domingo, 7 de julio de 2013

Giovanni Ponte: Reflexiones a la luz de la obra de Guenon


Giovanni Ponte:

REFLEXIONES A LA LUZ DE LA OBRA DE GUÉNON CONCERNIENTES A LA UNIDAD PRINCIPIAL, EL ESOTERISMO, EL EXOTERISMO Y LOS RIESGOS DE LA VÍA INICIÁTICA

 

I. Las confusiones de todo orden que se han desarrollado alrededor de la obra de René Guénon son tales que se puede llegar a plantear la cuestión siguiente: ¿estamos aún a tiempo de hablar? ¿Es todavía posible referirse a ella en un artículo, de forma que no sea inmediatamente utilizado por algunos para suscitar otras confusiones? En efecto, se corre el riesgo de llegar a resultados decepcionantes y, en tales condiciones, es ciertamente indispensable proceder con gran cuidado.

Se podría no obstante señalar, aproximándonos al momento en el que "el fruto caerá al pie del árbol"1, que, justamente, las confusiones que rodean a la obra de René Guénon forman parte también de los "signos de los tiempos", a los cuales denunció con una inquebrantable constancia, a pesar de la incomprensión y de las falsas interpretaciones de muchos de sus lectores. Incluso consideraba esta incomprensión como una ocasión para volver sin cesar sobre la doctrina que expuso, y para presentarla según numerosos puntos de vista, útiles al menos para algunos, con objeto de disipar los errores.

Una confusión contra la cual adoptó especialmente una posición muy clara es el malentendido que consistía en hacerle pasar por un "convertido"2. Por otra parte, se trataba, y aún se trata, de un malentendido mantenido a propósito en muchos casos 3, susceptible no solamente de dar una falsa opinión de René Guénon, sino también de desnaturalizar completamente el sentido de la doctrina expuesta en su obra. De hecho, ¿cómo comprender la doctrina metafísica universal de la que habla, y la búsqueda de la realización que de ella se desprende, si se cree que se trata, para Guénon, de "convertirse" de una forma a otra (incluso aunque se trate de una forma tradicional plenamente válida)?

Sin embargo, reaccionando contra este evidente error, e insistiendo a justo título sobre el carácter esotérico de la posición de René Guénon y de la doctrina por él expuesta 4, otros han llegado a negar la compatibilidad de este esoterismo con la ortodoxia de las formas exotéricas y religiosas; la adhesión innegable de un esoterista a una de éstas no sería entonces más que aparente e incluso ocultaría una especie de simulación. Se ha podido esgrimir a propósito de ello el argumento de que la búsqueda del conocimiento del principio metafísico, de la que se trata en la obra de Guénon, sería incompatible con la creencia en el Dios de la religión: existiría una oposición irreductible entre el "monismo metafísico" y el "dualismo religioso" (fundado sobre el mantenimiento de la relación Creador-criatura).

Se ve así que la cuestión de las relaciones entre esoterismo y exoterismo religioso da lugar muy fácilmente a graves malentendidos; no obstante, creemos que un examen un poco profundo de este tema puede ser ocasión para extraer consecuencias de la mayor importancia.

 

II. Refiriéndonos a los argumentos resumidos anteriormente, se puede observar a continuación que la caracterización de dos aspectos de la tradición tales como el esoterismo y el exoterismo por dos términos propiamente filosóficos como "monismo" y "dualismo" denota un abuso de lenguaje que implica mucho más que una simple cuestión de terminología. El "monismo" designa, de hecho, un tipo de "sistema" en el que un término definido es afirmado de manera exclusiva como siendo lo único real; ahora bien, esto es justamente lo que puede ocurrir en una concepción del esoterismo, o de la doctrina metafísica expuesta por Guénon, mal comprendido según un punto de vista filosófico y sistemático 5.

En principio, a decir verdad, los enunciados de la metafísica tradicional, entendida en su sentido integral, van infinitamente más allá del Ser uno, especialmente cuando es cuestión del "Cero" metafísico o del "No-Ser"; y, según Guénon, "hacer abstracción del No-Ser es incluso propiamente excluir lo que es más verdadera y puramente metafísico" 6.

