia Inteligible de Plotino en el equivalente del Maya νedántica, y el  "dogma" de la Encarnación del Verbo, fundamento de la tradición espiritual que hará la unidad de Occidente, no será más que otro aspecto del mismo "parricidio" así como del principio metafísico de la coincidencia de los opuestos que formulará explícitamente Nicolás de Cusa.

La revuelta antiplatónica de Aristóteles tiene un alcance muy diferente. Si se puede considerar legítimamente una especie de complementariedad entre la "cosmología" aristotélica y la "metafísica" platónica, la oposición entre las dos las dos doctrinas es manifiesta en lo que concierne a la metafísica propiamente dicha. O más exactamente creemos poder decir que la "metafísica" en tanto que dogmatismo sistemático comienza con Aristóteles. El Estagirita es el fundador de lo que hemos llamado el dogmatismo ontoteológico, que constituye el primer estadio importante que creemos legítimo distinguir en la historia de la metafísica sistemática (1).

Aristóteles nos parece haber fundado de una manera decisiva lo que llamaremos el cosmologismo y el humanismo de la metafísica occidental, y según las cuales el hombre, cuya esencia se identifica con su condición de "animal racional" considera tanto su yo como el mundo y el Principio metacósmico en función de la realidad "sustancial" de lo finito más bien que en función de la realidad "esencial" de lo Infinito. En otras palabras, el aristotelismo está fundado, - como lo será toda la metafísica sistemática de Occidente- en una inversión de las relaciones metafísicas entre la Esencia y la Sustancia.

Las sombras de la Caverna platónica adquieren ahora carne y sustancia. Las realidades sensibles ya no son reflejos, sino "sustancias". La Idea “separada" ya no es más que una "abstracción". Las formas no son reales más que en función de su actualidad cosmológica. Si las "formas" son ingenerables e incorruptible, el hecho es que, en lo que concierne a las especies del mundo "sublunar", no tienen densidad ontológica más que en razón de su actualización en condiciones de individuación. La "sustancia" u "ousia" aristotélica como hemos intentado mostrarlo (2), es la esencia en tanto que se actualiza en los compuestos "hilemórficos". La trascendencia abstracta del Dios Acto puro que aparece como la contraparte metafísica

(1) Aquí sólo podemos esbozar a grandes rasgos los diversos estadios de esta historia de los sistemas. Nos permitiremos reenviar a nuestro estudio sobre el Ser y la Individualidad para un análisis más detallado de diversos aspectos importantes de la ontología "sustancialista", así como las tres estructuras temporales  lógicos, estéticos y negativos que corresponden a las tres etapas principales que creemos poder discernir en el dogmatismo temporalista.

 (2) Cf. Ser e Individualidad. Parte 11. Capítulo 2: "La ontología sustancialista de Aristóteles y el principio de individuación”

 de la limitación de las "formas sustanciales". El creacionismo de la οntoteología escolástica vendrá a confirmar y explicitar el cosmologismo antimetafísico resultante de la inversión de las relaciones platónicas entre Esencia y Sustancia. Si la eficiencia del acto "creador" parece más íntimamente ligada a la "criatura " que conserva en el ser que la sustancia "hilemórfica" conectada al Motor inmóvil que lo mueve en tanto Supremo deseable, es a la misma limitación fundamental y a la exclusión recíproca del Absoluto y de lo manifestado lo que estamos tratando en ambos casos. Creacionismo tomista es la extensión natural de la revuelta antimetafísica de Aristóteles. . Es, además, un análisis de esta actividad creativa que ponga más netamente de relieve la subversión antimetafísica a la que aludimos.

La trascendencia abstracta del Dios de Aristóteles parece fundada en la ausencia de una mediación aparente y efectiva entre el Acto puro y los seres finitos: esta pura conciencia de si no piensa el mundo pensándose a sí misma: deja, por así decirlo, fuera de ella el mundo que le imita. Pero el acto creador de Dios de la ontοteοlogía creacionista no nos parece penetrar más profundamente en  la intimidad de las realidades finitas; la criatura se plantea como esencialmente y eternamente distinta del Creador. Y sabemos que de una manera general la esencia de un Absoluto privado de la dimensión metafísica del Uno o del Si implica necesariamente una irreductible correlación limitativa entre Dios y el Mundo, el Creador y las criaturas. Esta limitación antimetafísica se traduce en el creacionismo por una cierta disparidad entre el Entendimiento y la Voluntad divina. Mientras que el Absoluto según la perspectiva metafísica es una Inteligencia cuya perfección se expresa necesariamente por la producción de realidades participadas, el Dios del creacionismo está en cierto sentido más cerca del Dios no productor de Aristóteles que a la Inteligencia concebida en estilo metafísico. Mientras que las "posibilidades" contenidas en esta última son en tanto que tales la esencia misma de las realidades finitas, las posibles contenidos en el Entendimiento del Dios Creador , estrictamente hablando, no son, con todo rigor , más que  "virtualidades" a las cuales falta la perfección de la actualidad. Es la Voluntad divina la que tiene la función de hacer que estos "posibles" pasen de la potencia al acto.

La Voluntad es lo que permite aquí al Absoluto aparecer no sólo como Persona, sino como Ser supremamente real.  Es porque es Voluntad  y Todo potencia que el Absoluto del dogmatismo ontoteológico , incluso en las  perspectivas más aparentemente "intelectualistas" que "voluntaristas" , como el tomismo, y con mayor razón el voluntarismo escotista o cartesiano, aparece como el Ser supremo. No es el Ser supremo más que porque es el Supremo Existente que parece tener como esencia no tanto ser el acto puro de existir  y la infinita perfección de lo real como de hacer existir las "criaturas", de poner los posibles en una existencia cosmológica concebida como más eficaz que la que tenían en su Entendimiento. En otras palabras, el Absoluto es literalmente planteado en términos de la existencia cosmológica que tiene la misión de fundar por así decir en su sustancialidad cosmológica. El ser ya no es más Esencia o Hiperesencia, es Sustancia y Existencia: es la "Materia Inteligible", la potencia infinita de expansión que se convierte en la esencia misma del Absoluto. Y hemos visto que la identificación limitativa de la esencia del Absoluto con causalidad infinita era paralela a la identificación de la esencia del hombre con su condición cosmológica de animal racional: Dios está él mismo encadenado por esta relación creadora a un mundo del que el hombre es prisionero (3). Dios y las criaturas son como prisioneros atados a los dos extremos de la misma cadena.

El Absoluto que no es más que Causa no es tanto Ser universal o plenitud infinita del Ser como Ser por excelencia: no es más que es el primero existente en una jerarquía de existentes, y no el Uno-sin-segundo de la perspectiva metafísica. Este olvido o rechazo de la integralidad del Ser que está en el origen de la ontoteología tradicional fundada por Aristóteles constituye el primer acto de acto de esta a desesencialización progresiva del Absoluto que nos parece una de los caracteres más esenciales de la historia de la metafísica sistemática.

(3) Recordemos que el pasaje al emanantismo panteísta de Spinoza no cambia nada de óptica fundamental de la ontoteología. Incluso si escapa a la limitación inherente a la distinción entre el Entendimiento y Voluntad -que está implicado el contingentismo creacionista- y que Spinoza ha criticado justamente - la Sustancia causa de sí que produce los modos y ya no criaturas "sustanciales" implica igualmente la limitación fundamental de un Absoluto decapitado de su dimensión esencial. La imperfección metafísica de una Voluntad arbitraria cede aquí el paso a la imperfección de una potencia que expresando la inteligibilidad de la Substancia no es ella misma la expresión sino la esencia de lo Absoluto. Los modos tanto como las sustancias creadas son efectos y no reflejos.

PAGS 228-229

B) DE LA ONTOTEOLOGÍA AL DOGMATISMO TEMPORALISTA

Este “primer olvido” entrañará otros.

El temporalismo virtual de la ontoteología se desarrollará en un segundo estadio de esta historia de los sistemas y el criticismo idealista de Kant nos parece haber gozado con relación al dogmatismo temporalista el mismo papel  que el “realismo substancialista” de Aristóteles con relación a la ontoteología. El hombre identificado al animal racional no podía enfocar el absoluto más que a partir de sistemas limitados que buscaba para darle sentido. Y se puede afirmar en un sentido que lo Incondicionado al cual daba lugar la teología positiva de las “pruebas clásicas” de la ontoteología (4) es más bien un Dios lejano y escondido que el Uno plotiniaano o el Atman-Brahman shankariano, en la medida que la aparente infinidad de su esencia se agota por así decir en poner la distancia infinita que separa la criatura, definida por sus limitaciones existenciales, de un Absoluto que no es más que Causa primera. El segundo estadio de esta desencialización, el del dogmatismo temporalista, que fue preparado por el cogito cartesiano y sobre todo por la Analítica transcendental de Kant, y que se manifiesta con brillo en el sistema de Hegel nos parece poder explicarse a partir de la limitación metafísica del Absoluto tanto como a partir de la autonomía virtual del hombre, que se encuentran presupuestas en la ontoteología.

El Absoluto que no es más que creador es una contradicción en los términos que el dogmatismo temporalista va a intentar reducir. En efecto de dos cosas una:

1º o bien lo Absoluto es verdaderamente infinito y entonces no tiene necesidad del mundo más que en el sentido de que este expresa la infinidad de su esencia: si el mundo con relación a Dios aparece como un efecto, no es más que un reflejo simbólico con relación a la Infinidad integral del Uno.

2º o bien lo Absoluto tiene necesidad del mundo, en el sentido que no sabría ser concebido como Causa primera independientemente de su relación a un efecto puesto en la substancialidad cósmica, pero entonces no es rigurosamente infinito.

O todavía, la “verdadera” infinidad del Absoluto que se revelará lógicamente a parte de esta presuposición implícita de la ontoteología no es más el Infinito metafísico que hemos sacado a luz. El sistema de Hegel nos parece

(4) Que hemos mostrado porque ellas nos parecen traer de nuevo al argumento cosmológico y no al argumento ontológico.

mostrar que la transformación del concepto ambiguo y contradictorio del Absoluto transcendente que había forjado la ontoteología era una consecuencia natural de su limitación fundamental. La abstracción y la virtualidad que la ontoteología atribuía exclusivamente aunque de manera más o menos implícita (5) a las esencias contenidas en el Entendimiento divino van lógicamente a resurgir sobre el ser mismo de lo Absoluto. Y el rechazo u olvido inicial de la Transcendencia o de la Infinidad integral del Absoluto metafísico que había conducido a la ontoteología a poner la Transdendencia abstracta del Dios causa primera, va a devenir el rechazo u olvido de la Transcendencia en general.

El Absoluto no será ahora más que inmanente. El infinito hegeliano será concebido en estilo cosmológico y se identificará con la negatividad creadora del Tiempo.

El tiempo deviene necesario para la actualización progresiva de un Absoluto que no es más que lo que él manifiesta y cuya actualización es necesaria para su promoción ontológica. La Subjetividad pura del Absoluto no es aquí más que una abstracción vacía. El Infinito debe negarse y manifestarse para devenir “real” y esta negación no es ilusoria: Maya no es más la potencia de expansión del Absoluto: ella es el Absoluto mismo en busca de actualización. Lo “finito”, es pues necesario a la realidad de lo Infinito que se enriquece progresivamente de su substancia, que él conserva después de haberla “suprimido” en la Aufhebung (anulación). La manifestación del Absoluto, que no se concibe aquí más que en estilo cosmológico (ella no es más que temporal-espacializante) no es tanto la expresión necesaria de su Infinidad como la realización progresiva de esta última: Dios se crea por así decir a si mismo creando al mundo: se revela progresivamente en formas cada vez más altas, yendo de la Naturaleza al Espíritu, a través del desarrollo triunfal de las civilizaciones humanas.

