domingo, 31 de marzo de 2019

3. Una sublimación arriesgada (Alain Delaye)


3. Una sublimación arriesgada


SAGESSE DU BOUDDHA .RELIGION DE JÉSUS
Bouddhisme et christianisme des origines á nos jours
Alain Delaye
Editions Accarias L’ORIGINEL. Paris 2007, pp. 222-225


No es necesario buscar  muy lejos para aproximar las posiciones del cristianismo y del budismo en materia de sexualidad. La reserva budista y cristiana hacia las mujeres se explica en parte por el hecho de que, en ambas religiones, esta aparece como símbolo de carne y procreación. Sin embargo, en el universo nirvánico (la Tierra pura, el paraíso de Occidente, el reino de Shambala...) como en el Reino de los Cielos (la Jerusalén celestial, paraíso, la morada de los justos...), no hay lugar para la reproducción, para la mujer como procreadora. En ambas religiones, el monacato como modelo anticipatorio de sociedad y de vida se ha impuesto, y con ella su ideal de continencia. Naturaleza humana estando dotado de una poderosa energía sexual, era necesario controlar, reprimir, reprochar. Se han adoptado una gran variedad de actitudes para hablar de ello, que van desde la tolerancia condescendiente hacia el matrimonio hasta la  voluntad de erradicar cualquier acto, pensamiento o incluso sueño libidinoso. Para Pablo, "es mejor casarse que quemarse". En el Hinayana, los laicos sólo pueden esperar el nirvana después del renacimiento y el pasaje al estado monástico. Para Casiano, es preciso matar el espíritu de la fornicación" (traduzcamos: deseo sexual), que el Vinaya, por su lado, persigue en todas sus formas. En pocas palabras, es preciso elegir entre el espíritu casto y la carne pecaminosa, la salvación del nirvana y la esclavitud de samsâra.

Además de las innumerables reglas y prohibiciones escritas, impuestas, para ayudar a tomar la decisión correcta, el budismo y el cristianismo han hecho un llamamiento a imágenes que muestran la sexualidad en una luz negativa, incluso sórdida. En el budismo, el Buda está a horcajadas sobre los cuerpos de las mujeres con aspecto de cadáveres y los considera como "montones de impurezas".¿ Sus menstruos no son la prueba concreta de esta contaminación tan profundo que hay en algún lugar un lago infernal donde caen mujeres muertas en el parto, y las estériles?

En el cristianismo, la lujuria aparece en textos y en el arte como una prostituta satánica; en Moissac, mordida en el sexo y en los pechos por las serpientes. Las escenas del pecado original pintan a Eva, la tentadora, desnuda, sucumbiendo ella misma  al encanto de la serpiente. Los tormentos de los condenados reproducidos por la pintura, hacen parte importante a los cuerpos desnudos, lascivos y torturados, y ciertos cuadros de brujas, cómplices de Satanás, les gusta representarlos de una manera erótica, prestas a vampirizar, a poseer.

Además, hay un interesante paralelo hagiográfico interesante entre las madres de Buda y Jesús. A Maya Devi no le gustan las cosas de sexo y no es objeto de ningún deseo. Es en la abstinencia más completa como ella concibe al Buda y virginalmente como le da a luz. Después de lo cual permanece y muere casta. María conoce varón y habiendo hecho, según la tradición,  voto de castidad, nunca fue tocada por José. Ella concibe y luego da a luz virginalmente, y permanece virgen perpetuamente. Sobre las dos personas, la historia no nos dice mucho, pero la leyenda ha bordado sin parar, para mostrar hasta qué punto santidad y virginidad se identifican entre sí.

Sin embargo, algunos budistas y cristianos han estado buscando vías de salida hacia una visión más equilibrada. Grandes maestros budistas han proclamado la igualdad de hombres y mujeres con respecto a la capacidad del despertar y algunos incluso vieron en ella y las relaciones sexuales un camino a la salvación. En el lado cristiano, hay autores antiguos a contracorriente que, como Tomás de Aquino y Dionisio el Cartujo, rehabilitan el placer sexual en una visión más sana del matrimonio y la pareja, y otros, más recientes, como Drewerman o Françoise Dolto, que se reanudan desde posiciones modernas, con una visión  evangélica de la sexualidad.

Pero aún queda un largo camino por recorrer. Budistas y Cristianos, si ellos quieren superar y resolver la vieja sospecha sobre el sexo, de la que son en parte víctimas pero también cómplices, tienen que recorrer un camino de aceptación: creer (en Dharma, en Dios) " con " su sexualidad y no "a pesar de", lo que implica una visión al respecto menos sospechosa.

Jesús, dado su tiempo y cultura, fue sorprendentemente libre con las mujeres, admitiéndolas en su entorno, no condenando ninguna, tratando de protegerlas del repudio, defendiendo incluso adúlteras y prostitutas. Él no proponía la castidad más que en situación de urgencia (el Reino está muy cerca) y a los que tenían oídos para entenderlo, una madurez y motivos bastante poderosos para vivirla con alegría. Esto a los discípulos - hombres y mujeres - que, en su mayor parte, había tenido una vida sexual antes de seguirlo.

El Buda conoció las alegrías del matrimonio, del concubinato y la paternidad. Y no hay nada que sugiera que él exigiera la virginidad de aquellos que quería convertirse en sus discípulos. Si parece más reservado que Jesús en su trato con las mujeres, finalmente las admitió en su comunidad. Esta reserva, que fue explotada hasta la saciedad por los moralistas de Vinaya, puede ser interpretado como una recurrencia de los condicionamientos de época y no puede en ningún caso ser erigido en principio dogmático. Si él abogaba por la castidad, el Buda no lo hizo en ningún caso la ha presentado como una condición sine qua non de acceso al despertar, y esto es lo que la tradición Mahayana ha entendido abriendo ampliamente las puertas de la sangha a los laicos y empujando a veces alegremente las prohibiciones sexuales.