Sin embargo, en la metafísica y en el esoterismo tradicional, incluso cuando se trata del Ser y de la unidad principial, ello posee un significado muy diferente al de las afirmaciones exclusivas de toda filosofía "monista". Lo que Guénon designa como unidad metafísica, principio de la manifestación universal, implica y totaliza en realidad toda su multiplicidad, y especialmente todas sus dualidades, que tienen en esta unidad su verdadera razón de ser, sin que no obstante sea afectada por una división o por una separación cualquiera que sería incompatible con su naturaleza. Ahora bien, es evidente que la concepción de esta síntesis principial de la multiplicidad en la unidad se escapa enteramente cuando uno se atiene a un punto de vista racionalista, e incluso esta concepción aparecería como contradictoria si se la reduce a los marcos de un análisis racional; pero, justamente, la impotencia de éste es evidentemente inevitable y conforme a la naturaleza de las cosas cuando se trata de hecho de enunciados que hacen alusión a lo que les trasciende 7.

René Guénon se ha expresado en términos muy claros sobre esta cuestión de las relaciones entre unidad y multiplicidad, verdaderamente capital para las aplicaciones que, como vamos a ver, son susceptibles de derivarse en todos los dominios:

"El Ser es uno en sí mismo, y, por consiguiente, la existencia universal, que es la manifestación de sus posibilidades, es única en su esencia y en su naturaleza íntima; pero ni la unidad del Ser ni la "unicidad" de la Existencia excluyen la multiplicidad de los modos de la manifestación, de donde la indefinidad de los grados de la Existencia, en el orden general y cósmico, y de los estados del Ser, en el orden de las existencias particulares […] resulta de ello que, en todo el dominio del Ser, la constatación de la multiplicidad, lejos de contradecir la afirmación de la unidad y de oponerse a ella en cualquier modo, encuentra allí el único fundamento válido que puede serle dado, tanto lógica como metafísicamente" 8.

La multiplicidad se encuentra entonces totalmente incluida en la unidad principial del Ser. Sin embargo, desde el punto de vista contingente, aparente y relativo de la manifestación, se puede hablar también de un "descenso" en los grados inferiores de la realidad. O mejor aún, a la inversa, se puede hablar de una "fusión" o de una "transformación" de las posibilidades manifestadas cuando son reducidas a la unidad principial (de la que por otra parte jamás han salido más que en un sentido puramente ilusorio y provisional).

Una referencia al "descenso" en los grados inferiores se encuentra explícita, por ejemplo, en esta observación del "Règne de la quantité":

"Si la unidad principial es absolutamente indivisible, no deja de poseer, se podría decir, una extrema complejidad, puesto que contiene "eminentemente" todo lo que, descendiendo por así decir en los grados inferiores, constituye la esencia o el aspecto cualitativo de los seres manifestados" 9.

Por otra parte, en lo que por el contrario concierne a la "transformación" en la unidad principial, recordaremos que, según otra indicación extraída de la misma obra de Guénon, en esta unidad:

"el Ser posee toda la plenitud de sus posibilidades "transformadas", si bien podría decirse que la distinción, entendida en sentido cualitativo, es llevada a su grado supremo, al mismo tiempo que ha desaparecido toda separación" 10.



III. Los puntos fundamentales que acabamos de recordar a propósito de las relaciones entre la unidad principial y la multiplicidad nos parecen útiles para enmarcar y para comprender mejor numerosos aspectos de las formas tradicionales y de la doctrina expuesta por Guénon.

Se puede en primer lugar observar que a la perfecta compatibilidad y completa subordinación de la multiplicidad de la manifestación con respecto a la unidad principial corresponde una compatibilidad y una subordinación semejantes de los conocimientos respectivos 11. Un ejemplo muy significativo a este respecto nos es dado por las ciencias tradicionales. Perfectamente compatibles y completamente subordinadas a la metafísica, constituyen, si puede decirse, modalidades por las cuales ésta "desciende" en los distintos dominios de la manifestación y de sus puntos de vista relativos. Este "descenso", operado más o menos directamente por aquellos que han tenido acceso a un conocimiento más elevado y en razón de éste, puede permitir a otros participar de manera indirecta y en formas relativas; además, puede también ofrecer a algunos el punto de partida para una vía que, apoyándose sobre el carácter necesariamente simbólico de estas formas, será susceptible de conducir a una "transformación", tendente al conocimiento de los principios superiores de los que derivan. Por otra parte, cuando las ciencias, tradicionales en su origen, se ven radicalmente separadas de todo principio metafísico (es especialmente el caso de las ciencias modernas), pierden "todo significado profundo e incluso todo interés verdadero desde el punto de vista del conocimiento" 12, quedando encerradas desde entonces en un dominio irremediablemente limitado[1], incompatible con cualquier conocimiento superior.

