martes, 30 de julio de 2013

A propósito del lenguaje de los pájaros





Bruno Rovere:
 
A PROPÓSITO DEL LENGUAJE DE LOS PÁJAROS (1)

En un artículo dedicado al "Lenguaje secreto de Dante y de los Fieles de Amor", publicado en 1929, René Guénon, a propósito de la obligación impuesta a los Fieles de Amor de emplear en sus escritos la forma poética, escribía: "cabría preguntarse por qué la poesía era llamada por los antiguos la "lengua de los Dioses", por qué "vates" en latín designaba a la vez al poeta y al adivino o al profeta, por qué los versos eran llamados "carmina" y también por qué se dice de Salomón y de otros sabios, en particular en la tradición musulmana, que comprendían el "lenguaje de los pájaros", lo que, por extraño que pueda parecer, no es sino otra denominación de la "lengua de los Dioses..."

A tales cuestiones, cuya solución sin duda estaba muy clara para él, René Guénon "responde" dos años después con el artículo "El lenguaje de los pájaros" (1), al cual nos referiremos constantemente en el curso de este artículo, precisando sobre todo que la comprensión del lenguaje de los pájaros representa la "comunicación con los estados superiores del ser". Por otra parte, tal comunicación es también establecida tanto en los ritos de orden iniciático como en aquellos de orden puramente exotérico (2), en virtud de la influencia espiritual de la que son el vehículo, y que constituye "la razón de ser esencial y primordial de todos los ritos"; pero, ¿por qué este género de comunicación está simbolizado por la comprensión del lenguaje de los pájaros?

En un artículo posterior, René Guénon, retomando el argumento, precisó: "puede decirse que los ritos tienen siempre como objetivo poner al ser humano en relación, directa o indirectamente, con algo que sobrepasa su individualidad y que pertenece a otros estados de existencia; es evidente por otra parte que no es necesario en todos los casos que la comunicación así establecida sea consciente para ser real, pues opera muy habitualmente por mediación de ciertas modalidades sutiles del individuo, modalidades a las cuales la mayor parte de los hombres son actualmente incapaces de transferir el centro de su conciencia" (3). Existe por lo tanto una "comunicación directa" y una "comunicación indirecta", y además está la posibilidad de que la comunicación, aunque real, no siempre sea consciente. Pero fijémonos ahora en la consideración de la primera distinción.

En otro pasaje de su obra, René Guénon afirma que "...una comunicación directa con los estados superiores del ser, que se efectúa según el eje, sólo es posible desde el centro mismo; para el resto del ámbito humano no puede haber más que comunicación indirecta, por una especie de refracción a partir de ese centro" (4). Igualmente, en el artículo que estamos examinando, tras haber citado el ejemplo de la victoria de Sigfrido contra el dragón, seguida de la comprensión del lenguaje de los pájaros, se hace notar que esta victoria tiene como consecuencia inmediata la conquista de la inmortalidad, conquista que "implica esencialmente la reintegración en el centro del estado humano, es decir, en el punto en el que se establece la comunicación con los estados superiores del ser...". Y, por lo tanto, esta "comunicación directa", implícita en la realización del estado primordial, está representada por la comprensión del lenguaje de los pájaros; además, esta comunicación no sólo es directa, sino que es también evidentemente consciente, pues en caso contrario no podría hablarse de "comprensión".

Así pues, una "comunicación directa" con los estados superiores, establecida mediante una influencia espiritual, puede en ciertos casos ser de tipo consciente. De hecho, es cierto que, si "...en el dominio exotérico no hay, en suma, ningún inconveniente en que la influencia espiritual recibida sea jamás percibida conscientemente", no obstante, cuando se trata de iniciación, "tras el trabajo interior cumplido por el iniciado, los efectos de esta influencia deberían ser sentidos posteriormente, lo cual constituye precisamente el paso a la iniciación efectiva, en cualquier grado que se le considere..." (5).

La comunicación con los estados superiores no debe ser sin embargo considerada como un fin, sino como un punto de partida, como precisa luego René Guénon en un artículo posterior: "si esta comunicación debe ser establecida principalmente por la acción de una influencia espiritual, es para permitir seguidamente una toma de posesión efectiva de estos estados...; no se trata aquí de comunicar con otros seres que están en un estado "angélico", sino de alcanzar y realizar en sí mismo un tal estado supra-individual, no, por supuesto, en tanto que individuo humano, lo que evidentemente sería absurdo, sino en tanto que el ser que se manifiesta como individuo humano en un cierto estado tiene también en él las posibilidades de todos los demás estados..." (6).

