lunes, 28 de octubre de 2019

Las 12 tesis del obispo episcopal John Shelby Spong


Las 12 tesis del obispo Spong

Extraídas de: Why Christianity Must Change or Die:  A Bishop Speaks to Believers in Exile (1998) ¿Por qué el cristianismo ha de cambiar o morir? Un obispo habla a los creyentes en el Exilo

El 31 de octubre de 1517 Martín Lutero dejaba clavadas sus 95 tesis en las puertas de la capilla de Wittenberg. Era el origen de la Reforma del siglo XVI. Hoy publico en el boletín de la diócesis de Newark, The Bishop's Voice, este manifiesto dirigido a todos los cristianos. Y, publicándolo también por internet, envío estas 12 tesis a los principales responsables de las Iglesias de todo el mundo, invitándolos a un debate. No son tantas como las de Martín Lutero, pero son mucho más radicales.


  1. El teísmo, como forma de hablar de Dios, es ya cosa muerta.
    Dios ya no puede ser comprendido con credibilidad como un Ser, de poder sobrenatural, viviendo por encima de los cielos y siempre preparado para invadir la historia humana para imponer su divina voluntad. Por lo cual casi todo nuestro hablar sobre Dios de hoy día no tiene ningún sentido, a no ser que encontremos una nueva manera de hablar de Dios   
  2. Si Dios ya no puede ser comprendido en términos teísticos, el querer seguir entendiendo a Jesús como la encarnación de una divinidad teística se ha convertido en un sin-sentido. Por lo cual la cristología de épocas pasadas ha hecho "bancarrota".
     
  3. La historia bíblica de una perfecta y acabada creación y la posterior caída en pecado de los hombres es una mitología pre-darwiniana y un sin-sentido post-darwiniano.
      
  4. El nacimiento virginal, entendido biológicamente, imposibilita la comprensión tradicional de la divinidad de Cristo.
      
  5. Las narraciones de milagros del Nuevo Testamento no pueden ser interpretadas en un mundo post-newtoniano como acontecimientos sobrenaturales realizados por una divinidad encarnada.
      
  6. La cruz como sacrificio por los pecados es una idea bárbara, fundamentada en primitivos conceptos de Dios, que ha de ser abandonada
      
  7. La Resurrección es una acción de Dios, quien elevó a Jesús al significado de Dios. Por lo cual no puede ser una resurrección física ocurrida dentro de la historia humana.
      
  8. La narración de la Ascensión presupone un universo a tres niveles: ya no es posible traducirla a una concepción post-copernicana del espacio-tiempo.
      
  9. No hay ninguna norma externa, objetiva, revelada, formulada en la Escritura o sobre tablas de piedra, que deban regir nuestra conducta ética para siempre.
      
  10. La plegaria no puede ser una petición dirigida a una deidad teística para que actúe dentro de la historia humana de una manera determinada.
     
  11. La esperanza de una vida después de la muerte ha de quedar separada de toda concepción de premio o castigo. Por lo cual Iglesia no debe seguir apoyándose sobre la culpa para motivar una buena conducta.
      
  12. Todos los seres humanos son portadores de la imagen de Dios y han de ser respetados por aquello que cada uno es. Por lo cual ninguna descripción externa, basada en la raza, en la etnia, en el sexo u orientación sexual, puede ser usada como fundamento de una discriminación o rechazo.

Las iglesias históricas, católica y protestantes, oscilan entre un fundamentalismo primario y un secularismo vacío. Ninguna renovación podemos esperar ni del fundamentalismo ni de este secularismo. 
Sólo una Nueva Reforma, mucho más radical que todas las conocidas hasta ahora, que no tenga miedo de tocar el mismo corazón de la fe, podrá salvar la fe cristiana y darle un futuro. Ya nunca más los antiguos conceptos pre-modernos serán portadores de significado en un siglo post-moderno. 
Es cuestión de vida o muerte. No se trata ahora de reformar el funcionamiento de la autoridad en la iglesia, ni cambiar la administración eclesiástica, ni discutir sobre la validez de las ordenaciones o de los sacramentos; ahora se trata de repensar hasta sus raíces el mismo contenido de la fe cristiana, para adaptarla a nuestra mentalidad cada vez menos religiosa.

domingo, 6 de octubre de 2019

Escolios a un texto implícito 23 (Nicolás Gómez Dávila)



 — La diversidad de la historia es efecto de causas siempre iguales actuando sobre individualidades siempre diversas.

 — La índole del efecto, en historia, depende de la índole del individuo sobre el cual la causa actúa.

 — Pasada la embriaguez de la juventud, sólo los lugares comunes nos parecen merecer cuidadoso examen.

 — La tolerancia ilimitada no es más que una manera hipócrita de dimitir.

 — Tolerar hasta ideas estúpidas puede ser virtud social; pero es virtud que tarde o temprano recibe su castigo.

 — La palabrería desatada por una ilimitada libertad de expresión acaba reduciendo errores y verdades a una igual insignificancia.

 — Nunca he pretendido innovar, sino no dejar prescribir.

 — “Utilidad social” es criterio que degrada un poco lo que pretende justificar.

 — Riqueza de mercader, de industrial, de financista, es estéticamente inferior a riqueza en tierra y rebaños.

 — De una acentuación equivocada provienen la mayoría de los errores en nuestra interpretación del mundo.

 — Lo difícil en todo problema moral o social estriba en que su solución acertada no es cuestión de todo o nada, sino de más o de menos.

 — La fe no es explicación, sino confianza en que la explicación finalmente existe.

 — Sólo nos convence plenamente la idea que no necesita argumentaciones para convencernos.

 — Al denunciar la corrupción, la publicidad de la prensa la propaga.

 — Los que no queremos admitir sino lo que vale, les pareceremos siempre ingenuos a los que no reconocen sino lo que rige.

 — Si el determinismo es real, si sólo puede acontecer lo que debe acontecer, el error no existe.
 Errar supone que algo no debido aconteció.

 — Más que la inmoralidad del mundo actual, es su fealdad creciente lo que incita a soñar en un claustro.