Pero las observaciones que acabamos de realizar respecto a las ciencias tradicionales pueden encontrar también una aplicación (al menos bajo un cierto aspecto y teniendo en cuenta las respectivas diferencias) en lo concerniente a las formas tradicionales en general, y especialmente a las religiones. En efecto, en tanto que tradicionales, son por su naturaleza perfectamente compatibles y están completamente subordinadas al dominio metafísico: representan, por así decir, el "descenso"[1], bajo aspectos relativos y formales, de Aquello que depende del orden principial, asegurando con ello una participación indirecta con éste; por lo demás, cuando las condiciones se cumplen, también ofrecen una base para un camino de "transformación" y de retorno a la realidad supra-formal de la que derivan. Por otra parte, en el transcurso del desarrollo histórico, a causa de la incomprensión de los hombres, los elementos que constituyen el soporte de la manifestación de las religiones en el mundo terrestre pueden llegar a quedar separados más o menos completamente de esta realidad, perdiendo así, consiguientemente, su razón de ser profunda y su eficacia.

Es preciso por otra parte tener en cuenta que, en el orden relativo, "hay grados muy diversos, según se trate de cosas más o menos alejadas del dominio de los principios" 13: y es justamente a propósito de ello que se puede considerar la cuestión de las relaciones entre esoterismo y exoterismo. En efecto, si el exoterismo es el aspecto de la tradición generalmente accesible y más exterior, no puede extraer su validez profunda más que de la realidad más interior de la tradición, es decir, en general, del esoterismo (que por lo demás incluye a su vez aspectos y niveles muy diferentes e inter-relacionados, en definitiva subordinados todos a la metafísica).

A estas consideraciones puede añadirse la observación de Guénon:

"Es admisible que un exoterista ignore el esoterismo, aunque con seguridad esta ignorancia no justifique su negación, pero, por el contrario, no lo es que cualquiera que tenga pretensiones al esoterismo quiera ignorar el exoterismo, aunque no sea sino en la práctica, pues lo más debe forzosamente comprender a lo menos" 14.

De hecho, es justamente desde el punto de vista esotérico que es posible comprender plenamente todo el valor y toda la importancia de un exoterismo, y especialmente la adhesión a un exoterismo religioso[1]; y, para aquel que ha accedido a la vía esotérica de una iniciación 15, el exoterismo religioso podrá constituir una base para su trabajo iniciático: para el iniciado, las fórmulas y los ritos religiosos practicados por él adquieren "un significado realmente mucho más importante" que el que puedan tener para el simple exoterista[1], al tratarse de medios aptos para remontar (si se poseen las cualificaciones adecuadas) hasta las raíces supra-fomales de las que derivan 16.



IV. Naturalmente, para el iniciado o para el aspirante a la iniciación, el exoterismo a practicar y a tomar como base del esoterismo sería normalmente el de la tradición en la que ha nacido: con seguridad, hay aquí razones vitales de correspondencia con el medio que van mucho más allá de las consideraciones de orden simplemente exterior. No obstante, como ya hemos indicado, los elementos por los cuales un exoterismo, y especialmente una religión, se manifiesta en el mundo humano pueden llegar a estar de hecho más o menos completamente separados del esoterismo y de esa realidad superior de la que derivan. Cuando esta separación es completa, ya no se trata propiamente de un exoterismo tradicional ni de una religión, sino simplemente de residuos susceptibles de ser utilizados con fines radicalmente diferentes de la razón de ser original de la forma tradicional en cuestión. Sin embargo, sin llegar a este grado extremo de degeneración, pueden presentarse de hecho casos diversos, con consecuencias no despreciables desde el punto de vista que aquí nos interesa.

Especialmente, sobre la base de las explicaciones dadas por Guénon a este respecto, se comprende que una forma religiosa degenerada pueda permanecer viva aunque el correspondiente esoterismo se haya hecho inaccesible y las organizaciones iniciáticas por las cuales este esoterismo se manifestaba hayan desaparecido. Y, en el caso en el que esta forma no sea susceptible de integrarse a una iniciación accesible, ya no será evidentemente posible que un iniciado (o un aspirante a la iniciación) la tome como base exotérica apropiada para su vía de realización 17. A propósito de ello, es preciso naturalmente tener en cuenta que una iniciación debe implicar una relación perfectamente real, fundada técnicamente en un pacto consciente y comprometido, al cual en absoluto podrían suplir otras orientaciones "ideales" 18.

