sábado, 17 de agosto de 2019

Shizan-Taza


INTRODUCCIÓN A LA PRÁCTICA DEL ZEN

Basada en el "Sisan no hanashi"
del San-Un Zendo de Kamakura.
(Adaptado ligeramente por KIUNAN)

Lo que sigue esta basado en las enseñanzas de Daiun Harada Roshi
maestro verdaderamente realizado, fue a practicar primero a Sogen-ji
y más tarde a Nanzen-ji, dos monasterios Rinzai. En Nanzen-ji
captó en un momento dado el secreto íntimo del Zen bajo la guía
de Dokutan Roshi, un maestro excelente.

Aunque sin duda es cierto que hay que practicar Zen para
comprender la verdad del Zen, Harada Roshi se daba cuenta de que
la mente moderna está tan ansiosa de saber y comprender, que para
principiantes podía ser conveniente este tipo de enseñanzas
previas a la práctica. Combinó lo mejor de ambas escuelas y
promovió un método único de enseñar Zen. En Japón no hay otro
sitio en que se enseñe de modo tan completo y sucinto al mismo
tiempo, ni tan bien adaptado a la mente moderna.
Harada Roshi solía hacer unas advertencias en cuanto

SHIKAN - TAZA


La práctica del shikan-taza es otra forma de meditar, que vamos
a describir a continuación más detalladamente.
Shikan significa "nada más que" o "simplemente", mientras que ta -
significa "golpear" o "darle al" y za "estar sentado". Shikan-taza
es, pues, una práctica en la que la mente está intensamente involu-
crada en simplemente estar sentado. En este tipo de zazen resulta
muy fácil que la mente se distraiga, al carecer de las ayudas de -
contar la respiración o del koan. De ahí que el temple correcto de
la mente resulte doblemente importante. En el shikan-taza, la mente
no debe de estar agobiada, al mismo tiempo que está firmemente
plantada o compacta, como el Monte Fuji, por poner una imagen.A la
vez debe estar despierta, alerta, como la cuerda tensada de un arco
. Shikan-taza es, por lo tanto, un estado de conciencia de suma
vigilancia concentrada en que no se está ni tenso ni agobiado, ni,
por supuesto, nunca decaído. Es el estado de la mente de alguien -
que se enfrenta con la muerte. Supongamos que está metido en un --
duelo de espadas, tal como solía darse antiguamente en Japón. Al -
enfrentarte con tu adversario estás constantemente alerta, en forma,
dispuesto. Si desfallecieras en tu estado de extrema vigilan -
cia, aunque fuera un instante, serías abatido. Se ha reunido un --
gran gentío para ver la lucha. Como no estas ciego, lo ves por el
rabillo del ojo, y como no estás sordo, lo oyes. Pero ni por un
momento tu mente se deja llevar de estas impresiones sensoriales.

Este estado no se puede mantener durante mucho tiempo seguido. Por
esto no deberás prolongar los periodos de shikan-taza más allá de
media hora cada vez. Después de treinta minutos, levántate, pasea
en kinhin, y luego vuelve a sentarte. Si haces de verdad shikan-ta-
za, al cabo de media hora estarás sudando, incluso en invierno y en
una habitación sin calefacción, debido al calor ocasionado por esta
concentración tan intensa. Si te sientas demasiado tiempo segui-
do, tu mente pierde su vigor, tu cuerpo se cansa y tus esfuerzos -
resultan menos eficaces que si hubieras reducido tus sentadas a pe-
riodos de treinta minutos.

En comparación con un inexperto de la espada, un maestro la usa -
sin esfuerzo alguno. Pero no siempre fue así, porque también él co-
noció un tiempo en el que tuvo que esforzarse al máximo, debido a
su técnica todavía imperfecta, para preservar su vida. Con el sikan-
taza ocurre lo mismo. Al principio, la tensión es inevitable ,
pero con el tiempo, este zazen tenso va madurando, convirtiéndose
en un estar sentado relajado y a la vez plenamente atento. Pero no
pienses, ni por un instante, que tal manera de sentarse se puede -
conseguir sin una larga dedicación y práctica.

