Srî Samkarâchârya
UPADESAPAD1CARATNAM
(La quíntuple Joya de la Instrucción)
Extraído de Samkara, Opere minori, vol. III, Asram Vidyâ
(Via Azone, 20, 00165, Roma], 1994. Traducción al italiano y notas del Gruppo Kevala.
En esta brevísima obra, Samkara condensa la esencia de la Instrucción y de la
disciplina que se impone al discípulo. Estos versos podrían constituir la regla
de comportamiento de aquel que aspira a la realización del Brahman y un resumen
de su actitud intelectual frente al plano empírico. En las cinco estrofas que
la componen pueden ser hallados varios aspectos de la sâdhanâ realizativa. Esta
composición es conocida también por otros nombres, como "Cinco versos
sobre los medios de realización del Sí" o "La quíntuple
disciplina".
1. Si estudias
el Veda con asiduidad; si cumples de manera justa las actividades [rituales]
allí prescritas, a través de las cuales se cultiva la devoción al Señor; si
abandonas el pensamiento del deseo [hacia el objeto concerniente al fruto de la
acción]; si te liberas del conjunto de los vicios; si tienes presente que el
[continuo entregarse a la búsqueda del] placer en la existencia constituye un obstáculo;
si luchas con ardor para estabilizar la voluntad [de realización] del Sí; si
abandonas lo más rápidamente posible [el apego hacia] la propia vieja morada.
También la
Smrti subraya la necesidad del cumplimento de los deberes cotidianos para aquel
que aspira al Conocimiento, aunque la Realización sea independiente de
cualquier actividad, y ello a fin de alcanzar ese estado de imponderabilidad de
la conciencia correspondiente al cumplimiento de la acción desidentificada, es
decir, realizada con total desapego del fruto de la acción. La vieja morada representa, más que el
habitáculo físico, la actitud psíquica consolidada, es decir, el conjunto de la
entidad consciente y subconsciente que conforman el fardo psicológico -como el carácter,
la personalidad, la experiencia, las convicciones- del individuo, y el habitual
vehículo expresivo del ego. Despojarse del propio bagaje interior -antes de que
adquiera una solidez excesiva con el tiempo y la reiterada experiencia- no
significa perder algo, sino reconquistar la libertad ilimitada que
ilusoriamente había quedado encubierta por otorgar valor y peso al propio yo.
El placer-dolor ofrecido por la experiencia no constituye una cualidad de ésta,
sino que denota una actitud; su persistencia es un indicio de inmadurez espiritual:
ésta no se calibra por el rechazo del mundo, sino en razón de la totalidad de
la Comprensión que, por lo tanto, no puede incluir ningún dato excluyendo a
otro.
2. Si persigues
la compañía de los sabios; si adquieres una fe estable en el Señor; si practicas
las virtudes mentales como la pacificación y otras; si abandonas inmediatamente
la actividad más constrictiva; si oras cerca de un sabio que ha realizado el
Ser; si observas cada día la devoción a sus pies; si pones como fin propio sólo
la realización del conocimiento del Brahman único e inmutable; si escuchas con
extrema atención las principales sentencias de los Upanishads.
Las virtudes
mentales son: la pacificación, el autocontrol, la actitud de recogimiento, la
paciencia perseverante, la fe en la Instrucción del Maestro, la capacidad de
concentrar la mente sobre la verdad intuida. Cultivarlas y tener plena posesión
de ellas es el primer paso en la Vía del Conocimiento. La actividad constrictiva es la que se
cumple después del impulso conferido a nuestro yo por la imagen relativa al
goce de su fruto. El individuo identificado con el propio vehículo psicofísico
actúa sólo en vistas de la obtención del fruto de la acción, y no porque ésta
deba ser realizada independientemente de aquello que puede implicar como
resultado. En otros términos, se hace para obtener, se da para tener. En tal
circunstancia, el yo -que parece querer actuar de un modo determinado- en realidad
está condicionado en su misma elección por aquello que la subconsciencia
tácitamente le propone; de aquí la consecuente constricción. Y al contrario, si
gradualmente se toma conciencia del Ser, se perderá espontáneamente el interés por
cualquier finalidad propia del devenir. El Ser es, y por ello no necesita
actuar ni desear ni imaginar.
3. Por
consiguiente, si investigas sobre el significado de estas sentencias; si
compartes plenamente la visión principal y única de la Sruti; si desistes decididamente
de cualquier vano sofisma, y si sostienes intelectualmente sólo ese
razonamiento que está en armonía con lo que declara la Sruti; si realizas
conscientemente [la sentencia] "Yo soy Brahman"; día tras día se deja
caer el orgullo; si abandonas la [falsa] convicción "yo soy el
cuerpo"; si evitas toda discusión con los sabios.
Tras haber
adquirido el conocimiento de lo expresado en los Upanishads, es necesario poner
en práctica lo que se ha aprendido. Si escuchar el fácil, realizar lo que se ha
aprendido puede ofrecer alguna dificultad. Ésta puede manifestarse de varias
maneras, pero su origen es substancialmente único: la resistencia que el yo
opone a la propia extinción. Por otra parte, se debe tener presente que
cualquier obstáculo, sea de naturaleza exterior o de naturaleza interior, constituye
un segundo, y como tal puede ser fácilmente circunscrito y resuelto por la
penetración-comprensión de la conciencia. Además, se afirma que la realización
es fácil y difícil a la vez: fácil si se reconoce que sólo la Realidad es, por
lo cual el sueño de mâyâ se desvanece al instante; difícil si se olvida que
también el propio yo es un producto de la ilusión, por lo que se le concede espacio
y posibilidad expresiva. Sin embargo, si se piensa a fondo en dicha sentencia,
y sobre todo se busca realizar efectivamente la conciencia de ser Brahman,
ningún impedimento puede obstaculizar verdaderamente la propia total solución.
