martes, 30 de julio de 2013

DEL PROTOEVANGELIO DE SANTIAGO


DEL PROTOEVANGELIO DE SANTIAGO

 

XVII

I.                   Y vino una orden del emperador Augusto para que se hiciera el censo de todos los habitantes de Belén de  Judea. Y se dijo José: “Desde luego que a mis hijos si que les empadronaré, pero ¿qué voy a hacer de esta doncella?¿Cómo voy a incluirla en el censo? ¿Como mi esposa? Me da vergüenza. ¿Como hija mia? ¡Pero si ya saben todos los hijos de Israel que no lo es! Este es el día del Señor, que El haga  según su beneplácito”.

II.                Y, aparejando su asna, hizo acomodarse a María sobre ella, y mientras un hijo suyo iba delante llevando la bestia del ronzal, José les acompañaba. Cuando estuvieron a tres millas de distancia ( de Belén ) José volvió su rostro hacia María y la encontró triste; y se dijo a sí mismo: “Es que el embarazo debe causarle molestias”. Pero, al volverse otra vez, la encontró sonriente, y le dijo: “María, ¿qué es lo que te sucede, que unas veces veo sonriente tu rostro y otras triste?” Y ella respondió: “Es que se presentan dos pueblos ante mis ojos, uno que llora y se aflige y otro que se alegra y regocija”.   

III.             Y al llegar a la mitad del camino, dijo María a José: “Bájame, porque el fruto de mis entrañas pugna por venir a luz”.  Y la ayudó a apearse de la burra, diciéndole: ”¿Dónde podría yo llevarte para resguardar tu pudor?, porque estamos al descampado”

 

XVIII

 

.I.  Y, encontrando una cueva, la introdujo dentro, y, habiendo dejado con ella a sus hijos, se fue a buscar una partera hebrea en la región de Belén.

II.                Y yo, José, me eché a andar, pero no podía avanzar; y al elevar mis ojos al espacio, me pareció ver como si el aire estuviera estremecido de asombro; y cuando fijé mi vista en el firmamento, lo encontré estático y los pájaros del cielo inmóviles; y al dirigir mi mirada hacia la tierra, vi un recipiente en el suelo y unos trabajadores echados en actitud de comer, Pero los que simulaban masticar, en realidad no masticaban; y los que parecían estar en actitud de tomar la comida, tampoco la sacaban del plato; y, finalmente, los que parecían introducir los manjares en la boca, no lo hacían, sino que todos tenían sus rostros mirando hacia arriba. También había unas ovejas que iban siendo arreadas, pero no daban un paso(sino que estaban paradas), y el pastor levantó su diestra para bastonearlas, pero quedó su mano tendida en el aire. Y, al dirigir mi vista hacia la corriente del río, vi cómo unos cabritillos ponían en ella sus hocicos, pero no bebían. En una palabra, todas las cosas estaban en un momento apartadas de su curso normal.[1]

XIX

 

I.                   Y entonces una mujer que bajaba de la montaña me dijo: “¿Dónde vas tú?” A lo que respondí: “Voy buscando una partera hebrea”. Ella replicó: “¿Pero tú eres de Israel?”Y respondí: “Sí”. “¿Y quién es- añadió- la que está dando a luz en la cueva?””Es mi esposa, dije yo”. A lo que ella respondió: “Entonces ¿no es tu mujer?”. Yo le contesté: “Es María, la que se crió en el templo del Señor, que aunque me cayó en suerte a mí por mujer, no lo es, sino que ha concebido por virtud del Espíritu Santo”. Y le interrogó la partera: “¿Es esto verdad?” José respondió: “Ven y verás”. Entonces la partera se puso en camino con él.

