lunes, 22 de julio de 2013

Huang--Tzu


HUANG-TZU 

   

    4. La muerte y la vida son mandato del Cielo como la regularidad del día y   de la noche es (ley del) Cielo. Que no nos sea grato se debe a nuestro  afecto a las cosas. Ellos (los santos) tienen particularmente al Cielo como  a su padre y le aman en su corazón ¡cuánto más al Transcendente Absoluto!.

    El hombre considera particularmente a su rey, superior a sí y hasta se deja  morir por él ¡cuánto más por quien lo es en verdad!

    Cuando el manantial se seca, los peces, que quedan en seco, se alientan  mutuamente su húmeda respiración y se mojan mutuamente con su saliva.

    ¡Cuánto mejor estarían en el río o en el lago olvidados unos de otros! En  lugar de elogiar a Yao y vituperar a Chieh, mejor fuera olvidarse de ambos y  transformarse en el Tao.

    La Gran Masa me ha cargado con la carga de mi cuerpo, me ha agobiado con  esta mi vida, me jubila con la vejez y me extingue con la muerte. Si me es buena al darme la vida, al darme la muerte me debe ser también buena.

 

    5. Una barca escondida en un barranco y un monte dentro de profundo lago, se cree están seguros. Pero si a media noche viniera un forzudo y se la  llevara, quedaría confuso el que la guardó sin saber qué había sido de ella.

    Para cada cosa, pequeña o grande, hay su propio modo de esconderla; pero  también su manera de que se le evada. Pero si se guardara el mundo dentro del mundo, no tendría a dónde poder escaparse. Esta, pues, es la gran  realidad de las cosas permanentes, (no se escapan). A mí especialmente me ha  tocado en suerte un cuerpo humano y con él me siento dichoso. Pero como esta  forma humana hay miles de transformaciones que no tienen fin. Los deleites   que ellas causan ¿no son incontables? El santo, pues, vive allí donde las   cosas no pueden evadirse, donde todas subsisten y no se pierden.

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