Bruno Rovere:
A PROPÓSITO DEL LENGUAJE DE LOS PÁJAROS (1)
En un artículo dedicado al "Lenguaje secreto de
Dante y de los Fieles de Amor", publicado en 1929, René Guénon, a
propósito de la obligación impuesta a los Fieles de Amor de emplear en sus
escritos la forma poética, escribía: "cabría preguntarse por qué la poesía
era llamada por los antiguos la "lengua de los Dioses", por qué
"vates" en latín designaba a la vez al poeta y al adivino o al
profeta, por qué los versos eran llamados "carmina" y también por qué
se dice de Salomón y de otros sabios, en particular en la tradición musulmana,
que comprendían el "lenguaje de los pájaros", lo que, por extraño que
pueda parecer, no es sino otra denominación de la "lengua de los
Dioses..."
A tales cuestiones, cuya solución sin duda estaba muy
clara para él, René Guénon "responde" dos años después con el
artículo "El lenguaje de los pájaros" (1), al cual nos referiremos
constantemente en el curso de este artículo, precisando sobre todo que la
comprensión del lenguaje de los pájaros representa la "comunicación con
los estados superiores del ser". Por otra parte, tal comunicación es
también establecida tanto en los ritos de orden iniciático como en aquellos de
orden puramente exotérico (2), en virtud de la influencia espiritual de la que
son el vehículo, y que constituye "la razón de ser esencial y primordial
de todos los ritos"; pero, ¿por qué este género de comunicación está
simbolizado por la comprensión del lenguaje de los pájaros?
En un artículo posterior, René Guénon, retomando el
argumento, precisó: "puede decirse que los ritos tienen siempre como
objetivo poner al ser humano en relación, directa o indirectamente, con algo
que sobrepasa su individualidad y que pertenece a otros estados de existencia;
es evidente por otra parte que no es necesario en todos los casos que la
comunicación así establecida sea consciente para ser real, pues opera muy
habitualmente por mediación de ciertas modalidades sutiles del individuo,
modalidades a las cuales la mayor parte de los hombres son actualmente
incapaces de transferir el centro de su conciencia" (3). Existe por lo
tanto una "comunicación directa" y una "comunicación
indirecta", y además está la posibilidad de que la comunicación, aunque
real, no siempre sea consciente. Pero fijémonos ahora en la consideración de la
primera distinción.
En otro pasaje de su obra, René Guénon afirma que
"...una comunicación directa con los estados superiores del ser, que se
efectúa según el eje, sólo es posible desde el centro mismo; para el resto del
ámbito humano no puede haber más que comunicación indirecta, por una especie de
refracción a partir de ese centro" (4). Igualmente, en el artículo que
estamos examinando, tras haber citado el ejemplo de la victoria de Sigfrido
contra el dragón, seguida de la comprensión del lenguaje de los pájaros, se hace
notar que esta victoria tiene como consecuencia inmediata la conquista de la
inmortalidad, conquista que "implica esencialmente la reintegración en el
centro del estado humano, es decir, en el punto en el que se establece la
comunicación con los estados superiores del ser...". Y, por lo tanto, esta
"comunicación directa", implícita en la realización del estado
primordial, está representada por la comprensión del lenguaje de los pájaros;
además, esta comunicación no sólo es directa, sino que es también evidentemente
consciente, pues en caso contrario no podría hablarse de
"comprensión".
Así pues, una "comunicación directa" con los
estados superiores, establecida mediante una influencia espiritual, puede en
ciertos casos ser de tipo consciente. De hecho, es cierto que, si "...en
el dominio exotérico no hay, en suma, ningún inconveniente en que la influencia
espiritual recibida sea jamás percibida conscientemente", no obstante,
cuando se trata de iniciación, "tras el trabajo interior cumplido por el
iniciado, los efectos de esta influencia deberían ser sentidos posteriormente,
lo cual constituye precisamente el paso a la iniciación efectiva, en cualquier
grado que se le considere..." (5).
La comunicación con los estados superiores no debe ser
sin embargo considerada como un fin, sino como un punto de partida, como
precisa luego René Guénon en un artículo posterior: "si esta comunicación
debe ser establecida principalmente por la acción de una influencia espiritual,
es para permitir seguidamente una toma de posesión efectiva de estos
estados...; no se trata aquí de comunicar con otros seres que están en un
estado "angélico", sino de alcanzar y realizar en sí mismo un tal
estado supra-individual, no, por supuesto, en tanto que individuo humano, lo
que evidentemente sería absurdo, sino en tanto que el ser que se manifiesta
como individuo humano en un cierto estado tiene también en él las posibilidades
de todos los demás estados..." (6).