 — Es moderno lo que sea producto de un acto inicial de soberbia; es moderno lo que parezca permitirnos eludir la condición humana.

 En textos anodinos tropezamos de pronto con frases que penetran en nosotros como una estocada a fondo.

 — Los ritos preservan, los sermones minan la fe.

 — El calor humano en una sociedad disminuye a medida que su legislación se perfecciona.

 — Los partidarios que aún le quedan a la libertad en nuestro tiempo suelen olvidar que cierta trivial y vieja tesis burguesa es la evidencia misma: la condición sine qua non de la libertad, tanto para proletarios como para propietarios, es la existencia de la propiedad privada.
 Defensa directa de la libertad de los unos; defensa indirecta de la libertad de los otros.

 — Crece en el mundo moderno el número de teorías que sólo vale la pena refutar alzando los hombros.

 — Lo que preocupa al Cristo de los Evangelios no es la situación económica del pobre, sino la condición moral del rico.

 — La sociedad moderna trabaja afanosamente para poner la vulgaridad al alcance de todos.

 — “Sentido”, “significado”, “importancia”, son términos que no designan meramente relaciones transitivas.
 Hay cosas con sentido, significado, importancia, en sí.

 — El ignorante cree que la expresión “modales aristocráticos” significaba comportamientos insolentes: el que investiga descubre que la expresión significaba cortesía, finura, dignidad.

 — La función de la Iglesia no es la de adaptar el cristianismo, al mundo, ni siquiera de adaptar el mundo al cristianismo, su función es la de mantener un contramundo en el mundo.

 — El historiador que habla de causa, y no de causas, debe ser dado de baja inmediatamente.

 — La causa económica produce “algo”, pero sólo la coyuntura histórica decide “que”.

 — El mecanismo esencial de la historia es el simple reemplazo de unas individualidades por otras.

 — Opinión obsoleta y opinión errónea son para el tonto expresiones sinónimas.

 — Nada más frecuente que despreciar a muchos que debieran más bien despertar nuestra envidia.

 — En el arte moderno abundaron tendencias que agotaron la capacidad de indignación de la conciencia estética.

 — La índole de la obra de arte puede depender de condiciones sociales, pero su calidad estética de nada depende.

 Los regímenes políticos se vuelven tolerables cuando comienzan a desacatar sus propios principios.

 — Dios no muere, pero desgraciadamente para el hombre los dioses subalternos como el pudor, el honor, la dignidad, la decencia, han perecido.

 — La mayoría de las tareas que el gobernante típico de este siglo se cree obligado a asumir no son más que abusos de poder.

 La policía es la única estructura social de la sociedad sin clases.

 — La mayoría de las nuevas costumbres actuales son viejos comportamientos que la civilización occidental había púdicamente arrinconado en sus barrios bajos.

 — Los límites de la ciencia se revelan con mayor claridad a la luz creciente de sus triunfos.

 — Todo lo que se pueda reducir a sistema acaba en manos tontas.

 — Son muchas las cosas ante las cuales hay que aprender a sonreír sin irrespetar.

 — La ridiculez de un gobernante no impresiona nunca sino a minorías impotentes.

 — Para no vivir deprimido en medio de tanta opinión tonta, conviene recordar en todo instante que las cosas obviamente son lo que son, opine el mundo lo que opine.

 El que no aprendió latín y griego vive convencido, aunque lo niegue, de ser sólo semi-culto.

 — Las humanidades clásicas educan porque ignoran los postulados básicos de la mente moderna.

 — La historia claramente demuestra que gobernar es tarea que excede la capacidad del hombre.

 — El hombre se esfuerza en demostrar para eludir el riesgo finalmente ineludible de asumir.

 — Aun cuando los historiadores patriotas se indignen, la historia de muchos países carece totalmente de interés.

 — La inmigración del campesino en las ciudades fue menos desastrosa que la del notable del pueblo. La sociedad rural, por una parte, perdió la estructura de prestigios que la disciplinaba, y el notable, por otra, se convirtió en partícula anónima de la amorfa masa humana.

 — El moderno cree vivir en un pluralismo de opiniones, cuando lo que hoy impera es una unanimidad asfixiante.

 — Tratándose del conocimiento del hombre, no hay cristiano (siempre que no sea cristiano progresista) a quien alguien tenga algo que enseñarle.

 — La gloria de los escritores verdaderamente grandes es gloria artificialmente impuesta al público, gloria escolar y subvencionada.
 La gloria auténtica, popular, espontánea, no corona sino a mediocres.

 — Los espectáculos llamados técnicamente “para adultos” no son para mentes adultas.

 — Los resultados de la “liberación” moderna nos hacen recordar con nostalgia las abolidas “hipocresías burguesas”.

 — Llaman “fomentar la cultura” coronar a mediocres.

 — En filosofía basta a veces una sola pregunta ingenua para que todo un sistema se desplome.

 — Cuando sospechamos la extensión de lo congénito, caemos en cuenta de que la pedagogía es técnica de lo subalterno.
 Sólo aprendemos lo que nacimos para saber.

 — Nuestra meditación no debe consistir en tema propuesto a nuestra inteligencia, sino en un rumor intelectual que acompañe nuestra vida.

 — La mayor parte de las ideas políticas de una época depende del estado de las técnicas militares.

 — La voluntad le es concedida al hombre para que pueda negarse a hacer ciertas cosas.

 Hay argumentos de validez creciente, pero, en resumen, ninguno en ningún campo nos ahorra el brinco final.

 — La idea improvisada brilla y se apaga.

 — De las catástrofes individuales y sociales más graves las víctimas no suelen tener conciencia: los individuos se embrutecen, las sociedades se envilecen, inconscientemente.

 — Ni improvisación en sí, ni meditación en sí, logran mayor cosa. En realidad, sólo vale el fruto espontáneo de meditaciones olvidadas.

 — Lo difícil del filósofo difícil suele ser más su lenguaje que su filosofía.

 — No hay generalización sociológica que no parezca inadecuada al que cobija.

 — En la cultura que se compra abundan notas falsas; la única que nunca desafina es la que se hereda.