De hecho, tal comunicación (término que implica un punto de contacto o, de todos modos, algo en "común con otra cosa"), en tanto que real y consciente, es siempre algo "exterior" respecto a la realidad con la que se efectúa, mientras que el conocimiento efectivo que debe tener a la vista la iniciación es algo eminentemente "interior", que implica una verdadera y propia identificación. Quizás pueda entonces sorprender la afirmación de René Guénon según la cual "todo conocimiento que pueda ser definido como verdaderamente iniciático resulta de una comunicación establecida conscientemente con los estados superiores, y es a una tal comunicación que se refieren términos como los de inspiración y revelación" (7), si no se considera un aspecto de la cuestión que no debe ser olvidado: "... el ser que ha dejado atrás el estado humano, elevándose por el eje a los estados superiores, por ello mismo se ha "perdido de vista", si cabe expresarse así, para todos aquellos que están en ese estado y no han alcanzado todavía su centro, incluidos los que poseen grados iniciáticos efectivos pero inferiores al del "hombre verdadero". Aquellos, desde ese momento, no tienen ningún medio de distinguir el "hombre trascendente" del "hombre verdadero", pues el "hombre trascendente", desde el estado humano, sólo puede ser percibido por su "huella", y ésta es idéntica a la figura del "hombre verdadero"..." (8). Por esta razón, el conocimiento de orden trascendente, reflejándose en la medida de lo posible en el centro del estado humano, no podría aparecer a los ojos de los hombres sino como fruto de la inspiración o de la "audición", y es por ello, por ejemplo, que en algunos textos hebreos se dice que los Libros sapienciales fueron dictados al rey Salomón por los pájaros (9).

Si, como se ha visto, para comprender el "lenguaje de los pájaros" es necesario haber alcanzado el centro del estado humano, situado en el eje que conecta entre sí todos los estados de la manifestación, la naturaleza de tal lenguaje será incomprensible para el hombre ordinario. A propósito de ello, René Guénon cita dos ejemplos, extraídos de la tradición hindú y de la islámica: los ángeles y los Dêvas que respectivamente recitan el Corán y los himnos del Vêda, precisando que el Corán no debe identificarse con el expresado en lenguaje humano, sino con su prototipo eterno.

Particularmente digno de señalar es el hecho de que los dos términos que sirven para designar lo que recitan los ángeles y los Dêvas implican, tanto en árabe como en sánscrito, la idea de "ritmo"; esto lleva al autor a consideraciones extremadamente interesantes acerca de la "ciencia del ritmo". Él observa entonces que el lenguaje ritmado constituye, en el mundo humano, la imagen del lenguaje angelical, y que por esta razón los Libros sagrados están escritos en verso. Se puede decir, pues, que, al igual que el hombre verdadero es la "huella" del hombre trascendente en el dominio humano, el lenguaje ritmado es la "huella", siempre en este dominio, del lenguaje angelical.

A este respecto, podemos preguntarnos por qué el lenguaje angelical se traduce, en el nivel humano, en un lenguaje caracterizado por el "ritmo". Según la doctrina hindú, en el punto central de nuestro mundo, punto en el cual, como hemos visto, se produce la comunicación con los estados superiores, se encuentra un principio llamado Hiranyagarbha, que es como una especificación del Corazón universal, es decir, del verdadero Corazón del Mundo, en relación con este estado. Hiranyagarbha "es un aspecto de Brahmâ, es decir, del Verbo productor de la manifestación, y, al mismo tiempo, es también "Luz"... esta Luz cósmica, para los seres manifestados en este dominio, y en conformidad con sus condiciones particulares de existencia, aparece como "Vida"... Hiranyagarbha es entonces, bajo este aspecto, como el "principio vital" de este mundo...; ...la "Vida"... aparece como una imagen o una reflexión del "Espíritu" en un cierto nivel de manifestación... En un cierto estado, correspondiente a esta primera modalidad sutil del orden humano... el ser se siente a sí mismo como una ola del "Océano Primordial", sin que sea posible decir si esta ola es una vibración sonora o una onda luminosa... El estado de que se trata está entonces en relación directa con el principio mismo de la Vida...; se encuentra como una imagen de ello en las principales manifestaciones de la propia vida orgánica... tanto en las pulsaciones del corazón como en los movimientos alternos de la respiración; y este es el verdadero fundamento de las múltiples aplicaciones de la "ciencia del ritmo", cuyo papel es extremadamente importante en la mayor parte de los métodos de realización iniciática" (10). Ésta es la razón por la cual, así como el Espíritu, reflejándose en nuestro mundo condicionado por el tiempo, aparece como Vida, así también el lenguaje de los Dioses, que es de naturaleza eminentemente espiritual, reflejándose en el estado humano, queda "marcado" por el ritmo, que está estrechamente relacionado con la vida en todas sus manifestaciones.