De hecho, tal comunicación (término que implica un punto
de contacto o, de todos modos, algo en "común con otra cosa"), en
tanto que real y consciente, es siempre algo "exterior" respecto a la
realidad con la que se efectúa, mientras que el conocimiento efectivo que debe
tener a la vista la iniciación es algo eminentemente "interior", que
implica una verdadera y propia identificación. Quizás pueda entonces sorprender
la afirmación de René Guénon según la cual "todo conocimiento que pueda
ser definido como verdaderamente iniciático resulta de una comunicación
establecida conscientemente con los estados superiores, y es a una tal
comunicación que se refieren términos como los de inspiración y
revelación" (7), si no se considera un aspecto de la cuestión que no debe
ser olvidado: "... el ser que ha dejado atrás el estado humano, elevándose
por el eje a los estados superiores, por ello mismo se ha "perdido de
vista", si cabe expresarse así, para todos aquellos que están en ese
estado y no han alcanzado todavía su centro, incluidos los que poseen grados
iniciáticos efectivos pero inferiores al del "hombre verdadero".
Aquellos, desde ese momento, no tienen ningún medio de distinguir el
"hombre trascendente" del "hombre verdadero", pues el
"hombre trascendente", desde el estado humano, sólo puede ser percibido
por su "huella", y ésta es idéntica a la figura del "hombre
verdadero"..." (8). Por esta razón, el conocimiento de orden
trascendente, reflejándose en la medida de lo posible en el centro del estado
humano, no podría aparecer a los ojos de los hombres sino como fruto de la inspiración
o de la "audición", y es por ello, por ejemplo, que en algunos textos
hebreos se dice que los Libros sapienciales fueron dictados al rey Salomón por
los pájaros (9).
Si, como se ha visto, para comprender el "lenguaje
de los pájaros" es necesario haber alcanzado el centro del estado humano,
situado en el eje que conecta entre sí todos los estados de la manifestación,
la naturaleza de tal lenguaje será incomprensible para el hombre ordinario. A
propósito de ello, René Guénon cita dos ejemplos, extraídos de la tradición
hindú y de la islámica: los ángeles y los Dêvas que respectivamente recitan el
Corán y los himnos del Vêda, precisando que el Corán no debe identificarse con
el expresado en lenguaje humano, sino con su prototipo eterno.
Particularmente digno de señalar es el hecho de que los
dos términos que sirven para designar lo que recitan los ángeles y los Dêvas
implican, tanto en árabe como en sánscrito, la idea de "ritmo"; esto
lleva al autor a consideraciones extremadamente interesantes acerca de la
"ciencia del ritmo". Él observa entonces que el lenguaje ritmado
constituye, en el mundo humano, la imagen del lenguaje angelical, y que por
esta razón los Libros sagrados están escritos en verso. Se puede decir, pues,
que, al igual que el hombre verdadero es la "huella" del hombre
trascendente en el dominio humano, el lenguaje ritmado es la
"huella", siempre en este dominio, del lenguaje angelical.
A este respecto, podemos preguntarnos por qué el lenguaje
angelical se traduce, en el nivel humano, en un lenguaje caracterizado por el
"ritmo". Según la doctrina hindú, en el punto central de nuestro
mundo, punto en el cual, como hemos visto, se produce la comunicación con los
estados superiores, se encuentra un principio llamado Hiranyagarbha, que es
como una especificación del Corazón universal, es decir, del verdadero Corazón
del Mundo, en relación con este estado. Hiranyagarbha "es un aspecto de
Brahmâ, es decir, del Verbo productor de la manifestación, y, al mismo tiempo,
es también "Luz"... esta Luz cósmica, para los seres manifestados en
este dominio, y en conformidad con sus condiciones particulares de existencia,
aparece como "Vida"... Hiranyagarbha es entonces, bajo este aspecto,
como el "principio vital" de este mundo...; ...la "Vida"...
