A K. COOMARASWAMY:
EL VEDANTA Y LA TRADICIÓN OCCIDENTAL
Ha habido
maestros tales como Orfeo, Hermes, Buda, Lao-Tsé y Cristo, cuya existencia
humana histórica es puesta en duda, pero a quienes debe concederse al menos la
alta dignidad de una realidad mítica. Shankara, como Plotino, San Agustín o
Eckhart, fue sin duda un hombre entre los hombres, aunque sabemos relativamente
poco acerca de su vida. Nació brahmán en el sur de la India, floreció durante
la primera mitad del siglo IX d.C., y fundó una orden monástica que aun
sobrevive. A la edad de ocho años llegó a ser un sannyasin, "hombre
verdaderamente pobre", siendo discípulo de un cierto Govinda y del maestro
de Govinda Gaudapada, autor de un tratado sobre los Upanishads en el que
expresó su doctrina esencial de la no-dualidad del Ser divino. Shankara viajó a
Benarés y escribió su famoso comentario al Brahma Sutra cuando contaba
doce años, los comentarios a los Upanishads y al Bhagavad Gita fueron
escritos posteriormente. el gran sabio pasó la mayor parte de su vida errabundo
por la India, enseñando y tomando parte en debates. Se cree que murió entre
los treinta y cuarenta años de edad. Tales viajes y debates han sido siempre
instituciones típicamente hindúes; en aquel entonces, como ahora, el sánscrito
era la lingua franca de los hombres educados así como por siglos lo fue el latín en los
países Occidentales, y los debates públicos eran tan ampliamente reconocidos
que se erigieron casas especiales para acoger a maestros peripatéticos,
polemistas en casi todas las Cortes.
La metafisica tradicional con la que se relaciona el
nombre de Shankara se conoce como Vedanta
término que aparece en los Upanishads y que significa
"el fin de los Vedas", en el doble sentido de "última
parte" y significado último" y también
como atmavidya doctrina del
conocimiento del verdadero
"yo" o "esencia espiritual"-o como advaita, "No-dualidad"-
término que, al tiempo que niega la dualidad, no hace afirmaciones acerca de la
naturaleza de la unidad y que no implica nada parecido a nuestros monismos o
panteísmos. Una gnosis (jñana) se enseña en esta metafisica.
Shankara no fue, en ningun sentido, el fundador,
descubridor o promulgador de una nueva religión o filosofia; su gran obra como
expositor consistió en una demostración de la unidad y coherencia de la
doctrina védica y en una explicación de sus aparentes contradicciones mediante
una correlación de las diferentes formulaciones con los puntos de vista
implicados en ellas. En particular, y exactamente como en la escolástica
europea, distinguió las dos formas complementarias de aproximación a Dios: la
teología afirmativa y la teología negativa. En la vía afirmativa, o de
conocimiento relativo, se predican las cualidades de la Identidad Suprema por
vía de excelencia, mientras que en la vía negativa todas las cualidades son
abstraídas. El famoso "No, no" de los Upanishads que forma la
base del método de Shankara -así como el de Buda-, depende del reconocimiento
de la verdad -expresada también por Dante, entre muchos otros- de que hay cosas
que están más allá del alcance del pensamiento discursivo y que no pueden
comprenderse a menos que se nieguen aspectos de ellas.
El estilo de Shankara es de gran originalidad y poder,
así como sutileza. Citaremos de su comentario al Bhagavad Gita un pasaje
que tiene la gran ventaja de introducirnos inmediatamente en el problema
central del Vedanta; el de la discriminación -no solamente según nuestra manera
de pensar- de lo que realmente es "yo mismo". "¿Cómo es -dice
Shankara- que hay profesores que sostienen, como el hombre ordinario que 'yo
soy esto y lo otro' y 'esto es mio'?" Escuchen: esto se debe a que su
llamado aprendizaje consiste en pensar que el cuerpo es el yo". En el
comentario al Brahma Sutra enuncia en sólo cuatro palabras sánscritas
aquello que a través de la metafisica hindú ha permanecido como la doctrina
completa del Espíritu inmanente en uno mismo como el único conocedor, agente y
transmigrante.
La literatura metafisica subyacente en las exposiciones
de Shankara esta constituida esencialmente por los Cuatro Vedas, los Brahmanas
y sus Upanishads considerados revelados y eternos -fechables (en todo caso para su revisión
crítica) antes del 500 a.C. así como por el Bhagavad Gita y los Brahma
Sutras (fechables poco antes de la era cristiana). De estos libros, los
Vedas son litúrgicos, los Brahmanas explican el ritual, y los Upanishads
están dedicados a la doctrina de Brahma o Theologia Mystica en la
que se basan la liturgia y el ritual. Los Brahma Sutras constituyen un
compendio altamente condensado de los Upanishads. El Bhagavad Gita es
una exposición adaptada al entendimiento de aquellos cuyas principales actividades
tienen que ver con la vida activa más que con la contemplativa.
Por muchas razones, que trataremos de explicar, es mucho
más dificil de exponer el Vedanta de lo que sería exponer los puntos de vista
personales de un "pensador" moderno, o incluso de un pensador como
Platón o Aristóteles. Ni los idiomas occidentales modernos, ni los términos
filosóficos o psicológicos modernos nos proveen con un vocabulario adecuado;
tampoco la educación moderna nos proporciona las bases ideológicas que serían
esenciales para una fácil comunicación. Tendremos, pues, que hacer uso de un
lenguaje puramente simbólico, abstracto y técnico, como si estuviésemos hablando
en términos de alta matemática; recordemos que Emile Mâle habla del simbolismo
cristiano como de un "cálculo" Tenemos al menos una ventaja; el tema
por comunicar y los símbolos por emplear no son más específicamente hindúes que
griegos o islámicos, egipcios o cristianos.
La
metafisica, por lo general, recurre a símbolos visuales (cruces y círculos, por
ejemplo) y, sobre todo, al simbolismo de la luz del sol, pues como dice Dante,
"ningún objeto sensible en el mundo entero es más apto para tomarse como
símbolo de Dios" Pero también tendremos que usar términos técnicos como
esencia y substancia, potencia y acto, inspiración y exhalación, similitud
ejemplar, eviternidad, y accidente. Distinguiremos la metempsicosis de la
transmigración, y ambas, de la "reencarnación". Habremos de
distinguir el alma del espíritu. Para saber en qué caso, si es que se presenta,
es adecuado traducir algún término sánscrito por nuestra palabra
"alma" (anima, psyche), debemos saber antes en qué pluralidad
de sentidos ha sido empleada en la tradición europea la palabra
"alma"; qué clase de almas pueden ser "salvadas", qué clase
de alma nos pide Cristo odiar si nos convertimos en sus discípulos, a qué clase
de alma se refiere Eckhart cuando dice que el alma debe "aniquilarse a sí
misma". Debemos saber qué entiende Filón por "alma del alma";
debemos preguntarnos por qué pensamos que los animales carecen de alma. Cuando
la palabra "animal" significa, casi literalmente, "con
alma". Debemos distinguir esencia de existencia. Posiblemente tendremos
que acuñar un término como "ahora-siempre" (nowever) para
expresar el significado completo y original de palabras tales como
"repentinamente", "inmediatamente" y
"actualmente".