Por otra parte, en un sentido ya no "descendente" sino "ascendente", el lenguaje ritmado es empleado como vehículo o soporte de la aspiración del ser hacia lo universal, es decir, de la encantación, tal como es el caso, en el esoterismo islámico, del "dhikr", cuya "repetición tiene por finalidad producir una armonización de los diversos elementos del ser y determinar vibraciones susceptibles, por la propia repercusión que atraviesa la serie de los estados, en jerarquía indefinida, de abrir una comunicación con los estados superiores".

En un cierto sentido, esta fórmula ritual no hace sino amplificar las "vibraciones" que la aspiración, en tanto que acto vital interior, suscita, como claramente resulta de una importante observación de René Guénon a propósito de la "intención", cuando afirma que ella despierta vibraciones armónicas según la ley de acciones y reacciones concordantes (11). Se puede ahora entrever cuán extremadamente importante es mantener "viva" la aspiración de manera constante e insistente, ya que si los ritos desarrollan de todos modos una acción de amplificación, en el caso de que no se esté "centrado" sobre la recta intención éstos acabarán por amplificar los contenidos individuales sobre los que el ser se encuentra "centrado", con efectos deletéreos que no son difíciles de imaginar. No debe olvidarse, en efecto, la advertencia según la cual todos estos medios "...no son, en realidad, más que medios accidentales y que el resultado que ayudan a obtener no es en modo alguno su efecto; ponen al ser en la predisposición requerida para alcanzarlo con más facilidad, y eso es todo" (12); algunas líneas después añade que éstos "... sirven sobre todo para favorecer la concentración y también para armonizar entre sí los diversos elementos de la individualidad humana a fin de preparar la comunicación efectiva entre esta individualidad y los estados superiores del ser".

Los ritos, por consiguiente, no son correlativos con su "resultado" en una relación causa-efecto, y, puesto que se proponen preparar o facilitar la obtención de los estados superiores, es indispensable que estén acompañados de una correcta intención; en otros términos, no son la llave que abre la puerta, sino que tan sólo corresponden al acto de llamar a la puerta, es decir, de golpear rítmicamente esta puerta. La frase evangélica "llamad y se os abrirá" subraya no sólo la actitud activa que debe tener el iniciado, sino también, de hecho, que las llaves están al otro lado de la puerta, o, lo que es lo mismo, que no están en posesión del iniciado en tanto que individuo.



(Publicado en la "Rivista di Studi Tradizionali" -Viale XXV Aprile 80, 10133, Torino-, nº 64, enero-junio de 1986).









1. Forma el capítulo VII de la recopilación póstuma "Symboles fondamentaux de la Science Sacrée".

2. "Aperçus sur l'Initiation", cap. II.

3. Ibid., cap. XV, publicado como artículo en marzo de 1933.

4. "La Grande Triade", cap. XVIII.

5. "Initiation et réalisation spirituelle", cap. V.

6. "Aperçus sur l'initiation", cap. III, publicado como artículo en julio de 1935.

7. "Aperçus sur l'initiation", cap. XXXII, publicado como artículo en octubre de 1930.

8. "La Grande Triade", cap. XVIII.

9. Cf. Charbonneau-Lassay, "Le Bestiaire du Christ", cap. LXXXV.

10. "Aperçus sur l'initiation", cap. XLVII.

11. "Le Roi du Monde", cap. VIII.

12. "La métaphysique orientale".
 
 

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