No conviene pasar demasiado aprisa de una forma de ejercicio a --
cibn. El maestro Zen es quien asigna la práctica de contar o se -
guir la respiración, shikan-taza o koan.

Pasos 1985

(Boletín de Zendo Betania)

jueves, 15 de agosto de 2019

Futuro azaroso (Hubert de Mirleau)




Futuro azaroso

 La démocratie est-elle une fatalité?
Hubert de Mirleau
Ed Pardés 1991

¿Qué hacer, incluso si es demasiado tarde? Una cosa es segura La rectificación siempre ha estado en contra de la democracia, porque su necesidad se hacía sentir cuando esta último había llevado a la sociedad a un estado de descomposición cercano al caos.
En el curso de las edades, las razas reales habían sabido resolver la difícil cuestión de la relación entre gobernadores y gobernados, la verdadera cuadratura del círculo que consiste en hacer coexistir principio de mando y el principio de "libre consentimiento". Lo habían conseguido  porque se habían sabido obtener la confianza de abajo, a la vez que mantenían la autoridad en las esferas superiores. Es evidente que hoy en día el juego está falseado. Los ilusionistas obtienen "confianza" (eso es mucho que decir) de abajo haciendo brillar su lotería ante los ojos aturdidos de los espectadores, guardándose mucho de no indicar el precio verdadero, que es la pérdida de toda libertad auténtica, por el abandono de todos las vías que permiten la realización espiritual.

Para oponerse a su juego, ¿podemos confiar en la "voluntad popular", como pretenden algunos? Si tal voluntad existiera, se sabría hace mucho tiempo. No hay más que voluntades populares, contradictorias, antagonistas, cambiantes y que dejan la victoria al que habla último o al que se impone por una fuerza superior en la cual la seducción y el miedo no están nunca ausentes. Hoy, no podemos pedirle al pueblo lo que quiere, a dónde quiere ir, porque lo sabe menos que nunca y las decisiones a tomar no son expresables en balances cifrados. Es necesario que el polo Esencia, el polo activo, se imponga con más vigor que nunca al polo Substancia, pasivo, en otras palabras (el poder habiendo sido usurpado por la quinta casta a  fuerza de halagos y mentiras), debe ser retomado o remitido a las manos de una primera casta resucitada como el Fénix.

Tal reasunción del control, no nos engañemos, no podrá hacerse en calma, hasta tal punto es verdad que "Polemos es rey y señor de todas las cosas" y que, en el ciclo histórico en el que nos encontramos, todo es un equilibrio de fuerzas (no siendo la fuerza, bien entendido, ciega brutalidad). Los mundialistas no dejarán escapar un poder del que han tejido pacientemente todos los hilos, como una araña en el centro de su telaraña. Para vencer el poder de la contra-iniciación, representado por los señores del mundo al acecho a la sombra de los gobiernos, es preciso que el  nuevo héroe fundador pueda oponerle  la clara faz de una perfección que se imponga por su irradiación y que inspirará un orden armonioso, él mismo reflejo de la perfección divina.

El orden es jerárquico por naturaleza, pero hay jerarquías que se camuflan y otras que se osan proclamarse como tales. Las primeras son mentiras, son el hecho de seres viles, impostores, mientras que las últimas son la justa expresión de razas nacidas para mandar; y por raza, entendemos, siguiendo a Evola, una cualidad más espiritual que física, aunque idealmente lo exterior debe reflejar lo interior. Jerarquía restaurada a la luz del día, porque las "flores inútiles" serán a la vez el modelo, el estímulo y el legítimo orgullo de los pueblos que han contribuido a su florecimiento.

Para cumplir con su misión, para retomar por su cuenta el gesto de la Creación, el héroe, tomando el contrapié de los mundialistas que tienen la intención de privar a la humanidad de toda forma con el fin de esclavizarla mejor "por su bien", deberá, por el contrario, proponerle una forma ideal dentro de cuyos límites se ejercería una libertad, una nueva voluntad reencontrada: "La forma, es la libertad"....