En resumen, un retorno a las raíces tanto como una apertura a las ciencias humanas, podría, en materia de sexo, ayudar al cristianismo  a integrar mejor la sexualidad en  una ética del amor, y al budismo a efectuar una entrada completa en la “vía del medio”. El koan citado al principio de nuestro capítulo cesaría de ser para él un enigma (1).

1. Por ejemplo es como una gran vaca que pasa por una ventana enrejada. Han pasado ya su cabeza y sus cuernos y sus cuatro patas. ¿Por qué no puede pasar también su cola?»


viernes, 29 de marzo de 2019

La Ciencia y la Tecnología (Jacques du Perron)


La Ciencia y la Tecnología

La Gauche vue de Droite  (pp. 26-29)
Jacques du Perron Ed. Pardès. Puiseaux 1993


La Ciencia aporta además su inestimable apoyo a todos los proyectos utópico: si se ha hecho posible gracias a la Técnica desarrollar indefinidamente los medios de producción, para transformar el rostro de la tierra, ¿por qué no podemos, sobre bases económicas excelentes, realizar finalmente un modelo social perfecto? Tal es la idea que se ha apoderado de todos los grandes reformadores del siglo XIX, de Saint-Simon a Marx. Incluso un espíritu tan perspicaz como Renan, se ha dejado seducir, intoxicado por el cebo de la joven Ciencia que reveló sus formas prometedoras lanzándose a la conquista el mundo. Cabet no hace más que expresar  un tema muy extendido en su época cuando declaró que el comunismo era ahora perfectamente concebible gracias a los inmensos progresos realizados por industria y maquinaria (sic). Mucho más imprudente, Karl Marx no ha dudado en hacer del desarrollo de las fuerzas productivas la condición primera del comunismo que, según él, no se podía realizar en la indigencia. Esta simple frase de Marx debería ser suficiente para disipar todos los espejismos de su doctrina. De hecho, es necesario ser extremadamente imprudente para  vincular el destino de la futura Ciudad ideal a las condiciones puramente materiales, por un lado, e imaginar que los recursos de la tierra serían inagotable, por otro lado. El autor del Capital no podía escapar a la sensación de entusiasmo que su época estaba experimentando  hacia la Ciencia, esta hada de los tiempos modernos que, con su varita mágica, podría transformar los materiales más viles en piedras preciosas y dar al hombre el control de todas las fuerzas de la Naturaleza. Cien años después, no podemos culpar a la Ciencia por no cumplir sus promesas, sino solamente no haber precisado las condiciones que ella imponía para el cumplimiento de nuestros deseos. Estamos empezando solamente a darnos cuenta de que las piedras preciosas pueden emitir radiaciones peligrosas, y que las fuerzas cósmicas, no completamente sometidas, se vengan de nuestro pretendido dominio.

Naturalmente, los teóricos de izquierda se guardan de emitir la menor duda sobre sus  aliados, la Ciencia y la Tecnología, cuyo sostén sigue siendo primordial  para la realización de la futura Edad de Oro. Prudencia muy comprensible, pero que no de ser incómoda, ya que lleva a una inquietante inconsistencia y a la paradoja siguiente: la izquierda, que no ha cesado desde principios del siglo XIX de defender la causa de los proletarios y de obrar por el mejoramiento de su destino, nunca ha denunciado jamás los peligros de la Técnica, los efectos nefastos del maquinismo, el envilecimiento del trabajo humano. El comunismo libera a los proletarios de la esclavitud de los capitalistas, no los libera de la esclavitud de las máquinas, al menos en un primer tiempo, como muestra el ejemplo de Rusia. Estos son los límites de un sistema puramente materialista, que descuida las aspiraciones espirituales del alma humana.

Pero todos estos problemas no preocupan apenas al hombre del siglo XX, porque está convencido de que la ciencia tendrá la benevolencia y el poder de suprimir las pocas desventajas que inevitablemente deben surgir en medio de una profusión de ventajas. También el prestigio de la Ciencia permanece íntegro, y la Izquierda no debe experimentar preocupación en lo que concierne a uno de sus más firmes sostenes.
Las conquistas de la Ciencia, los milagros de la Tecnología han obrado metamorfosis asombrosas dentro de las sociedades occidentales, transformando viejos estilos de vida, creando nuevas condiciones de la existencia. A partir de esta evolución, estrictamente limitada al campo de lo económico y material, la izquierda, por una generalización abusiva, no dudó en proclamar el advenimiento del Progreso en el dominio intelectual, espiritual y moral.

Nos referimos a la izquierda de hoy porque la izquierda de ayer no esperó a que el desarrollo de la Ciencia afirmara su fe en las infinitas posibilidades de la mente humana. Condorcet, después de haber declarado con seguridad que la naturaleza no ha marcado ningún término a la perfeccionamiento de las facultades humanas, predijo ya en el siglo XVIII  un nuevo Edén, que se lograría mediante el progreso de la igualdad, la educación y la instrucción y la medicina. Este matemático no hacía por otra parte más que presentar de forma seudocientífica uno de los temas principales del pensamiento burgués al final del Antiguo Régimen. La doctrina del  progreso, tal y como Georges Sorel lo veía claramente, tenía que salir de forma muy natural de las aspiraciones del Tercer Estado, esta clase conquistadora, segura de su buen derecho, confiada en su futuro, convencida de lo bien fundado de sus proyectos de reforma. Observemos de nuevo las similitudes que existen entre las ideas burguesas y las de izquierda porque nos permite entender la génesis del pensamiento revolucionario.