La literatura sagrada de la India está disponible para
la mayoría de nosotros únicamente en traducciones hechas por eruditos
entrenados en lingüística más que en metafísica; y ha sido expuesta y explicada
-o, deberíamos decir, desvirtuada- por
eruditos provistos con los presupuestos de los antropólogos y naturalistas,
eruditos cuyas capacidades intelectuales han sido considerablemente inhibidas
por sus poderes de observación, al grado de no poder distinguir más la
realidad de la apariencia, el Sol Supremo de la metalísica del sol físico de
su propia experiencia. Amen de esto, la literatura hindú ha sido estudiada o
explicada por propagandistas cristianos cuyo interés primordial era demostrar
la falsedad y absurdidad de las doctrinas consideradas, o por teosofistas que,
aunque bien intencionados, no han hecho otra cosa que caricaturizar las
doctrinas con resultados quizá peores aún.
El hombre contemporáneo culto
esta, por consiguiente, completamente alejado de los modos de pensamiento
europeo y los aspectos intelectuales de la doctrina cristiana más cercanos a
los de las tradiciones védicas. Una educación cristiana moderna será de poca
utilidad, ya que el sentimentalismo fundamental de nuestros tiempos ha
reducido lo que alguna vez fue una doctrina intelectual a una mera moral que
dificilmente puede ser distinguida de un humanismo pragmático. Un europeo
dificilmente puede estar preparado para el estudio del Vedanta, a menos que
conozca y comprenda cuando menos a Platón, Filón, Hermes, Plotino, los
Evangelios (especialmente el de San Juan), Dionisio Areopagita y finalmente
Eckhart, quien, con la posible excepción de Dante, puede ser considerado desde
el punto de vista hindú como el más grande de todos los europeos.
El Vedanta no es una "filosofia" en el sentido
actual de la palabra, y únicamente podemos llamarlo así cuando
entendemos por "filosofia" la Philosophia Perennis o si
tenemos en mente la "filosofia" hermética o la "Sabiduría"
que consoló a Boecio. Las filosofias modernas son sistemas cerrados, y dan
por hecho que los opuestos se excluyen mutuamente. En la filosofia moderna las
cosas o son o no son en la filosofia eterna esto depende de nuestro punto de
vista. La metafisica no es un sistema, sino una doctrina coherente; no está
relacionada simplemente con la experiencia condicionada y cuantitativa,
sino con la posibilidad universal. Considera, por consiguiente, posibilidades
que no son susceptibles de manifestación en ningún sentido formal, así como
conjuntos de posibilidades que pueden ser realizadas en un mundo dado. La
realidad última de la metafisica es una Identidad Suprema en la que las
oposiciones de todos los contrarios, incluidas las de ser y no-ser, son
resueltas, sus "mundos" y "dioses" son niveles de
referencia y entidades simbólicas que no son ni lugares ni individuos
sino estados del ser realizables en uno mismo.
Los filósofos tienen teorías personales
acerca de la naturaleza del mundo; nuestra "disciplina filosófica" es
primordialmente un estudio de la historia de esas opiniones v de sus conexiones
históricas. Alentamos al aprendiz de filósofo a tener opiniones propias con la
esperanza de que representen mejoras sobre teorías previas. No concebimos,
como lo hace la Phílosophía Perennís. la posibilidad de conocer la
Verdad de una vez por todas; menos aún establecemos como meta convertirnos en
esta verdad.
La "filosofia"
metafisica es llamada "perenne" a causa de su eternidad,
universalidad e inmutabilidad; es la "sabiduría increada, que es ahora la
misma que ha sido y siempre será" de San Agustín es la religión
que, como también éste dice, únicamente vino a ser llamada
"cristiana" después de la venida de Cristo. Lo que fue revelado en el
comienzo contiene implícitamente la verdad total y en tanto que la tradición
sea transmitida sin desviación, en tanto que, en otras palabras, la cadena de
maestros y discípulos no sea rota, ni la incoherencia ni el error son
posibles. Por otra parte, la comprensión de la doctrina debe ser perpetuamente
renovada, pues no es un asunto de meras palabras. Que la doctrina sea
ahistórica no excluye la posibilidad, o aun la necesidad, de una explicación perpetua
de su formulación, de una adaptación de los ritos originalmente practicados, y
de la aplicación de sus principios a las artes y ciencias. Cuanto más declina
la humanidad de su autosuficiencia primera, más necesario es el surgimiento de
tales aplicaciones. Es posible una historia de estas explicitaciones y adaptaciones.
Así se establece una distinción entre lo que fue "oído" en el
comienzo y lo que ha sido "recordado".
Una desviación o herejía solamente es posible
cuando la enseñanza esencial ha sido mal entendida o pervertida en alguno de
sus aspectos. Decir, por ejemplo, "soy un panteísta" es simplemente
confesar que "no soy un metafisico" como decir que "dos y dos
suman cinco" sería confesar que "no soy un matemático". Dentro
de la tradición en sí misma no puede haber teorías o dogmas contradictorios o
mutuamente excluyentes. Por ejemplo, los llamados "seis sistemas de la
filosofia hindú" (frase en la que sólo las palabras "seis" e
"hindú" están justificadas) no constituven teorías mutuamente contradictorias
o excluyentes. Los así llamados "sistemas" no son más o menos
ortodoxos de lo que pueden ser las matemáticas, la química y la botánica que,
aunque disciplinas más o menos científicas diferenciadas entre sí, no son otra
cosa que ramas de una misma "ciencia". La India, de hecho, emplea el
término "ramificaciones" para denotar lo que el indólogo confunde con
"sectas". Es precisamente porque no hay "sectas" en el
terreno de la ortodoxia brahmánica que una intolerancia en el sentido europeo
ha sido virtualmente desconocida en la historia de la India y es por esta misma razón que los hindúes
podemos pensar fácilmente tanto en términos de la filosofla hermética como en
términos del Védanta. Debe haber "ramificaciones" porque el
conocimiento solamente es posible de acuerdo con el modo del conocedor; no
obstante, podemos percibir con gran fuerza que todos los Caminos llevan al
mismo Sol. Es igualmente evidente que cada hombre debe escoger ese Camino que
comienza en el punto en el que él mismo se encuentra al momento de partir. Esta
es la razón por la cual el Hinduísmo nunca ha sido una fe misionera. Puede ser
verdad que la tradición metafisica ha sido mejor y más completamente preservada
en la India que en Europa. Si así es, esto solamente significa que el cristiano
puede aprender del Vedanta cómo entender mejor su propio "camino".