 — Cupo a la era moderna el privilegio de corromper a los humildes.

 — La discusión política pública no es intelectualmente adulta en ningún país.

 — El puritanismo es la actitud propia al hombre decente en el mundo actual.

 — El cristiano no finge resueltos los problemas que la religión plantea, sino los trasciende.

 — La uniformidad siniestra que nos amenaza no será impuesta por una doctrina, sino por un condicionamiento económico y social uniforme.

 — El gesto, más que el verbo, es el verdadero transmisor de las tradiciones.

 — “Escapismo” es la acusación que preferentemente hace el imbécil.

 — He visto la filosofía desvanecerse poco a poco entre mi escepticismo y mi fe.

 — Principio de inercia y noción de selección natural eliminaron la necesidad de atribuirle significado a los hechos, pero no demostraron que el significado no exista.

 La plena vileza del hombre no se patentiza sino en las grandes agrupaciones urbanas.

 — Mientras los contemporáneos sólo leen con entusiasmo al optimista, la posteridad relee con admiración al pesimista.

 — Está bien exigirle al imbécil que respete artes, letras, filosofía, ciencias, pero que las respete en silencio.

 — Educar al individuo consiste en enseñarle a desconfiar de las ideas que se le ocurren.

 — Ninguna de las épocas cimeras de la historia ha sido planeada. Al reformador sólo se le pueden acreditar errores.

 — Las palabras nacen en el pueblo, florecen entre escritores, mueren en boca de la clase media.

 — La civilización no conquista definitivamente: sólo celebra esporádicas victorias.

 Los monarcas, en casi toda dinastía, han sido tan mediocres que parecen presidentes.

 — Solo los años nos enseñan a manejar con tacto nuestra ignorancia.

 — Prosa perfecta es la que el lector ingenuo no nota que está bien escrita.

 — El pueblo hoy no se siente libre sino cuando se siente autorizado a no respetar nada.

 — El moderno perdió el alma y no es más ya que la suma de sus comportamientos.

 — El traje de etiqueta es el primer paso hacia la civilización.

 — Una educación sin humanidades prepara sólo para los oficios serviles.

 — Además de sociedades civilizadas y de sociedades semi-civilizadas, hay sociedades seudo-civilizadas.

 — En las ciencias humanas abundan problemas ininteligibles por naturaleza tanto al profesor norte-americano como al intelectual marxista.

 — Nada es más irritante que la seguridad con que opina sobre todo el que ha tenido éxito en algo.

 El verdadero cristiano no debe resignarse a lo inevitable: debe confiar en la impertinencia de una oración reiterada.

 — Aburridor, como visitante extranjero ilustre.

 — La industrialización de la agricultura está cegando el hontanar de la decencia en el mundo.

 La herejía que amenaza a la Iglesia, en nuestro tiempo, es el “terrenismo”.

 — Los mercaderes de objetos culturales no serían irritantes si no los vendieran con retórica de apóstol.

 — Los fragmentos del pretérito que sobreviven avergüenzan el paisaje moderno dentro del cual se levantan.

 — En la fe hay parte que es intuición y parte que es apuesta.

 — La regla de oro en política está en no hacer sino cambios mínimos y en hacerlos con la mayor lentitud posible.

 — El pueblo a veces acierta cuando se asusta; pero siempre se equivoca cuando se entusiasma.

 ¿Para qué engañarnos?
 — La ciencia no ha contestado ni una sola pregunta importante.

 — La desigualdad injusta no se cura con igualdad, sino con desigualdad justa.

 — En la sociedad sana, el estado es órgano de la clase dirigente; en la sociedad contrahecha, el estado es instrumento de una clase burocrática.

 — El tonto viendo que las costumbres cambian dice que la moral varía.

 — El cristiano sabe con seguridad cuál debe ser su comportamiento personal, pero nunca puede asegurar que no se equivoca al prohijar tal o cual reforma social.

 — La mayoría de las costumbres propiamente modernas serían delito en una sociedad auténticamente civilizada.

 — No es en manos de las mayorías populares donde el poder más fácilmente se pervierte, es en manos de los semi-cultos.

 — La presión demográfica embrutece.

 — La izquierda pretende que el culpable del conflicto no es el que codicia los bienes ajenos sino el que defiende los propios.

 — La envidia es clave de mas historias que el sexo.

 — “Tener fe en el hombre” no alcanza a ser blasfemia, es otra bobería más.

 — No sabemos a fondo sino lo que no nos sentimos capaces de enseñar.

 — La religión no es socialmente eficaz cuando prohíja soluciones socio-políticas, sino cuando logra que sobre la sociedad espontáneamente influyan actitudes puramente religiosas.

 — Después de haber sido, en el siglo pasado, el instrumento del radicalismo político, el sufragio universal se está convirtiendo, como lo previó Tocqueville, en mecanismo conservador.

 — La Iglesia educaba; la pedagogía del mundo moderno tan sólo instruye.

 — Hay momentos en que el peor defecto, peor delito, peor pecado, parece ser la mala educación.

 — Los llamados prejuicios de las clases altas suelen consistir en experiencias acumuladas.

 — El clero moderno, para salvar la institución, trata de desembarazarse del mensaje.

 — Sus contradicciones definen menos al individuo que la manera como se acomoda en ellas.

 — Barroquismo, preciosismo, modernismo, son enfermedades nobles; pero enfermedades al fin.

 — Todo en el mundo reposa finalmente sobre sendos “porqué sí” últimos.

 — Las tesis no son expuestas con claridad sino cuando logran que las exponga un hombre inteligente que no las comparte.

 — Salvo en pocos países, querer “fomentar la cultura” recomendando la lectura de “autores nacionales” es empresa contradictoria.

 — El anhelo secreto de toda sociedad civilizada no es el de abolir la desigualdad, sino el de educarla.

 — Existen dos interpretaciones del voto popular: una democrática, otra liberal.
 Según la interpretación democrática es verdad lo que la mayoría resuelve; según la interpretación liberal la mayoría meramente escoge una opinión.
 Interpretación dogmática y absolutista, la una; interpretación escéptica y discreta, la otra.