¿Quién podría convertirse en el faro de Occidente? Sólo un príncipe, a nuestros ojos, podría encarnar auténticamente el principio del Imperium, fundamento de una unidad reconquistada. En efecto, el príncipe, o el rey, o el emperador, están inmediatamente, por su mismo nacimiento, por encima de lo contingente. No es en función de su competencia, de su eficiencia que un príncipe es traído o mantenido en el trono, sino por razón de su naturaleza propia, ya que está ontológicamente por encima de los otros mortales. Para tomar una comparación actual, cuando la moneda, manipulado por los financieros, pierde su valor, la buena gente se precipita hacia el patrón oro, no tanto por superstición, como porque el oro no miente, porque posee una cualidad intrínseca, inalterable. La analogía no es fantástica.

Sin embargo, tengamos cuidado de no caer en el error de los conservadores que no tienen como referencia más que el estado político o social que prevalecía en el tiempo de sus padres y que ellos llaman con sus voces  porque consideran que es preferible a la situación actual (porque es menos decadente) y suficientemente próximo como para no ser irrealizable. No, "la historia no retorna los platos", como decía el buen Celine con su sentido del atajo; y sobre todo, el estado de descomposición es tal que cualquier enyesado sería sólo un cauterio en una pata de palo.

¿"Y la Providencia", se nos dirá?  "¿piensas que Dios puede abandonar así su Creación”? Por creación, se entiende, quien la dulce Francia, quien la Santa Rusia, o más modestamente su pueblo natal y su descendencia. Además de la muerte de los pueblos y las civilizaciones es, como hemos visto, una de las constantes de la historia, es mostrar una gran cantidad de presunción, una gran de inconsecuencia como reducir la Creación a una de sus formas, todas pasajeras.

El futuro, dijo Nietzsche, es para el que tenga la memoria más larga es decir, a aquel a quien los árboles no esconderán nunca el bosque y que, sublime iconoclasta, a ejemplo de los héroes  fundadores arios, serán capaces de barrer con las tradiciones, las formas políticas, culturales o religiosas contingentes, para retroceder al principio inicial, la fuente de toda la fuerza, de toda armonía, de toda la gloria. Es necesario recuperar la pureza de la luz primordial, la simplicidad de las formas originales, cercanas a las fuerzas elementales. El despojo dórico y su laconismo, pueden dar una idea, una imagen de la sociedad del futuro: la sociedad fría, implacable, en reacción contra el sensualismo burgués, la "grande bouffe" plebeya y la descomposición nauseabunda debida al quinto Estado. Una sociedad mantenida en forma por una voluntad, una tensión máxima, porque el orden imperial, si significa la paz, no significa el sueño no obstante; una sociedad cuyas energías, emancipándose del humanismo y del racionalismo, desprendiéndose de toda contingencia, tendería con todas su fuerzas a la realización del Hombre Integral, representante auténtico de la primera casta. Así el ciclo pudría empezar de nuevo.

¿Veremos emerger a este príncipe glorioso? ¿Será capaz de cazar entre bastidores son tiradores de cuerda cuya potencia se basa sólo en la mentira? No podemos estar seguros, ¿pero no está escrito en el Bhagavad Gita, sobre el retorno de los Avatares (encarnación del Altísimo) en la tierra:

"Cada vez que el Dharma desaparece y sube la injusticia, entonces Yo tomo nacimiento. Para la liberación de los buenos, para la destrucción de los que hacen el mal, para poner en el trono e la Justicia, Yo tomo nacimiento de edad en edad"?

París, verano de 1990

martes, 13 de agosto de 2019

Escolios a un texto implícito 22 (Nicolás Gómez Dávila)



 — Se comenzó llamando democráticas las instituciones liberales, y se concluyó llamando liberales las servidumbres democráticas.

 — Nada es suficientemente importante para que no importe como está escrito.

 — Las autobiografías interesantes podrían abundar si escribir la verdad no fuese problema estético.

 — La vida es un combate cotidiano contra la estupidez propia.

 — En las ciencias humanas sólo se debe generalizar para individualizar mejor.

 — El amor utiliza el vocabulario del sexo para escribir un texto ininteligible al sexo solo.

 — Cuidémonos de llamar “aceptar la vida” aceptar sin resistencia lo que degrada.

 — La mentalidad moderna es hija del orgullo humano inflado por la propaganda comercial.

 Creer que una verdad patente, claramente expresada, ha de convencer, no es más que prejuicio ingenuo.

