Raimon Arola:
LOS ANIMALES SIMBÓLICOS Y EL ESPACIO
SAGRADO
APUNTES PARA LA INTERPRETACIÓN DEL SIMBOLISMO DEL
TETRAMORFO (*)
Las representaciones de animales y de otras bestias
en el arte románico tiene múltiples funciones y sentidos interpretativos, como
se puede comprobar en este ciclo de conferencias; pero es en la representación
de los cuatro animales que envuelven la mandorla del Maiestas Domini, en el
ábside de las iglesias románicas, donde adquiere el sentido simbólico más
propio, pues, como todo auténtico símbolo, representa la unión del cielo y la
tierra. Estos cuatro animales se conocen con el nombre del Tetramorfo, palabra
de origen griego que significa las cuatro formas, porque representan las cuatro
formas en las que se manifestó la divinidad, como veremos más adelante. Cada
uno de estos animales se identifica con un evangelista: San Juan se representa
con la forma de un águila, San Lucas con la de un toro, San Marcos con la de un
león y San Mateo con la de un ángel.
Existen muchas maneras de representar estos cuatro
animales alrededor de Cristo (1), desde las primeras representaciones en las
basílicas romanas del siglo V, hasta las formas del románico catalán. Pero el
aspecto del análisis propio de la historia del arte, en el sentido de las
variantes estilísticas o iconográficas, no es el tema que aquí nos interesa. Lo
que nos interesa es averiguar el significado de estas figuras como símbolos
dentro del espacio sagrado en el que estaban ubicadas, en detrimento de los
posibles significados ideológicos que como imagen del poder indiscutiblemente
podían tener.
Para un espectador del siglo XX la contemplación de
estos animales produce una mezcla de placer estético y a la vez una extrañeza
que nos atrae sin saber muy bien por qué, pero no era así en el espíritu de los
hombres del siglo XII; por el contrario, para ellos estos animales formaban
parte del universo sagrado, de otra realidad que para ellos era tan existente y
real como el mundo que podemos ver con los ojos y tocar con las manos. Para
poder entender la importancia y significado de estas imágenes es necesario
considerar el sentimiento y la mentalidad de los hombres que los realizaron.
Hoy podemos no compartir sus creencias, pero para comprender el simbolismo del
Tetramorfo no se puede prescindir de la mentalidad, profundamente sagrada, de
los creadores de estas magníficas obras de arte.
Los cuatro animales simbólicos ilustran el fragmento
del Apocalipsis de San Juan, cuando, desterrado en la isla de Patmos, ve el
cielo abierto y la gloria de Cristo, y escribe: "Vi una puerta abierta en
el cielo y aquella voz como de trompeta, que al principio había oído como si me
hablara, decía: "Sube aquí, y te mostraré las cosas que han de pasar
después de estas". A continuación me encontré llevado por la inspiración
del Espíritu y he aquí que había un sitial puesto en el cielo, y en el sitial
uno que estaba sentado… y alrededor del sitial cuatro animales, llenos de ojos
por delante y por detrás..." (Ap. 4,1-6).
Por los símbolos utilizados, la visión de Juan es
muy parecida a la visión que tuvo Ezequiel durante el exilio del pueblo judío
en Babilonia (2). Es realmente interesante a nivel simbólico que los dos
profetas reciban la misma visión cuando están fuera de su tierra, lo cual
podría significar que están fuera del cuerpo físico, llevados "por la
inspiración del Espíritu". En la figura primera del Beatus (Figura 1) que
representa la escena del pasaje de Juan que hemos citado, se ve una especie de
mar que el espíritu del santo atraviesa para llegar al lugar de la gloria,
donde está la Maiestas Domini. La visión de Juan se relaciona también con el
comienzo de la vocación profética de Isaías, cuando contempla la gloria de Dios
(Is.6, 1-4) (3).