II.                Al llegar al lugar de la gruta se pararon, y he aquí que ésta estaba sombreada por una nube luminosa. Y exclamó la partera: “Mi alma ha sido engrandecida hoy, porque han visto mis ojos cosas increíbles, pues ha nacido la salvación para Israel”. De repente, la nube empezó a retirarse de la gruta y brilló dentro una luz tan grande, que nuestros ojos no podían resistirla. Esta  por un momento comenzó a disminuir hasta tanto que apareció el niño y vino a tomar el pecho de su madre, María. La partera entonces dio un grito, diciendo: “Grande es para mí el día de hoy, ya que he podido ver con mis propios ojos un nuevo milagro”.

III.             Y, al salir la partera de la gruta, vino a su encuentro Salomé y ella exclamó: “Salomé, Salomé, tengo que contarte una maravilla nunca vista, y es que una virgen ha dado a luz; cosa que, como sabes, no soporta la naturaleza humana.”Pero Salomé respondió: “Por vida del Señor, mi Dios, que no creeré tal cosa si no me es dado introducir mi dedo y examinar su naturaleza”

 

XX

 

I.                   Y, habiendo entrado la partera, le dijo a María: “Disponte, porque hay entre nosotras un gran altercado con relación a ti”. Salomé, pues, introdujo su dedo en la naturaleza, mas de repente lanzó un grito, diciendo: “¡Ay de mí! ¡Mi maldad y mi incredulidad tienen la culpa! Por tentar al Dios vivo se desprende de mi cuerpo mi mano carbonizada”.

II.                Y dobló sus rodillas ante el Señor, diciendo: “¡Oh Dios de nuestros padres!, acuérdate de mí, porque  soy descendiente de Abraham, de Isaac y de Jacob; no hagas de mí un escarmiento para los hijos de Israel ; devuelveme más bien a los pobres, pues tú sabes, Señor, que en tu nombre ejercía mis curas, recibiendo de ti mi salario”.

III.             Y apareció un ángel del cielo, diciéndole: “Salomé, Salomé, el Señor te ha escuchado. Acerca tu mano al Niño, tómalo, y habrá para ti alegría y gozo”.

IV.             Y se acercó Salomé y lo tomó, diciendo: “Lo adoraré porque ha nacido para ser el gran Rey de Israel”.Mas de repente se sintió curada y salió en paz de la cueva. Entonces se oyó una voz que decía: “Salomé, Salomé, no digas las maravillas que has visto hasta tanto que el Niño esté en Jerusalén.

XXI

  Y José se dispuso para salir hacia Judea. Por entonces sobrevino un gran tumulto en Belén, pues vinieron unos magos diciendo: “¿Dónde se encuentra el nacido Rey de los Judíos?, porque hemos visto su estrella en el Oriente y hemos venido para adorarle”.

Herodes, al oír esto, se turbó, envió sus emisarios a los magos y convocó a los príncipes de los sacerdotes, haciéndoles esta pregunta: “¿Qué es lo que hay escrito en relación con el Mesías? ¿Dónde debe nacer?” Ellos respondieron: “En Belén de Judea, según rezan las Escrituras”. Con esto les despachó e interrogó a los magos con estas palabras: “¿Cuál es la señal que habéis visto en relación con ese rey nacido?” Respondieronle los magos: ”Hemos visto un astro muy grande que brillaba entre las demás estrellas y las eclipsaba, haciéndolas desaparecer. En ello hemos conocido nosotros que ha Israel le ha nacido un rey y hemos venido con intención de adorarle”.

Y en aquel momento la estrella aquella, que habían visto en el Oriente, volvió de nuevo a guiarles hasta que llegaron a la cueva, y se posó sobre la boca de ésta. Entonces vieron los magos al Niño con su Madre, María, y sacaron dones de sus cofres: oro, incienso, y mirra.

Pero siendo avisados por un ángel de que no entraran en Judea, se marcharon a su tierra por otro camino

 

Del Protoevangelio de Santiago hay una edición de calidad en,  Los Evangelios Apócrifos,BAC, Madrid, l988.

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[1] Este significativo  episodio tiene bastante semejanza con otro relatado en el Lalita Vistara sobre el nacimiento del Buda, si bien parece ser la reacción habitual del hombre y de la naturaleza al producirse una Teofanía.
 

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