 — Los problemas básicos de una época nunca han sido el tema de sus grandes obras literarias.
 Sólo la literatura efímera es “expresión de la sociedad”.

 — Proletario consciente en el vocabulario marxista significa pueblo convertido a los ideales burgueses.

 — No tengo pretensiones a la originalidad: el lugar común, si es viejo, me basta.

 — La “explicación” consiste finalmente en asimilar un misterio insólito a un misterio familiar.

 — Tan solo para defender nuestras convicciones subalternas poseemos abundantes argumentos.

 — Más que lo que dice, al imbécil lo delata su dicción.

 — El moderno conoce cada día más al mundo y menos al hombre.

 — La sinceridad, si no es en confesión sacramental, es factor de desmoralización.

 — Pedirle al estado lo que sólo deber hacer la sociedad es el error de la izquierda.

 — Nada suscita más desdén recíproco que la diferencia de diversiones.

 — El maquinismo embrutece porque le hace creer al hombre que vive en un universo inteligible.

 — No se suele llegar a conclusiones sino desatendiendo objeciones.

 — Del tedio cotidiano sólo nos rescatan lo impalpable, lo invisible, lo inefable.

 — El filósofo se desequilibra fácilmente; sólo el moralista no suele perder el juicio.

 — Las almas que el cristianismo no poda nunca maduran.

 — Lo vago y lo preciso, en el universo, no son zonas bien o mal conocidas, sino zonas de estructura diversa.
 La zona, por ejemplo, donde la buena voluntad basta, y la zona donde sólo el acierto cuenta.

 — Las palabras son las verdaderas aventuras del auténtico escritor.

 — Una reforma de la sociedad sólo puede esperarse de las contradicciones entre las insensateces humanas.

 Hacer lo que debemos hacer es el contenido de la Tradición.

 — El que no busca a Dios en el fondo de su alma, no encuentra allí sino fango.

 — La “liberación sexual” le permite al hombre moderno desentenderse de los múltiples tabús de otra índole que lo gobiernan.

 — El que se empeña en refutar argumentos imbéciles acaba haciéndolo con razones estúpidas.

 — No ha nacido escritor que no haya escrito demasiado.

 — El clero moderno afirma que el cristianismo pretende resolver los problemas terrestres –confundiéndolo así con la utopía.

 — Un simple arrebato de impaciencia suele suprimir pronto la distancia entre la utopía y el asesinato.

 — El hombre es animal educable, siempre que no caiga en manos de pedagogos progresistas.

 — Los lugares comunes de la tradición occidental son la pauta que no engaña en las ciencias humanas.

 — Todo hombre vive su vida como un animal sitiado.

 — Las filosofías comienzan en filosofía y acaban en retórica.

 — Siendo diálogo la filosofía, no hay razón para suponer que el último que opinó sea el que tiene la razón.

 — La vocación auténtica se vuelve indiferente a su fracaso o a su éxito.

 — El individualismo es cuna de la vulgaridad.

 — Lo más irónico en la historia es que prever sea tan difícil y haber previsto tan obvio.

 — Las intuiciones del filósofo a veces nos deslumbran; frente a sus raciocinios nos erizamos de objeciones.

 — La estupidez se apropia con facilidad diabólica lo que la ciencia inventa.

 — Donde la igualdad deja que la libertad entre, la desigualdad se le desliza.

 — El sociólogo nunca sabe, al manipular sus estadísticas, dónde importa la cifra relativa y dónde la cifra absoluta.

 — Donde el comunismo triunfa, el silencio cae con ruido de trampa que se cierra.

 — Conocer bien un episodio histórico consiste en no observarlo a través de prejuicios democráticos.

 — Entre los elegidos por el sufragio popular sólo son respetables los imbéciles, porque el hombre inteligente tuvo que mentir para ser elegido.

 — El hombre no tiene la misma densidad en toda época.

 — El vicio que aqueja a la derecha es el cinismo, y a la izquierda la mentira.

 — Saber no resuelve sino problemas subalternos, pero aprender protege del tedio.

 — Los que reemplazan la “letra” del cristianismo por su “espíritu” generalmente lo convierten en una pamplinada socio-económica.