Sin duda aquí el Tiempo es en un sentido igualmente destructor y la negatividad del Absoluto es doble, como en la perspectiva metafísica: lo finito no queda exterior al Infinito, como en el dualismo ontoteológico: se encuentra igualmente “integrado” al Infinito. Si el Infinito debe “negarse” limitándose por su manifestación en lo finito, esta

(5)   Es en el sistema Leibniztiano que el carácter abstracto y virtual de los “posibles” aparece sin duda de la manera más explícita. Podrían sacarse a luz aquí matices interesantes, que marcarían diversos grados de desencialización en el interior de la ontoteología misma

negación debe ser ella misma negada o suprimida para que se afirme integralmente la negatividad de este nuevo Infinito de estilo cosmológico.

La negatividad del Absoluto es tal que destruye y suprime lo que revela. Dios debe no solamente encarnarse en el Hombre-Dios para devenir real, él debe negar esta negación para devenir real muriendo en la Cruz. Es solamente entonces cuando se manifiesta el reino del “Espíritu”. Pero importa situar bien el valor de esta doble negatividad con relación a la negación metafísica. Lo finito no es puesto como exterior a lo infinito, es constantemente integrado y conservado en la substancia misma del Espíritu, después de su negación: pero esta conservación es diferente de la integración metafísica: hemos visto que a la manifestación necesaria del Absoluto metafísico debía suceder un retorno no menos necesario a lo no manifestado. De donde los aspectos del tiempo que hemos sacado a la luz. El aspecto “expansivo” o visnuita , por una parte, y por otra parte el aspecto “compresivo”, destructor, o “shivaita”. El retorno a lo no manifestado era aquí como la prueba simbólica de la Infinidad del Absoluto: la doble acción de manifestación y destrucción no añade rigurosamente nada a la Infinidad del Uno: no es más que al “prueba” de que lo finito nunca ha sido rigurosamente otro que lo Infinito.

 En el temporalismo hegeliano, el pasaje a la finitud añade alguna cosa al Ser en busca de plenitud y esta alguna cosa es conservada después de su supresión en la substancia misma de lo Absoluto. Esta aparente integración de lo finito es pues lo opuesto de la integración metafísica: el Infinito y lo finito no son más que dos aspectos complementarios de una misma finitud fundamental que ha sido como divinizada. Es la substancia “cósmica” del mundo que aquí deviene el Absoluto. El Absoluto no está más que en el devenir de esta totalidad moviente que constituye estos dos aspectos complementarios: lo finito y lo infinito. El falso infinito metafísico que es el Infinito hegeliano tiene necesidad de lo finito porque el mismo es finitud y pobreza esencial, sed eterna de actualización. Hay una perfecta complementariedad y una integración recíproca de los dos elementos en una Totalidad que no será más que en el fin lo que ella es en su “verdad”. Es esta inmanencia exclusiva y radical del Infinito en lo finito lo que nos parece constituir por otra parte la esencia de lo que conviene llamar panteísmo.

La perfecta reciprocidad de términos de esta relación puede ser sacada a luz a partir de la situación del hombre en la antropología hegeliana. Hemos visto que el ser humano cuya esencia es identificada con su condición de animal racional se encontraba, en el marco de la ontoteología, en una independencia relativa pero real con relación a un Absoluto que no era más que su causa y no el Sí. El Cogito cartesiano y la Razón pura de Kant han contribuido a transformar en autonomía verdadera esta independencia relativa. Si el hombre es incapaz en tanto que tal de conocer el Absoluto y es verdad que su esencia está en su condición de animal racional ¿no es la subjetividad humana la que sería ella misma el Absoluto? 

Se sabe que el dogmatismo humanista de Hegel ha respondido prácticamente de manera afirmativa esta cuestión. El “fenómeno” no reenvía a una inaccesible cosa en sí, sino que es la manifestación integral de una esencia radicalmente inteligible al espíritu del hombre. No hay más tras-mundo: la esencia del hombre y la esencia de lo absoluto son una solo y misma esencia. Si Dios ha “muerto” enviando su “Espíritu” al mundo, no era para retornar hacia un inaccesible más allá, sino para mostrar que continua viviendo en esta alternancia enriqueciente de la vida y la muerte de los individuos, de las naciones, de las civilizaciones humanas.

El animal racional está divinizado, o más exactamente la Humanidad en tanto que Espíritu encarnado y progresando a través de las vicisitudes enriquecientes de la Historia y de la Cultura, no es otra cosa que Dios mismo: verdadera imagen al revés de la identidad metafísica entre el ego y el Sí. El hombre en tanto que tal se identifica aquí al Absoluto mismo en tanto que llega a la plenitud de su esencia: no el hombre en tanto individuo singular, sino la abstracción cosmológica de la Subjetividad humana en tanto que Humanidad. La esencia de la persona singular del hombre así como la de Persona infinita del Absoluto se encuentran igualmente ahogadas e integradas en la Totalidad cosmológica y panteística que constituye el Espíritu hegeliano.

El dogmatismo temporalista de Hegel limita lo Absoluto colocando el aspecto exclusivamente creador del tiempo: el aspecto negativo o destructor  de la negatividad temporal, no es aquí más que el complemento del aspecto positivo y creador; la negación como tal es siempre enriqueciente para lo Absoluto, sea que se "niegue" para limitarse, sea que suprima esta limitación. En otras palabras, la negatividad no es aquí la contraprueba continuada de la Infinidad del Absoluto mediante la "transformación" de lo finito en la plenitud de su esencia: no es sólo más que un factor de promoción ontológica.

Pero la desesencialización inherente al propio dogmatismo temporalista comporta grados, o "momentos" donde se afirma sin más discusión la autonomía de una existencia encerrada en su sustancialidad cósmica. Es un segundo momento de este dogmatismo que ahora debemos esbozar, y que, correspondiendo al temporalismo estético de Bergson, nos parece aportar un nuevo acrecentamiento de la limitación del Absoluto enfocado por la metafísica sistemática. El temporalismo hegeliano era "racionalista": el Absoluto era racionalista": el Absoluto no fue captado por una intuición mística o intelectual, sino racional, o más precisamente se captaba en la síntesis continua de los opuestos que suscita su devenir incesante . El principio de no-contradicción fue superado, pero en el plano mismo de una la razón divinizada y disfrazada de Intelecto. La pseudodistinción entre el entendimiento que divide y la razón que "une" permitía encontrar el camino del Absoluto, de la Unidad y la Totalidad, en el reino mismo de las contradicciones y lo indefinido que Kant había puesto en evidencia. La implicación recíproca de lo finito y lo infinito equivalía a una racionalización de la real.

Las Esencias no estaban ausentes: pero al principio eran abstractos y las contradicciones del devenir llenaban progresivamente su vacío inicial. Todo lo que ocurre es a priori planteado como integrable en la esta Subjetividad omnisciente; el devenir no hará más que desarrollar esencias radicalmente transparentes al Saber absoluto. Si el devenir es creador, si enriquece en un sentido el mismo Absoluto, es por una especie de auto-revelación de si del Absoluto, y del despliegue de sus propias virtualidades. En otras palabras, la temporalidad está estructurada por el sobrevuelo unificante de un Absoluto que sigue siendo una "esencia". Si el animal racional no es el Intelecto metafísico, es al menos Razón absoluta, fundamento de la inteligibilidad de una existencia que integra totalmente en su esfera.

El temporalismo estético aparece, en la desesencialización del Absoluto como una fase en la se acrecienta a la vez la limitación de este último y el aspecto "creador" del Tiempo, y donde se afirma la preponderancia acrecentada del "polo substancial" en detrimento del "polo esencial de la Existencia cósmica.

El tiempo hegeliano no era integralmente creador: su creatividad estaba limitada por la permanencia de las esencias. La "novedad" era de alguna manera previsible. El Saber objetivante del Absoluto hegeliano se había protegido contra las amenazas de la experiencia: es el propio Absoluto el que pone la existencia en la que encontraba, por así decirlo, su propia imagen: sólo lo "racional" era "real".

Ahora bien, esta racionalización puede aparecer como una doble limitación de lo real y lo Absoluto: 1) divinizando la Humanidad, el Sistema excluye la Trascendencia del Absoluto metafísico, que se encuentra degradado en Totalidad cosmológica.

2) racionalizando la “existencia" a la que se da la ilusión de integrar, el Sistema excluye de hecho la dimensión de la individualidad, de la singularidad que, sin embargo, se puede probar fundamental sin embargo  desde el punto de vista de la existencia.

El dogmatismo estético intenta precisamente defender los derechos de la existencia, pero en el mismo plano donde estaba colocado el sistema hegeliano, es decir, el de la inmanencia integral (6), es decir, el temporalismo. El Absoluto se encuentra identificado con el Tiempo de una manera aparentemente radical: ya no hay aquí esencias o posibilidades que preexistan a su actualización: una visión intuitiva y concreta de la realidad nos prohíbe recurrir a tales abstracciones. La esencia, aunque esté necesariamente existencializada, aparece aquí como una abstracción. Esta estadio es notable: el temporalismo estético hace en suma al temporalismo "lógico" o racionalista, , como a toda perspectiva más o menos esencialista, un reproche análogo al que el temporalismo lógico, de acuerdo con Aristóteles, hizo a los esencialismos platónicos.

Todas las formas de esencias metafísicas o cosmológicas aquí pasan por vistas esquemáticas, que enmascaran la plenitud concreta de las existencias singulares. La existencia no puede quedar aprisionada en la abstracción objetivadora de los conceptos: surge en su intervalo. Más allá del sobrevuelo  unificante y racionalizante de las esencias que estructuran un devenir que hacen inteligible, la intuición debe captar un nuevo absoluto:  la duración pura de las realidades singulares. Después del

(6) Kierkegaard había reivindicado los derechos de la existencia en el plano "religioso donde hemos detectado la coexistencia ontoteológica entre la inmanencia del mundo y la trascendencia abstracta de Dios.

 rechazo del Intelecto y de la Fe, la razón está a su vez prohibida en la medida en que sólo es un discurso sobre el ser y una manipulación de abstracciones vacías. Ahora se nos pide que vayamos a la cosa misma, más allá de toda mediación. Y el dogmatismo estético (7) a su vez forja un nuevo avatar caricaturesco de la intuición intelectual, al mismo tiempo que un nuevo Absoluto. Si el animal razonable en tanto tal no alcanza más que abstracciones, el hombre no está condenado a permanecer en penitencia ante las puertas del Ser. El dogmatismo estético, al igual que el temporalismo hegeliano, quiere ir más allá del relativismo de Kant. El hombre llega aquí al ser mismo, y no a los "fenómenos". En Hegel, es el fenómeno plenamente racionalizado que se convierte en el contenido y expresión del ser: el fenómeno revela integralmente la esencia. Si el temporalismo estético elimina la mediación de las esencias, la intuición estética pretende igualmente introducirnos en el corazón de la realidad. Pero este contacto inmediato e infalible, que implica toda la forma de intuición, se convierte aquí en una captación de lo inmediato, por debajo de la mediación de la lógica aristotélica o "dialéctica".

El devenir mismo es el Absoluto que capta esta nueva caricatura de la intuición intelectual. Y este devenir es radicalmente creador. "Creación continua de imprevisible novedad", como suele decir Bergson. La "Materia inteligible” o Maya como el poder de expansión del Absoluto por así decirlo se encuentra reducida aquí a un estado puro, por así decirlo: está  radicalmente separada de una Esencia que ya no tiene más la función de expresar o enriquecer. Crea literalmente "ex nihilo", desde su ininteligible opacidad, las formas radicalmente "nuevas" que no están fundadas en una "esencia". El intervalo "existencial" que separa, por así decirlo, las abstracciones conceptuales está erigido en absoluto. Y este absoluto no está exento de ambigüedad: la captación intuitiva e infraconceptual de las existencias singulares no puede conducir evidentemente a una individualidad distinta, porque cualquier distinción es una parada: por eso la intuición de duraciones singulares conduce necesariamente a la Duración cósmica, en la plenitud opaca del propio Tiempo creativo (8).

(7) La llamamos estética  para evocar el carácter de inmediatez de la propia intuición, así como de la realidad que capta.