El filósofo
espera probar sus afirmaciones. Para el metafisico es suficiente probar que
una doctrina supuestamente falsa implica una contradicción con los principios
primeros. Por ejemplo, un filósofo que arguye sobre la inmortalidad del alma
intenta descubrir pruebas de la supervivencia de la personalidad; para el
metafisico es suficiente recordar que "el primer comienzo debe ser
idéntico al fin último", de lo que se sigue que un alma, considerada como
creada en el tiempo, no puede sino terminar en el tiempo. El metafisico no
puede ser convencido por ninguna de las así llamadas "pruebas de la
sobrevivencia de la personalidad" asi como tampoco puede ser convencido un
fisico de la posibilidad de una máquina de movimiento perpetuo por ninguna
supuesta prueba. Por consiguiente, la metafisica trata, en su mayor parte, con
temas que no pueden ser públicamente probados, aunque pueden ser mostrados es decir, hechos inteligibles por analogía y que incluso cuando sean verificables en la
experiencia personal sólo pueden ser propuestos en términos de símbolo v
mito. Al propio tiempo, la fe se hace relativamente fácil gracias a la
infalible lógica de los textos en sí mismos
lo cual representa su belleza y atractivo. Recordemos la definición
cristiana de fe: "asentir a una proposición creíble". Uno debe creer
a fin de entender, y entender a fin de creer. Estos no son, sin embargo, actos
sucesivos de la mente sino actos simultáneos. En otras palabras, no puede
haber conocimiento de nada a lo que la voluntad rehúse su consentimiento, o
amor por algo que no haya sido conocido.
La metafisica difiere aún más de la filosofia en que su
propósito es puramente práctico. No se trata de una búsqueda gratuita de la
verdad, al igual que las artes que derivan de la metafisica no son un
"arte por el arte" ni la moral que se desprende de ésta se persigue
por la moral misma. Hay, ciertamente, una búsqueda, pero el buscador ya
conoce, hasta donde pueda expresarse en palabras, aquello que busca; la
búsqueda culmina sólo cuando el buscador se ha convertido él mismo en aquello
que buscaba. Ni el conocimiento verbal, ni el asentimiento meramente formal, ni
la conducta impecable son otra cosa que indispensables preparaciones: medios
para un fin.
Tomados en su materialidad, como "literatura",
los textos y los símbolos son inevitablemente mal comprendidos por
quienes no están en la búsqueda. Sin excepción, los términos y los
símbolos metafisicos son términos técnicos de la "caza". Nunca son
ornamentos literarios, y como bien ha dicho Malinowski en otro contexto,
"el lenguaje técnico en cuestiones de objetivos prácticos adquiere su
significado únicamente a través de la participación personal en estos objetivos".
A esto se debe que el hindú sienta que los académicos europeos -cuyos métodos
de estudio son declaradamente objetivos y distanciados- nunca han
entendido los textos vedantinos realmente, sino sólo verbal y gramaticalmente.
El Vedanta únicamente puede ser conocido en la medida en que ha sido vivido. El
hindú, por lo tanto, no puede confiar en un maestro cuya doctrina no se refleja
directamente en su propia persona. Esto es algo bastante alejado del concepto
europeo moderno de erudición.
Debemos agregar, para quienes conservan ideas románticas
"del misterioso Oriente", que el Vedanta no tiene nada que ver con la
magia o el ejercicio de poderes ocultos. Es cierto que la eficacia de los
procedimientos mágicos y de los poderes ocultos se dan por supuestos en
la India. Pero la magia es considerada como una ciencia aplicada del más bajo
nivel; y el uso de los poderes ocultos, tal como la acción "a
distancia" -si bien son adquiridos de manera incidental en el curso de la
práctica contemplativa- es considerado como una peligrosa desviación del camino,
a menos que sea bajo circunstancias excepcionales.
El Vedanta tampoco es una forma de psicología
ni el Yoga una especie de terapéutica excepto de manera muy accidental. La
salud fisica y moral son prerrequisitos para el progreso espiritual. El
análisis psicológico es empleado exclusivamente para romper nuestra arraigada
creencia en la unidad de inmaterialidad del "alma", con miras a una
distinción más clara entre el espíritu y aquello que no es sino una
manifestación psicofisica temporal de una de sus más limitadas modalidades.
cualquiera que, como Jung, insista en traducir la esencia de la metafisica
hindú o china en psicología no está haciendo otra cosa que distorsionar el
significado de los textos. La psicología moderna tiene, desde el punto de vista
hindú, casi el mismo valor que se le adjudica al espiritismo, la magia y otras
"supersticiones". Finalmente, debemos señalar que la metafisica -el
Vedanta- no es una forma de misticismo, salvo en el sentido en que con
Dionisio podemos hablar de una Theologia Mystica. Lo que comúnmente se
entiende por "misticismo" implica una receptividad pasiva
-"debemos ser capaces de dejar que las cosas sucedan en la psique" es
la forma en que Jung lo expresa (y en esta afirmación se proclama a sí
mismo un "místico"). Sin embargo, la metafisica repudia la psique por
completo. Las palabras de Cristo "ningún hombre puede ser mi discipulo si
no ha odiado su propia alma" han sido proclamadas una y otra vez
por cada gurú hindú y lejos de implicar pasividad, la práctica contemplativa
implica una actividad que es frecuentemente comparada con el fuego que arde a
una temperatura tan alta que no muestra ni chispas ni humo. El peregrino es
llamado un "afanado" y un refrán característico de la canción del
peregrino es: "sigue caminando, sigue
caminando". El
"camino" de los vedantistas es sobre todas las cosas una actividad.
El Vedanta parte
del principio de que existe una omnisciencia independiente de cualquier fuente
de conocimiento externa a sí misma, y una beatitud independiente de cualquier
fuente externa de placer. Al decir "Eso eres tú", el Vedanta afirma
que el hombre esta poseído por, y es en sí mismo "la única cosa que cuando
es conocida, todas las cosas son conocidas" y "por cuya presencia
son amadas todas las cosas". Afirma que el hombre es inconsciente de este
tesoro escondido en sí mismo porque ha heredado una ignorancia inherente a la
naturaleza misma del vehículo psicofisico que erróneamente identifica consigo
mismo. El propósito de toda enseñanza es disipar esta iguorancia; cuando la
obscuridad ha sido atravesada no queda más que la Gnosis de la Luz. La técnica
de educación es, por lo tanto, siempre formalmente destructiva e iconoclasta;
no se trata de la transmisión de información sino del desarrollo de un Conocimiento
latente.
El "gran dictum" de los Los Upanishads
es "Eso eres tú" "Eso" significa aquí, claro está, el Atman
o Espíritu, Espíritu Santo, el pneuma griego, el ruh árabe, el
ruah hebreo, el Amon egipcio, el ch´i chino. Atman es
esencia espiritual e indivisa, ya sea trascendente o inmanente, y si bien son
muchas y variadas las direcciones en las que se puede extender o de las que se
puede retirar, es motor inmóvil, tanto en el sentido transitivo como en el
intransitivo. Se presta a todas las modalidades del ser, pero en si mismo nunca
deviene alguien o algo. Aquello ante lo cual todo lo demás es un estorbo,
"Eso eres tú,,. "Eso" es, en otras palabras, el Brahman o
Dios en el sentido general de Logos o Ser, considerado como la fuente universal
de todo ser, que se expande, se manifiesta, produce y es origen de todas las
cosas, las cuales están "en" él como lo finito en lo infinito, pero
no como una "parte" de él, pues lo infinito no tiene partes.