Se imponen otras consideraciones, en las que es cuestión de un exoterismo religioso que, en las actuales condiciones, todavía permite la participación con el correspondiente esoterismo y con formas accesibles de iniciación 19. En efecto, incluso cuando una tradición sigue siendo completa y está plenamente viva, no debe olvidarse que la manifestación concreta de una forma religiosa no concierne forzosamente a un medio humano homogéneo, sino que puede extenderse sobre un mundo de características muy distintas (en nuestros días también con interferencias antitradicionales de numerosas clases), y con implicaciones igualmente diferentes con respecto a las posibilidades de orden esotérico.

En cuanto al propio esoterismo, y aunque sea "siempre y en todas partes el mismo en su esencia" 20, no es menos cierto que presenta una gran variedad de métodos y de vías, que responden a las diferencias de las naturalezas individuales a las cuales está destinado, con modalidades que son más o menos exteriores o, si se prefiere, más o menos "exotéricas" unas con respecto a otras, y que corresponden a puntos de vista doctrinales muy diferentes. Además, las incomprensiones y preocupaciones ajenas pueden convertirse en obstáculos sobre el camino que lleva al objetivo único, sin contar con la presencia de falsificaciones del esoterismo y la difusión de corrientes heterodoxas, así como con la correlativa tendencia a retirarse por parte de lo que depende del orden más profundo 21.

Estas pocas observaciones muy generales bastan, creemos, para indicar la gran dificultad para orientarse en una situación tan compleja, sobre todo para aquellos que, como los occidentales actuales, provienen de un medio dominado por la mentalidad profana moderna. Especialmente, creemos útil detenernos aquí brevemente sobre ciertos riesgos que conciernen más directamente a esos occidentales que, habiendo leído a Guénon, han intentado una adhesión efectiva al esoterismo fuera de las formas occidentales, a menudo sin percatarse de las muy delicadas situaciones con las que iban a enfrentrarse.

 

V. Se puede indicar que una forma particular de peligro concierne justamente a aquellos que se refieren a una exposición en profundidad de la doctrina tradicional integral, tal como se encuentra en la obra de Guénon, tras haberla leído de una forma demasiado superficial. La gran desproporción existente entre las realidades de las que se trata y el nivel de comprensión mental puede dar lugar entonces a aplicaciones simplistas y conducir a resultados desastrosos. Especialmente, una idea demasiado superficial de la vinculación iniciática y de su importancia puede hacer que en su búsqueda no se preocupen de las modalidades en las que ésta les es accesible o de las personas que la transmiten; sobre todo, muy fácilmente se corre el riesgo de proceder como si se tratara de un bien a adquirir para la propia individualidad, y no de la vía en la que ésta debe ser sacrificada. Ahora bien, todo ello puede implicar por un lado un lazo definitivo con algo que no será ni asimilable ni válido para su propia búsqueda iniciática; y, por otro, deberá atenerse a todas las consecuencias de una actitud de fondo absolutamente errónea.

Quien se sitúa en tales condiciones, incluso admitiendo que haya accedido a una iniciación auténtica, será forzosamente incapaz de establecer una relación correcta con una autoridad iniciática. Puede ocurrir entonces que, asociando sus pretensiones individuales con los datos teóricos adquiridos y con la iniciación obtenida, crea poder dirigir a su antojo su propia vía iniciática y su esoterismo, siguiendo en la práctica sus criterios individuales, lo cual es totalmente contradictorio[1]. Esto puede ser sin duda menos grave si se permanece en un nivel exterior; pero las cosas se hacen más bien inquietantes cuando el iniciado llega a atribuirse una inspiración superior 22, o incluso un papel de Maestría espiritual[1], poniendo en acción fuerzas de las que no se sospecha la naturaleza, y entrañando en consecuencia tras sí a todos aquellos que participan de su engaño.