 — La “Naturaleza” fue descubrimiento pre-romántico que el romanticismo propagó, y que la tecnología está matando en nuestras días.

 — Lo que desacredita la religión no son los cultos primitivos, sino las sectas norte-americanas.

 — En la sociedad moderna, el capitalismo es la única barrera al espontáneo totalitarismo del sistema industrial.

 El ideal del reaccionario no es una sociedad paradisíaca. Es una sociedad semejante a la sociedad que existió en los trechos pacíficos de la vieja sociedad europea, de la Alteuropa, antes de la catástrofe demográfica, industrial y democrática.

sábado, 5 de octubre de 2019

Sobreel Ta`lim o la doctrina de la interpretación espiritual (Nasir I Khusraw)


Cielo y Tierra Nº9 Volumen 3 Otoño 1984

LA EUCARISTÍA (Marc-Antoine Costa de Beauregard)


 LA EUCARISTÍA

L’Orthodoxie hier-demain . Deuxième partie: La Pensée
Marc-Antoine Costa de Beauregard
E. Buchet/Chastel. Paris 1979

Por supuesto, el Misterio central de la Liturgia y del mundo es la Eucaristía. Es lo que es tanto la fuente como el punto culminante de nuestro conocimiento del Divino Misterio Humano. También San Ireneo dice: "Nuestra doctrina está de acuerdo con la Eucaristía y la Eucaristía lo confirma. "Es decir, la Verdad está ligada a la vida, o, más exactamente, expresada y conocida por la vida: la Verdad es la Vida. La Cumbre de la Revelación - la unión de Dios y el hombre deseado de todos los tiempos y antes de tiempo por Dios – es expresada y conocida en el misterio de la Eucaristía.

Así la Verdad revelada se formula litúrgicamente a través de las formas (verbales, musicales, pictóricas...) que son las de nuestro espacio y nuestro tiempo. Es por eso que cantamos en la Liturgia, al final de la Eucaristía: "Hemos visto la Luz verdadera.” Todos los fieles concelebrando el mismo Misterio, pueden decir como San Juan: "Os anunciamos lo que nosotros oímos, lo que vimos con nuestros ojos, lo que nuestras manos han tocado del Verbo  de Vida" (1 Jn 1:1).

Este conocimiento de Dios a través de la participación (cf. "participantes de Dios", II Pie 1/4) es subrayado por San Máximo hablando de la Eucaristía: e Aquel que se inicia en el Misterio de la Resurrección, aprende el fin para el que Dios creó todas las cosas. »
Todo el pensamiento de Dios sobre su creación, todo la Revelación son reunidos en la síntesis litúrgica. Y esto es, repitámoslo, el punto de partida de la teología. La teología, el pensamiento religioso, en la Iglesia Ortodoxa, parte de la Liturgia que inicia al hombre al conocimiento de Dios y al Misterio de la Salvación, y conduce a la Liturgia para expresar este conocimiento. La liturgia es así "la recapitulación de toda la economía de la salvación", según San Teodoro Studita, "la copa de la síntesis", según San Ireneo del Lyon.
Pero la Liturgia es más que la Liturgia. Es decir, no es una especie de círculo cerrado de beatitud, la Iglesia no es un gueto transfigurado: la Liturgia envía al hombre al mundo para mostrarse teólogo, a anunciar lo que su los oídos han oído, lo que sus ojos vieron, lo que sus manos han tocado del Verbo de Vida. El fin de la Liturgia no es la la complacencia en el mundo transfigurado, la "estancia aquí" de los apóstoles en el Monte Tabor. Su objetivo es, en primer lugar, la transfiguración del mundo a través de la renovación de la cultura, de las relaciones humanas, por lo tanto, mediante una acción que es a la vez profética (la revelación de la Verdad), real (responsabilidad con relación a  la Verdad) y sacerdotal (transformación de todas las cosas en la Verdad, en el Cuerpo y la Sangre de Cristo).


lunes, 9 de septiembre de 2019

BÚSQUEDA ( K. G. Dürckheim)



BÚSQUEDA

Camino de la vida,
 K. G. Dürckheim.
 José J. Olañeta editor. Palma de Mallorca 1999, pp 100-101

Agradables sensaciones de alivio y el culto a las emociones, una perezosa quietud, el inflamiento del yo y la desviación profana de las energías del ser, los ejercicios iniciáticos alterados e insulsos: esos son los peligros que amenazan en su búsqueda si no aporta la seriedad necesaria o si le falta la dirección competente.

sábado, 17 de agosto de 2019

Shizan-Taza


INTRODUCCIÓN A LA PRÁCTICA DEL ZEN

Basada en el "Sisan no hanashi"
del San-Un Zendo de Kamakura.
(Adaptado ligeramente por KIUNAN)

Lo que sigue esta basado en las enseñanzas de Daiun Harada Roshi
maestro verdaderamente realizado, fue a practicar primero a Sogen-ji
y más tarde a Nanzen-ji, dos monasterios Rinzai. En Nanzen-ji
captó en un momento dado el secreto íntimo del Zen bajo la guía
de Dokutan Roshi, un maestro excelente.

Aunque sin duda es cierto que hay que practicar Zen para
comprender la verdad del Zen, Harada Roshi se daba cuenta de que
la mente moderna está tan ansiosa de saber y comprender, que para
principiantes podía ser conveniente este tipo de enseñanzas
previas a la práctica. Combinó lo mejor de ambas escuelas y
promovió un método único de enseñar Zen. En Japón no hay otro
sitio en que se enseñe de modo tan completo y sucinto al mismo
tiempo, ni tan bien adaptado a la mente moderna.
Harada Roshi solía hacer unas advertencias en cuanto