 (8) Cf. Ser e Indivisibilidad, Parte 2, Cap. 3, par. 3 (La ontología del desarrollo creativo) donde hemos analizado ampliamente este aspecto de la “duración creadora” a propósito de la intuición estética de lo individual.

Y este Tiempo creativo no es otra cosa que el aspecto tenebroso del Poder de la Potencia del Uno en tanto que ella está radicalmente separada del Uno o de la Esencia hiperesencial así como de todos sus reflejos o sus avatares caricaturescos. Se trata aquí de nuevo de una forma aparentemente positiva de la Sustancia universal: la duración creadora del temporalismo estético reviste el aspecto de una plenitud opaca y expansiva.

Pero esta creación de novedad imprevisible que aparece como "enriquecedora" ¿no implican, no solamente como la Totalidad panteísta del Absoluto hegeliano, una limitación del Absoluto, lo cual es bastante evidente, sino una contradicción interna?

a) Una limitación del Absoluto, en primer lugar, en el sentido de que la totalidad que constituye el Devenir creativo comporta una indeterminación radical que se encuentra enfocada en la confusión infra-racional de la intuición estética. La aparente interioridad y la profundidad de este enfoque camuflan de hecho la exterioridad expansiva y el vacío de la Sustancia o la Nada "sustancial": la exclusión radical de esencia pone, por así decirlo al desnudo la raíz de la limitación "sustancial", es decir, la indeterminación de una actividad caótica y moviente que no está orientada hacia la plenitud positiva de un término. La superación de las limitaciones "esenciales" conduce a la falsa plenitud de la ilimitación sustancial del "apeiron" que está en la raíz misma de toda multiplicidad. Y es la ausencia de términos, excluidos a favor de su intervalo, lo que impide esta multiplicidad sea captada en su exterioridad sustancial y limitativa.

Lo Múltiple separado radicalmente de lo Uno no resulta ni siquiera más Múltiple, sino indeterminación caótica, o coincidencia de opuestos por confusión sustancial y no por identidad esencial. Este falso Absoluto es como un reflejo caricaturesco e inversamente análogo a la plenitud infinita del Ser.

b) Por otra parte, la duración creativa implica una contradicción interna en la medida en que una actividad creadora que no es más que intervalo entre dos términos no podría parecer propiamente como creadora de la nada. La duración separada de toda esencia no podría enriquecerse ella misma: sólo puede dar vueltas y más vueltas, indefinidamente, en el círculo opaco de su de su falsa plenitud. Las "nuevas" realidades sólo pueden caer de nuevo en la indeterminación de la nada de la que fueron extraídas. Además, ni siquiera podrían aparecer como verdaderamente nuevas ya que lo antiguo no puede conservarse aquí como en el temporalismo hegeliano. Porque no hay una esencia, o una actividad unificante de sobrevuelo para tomar a la "novedad" integrándolo en la sustancia del devenir creador.

El dogmatismo temporalista nos pone ante la alternativa siguiente:

- o bien el devenir es "enriquecedor" y permite la aparición de nuevas realidades, pero en la medida en que no es radicalmente "creador" : no hay "novedad" posible más que en conformidad con algún orden esencial.

- o el devenir es integralmente creador y hace emerger realidades radicalmente nuevas e "imprevisibles", pero entonces ya no es finalmente  "creador" de nada.

La plenitud de esta creación de novedad imprevisible no es más que un mito confuso que se desvanece a la luz de la perspectiva metafísica.

C) EL TEMPORALISMO NIHILISTA O LA AUTODESTRUCCIÓN DE LA METAFÍSICA SISTEMÁTICA.

Pero la propia filosofía viene a echar una mano, por así decirlo, a la metafísica integral, en una tercera y último estadio del temporalismo, que está en cierto modo fuera del dogmatismo temporalista, y que, constituyendo el límite extremo de la de la revuelta antimetafísica inaugurada por Aristóteles, nos muestra en qué sentido es legítimo poner con Heidegger el humanismo en relación con el "nihilismo". Al término de su revuelta antimetafísica, el hombre ya no se capta más a sí mismo como subjetividad racional, ni siquiera como una subjetividad vivente o "animal". Y el mundo ya no es ni siquiera más mundo, es decir, una totalidad. Y el tiempo ya no es del todo tiempo. O más precisamente, el mito del devenir creativo se ha disipado a la luz de una reflexión de la cual el hombre, aunque se capte a sí mismo como debajo de cualquier contenido sustancial, no podrá eludir indefinidamente las exigencias.

La subjetividad desesencializada del temporalismo estético podría, aparentemente, ser ponderada de un contenido a través de la inmersión confusa en la pseudo-totalidad del devenir creador. Se identificaría, por así decirlo, con esta Duración Creadora, como la subjetividad del temporalismo lógico sideral se identificaba con el Devenir dialéctico de la Humanidad divinizada

A decir verdad, el tercer estadio no explora tanto una dimensión nueva del  dogmatismo sistemático, como que no aporta una elucidación de su significado y constituye un suma su "verdad” , para usar el lenguaje de Hegel. La filosofía de la nada, que corresponde al sistema de Sartre (9), viene por así decir a denunciar el carácter mítico de la Totalidad inmanente que el animal racional había tomado por el Absoluto en el curso de su revuelta antimetafísica. Se podría captar este “nihilismo” como una reflexión sobre el destino del ser y del hombre al término del rechazo de las diversas formas de la Esencia, y en particular del temporalismo estético. En el marco de la perspectiva metafísica, esta reflexión corresponde a un desarrollo el aspecto más "sustancial" de la experiencia de la realidad que se pueda ofrecerse a la subjetividad humana,  o a la puesta en luz más radical que se pueda concebir de lo que hemos llamado  "polo sustancial" de la existencia manifestada.

Al término de su desesencialización, la subjetividad humana descubre un nuevo aspecto de la negatividad cosmológica. Esta ya no aparece en la positividad de su función de enriquecimiento e integración, que el dogmatismo hegeliano había privilegiado. La negatividad se revela aquí, por así decir, su aspecto positivamente negativo, o el aspecto destructivo en virtud del cual es el potencia de división, exclusión y separación. La negatividad hegeliana aparecía por otra parte el marco del temporalismo estético como una falsa integración de la singularidad de la existencia: la existencia estaba negada en el sentido de que estaba excluida de la esencia, más que substancialmente integrada en ella. Nuestras observaciones precedentes dejan por otra parte entender que una negación no fundada en la positividad de la Trascendencia integral del Uno no puede ser más que "masiva" o exclusiva. Es este aspecto masivo de exclusión, que está en el corazón mismo del dogmatismo sistemático, que la filosofía de la nada nos parece poner en evidencia y mostrarnos como la "verdad" de las pseudo-negaciones de la integración.

La negatividad aparece aquí como destructiva: el tiempo revela exclusivamente su aspecto destructor. La filosofía de la nada nos muestra que el tiempo separado de

 (9) Más que el pensamiento de Heidegger, que es mucho más complejo y que  nos parece caminar, aunque de forma un tanto vergonzosa y confusa en  la línea misma de lo que llamamos la perspectiva metafísica: su voluntad de ir más allá de la metafísica del Ser hacia una "ontología" del Ser nos parece significativo en este sentido.

la esencia no podría ser más que la negatividad destructiva. O más profundamente, esta filosofía de la muerte, o más bien por debajo de la muerte, nos muestra, por así decir, el reverso negativo de la desencialización inherente al temporalismo estético. Pues una temporalidad que ya no puede ser "creadora", que no puede hacer emerger nuevas formas o aspectos nuevos ,  tampoco podría ser destructiva, ya que no se puede negar o "suprimir" más que lo que ha sido afirmado o planteado previamente de alguna manera. La alternancia de la vida y la muerte implica la posición de una permanencia esencial La alternancia de la vida y la muerte implica la posición de una permanencia esencial que le sirve de soporte y criterio.

Una realidad radicalmente desesencializada está pues, por debajo del devenir. La temporalidad o la negatividad que la enfoca no podría pues llegar a su corazón más que en su superficie; porque no tiene ni interior ni exterior: es indeterminación radical. Es el doble aspecto subjetivo y objetivo de la Nada sustancial que este nihilismo temporalista nos parece poner en evidencia.

La subjetividad humana, al término de esta desesencialización antimetafísica, rechaza identificarse con cualquier contenido que sea: el hombre ya no es ni siquiera un animal racional, no es más que pura negatividad. El Espíritu se revela aquí en su forma más "limitada", que coincide por otra parte con la pura ilimitación o indeterminación sustancial: el hombre se define, por así decirlo, por la exclusión de todos los contenidos que podría limitar este “vacío" que ni siquiera podemos llamar aquí su ser. No es más que esta mirada desesperada al vacío de las existencias desesencializadas, incluida la suya. La existencia se encuentra aquí como rodeada en la oscura raíz de su limitación sustancial, que no es otra que el ego en tanto que origen de toda multiplicidad separativa. La negatividad "infinita" del Espíritu hegeliano y la creación bergsoniana imprevisible novedad encuentra aquí sus verdaderas raíces. El aspecto negativo o "destructor" de la negatividad cosmológica se revela aquí no como lo que destruye o transforma a un ser haciéndole pasar de una forma a otra, o integrando una nueva forma en su sustancia; revela aquí su aspecto más "masivo" y el más "sustancial": es lo que prohíbe la indeterminación radical de la subjetividad humana (el Para Sí), tanto como a la indeterminación radical del existente "objetivo" (el En-Sí) recibir una determinación "esencial", un significado, un valor. El tiempo no podría morder sobre la “impasibilidad” se estos "incorporales" (10), sobre el ser de este existencia radicalmente desencializada , no más que sobre la realidad del mundo o de la Humanidad.

La indeterminación radical de lo que excluye toda participación objetiva en las esencias y en los valores no podría ser objeto de una degradación, no más que de una promoción ontológica. La subjetividad no puede captar aquí más que la exclusión recíproca y radical de las "esencias" y la indeterminación de lo existente, sobre la cual estas esencias no llegan a tener agarre. Lo que substituye aquí las esencias es la pura actividad de negación masiva de la subjetividad humana que vacía las totalidades objetivas y sustanciales de su sentido y de su valor. Detrás del aparente devenir de la naturaleza y de los hombres, el vacío indiferenciado de la Nada sustancial conserva su impasibilidad inmutable.

Es, pues, el lado "oscuro" de Maya o de la Substancia universal lo que aquí se pone de relieve en evidencia: ya no más el aspecto positivo de la Materia inteligible, que usurpaban más o menos los dogmatismos anteriores, sino el aspecto "negativo" de la potencia de división, de exclusión, de limitación separativa. La filosofía de la Nada es, en definitiva, la visión del mundo que se ofrece a la indefinible e inasible subjetividad humana, - que de nuevo excede, pero por lo bajo, si se puede decir, su definición de un animal racional, - en las proximidades del polo sustancial al que se ha acercado al término de su desesencialización.

No es que se pueda identificar con ese polo mismo: la analogía inversa no es absolutamente rigurosa. Si la perspectiva metafísica nos permite justificar la intuición de una identidad esencial entre el yo y el Sí, no podría justificar la identificación entre el ego y la Nada, aunque no fuera más que porque el hombre es, y la Nada no es más que en tanto participa del Ser mismo . La Nada no es más que un límite que el hombre puede enfocar a partir de los contenidos que busca a excluirse en su negación masiva. No sabría ser intuitivamente captada en su actualidad. La filosofía de la Nada puede considerarse en este sentido como una especie de autocrítica de los sistemas al mismo tiempo que una autodestrucción de la misma metafísica sistemática. Revela el carácter ilusorio de los Absolutos forjados por los sistemas a partir del rechazo

(10) Para utilizar una expresión plotiniana (cf. Enn. III, 6)

inicial de la Trascendencia integral del Absoluto metafísico. Su "nihilismo" explícito, que hace del hombre una pasión inútil frente a un mundo absurdo, nos parece revelar el nihilismo implícito de la filosofía sistemática en general. La experiencia filosófica y antimetafísica del Ser se identifica bien, en última instancia, con la de la Nada, no porque el Ser puro no fuera otra cosa que la Nada, según la absurda fórmula hegeliana, sino porque el Ser o el Absoluto tal como lo plantean los dogmatismos antimetafísicos no es más que un aspecto más o menos disimulado de la Sustancia universal, o de ese polo sustancial de manifestación que hemos podido creer llamar a la "Nada .