Puesto que Atman es aquel que insufla
e ilumina, y es primordialmente "Espíritu"
-pues el Eros divino es la esencia motora de todas las cosas y por
tanto su ser real-usaremos esta palabra en sentido reflexivo para significar
"yo mismo" (self) -y además uno mismo" [onese] en
todo sentido aun amplio, en que esta noción puede entenderse, o bien con
referencia al "sí mismo" o Persona espiritual (que es el único sujeto
cognoscente y esencia de todas las cosas
y debe ser distinguido del "yo" pasible y contingente que es un
compuesto del cuerpo y de todo lo que se entiende por "alma" Cuando
hablamos de una "psicología"). Dos "yo mismo" [selves] muy
diferentes están así involucrados, y ha sido la costumbre de los traductores,
de común acuerdo, transcribir Atman como "Sí mismo", [ingl. Self,
fr. Soi) escrito con mayuscula o minúscula según el contexto. La misma
distinción es hecha, por ejemplo, por San Bernardo entre lo que es mi
"propiedad" (Proprium) y lo que es mi verdadero ser (esse).
Una formulación hindú alternativa distingue "al conocedor del
campo" -es decir, el Espíritu como único sujeto cognoscente en todas las
cosas y el mismo en todas- del "campo" o "cuerpo-y-alma"
según se definieron antes (tomados junto con las percepciones que alimentan los
sentidos y abarcando por lo tanto, todas las cosas que pueden ser consideradas
objetivamente). El Atman o Brahman mismo
no puede ser considerado así: "¿Cómo puedes conocer al conocedor del
conocer?" o, en otras palabras, ¿cómo puede la causa primera de todas las
cosas ser una de ellas?
El Atman es indivisible, pero está aparentemente
dividido e identificado con la varíedad por las diferentes formas de sus
vehículos -sea ratón u hombre- tal como el espacio dentro de una jarra está
aparentemente determinado y diferenciado del espacio exterior. En este
sentido puede decirse que "él es uno cuando es en sí mismo, pero muchos
cuando es en sus hijos", y que "participándose a sí mismo,
llena los mundos". Pero esto únicamente en el sentido en el que la luz
llena el espacio permaneciendo en sí misma sin discontinuidad; la distinción
entre unas cosas y otras no depende de diferencias en la luz sino de
diferencias en la capacidad de reflejarla. Cuando la jarra se estrella, cuando
el vaso de la vida es destruido, nos damos cuenta de que lo que estaba
aparentemente delimitado no tenía fronteras y que la "vida" era un
significado que no debe confundirse con "viviente". Decir que el Atman
es, pues, simultáneamente participativo y sin partes, "indiviso
entre cosas divididas", sin posición local y al mismo tiempo en
todas partes, es otra forma de exponer aquello que nos es más familiar como la
doctrina de la Presencia Total.
Al mismo tiempo, cada una de estas aparentes
definiciones del Espíritu representa la actualidad en el tiempo de una de sus
indefinidamente numerosas posibilidades de manifestación formal. La
existencia de la "aparíción" comienza en el nacimiento y termina
en la muerte; nunca puede ser repetida. Nada de Shankara sobrevive salvo un
legado. Por consiguiente, aunque podemos hablar de él como de una fuerza viva
en el mundo, el hombre ha pasado a ser un recuerdo. Por otra parte, para el
Espíritu gnóstico -el Conocedor del campo, el Conocedor de todos los
nacimientos- no puede, en ningún momento, dejar de haber un conocimiento
inmediato de cada una y todas sus modalidades, un conocimiento sin
antes o después (determinado por la aparición o desaparición de Shankara en el
campo de nuestra experiencia). Se sigue que donde conocimiento y ser,
naturaleza y esencia, son uno y lo mismo, el ser de Shankara no
tiene principio y no puede tener fin. Dicho de otro modo, hav un sentido en el
que podemos hablar propiamente de "mi espíritu" y "mi
persona" así como de "Espíritu" y "la Persona",
no obstante que Espíritu y Persona son una substancia perfectamente
simple y sin composición. Regresaremos al significado de
"inmortalidad" más adelante, pero por el momento usaremos lo hasta
ahora dicho para explicar lo que quisimos decir al hablar de una distinción no
sectaria de puntos de vista. Porque, mientras que el estudiante occidental de
"filosofia" piensa que el Samkhya y el Vedanta son dos
"sistemas" incompatibles -ya que el primero está relacionado con la
liberación de una pluralidad de Personas y el segundo con la libertad de
una Persona inconmensurable-, tal antinomia no es patente para el hindú. Esto
puede ser explicado señalando que en los textos cristianos "todos vosotros
sois uno en Cristo Jesús" y "quienes estén unidos con el Señor, son
un solo espíritu", los plurales "vosotros" y "quienes"
representan el Samkhya y los singulares "no" y "un"
el punto de vista del Vedanta.
La validez de nuestra conciencia de ser,
aparte de cualquier cuestión de ser esto o aquello por nombre o por caracteres
registrables es, pues, dada por hecho. Esto no debe confundirse con el
argumento cogito ergo sum. Pues que "yo" sienta o que piense
no es Prueba de que "yo" sea; ya que podemos decir con los
vedantistas y budistas que esto es meramente presunción, que los
"sentimientos son sentidos" y los "pensamientos son
pensados" y que todo esto es solamente parte del "campo" del
cual el espíritu es el agrimensor -justo como cuando miramos una pintura
que en un sentido es parte de nosotros, aunque nosotros no somos en modo
alguno parte de ella. La pregunta es, por lo tanto. "¿Quién eres tú?"
"¿Cuál es el yo al que debemos recurrir?" Reconocemos que
"yo" puede tener más de un significado cuando hablamos de un
"conflicto interno": cuando decimos que "el espíritu a la
verdad está dispuesto, pero la carne es débil" ~ cuando decimos con el Bhagavad
Gita que "El Espíritu está en guerra con cualquier cosa que sea no
Espíritu"
¿Soy
"yo" el espíritu o la carne? (debemos recordar siempre que en
metafisica la "carne" incluye todas las facultades perceptivas y
recognoscibles del "alma"). Si se nos pide observar nuestro reflejo
en un espPejo, quizá pensemos que en él nos vemos a nosotros mismos"; Si
somos algo menos ingenuos, se nos pedirá considerar la imagen de la psique como
está reflejada en el espejo de la mente, y tal vez pensemos que esto es
"lo que somos"; pero si somos aún más juiciosos podremos comprender
que no somos nada de estas cosas -que ellas existen a causa de que nosotros
somos, y no que nosotros existimos por su causa. El Vedanta afirma que
"yo" en mi esencia soy tan poco afectado por estas cosas como lo
puede ser un dramaturgo por la observación de lo que es sufrido o gozado por
aquellos que se mueven en el escenario -el escenario, en este caso, de la
"vida" (en otras palabras, el "campo" o "pastura"
en tanto que es distinto de su aquilino observador, el Hombre Universal).
Pensemos
que el "campo" es el ruedo o circo del mundo, que el trono del
Espectador, el Hombre Universal, está elevado en el Centro, y que su mirada
comprende en todo momento la totalidad del campo (símultáneamente antes y
después de la aparición de cualquier suceso particular) de tal manera que desde
su punto de vista todos los sucesos estan siempre ocurriendo. Hemos de
transferir nuestra conciencia de ser, de nuestra posición en el campo donde
los juegos están ocurriendo, al pabellón en el que el Espectador -de quien
depende la representación total- está cómodamente sentado.