Uno de los mejores analistas de este pensamiento, Dostoyevsky, fue capaz de exponer en unas pocas frases la esencia misma de una visión eνοlutiva de la Historia: "La vida, escribe, se presenta bajo el aspecto del sufrimiento y el terror. Ahí es donde está la mentira. Hoy, el hombre aún no es hombre. Un hombre nuevo vendrá, feliz y orgulloso. (...) Aquel que vencerá el sufrimiento y el terror, es decir será Dios mismo. En cuanto al otro Dios, ya no lo será. “ Estas palabras colocadas por el novelista en la boca de un personaje de Los Poseídos resumen de manera admirable las esperanzas y ambiciones prometeicas de la Izquierda - lo principal está ahí: el angelismo, el ateísmo, el evοlucionismo; el contenido crítico de la primera frase describe perfectamente la actitud revolucionaria hacia las condiciones actuales de existencia, mientras que las siguientes frases contienen la promesa de superar estas condiciones.

Así pues, la doctrina del progreso justifica la crítica de la izquierda, no sólo las que conciernen  a las imperfecciones de la sociedad contemporánea, sino también las que conciernen a los taras de las sociedades antiguas. Y estas críticas le son particularmente útiles en el plano de la política, porque le permiten condenar todas las formas de gobierno del pasado, desde la realeza del derecho divino hasta las repúblicas aristocráticas. Para la izquierda, la monarquía no sabría ser más que la expresión de "despotismo" y religión no sabría ser más que la expresión de "superstición". Es decir con que entusiasmo Partido de la Revolución se ha apoderado de la teoría de la Evolución, aunque todavía está lejos de estar científicamente probada, es decir también cuánto le es extraña la noción de decadencia - el autor del La decadencia de Occidente sólo podía ser un hombre de derechas!

Como todas las ideas revolucionarias, tan brillantes, tan cautivadoras, tan entusiasmantes, la del progreso no está sin disimular una cara de sombra que tal vez sería beneficioso presentar a la luz de la reflexión. Cuando estudiamos las revoluciones, no podemos pasar por alto ser sorprendidos por el sorprendente contraste de su fase destructiva y su fase constructiva: la primera, a diferencia de la segunda está mucho menos sedienta de sangre que la segunda – la toma de la Bastilla y el Palacio de Invierno han costado infinitamente menos vidas humanas que la dictadura jacobina y la dictadura estalinista. Eso es porque es mucho más fácil destruir una sociedad en descomposición que construir a partir de la nada una sociedad ideal, ajustada a las normas más racionales. El hombre de progreso se revela entonces bajo una luz dañina: con las mejores intenciones del mundo, se enfrenta a la opacidad de la realidad, a la resistencia de lo irracional, a la fuerza de la inercia aún presente en el cosmos, aunque en reacción perpetua con la fuerza de expansión, y él no lo comprende , y se indigna, y no  puede imaginar más que un complot de los malvados contra su obra de salvación pública - el incorruptible se siente, por lo tanto, justificado para tomar medidas drásticas: la virtud engendra terror. "La Torre de Babel del futuro se ha convertido en el ideal, y desde otro punto de la vista, el terror de toda la humanidad. »6

De nuevo se manifiesta esta maldición que ya hemos evocado, este sortilegio que desfigura las aspiraciones más sublimes de la Izquierda, que invierte la gran obra alquímica transformando el oro en plomo.


6 Dostoievski. Diario de un escritor



miércoles, 27 de marzo de 2019

El hombre como templo (Jean Hani)


El hombre como templo


Le Symbolisme du Temple Chretien, CAPÍTULO V
Jean Hani

“¿No sabéis que sois santuario de Dios
y que el Espíritu de Dios habita en vosotros?  (1Co 3,1617)


Esta inserción del hombre en el templo puede realizarse, además,
según otros modos, de los que la catedral de Troyes nos ofrece también
un notable ejemplo. La sección en alzado del edificio reproduce
los escalonamientos del cuerpo humano regidos por relaciones «doradas
», de modo que los pies están en el suelo del santuario y la corona
en la clave de arco, cuya altura viene dada en 888 (88 pies y 8 pulgadas);
valor numérico del nombre de Jesús, y que lleva además la imagen
del Resucitado. El 5, cifra del hombre, se encuentra allí por doquier
en simetría con el 8, cifra de Cristo (estos dos números están en
relación «dorada»). Así, el maestro de obras ha vertido en la piedra,
por así decirlo, la substancia del misterio redentor, la metamorfosis
del hombre carnal en hombre espiritual: «El hombre se perfecciona
en Cristo por mediación de lo Bello (= el número de oro).»3
Es oportuno insistir, pues el simbolismo identificado en Troyes es
valido para todos los templos, sean cuales sean sus medidas en alzado,
ya que las proporciones definidas por los números 5 y 8 no hacen sino
destacar un sentido que pertenece a la estructura vertical misma del
santuario. Esta estructura, constituida por la base cuadrada y la cúspide
esférica, y ordenada alrededor del pilar axil, es, en efecto, una
imagen geométrica del hombre de píe.

De ese modo, al igual que el templo total en su plano, el santuario,
en su alzado, representa al mismo tiempo el hombre Arquetipo y el
crecimiento espiritual del individuo humano hasta coincidir con su arquetipo,
hasta la «estatura de Cristo», como dice San Pablo (Ef. 4, 13).
El pilar axil —del que hablaremos más adelante, en el capítulo XII, y
que es el eje que une verticalmente la clave de arco del santuario y el
centro de este último—, el pilar axil del edificio, decimos, se identifica,
para el Hombre Universal, con el Eje del Mundo, y corresponde, en
el hombre individual, a la espina dorsal. Ésta es el eje de su estruc-