El mérito de la filosofía de la Nada es haber mostrado en la indeterminación de pobreza de la Nada sustancial la verdad que esconde la aparente plenitud de las Tοtalidades sistemáticas. Nos parece revelar, además, al mismo tiempo que la fragilidad de los falsos absolutos, la raíz misma del dogmatismo sistemático en general. Y si en cierto sentido se escapa a la pesadez del sueño dogmático que comienza con Aristóteles y que se perpetúa a la vez tanto a pesar de Kant como gracias a él, de Hegel a Bergson, ya que comporta ese aspecto de lucidez que le permite denunciar la superchería de lo que llamamos metafísica sistemática, al situarse en su propio plano y prolongando su tendencia fundamental, en otro sentido constituye el Sistema por excelencia, o  el Sistema de Sistemas, en la medida en que la subjetividad humana, que aquí está destituida de toda de toda participación positiva, ya sea intelectual, afectiva o racional de todas las formas de Esencia, erige su propia nada, o su propia limitación sustancial, en la verdadero Absoluto. Ahora bien, es esta limitación sustancial, este sentido de la exclusión y separatividad que nos ha parecido constituir, al mismo tiempo que la raíz del ego, la raíz de lo que hemos llamado dogmatismo en general. El ego separado del Absoluto metafísico cede aquí a la tentación de hipostasiar por así decir su propio vacío, que es infinitamente menos real en un sentido que la falsa plenitud de los Absolutos que rechaza. Su extrema lucidez es al mismo tiempo una suprema ignorancia, y la fuente misma de la Ignorancia en virtud de la cual el dogmatismo filosófico es posible: el ego, encerrado en sus limitaciones sustanciales, se cierra al Absoluto para erigir esas mismas limitaciones como absolutas. La subjetividad y la negatividad que nos revela la filosofía de la Nada están la fuente de la revuelta antimetafísica bajo todas sus formas. Esta filosofía constituye simplemente el aspecto más profundo, o mejor aún, la raíz misma esta revuelta. Y en este sentido se podría decir que el temporalismo nihilista constituye el dogmatismo por excelencia pues se basa en la exclusión fundamental por la subjetividad de todo lo que no es su más extrema limitación existencial, a saber sobre esa potencia vacía y desnuda de negación por la que puede oponerse al mundo, a Dios, a las esencias y valores, poniéndose como un "ego". Es esta crispación fundamental de la subjetividad en su ego lo que se encuentra en la raíz de las crispaciones pasionales que ordenan la limitación de los sistemas filosóficos en general.

El interés de esta filosofía de la nada no nos parece menos capital en lo que concierne a la posibilidad contemporánea de una apertura y una acogida a la perspectiva metafísica. Si el hombre en general, y especialmente el hombre moderno se identifica espontáneamente con los Absolutos según inmanencia, difícilmente puede aceptar la lucidez sartriana que delinea su carácter ilusorio. El satanismo no es más que una tendencia, una posición límite. Satanás no es en tanto un ser, un anti-Dios, que lo que en el hombre permite al hombre crisparse sobre su ego, y lo que en el mundo permite que el mundo se "coagule", por así decirlo, en sus limitaciones existenciales. Y el que admite la validez de la crítica del contenido positivo del dogmatismo sistemático que la filosofía de la Nada puede sin duda hacerlo, en nombre del orgullo y bajo la imperio de una ilusión que son la raíz y el colmo del dogmatismo.

Pero una meditación sobre esta filosofía puede convertirse también en una interrogación que busca la fuente de los dogmatismo y sus fracasos, y que puede descubrir, a través del fracaso de los sistemas y el colapso de los Absolutos de sustitución que intentan encerrar el Infinito en absurdos límites, ese auténtico "camino hacia el Ser" que nos parece constituir la perspectiva metafísica. Tal es, al menos, el papel que ha desempeñado en nuestro propio esfuerzo de reflexión filosófica.


jueves, 8 de septiembre de 2022

PERSPECTIVA METAFÍSICA Y LA TRADICIÓN ESPIRITUAL (Georges Vallin)

 

PERSPECTIVA METAFÍSICA Y LA TRADICIÓN ESPIRITUAL

La perspective métaphysique.

Georges Vallin. Presses Universitaires de France pp. 61-83


La perspectiva metafísica, cuya doctrina nos parece superar el dogmatismo antinómico, se presenta como un ejemplo de la coincidencia de aspectos opuestos, ya que une la extrema universalidad de su contenido doctrinal y sus implicaciones espirituales con la extrema singularidad de su de sus raíces en una tradición espiritual particular. Antes de destacar la universalidad, es decir, la naturaleza de la perspectiva metafísica, creemos que es útil precisar su situación, es decir, las modalidades de su inserción en una tradición espiritual.

Recordemos primero que nos centraremos sobre todo en la expresión "filosófica" de la perspectiva metafísica. Los pensadores a los que apelaremos, tales como Plotino o Shankara, pertenecen a tradiciones en las que su obra filosófica tiene fuertes raíces. Son los diversos aspectos de este arraigo que intentaremos captar, antes de determinar el contenido particular de sus respectivas formulaciones. Especifiquemos primero lo que entendemos por el término "tradición espiritual", que preferimos al de "religión". Una tradición espiritual, como el Hinduismo, el Taoísmo o el Cristianismo, esencialmente comporta, desde el punto de vista que nos interesa, las escrituras sagradas y los ritos por los que los hombres que pertenecen a ella se ponen en relación con la Trascendencia (1). Esta tradición, que implica la transmisión y, por tanto, la continuidad de las doctrinas escriturales tanto como los ritos destinados a regular y armonizar la vida espiritual y moral, puede ser ella  misma sea de modo religioso, cuando se basa, como es el caso en las tres tradiciones espirituales del cristianismo, el islam y el judaísmo, sobre una doctrina monoteísta y el culto exclusivo a un Dios personal, sea de modo "mitológico-metafísico", cuando se basa en la coexistencia de un aparente politeísmo y una doctrina  propiamente metafísica, en la que el aspecto "personal" de Dios es superado por el "suprapersonal" del Uno o de la Deidad (2), como es el caso del Budismo, el Taoísmo y el Hinduismo (3), o la tradición neoplatónica.

Preferimos reservar el nombre de religión para las tradiciones monoteístas para señalar la diferencia fundamental que separa estas últimas de las tradiciones mitológicas-metafísicas, especialmente en lo que concierne a la situación respectiva de la perspectiva metafísica en estos dos tipos de tradición. El monoteísmo exclusivo y dogmático de las tradiciones religiosas condena en efecto  la perspectiva metafísica a limitarse a un esoterismo más o menos extraoficial y herético, mientras que la ausencia de dogmatismo doctrinal de las tradiciones mitológicas-metafísicas, especialmente en el hinduismo, permite una expresión más libre y natural de esta perspectiva, teniendo en cuenta el esoterismo de hecho que esta última implica por esencia, en virtud de su  ilimitación interna, lo que desemboca inevitablemente en lo inexpresable, y constituye a la vez un peligro y un obstáculo para una mentalidad pasional y dogmatizante.

Sin duda hay excepciones, que se explican por la extrema universalidad de la perspectiva metafísica, y en virtud de las cuales esta última puede reencontrar la adhesión

(1) Utilizamos el término general Trascendencia para designar lo “divino” en los diversos ritos y actitudes espirituales del hombre tradicional en general (Los dioses, Dios personal, Deidad suprapersonal).

(2) Según las palabras de Plotino o las del Maestro Eckhart.

(3) Nuestra distinción es un poco masiva y esquemática. En este sentido, podría decirse que si el hinduismo puede clasificarse a primera vista como la tradición griega en la categoría "mitológico-metafísica", comporta un componente "teísta" muy importante que está vinculado a una corriente deνοcional (Bhakti) del cual el mismo Shankara tiene en la más grande cuenta y que no tiene un equivalente riguroso en la Antigüedad pagana, sino en la espiritualidad de los Padres griegos de la Iglesia cristiana.

de espíritus que no están integrados en un verdadera tradición espiritual (4). Es probable que este caso sea más frecuente en el marco el mundo moderno, y sobre todo contemporáneo, que se caracteriza por la desaparición o al menos por la debilitación del espíritu tradicional en general y religioso en particular. (Antigüedad grecolatina, Edad Media occidental,Antigüedad y Edad Media Oriental).

De hecho, es el marco espiritual del mundo tradicional el que constituye el terreno más favorable para la expresión de la perspectiva metafísica. Es por eso natural constatar el enraizamiento de sus representantes en una tradición determinada.

Lo primero que hay que señalar es que este enraizamiento aparentemente paradójico no hace más que sumergir y simbolizar lo que en el marco mismo de la perspectiva metafísica constituye la manifestación necesaria del Principio o del Absoluto. El Principio, por su propia infinitud, no puede dejar de "negarse" a sí mismo aparentemente manifestándose, bajo pena de dejar por así decir esta negación fuera de sí misma. Toda tradición espiritual, cualquiera que sea su origen y estructura (ya se basen en el carácter sagrado del mensaje condensado en la Escritura, como en el caso del judaísmo, Islam, del Hinduismo, o en el "mensajero", como en el Cristianismo) aparece como la manifestación continuada del Principio (5) que prolonga en el plano de las colectividades, presas del desorden y la confusión (6), la acción ordenadora del del Espíritu iluminando el caos de las "potencialidades" cósmicas. Al igual que el mundo, los fundamentos y los elementos de una de una tradición espiritual aparecen como símbolos que manifiestan el Principio al mismo tiempo que establecen un vínculo espiritual, tanto intelectual como existencial, entre el hombre y el Absoluto. Nos parece curioso

(4) Un ejemplo típico a este respecto parece ser el de Simone Weil que, sin integrarse en el judaísmo tradicional ni en la cristiandad, y quizás en cierta medida por este hecho, ha enunciado  muchas formulaciones desde la perspectiva metafísica.

(5) Esta doctrina del "descenso" necesario de lo divino, que está relacionada con la teoría tradicional de los ciclos cósmicos, está claramente expuesta en el Bhagavad-Gita."Bhagavad-Gîta", cap. IV, párrafos 7 y 8, p. 14 - trans. Sénart – Belles Lettres. "Cuando surge el desorden, me produzco a mí mismo...De edad en edad he nacido para el triunfo del orden.”

(6) Tal era aparentemente el estado espiritual del antiguo mundo occidental mundo de la antigüedad occidental, donde se entrelazaban las más variadas creencias en favor del debilitamiento de las creencias tradicionales en la época del nacimiento de Cristo, que fue el origen de lo que sería la tradición espiritual de Occidente.

señalar que el representante de la perspectiva metafísica, que por comodidad llamaremos el metafísico puro (7) prolonga a su vez la inserción aparentemente paradójica  del Principio en el mundo por el enraizamiento de  lo ilimitado de su perspectiva doctrinal en el marco necesariamente limitado de una tradición espiritual. Este enraizamiento aparentemente paradójico es, de hecho, tan "natural", desde el punto de vista de esta perspectiva, como la manifestación misma del "Principio" en el mundo.