Tanto en la descripción de Isaías como en la de Juan
en el Apocalipsis, los animales, junto con los ángeles que envuelven al Cristo
en Majestad: "no paran de decir noche y día: Santo, Santo, Santo es el
Señor Dios Todopoderoso" (Ap. 4, 8). En el texto griego el término
empleado para decir Todopoderoso es Pantocrátor, por eso al conjunto de los
ábsides románicos los historiadores del arte lo han denominado con este nombre
griego (4). En algunas iglesias entre los animales del Tetramorfo y los
ángeles, arcángeles, serafines y querubines que acompañan a Dios Todopoderoso,
se encuentran las letras SCS, repetidas tres veces, que son una abreviatura del
latín Sanctus. Difícilmente podemos acercamos al significado del Tetramorfo en
la época románica si no escuchamos resonar por toda la Iglesia el Trisagio de
los cuatro animales simbólicos, tal como escribieron el profeta Isaías y San
Juan. A este canto se añadía el toque de las campanas, puntuando cada uno de
los tres Sanctus.
Este himno se cantaba en el momento de la liturgia
conocido como Prefacio, al principio de la misa de los fieles, cuando el
sacerdote invita a todos los catecúmenos a abandonar el recinto sagrado y
comienza la celebración reservada a los iniciados por el bautismo; entonces,
después del ofertorio del pan y el vino, el sacerdote invoca a todas las
fuerzas celestiales para que lo acompañen en la consagración. En este momento
mágico, los hombres y los ángeles cantan la misma cosa, todo el edificio de la
iglesia se llena con una sola voz que aclama la cercana venida del Señor
Todopoderoso; es cuando los cielos se abren, el velo se descorre y se prepara
para la consagración.
En la consagración, el Señor Todopoderoso baja de su
trono celestial para participar en la vida de los hombres. El simbolismo más
profundo, más exacto y precioso del Cristianismo se producía en este acto
central, pues es cuando el cielo, atraído por los cantos y los ritos practicados
por los sacerdotes, los monjes y los fieles, se une a la tierra. Por eso no
puede entenderse el significado del Tetramorfo sin vivir, si se puede decir
así, ese momento mágico.
Según la exégesis hebrea, el hecho de repetir tres
veces la palabra Santo en el Trisagio es debido a que la primera vez
"designa la Corona suprema, la segunda la raíz del árbol y la tercera a
aquel que se encuentra ligado y unido a todo" (5); lo cual debe entenderse
como que el universo de los ángeles, representado por la Corona suprema, y el
universo de los hombres, denominado raíz del árbol, se unen en un mismo canto
con el Señor del centro. Un comentarista cristiano de la liturgia explica el
mismo sentido: "Los ángeles y los hombres se han convertido en una sola
iglesia, uno coro único, por la manifestación de Cristo, que es a la vez del
cielo y de la tierra" (6). Simbólicamente esta triple repetición
representa el triple componente del hombre: el cuerpo del hombre representa la
parte terrenal, los ángeles la parte psíquica y la unión de ambas es la parte
divina.
El sentido simbólico de los animales del Tetramorfo
está completamente vinculado al espacio sagrado, por eso hemos titulado nuestra
conferencia como: Los animales simbólicos y el espacio sagrado. Como hemos dicho,
la representación del Pantocrátor sobre el altar del sacrificio no era, para
los hombres del siglo XII, una mera decoración de un tema religioso, un recurso
pictórico para hacer bonito o para imponer a los pobres una ideología del
poder. La obra de arte formaba parte del conjunto litúrgico, mostrando la
presencia de Dios en la celebración de la eucaristía. La representación de la
imagen de Cristo permitía recordar a los creyentes de la época medieval que el
Dios Todopoderoso estaba presente en el espacio sagrado de la misa. Por eso el
arte era un reflejo del magnum mysterium, admirabile sacramentum. Hoy se ha
perdido el sentido de lo sagrado.