SHIKAN - TAZA


La práctica del shikan-taza es otra forma de meditar, que vamos
a describir a continuación más detalladamente.
Shikan significa "nada más que" o "simplemente", mientras que ta -
significa "golpear" o "darle al" y za "estar sentado". Shikan-taza
es, pues, una práctica en la que la mente está intensamente involu-
crada en simplemente estar sentado. En este tipo de zazen resulta
muy fácil que la mente se distraiga, al carecer de las ayudas de -
contar la respiración o del koan. De ahí que el temple correcto de
la mente resulte doblemente importante. En el shikan-taza, la mente
no debe de estar agobiada, al mismo tiempo que está firmemente
plantada o compacta, como el Monte Fuji, por poner una imagen.A la
vez debe estar despierta, alerta, como la cuerda tensada de un arco
. Shikan-taza es, por lo tanto, un estado de conciencia de suma
vigilancia concentrada en que no se está ni tenso ni agobiado, ni,
por supuesto, nunca decaído. Es el estado de la mente de alguien -
que se enfrenta con la muerte. Supongamos que está metido en un --
duelo de espadas, tal como solía darse antiguamente en Japón. Al -
enfrentarte con tu adversario estás constantemente alerta, en forma,
dispuesto. Si desfallecieras en tu estado de extrema vigilan -
cia, aunque fuera un instante, serías abatido. Se ha reunido un --
gran gentío para ver la lucha. Como no estas ciego, lo ves por el
rabillo del ojo, y como no estás sordo, lo oyes. Pero ni por un
momento tu mente se deja llevar de estas impresiones sensoriales.

Este estado no se puede mantener durante mucho tiempo seguido. Por
esto no deberás prolongar los periodos de shikan-taza más allá de
media hora cada vez. Después de treinta minutos, levántate, pasea
en kinhin, y luego vuelve a sentarte. Si haces de verdad shikan-ta-
za, al cabo de media hora estarás sudando, incluso en invierno y en
una habitación sin calefacción, debido al calor ocasionado por esta
concentración tan intensa. Si te sientas demasiado tiempo segui-
do, tu mente pierde su vigor, tu cuerpo se cansa y tus esfuerzos -
resultan menos eficaces que si hubieras reducido tus sentadas a pe-
riodos de treinta minutos.

En comparación con un inexperto de la espada, un maestro la usa -
sin esfuerzo alguno. Pero no siempre fue así, porque también él co-
noció un tiempo en el que tuvo que esforzarse al máximo, debido a
su técnica todavía imperfecta, para preservar su vida. Con el sikan-
taza ocurre lo mismo. Al principio, la tensión es inevitable ,
pero con el tiempo, este zazen tenso va madurando, convirtiéndose
en un estar sentado relajado y a la vez plenamente atento. Pero no
pienses, ni por un instante, que tal manera de sentarse se puede -
conseguir sin una larga dedicación y práctica.

No conviene pasar demasiado aprisa de una forma de ejercicio a --
cibn. El maestro Zen es quien asigna la práctica de contar o se -
guir la respiración, shikan-taza o koan.

Pasos 1985

(Boletín de Zendo Betania)

jueves, 15 de agosto de 2019

Futuro azaroso (Hubert de Mirleau)




Futuro azaroso

 La démocratie est-elle une fatalité?
Hubert de Mirleau
Ed Pardés 1991

¿Qué hacer, incluso si es demasiado tarde? Una cosa es segura La rectificación siempre ha estado en contra de la democracia, porque su necesidad se hacía sentir cuando esta último había llevado a la sociedad a un estado de descomposición cercano al caos.
En el curso de las edades, las razas reales habían sabido resolver la difícil cuestión de la relación entre gobernadores y gobernados, la verdadera cuadratura del círculo que consiste en hacer coexistir principio de mando y el principio de "libre consentimiento". Lo habían conseguido  porque se habían sabido obtener la confianza de abajo, a la vez que mantenían la autoridad en las esferas superiores. Es evidente que hoy en día el juego está falseado. Los ilusionistas obtienen "confianza" (eso es mucho que decir) de abajo haciendo brillar su lotería ante los ojos aturdidos de los espectadores, guardándose mucho de no indicar el precio verdadero, que es la pérdida de toda libertad auténtica, por el abandono de todos las vías que permiten la realización espiritual.

Para oponerse a su juego, ¿podemos confiar en la "voluntad popular", como pretenden algunos? Si tal voluntad existiera, se sabría hace mucho tiempo. No hay más que voluntades populares, contradictorias, antagonistas, cambiantes y que dejan la victoria al que habla último o al que se impone por una fuerza superior en la cual la seducción y el miedo no están nunca ausentes. Hoy, no podemos pedirle al pueblo lo que quiere, a dónde quiere ir, porque lo sabe menos que nunca y las decisiones a tomar no son expresables en balances cifrados. Es necesario que el polo Esencia, el polo activo, se imponga con más vigor que nunca al polo Substancia, pasivo, en otras palabras (el poder habiendo sido usurpado por la quinta casta a  fuerza de halagos y mentiras), debe ser retomado o remitido a las manos de una primera casta resucitada como el Fénix.

Tal reasunción del control, no nos engañemos, no podrá hacerse en calma, hasta tal punto es verdad que "Polemos es rey y señor de todas las cosas" y que, en el ciclo histórico en el que nos encontramos, todo es un equilibrio de fuerzas (no siendo la fuerza, bien entendido, ciega brutalidad). Los mundialistas no dejarán escapar un poder del que han tejido pacientemente todos los hilos, como una araña en el centro de su telaraña. Para vencer el poder de la contra-iniciación, representado por los señores del mundo al acecho a la sombra de los gobiernos, es preciso que el  nuevo héroe fundador pueda oponerle  la clara faz de una perfección que se imponga por su irradiación y que inspirará un orden armonioso, él mismo reflejo de la perfección divina.

El orden es jerárquico por naturaleza, pero hay jerarquías que se camuflan y otras que se osan proclamarse como tales. Las primeras son mentiras, son el hecho de seres viles, impostores, mientras que las últimas son la justa expresión de razas nacidas para mandar; y por raza, entendemos, siguiendo a Evola, una cualidad más espiritual que física, aunque idealmente lo exterior debe reflejar lo interior. Jerarquía restaurada a la luz del día, porque las "flores inútiles" serán a la vez el modelo, el estímulo y el legítimo orgullo de los pueblos que han contribuido a su florecimiento.