Así como ve el mundo en su transparencia simbólica e identidad esencial con el Principio, el metafísico puro capta los elementos constitutivos de su tradición como reflejos simbólicos y no como "sustancias" (8). Percibe lo ilimitado de la Esencia a través de la limitación de las formas tradicionales. Por lo tanto, no siente la necesidad de enfrentarse a estas formas de forma frontal y negarlas de forma masiva y exterior (9) para superarlos, ni siente la necesidad de odiar al mundo o al yo para trascenderlos. Esta trascendencia se logra de forma natural, por así decirlo. Así, el metafísico puro se encuentra perfectamente a gusto en medio de las formas que su intuición intelectual percibe en su esencia, en su transparencia simbólica. Abraza espontáneamente la ortodoxia de las formulaciones escriturarias o de los ritos de su tradición, en los que no ve de ninguna manera absurdos infantilismos, sino vehículos providenciales que él mismo utiliza para la purificación de su psiquismo (10). Y cuando los otros utilizan estas mismas "formas" de forma más "literal", dogmática  y apasionada, de acuerdo con las exigencias de una intelectualidad más limitada, no busca en absoluto rechazarlos, ya que entiende el valor relativo  (11), la eficacia así como el contenido simbólico de tal comportamiento. Sin duda la ortodoxia del metafísico puro adquiere un aspecto diferente según

(7) Por la pureza o el rigor con que se concibe el Absoluto en esta perspectiva.

(8) En el sentido aristotélico del término.

(9) A la manera de los “heréticos”.

(10) El no-dualista Shankara escribió oraciones a Shiva concebidas como

Dios personal (cf. J. ΗΕSΒΕΒΤ: Hymnes á Shiva , Derain, Lyon) y Maestro Eckhart se dirige en particular en sus Sermones al Dios personal del exoterismo cristiano". (Traités et Sermons, p. 258, trans. de Gandillac, Aubier.)

(11) Cf. las palabras de Cristo hacia los fariseos: α En verdad yo os digo que reciben su recompensa. (San Mateo - 6, 2.)

que se considera en el marco de una tradición monoteísta o desde el punto de vista de una tradición mitológica-metafísica, desde el punto de vista mismo de la autoridad espiritual de las tradiciones en cuestión.

Shankara, en su lucha contra el budismo, fue el defensor de la ortodoxia brahmánica y aunque su interpretación de los Upanishads y los Brahma-sutras, es decir del Vedanta, no es aceptado por la gran mayoría de los hindúes que son adeptos del camino del amor (bhakti-marga) o la vía de la acción (karma-marga) y no la vía metafísica del Conocimiento (jnana-marga) (12), este último  sin embargo es considerado generalmente como la cumbre de la espiritualidad (13) y la doctrina del "no dualismo" shamkariano  como una formulación perfectamente ortodoxa de la tradición hindú. El maestro Eckhart, por el contrario, en el marco religioso del monoteísmo cristiano es más bien un hereje, como lo testimonia la bula del Papa Juan XXII condenando veintiocho artículos del maestro dominico. Esta apariencia inevitable se explica por la fosa que separa la universalidad de la perspectiva metafísica, del "dogmatismo” rebanado de las formulaciones religiosas.

Pero la sinceridad de la ortodoxia del metafísico puro no puede ser válidamente puesta en duda. La retractación del maestro Eckhart parece significativo en este sentido. No podía considerar su doctrina como heterodoxa ya que tenía el sentimiento de captar y expresar la esencia  profunda, más allá de las limitaciones formales de la expresión dogmática. Fue capaz de retractarse sin hipocresía (14) en la medida en que se dio cuenta del peligro de sus formulaciones metafísicas para las mentes que no podían captar su verdadero significado y sólo podían ver en ellos  orgullo, panteísmo, maniqueísmo, etc... Su retractación esencialmente significa que reconoce el peligro de falsas interpretaciones,

(12) LANZA DEL VASTO (Peregrinación a las fuentes, p. 94 y ss.) nos habla de un "vishnuista". que aunque reconoce la superioridad de los ascetas shivaitas  que siguen a Shankara, no se reconoce el derecho a adherirse a su doctrina, que considera que va más allá de sus límites psíquicos y mentales.

(13) Cf. J. HERBERT: Spiritualité hindoue, p. 371.

(14) Cf. Traités et Sermons o. c. Introducción de M. DE GANDILLAC, p. 11 : Eckhart hizo una declaración pública en la que, mientras protestaba por la pureza de sus intenciones, se inclinó de antemano ante cualquier condena doctrinal  de cualquiera de sus fórmulas imprudentes o equívocas.

, por otra parte inevitables, de su pensamiento, y no que rechace una doctrina que sabe ser la verdad profunda de los dogmas de su tradición. Sin duda tal actitud no puede dejar de parecer hipócrita a los ojos de la ortodoxia "exotérica", pero se trata de una mera apariencia que se explica por las limitaciones intelectuales, inherentes al exoterismo como tal. De hecho, no lo es a los ojos del mismo metafísico, cuya sumisión a la autoridad tradicional se extiende y  simboliza tanto el sometimiento de su individualidad "al Principio trascendente, o del yo al Sí.

El arraigo del metafísico puro puede revestir una doble forma, dependiendo de la naturaleza exotérica o esotérica de los ritos y las instituciones tradicionales que pone en juego.

En primer lugar, está su enraizamieno en el exoterismo tradicional que constituye la forma más aparente de su ortodoxia, sobre todo en las tradiciones monoteístas. No solamente el maestro Eckhart es católico (15) así como  su sucesor espiritual, Nicolás de Cusa, o uno de sus maestros preferidos , Juan Escoto Erigena (16), sino que como  ellos pertenece al clero (17). Eckhart es un monje dominico: Nicolás de Cusa es un cardenal. Igualmente, Shankara, que nació en la casta sacerdotal de los brahmanes, pronto se convirtió en sannyasin", es decir, un monje mendicante, de acuerdo con la regla de vida ideal del brahmán perfecto. También fue el fundador de la primera orden monástica (18) de tendencia shiνaita.

En lo que concierne a los principales representantes griegos del perspectiva metafísica, especialmente Platón y Plotino, su relación con el exoterismo griego es menos profunda que la de Shankara con el exoterismo brahmánico o de Eckhart  con el exoterismo cristiano. Este enraizamiento parece esencialmente esotérico, debido a la estrecha relación que

(15) Son el platonismo y el neoplatonismo los que constituyen el vehículo doctrinal de la perspectiva metafísica en el marco de las tradiciones monoteístas,  en el sufismo de un Ibn Arabi, en el Zohar de un Moisés de León, así como en las doctrinas cristianas de un Escoto Erigena, de un Eckhardt o de un Nicolás de Cusa. Para el "sufismo", que constituye la forma musulmana de la perspectiva metafísica, véase T. BUCKHARDT: Du soufisme (Derain) y las traducciones de BURCKHARDT 1ª) Del Hombre Universal de Al Jili (Derain); 2°) de La sabiduría de los profetas de ibn Arabi (Albin Michel). Para Moisés de León y el Zohar, cf. Scholem; Las grandes corrientes de la mística judía  , c h . 6 , p . 2 2 1 s q .

(16) Cf.M. CAPPUINS .  : Jean Scot Erigene ( Desclée de Brouwer ) .

(17) Pour Jean Scot esta pertenencia es controvertida, cf. ibid. p. 67.

1()) Cf. RENOU: India clásica, párr. 1238, p. 604.

enlazan platonismo y neoplatonismo al orfismo y sus misterios (19) por intermedio del Pitagorismo.

Teón de Esmirna trató de mostrar el paralelismo existente entre la filosofía de Platón, definida como una transmisión de los verdaderos Misterios (20), y los Misterios; como estos comportarían cinco partes que van desde la purificación inicial a la felicidad final. Del mismo modo se ha podido sacar a luz el paralelismo entre los Misterios y las Enéadas de Plotino, cuya doctrina se dice que fue fundida en molde mismo de estos últimos (21). Sin duda no estamos tratando aquí con "órdenes religiosas" como las pertenecían Eckhardt o Shankara , pero se sabe que la Academia, por ejemplo, era como la secta pitagórica, una asociación religiosa, una "cofradía" dedicado al culto de las Musas (22) y que, tras la muerte de  Platón, rindieron culto a este último.

Por otro lado, la enseñanza de las doctrinas platónicas parece haber revestido el aspecto de una iniciación a una vida espiritual superior reservada a un pequeño número de discípulos. Se conoce la promesa que se hicieron entre sí los tres discípulos del neoplatónico Amonio, Herennius, Origenes y Plotino (23) para mantener en secreto la doctrina de su maestro, que recuerda el secreto impuesto al iniciado en los Misterios.

Este aspecto de la iniciación también es característico de la enseñanza de las doctrinas metafísicas en el marco de la enseñanza νedántica. La iniciación comporta aquí en particular la transmisión de un "mantram" o fórmula simbólica del maestro al discípulo (24), la meditación de esta fórmula siendo concebido simultáneamente como un esfuerzo de desvinculación existencial y de intelección "filosófica". La transmisión de la enseñanza en su aspecto doctrinal va a la par con la una de una influencia espiritual, y los problemas de las relaciones personales entre maestro y discípulo aparecen

(19) Interesantes indicios de la relación entre el platonismo, neoplatonismo y los misterios griegos en la obra de V. MAGNIEN, Les Mystéres d'Εleusis (Ρayot) especialmente p. 162 ss.

(20) Theon de SMYRNE, Mathem, Prooem. p. 20-23, ed. Dupuís citada según Magnien, o. c. p. 154.

(21) Cf. MAGNIEN O. c. p. 165 ; Las Enéados son 6 porque los Misterios tienen seis grados. Cada eneada corresponde a un grado".

(22) Cf. MARROU: Histoire de l'Education dans l'Aintiquité, p. 107

(23) Cf. PORFIRIO: Vida de Plotino en: Εnéada I. trad. Bréhier, p. 3

(24) Cf. J. HERBERT: Spiritualité hindoue, p. 359

particularmente importante en este sentido (25). El enraizamiento de la perspectiva metafísica en el terreno de una tradición espiritual tiene como complemento necesario de la penetración ‘existencial’ de la doctrina en ' el alma toda entera', para retomar la fórmula platónica de la “ República”.

La enseñanza de las doctrinas metafísicas y cosmológicas del Vedanta en la India tradicional no se concebían independientemente de inserción en un linaje espiritual a través de una "secta", en particular "shiνaita", agrupando a "personas religiosas" cuya "realización" del Absoluto a través del Conocimiento metafísico era el objetivo fundamental y el asunto esencial de sus vidas. La realización de la verdad metafísica se concibe también aquí como una iniciación progresiva a puntos de vista cada vez más profundos. El esoterismo de la perspectiva metafísica está ligado al principio según el cual hay varios grados de realidad, cada uno de los cuales constituye, por así decirlo, la "verdad", en el sentido hegeliano de la palabra, del precedente. De ahí la distinción, muy frecuente en los textos, entre el Conocimiento superior y el inferior (26), que implica la posibilidad de una de una interpretación más o menos profunda (27) de la misma formulación doctrinal.

Esto nos conduce al importante problema de la exégesis de las escrituras sagradas o de los mitos tradicionales que juega un papel de primer plano en la expresión doctrinal de la perspectiva metafísica.

El aspecto más característico del enraizamiento de la doctrina metafísica y sus representantes en una tradición espiritual está constituida, en efecto, por la propia estructura de su expresión doctrinal.

Esta reviste esencialmente el aspecto de una exégesis o de un comentario sobre los textos canónicos o de las Sagradas Escrituras o de los mitos de las distintas tradiciones espirituales (28).

(25) Encontramos el mismo tipo de relación entre maestro y discípulo, basada en la absoluta obediencia y devoción de ésta hacia el primero, en el marco del esoterismo taoísta (cf. GRANET: El Pensamiento chino, p. 241) y el esoterismo mahayanista, especialmente en el Tíbet (cf. A.DAVID-ΝEEL Iniciaciones Lamaicas - Adyar).

(26) Por ejemplo: Bhagavad-Gita con el comentario de Shankara traducido por A.M. Sastry, p. 309.

(27) Esta distinción se convierte, en el marco Mahayana de la escuela Nagarjuna, en la de la "verdad última" y la de la verdad práctica ι. Cf. DE JONG: Cinco capítulos del Prasannapada. Ch, 18, p. 15 (Geuthner).