Los cuatro animales santos que rodean la mandorla
eran, si se puede hablar así, los encargados de conducir a Cristo desde su
trono en el cielo hasta el altar donde se producía la unión santa del Creador
con las criaturas. Esta relación de los cuatro animales simbólicos con el carro
que conduce el Señor de todos los ejércitos está confirmada por la tradición
hebrea, pues el capítulo primero de Ezequiel, cuando al lado del río Kebar
describe los cuatro animales santos, es considerado uno de los pasajes más
importantes y misteriosos del Antiguo Testamento, motivo de estudios repetidos
y continuados que dieron pie, según Gershom Scholem (7), a toda la mística
judía, en especial a la Cábala, que es justamente la recepción del don del
Señor. Este pasaje de Ezequiel se conoce con el nombre de Mercabá que significa
"el carro", pues los cuatro animales simbólicos, juntamente con la
descripción de unas extrañas ruedas que van en todas las direcciones (que en
Sant Climent de Taüll parecen los círculos que rodean las figuras interiores)
constituyen el vehículo del Señor, tanto para ascender hasta la luz del
principio, como para que ésta descienda al corazón de los hombres. Por eso los
hebreos hablan del misterio de la Mercabá en relación con lo que en hebreo se
denomina la Shekiná, que quiere decir "presencia", es la presencia de
Dios entre los hombres. Para hacer un estudio mínimamente completo del
Pantocrátor románico habría que compararlo con la Mercabá y la Shekiná de la
tradición cabalística, pero eso escapa del marco de esta conferencia.
Si intento situar a los animales simbólicos dentro
del espacio sagrado es porque toda su significación simbólica original se
encuentra, sin duda, relacionada con el espacio y el rito. Por eso, Geroges
Duby, el más importante historiador de la sociedad, el arte y la cultura de la
época medieval, ha demostrado que las creaciones artísticas y litúrgicas, en el
siglo XII, eran obras hechas por monjes iniciados en los misterios de la
epifanía de Cristo; escribe al respecto: "los monjes no construyeron sus
iglesias con sus manos. Utilizaban obreros asalariados. De todas maneras, los
creadores, los que concibieron el edificio, escogieron sus ornamentos, eran
sabios iniciados" (8), y en otro lugar: "Debemos reconocer en la
arquitectura y las artes figurativas del siglo XI, como en la música y en la
liturgia, un poder iniciático. Por esta razón sus formas no tuvieron nada de
popular" (9). Cuando Duby habla de iniciados está describiendo a aquellos
hombres, guerreros del espíritu, que consiguieron atravesar las fronteras del
mal para poder recibir la sabiduría que proviene del primer firmamento. Solamente
ellos conocían estos misterios, y como un misterio concibieron las
representaciones de los cuatro animales santos sobre los que está sentado el
Cristo Todopoderoso (10).
Los animales del Tetramorfo son símbolos en tanto
que reflejan la visión que tienen los iniciados del cielo abierto, pero lo son
como una manera de explicar algo que, según los videntes, no se puede explicar.
Esta es la idea básica que desarrolla Beato de Liébana en su comentario al
Apocalipsis (11), pues cuando comenta este pasaje se pregunta: "¿cómo
puede ser que un animal de seis alas sea parecido a un águila, pues el águila
tiene dos alas?, o ¿ cómo aquellos tres animales, el león, el toro y el hombre,
dice que tienen alas, cuando vemos que estas especies no tienen? Por eso no debemos
creerlo tal como está escrito, sino como un misterio" (12).
El misterio del que habla Beato de Liébana no es
otro que la reunión de los fieles con la luz del origen de la creación. Según
la concepción del mundo en la época medieval, la realidad que nos rodea es
imperfecta, y esta imperfección es causada por la mezcla contradictoria que,
proviniendo de los astros, hace actuar a los hombres. Nos estamos refiriendo a
la teoría básica de la astrología, según la cual los hombres y todas las partes
del mundo terrenal están regidos por las energías que provienen de los astros
(seguramente muchas representaciones de animales y bestias en el románico
indicaban estas fuerzas, pero eso sería el tema de otro estudio). Mas, según
esta concepción del mundo, por encima de los astros hay un cielo de pureza,
conocido como el éter, palabra que en griego significa "espíritu
ardiente". Allí no hay mezclas heterogéneas, y por tanto no hay más que
vida eterna. Sería el Espíritu de los Universos, es decir, la fuerza motriz de
toda la creación.