3. Ledit, op. cit. Mons. Devoucoux señala un esquema que ha debido de desempeñar
un papel en la arquitectura sagrada. Se trata de un hombre de pie, con los
pies juntos y los brazos extendidos, dentro de un cuadrado determinado por unas
paralelas a la línea de los brazos y a la vertical del cuerpo. Sumando el número
de dedos, de los pies y de las manos, los cuales tienen una gran importancia en
la mística judía, y la cifra 6 (relación entre la altura y la anchura medía del cuerpo:
1 X 6 = 6) tenemos: 10 + 10 + 6 = 26 = YHWH; lo cual quiere decir que el
hombre ha sido creado a imagen de Dios. Esto no deja de tener relación, quizás,
en Troyes, con el hecho, referido antes, de que en ese mismo lugar del santuario,
la sección del edificio contiene un triángulo inscrito de 26.° en la cúspide.
tura física y determina su posición vertical, privilegio del hombre y
que es como una prueba concreta de la situación central que este ocupa
en el mundo visible:

Prona que cum spectent animalia cetera terrain,
Os homini sublime dedit, coelumque tueri
Jussit et erectos ad sidera tollere vultus.
(Ovidio ).

Se ven inmediatamente, de este modo, las correspondencias que se
establecen, a través del simbolismo del santuario, entre el Hombre Universal
y el hombre individual: del mismo modo que el pilar axil enlaza
la base cuadrada con la cúspide esférica del edificio —la tierra con
el cielo—, así, en el individuo, la espina dorsal une la parte inferior
y terrena del cuerpo (llamado ≪base≫ y ≪fundamento≫ —yesod
en la mística hebraica) con la parte superior y pensante o cabeza, cuya
forma esférica esta, como hemos visto, en correspondencia con la bóveda
celeste .4 Por la espina dorsal es por la que la cabeza rige a todo el resto
del cuerpo. Esto por lo que respecta a la constitución física del individuo.
En su constitución sutil, a la espina dorsal y a u s canales nerviosos
que la recorren les corresponden unos canales sutiles, en los cuales
circula la energía de igual naturaleza, y, en el centro de estos, como el
pilar axil en el edificio, el canal llamado sushumna por los hindúes. En
el proceso de desarrollo místico, tal como es descrito por el Yoga tántrico,
la energía espiritual, dormida en la base de la espalda (se trata
en todo esto, por supuesto, de localizaciones simbólicas), se eleva por
ese canal, despertando sucesivamente los distintos centros sutiles o
chakras, hasta el momento en que, alcanzando el chakra coronal en la
parte superior de la cabeza, provoca la iluminación y la transformación
final del individuo. Se dice entonces que se abre el ≪loto de mil ptalos
≫, expresión que designa el chakra en cuestión 5 La misma realidad
se expresa, en Occidente, por la aureola que brilla en la cabeza de
los santos. Esta subida de la Energía por la espina dorsal simboliza la
subida del ser, su paso del estado terreno al estado celeste.
Así, en la figura del Hombre Arquetipo incorporada a la estructura

4. En la India, donde el cuerpo humano es asimilado también al universo y
al templo, se dice que la espina dorsal es análoga al Monte Meru, la montaña
mítica que determina el Eje del Mundo.

5. Se le llama también Brahmarandra, es decir, abertura de Brahma. Por el
es por donde, a la muerte, se escapa el principio consciente del ser. Señalemos únicamente,
pues no podemos insistir en ello, que ritos tales como la trepanación póstuma,
practicada entre ciertos pueblos, y la tonsura de los clérigos, están directamente
en relación con esta liberación del principio consciente y la subida vertical
en el cuerpo de la energía latente.

vertical del santuario, la imagen del pilar axil abriéndose en la clave
de arco ≪celeste≫, a menudo sellada con la cruz o el cordero eristicos, le
recuerda al individuo el camino de su crecimiento espiritual hasta la
≪estatura de Cristo≫, la cual incluye la ≪comunión≫ de todos los ≪santos
≫, su consumación en la unidad, el Cuerpo místico, tal como vamos
a ver a continuación.


martes, 26 de marzo de 2019

Renuncia en el budismo (Julius Evola)


Renuncia en el budismo

Julius Evola
"La Doctrina del Despertar", Primera parte, capítulo 7 Determinación de las vocaciones
Biblioteca Evoliana.-

Consideremos en primer lugar el concepto de "renuncia", que en cierto modo constituye la clave del arco de toda ascética. Según los distintos casos, la renuncia puede tener significados bastante distintos.

Hay una renuncia de carácter inferior, la que, como se dijo al principio, ocurre en las formas ascéticas que se han desarrollado en Occidente a partir del ocaso del mundo clásico. Esta renuncia significa "mortificación", significa desprendimiento doloroso de cosas y placeres que de todos modos se aprecian y desean; es una especie de autosadismo, de gusto por el sufrimiento, no separado de un mal disimulado resentimiento contra todo lo que es salud, fuerza, sabiduría y virilidad. Tal renuncia en realidad ha sido a menudo la virtud, nacida de la necesidad, de los desheredados del mundo, de quienes no están a gusto ni con su ambiente, ni con su cuerpo, ni con su raza y que esperan, con la renuncia, asegurarse un mundo por venir, caracterizado -para usar la expresión nietzscheana- por la inversión de todos los valores. En otros casos, el impulso hacia la renuncia es de carácter religioso: el "amor de Dios" induce a la renuncia, al desprendimiento de los goces de este mundo, desprendimiento que incluso aquí mantiene en gran medida carácter doloroso y casi de violencia frente a todo lo que nos sentimos llevados a querer y desear. Que el ascetismo en Occidente comporte actitudes de este género es una de las consecuencias del rebajamiento del nivel espiritual propio de la última época.