(28) Entre los neoplatónicos puede decirse que los diálogos de Platón constituyen el equivalente de un texto inspirado. No olvidemos el culto que la Academia rindió después de su muerte a Platón “heroizado”

La expresión de las verdades metafísicas, religiosas, cosmológicas en las diversas "Escrituras” tradicionales (Veda, Antiguo y Nuevo Testamento, Corán, Canon budista etc.) pueden ser considerados, en el marco de la perspectiva metafísica, como una forma universal de la manifestación del Verbo. Esta puede hacerse "carne” en el sentido de la Encarnación, tal como la concibe el cristianismo, en una individualidad humana. El Verbo puede igualmente convertirse en "Ley", como en el judaísmo mosaico o en el budismo, o “Libro ", como en el hinduismo o el Islam.

Los representantes "filosóficos" de la perspectiva metafísica se enraízan esencialmente en sus respectivas tradiciones por el intermediarios de esta  manifestación del Verbo universal en las diversas Escrituras "inspiradas". En las tradiciones que pasan por "reveladas", y especialmente en las tradiciones cristianas o hindúes la distinción entre  "Revelación" y "Tradición" es especialmente importante en este sentido. Los "metafísicos puros" que se adscriben a una determinada religión o tradición "revelada “ se sitúan en el marco de la "Tradición" en sentido restringido, en contraposición a la "Revelación",  este último término se refiere a la "inspiración" que se sitúa en el origen de las escrituras “de base”;  así los Vedas y los Upanishads en el contexto del hinduismo, los dos Testamentos con los escritos de los Apóstoles en el cristianismo constituyen la "Revelación" en sentido estricto (29); los representantes de la perspectiva metafísica se sitúan sea en el  propio marco (como Shamikara en el hinduismo) o más bien en la prolongación  (como Eckhart en el cristianismo) de lo que la teología católica llama "Tradición" (30). En los límites de la tradición griega, donde esta distinción no está puesta de forma literal, se puede sin embargo encontrar su equivalente, si se piensa en el  papel de los diálogos de Platón entre los neoplatónicos.

En los unos como en los otros se trata siempre de

(29) En sánscrito: el término e shruti a que es el equivalente del término “Revelación” en la teología dogmática del catolicismo, designa lo que es lo que se oye , la inmediatez de la audición  se opone al carácter mediato de la rememoración evocada por el término e smriti a (misma raíz que manas  = mental) que corresponde a la  Tradición a de la terminología católica.. Cf. R. Guénon: L'homme et son devenir, o. c. p. 13 sq.

(30) Cf. B. BARTMANN: Précis de théologíe dogmatique. Tomo I, p. 31 y ss.

relacionarse con una expresión doctrinal planteada como "original", es decir, como directamente  "inspirada" ( sea por "gracia divina en las tradiciones de forma religiosa o en el aspecto "religioso" de las tradiciones mitológico-metafísicas (31), sea por el "Νοûs inmanente al hombre en un marco rigurosamente metafísico).

Y esta conexión se traduce en el comentario e interpretación de los textos "inspirados" o "canónicos", así como de los mitos. Tal método es bastante común en el marco del pensamiento tradicional en general en todas sus formas, ya sea la cosmología, de teología revelada, o metafísica, en el sentido más general de este término.

Intentemos determinar brevemente el aspecto que reviste en la perspectiva metafísica. Los dos aspectos fundamentales de este "método" están constituidos, por un lado, por la explicitación y, por otra parte por la interpretación simbólica.

La explicitación de un texto por parte de los comentaristas es un proceso que también puede encontrarse igualmente en otras formas de expresión del pensamiento tradicional. Se mezcla en general en las doctrinas metafísicas con el método de la exégesis simbólica, que también puede encontrarse en textos que no está directamente relacionado con la perspectiva metafísica. Así, este método de interpretación de las Escrituras es común en la patrología griega, en un Dionisio Areopagita (32), un Gregorio de Nisa o Máximo el Confesor.

Pero se puede decir que, en este caso, el pensamiento de los autores que utilizan este método simbólico está bañado en una atmósfera espiritual impregnada por la perspectiva metafísica. La patrología griega es una extensión innegable del platonismo. Pero es en los escritos de los representantes de la Perspectiva Metafísica que este método se revela en toda su amplitud.

Los comentarios de explicitación o exégesis simbólica se justifican generalmente por la concisión o la ambigüedad de textos sagrados sin alcance simbólico, sea por la oscuridad y la aparente ininteligibilidad de los símbolos que ocultan (cf.el Apocalipsis) y sobre todo los mitos. La legendaria oscuridad de los Brahma-sutras ha dado lugar a varios comentarios.

(31) Véase el recurso a la noción de "gracia".

(32) Cf. ΡSEUDO-DYONISIO; Obras Completas. Trad, de Gandillac p.237 sg. (Aubier)

(33), además del comentario clásico sobre Shankara (34). Asimismo, la extrema concisión de PIatón concerniente a los aspectos importantes de su doctrina justifica aquí los comentarios de los neoplatónicos, especialmente en lo que se refiere a la trascendencia del Bien, en el sexto libro de la República.

El comentario de la explicación puede revestir aspectos diferentes : a veces se trata de seguir metódicamente la letra de un texto: así el comentario shankariano a los Brahmasutras, al Βhagavad-Gitâ o los Upanishads principales (35). A veces el comentario pretende seguir un texto y , de hecho, lo devora por la superabundancia y prolijidad de sus desarrollos. Este es, por ejemplo, el caso de Proclo, comentando el Parménides de Platón (36). A veces, se trata más bien, a propósito de la exposición personal de la doctrina', de una referencia constante a un texto que se comenta ocasionalmente: así lo hace Plotino con respecto a los diálogos platónicos. Mencionemos de nuevo el método clásico de los sermones, comúnmente utilizado por Eckhart, que comienza con una cita bíblica y apoya su comentario con innumerables citas de las Escrituras. Este último rasgo se encuentra en Shankara y Plotino, que se refieren constantemente a los textos tradicionales del Hinduismo (Vedas, Upanishads, Gita, etc.) y el otro a los textos platónicos (37). También hay que señalar igualmente que la exégesis simbólica se mezcla frecuentemente con la explicitación propiamente dicha en la expresión doctrinal de la perspectiva metafísica de ciertos mitos griegos en las Enéadas (38), de ciertos textos bíblicos en el Maestro Eckhart). No solamente este último se apoya en los

(33) Cf. V. S. GRATE: Étude sur les Brahma-Sutras et leurs cinq commentaires.Tesis. París 1918.

(34) Que constituye su obra fundamental. Cf. los Vedanta-Sutras con Comentario de Shankara. Traducido por Thibaut (2 volúmenes), Oxford 1890 y 1896.

(35) Cf. por ejemplo el Mandukopanishad, comentado por SHANKARA. Traducido al francés por M. SAUTON. Adyar, 1950. El método de argumentación de Shankara en sus Comentarios a los Brama-sutras recuerda mucho en su forma al método escolástico de de Santo Tomás en la Summa.

(36) Cf. PROCLO.us : Comentario sobre el Ρarménides de Platón. Trad.Chaignet (Leroux, 1900).

(37) También hay que señalar que las referencias plotinianas nunca son explícitas y literales,  a diferencia de las de Shankara, por ejemplo.

(38) Cf. por ejemplo, el 8º tratado de la 5ª Enéada, cap. 12 y 13 (tract.Budé, p. 150 y 151) donde Plotino da una interpretación simbólica de la genealogía hesiódica de los dioses; Uranos, Cronos y Zeus son respectivamente las tres hipóstasis el Uno, la inteligencia y el Alma universal.

 símbolos o parábolas utilizadas por Cristo en los Evangelios, sino que confiere a su vez un valor simbólico a ciertos acontecimientos de las Escrituras (39), y también recurre a símbolos para tratar de expresar lo inexpresable (cf. la imagen del arca, la chispa, el castillo, etc. para designar a la Deidad que está en la raíz del alma).

El enraizamiento de la perspectiva metafísica en una tradición espiritual determinada le asegura una continuidad y permanencia que simboliza en cierta medida la propia inmutabilidad de los "primeros principios" que pretende sacar a la luz. Es, por tanto, la inserción en una tradición espiritual en el sentido a la vez rico y preciso de la palabra que nos parece constituir la condición por excelencia de la continuidad de la de la verdadera "filosofía eterna".

Pero no debemos olvidar que esto último también implica también el rechazo de una idolatría de las "formas", sean las que sean. Las formas limitadas no son más que reflejos, no sustancias. Así que la permanencia que enfoca el comentarista no es tanto la de la literalidad integral de una cierta expresión doctrinal como el de la verdad que está hecha para vehicular. Si el contenido esencial sigue siendo rigurosamente el mismo, la forma en que se expresa puede evidentemente cambiar, aunque sólo sea para adaptarse a nuevas exigencias intelectuales y espirituales. Sin duda el origen mismo de la expresión escrita y especialmente "filosófica" se encuentra en la necesidad de adaptarse a dichas condiciones. Se admite corrientemente que en las antiguas tradiciones de China e India, la fijación por escrito de las grandes doctrinas es un fenómeno relativamente tardío, precedido por un modo de transmisión exclusivamente oral (40).

La "transmisión" de las doctrinas metafísicas en el contexto de la expresión "filosófica" a la que nos limitamos en este trabajo, corresponde aproximadamente a una explicitación

(39) Por ejemplo, el episodio de Cristo expulsando a los mercaderes del templo. Cf.Sermón nº 1, p. 117 (Aubier).

(40) Se conoce por otra parte la desconfianza de Platón y los platónicos con respecto a la fijación escrita de las doctrinas. Cf. PLATON: Cartas VII, 344,c. p. 54 (Budé). “Cualquier hombre serio se cuidará de no tratar asuntos serios por escrito.”  Cf. también PROCLO: Comm. Parmén, o. c., Tomo I, p. 163 c Las obras verdaderamente profundas sólo deben publicarse con gran prudencia ... para que, sin saberlo, no revelemos, como a traición, los misteriosos pensamientos de las almas divinas a los oídos vulgares y a los corazones corruptos”

presionada más y más, que parece acompañarse de una preponderancia creciente de raciocinios mentales así como de un deseo de “precisión” y “sistematización” teórica. -En el no-dualismo νedántico de Shankra se puede constatar que la expresión doctrinal comporta una cierta indeterminación, similar a la que se encuentra en los diáΙogos de Platón, y que algunos de sus sucesores y comentaristas han tratado de superar (41) mediante un esfuerzo de precisión. Este esfuerzo ha dado lugar a interpretaciones contradictorias (42). Es importante subrayar aquí los peligros de una "precisión" conceptual, correlativa a la explicitación, aplicada a las realidades "principales" que constituyen el objeto fundamental de la metafísica o de la teología (43); esta "precisión", que es aquí lo contrario de un verdadero rigor, corre el riesgo de paralizar la intuición intelectual que consiste en la captación simultánea de aspectos aparentemente contradictorios aspectos simultáneamente, y que la precisión conceptual  corre el riesgo de congelar y aislar (44).

No es más que en la medida en que la formulación conceptual y la argumentación son conscientes de su valor esencialmente simbólico y partiendo de su carácter fundamentalmente inadecuado, como pueden seguir siendo instrumentos de conocimiento metafísico, es decir, los vehículos de intuición intelectual. Nos parece que el mérito de la explicación racional de un Shankara o un Plotino radica precisamente en el hecho de que el concepto, en particular gracias a

(41) Una mentalidad raciocinante y dogmátizante no puede impedir confundir la interdeterminación de la plenitud y la indeterminación de la pobreza. De ahí la incomprensión de Aristóteles de la idea platónica, ese verdadero “universal concreto”, así como la confusión antimetafísica de Hegel entre el Ser puro y la Nada.

(42) Por ejemplo, con respecto al valor respectivo de ciertas metáforas utilizadas por Shankara para designar el alma humana: la imagen de la chispa y la del reflejo en el agua: sus discípulos se dividirán en dos escuelas según se apoyen en la primera o en la segunda. Cf. LACOMBE, o. c., p. 258.