Siempre a propósito de ello, es necesario considerar también el caso de quienes, atraídos en principio por la obra de Guénon en su búsqueda de una iniciación oriental, han accedido y han sido incluso investidos de una función válida en un dominio determinado, pero que, frente a las implicaciones del reconocimiento de la autoridad de la que depende su propio papel, han terminado por rechazarla en razón de una incomprensión mezclada, también en este caso, con su propio deseo de afirmar su individualidad 23. Un ejemplo particularmente notable concierne al caso en el que este rechazo ha sido realizado por un iniciado investido de una función específica de intermediario entre un Maestro espiritual y una organización iniciática vinculada a éste 24: ahora bien, esta verdadera ruptura del pacto iniciático no puede sino implicar la retirada de la influencia espiritual sobre la que la validez tradicional de la función en cuestión se fundaba enteramente; en su lugar, subsistirá un simulacro vacío, no solamente sin posibilidad de transmisión de una iniciación válida, sino además susceptible de ser utilizada, en diferentes niveles y según las circunstancias, por influencias pseudo-tradicionales y contra-iniciáticas, con consecuencias que repercuten en un sentido descendente y que desembocan en resultados de una incalculable gravedad.

En realidad, como bien ha explicado Guénon[1], el simple acceso a la iniciación no implica en modo alguno la superación efectiva de las tendencias negativas propias de cada individualidad. Y, de hecho, tras una eventual vinculación obtenida sin las disposiciones requeridas, las tendencias individuales no controladas, al mismo tiempo que impiden el avance en la vía del esoterismo, pueden además desarrollarse y convertirse en un soporte de desviaciones mucho más graves e irremediables[1] comparadas con lo que le puede ocurrir a un exoterista o a un profano.



V. Para resumir lo que acabamos de exponer, podemos en primer lugar volver ahora a la concepción de la unidad principial expuesta por Guénon: hemos visto que esta concepción, muy diferente del "monismo" filosófico, forma parte de una doctrina metafísica integral, de la que derivan las aplicaciones tradicionales, debidamente jerarquizadas; en estas aplicaciones, especialmente, el esoterismo y el exoterismo son perfectamente compatibles y están armonizados, hasta el momento en el que intervienen interferencias separativas que toman como soporte a las individualidades humanas 25. En efecto, tal como hemos indicado, estas interferencias se encuentran, ya en la degeneración de las formas exotéricas religiosas (que conducen así al exclusivismo y a las oposiciones con el esoterismo), ya en las desviaciones y en las falsificaciones de la vía iniciática en la que debería realizarse el esoterismo.

Por otra parte, lo que, por referencia a los principios, es la "doctrina de la Unidad", se refleja, para iluminar todos los niveles, en la vía de la unificación 26, consistente especialmente en el combate 27 librado contra el apego a las apariencias separativas que finalmente deben ser superadas y eclipsadas. La concepción del acuerdo entre exoterismo, esoterismo y unidad principial, magistralmente puesto a la luz por René Guénon, conduce entonces a un criterio operativo fundamental de eliminación, de despojamiento y de renuncia a la dispersión individualista, para desembocar en la "concentración" total. En este objetivo, sin embargo, todas las facultades individuales son impotentes; lo que conduce, en definitiva, a la indispensable necesidad de un recurso constante a la presencia central y supra-individual de la realidad principial, que es lo único susceptible de ordenarlo y resolverlo todo 28.

 



1 Empleamos aquí una expresión extremo-oriental muy significativa, a la cual René Guénon hace alusión en el prólogo de "Le Règne de la quantité et les signes des temps", designando así el fin de un ciclo.

2 Cf. el artículo "A propósito de conversiones" (cap. XII de "Initiation et réalisation spirituelle"), en el que Guénon indica que "cualquiera que tenga conciencia de la unidad de las tradiciones, ya sea por una comprensión simplemente teórica o, con mayor razón, por una realización efectiva, es necesariamente, por ello mismo, "inconvertible" a lo que sea […] No se podría denunciar demasiado enérgicamente el equívoco que conduce a algunos a hablar de "conversiones" allí donde no hay huella de esto, pues es importante poner término a las numerosas ineptitudes de este género que se han extendido en el mundo profano, y bajo las cuales, muy a menudo, no es difícil adivinar intenciones hostiles a todo lo que depende del esoterismo".

3 A propósito de ello, cabría indicar que, desde diversos sectores, se ha tenido interés en clasificar a Guénon como siendo un convertido a la religión musulmana: esto ha podido servir, especialmente en medios católicos, para obstaculizar a la audiencia el acceso a su obra; e igualmente se ha podido aprovechar, en otros medios occidentales, para arrojar descrédito sobre él, al mismo tiempo que algunos musulmanes podrían pensar en sacar provecho de ello para hacer proselitismo.