Pues bien, los animales simbólicos del Tetramorfo
son los habitantes del éter; tal como lo explica el profeta Ezequiel: "Vi
que venía del norte un viento de tempestad con una gran nube, rodeada de un
brillo, un fuego fulgurante, y en el medio, como el estallido de una
incrustación metálica. En el centro, discernía una cosa como cuatro
animales" (Ez..1, 4). El Zohar, el libro más importante de la mística
judía, desarrolla este concepto que identifica los cuatro animales con el
propio éter y dice así: "Los animales son seres de fuego que habitan el
fuego, son un fuego que habla, son un resplandor brillante que sube y baja, un
fuego ardiente" (13). Pensemos también que los cuatro animales están
acompañados de querubines y serafines, que son ángeles ígneos (14). El
Tetramorfo es pues un fuego muy puro que ocupa el firmamento por encima de los
astros y que rodea el trono de Cristo en Majestad. Beato de Liébana habla de
este fuego y escribe: "De este fuego dice nuestro Salvador: 'he venido a
traer fuego a la tierra' (Lc. 12, 49)". Y es por este hecho que los
animales santos y los hombres cantaban: "Santo, santo, santo es el Señor
Tzabaot (15), el cielo y la tierra están llenos de su gloria", es decir,
el fuego puro del origen lo llena todo, y las fuerzas del mal, que son el
destino de los astros, han sido vencidas gracias a las plegarias y los cantos
de los monjes. Según esta interpretación los animales simbólicos se convierten
en las semillas que provienen del éter y permiten la regeneración de los hombres,
pues, como dice el Zohar, los animales del Tetramorfo son "como un árbol
cuyas ramas abundan por todos lados y están llenas de frutos y siembran su
semilla en el mundo" (16).
Siguiendo las traducciones bíblicas protestantes,
actualmente para traducir el término griego Zôa, que en el Apocalipsis designa
a los seres del Tetramorfo, así como el término hebreo Haiots de la visión de
Ezequiel, se utiliza la palabra "vivientes", que es del todo correcta
lingüísticamente, pero para los hombres medievales la palabra empleada era
siempre "animales", siguiendo la traducción latina de San Jerónimo.
Es en esta traducción en la que los padres de la Iglesia se apoyaron para hacer
su exégesis. Un animal, en latín clásico y en medieval, indicaba todo individuo
"animado por un espíritu", en tanto que vive y respira, y no como se
puede entender hoy en día que viene a significar "bestia", es decir,
todo individuo animado contrapuesto a hombre. Los seres que vio San Juan eran
animales santos en el sentido que estaban animados por el espíritu proveniente
del éter, y no por la energía mezclada de los astros.
A partir de la etimología de la palabra
"animal" se explica por qué los padres de la Iglesia relacionaron a
los cuatro Evangelistas con los cuatro animales de las visiones proféticas; en
este sentido se entiende el siguiente comentario de San Isidoro de Sevilla:
"Se representan como animales porque el Evangelio de Cristo se predica
teniendo como finalidad el alma de los hombres (...) pues, con la venida de
Cristo se revelaron al mundo los misterios que se mantenían ocultos hasta
entonces (17). Que esta idea estaba viva en la época medieval nos lo demuestra
el hecho que Beato de Liébana utiliza exactamente la misma cita (18).
A partir de este juego etimológico se puede comprender
por qué los cuatro animales del Tetramorfo se relacionaron con los cuatro
Evangelistas, ya que, como dice San Isidoro, éstos fueron los encargados de
transmitir la palabra de Cristo hasta el alma de los hombres; son cuatro porque
la palabra santa se expandió por las cuatro direcciones del mundo, es decir,
por todas partes. En las representaciones románicas los cuatro Evangelistas
siempre llevan el Libro, lo cual demuestra que son los que transmiten la
palabra, que es una simiente de fuego.
Vemos así que utilizar el término
"vivientes" para referirse al Tetramorfo es desde la filología del
todo correcto, pero según la exégesis pierde el sentido, como pasa siempre que
se sale de la tradición y se acaba no entendiendo nada del simbolismo originario.
Los cuatro Evangelios canónicos describen una sola
realidad, que es la vida de Jesucristo, pero cada uno de ellos incide más en un
aspecto de esa vida, resalta alguna cosa que en los demás permanece velada.
Cada evangelista incidió en uno de los momentos básicos de la vida de
Jesucristo: su nacimiento, su pasión, su resurrección y su ascensión al cielo.