4. Si pones
remedio a ese estorbo que es la fama; si asumes cada día la medicina que tiene
forma de limosna, si no nutres ningún deseo de recibir alimento de sabor
agradable; si alcanzas la satisfacción solamente con cuanto te es dado; si
soportas con paciencia el calor y el frío y los demás pares [de opuestos], pero
sin pronunciar palabras en vano; si tiendes hacia la total indiferencia [frente
a todo cuanto ofrece el plano empírico]; si abandonas la actitud de tener un
comportamiento dulce hacia alguien y severo hacia otros.
El plano
empírico se caracteriza por el dualismo. Cualquier experiencia se apoya sobre
la dualidad, sin la cual no podría de hecho existir. Así, también la mente
aprisionadora consta de una estructura dual, polarizada, por lo que tiende a
proyectarse y a mantener una contraposición entre el yo y su objeto
contingente. También la necesidad ligada a la subsistencia del cuerpo expresa
una dualidad, así como la causa de su eventual sufrimiento. Por lo tanto, la
reintegración de la dualidad se impone ante todo sobre el plano grosero, y
sucesivamente sobre los superiores. Despolarizando la mente, pues, no sólo la
proyectividad se reduce y se detiene, sino también la misma perceptividad se
redimensiona, hasta tocar el centro conciencial del ente. De hecho, sólo cuando
el conocimiento ha sido hábilmente remitido al centro [Unidad] y ya no está
influido por tendencias centrífugas, sino que descansa en el Sí, sólo entonces puede
anularse en la espacialidad infinita del âtman [No-dualidad]. Cuando toda dualidad, de cualquier especie
que sea y sobre cualquier plano que se halle, ha sido reintegrada -y por ello
también la unidad, que es su fuente causal-, se evidencia espontáneamente la
No-dualidad, que es la naturaleza propia del Sí, y la base siempre presente de
la dualidad y de la unidad.
5. Si te
asientas cómodamente en un lugar solitario; si concentras la conciencia en lo
Supremo; si buscas la percepción en el interior del Sí, que es plenitud; si
reconoces que este universo se resuelve en Ello; si destruyes el karma
acumulado [y todavía no efectuado]; si valiéndote de la fuerza que brota de la
conciencia buscas no adherirte a aquello [que eventualmente puede aún formarse]
en el porvenir, y si experimentas como igual [y con total desapego] aquello que
ya ha obtenido efecto. Entonces te autoanulas en el Sí en tanto que es [idéntico
al] Brahman supremo.
Brahman es
Conciencia sin segundo, y para realizarlo es preciso sumergirse en la propia
conciencia, absorberse en esta reconocida ausencia de límite y anularse
completamente en ella. Haciendo cuanto se ha expresado en los versos
anteriores, puede pasarse sin más a intentar alcanzar la conciencia de la
Realidad, y esto podrá cumplirse inicialmente poniéndose también, en cuanto al
vehículo físico, en una condición óptima, consistente en la ausencia de
distracción y de movimiento. La soledad, que es más interior que exterior, es símbolo
y expresión de esa ausencia de referencias, contactos y sostenes que será
entonces la condición natural del ser. La Realidad es sin sostén, y para
desvelarla debemos ser nosotros mismos sin sostén. Aunque la realización esté
más allá de cualquier modalidad, será útil también servirse en principio en
algún soporte -y la misma meditación será así considerada- que se abandonará
apenas se haya agotado su función. Siendo tal la naturaleza de la Realidad, el
camino que debemos seguir es esencialmente único: una Vía de conciencia, en
verdad una serie continua de tomas de conciencia siempre mayor, obtenidas por
medio de la trascendencia y de la comprensión.
Cuanto más
profunda es la concentración, más se descubrirá que nuestra conciencia no está
de hecho limitada, ni por el cuerpo ni por la mente ni por ninguna otra cosa.
Cuando se haya disuelto todo objeto identificante, la conciencia se desvelará
en su real infinidad y omnicomprensividad.
Los últimos
versos hacen referencia además al karma. Con tal término se designa la conexión
de causa-efecto. Se trata también de una dualidad, y determina el movimiento
samsárico individual y colectivo. El individuo está oprimido por un peso
kármico en la medida en que se identifica con el propio yo, agente, pensante,
etc. Si tal es la causa, tal es también el efecto: el movimiento genera movimiento,
la acción determina la acción. La acción, en cambio, no lleva a la conciencia,
pues ésta se revela por el Sí cuando la cción se extingue. Así, el individuo
posee un karma en el sentido de que está obligado a sufrir el efecto de las
causas que residen en su pasado indefinido y que tienen su origen en la misma
ignorancia del Ser: si tal efecto ya se ha producido -y aparece como
corporeidad, mentalidad, etc.- se habla del karma ya efectuado y no anulable [prârabdha].
Si, por el contrario, esto todavía no ha tenido lugar [samcita], entonces por
medio de la conciencia puede ser completamente eliminado y no condicionar ya al
ser. En lo que respecta al futuro [âgâmin], pues, debe simplemente observarse
que, en ausencia de la causa -dada la presencia de la conciencia liberadora y
no identificante- también estará ausente el efecto. De todos modos, como el
karma no es una entidad real, sino sólo una modificación del reflejo de la conciencia
del Sí en Ello, mediante la conciencia dilatada y omniinclusiva puede ser
definitivamente extinguido.
Cuando
cualquier potencialidad ha sido disuelta, en ausencia de toda identificación y
de toda modificación sobreimpuesta, el ser se sumergirá, absorberá y anulará
espontáneamente en el propio Sí, reconocido como idéntico al Bahman supremo.
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