(43) A este respecto, señalemos el aspecto dogmático de las formulaciones de la teología católica, en relación con la exigencia de precisión "jurídica" del espíritu latino, frente a la ausencia de dogmatismo en las formulaciones de

la teología oriental, que nos ayudan a comprender en qué sentido un  dogma religioso puede constituir un vehículo de intuición intelectual, más allá de la abstracción racional y de los sentimientos y de las demandas de las exigencias sentimentales y pasionales.

(44) Cabe recordar aquí la crítica hegeliana del entendimiento que divide o la crítica bergsoniana al concepto que trocea artificialmente lo real; pero veremos que la crítica metafísica del concepto se sitúa en una perspectiva diferente de las que inspiran estas dos célebres críticas.

Al método apofático y antinómico, nunca permanece congelado en sus aparentes limitaciones: mantiene profundos vínculos con el simbolismo de los mitos y ritos de las tradiciones espirituales a las que se adhieren sus doctrinas. Pero se entiende muy bien el riesgo, inherente a la explicitación como tal, de una ruptura con las formas simbólicas que constituyen un vínculo vital entre el hombre y la trascendencia. Es el enraizamiento de la especulación metafísica en el simbolismo tradicional lo que le permite a esta conservar a la vez tanto su vitalidad como su profunda continuidad.

El ejemplo de la metafísica νedántica nos parece particularmente iluminante a este respecto. La meditación ininterrumpida de los mismos textos fundamentales, especialmente el Gita y los Upanishads, ha suscitado numerosos comentarios desde Shankara a Shri Aurobindo (45), manteniendo hasta nuestros días la continuidad de una misma óptica metafísica, que se ha reflejado en expresiones diferentes y originales. Los peligros de la esclerosis escolástica y de dogmatismo filosófico o teológico (46) se encuentran compensados con por el enraizamiento en el simbolismo tradicional. Y sin duda también por la experiencia espiritual (47) que está en la base de las formulaciones doctrinales y que está en relaciones estrechas con el enraizamiento del metafísico en una tradición espiritual. No es casualidad que Shankara, que se nos presenta como un verdadero filósofo, aparece igualmente y sobre todo a veces como "místico".

Y sin duda la originalidad de las formulaciones metafísicas en el interior de una misma tradición espiritual se debe tanto a la necesidad de una explicitación particular de tal o cual aspecto de los principios" o del "Principio" en función de las nuevas exigencias intelectuales como del carácter particular de una experiencia espiritual determinada. Es así como el “Yoga” integral (48) de Aurobindo pedía una interpretación

(45) Véase el Bh. Gîta comentado por S. Aurobindo, trad. C. Rao y J. Herbert (Albin Michel).

(46) Veremos que el “dogmatismo”, es uno, ya sea filosófico como aquel que atacaba Kant, “teológico" como el que ataca  el racionalismo en general.

(47) Este aspecto tan importante lo estudiaremos en detalle en la segunda parte de este trabajo.

(48) Cf. AUROBINDO: La Synthése des Yogas (Albin Michel).

  nueva y por tanto “ortodoxa” de la célebre Bhagavad-Gita, donde hace un síntesis de los tres yogas tradicionales de Acción , Amor y Conocimiento, mientras que la interpretación de Shankara se basaba en la primacía exclusiva del "yoga" del Conocimiento. Más de diez siglos separan a "filosofía" de Aurobindo o la experiencia espiritual de un Ramana Maharshi - el último gran sabio de la India contemporánea -(49) de las de un Shankara; y, sin embargo, se trata de la misma metafísica.  Esta no ha hecho ningún "progreso".  La esencia misma del contenido doctrinal del Vedânta no dualista ha permanecido igual desde Shankara hasta su actual sucesor oficial (50).  Tal vez no sería inútil subrayar aquí lo que la idea de un "progreso" de la metafísica nos parece tener de quimérico. Se sabe que, a pesar de Kant, la metafísica occidental ha hecho  "progresos” transponiendo, por así decir, sobre el plano temporalista el sueño dogmático" de la ontología del cual  Kant intentó vanamente sacarlo. De hecho, hubo tantos progresos que los sucesivos y contradictorios dogmatismos, y estos progresos consistieron precisamente en un alejamiento progresivo del Ser, es decir, en un espesamiento del famoso sueño dogmático o en una degradación y un retroceso cada vez mayor de la metafísica. Sin duda el único progreso posible de la metafísica está en redescubrir lo que llamamos "perspectiva metafísica".  Tal es, al menos, la convicción de los representantes de esta última, que no han buscado tanto contribuir al progreso de la metafísica como redescubrir, tras las formulaciones simbólicas inherentes al contenido de sus respectivas tradiciones espirituales, verdades propiamente eternas a las que simplemente han tratado de dar una forma original, susceptible de comunicar a esos a los que se dirigían, las evidencias fundamentales que se encontraban en la raíz de las formulaciones “originales”. Es a Plotino que tomaremos prestada una declaración en parte significativa a este respecto: “ Nuestras teorías no tienen nada de nuevo y no son de hoy: ellas han sido enunciadas hace mucho tiempo, pero sin ser desarrollado, y nosotros no somos hoy más que exégetas de estas viejas doctrinas

(49) Cf. RAMANA ΜΑΗΑRSΙ. Colección de textos publicados por J.Herbert (Aydar).

(50) El  Jagad-Guru o gran maestro del monasterio de Sringert fundada por Shankara.

cuya antigüedad está atestiguada por los escritos de Platón" (51).

Ya habíamos señalado que el arraigo en una tradición espiritual no es una característica propia de la metafísica, sino un carácter que comparte con las otras formas de pensamiento tradicional. La permanencia y la continuidad de la perspectiva metafísica que acabamos de sacar a luz es bastante análoga a la continuidad de los "dogmas" dentro del marco tradicional de la Iglesia Católica (52).

Pero lo que nos parece digno de mención aquí es, en particular en el caso de Vedanta (53), el hecho de que esta continuidad no es la de los "dogmas" religiosos que se dirigen a la "fe" para ser "creídos", sino la de una doctrina "filosófica" que se dirige a la inteligencia a fin de ser comprendida. Y es por ello que constituye en ciertos aspectos un equivalente de lo que estamos acostumbrados a llamar "filosofía", en oposición a la "teología". En realidad, la perspectiva metafísica va más allá de la oposición de "filosofía" y "teología" (54) que ya era clásica en la época de Santo Tomás, y es la permanencia del aspecto "filosófico" - que tiende al primado del conocimiento en la "vida espiritual" o, más precisamente, en la vía de la Sabiduría en la cual se encarna la "metafísica integral"- que nos parece que hay que subrayar. Esta continuidad es la de una doctrina eminentemente "filosófica" o "metafísica", y por eso parece interesante esbozar una rápida comparación con los "sistemas" que nos presenta la historia de la filosofía moderna desde Descartes en adelante. Tras las apariencias de una pseudo "philosophia perennis", es difícil apercibirse que la situación de los sistemas filosóficos

(51) Cf. Enéadas V, 1, 8 p. 26 de la traducción. Bréhier (Ed. Budé).

(52) Estas dos continuidades coinciden de hecho cuando la formulación metafísica está arraigada en el marco exotérico del dogmatismo religioso, como fue el caso del Maestro Eckhart.

(53) La ventaja que el Vedanta tiene a este respecto sobre su equivalente occidental, el platonismo, es la continuidad vital de una tradición totalmente metafísica que aún pervive en la actualidad, mientras que el platonismo platonismo sólo sobrevive virtualmente a través de los dogmas religiosos, sin estar actualizado en un apoyo institucional, como fue el caso de la Academia y las escuelas neoplatónicas.

(54) Del mismo modo que supera las contradicciones que separan los dogmatismos teológicos (islam, cristianismo) o los dogmatismos filosóficos (idealismo, realismo, etc.)

 es radicalmente opuesta a la de la perspectiva metafísica tal y como la acabamos de describir".

1°) Y en primer lugar en lo que respecta al arraigo de una tradición espiritual. Mientras que el filósofo se encuentra integrado en una tradición espiritual, su obra propiamente filosófica se sitúa, como mínimo, al margen de esta tradición, es decir, de su religión. Y esta situación no se debe tanto al filósofo moderno como al corte neto entre la especulación filosófica y la teología dogmática, que ya es netamente acusado en los escritos de los grandes escolásticos, y especialmente de Santo Tomás, es decir, en una época en la que la especulación "filosófica" seguía conservando un carácter eminentemente "tradicional". La separación radical y dogmática que instauró el exoterismo religioso entre la "naturaleza" y la "gracia", la "razón" y la "revelación", al menos en el marco de la teología dogmática del catolicismo romano (55) y que ciertamente no es ajeno a la primacía filosófica del aristotelismo sobre el platonismo en el marco de la cosmología y la antropología tomistas (56), es ya como una virtual consagración de la autonomía de la razón. La impotencia radical de una razón aislada del Intelecto universal, análoga a la impotencia de la naturaleza separada de la gracia, que se funda en una aparente humildad, conduce de hecho a un orgullo "humanista" que empujará la razón  separada de la "gracia" a resolver por sí misma los grandes "problemas" filosóficos. La autonomía de la especulación filosófica está en sus inicios en los fundamentos del dogmatismo religioso. "El 'racionalismo' filosófico en general, o el dogmatismo racionalista, no es en el fondo más que el desarrollo de una tendencia inherente al propio dogmatismo religioso. Por lo tanto, no es sorprendente ver los sistemas filosóficos de pensadores que, como Descartes, están apegados a su tradición espiritual, evolucionar al menos al margen de las especulaciones "teológicas propiamente dichas ". Sin duda, Descartes es llevado a discutir de "teología" y, en particular, de la

(55) La teología ortodoxa evita, gracias a su apofatismo, una dogmática clara formulaciones dogmáticas, y la "especulación filosófica" no está tan claramente separada de la especulación teológica como la escolástica occidental. Cf. Lοssky, o. c., p. 45.

(56) El platonismo se encuentra la “mística', aún más alejada de la'filosofía  que de 'teología  misma

"transubstanciación" (57). pero es en vista de responder a las objeciones y ponerse a cubierto de los reproches de los teólogos. Las Meditaciones mismas están puras de toda referencia a la teología dogmática", a los “dogmas revelados”, lo mismo por otra parte que los tratados propiamente filosóficos de la Suma de Santo Tomás . Pero es curioso constatar que los dos representantes  "católicos" más destacados de la perspectiva metafísica no distinguieron en sus escritos el aspecto “teológico" o revelado del aspecto "filosófico" o "racional". No es sin duda por casualidad que el Maestro Eckhart aborda la cumbre de sus especulaciones verdaderamente "metafísicas" con ocasión de sus meditaciones sobre la Trinidad, y entonces nos da la sensación, en las páginas que forman parte de lo que se suele llamar la “ mística especulativa ", de superar la oposición entre el dogmatismo religioso y el especulación filosófica. Lo mismo ocurre con Nicolás de Cusa cuyas especulaciones propiamente metafísicas sobre el hombre maximum  (58), es decir sobre Cristo enfocado según una óptica  propiamente metafísica, se enraíza también en los dogmas trinitarios que nos parecen superar, conforme a la actitud que hemos analizado antes, las limitaciones dogmáticas  (59).

La autonomía de la filosofía se convertirá pronto, como se sabe, en hostilidad y desprecio por una teología de la rechaza ser la sirvienta (60). Spinoza, que    aparece como un caso particularmente significativo de no enraizamiento en su tradición espiritual, el Judaísmo, estará en oposición manifiesta con los teólogos cristianos, así como con los rabinos de Amsterdam. Excomulgado por la Sinagoga, en relación con los Menonitas que se inspiraron en la gnosis

(57) Cf. 4" Réponses aux objections. Ed. de la Pléiade, p. 357 y ss,

(58) Cf. Docte ignorancia, libro 3, cap. 2, p. 143 (trans. de GΑΝDΙLLΑC). el Hombre máximo del Cusano tiene su equivalente en el "Purusha" del hinduismo. (Cf. Guénon). El hombre y su devenir (p. 55) o en El hombre trascendente (Cheun-jen) de la tradición taoísta (Cf, GUÉNON: La Gran Tríada, cap. 18, p. 126).