Pensemos que los rayos visuales rectos por
los cuales el Espectador está unido a cada ejecutante separado -y gracias a los
cuales cada ejecutante podría mirar hacia arriba (hacia adentro) al Espectador
si sus poderes visuales bastaran- , son líneas de fuerza, o hilos mediante los
cuales el titiritero mueve los títeres para sí mismo (que es la audiencia total).
Cada uno de los actores títeres está convencido de su propia existencia
independiente y de ser uno entre otros, a quienes ve en su ambiente inmediato y
que distingue por nombres, conducta y apariencia. El Espectador no ve, y no
puede ver, a los actores como ellos se ven a sí mismos -de manera imperfecta- ,
pero conoce el ser de cada uno de ellos como realmente es -es decir, no como
está ahora en una posición local dada, sino simultáneamente en cada punto a lo
largo de la línea de fuerza visual por la que el títere está conectado con él,
y primordialmente desde ese punto en el que todas las lineas convergen y donde
el ser de todas las cosas coincide con el ser en sí mismo. Ahí el ser de los
títeres subsiste como un concepto eterno en el intelecto eterno, llamado también
Sol Celestial, la Luz de las Luces, Espíritu y Verdad.
Supongamos ahora que el Espectador duerme:
cuando cierra sus ojos el universo desaparece, para reaparecer sólo cuando los
vuelva a abrir. El abrir de ojos ("Sea la luz") es llamado en
religión el acto de la creación, pero en metafisica es llamado manifestación,
emisión, exhalación (brillar, emitir y soplar son uno y lo mismo in
divínís), el cerrar de los ojos es llamado en religión el fin del
mundo", pero en metafisica es llamado ocultamiento, silencio o
inspiración. Para nosotros, entonces, hay una alternancia, o una evolución y
una involución. Sin embargo, para el Espectador central no hay una sucesión de
eventos. Él está siempre despierto y siempre dormido; a diferencia del marinero
que algunas veces se sienta y piensa y otras no piensa, nuestro Espectador se
sienta y piensa y no piensa ahora-siempre (nowever).
Hemos trazado una imagen del cosmos y su
"Ojo" que todo lo abarca. Únicamente hemos omitido decir que el campo
está dividido por vallas concéntricas que podemos considerar convenientemente,
aunque no necesariamente, como de veintiuno en número. El Espectador está así
en el vigesimoprimer grado a partir de la cerca más exterior, por la cual
nuestro medio ambiente presente es delimitado. La actuación de cada actor o
comparsa está confinada a las posibilidades representadas por el espacio entre
dos vallas. Ahí nace y ahí muere. Consideremos este ser nacido
"este-o-aquél" tal como es en sí mismo y como él cree ser -"un
animal racional y mortal, que conozco y me confieso ser" como lo
expresó Boecio. "Este-o-aquel no concibe que pueda moverse de aquí para
allá en el tiempo como lo desee, pero sabe que se está haciendo más viejo cada
día, le guste o no. Por otra parte, concibe que en algunos otros aspectos puede
hacer lo que quiera hasta donde no lo impida su medio ambiente -por ejemplo,
por un muro de piedra, un policía o las costumbres establecidas. No percibe que
este medio ambiente del cual forma parte, y del cual no puede exceptuarse a si
mismo, es un medio ambiente causalmente determinado; que lo que es hecho es
hecho a causa de lo que ha sido hecho. No se da cuenta de que él es lo que es y
hace lo que hace porque otros antes que él han sido como fueron y han hecho lo
que hicieron, y todo esto sin ningún comienzo concebible. El es, casi
literalmente, una criatura circunstancial, un autómata, cuya conducta pudo
haber sido completamente prevista y explicada merced a un conocimiento
adecuado de las causas pasadas, representado por la naturaleza de las cosas
-incluida su propia naturaleza. Ésta es la bien conocida doctrina del karma,
doctrina de la fatalidad inherente, que es establecida como sigue por el Bhagavad
Gíta XVIII, 60: "Encadenado por la acción (karma) de una naturaleza
nacida contigo y sólo tuya, aun aquello que no deseas hacer lo harás, quieras
o no". Este-o-aquél no es otra cosa que un eslabón de una cadena causal de
la que no podemos imaginar un comienzo o un fin. No hay nada aquí con lo que el
determinista mas extremo pudiera estar en desacuerdo. El metafisico quien no es, como el determinista, un
"no-hay-más-que-esto" (nothingmorist) (nastika)- simplemente
señala en este punto que únicamente la acción de la vida, la manera de su
perpetuación, puede ser causalmente explicada; que la existencia de una cadena
de causas presupone la posíbilidad lógicamente precedente de esta existencia
-en otras palabras, presupone una primera causa que no puede ser pensada como
una entre otras causas mediatas, ya sea en el espacio o en el tiempo.
Para regresar a nuestró autómata, consideremos
qué ocurre a su muerte. El ser compuesto se disuelve en el cosmos; no hay nada
que pueda sobrevivir como una Conciencia de ser "esto o aquello". Los
elementos de la entidad psicofísica son separados y repartidos a otros como un
legado. Esto es, de hecho, un proceso que ha venido ocurriendo durante la vida
de éste-o-aquél, y que puede ser más claramente seguido en la paternidad,
repetidamente descrita en la tradición hindú como el "renacimiento del
padre en y como el hijo". Éste-o-aquél vive en sus descendientes directos
o indirectos. Esta es la así llamada doctrina de la "reencarnación";
es la misma que las doctrinas griegas de metasomatosis y metempsicosis; es la
doctrina cristiana de nuestra preexistencia en Adán "de acuerdo con la
substancia corporal y la virtud seminal"; y es la doctrina moderna de la
recurrencia de los caracteres ancestrales". Unicamente el hecho de tal
transmisión de caracteres psicofisicos puede hacer inteligible lo que en
religión es llamado herencia del pecado original, en metafísica herencia de
ignorancia, y por el filósofo capacidad innata de conocer en términos de
sujeto y objeto. La idea de una Providencia se hace inteligible únicamente
cuando estamos convencidos de que nada sucede por azar.