Para cumplir con su misión, para retomar por su cuenta el gesto de la Creación, el héroe, tomando el contrapié de los mundialistas que tienen la intención de privar a la humanidad de toda forma con el fin de esclavizarla mejor "por su bien", deberá, por el contrario, proponerle una forma ideal dentro de cuyos límites se ejercería una libertad, una nueva voluntad reencontrada: "La forma, es la libertad"....

¿Quién podría convertirse en el faro de Occidente? Sólo un príncipe, a nuestros ojos, podría encarnar auténticamente el principio del Imperium, fundamento de una unidad reconquistada. En efecto, el príncipe, o el rey, o el emperador, están inmediatamente, por su mismo nacimiento, por encima de lo contingente. No es en función de su competencia, de su eficiencia que un príncipe es traído o mantenido en el trono, sino por razón de su naturaleza propia, ya que está ontológicamente por encima de los otros mortales. Para tomar una comparación actual, cuando la moneda, manipulado por los financieros, pierde su valor, la buena gente se precipita hacia el patrón oro, no tanto por superstición, como porque el oro no miente, porque posee una cualidad intrínseca, inalterable. La analogía no es fantástica.

Sin embargo, tengamos cuidado de no caer en el error de los conservadores que no tienen como referencia más que el estado político o social que prevalecía en el tiempo de sus padres y que ellos llaman con sus voces  porque consideran que es preferible a la situación actual (porque es menos decadente) y suficientemente próximo como para no ser irrealizable. No, "la historia no retorna los platos", como decía el buen Celine con su sentido del atajo; y sobre todo, el estado de descomposición es tal que cualquier enyesado sería sólo un cauterio en una pata de palo.

¿"Y la Providencia", se nos dirá?  "¿piensas que Dios puede abandonar así su Creación”? Por creación, se entiende, quien la dulce Francia, quien la Santa Rusia, o más modestamente su pueblo natal y su descendencia. Además de la muerte de los pueblos y las civilizaciones es, como hemos visto, una de las constantes de la historia, es mostrar una gran cantidad de presunción, una gran de inconsecuencia como reducir la Creación a una de sus formas, todas pasajeras.

El futuro, dijo Nietzsche, es para el que tenga la memoria más larga es decir, a aquel a quien los árboles no esconderán nunca el bosque y que, sublime iconoclasta, a ejemplo de los héroes  fundadores arios, serán capaces de barrer con las tradiciones, las formas políticas, culturales o religiosas contingentes, para retroceder al principio inicial, la fuente de toda la fuerza, de toda armonía, de toda la gloria. Es necesario recuperar la pureza de la luz primordial, la simplicidad de las formas originales, cercanas a las fuerzas elementales. El despojo dórico y su laconismo, pueden dar una idea, una imagen de la sociedad del futuro: la sociedad fría, implacable, en reacción contra el sensualismo burgués, la "grande bouffe" plebeya y la descomposición nauseabunda debida al quinto Estado. Una sociedad mantenida en forma por una voluntad, una tensión máxima, porque el orden imperial, si significa la paz, no significa el sueño no obstante; una sociedad cuyas energías, emancipándose del humanismo y del racionalismo, desprendiéndose de toda contingencia, tendería con todas su fuerzas a la realización del Hombre Integral, representante auténtico de la primera casta. Así el ciclo pudría empezar de nuevo.

¿Veremos emerger a este príncipe glorioso? ¿Será capaz de cazar entre bastidores son tiradores de cuerda cuya potencia se basa sólo en la mentira? No podemos estar seguros, ¿pero no está escrito en el Bhagavad Gita, sobre el retorno de los Avatares (encarnación del Altísimo) en la tierra:

"Cada vez que el Dharma desaparece y sube la injusticia, entonces Yo tomo nacimiento. Para la liberación de los buenos, para la destrucción de los que hacen el mal, para poner en el trono e la Justicia, Yo tomo nacimiento de edad en edad"?

París, verano de 1990

martes, 13 de agosto de 2019

Escolios a un texto implícito 22 (Nicolás Gómez Dávila)



 — Se comenzó llamando democráticas las instituciones liberales, y se concluyó llamando liberales las servidumbres democráticas.

 — Nada es suficientemente importante para que no importe como está escrito.

 — Las autobiografías interesantes podrían abundar si escribir la verdad no fuese problema estético.

 — La vida es un combate cotidiano contra la estupidez propia.

 — En las ciencias humanas sólo se debe generalizar para individualizar mejor.

 — El amor utiliza el vocabulario del sexo para escribir un texto ininteligible al sexo solo.

 — Cuidémonos de llamar “aceptar la vida” aceptar sin resistencia lo que degrada.

 — La mentalidad moderna es hija del orgullo humano inflado por la propaganda comercial.

 Creer que una verdad patente, claramente expresada, ha de convencer, no es más que prejuicio ingenuo.

 — Los problemas básicos de una época nunca han sido el tema de sus grandes obras literarias.
 Sólo la literatura efímera es “expresión de la sociedad”.

 — Proletario consciente en el vocabulario marxista significa pueblo convertido a los ideales burgueses.

 — No tengo pretensiones a la originalidad: el lugar común, si es viejo, me basta.

 — La “explicación” consiste finalmente en asimilar un misterio insólito a un misterio familiar.

 — Tan solo para defender nuestras convicciones subalternas poseemos abundantes argumentos.

 — Más que lo que dice, al imbécil lo delata su dicción.

 — El moderno conoce cada día más al mundo y menos al hombre.

 — La sinceridad, si no es en confesión sacramental, es factor de desmoralización.

 — Pedirle al estado lo que sólo deber hacer la sociedad es el error de la izquierda.

 — Nada suscita más desdén recíproco que la diferencia de diversiones.

 — El maquinismo embrutece porque le hace creer al hombre que vive en un universo inteligible.

 — No se suele llegar a conclusiones sino desatendiendo objeciones.

 — Del tedio cotidiano sólo nos rescatan lo impalpable, lo invisible, lo inefable.

 — El filósofo se desequilibra fácilmente; sólo el moralista no suele perder el juicio.

