HUANG-TZU
4. La muerte y la
vida son mandato del Cielo como la regularidad del día y de la noche es (ley del) Cielo. Que no nos
sea grato se debe a nuestro afecto a las
cosas. Ellos (los santos) tienen particularmente al Cielo como a su padre y le aman en su corazón ¡cuánto más
al Transcendente Absoluto!.
El hombre
considera particularmente a su rey, superior a sí y hasta se deja morir por él ¡cuánto más por quien lo es en
verdad!
Cuando el
manantial se seca, los peces, que quedan en seco, se alientan mutuamente su húmeda respiración y se mojan
mutuamente con su saliva.
¡Cuánto mejor
estarían en el río o en el lago olvidados unos de otros! En lugar de elogiar a Yao y vituperar a Chieh,
mejor fuera olvidarse de ambos y transformarse en el Tao.
La Gran Masa me ha
cargado con la carga de mi cuerpo, me ha agobiado con esta mi vida, me jubila con la vejez y me
extingue con la muerte. Si me es buena al darme la vida, al darme la muerte me
debe ser también buena.
5. Una barca
escondida en un barranco y un monte dentro de profundo lago, se cree están
seguros. Pero si a media noche viniera un forzudo y se la llevara, quedaría confuso el que la guardó sin
saber qué había sido de ella.
Para cada cosa,
pequeña o grande, hay su propio modo de esconderla; pero también su manera de que se le evada. Pero si
se guardara el mundo dentro del mundo, no tendría a dónde poder escaparse.
Esta, pues, es la gran realidad de las
cosas permanentes, (no se escapan). A mí especialmente me ha tocado en suerte un cuerpo humano y con él me
siento dichoso. Pero como esta forma
humana hay miles de transformaciones que no tienen fin. Los deleites que ellas causan ¿no son incontables? El
santo, pues, vive allí donde las cosas
no pueden evadirse, donde todas subsisten y no se pierden.
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