(59) No hace falta decir que en Shankara también es imposible discernir una especulación teológica" de una "especulación propiamente filosófica", aunque distingue entre Razón y Revelación, pero la razón siempre está apoyada sobre una Revelación que no es en definitiva  más que el símbolo y soporte de la intuición metafísica que está en acción en no importa que especulación del maestro de  Vedanta. Cf. Lacombe: L’absolu selon le Vedanta, pp. 219 y ss.

(60) Esta emancipación va por otra parte  acompañada de una nueva servidumbre: la filosofía se convierte en ancilla seientíae, al menos en sus creaciones más válidas.

de Marción (61), el se rebela contra el dogmatismo religioso del pueblo judío, pues no sabe reencontrar la dimensión universal y espiritual a la manera de Isaac Lurna o de un Moisés de León (62). Al dogmatismo religioso opone su dogmatismo filosófico. Es insensible al aspecto “simbólico" de las formas tradicionales (63) de las que sólo captó los contornos y las implicaciones pasionales, pero en nombre de una intelectualidad que está lejos de estar ella misma despojada de todo elemento “dogmático” y pasional, Y este dogmatismo suscitará como un legítimo contra golpe la crítica kantiana del “dogmatismo” filosófico. 

La especulación intelectual que se opone a una tradición espiritual (64) cuyo significado profundo ya no comprende más, se arriesga a volar hacia Dios con sus propias alas. Y el filósofo nos aporta con la Ética un magistral y genial caricatura de la perspectiva metafísica en un dogmatismo racional  que se opone masivamente a las evidencias que niega porque se sabe incapaz de integrarlas, a diferencia del metafísico que practica naturalmente y sobre todos los planos la síntesis de las contradicciones.

El monismo masivo de la Ética excluye la vida, la libertad de elección o la "persona", que el no dualismo más sutil del metafísico puro consigue integrar en el universo concreto de su perspectiva.

Sería tan fácil como tedioso mostrar ejemplos del no enraizamiento de los sistemas filosóficos en las tradiciones espirituales que les corresponden. Nos parece más útil destacar algunos casos ambiguos. Se sabe que para  Descartes, cuya fe no podía ser puesta en duda, la metafísica es sólo la antesala de la física y no su y no su finalización. Lo esencial es la promoción de un ciencia que nos hará “dueños y poseedores de la naturaleza” de la naturaleza" mientras que el "película" divina se limita a mantener la misma cantidad de movimiento en la extensión.

(61) Cf. LEISEGANG: La Gnose (trad. Gouillard, p. 188 y ss).

(62) Cf. Scholem: Les grands courants de la mystique juive (trad. Davy,

pp. 172-304).

(63) Cf. ETICA: Apéndice al Libro I, pp. 66-69 (Ed. Vloten),

(64) Sin duda Spinoza se nutrió de la teología hebraica tanto como de la filosofía. Pero lo que pudo incorporar de elementos tradicionales en su doctrina queda subordinada a la síntesis individual de su dogmatismo filosófico. Es el spinozismo el que subordina al Judaismo en general, así como los vestigios del esoterismo cabalístico que pudo comportar.

El humanismo antitradicional estaba claramente en germen en esta actitud fundamental.

Un ejemplo más instructivo es sin duda el de Hegel. La filosofía de este protestante nutrido de teología podría plantear a primera vista un enraizamiento en una tradición espiritual (65). Pero esto no es más que una apariencia. Su sistema es por otra parte un ejemplo típico, análogo al de Spinoza, de una "racionalización" de ciertos aspectos de la perspectiva metafísica. Ávido por superar las antinomias del dogmatismo religioso, construye, como Nicolás de Cusa una síntesis de contradicciones y, como él, introdujo la dialéctica del hombre-Dios en el corazón de su filosofía. El "Hombre-máximo" del Cusano se convierte en el Universal concreto del Sistema. Su filosofía no está al margen de la teología; se puede decir que la teología constituye el centro, con el dogma fundamental de la Encarnación, pero es una teología profanada, en el sentido más fuerte del término.

Es la teología la que se hace aquí la sirviente de la metafísica, o más bien de un sistema filosófico fundado sobre el contrasentido metafísico de la temporalización del Absoluto. La encarnación no está aquí, como en Eckhart o en el Cusano, interiorizada hasta su dimensión metafísica que preserva su aspecto de misterio. La necesidad de la Encarnación está concebida en Hegel de forma masiva y racional: el Verbo añade alguna cosa al Ser del Padre al encarnarse, Dios tenía necesidad de encarnarse para realizarse. La necesidad no es aquí rigurosamente idéntica a la libertad divina, es más bien la expresión de una carencia y no de una plenitud; es "cosmológica" y no "metafísica". El misterio intemporal de la coincidencia de los opuestos se espesa en una dialéctica de la tesis y la antítesis, donde la oposición de términos no se encuentra superada más que al precio de una relativización recíproca que  nos prohíbe captarlos a cada uno en su verdadera estructura metafísica: el Infinito es degradado y la finitud escamoteada (66). La superación del principio de no contradicción, que se encuentra igualmente en el corazón de la perspectiva metafísica está masivamente proyectada aquí sobre un

(65) Véase el excelente libro de J. Wahl sobre “La infelicidad de la conciencia en la filosofía de Hegel" donde se ve netamente el importante lugar de la teología en las meditaciones del joven Hegel.

(66) A este respecto, recordemos los reproches del existencialismo contra el "totalitarismo" del sistema hegeliano, al que se acusa, con razón, de ocultar la individualidad y la subjetividad reales.

 plano al nivel del cual engendra confusión y no la unidad verdadera .

Y esta laicización  "filosófica" de la teología por medio de una aplicación a los "Misterios revelados" de un sistematización racional de los "Misterios revelados" conduce de hecho a la divinización de una Humanidad y Naturaleza que han perdido definitivamente sus relaciones de participación metafísica con la Trascendencia. El enraizamiento caricaturesco del sistema hegeliano en el cristianismo conduce de hecho a una negación infinitamente más insidiosa y temible de la espiritualidad tradicional que la oposición del racionalismo "ateo" o la cautelosa indiferencia prudente del positivismo con relación a la "teología".

2°La diferencia entre la perspectiva metafísica y el sistema filosófico es también muy muy neta en lo que concierne a la continuidad tradicional.  El nacimiento de un sistema filosófico tiene lugar bajo el doble signo de la discontinuidad y la originalidad.

Hay ciertamente una originalidad que no es en absoluto incompatible con la continuidad tradicional y que se debe a la necesaria refracción de la universalidad metafísica a través de las singularidades de un lugar, una época y un "temperamento", pero que no afecta en absoluto a los fundamentos esenciales de la doctrina. Es igualmente evidente que el hecho mismo de la evolución o de la historia de la filosofía implica la continuidad del pensamiento filosófico como tal, que se encuentra en todos los sistemas, sin olvidar la relativa continuidad de ciertas "tradiciones filosóficas" como el idealismo, el realismo, el "espiritualismo", etc... Pero estas dos formas de continuidad son muy diferentes de la que se encuentra en la perspectiva metafísica. La continuidad no es más la de una "tradición" cuyo aspecto no es el mismo que el de la perspectiva metafísica cuyo aspecto de "revelación" es al mismo tiempo un símbolo y un sustituto de la intuición intelectual en toda la fuerza de su significación platónica: esta continuidad es la de una razón que no estando ya  está sometida ni a la intuición intelectual o a su sustituto (la "fe", la "Revelación") está subordinada a las fluctuaciones de la "opinión". La razón, ya no iluminada por la Inteligencia, está condenada a someterse a las contingencias históricas y a las vicisitudes de la "experiencia". Así, la originalidad de los sistemas filosóficos se refiere a la esencia misma de su contenido y no sólo a las modalidades de su expresión. Apenas hay un gran filósofo que no haya tenido dada la sensación, por otra parte perfectamente justificada, de que aportaba una nueva visión del mundo, una concepción original del ser. Su contemporánea Nicolás, en su " Traité .de la faiblesse humaine" (cap. VII) había podido decir de Descartes: "Se había filosofado durante tres mil años sobre diversos principios, y en un rincón de la tierra se levanta un hombre que cambia toda la cara de la filosofía y pretende hacer ver que todos los que vinieron antes que él no han escuchado nada en los principios de la naturaleza. Leibnitz, que, sin embargo, pretende vincularse a Aristóteles, por debajo de la ruptura inaugurada por el mecanismo cartesiano, no tiene menos la sensación de que la metafísica está aún por constituir. " Nadie debería sorprenderse", escribe (67), "de que esta ciencia primordial a la que responde el nombre de Filosofía primera sigue estando hoy entre las ciencias que hay que buscar”.

Y sabemos que Leibniz espera contribuir a la promoción de esta ciencia" mediante un análisis más riguroso de la noción de sustancia.

La crítica kantiana, que condena el dogmatismo "sustancialista" de la ontología clásica, pretende abrir una nueva era en la historia de la filosofía prescribiendo sus límites a "toda metafísica futura". En efecto, contribuyó a la promoción del idealismo y el temporalismo modernos, introduciendo una profunda ruptura en la "tradición" filosófica.

Más cercade nosotros, sabemos que Bergson también creía que podía renovar la metafísica gracias a su "intuición", que seguiría los contornos de esta “creación continua de novedad imprevisible” que situó en la raíz de lo real, , demostrando que todos los sistemas anteriores han desconocido la realidad del tiempo (68).

Si nos dirigimos a Husserl, nos llama la atención una exigencia similar de innovación revolucionaria.” Yo no digo que la filosofía es una ciencia imperfecta", escribe (69), simplemente digo que todavía no es una ciencia", y se sabe que cuenta con la "fenomenología" para hacer de la filosofía una "ciencia rigurosa". Muy cerca de

(67) Cf. Selección de opúsculos filosóficos escogidos. Sobre la reforma de la filosofía primera, pl. 79 (trad. Schreeker). Ed. Hatier-Boivin.

(68) Cf. El pensamiento y lo moviente, p. 10. c Ninguno de ellos (es decir, los filósofos) investigaron los tiempos de los tributos positivos en el tiempo".

(69) Cf. La filosofía como ciencia rigurosa, trad.. LAUER, p. 53 (P.U.F.).

nosotros, finalmente, hemos visto que Heidegger reprocha a todos los filósofos anteriores de haber  confundido el Siendo y el Ser y que el sueña una superación de la metafísica que permitiría al hombre acceder al pensamiento del Ser.

Tal es la situación de los sistemas filosóficos. Un pensamiento supuestamente liberado de la autoridad de una tradición espiritual, es decir  privado de la luz más o menos indirecta de la intuición intelectual, se encuentra sometida de hecho al dogmatismo anárquico de las opiniones individuales y de las posiciones que presuponen. El filósofo liberado del aparente dogmatismo de una tradición espiritual tiene la ilusión de que es libre para la verdad: de hecho, no utiliza su libertad más que para destruir los sistemas anteriores cuyos defectos a menudo detecta pero no para abrirse a una experiencia verdaderamente integral de lo real, pues siempre vuelve a caer en la prisión de nuevas limitaciones intelectuales y pasionales. Su rechazo masivo de los 'dogmatismos' anteriores no está condicionada en efecto más que por un dogmatismo que se ignora.

La situación del "metafísico puro" es, por así decirlo, inversa: se mantiene en el marco de una tradición espiritual que aparentemente limita su libertad y que en la práctica controla y modera su individualidad psíquica y mental, él llega a superar desde dentro las limitaciones dogmáticas de esta tradición, profundizando en el contenido de su mensaje. La sumisión de sus poderes individuales a la exterioridad de una tradición limitada aparece entonces como la condición paradójica de una perfecta disponibilidad que le permite una captación "libre" y "desinteresada" de las verdades universales