aparece como una imagen o una reflexión del "Espíritu" en un cierto
nivel de manifestación... En un cierto estado, correspondiente a esta primera
modalidad sutil del orden humano... el ser se siente a sí mismo como una ola
del "Océano Primordial", sin que sea posible decir si esta ola es una
vibración sonora o una onda luminosa... El estado de que se trata está entonces
en relación directa con el principio mismo de la Vida...; se encuentra como una
imagen de ello en las principales manifestaciones de la propia vida orgánica...
tanto en las pulsaciones del corazón como en los movimientos alternos de la
respiración; y este es el verdadero fundamento de las múltiples aplicaciones de
la "ciencia del ritmo", cuyo papel es extremadamente importante en la
mayor parte de los métodos de realización iniciática" (10). Ésta es la
razón por la cual, así como el Espíritu, reflejándose en nuestro mundo
condicionado por el tiempo, aparece como Vida, así también el lenguaje de los
Dioses, que es de naturaleza eminentemente espiritual, reflejándose en el
estado humano, queda "marcado" por el ritmo, que está estrechamente
relacionado con la vida en todas sus manifestaciones.
Por otra parte, en un sentido ya no
"descendente" sino "ascendente", el lenguaje ritmado es
empleado como vehículo o soporte de la aspiración del ser hacia lo universal,
es decir, de la encantación, tal como es el caso, en el esoterismo islámico,
del "dhikr", cuya "repetición tiene por finalidad producir una
armonización de los diversos elementos del ser y determinar vibraciones susceptibles,
por la propia repercusión que atraviesa la serie de los estados, en jerarquía
indefinida, de abrir una comunicación con los estados superiores".
En un cierto sentido, esta fórmula ritual no hace sino
amplificar las "vibraciones" que la aspiración, en tanto que acto
vital interior, suscita, como claramente resulta de una importante observación
de René Guénon a propósito de la "intención", cuando afirma que ella
despierta vibraciones armónicas según la ley de acciones y reacciones concordantes
(11). Se puede ahora entrever cuán extremadamente importante es mantener
"viva" la aspiración de manera constante e insistente, ya que si los
ritos desarrollan de todos modos una acción de amplificación, en el caso de que
no se esté "centrado" sobre la recta intención éstos acabarán por
amplificar los contenidos individuales sobre los que el ser se encuentra
"centrado", con efectos deletéreos que no son difíciles de imaginar.
No debe olvidarse, en efecto, la advertencia según la cual todos estos medios
"...no son, en realidad, más que medios accidentales y que el resultado
que ayudan a obtener no es en modo alguno su efecto; ponen al ser en la
predisposición requerida para alcanzarlo con más facilidad, y eso es todo"
(12); algunas líneas después añade que éstos "... sirven sobre todo para
favorecer la concentración y también para armonizar entre sí los diversos
elementos de la individualidad humana a fin de preparar la comunicación
efectiva entre esta individualidad y los estados superiores del ser".
Los ritos, por consiguiente, no son correlativos con su
"resultado" en una relación causa-efecto, y, puesto que se proponen
preparar o facilitar la obtención de los estados superiores, es indispensable
que estén acompañados de una correcta intención; en otros términos, no son la
llave que abre la puerta, sino que tan sólo corresponden al acto de llamar a la
puerta, es decir, de golpear rítmicamente esta puerta. La frase evangélica
"llamad y se os abrirá" subraya no sólo la actitud activa que debe
tener el iniciado, sino también, de hecho, que las llaves están al otro lado de
la puerta, o, lo que es lo mismo, que no están en posesión del iniciado en
tanto que individuo.
(Publicado en la "Rivista di Studi
Tradizionali" -Viale XXV Aprile 80, 10133, Torino-, nº 64, enero-junio de
1986).
1. Forma el capítulo VII de la recopilación póstuma
"Symboles fondamentaux de la Science Sacrée".
2. "Aperçus sur
l'Initiation", cap. II.
3. Ibid.,
cap. XV, publicado como artículo en marzo de 1933.
4. "La Grande Triade", cap. XVIII.
5. "Initiation et réalisation spirituelle",
cap. V.
6. "Aperçus sur l'initiation", cap. III,
publicado como artículo en julio de 1935.
7. "Aperçus sur l'initiation", cap. XXXII,
publicado como artículo en octubre de 1930.
8. "La Grande Triade", cap. XVIII.
9. Cf. Charbonneau-Lassay, "Le Bestiaire du
Christ", cap. LXXXV.
10. "Aperçus sur l'initiation", cap. XLVII.
11. "Le Roi du Monde", cap. VIII.
12. "La métaphysique orientale".
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