4 Cf. el artículo de Pierre Collard, "René Guénon et la religion musulmane" ("Renaissance traditionnelle", enero de 1977), que contiene además el extracto de una carta personal de Guénon que es particularmente explícita sobre este asunto. Para más amplias referencias a este respecto, ver nuestro artículo "Convertirsi a che cosa?", en la "Rivista di Studi tradizionali", nº 47, julio-diciembre de 1977 (traducido en "Renaissance traditionnelle", nº 37, enero de 1979).

5 A propósito de ello, René Guénon recordaba la afirmación de Leibnitz: "Todo sistema es verdadero en lo que afirma y falso en lo que niega"; e indicaba que "es justamente el aspecto negativo o limitativo lo que constituye propiamente el "sistema" como tal" ("Le Règne de la quantité…, cap. XI).

6 Cf. "Les États multiples de l'être", cap. V, donde Guénon precisa: "la unidad misma no es un principio absoluto y que se baste a sí mismo, pues es del Cero metafísico de donde extrae su propia realidad. El Ser, no siendo sino la primera afirmación, no es el principio supremo de todo; no es, lo repetimos, sino el principio de la manifestación, y se ve con ello cuán restringido está el punto de vista metafísico para aquellos que pretenden reducirlo exclusivamente a la "ontología".

7 Se puede recordar a este propósito el siguiente pasaje del tratado "De docta ignorantia" de Nicolás de Cusa: "Puesto que la razón es incapaz de ir más allá de las contradicciones, no hay nombre alguno al cual no se oponga otro según el movimiento de la razón. Luego la pluralidad o la multiplicidad se opone a la unidad según el movimiento de la razón. Esta unidad [en sentido racional] no conviene a Dios; por el contrario, le conviene esa unidad a la cual no se opone ni la alteridad, ni la pluralidad, ni la multiplicidad". Mencionaremos también un pasaje de la "Risâlatu-l-Ahadiyyah": "Él es el Único sin necesidad de la unicidad" (es decir, según la traducción explicativa de Abdul-Hadi, "sin las condiciones ordinarias de la unicidad").

8 "Les États multiples de l'Être", cap. V.

9 "Le Règne de la quantité…", cap. XI.

10 Ibid., cap. IX, en el que Guénon relaciona sus observaciones con la expresión de Eckhart "fundido, pero no confundido", y con el término sánscrito "bhêdâbhêda" ("distinción sin diferencia, es decir, sin separación").

11 Por esta razón, en una situación "normal", y especialmente en las civilizaciones tradicionales, "es la pura doctrina metafísica lo que constituye lo esencial, y todo el resto se vincula a ella a título de consecuencias o de aplicaciones a los diversos órdenes de realidades contingentes" (cf. René Guénon, "La crise du monde moderne", cap. IV.

12 "La crise du monde moderne", cap. IV.

13 Por supuesto, desarrollos indefinidamente crecientes en ciertos dominios en absoluto evitan el carácter intrínsecamente limitado de éstas, ligado a su autonomía ilusoria y a su separación con respecto a los principios superiores.

14 Se sabe que este término se encuentra en las formas tradicionales más diversas (cf. "L'Evidenza e la Via", en la "Rivista di Studi tradizionali", nº 19). Recordemos que la palabra sánscrita "Avatara" significa justamente "descenso", así como el término árabe "tanzîl", que se refiere a la Revelación, y otras relaciones serían también posibles en lo que concierne a la "encarnación del Verbo" y al "misterio del Adviento" cristiano. Se trata aquí siempre de la introducción efectiva en el mundo humano de una realidad "sobrenatural", puesto que las supuestas "religiones naturales" jamás han existido más que en la imaginación de quienes han inventado esta expresión propiamente contradictoria.

15 "La crise du monde moderne", cap. IV.

16  "Initiation et réalisation spirituelle", cap. VII, "Necesidad del exoterismo tradicional".

17 Señalaremos que, de hecho, las únicas formas de exoterismo tradicional con las cuales un occidental puede establecer contacto son, en general, formas religiosas (especialmente el Cristianismo, el Judaísmo y el Islam).

18 Recordemos de paso que, para Guénon, el recorrido de la vía del esoterismo más allá de las referencias puramente teóricas presupone necesariamente la vinculación a una iniciación (cf., especialmente, "A propósito de la vinculación iniciática", cap. V de "Initiation et réalisation spirituelle").