 — Humanidad es lo que elaboraron en la animalidad del hombre la reticencia y el pudor.

 — Nada inquieta más al incrédulo inteligente que el católico inteligente.

 — El realismo de la fotografía es falso: omite en la representación del objeto su pasado, su trascendencia, su futuro.

 — La perfecta transparencia de un texto es, sin más, una delicia suficiente.

 — Nuestra vida es anécdota que esconde nuestra personalidad verdadera.

 — Hablar sobre Dios es presuntuoso, no hablar de Dios es imbécil.

 — Las personas sin imaginación nos congelan el alma.

 — El espectáculo de un fracaso es tal vez menos melancólico que el de un triunfo.

 — Ciertas ideas sólo son claras formuladas, pero otras sólo son claras aludidas.

 — Al repudiar los ritos, el hombre se reduce a animal que copula y come.

 — El hombre moderno no defiende enérgicamente sino su derecho a la crápula.

 La objeción del reaccionario no se discute, se desdeña.

 — En materia religiosa la trivialidad de las objeciones suele ser más obvia que la fragilidad de las pruebas.

 — Cuando los elegidos en una elección popular no pertenecen a los estratos intelectuales, morales, sociales, más bajos de la nación, podemos asegurar que subrepticios mecanismos anti-democráticos han interferido el funcionamiento normal del sufragio.

 — Al estallar una revolución, los apetitos se ponen al servicio de ideales; al triunfar la revolución, los ideales se ponen al servicio de apetitos.

 — Entre las causas de una revolución y su realización en hechos se insertan ideologías que acaban determinando el curso y hasta la naturaleza de los acontecimientos.
 Las “ideas” no “causan” las revoluciones, pero las encauzan.

 — Los que defienden las revoluciones citan discursos; los que las acusan citan hechos.

 — La falsificación del pasado es la manera como la izquierda ha pretendido elaborar el futuro.

 — “Tener sentido” es atributo irreductible, inanalizable, último, de ciertas presentaciones.

 — La sensibilidad es brújula menos susceptible de enloquecerse y de desorientar que la “razón”.

 — El día se compone de sus momentos de silencio.
 Lo demás es tiempo perdido.

 — El hombre solamente es importante si es verdad que un Dios ha muerto por él.

 — El afán moderno de originalidad le hace creer al artista mediocre que en simplemente diferir consiste el secreto de la originalidad.

 — No todos los vencidos son decentes, pero todos los decentes resultan vencidos.

 — Aun los gobernantes más austeros acaban asistiendo al circo para complacer a la muchedumbre.

 — Todo en la historia comienza antes de donde creemos que comienza, y termina después de donde creemos que termina.

 — Desigualdad e igualdad son tesis que conviene defender alternativamente, a contrapelo del clima social que impere.

 Ni declaración de derechos humanos, ni proclamación de constituciones, ni apelación a un derecho natural, protegen contra la arbitrariedad del estado. Sólo es barrera al despotismo el derecho consuetudinario.

 — Sus prejuicios no embrutecen sino al que los cree conclusiones.

 — De soberanía de la ley sólo se puede hablar donde la función del legislador se reduzca a consultar el consenso consuetudinario a la luz de la ética.

 — Las grandes teorías históricas se vuelven útiles cuando renuncian a querer explicar todo.

 — La comprensión de lo individual y la comprensión de lo general se condicionan en historia recíprocamente.

 — No hay ciencia humana tan exacta que el historiador no necesite corregirla y adaptarla para poderla utilizar.

 — Al hombre no lo educa el conocimiento de las cosas sino el conocimiento del hombre.

 — La patanería intelectual es el defecto que en este siglo menos sabemos evitar.

 — Determinar cuál es la causa y cuál el efecto suele ser en historia problema insoluble.

 — El hombre nunca calcula el precio de cualquier comodidad que conquista.

 — No hay casualidad en historia que no se supedite a la casualidad de las circunstancias.

 — La noción de determinismo ha ejercido un terrorismo corruptor de la faena filosófica.

 — Sólo se puede releer al que sugiere más de lo que expresa.

 — Nadie ignora que los acontecimientos históricos se componen de cuatro factores: necesidad, casualidad, espontaneidad, libertad.
 Sin embargo rara es la escuela historiográfica que no pretende reducirlos a uno solo.