¿Necesitamos decir que ésta no es una doctrina de
la reencarnación? ¿Necesitamos decir que ninguna doctrina de la reencarnación
-según la cual el verdadero ser y persona de un hombre que haya vivido alguna
vez sobre la tierra, ahora muerto, renacerá de otra madre terrestre ha sido alguna vez enseñada en la India, o
por el Budismo, o para el caso, en la tradición neoplatónica o en cualquier
otra tradición ortodoxa? En los Brahmanas se establece, del mismo modo categórico
que en el Antiguo Testamento, que aquéllos que una vez partieron de este mundo
han partido para siempre, y que no habrán de ser vistos de nuevo entre los
vivos. Desde el punto de vista hindú, como del platónico, todo cambio es una
muerte. Morimos y renacemos diariamente, a cada instante, y la muerte,
"llegada la hora", es solamente un caso particular. No afirmamos que
nunca se ha abrigado una creencia en la reencarnación en la India. Decimos que
tal creencia solamente pudo haber resultado de una malinterpretación popular
del lenguaje simbólico de los textos; que la creencia de los eruditos modernos
y los teosofistas es el resultado de una mala intepretación de los textos
igualmente ingenua y mal informada. Si se preguntase cómo pudo surgir tal error
pediríamos que se consideren las siguientes proposiciones de San Agustin y
Santo Tomás de Aquino; que nosotros fuimos en Adán "de acuerdo con la
substancia corporal y la virtud seminal" "el cuerpo humano preexistió
en los actos previos en sus virtualidades causales"; "Dios no
gobierna el mundo directamente, sino por medio de causas mediatas, de lo
contrario el mundo habría sido desprovisto de la perfección de la
causalidad"; "Como una madre está preñada con la descendencia aún no
nacida, así el mundo está preñado con las causas de las cosas que aún no han
ocurrido"; "El destino subyace en las causas creadas mismas". Si
estos textos hubiesen sido extraídos de los Upanishads o del Budismo,
¿no hubiésemos podido ver en ellos no sólo lo que en realidad contienen, la
doctrina del karma, sino también una doctrina de la
"reencarnación?
Por "reencarnación" entendemos un
supuesto renacimiento en este mundo del verdadero ser y persona del difunto.
Afirmamos que esto es una imposibilidad, por buenas y suficientes razones
metafísicas. La consideración Principal es esta; en tanto que el cosmos
comprende un rango indefinido de posibilidades, todas las cuales deben ser
realizadas en una duración igualmente indefinida, el universo presente habrá
completado su curso cuando todas sus potencialidades hayan sido reducidas a
acto, justo como cada vida humana completa su curso cuando todas sus
posibilidades han sido agotadas. El fin de una eviternidad habrá sido alcanzado
sin lugar para repetición alguna de sucesos o recurrencia alguna de condiciones
pasadas. La sucesión temporal implica una sucesión de cosas diferentes. La
historía se repite a sí misma en tipos pero no puede repetirse en algún hecho
singular. Podemos hablar de una "migración" de "genes" y
llamarle un renacimiento de tipos, pero esta reencarnación de caracteres de
éste-o-aquél debe ser distinguida de la "transmigración" de una
persona verdadera.
Tales son la vida y la muerte de un animal
racional y mortal. Pero cuando Boecio confiesa que él es justo este animal, la
Sabiduría replica que este hombre ha olvidado quién es. Es en este punto donde
nos separamos del "no-hay-más-que-esto" o "materialista" y
"sentimentalista" (entrecomillamos estas dos palabras porque
"materia" es lo que es "sentido"). Tengamos en mente la
definición cristiana del hombre como "cuerpo, alma y espíritu".
El Vedanta afirma que únicamente el ser verdadero del hombre es espiritual, y
que este ser suyo no está "en" algo o en alguna "parte"
de él sino que solamente está reflejado en él. Afirma, en otras palabras, que
este ser no se encuentra en el plano de la contingencia o en algún sentido
limitado por el campo de éste-o-aquél, sino que se extiende desde este campo
hasta su centro, sin importar las vallas que atraviesa. Entonces, lo que ocurre
en la muerte, sobre y por encima de la aniquilación de éste-o-aquél, es una
retirada del espíritu del vehículo fenoménico del cual ha sido la
"vida". Hablamos, por consiguiente, con la más estricta precisión
cuando nos referimos a la muerte como "entregar el espíritu" o cuando
decimos que éste-o-aquél "expira". Necesitamos recordar, entre
paréntesis, que este "espíritu" no es un espíritu en el sentido de
los espiritualistas, no es una "personalidad superviviente", sino un
principio puramente intelectual tal como aquel del cual están hechas las ideas:
es "espíritu" en el mismo sentido en el que el Espíritu Santo es Sanctus
Spiritus. Así pues, en la muerte, el polvo retorna al polvo y el
espíritu a su fuente.
Se sigue de lo anterior que la muerte de
éste-o-aquél involucra dos posibilidades, que son aproximadamente las
implicadas en las expresiones familiares "salvado" o
"condenado". O bien la conciencia de ser de éste-o-aquél se ha
centrado en el yo contingente y debe perecer con él, o bien se ha
centrado en el espíritu y parte con él. Es el espíritu, como lo
expresan los textos vedantinos, quien "permanece aparte" cuando el
cuerpo y el alma son deshechos. Comenzamos a ver ahora lo que se
pretende con el gran precepto "conócete a ti mismo". Suponiendo que
nuestra conciencia de ser se ha centrado en el espíritu -podemos decir, cuanto más completamente
hayamos "llegado a ser lo que somos" o hayamos
"despertado"- antes de la disolución del cuerpo, nuestra próxima
aparición o "renacimiento" será más cercano al centro del campo. En
la muerte nuestra conciencia de ser no va a ningún sitio sino a aquel en donde
ya se encuentra.
Posteriormente consideraremos el caso de
aquel cuya conciencia de ser ha despertado más allá de la última de nuestras
veintiún vallas o niveles de referencia y para quien solamente queda un
vigesimosegundo pasaje. Por el momento consideremos solamente el primer paso.
Si hemos dado este paso antes de morir -si en algún grado hemos vivido "en
el espíritu" y no meramente como anímales racionales- habremos cruzado, cuando el cuerpo y el alma sean
disueltos en el cosmos, más allá de la primera de las vallas o circunferencias
que se encuentran entre nosotros y el Espectador Central de todas las cosas, el
Sol Celestial, el Espíritu y la Verdad. Habremos venido al ser en un nuevo
ambiente donde, por ejemplo, puede todavía haber una duración pero no en
nuestro sentido actual de un tiempo que transcurre. No habremos llevado con
nosotros ninguno de los aparatos psicofisicos en los que una memoria sensitiva
puede ser inherente. Tan sólo las "virtudes intelectua les"
sobreviven. Esto no es la sobrevivencia de una "personalidad" (que
fue una propiedad que legamos al partir); es la continuación del ser de la
auténtica esencia de éste-o-aquél, pero libre de la abultada carga de sus
limitaciones anteriores. Habremos cruzado al más allá sin interrupción de
nuestra conciencia de ser.
De esta manera, por una sucesión de muertes y
renacimientos, todas las vallas pueden ser superadas. El sendero a seguir será
aquel del rayo espiritual o radio que nos une con el Sol Central. Éste es el
único puente que se tiende sobre el río de la vida que separa esta orilla de la
otra. La palabra "puente" es empleada deliberadamente, porque este
es el "camino más estrecho que el filo de una navaja", el puente
Cinvat del Avesta, el "puente de espanto" familiar a los folkloristas y que nadie sino
un héroe solar puede cruzar-; es un largo puente de luz consubstancial a su
fuente. El Veda lo expresa diciendo "Él mismo es el Puente"
-descripción que corresponde a la cristiana "Yo soy el Camino". Ya se
habrá advertido que el paso de este puente constituye, por estados que son
definidos por sus puntos de intersección con nuestras veintiún circunferencias,
lo que propiamente es llamado una transmigración o regeneración progresiva.