 — Las almas que el cristianismo no poda nunca maduran.

 — Lo vago y lo preciso, en el universo, no son zonas bien o mal conocidas, sino zonas de estructura diversa.
 La zona, por ejemplo, donde la buena voluntad basta, y la zona donde sólo el acierto cuenta.

 — Las palabras son las verdaderas aventuras del auténtico escritor.

 — Una reforma de la sociedad sólo puede esperarse de las contradicciones entre las insensateces humanas.

 Hacer lo que debemos hacer es el contenido de la Tradición.

 — El que no busca a Dios en el fondo de su alma, no encuentra allí sino fango.

 — La “liberación sexual” le permite al hombre moderno desentenderse de los múltiples tabús de otra índole que lo gobiernan.

 — El que se empeña en refutar argumentos imbéciles acaba haciéndolo con razones estúpidas.

 — No ha nacido escritor que no haya escrito demasiado.

 — El clero moderno afirma que el cristianismo pretende resolver los problemas terrestres –confundiéndolo así con la utopía.

 — Un simple arrebato de impaciencia suele suprimir pronto la distancia entre la utopía y el asesinato.

 — El hombre es animal educable, siempre que no caiga en manos de pedagogos progresistas.

 — Los lugares comunes de la tradición occidental son la pauta que no engaña en las ciencias humanas.

 — Todo hombre vive su vida como un animal sitiado.

 — Las filosofías comienzan en filosofía y acaban en retórica.

 — Siendo diálogo la filosofía, no hay razón para suponer que el último que opinó sea el que tiene la razón.

 — La vocación auténtica se vuelve indiferente a su fracaso o a su éxito.

 — El individualismo es cuna de la vulgaridad.

 — Lo más irónico en la historia es que prever sea tan difícil y haber previsto tan obvio.

 — Las intuiciones del filósofo a veces nos deslumbran; frente a sus raciocinios nos erizamos de objeciones.

 — La estupidez se apropia con facilidad diabólica lo que la ciencia inventa.

 — Donde la igualdad deja que la libertad entre, la desigualdad se le desliza.

 — El sociólogo nunca sabe, al manipular sus estadísticas, dónde importa la cifra relativa y dónde la cifra absoluta.

 — Donde el comunismo triunfa, el silencio cae con ruido de trampa que se cierra.

 — Conocer bien un episodio histórico consiste en no observarlo a través de prejuicios democráticos.

 — Entre los elegidos por el sufragio popular sólo son respetables los imbéciles, porque el hombre inteligente tuvo que mentir para ser elegido.

 — El hombre no tiene la misma densidad en toda época.

 — El vicio que aqueja a la derecha es el cinismo, y a la izquierda la mentira.

 — Saber no resuelve sino problemas subalternos, pero aprender protege del tedio.

 — Los que reemplazan la “letra” del cristianismo por su “espíritu” generalmente lo convierten en una pamplinada socio-económica.

 — Humanidad es lo que elaboraron en la animalidad del hombre la reticencia y el pudor.

 — Nada inquieta más al incrédulo inteligente que el católico inteligente.

 — El realismo de la fotografía es falso: omite en la representación del objeto su pasado, su trascendencia, su futuro.

 — La perfecta transparencia de un texto es, sin más, una delicia suficiente.

 — Nuestra vida es anécdota que esconde nuestra personalidad verdadera.

 — Hablar sobre Dios es presuntuoso, no hablar de Dios es imbécil.

 — Las personas sin imaginación nos congelan el alma.

 — El espectáculo de un fracaso es tal vez menos melancólico que el de un triunfo.

 — Ciertas ideas sólo son claras formuladas, pero otras sólo son claras aludidas.

 — Al repudiar los ritos, el hombre se reduce a animal que copula y come.

 — El hombre moderno no defiende enérgicamente sino su derecho a la crápula.

 La objeción del reaccionario no se discute, se desdeña.

 — En materia religiosa la trivialidad de las objeciones suele ser más obvia que la fragilidad de las pruebas.

 — Cuando los elegidos en una elección popular no pertenecen a los estratos intelectuales, morales, sociales, más bajos de la nación, podemos asegurar que subrepticios mecanismos anti-democráticos han interferido el funcionamiento normal del sufragio.

 — Al estallar una revolución, los apetitos se ponen al servicio de ideales; al triunfar la revolución, los ideales se ponen al servicio de apetitos.

 — Entre las causas de una revolución y su realización en hechos se insertan ideologías que acaban determinando el curso y hasta la naturaleza de los acontecimientos.
 Las “ideas” no “causan” las revoluciones, pero las encauzan.

 — Los que defienden las revoluciones citan discursos; los que las acusan citan hechos.

 — La falsificación del pasado es la manera como la izquierda ha pretendido elaborar el futuro.

 — “Tener sentido” es atributo irreductible, inanalizable, último, de ciertas presentaciones.

 — La sensibilidad es brújula menos susceptible de enloquecerse y de desorientar que la “razón”.

 — El día se compone de sus momentos de silencio.
 Lo demás es tiempo perdido.

 — El hombre solamente es importante si es verdad que un Dios ha muerto por él.

 — El afán moderno de originalidad le hace creer al artista mediocre que en simplemente diferir consiste el secreto de la originalidad.

 — No todos los vencidos son decentes, pero todos los decentes resultan vencidos.

 — Aun los gobernantes más austeros acaban asistiendo al circo para complacer a la muchedumbre.

 — Todo en la historia comienza antes de donde creemos que comienza, y termina después de donde creemos que termina.

 — Desigualdad e igualdad son tesis que conviene defender alternativamente, a contrapelo del clima social que impere.

 Ni declaración de derechos humanos, ni proclamación de constituciones, ni apelación a un derecho natural, protegen contra la arbitrariedad del estado. Sólo es barrera al despotismo el derecho consuetudinario.

 — Sus prejuicios no embrutecen sino al que los cree conclusiones.

 — De soberanía de la ley sólo se puede hablar donde la función del legislador se reduzca a consultar el consenso consuetudinario a la luz de la ética.