 — “Necesidad histórica” suele ser meramente nombre de la estupidez humana.

 — El espectáculo de la humanidad no adquiere cierta dignidad sino gracias a la deformación a que el tiempo lo somete en la historia.

 — El político nunca dice lo que cree cierto, sino lo que juzga eficaz.

 — Más que del inquietante espectáculo de la injusticia triunfante, es del contraste entre la fragilidad terrestre de lo bello y su esencia inmortal en donde nace la esperanza de otra vida.

 — La retórica cultural reemplaza hoy la retórica patriótica, en las efusivas expectoraciones de los tontos.

 — Un tacto inteligente puede hacer culminar en perfección del gusto la austeridad que la pobreza impone.

 El hombre ya no sabe inventar nada que no sirva para matar mejor o para vulgarizar el mundo un poco más.

 — Sólo la religión puede ser popular sin ser vulgar.

 — Su libertad no libera al hombre de la necesidad. Pero la tuerce en imprevisibles consecuencias.

 — Cambiar un gobierno democrático por otro gobierno democrático se reduce a cambiar los beneficiarios del saqueo.

 — Es sobre las antinomias de la razón, sobre los escándalos del espíritu, sobre las rupturas del universo, sobre lo que fundo mi esperanza y mi fe.

 — El estado no se ha portado con discreción y mesura sino bajo la vigilancia celosa de burguesías ricas.

 — Las verdades subalternas suelen eclipsar las más altas verdades.

 — Aun cuando lograra realizar sus más atrevidas utopías, el hombre seguiría anhelando transmundanos destinos.

 — Las dudas no se disipan una a una: se disuelven en un espasmo de luz.

 — Es ante todo contra lo que el vulgo proclama “natural” contra lo que el alma noble se rebela.

 — Todo lo eximio en la historia resulta de equilibrios singularmente inestables.
 Nada dura ciertamente, pero lo mediocre dura más.

 — Sólo es transparente el diálogo entre dos solitarios.

 Formular los problemas de hoy en un vocabulario tradicional los despoja de falsos prestigios.

 — En los siglos espiritualmente desérticos, sólo cae en cuenta de que el siglo está muriéndose de sed el que aún capta aguas subterráneas.

 — La libertad no es fruto del orden sólo, es fruto de concesiones mutuas entre el orden y el desorden.

 — Mis convicciones son las mismas que las de la anciana que reza en el rincón de una iglesia.

 — La realidad última no es la del objeto que la razón construye, sino la de la voz a que la sensibilidad contesta.

 — Las ciencias humanas no son propiamente ciencias inexactas, sino ciencias de lo inexacto.

 — Hablan enfáticamente de “transformación del mundo”, cuando lo más a que pueden pretender es a ciertas remodelaciones sociales secundarias.

 — Lo que aconseja renunciar a las opiniones progresistas y atrevidas es la inevitabilidad con la cual tarde o temprano el tonto finalmente las adopta.

 — No viviría ni una fracción de segundo si dejara de sentir el amparo de la existencia de Dios.

 — No cometo la torpeza de negar los indiscutibles éxitos del arte moderno; pero ante el arte moderno en sí, como ante el arte egipcio o chino, me siento ante un arte exótico.

 — Después de experimentar en qué consiste una época prácticamente sin religión, el cristianismo aprende a escribir la historia del paganismo con respeto y con simpatía.

 — Ante el marxismo hay dos actitudes igualmente erróneas: desdeñar lo que enseña, creer lo que promete.

 — Filosofar es adivinar, sin poder nunca saber si acertamos.

 — Marxismo y psico-análisis han sido los dos cepos de la inteligencia moderna.

 — Estado sanamente constituido es aquel donde inmúmeros obstáculos embarazan y estorban la libertad del legislador.

 — Nuestras repugnancias espontáneas suelen ser más lúcidas que nuestras convicciones razonadas.

 — “Revolucionario” significa hoy individuo para quien la vulgaridad moderna no está triunfando con suficiente rapidez.

 — Aun cuando estén llenos de amenazas, no logro ver en los Evangelios sino promesas.

 — El emburguesamiento de las sociedades comunistas es, irónicamente, la postrer esperanza del hombre moderno.