Cada paso de este camino ha sido marcado por la muerte de un "yo"
anterior y un consecuente e inmediato "renacimiento" como "otro
hombre". Debemos interpolar aquí que esta exposición ha sido inevitablemente
sobresimplificada. Se han distinguido dos direcciones de movimiento uno
circunferencial y determinado, el otro centrípeto y libre- pero no hemos dejado claro que su resultado
solamente puede ser indicado correctamente por una espiral.
Ha llegado el momento de romper con el
materialismo espacial y temporal de nuestra imagen del cosmos y del peregrinar
del hombre desde la circunferencia hasta su Centro y corazón. Todos los estados
del ser -todos los éste-o-aquél de los que hemos pensado que vienen al ser en
niveles de referencia sobreimpuestos- están dentro de nosotros mismos,
esperando reconocimiento: todas las muertes y renacimientos involucrados son
sobrenaturales, es decir, no "contra natura", sino extrinsecos a las
posibilidades particulares de un estado dado del ser desde el que consideramos
que la transmigración está teniendo lugar. Asimismo, ningún elemento temporal
está involucrado. Más bien, puesto que las vicisitudes temporales no juegan
ningún papel en la vida del espíritu, el viaje puede realizarse en parte o en
su totalidad ya sea antes del suceso de la muerte natural, en la muerte, o
posteriormente. El pabellón del Espectador es el Reino de los Cielos que está
dentro de ti, es decir, en el "corazón" (en todas las tradiciones orientales
y antiguas se considera que el corazón no sólo es la sede de la voluntad sino
también del intelecto puro, el lugar donde el matrimomo del Cielo y la Tierra
es consumado); es únicamente ahí donde el Espectador puede ser visto por el
contemplativo- cuya mirada es retrospectiva y que así remonta el sendero del
Rayo que une al ojo exterior con el Ojo interior, al aliento de vida con el
Soplo del Espírítu.
Podemos ahora, quizás, entender mejor todo lo que está
implicado en las intensas palabras del réquiem védico, "el Sol reciba tu
ojo, el Viento tu espíritu", y podemos reconocer su equivalente en
"en tus manos encomiendo mi espíritu", o en "el ojo con el cual
veo a Dios, es el mismo ojo con el que Dios ve en mí: mi ojo y el ojo de
Dios, que es un ojo y una visión y un conocimiento y un
amor" de Eckhart, o el "seremos un solo espírítu" de San Pablo.
Los textos tradicionales son enfáticos. Encontramos, por ejempío en los Upanishads.
la proposición de que quien rinde culto pensando la deidad como algo distinto
de él mismo, es poco más que un animal. Esta actitud se refleja en el proverbial
dicho "para adorar a Dios debes ser Dios" -que es también el
significado de las palabras "en espírítu y en verdad es necesarío
que adoren". Regresamos a la gran sentencia "Eso eres tú" y tendremos
ahora una mejor idea, aunque lejos de la comprensión perfecta (porque el último
paso está por darse), de lo que "Eso" puede ser. Podemos ver ahora
cómo las doctrínas tradicionales (distinguiendo lo externo de lo interno, al hombre
mundano del ultramundo, al autómata del espíritu inmortal), aunque admiten e
incluso insisten en el hecho de que éste-o-aquél no es sino un eslabón en una
cadena causal interminable, pueden sin embargo afirmar que las cadenas pueden
romperse y la muerte ser vencida sin importar el tiempo: que esto puede
suceder, por consiguiente, aquí y ahora así como en el momento de la
partida o después de la muerte.
Sin embargo, no hemos alcanzado aún lo que
desde el punto de vista de la metafisica es definido como el fin último del
hombre. Al hablar del fin del camino, lo más lejos que llegamos fue a pensar en
haber cruzado todas las veintiún vallas v en una visión final del Sol
Celestial, la Verdad misma; en alcanzar el pabellón del Espectador; en estar
en los cielos cara a cara con el Ojo manifestado. Esta es, de hecho, la
concepción del fin último del hombre según la religión. Se trata de una
beatitud eviterna alcanzada en la "Cima del Árbol", en la
"Cumbre del ser contingente": es una salvación de todas las vicisitudes
temporales del campo que ha sido dejado detrás de nosotros. Pero es un cielo en
el que cada uno de los salvados es todavía uno entre nosotros, y distinto
del Sol del Hombre y la Luz de luces en sí misma (estas son expresiones
tanto védicas como crístianas): un cielo que, como el Elíseo gríego, está
fuera del tiempo pero no de la duración; un lugar de descanso, pero no un hogar
final (en tanto que no es nuestra última fuente, que permanece en el no-ser de
la Deidad). Resta para nosotros pasar a través del Sol y alcanzar el
"hogar" empíreo del Padre. "Nadie viene al Padre, sino a
través de mi". Hemos pasado a través de las puertas abiertas de la
iniciación y la contemplación; nos hemos movido, mediante un autoaniquilamiento
progresivo, desde la morada más exterior de nuestro ser al más interíor, y no
podemos ver camino por el cual continuar. Sin embargo, sabemos que tras esta
imagen de la Verdad -por la que hemos sido iluminados- hay un algo que no es
semejante a ninguna cosa, sabemos que tras este rostro de Dios que brilla sobre
el mundo hay otro mayor en magnificencia que no se ocupa del hombre sino que
está totalmente ensimismado, un aspecto que ni conoce ni ama nada que sea
externo a sí mismo. Es nuestra concepción de la Verdad y la Bondad lo
que obstaculiza la visión de El, quien no es ni bueno ni verdadero en ningún
sentido en que lo entendemos. El único camino se tiende directamente a
través de todo aquello que creíamos haber comenzado a entender: si hemos de
encontrar el acceso, la imagen de "nosotros mismos" -aunque exaltada-
que todavía abrigamos, y aquellas de la Verdad y la Bondad per
excellentiam que hemos imaginado, deben ser destruidas por uno y el mismo
soplo. "Es más necesario que el alma pierda a Dios a que pierda a las
criaturas... El alma honra más a Dios en el renunciamiento a Dios... permanece
porque ella es algo que él no es... morir a toda actividad denotada por la
naturaleza divina si ella ha de entrar en la naturaleza divina donde Dios está
siempre ocioso... ella pierde su propio yo, y yendo por su propio Camino, no
busca más a Dios" (Eckhart). En otras palabras, debemos ser uno con el
Espectador Cuando sus ojos están abiertos y cuando están cerrados. Si no lo
somos, ¿qué será de nosotros cuando duerma? Todo lo que hemos aprendido
gracias a la teología afirmativa debe ser complementado y llevado a plenitud
por una Ignorancia, la Docta Ignorantia de los teólogos Cristianos, la Agnosia
de Eckhart. Por esta razón hombres como Shankara y Dionisio han insistido
fuertemente sobre la via remotionis y no porque un concepto positivo de
la Verdad o la Bondad fuese algo menos apreciado por ellos de lo que puede
serlo por nosotros. Se ha dicho que la práctica personal de Shankara fue, sin
duda, devocional, y sin embargo, en sus oraciones pedía perdón por haber
adorado el nombre de Dios -que no tiene nombre. Para hombres como éstos no hubo
literalmente nada querido que no hubiesen estado dispuestos a abandonar.