La renuncia tipo "ariya", presupuesta por la doctrina budista del despertar, posee un carácter muy diferente. Incluso el término usado ipaviveka, viveka significa propiamente desapego, escisión, separación, crear distancia, sin ningún tono emotivo particular. Aparte esto, el ejemplo dado por Buda es decisivo. Buda dejó el mundo y tomó el camino del ascetismo, no como un rechazo del mundo, no como alguien que se ve obligado a hacerlo por necesidad, indigencia o peligros, sino como hijo de rey o príncipe, "en la flor de la vida", sano, dotado de "feliz juventud", poseyendo todo lo que se puede desear en la tierra. Ni figuraciones religiosas del género que sean, ni esperanzas ni terrores por el más allá tuvieron que ver en su decisión, sino que ésta derivó de la reacción irresistible de un "ánimo noble" frente a la experiencia vivida de la existencia samsárica. Es aquí decisivo un texto en el que se dice que en el camino de los ariya no se renuncia a causa de las "cuatro desventuras" -enfermedades, pobreza, reveses, vejez y pérdida de seres queridos-, sino porque se ha advertido que el mundo contingente, que en él, comoquiera, estamos solos, sin auxilio, que mundo no nos pertenece; en fin, que el mundo es efecto de una eterna insuficiencia, está insaciado y la sed lo quema.

En tal situación es fácil reconocer el carácter exotérico y popular de ciertos aspectos de la doctrina, partiendo de los cuales muchos occidentales han creído que el budismo se redujo a mostrar que el "mundo dolor" y a apelar a la tendencia natural del hombre a huir del dolor hasta hacer que se prefiera la "nada"; por lo que se ha de tomar con mucha reserva incluso la leyenda de los cuatro encuentros, según la cual por haber visto a un recién nacido, a una enfermo, a un viejo y a un muerto, el príncipe Siddhartha se sintió inducido a la renuncia. Causas de este tipo pueden ser sólo ocasionales respecto de una reacción que, sin más, las superará. Y lo mismo se diga acerca del motivo más general de los "enviados divinos", constituidos de igual guisa por el neonato, la enfermedad, la vejez y la muerte, cuyo lenguaje se debe entender para no ser condenado a los "infiernos".

                                                                          ***

Hay más. Al hablar de "actitud olímpica" y de desapego no se ha de pensar en algo así como la indiferencia de un estoicismo mal entendido. En el fondo, la "renuncia" ariya se basa en la voluntad de incondicionado y también como libertad y poder. Lo que asimismo aparece en los textos. Buda, para confutar la opinión de que los troncos de la personalidad común es uno mismo, le pregunta a su interlocutor si, dado que un poderoso soberano quisiera ajusticiar o proscribir a alguien de su reino, lo podría hacer. La respuesta es afirmativa, naturalmente. Entonces, Buda replica: "Qué piensas ahora tú que dices: ’el cuerpo soy yo mismo’, ¿se puede cumplir en tu cuerpo el deseo ’así debe ser mi cuerpo, así no debe ser mi cuerpo?" Y la pregunta se repite para los demás elementos de la personalidad. El interlocutor se ve obligado a responder que no, y es por este camino como la opinión de que yo soy el cuerpo, los sentimientos, las tendencias y así sucesivamente queda, sin más, refutada. También aquí, la idea básica no es dudosa: no es el simple hecho de que cuerpos, sentimientos, conciencia, etc. son mudables, sino el hecho de que su mutabilidad es independiente de mí y es tal que al respecto, en la existencia samsárica, bien poco es lo que puedo. Es este hecho lo que impone el "esto no soy yo, esto no es mío, esto no soy yo mismo". Partiendo de ahí, precisamente, se dice: "Renunciad a lo que no os pertenece". El argumento que acabamos de citar se presenta también en otros pasajes. Más aún, se lo tiene como primerísima exposición de la doctrina que hizo el príncipe Siddhartha en Benarés [actual Varanasi]: "Si el cuerpo fuese yo, este cuerpo podría no estar sujeto a la enfermedad y, tocándolo, se podría decir: ’así sea mi cuerpo, así no sea mi cuerpo’. Pero dado que el cuerpo está sujeto a enfermedad y no se puede decir, tocándolo: ’así sea mi cuerpo, así no sea mi cuerpo’, por esto el cuerpo no es yo’" y lo mismo se repite en los demás khandha. En otro lugar figuran los atributos "impotente", "decadente", "lábil", "enfermo", correlacionados con impermanente, anicca. Y, precisamente, al considerar tales caracteres, desaparece el apego y se interrumpe la identificación provocada por la manía. Está claro que si, en cambio, el cuerpo y cualquier otro elemento estuvieran, en mi poder, obedecieran mis órdenes y mi relación con ellos no fuera la de un condicionado, sino de quien condiciona, todo el razonamiento sería distinto. Véase aquí la correspondencia entre la postura budista y la de la más antigua Grecia. Es la eterna "privación" - οτέ ησις -, es la eterna impotencia frente a las cosas que devienen, que "son y no son", lo que provoca la renuncia. "Reconociendo que la forma es impotente, insatisfecha, desconsolada, y lo mismo los sentimientos, las representaciones, las tendencias, la conciencia; percatándome de cuanto en ellas hay de recio apego hacia la resolución, inclinación y adhesión del ánimo alejándolo, destruyéndolo, abandonándolo y desprendiéndome es como comprendo que mi corazón se ha liberado", así dice el asceta. Quien considera el cuerpo como sí, o el cuerpo como suyo, o a sí como el cuerpo -se añade-, se parece a quien, transportado por un impetuoso torrente montaña abajo, creyera que aferrándose a las hierbas o a los débiles juncos de las riberas estaría a salvo’ Será barrido.