 — Una sociedad civilizada necesita que en ella, como en la vieja sociedad cristiana, igualdad y desigualdad permanentemente dialoguen.

 — La envidia difiere de los demás vicios por la facilidad con que se disfraza de virtud.

 — La actividad política deja de tentar al escritor inteligente, cuando al fin entiende que no hay texto inteligente que logre tumbar ni a un alcalde de pueblo.

 — En el hombre inteligente la fe es el único remedio de la angustia.
 Al tonto lo curan “razón”, “progreso”, alcohol, trabajo.

 — El placer de adivinar el significado ingenioso de una metáfora pretende reemplazar, en la “poesía” moderna, la misteriosa jubilación del canto.

 — La fe no es una convicción que poseemos, sino una convicción que nos posee.

 — La frontera entre la inteligencia y la estupidez es movediza.

Luz divina (Vladimir Lossky)







Vladimir Lossky Teología mística de la iglesia de oriente Herder 1982

lunes, 12 de agosto de 2019

Teocracia y satanocracia (Paul Evdokimov)



Teocracia y satanocracia

L’ORTHODOXIE (p. 304 y ss.)
Paul Evdokimov
Desclée de Brower 1979

La escatología laicizada se priva de la escatón y sueña con la comunión de los santos sin el Santo, del Reino de Dios sin Dios. No es en absoluto su concepción lo que es interesante, sino la razón profunda de su aparición; es el contexto espiritual en el que nace su filosofía lo que importa. Es solamente una vez comprendido la verdad de su necesidad imperiosa y el juego inquietante de las sustituciones demoníacas, que el cristianismo puede responder válidamente. El cristianismo occidental ha abandonado el Reino en favor de una Ciudad bien establecida en la historia, sin embargo, cualquier ciudad histórica es sólo un signo profético y una parábola profética del Reino. La ortodoxia oriental, por otra parte, se ha olvidado demasiado en la sociedad de los ángeles y la contemplación litúrgica del cielo. La escatología marxista reintroduce e impone en todo su alcance el problema espiritual de la historia, y por otro lado obliga a evitar cualquier tipo de ruptura protestante de la misteriosa continuidad entre la historia y el Reino. Es precisamente este mundo cerrado de aquí abajo, esta cautividad aparentemente irremediable que la firme seguridad de la fe está llamado a agujerear para manifestar lo invisible, para resucitar a los muertos y mover las montañas, arrojar el fuego de la esperanza para la salvación de los otros y conectar el vacío de este mundo con la "Iglesia plena de la Trinidad" 2.

Ahora, cuando los sirvientes del Bien se debilitan, la misma tarea es retomada por fuerzas de diferentes naturalezas, con un signo lo contrario, y la confusión estalla. La orden evangélica de "buscar el Reino de Dios" (Mateo 6, 33), se seculariza y degenera en utopías de paraísos terrenales. El temible totalitarismo de la bestia apocalíptica se perfila sobre el enjambre de los agregados humanos.

Hoy en día la cristiandad ya no es más el agente activo de la historia, sino el espectador pasivo de procesos que escapan a su control y puede reducir a la Iglesia a las dimensiones y el significado de una secta replegada en sí misma, al margen de los destinos del mundo. Las reformas sociales y económicas, la liberación y la emancipación de los pueblos indígenas y  las clases sociales están hechos por los factores de este mundo, descentrados de la Iglesia.

Hoy en día, casi en todas partes, los cristianos viven bajo el régimen de separación entre la Iglesia y el Estado. La Iglesia no puede adaptarse a esta nueva situación más que guardando o intacto el carácter universal y

2 ORIGENES, Selecta in Psalmos, 23, 1; P. G. 12, 1265

totalitario de su misión, inherente a su naturaleza. Pero su teocratismo deviene más interiorizado. Hace un llamamiento a estar presente en todas partes como la conciencia cuya voz resuena libremente y se dirige a la libertad, fuera de cualquier imperativo secular. Si pierde en aplicaciones inmediatas, falta de medios empíricos del Estado, gana en fuerza moral por  de la independencia soberana que adquiere su palabra. En el clima de indiferencia u hostilidad abierta, habiendo perdido toda audiencia formal, la Iglesia sólo puede confiar en la fe del verdadero pueblo de Dios, libre de todo compromiso y todo conformismo.