Enunciemos primero la doctrina cristiana a
fin de entender mejor la hindú. Las palabras de Cristo son estas: "Yo Soy
la Puerta; el que por mi entrare, será salvo; y entrará, y saldrá, y hallará
pastos". No es suficiente haber alcanzado la puerta; debemos ser admitidos.
Pero hay un precio de admisión. "El
que procure salvar su alma, la perderá". De los dos "yo" del
hombre, o los dos Atman de nuestros textos hindúes, el yo que fue conocido
por un nombre como éste-o-aquél debe hallarse dispuesto a morir a sí mismo para
que el otro sea liberado de todas las cargas, para que sea "libre como la
Divinidad en su no existencia".
En los textos vedantinos el Sol del hombre y la Luz de
luces es igualmente llamado la entrada de los mundos y el guardián de la
puerta. Quienquiera que haya llegado a este punto es puesto a prueba. En primer
lugar se le dice que su entrada depende del balance de lo bueno y lo malo que
haya podido hacer. Si entiende contestará: "Tú no puedes preguntarme eso;
tú sabes que cualquier cosa que 'yo' haya podido hacer no fue hecha por 'mi',
sino por ti". Esta es la Verdad; y está más allá del poder del Guardián de
la Puerta -quien es él mismo la Verdad- negarse a sí mismo. También se le puede
plantear la pregunta "¿Quién eres tú?". Si contesta a título personal
o por un nombre de familia es literalmente arrastrado fuera por los agentes del
tiempo; pero si responde "yo soy la Luz, tú mismo, y vengo a ti como
tal", el Guardián respondera con las palabras de bienvenida, "Quien
tú eres, ese soy yo; y quien yo soy, tú eres: entra". Debe quedar claro,
pues, que no puede retornar a Dios alguien que todavía es alguien, porque como
nuestros textos lo expresan "Él no ha venido de ninguna parte ni se ha
convertido en alguien".
En el mismo sentido Eckhart dice -basando
sus palabras en el logion "Si alguien viene a mi, y no aborrece a
su padre, y madre, . . y aun también su propia alma, no puede ser mi
discípulo"- que "mientras
conozcas quiénes han sido tu padre v tu madre en el tiempo, no has muerto de la
verdadera muerte"; en el mismo sentido, Rumi, par de Eckhart en el Islam,
atribuye al Guardián de la Puerta las palabras, "Quien entra diciendo 'soy
éste-o-aquél', lo golpeo en la cara". De hecho, no podemos ofrecer ninguna
definición mejor de las escrituras védicas que la sentencia de San Pablo
"La palabra de Dios es viva y eficaz, y más cortante que
toda espada de dos filos; y penetra hasta partir el alma y el
espírítu":
"Quid est ergo,
quod debet homo inquirere in hac vita? Hoc est ut sciat ipsum". "Si ignoras te,
egredere". ("¿Qué es esto que el hombre debe investigar en su vida? Esto
es que se conozca a sí mismo". "¡Si te ignoras, quedarás
fuera").
El último problema, y el más dificil,
surge cuando preguntamos: ¿cuál es el estado del ser que ha sido así liberado
de sí mismo y ha regresado a su fuente? Es más que obvio que una
explicación psicológica está fuera de lugar. Es, de hecho, justo en este punto
que podemos responder mejor con nuestros textos, "Quien está más seguro de
entender, más seguramente malentiende". Lo que puede decirse del Brahman
-que "Él es, y sólo por eso Él puede ser aprehendido"- puede
decirse también de cualquiera que se haya convertido en Brahman. No podemos
decir qué es esto, porque esto no es ningún "qué". Un ser
"liberado en esta vida" ("el hombre muerto que camina" de
Rumi) está "en el mundo, pero no es parte de él".
Podemos, no obstante, abordar el problema mediante una
consideración de los términos en que se habla de los Perfectos. Ellos son
llamados Rayos del Sol, Soplos del Espírítu, Móviles a Voluntad. Se dice también
que son perfectos para encarnarse en los mundos manifestados: es decir,
perfectos para participar en la vida del Espírítu, sea que se mueva o
permanezca en descanso. El Perfecto es un Espíritu
que sopla donde quiere. Todas estas expresiones corresponden a la palabras de
Crísto "entrará, y saldrá, y hallará pastos". Podemos
compararlo con el peón en un juego de ajedrez. Cuando el peón ha cruzado de un
extremo a otro del tablero, es transformado. Es ascendido a reina y se le llama
móvil a voluntad desde el lugar donde su transformación fue efectuada. Y esta
libertad de movimiento a voluntad es otro aspecto del estado del Perfecto,
algo que está más allá de la comprensión de quienes todavía son meros peones.
Debe observarse también, que el otrora peón, siempre en peligro de muerte
inevitable en su viaje a través del tablero, después de su transformación es
libre de sacríficarse a si mismo o de escapar al peligro. En términos
estríctamente hindúes, su movimiento anterior fue un atravesar, su movimiento regenerado
un descendimiento.
La cuestión de la "aniquilación",
tan solemnemente discutida por eruditos occidentales, no se presenta. La
palabra carece de significado en metafisica, que únicamente conoce de la
no-dualidad de permutaciones e identidad, multiplicidad y unidad. Lo que
haya sido la razón eterna o idea o nombre de una manifestación individual no
puede dejar de serlo nunca; el contenido de la eternidad no puede ser cambiado.
Por consiguiente, como lo expresa el Bhagavad Gita, "Nunca dejé yo
de ser, y nunca dejaste tú de ser".
La relación, en identidad, de el
"Eso" y el "tú" en el logion "Eso eres
tú" es establecido en el Vedanta por designaciones tales como "Rayo
del Sol" (implicando filiación), o en la fórmula bhedabheda (cuyo
significado literal es "distinción sin diferencia"). La relación es
expresada por el simil de los amantes, tan estrechamente abrazados que no hay
ninguna conciencia de "un dentro o un fuera" y por la ecuación vaisnava
correspondiente, "cada uno es ambos". Esto puede ser visto
también en la concepción de Platón sobre la unificación del hombre interno y
el hombre externo; en la doctrina cristiana de la participación en el
cuerpo místico de Cristo; en el "Quien esté unido en el Señor es un solo
espíritu" de San Pablo; y en la admirable fórmula "fundido pero no
confundido" de Eckhart.
Nos hemos esforzado por hacer claro que la así llamada
"filosofia" de Shankara no es una "indagación" sino una
"explicitación": que la Verdad última no es, para los vedantistas, o
para cualquier tradicionalista, algo por ser descubierto, sino algo que
permanece para ser entendido por cada hombre, que debe hacer el trabajo por sí
mismo. Hemos tratado, en consecuencia, de explicar justo lo que Shankara
entendió en textos como el Atharva Veda X, 8, 44: "Sin ningún deseo,
contemplativo, inmortal, auto-originado, satisfecho con una quintaesencia, y
sin carencia alguna: aquel que conoce a ese Espírítu permanente, sin edad y
siempre joven, se conoce en verdad a sí mismo y no teme morir".
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