Partiendo de tal base, se puede hablar en budismo de una voluntad o sólo de liberación, sino también de libertad, de incondicionalidad, e invulnerabilidad. De hecho, una de las imágenes recurrentes hablando el asceta es la de quien, rotas las ataduras, toda atadura, queda libre. aquel que, como fiera indómita, escapa del lazo y por tanto no cae presa del cazador, por lo que "puede ir a donde quiera"; mientras que para los demás, que se someten al afán, "vale la voz: perdidos, arruinados, caídos, presa del daño". Es aquel que ha encontrado al señor en sí mismo, que "tiene el corazón en su poder y no está él en poder del Corazón". Es el señor de las deliberaciones: "La deliberación que quiere, ésa deliberará; la deliberación que no quiera, ésa no deliberará"

                                                                          ***

Como cierre de esta sección recalcaremos una vez más la actitud de la doctrina del despertar frente al ascetismo unilateralmente vinculada con prácticas de mortificación y penitencia.

El budismo toma una postura contraria a toda forma de ascética dolorosa y autosádica. Considerados los "múltiples modos de ferviente y dolorosa ascesis del cuerpo", el budismo sostiene incluso que quien los sigue, "con la disolución del cuerpo tras la muerte desciende por malos senderos hacia la perdición y el daño", por lo que es "un modo de vivir que trae mal presente y mal futuro". Las formas de una "atormentada penitencia", según la doctrina de Buda, son inútiles no sólo para fines de la "extinción", sino también para quien aspira a conseguir cualquier forma de existencia "celeste". Con atinados trazos son descritos tipos de penitentes y de religiosos, que a menudo se encuentran en el ascetismo y monaquismo religioso: "extenuados, entecos, embrutecidos, pálidos, emaciados, que no atraen la mirada, parece, de nadie que los vea". Son los que están afligidos por la "enfermedad de la represión", ya que la vida que llevan, la llevan en el fondo en contra de su voluntad, por una falsa vocación, sin la base de una conciencia superior. Ni ayunos, ni mortificaciones, ni sacrificios, ni preces u oblaciones purifican al mortal que no haya vencido la duda y no haya superado el deseo. Dos son los extremos que evitan quienes se desentienden del mundo: "el placer del deseo, bajo, vulgar, indigno de la naturaleza ariya, dañino; la mortificación de sí mismo, dolorosa, indigna de la naturaleza ariya, dañina. Evitando estos extremos fue como el Completo descubrió el camino del medio que hace videntes, que hace sabios, que conduce a la calma, al conocimiento sobrenatural, a la iluminación, a la extinción". Al distinguir entre los varios casos posibles lo que es laudable y lo que es reprobable, se declara reprobable el que se haya llegado al conocimiento santo a través del tormento.


domingo, 24 de marzo de 2019

martes, 19 de marzo de 2019

Escolios a un texto implícito 4 (Nicolás Gómez Dávila)


El individualismo moderno se reduce a reputar personales y propias las opiniones compartidas con todos.

 — El estado moderno fabrica las opiniones que recoge después respetuosamente con el nombre de opinión pública.

 — El arte abstracto no es ilegítimo, sino limitado.

 — La conciencia descubre su libertad al sentirse obligada a condenar lo que aprueba.

 — Patrocinar al pobre ha sido siempre, en política, el más seguro medio de enriquecerse.

 — En las artes se llama autenticidad la convención del día.

 — Ningún ser merece nuestro interés más de un instante, o menos de una vida.

 — La esperanza progresista no anida ya sino en discursos.

 — Las representaciones colectivas son, hoy, opiniones que los medios de propaganda imponen.
 Lo colectivo no es, hoy, lo que muchos venden sino lo que muchos compran.

 — Cuando las codicias individuales se agrupan, acostumbramos bautizarlas nobles anhelos populares.

 — La paciencia del pobre en la sociedad moderna no es virtud sino cobardía.

 — La lealtad es sincera mientras no se cree virtud.

 — Al vulgo no le importa ser, sino creerse, libre.
 Lo que mutile su libertad no lo alarma, si no se lo dicen.

 — Apreciar lo antiguo, o lo moderno, es fácil; pero apreciar lo obsoleto es el triunfo del gusto auténtico.

 — Los pesimistas profetizan un futuro de escombros, pero los profetas optimistas son aún más espeluznantes anunciando la ciudad futura donde moran, en colmenas intactas, la vileza y el tedio.

 — Ayer creímos que bastaba despreciar lo que el hombre logra, hoy sabemos que debemos despreciar además lo que anhela.

 — Amar es comprender la razón que tuvo Dios para crear a lo que amamos.

 — El hombre tiende a ejercer todos sus poderes. Lo imposible le parece el único límite legítimo.
 Civilizado, sin embargo, es el que por razones diversas se niega a hacer todo lo que puede.

 — Los adolescentes alzan vuelo con el desdén de las águilas, y pronto, se estrellan fofamente contra el suelo como pretenciosas aves de corral.

 Un léxico de diez palabras basta al marxista para explicar la historia.

 — El izquierdista grita que la libertad perece cuando sus víctimas rehusan financiar su propio asesinato.

 — El amor es esencialmente adhesión del espíritu a otro cuerpo desnudo.

 — Repudiemos la recomendación abominable de renunciar a la amistad y al amor para desterrar el infortunio.
 Mezclemos, al contrario, nuestras almas como trenzamos nuestros cuerpos.
 Que el ser amado sea la tierra de nuestras raíces destrozadas.

 — Llámase problema social la urgencia de hallar un equilibrio entre la evidente igualdad de los hombres y su desigualdad evidente.

 — El proletariado no detesta en la burguesía sino la dificultad económica de imitarla.

 — Los políticos, en la democracia, son los condensadores de la imbecilidad.

 — El amor ama la inefabilidad del individuo.

 — Mientras mayor sea la importancia de una actividad intelectual, más ridícula es la pretensión de avalar la competencia del que la ejerce.
 Un diploma de dentista es respetable, pero uno de filósofo es grotesco.

 — Reformar la sociedad por medio de leyes es el sueño del ciudadano incauto y el preámbulo discreto de toda tiranía.
 La ley es forma jurídica de la costumbre o atropello a la libertad.