Por eso, desde el prólogo de San Jerónimo a su traducción de los Evangelios, se
considera cada animal del Tetramorfo a la vez un evangelista y un momento de
las cuatro formas (tetramorfo) de la vida de Cristo. Beato de Liébana recoge
esta tradición, muy importante en la Iglesia ortodoxa y también en el arte
románico de la manera siguiente: "Que los cuatro animales son la figura de
los cuatro evangelistas lo testimonia el mismo comienzo de cada uno de los
libros del Evangelio. Pues aquel que comienza por la genealogía humana, Mateo,
con razón está representado por un hombre. El que comienza por la voz que dama
en el desierto, Marcos, en justicia se lo representa por un león; Lucas, que
comienza por un sacrificio, está representado por un toro. Y el que comienza
por la divinidad del Verbo, Juan, está justamente identificado con un
águila" (19).
Estos cuatro momentos de la vida de Cristo son un
arquetipo de la realidad de todos los sabios que llegan a contemplar
directamente la Gloria de Dios; en este sentido continúa explicando Beato de
Liébana: "Todo escogido y perfecto en el camino del Señor es al mismo
tiempo hombre, toro, león y águila" (20). Es decir, ha realizado todo un
proceso que es denominado "camino del Señor".
La identificación de cada animal con una de las
cuatro formas de la manifestación divina acumula importantes relaciones
simbólicas que se repiten en prácticamente todas las culturas de la Antigüedad,
mediante las que se crean cadenas de correspondencias que relacionan a los
cuatro animales con las diferentes partes del universo. Para intentar
ordenarlas creemos que lo más importante, como era costumbre en la época
medieval, es comenzar por la estructura del cosmos tal como la entendía la
astrología. Los cuatro animales del Pantocrátor corresponden a cuatro figuras
zodiacales, las que se conocen como signos fijos, es decir, las que están en el
centro de cada una de las estaciones del año. Así el toro de Lucas corresponde
a Tauro, en medio de la Primavera, el león de Marcos corresponde a Leo, en
medio del verano, el águila de Juan era el símbolo identificado con Escorpión,
en medio del otoño, y el hombre que representa a Mateo se identifica con el signo
de Acuario, en medio del invierno.
Estos signos fijos marcan también las cuatro
direcciones en las que se expande la palabra de Cristo por toda la tierra, por
eso normalmente en las exégesis se relacionan los animales con los diferentes
vientos.
Pero la relación que simbólicamente es más
importante viene dada por la correspondencia entre los signos zodiacales,
relacionados con los evangelistas, y los cuatro elementos. Pues, cada uno de
los cuatro signos fijos corresponde a un elemento, Tauro a tierra, Leo a fuego,
Escorpión a agua y Acuario a aire. Los cuatro elementos son las semillas de
toda la creación. Según la concepción medieval del mundo, todo sale de la
combinación de los cuatro elementos ya que, como dice un hermetista
contemporáneo: "Los cuatro elementos forman el alfabeto con el que Dios
enseña a los hombres clarividentes" (21).
El ciclo del año reproduce la vida de Cristo, ya que
se encarna corno un hombre durante el invierno, en la fiesta de Navidad, es
sacrificado como un toro durante la Pascua en la primavera, resucita como león
en el verano y desaparece, transmitiendo la semilla, corno un águila en otoño.
Cabe discernir ahora por qué cada animal se
identifica con un momento de la vida de Cristo, con una de sus cuatro formas.
Las relaciones simbólicas están próximas al sentido de los antiguos
jeroglíficos egipcios, donde las figuras de animales sirven para mostrar los
misterios de la divinidad, tal como podemos leer en el famoso Bestiario
medieval conocido como el Fisiólogo.
La identificación de San Juan con un águila para
mostrar la ascensión de Cristo al cielo después de la resurrección, se explica
en tanto que el águila se consideraba como el pájaro que vuela más alto y más
próximo al sol y, además, puede mirarlo directamente sin quedar ciego, por eso
el Fisiólogo dice que el águila "subiendo hacia las alturas, llega al sol
de justicia" (22); el águila, como Juan contemplando la gloria de Dios,
retorna al sol de donde ha salido. La relación entre San Marcos y el león, para
explicar la resurrección de Cristo, viene establecida por la creencia ancestral
de que cuando una "leona pare un cachorro, éste nace muerto y lo cuida
durante tres días, hasta que al tercero llega el padre, lanza su aliento sobre
el rostro del leoncito y lo resucita" (23). El símbolo de San Lucas como
un toro, para explicar el sacrificio en la cruz del Salvador, se explica porque
según el pensamiento pagano antiguo el toro era el animal sacrificado más
perfecto y su ofrenda era la más efectiva. Finalmente, la identificación entre
San Mateo y la figura humana para representar la genealogía carnal de Cristo,
parece perfectamente lógica.