En cualquier momento de la historia, la elección entre la satanocracia y la teocracia se impone  imperiosamente, y hoy más que nunca, gracias a la cristalización cada vez más clara de las dos ciudades. No es en absoluto de pragmatismo sociológico y de conformidad de lo que se trata, sino de una cuestión dogmática, y por lo tanto ninguna teología sectaria y desencarnada puede cambiar la regla de la fe. Ni siquiera la caída ha modificado en nada el proyecto inicial de la encarnación; sólo una perspectiva demasiado humana se esfuerza en reducirla  y minimizarla, y embota los textos más explosivos de las Escrituras. En su luz, es el maximalismo escatológico de los monjes el que justifica más fuertemente la historia. Pues a quien no consienta en este maximalismo angélico en el fin inmediato, en el cambio brusco al futuro éοn, aquel asume todas las responsabilidad de la historia y está obligado a construirla positivamente, lo que significa bíblicamente: desde sus propias profundidades metamorfosearlo en una "escalera" de la Venida, porque una voz grita siempre en el desierto: "Preparad el camino del Señor", aplanad sus senderos " (Mat. 3, 3). "La Tentación de San Antonio", en su ámbito más avanzado, destaca el dinamismo del Espíritu que arrebata la existencia al poder demoníaco; la victoria en el desierto fue más resonante que el "triunfo" del Imperio de Constantino. Hundidos en lugares desiertos, los monjes dejaron el Imperio demasiado protegido a la sombra de los compromisos. Hoy el desierto, "morada de los demonios", se traslada al corazón mismo de los pueblos que "viven en el mundo sin esperanza y sin Dios" (Ef. 2. 2). Los monjes ya no necesitan dejar el mundo, y cualquier fiel puede encontrar su vocación en la nueva forma de un monaquismo interiorizado. El problema del hombre escatológico está planteado por la  historia misma.

domingo, 4 de agosto de 2019

Santos comparados (Nicolás Berdaiaeff )


Santos comparados

Dialéctique existencielle du divin et de l’humain
Nicolás Berdaiaeff
Ed Arma Artis 2007

Es en Rusia donde la aspiración escatológica, la espera de una nueva época del Espíritu y la fe en la posibilidad de una revelación definitiva han encontrado su más fuerte expresión. Comparando uno de los más grandes santos rusos, el santo Serafín de Sarov y uno de los últimos santos católicos, el cura de Ars, Vianey, nos sorprende el hecho que el primero aspira exclusivamente a la Resurrección, a la transfiguración de las criaturas en el Espíritu Santo, dicho de otra manera todas sus aspiraciones están orientadas hacía lo venidero, mientras que el cura de Ars no piensa más que en la Cruz y la Redención. Se puede igualmente encontrar tendencias apocalípticas y escatológicas en los movimientos populares rusos y en la “investigación de la verdad” que era la preocupación de los intelectuales rusos, así como en las cimas de la vida religiosa rusa. Sería preciso citar aquí nombres que he mencionado en distintas ocasiones, sobre todo los de Dostoyesvsky, Vladimir Soloviov, Nicolas Fedorov, e incluso Tolstoi, aunque este último permanece en su búsqueda de la verdad y de Dios  al margen del pensamiento ortodoxo.

viernes, 2 de agosto de 2019

Nómada (Marc-Antoine Costa de Beauregard)


Nómada

L’Orthodoxie hier-demain . Deuxième partie: La Pensée
Marc-Antoine Costa de Beauregard
E. Buchet/Chastel. Paris 1979

El hombre descubre existencialmente en él un impulso que le empuja a salir de él mismo para ir hacía el padre, de sedentario a devenir nómada, como Abraham. Descubre a Dios como un impulso y como una llamada, la llamada dirigida a la persona, la llamada que le bautiza interiormente en el Espíritu y le hace reconocer al hijo de Dios en su propia carne. Así el Espíritu impulsa los profetas, los magos, después los apóstoles y en fin el pueblo de Reyes, de Padres y de Profetas que es la Iglesia hacia Cristo, puerta del Padre