 — La legitimidad del poder no depende de su origen, sino de sus fines.
 Nada le es vedado al poder si su origen lo legitima como lo enseña el demócrata.

 — El catolicismo no resuelve todos los problemas pero es la única doctrina que los plantea todos.

 — No es solamente entre generaciones donde la experiencia se pierde, sino también entre períodos de una misma vida.

 — La inteligencia del progresista nunca es más que el cómplice de su carrera.

 — La arquitectura moderna sabe levantar cobertizos industriales, pero no logra construir ni un palacio ni un templo.
 Este siglo legará tan sólo la huellas de sus trajines al servicio de nuestras más sórdidas codicias.

 — El hombre moderno no imagina fin más alto que el servicio a los antojos anónimos de sus conciudadanos.

 — El egoísmo individual se cree absuelto cuando se compacta en egoísmo colectivo.

 — La vida común es tan mísera que el más infeliz puede ser víctima de la codicia del vecino.

 — El sufragio universal no pretende que los intereses de la mayoría triunfen, sino que la mayoría lo crea.

 — El inferior siempre tiene razón en las disputas, porque el superior se ha rebajado a disputar.

 — El crecimiento de la población inquieta al demógrafo, solamente cuando teme que estorbe el progreso económico o que dificulte la alimentación de las masas.
 Pero que el hombre necesite soledad, que la proliferación humana produzca sociedades crueles, que se requiera distancia entre los hombres para que el espíritu respire, lo tiene sin cuidado.
 La calidad del hombre no le importa.

 — Sólo lo trivial nos ampara del tedio.

 — El hombre paga la embriaguez de la liberación con el tedio de la libertad.

 — La historia del hombre no es el catálogo de sus situaciones, sino el relato de sus imprevisibles modos de utilizarlas.

 — El político práctico perece bajo las consecuencias de las teorías que desdeña.

 — El consumo, para el progresista, se justifica sólo como medio de producción.

 — Más que de marxistas apóstatas, nuestro tiempo está lleno de marxistas cansados.

 — Dos seres inspiran hoy particular conmiseración: el político burgués que la historia pacientemente acorrala y el filósofo marxista que la historia pacientemente refuta.

 — Estado totalitario es la estructura en que las sociedades cristalizan bajo las presiones demográficas.

 — La imbecilidad de sus pasiones salva al hombre de la imbecilidad de sus sueños.

 — El lugar común tradicional escandaliza al hombre moderno.
 El libro más subversivo en nuestro tiempo sería una recopilación de viejos proverbios.

 El progreso es el azote que nos escogió Dios.

 — Toda revolución nos hace añorar la anterior.

 — El auténtico revolucionario se subleva para abolir la sociedad que odia, el revolucionario actual se insurge para heredar una que envidia.

 — El hombre moderno no ama, sino se refugia en el amor; no espera, sino se refugia en la esperanza; no cree, sino se refugia en un dogma.

 — El erotismo se agota en promesas.

 — El miedo es el motor secreto de las empresas de este siglo.

 — Nada tan difícil como aprender que la fuerza, también, puede ser ridícula.

 — El verdadero talento consiste en no independizarse de Dios.

 — La gracia imprevisible de una sonrisa inteligente basta para volar los estratos de tedio que depositan los días.

 — Erotismo, sensualidad, amor, cuando no convergen en una misma persona no son más, aisladamente, que una enfermedad, un vicio, una bobería.

 — Una vocación genuina lleva al escritor a escribir sólo para sí mismo: primero por orgullo, después por humildad.

 — Para ser protagonista en el teatro de la vida basta ser perfecto actor cualquiera que sea el papel desempeñado.
 La vida no tiene papeles secundarios sino actores secundarios.

 — En la auténtica cultura la razón se vuelve sensibilidad.

 — El alma debe abrirse a la invasión de lo extraño, renunciar a defenderse, favorecer al enemigo, para que nuestro ser auténtico aparezca y surja, no como una frágil construcción que nuestra timidez protege, sino como nuestra roca, nuestra granito insobornable.

 — El progresista cree que todo se torna pronto obsoleto, salvo sus ideas.

 — En el actual panorama político ningún partido está más cerca que otros de la verdad.
 Simplemente hay unos que están más lejos.

 — Triste como una biografía.

 — Ser cristianos es hallarnos ante quien no podemos escondernos, ante quien no es posible disfrazarnos.
 Es asumir la carga de decir la verdad, hiera a quien hiera.

 — El hombre es más capaz de actos heroicos que de gestos decentes.

 — El moderno llama deber su ambición.

 — La prédica progresista ha pervertido a tal punto que nadie cree ser lo que es, sino lo que no logró ser.

 — Los antojos de la turba incompetente se llaman opinión pública, y opinión privada los juicios del experto.

 — El primer paso de la sabiduría está en admitir, con buen humor, que nuestras ideas no tienen por qué interesar a nadie.

 — “Racional” es todo aquello con lo cual un trato rutinario nos familiariza.

 — En el lóbrego y sofocante edificio del mundo, el claustro es el espacio abierto al sol y al aire.

 — La libertad no es indispensable porque el hombre sepa qué quiere y quién es, sino para que sepa quién es y qué quiere.

 Para que la libertad dure debe ser la meta de la organización social y no la base.

 — La pasión igualitaria es una perversión del sentido crítico: atrofia de la facultad de distinguir.

 — Lo “racional”, lo “natural”, lo “legítimo”, no son más que lo acostumbrado.
 Vivir bajo una constitución política que dura, entre costumbres que duran, con objetos que duran, es lo único que permite creer en la legitimidad del gobernante, en la racionalidad de los usos, y en la naturalidad de las cosas.

 — Ni la historia de un pueblo, ni la de un individuo, nos son inteligibles, si no admitimos que el alma del individuo o del pueblo puede morir sin que mueran ni el pueblo ni el individuo.