 — Las grandes teorías históricas se vuelven útiles cuando renuncian a querer explicar todo.

 — La comprensión de lo individual y la comprensión de lo general se condicionan en historia recíprocamente.

 — No hay ciencia humana tan exacta que el historiador no necesite corregirla y adaptarla para poderla utilizar.

 — Al hombre no lo educa el conocimiento de las cosas sino el conocimiento del hombre.

 — La patanería intelectual es el defecto que en este siglo menos sabemos evitar.

 — Determinar cuál es la causa y cuál el efecto suele ser en historia problema insoluble.

 — El hombre nunca calcula el precio de cualquier comodidad que conquista.

 — No hay casualidad en historia que no se supedite a la casualidad de las circunstancias.

 — La noción de determinismo ha ejercido un terrorismo corruptor de la faena filosófica.

 — Sólo se puede releer al que sugiere más de lo que expresa.

 — Nadie ignora que los acontecimientos históricos se componen de cuatro factores: necesidad, casualidad, espontaneidad, libertad.
 Sin embargo rara es la escuela historiográfica que no pretende reducirlos a uno solo.

 — “Necesidad histórica” suele ser meramente nombre de la estupidez humana.

 — El espectáculo de la humanidad no adquiere cierta dignidad sino gracias a la deformación a que el tiempo lo somete en la historia.

 — El político nunca dice lo que cree cierto, sino lo que juzga eficaz.

 — Más que del inquietante espectáculo de la injusticia triunfante, es del contraste entre la fragilidad terrestre de lo bello y su esencia inmortal en donde nace la esperanza de otra vida.

 — La retórica cultural reemplaza hoy la retórica patriótica, en las efusivas expectoraciones de los tontos.

 — Un tacto inteligente puede hacer culminar en perfección del gusto la austeridad que la pobreza impone.

 El hombre ya no sabe inventar nada que no sirva para matar mejor o para vulgarizar el mundo un poco más.

 — Sólo la religión puede ser popular sin ser vulgar.

 — Su libertad no libera al hombre de la necesidad. Pero la tuerce en imprevisibles consecuencias.

 — Cambiar un gobierno democrático por otro gobierno democrático se reduce a cambiar los beneficiarios del saqueo.

 — Es sobre las antinomias de la razón, sobre los escándalos del espíritu, sobre las rupturas del universo, sobre lo que fundo mi esperanza y mi fe.

 — El estado no se ha portado con discreción y mesura sino bajo la vigilancia celosa de burguesías ricas.

 — Las verdades subalternas suelen eclipsar las más altas verdades.

 — Aun cuando lograra realizar sus más atrevidas utopías, el hombre seguiría anhelando transmundanos destinos.

 — Las dudas no se disipan una a una: se disuelven en un espasmo de luz.

 — Es ante todo contra lo que el vulgo proclama “natural” contra lo que el alma noble se rebela.

 — Todo lo eximio en la historia resulta de equilibrios singularmente inestables.
 Nada dura ciertamente, pero lo mediocre dura más.

 — Sólo es transparente el diálogo entre dos solitarios.

 Formular los problemas de hoy en un vocabulario tradicional los despoja de falsos prestigios.

 — En los siglos espiritualmente desérticos, sólo cae en cuenta de que el siglo está muriéndose de sed el que aún capta aguas subterráneas.

 — La libertad no es fruto del orden sólo, es fruto de concesiones mutuas entre el orden y el desorden.

 — Mis convicciones son las mismas que las de la anciana que reza en el rincón de una iglesia.

 — La realidad última no es la del objeto que la razón construye, sino la de la voz a que la sensibilidad contesta.

 — Las ciencias humanas no son propiamente ciencias inexactas, sino ciencias de lo inexacto.

 — Hablan enfáticamente de “transformación del mundo”, cuando lo más a que pueden pretender es a ciertas remodelaciones sociales secundarias.

 — Lo que aconseja renunciar a las opiniones progresistas y atrevidas es la inevitabilidad con la cual tarde o temprano el tonto finalmente las adopta.

 — No viviría ni una fracción de segundo si dejara de sentir el amparo de la existencia de Dios.

 — No cometo la torpeza de negar los indiscutibles éxitos del arte moderno; pero ante el arte moderno en sí, como ante el arte egipcio o chino, me siento ante un arte exótico.

 — Después de experimentar en qué consiste una época prácticamente sin religión, el cristianismo aprende a escribir la historia del paganismo con respeto y con simpatía.

 — Ante el marxismo hay dos actitudes igualmente erróneas: desdeñar lo que enseña, creer lo que promete.

 — Filosofar es adivinar, sin poder nunca saber si acertamos.

 — Marxismo y psico-análisis han sido los dos cepos de la inteligencia moderna.

 — Estado sanamente constituido es aquel donde inmúmeros obstáculos embarazan y estorban la libertad del legislador.

 — Nuestras repugnancias espontáneas suelen ser más lúcidas que nuestras convicciones razonadas.

 — “Revolucionario” significa hoy individuo para quien la vulgaridad moderna no está triunfando con suficiente rapidez.

 — Aun cuando estén llenos de amenazas, no logro ver en los Evangelios sino promesas.

 — El emburguesamiento de las sociedades comunistas es, irónicamente, la postrer esperanza del hombre moderno.

 — Una sociedad civilizada necesita que en ella, como en la vieja sociedad cristiana, igualdad y desigualdad permanentemente dialoguen.

 — La envidia difiere de los demás vicios por la facilidad con que se disfraza de virtud.

 — La actividad política deja de tentar al escritor inteligente, cuando al fin entiende que no hay texto inteligente que logre tumbar ni a un alcalde de pueblo.

 — En el hombre inteligente la fe es el único remedio de la angustia.
 Al tonto lo curan “razón”, “progreso”, alcohol, trabajo.

 — El placer de adivinar el significado ingenioso de una metáfora pretende reemplazar, en la “poesía” moderna, la misteriosa jubilación del canto.

 — La fe no es una convicción que poseemos, sino una convicción que nos posee.

 — La frontera entre la inteligencia y la estupidez es movediza.