19 Cf. el artículo de Guénon "Necesidad del exoterismo tradicional".

20 Se puede recordar a propósito de ello una célebre respuesta de Al-Hallâj con respecto al esoterismo, afirmando que la vía exotérica (sharîah) es el aspecto exterior del esoterismo, y que "quien la sigue verdaderamente descubre su aspecto interior, que no es otro que el conocimiento de Allah".

21 Tal era especialmente, según Guénon, el caso de la religión católica. Para más referencias a este respecto, debemos remitir a nuestro artículo "Realizzazione spirituale e pratica della religione cattolica" (v. "Rivista di Studi tradizionali", nº 23, abril-junio de 1967), en el que se encuentra citado el siguiente extracto de una carta de Guénon de 1935: "En cuanto a los ritos católicos, es verdad que, aunque sean de orden únicamente religioso y no iniciático (y que, en las presentes condiciones, no puedan siquiera servir de base o de punto de partida para una realización iniciática) los efectos están muy lejos de ser despreciables. Sólo que, por otra parte, no se debería correr el riesgo de que ello se convierta en una traba respecto a posibilidades de otro orden […]".

22 Cf. René Guénon, "Aperçus sur l'initiation", caps. IV y V, e "Initiation et réalisation spirituelle", cap. V.

23 Tal es especialmente el caso de la religión islámica.

24 Retomamos aquí conceptos expresados en el prólogo de los "Aperçus sur l'ésotérisme islamique et le taoïsme", que contiene también, a este respecto, un extracto de una carta de Guénon a Roger Maridort, autor del prólogo en cuestión.

25 A propósito del Centro espiritual supremo, René Guénon escribía: "A medida que se avanza en el Kali-Yuga, la unión con este centro, cada vez más cerrado y oculto, se hace más difícil, al mismo tiempo que se hacen más raros los centros secundarios que exteriormente lo representan" (Cf. "Le Roi du monde", cap. VIII). En estas condiciones, al emprender una búsqueda desde el exterior se corre el riesgo naturalmente de contactar más fácilmente con manifestaciones del mundo tradicional ya contaminadas más o menos completamente por la invasión profana, o al menos alejadas de lo que es más esencial en el dominio esotérico.

26 Se puede recordar aquí la afirmación del esoterismo islámico según la cual quien se toma a sí mismo por guía (o quien toma por guía a su alma) toma por guía a Satán (es decir, al "adversario"). Por otra parte, ¿cómo los criterios individuales podrían ser los adecuados, cuando se trata justamente de superar y de hacer desaparecer las limitaciones individuales, raíz de la ignorancia en la cual, por propia definición, el aspirante a la iniciación efectiva se encuentra todavía encerrado?

27 Cf., por ejemplo, la pequeña obra de G. Manara, "Une parodie du Soufisme" (Éditions Studi tradizionali, viale XXV Aprile 80, Turin, 1982), extraída de un artículo publicado en el nº 56 de la "Rivista di Studi tradizionali", en el que se trata especialmente de "pretendidos encuentros con Maestros iniciáticos y grandes personajes del pasado de un elevado rango espiritual", en sueños y visiones, en los que los productos "de deseos extraordinarios y de exorbitantes pretensiones individuales" se mezclan con "la influencia de corrientes psíquicas" más que sospechosas, cuya intervención no es accidental. Sabemos por lo demás que fenómenos de este tipo han desempeñado lamentablemente un considerable papel, incluso para algunos de los que se habían comprometido en la búsqueda de una vía iniciática tras leer la obra de Guénon (cf., especialmente, G. Manara, "Livres sur René Guénon", en "Parasites de l'oeuvre de Guénon", Éditions Studi tradizionali, Turin, y su artículo en el nº 49 de la "Rivista di Studi tradizionali").

28 Hacemos aquí alusión a una Maestría en sentido iniciático, como es especialmente el caso para un Guru en la tradición hindú o para un Sheik en el esoterismo islámico. René Guénon consideró este tema de las pretensiones a la Maestría iniciática en el artículo "Verdaderos y falsos instructores espirituales" (cap. XXI de "Initiation et réalisation spirituelle"), con seguridad ocasionado también por la necesidad de una puesta a punto con respecto a F. Schuon, pero susceptible de aplicación en muchos casos. Sobre este tema, cf. también la "Rivista di Studi tradizionali", nº 33 y 34, que contienen extractos de cartas de Guénon de 1950 que dan informaciones y juicios importantes a este propósito.

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