Creemos que esta exégesis medieval sobre el
significado de los cuatro momentos de la vida de Cristo tiene que ver con la
tradición clásica cuando explica el mito del dios Sol, identificado por los
primeros cristianos con Jesucristo. Según la mitología, el Sol viaja cada
mañana con un carro desde Oriente hasta los remotos rincones del Océano. El
vehículo que transporta al dios solar está tirado por cuatro caballos, el
primero es rojo, como el Sol de la mañana, el segundo es blanco, como el Sol
ascendente al mediodía, el tercero es inflamado, como el Sol en el momento de
máximo esplendor y el cuarto es casi negro como el Sol cuando se pone (24).
El simbolismo de los animales santos del Tetramorfo
que conducen la cuádriga divina se corresponde directamente con el carro del
Sol de la tradición pagana, pues, en definitiva, la vida de Cristo, como la de
los otros justos, se ha comparado siempre con el despertar y desarrollo del sol
interior que tiene cada hombre: nace en Oriente, desaparece por Occidente. La
propia disposición arquitectónica de las iglesias sigue este viaje, ya que el
ábside siempre está situado en dirección a Oriente.
Siguiendo esta línea interpretativa, es posible
entender por qué, según los primeros Padres de la Iglesia, había una unidad
profunda entre los cuatro Evangelios y era necesario leerlos todos, no era
suficiente uno sólo, para comprender la realización del mensaje, pues en la
suma de los cuatro momentos de la vida de Cristo está ya el propio Cristo, o
bien la Iglesia unida a Cristo (25).
En este punto de la investigación se haría
inevitable comenzar la interpretación directa del Cristo en Majestad que está
en el centro de los cuatro animales, pero eso ya es motivo de otro estudio.
* [No nos ha sido posible contactar con el autor de
la presente conferencia, que nos ha llegado por vías diferentes y cuya
publicación en catalán está prevista en breve plazo. Es por ello que no se
difunde por "Difusión Traditio", pues tan sólo va dirigido a
algunos selectos componentes de la lista. Rogamos, pues, se respete
extremadamente la confidencialidad del documento. No se trata, por otra parte,
de un estudio excepcional, pero hemos querido repartirlo "entre
amigos" porque puede ser un buen complemento a uno de los futuros envíos
de DT, el comentario de Beato de Liébana al Apocalipsis de san Juan, Libro III,
punto 3, en el que el autor explica el significado de los "Cuatro
vivientes". Recibid un tradicional saludo y que tengáis buen fin de
semana. Como suele decir un gran amigo mío, Pax tibi].
1. Para profundizar en este aspecto cf Y. Christe, L
'Apocalypse de Jean. Sens et développements de ses visions synthétíques,
Paris, Picard, 1996, que es un magnifico estudio del tema.
2. Sobre la relación de las figuras del Tetramorfo
con las posibles fuentes babilónicas cf. E. Manso y M. A. Sanchez-Rubio,
"Orígenes y fuentes de la iconografía del Tetramorfos", en Cuadernos
de Arte, 1989, vol. II., núm. 3.
3. También tiene cierta relación con el sueño de
Daniel descrito como una visión profética en los primeros versículos del
capítulo siete (Dan. 7).
4. El nombre de Pantocrátor se relaciona también con
un icono de la Iglesia Oriental que representa el busto de Cristo.
5. Le Bahir. Le Livre de la clarté, Lagrasse,
Verdier, 1983, p. 97. Cf. en el mismo sentido El Targum Jsaías, Valencia,
Institución San Jerónimo, 1988, p. 83.
6. N. Cabasilas, Explication de la divine
liturgie, París, Du Cerf, 1967, p. 149.
7. Cf. Les grands courants de la mystique juive,
París, Payot, 1983, capítulo primero.
8. Europa en la Edad Media. Arte románico, arte
gótico, Barcelona, Blume, 1981, p. 55.
9. Tiempo de catedrales. El arte y la sociedad
980-1420, Barcelona, Argot, p. 106.