 — La “cultura” no es tanto la religión de los ateos como la de los incultos.

 — La idea del “libre desarrollo de la personalidad” parece admirable mientras no se tropieza con individuos cuya personalidad se desarrolló libremente.

 — Ayer el progresismo capturaba incautos ofreciéndoles la libertad; hoy le basta ofrecerles la alimentación.

 Mientras más libre se crea el hombre, más fácil es adoctrinarlo.

 — En las democracias llaman clase dirigente la clase que el voto popular no deja dirigir nada.

 — El diálogo entre comunistas y católicos se ha vuelto posible desde que los comunistas falsifican a Marx y los católicos a Cristo.

 — El político tal vez no sea capaz de pensar cualquier estupidez, pero siempre es capaz de decirla.

 — El imbécil no descubre la radical miseria de nuestra condición sino cuando está enfermo, pobre, o viejo.

 — Los intelectuales revolucionarios tienen la misión histórica de inventar el vocabulario y los temas de la próxima tiranía.

 — Para volver inevitable una catástrofe nada más eficaz que convocar una asamblea que proponga reformas que la eviten.

 — Que el cristianismo sane los males sociales, como unos dicen, o que envenene al contrario la sociedad que lo adopta, como aseguran otros, son tesis que interesan al sociólogo, pero sin interés para el cristiano.
 Al cristianismo se ha convertido el que lo cree cierto.

 — En este siglo de muchedumbres trashumantes que profanan todo lugar ilustre, el único homenaje que un peregrino reverente puede rendir a un santuario venerable es el de no visitarlo.

 — El marxismo sólo descansará cuando transforme campesinos y obreros en oficinistas pequeño-burgueses.

 — Amar es rondar sin descanso en torno de la impenetrabilidad de un ser.

 — La paz no florece sino entre naciones moribundas. Bajo el sol de férreas hegemonías.

 — Las matanzas democráticas pertenecen a la lógica del sistema.
 Las antiguas matanzas al ilogismo del hombre.

 — El comunismo fue vocación, hoy es carrera.

 — La estrategia electoral del demócrata se basa en una noción despectiva del hombre totalmente contraria a la noción lisonjera que difunde en sus discursos.

 — El marxista no cree posible condenar sin adulterar lo que condena.

 — Un pensamiento católico no descansa, mientras no ordene el coro de los héroes y los dioses en torno a Cristo.

 Madurar no consiste en renunciar a nuestros anhelos, sino en admitir que el mundo no está obligado a colmarlos.

 — Para resultar inteligente en política, basta encontrar un adversario más estúpido.

 — Cuando una mayoría lo derrota, el verdadero demócrata no debe meramente declararse vencido, sino confesar además que no tenía razón.

 — El catolicismo enseña lo que el hombre quisiera creer y no se atreve.

 — El pobre no envidia al rico las posibilidades de comportamiento noble que le facilita la riqueza, sino las abyecciones a que lo faculta.

 — “Voluntad general” es la ficción que le permite al demócrata pretender que para inclinarse ante una mayoría hay otra razón que el simple miedo.

 — El desprecio a los “formalismos” es una patente de imbécil.

 — Llámase liberal el que no entiende que está sacrificando la libertad sino cuando es demasiado tarde para salvarla.

 — Todo matrimonio de intelectual con el partido comunista acaba en adulterio.

 — El joven se enorgullece de su juventud como si no fuese privilegio que tuvo hasta el más bobo.

 — Denigrar el progreso es demasiado fácil. Aspiro a la cátedra de metódico atraso.

 — Riqueza ociosa es la que sólo sirve para producir más riqueza.

 — Pocos hombre soportarían su vida si no se sintiesen víctimas de la suerte.
 Llamar injusticia la justicia es el más popular de los consuelos.

 — El que denuncia las limitaciones intelectuales del político olvida que les debe sus éxitos.

 — Las estéticas indican al artista en qué sector del universo está la belleza que busca, pero no le garantizan que logrará capturarla.

 — Lo vulgar no es lo que el vulgo hace, sino lo que le place.

 — ¿Qué es la filosofía para el católico sino la manera como la inteligencia vive su fe?

 — Mi fe llena mi soledad con su sordo murmullo de vida invisible.

 — La sensualidad es la posibilidad permanente de rescatar al mundo del cautiverio de su insignificancia.

 — La razón es una mano que oprime nuestro pecho para aplacar el latir de nuestro corazón desordenado.

 — La sonrisa del ser que amamos es el único remedio eficaz contra el tedio.

 — El que se abandona a sus instintos envilece su rostro tan obviamente como su alma.

 — La disciplina no es tanto una necesidad social como una urgencia estética.

 — Ser aristócrata es no creer que todo depende de la voluntad.

 — Entre injusticia y desorden no es posible optar.
 Son sinónimos.

 — La sociedad industrial es la expresión y el fruto de almas donde las virtudes destinadas a servir usurpan el puesto de las destinadas a mandar.

 — Sociedad totalitaria es el nombre vulgar de la especie social cuya denominación científica es sociedad industrial.
 El embrión actual permite prever la fiereza del animal adulto.

 — No hablemos mal del nacionalismo.
 Sin la virulencia nacionalista ya regiría sobre Europa y el mundo un imperio técnico, racional, uniforme.
 Acreditemos al nacionalismo dos siglos, por lo menos, de espontaneidad espiritual, de libre expresión del alma nacional, de rica diversidad histórica.
 El nacionalismo fue el último espasmo del individuo ante la muerte gris que lo espera.

 — La verdad está en la historia, pero la historia no es la verdad.

 — Para llamarse cultivado no basta que el individuo adorne su especialidad con los retazos de otras.
 La cultura no es un conjunto de objetos especiales, sino una actitud específica del sujeto.