10. La lectura de Duby sobre el arte religioso
medieval propone el encuentro entre el sentido artístico del Cristianismo
medieval con los propios orígenes del cristianismo como religión mistérica.
Este origen parece fuera de dudas cuando los historiadores de las religiones
han comparado objetivamente el origen del Cristianismo con otras formas
culturales; así, por ejemplo, M. Eliade escribe: "La liturgia se
desarrolló como un misterio reservado a los iniciados. El Pseudo-Areopagita
advierte a quien haya experimentado la mistagogía divina: Guárdate de divulgar
sacrílegamente unos misterios que son santos entre todos los misterios, sé
prudente y haz honor al secreto divino". (Historia de las creencias y
de las ideas religiosas, Madrid, Cristiandad, 1983, vol. III,1, p. 69).
11. Beato de Liébana vivió a finales del siglo VIII
en el norte de España. Escribió un comentario al Apocalipsis In Apocalypsis,
donde recogió las interpretaciones de los antiguos padres de la Iglesia, sin
aportar novedades. Asimismo, su comentario fue copiado e iluminado innumerables
veces durante toda la época medieval, son los famosos códices conocidos como
Beatos, tan importantes en la historia del Arte. Las referencias que citaremos
provienen de la edición bilingüe Obras completas del Beato de Liébana,
preparada por J. González Echegaray, A. Del Campo y L. G. Freeman, Madrid, B.
A. C., 1995.
12. Beato de Liébana, op. cit., p. 299.
13. Zohar Jadash, fol. 61b, citado por C. Del Tilo,
"La visión de la Merkabah y el Hashmal" en La Puerta. Cábala,
Barcelona, Obelisco, 1989, p. 71.
14. El nombre serafín significa en hebreo
"quemar" y en relación al carácter ígneo de los querubines debemos
recordar que en el capítulo segundo del Génesis se dice que llevan la espada
flameante.
15. En la visión de Isaías el nombre utilizado es
Tzabaot, que se mantiene tanto en la traducción griega de los Setenta como en
la liturgia hasta el último concilio. Tzabaot significa propiamente:
"Señor o Maestro de las armadas (de la tierra y del cielo, de todos los
espíritus y de todos los poderes)" como apunta A. Elmaleh, Nouveau
dictionnaire complet hébreu-français, Tel-Aviv, Yavneh, 1974, ad. loc.
16. Le Zohar, Lagrasse, Verdier, 1981, vol. 1, p.
111, (1, 19).
17. Etimologías, B.A.C., Madrid, 1982, p. 575 (VI,
2, 41, 42).
18. Beato de Liébana, op. cit., p. 294.
19. Beato de Liébana, op. cit., p. 301.
20. Beato de Liébana, op. cit., p. 301.
21. Louis Cattiaux, El missatge retrobat,
Barcelona, Obelisco, 1988, p. 78, (5, 49).
22. El Fisiólogo. Bestiario medieval, Buenos
Aires, EUDEBA, 1971, ad. loc.
23. Idem, ad. loc.
24. Cf. G. Boccaccio, Genealogía de los dioses
paganos, Madrid, Editora Nacional, 1983, p. 227.
25. Cf. Beato de Liébana, op. cit., p. 301. Los cuatro
animales santos están íntimamente ligados con el Dios Todopoderoso que ocupa el
centro como si fuese la quintaesencia; en el lenguaje teológico esta unión se
denomina el casamiento entre la Iglesia y Cristo, por eso la explicación sobre
el Tetramorfo más extensa en los comentaristas eclesiásticos de la época
relaciona directamente los cuatro animales con la Iglesia, como si fuese el
trono sobre el cual se sienta el Señor. Sin la Iglesia el Dios del cielo no se
podría manifestar y hacerse conocer sobre la tierra y llegar al alma de los
hombres. La Iglesia de Cristo son las columnas que forman el lugar de la
manifestación divina. Cuatro columnas identificadas en el arte del siglo XII
con los cuatro animales simbólicos del Tetramorfo, que permiten la manifestación
crística, propiamente son la misma Iglesia. Dice Beato: "Estos cuatro
animales son una sola cosa que es la Iglesia".
No hay comentarios:
Publicar un comentario