(EXTRACTO DE: J. C.: ALGUNAS CONSIDERACIONES ACERCA DE LA
OBRA DE RENÉ GUÉNON)
(Etudes Traditionnelles, nº Especial -293-294-295-
dedicado a R. Guénon,1951)
J. C.: RENÉ
GUÉNON Y LA REENCARNACIÓN.
1.- Ninguna
otra cuestión parecería haber provocado más malentendidos y controversias que
la de la reencarnación (aparte de aquella del Atman y de Ishwara), no porque
ella presente dificultades excepcionales, sino más bien porque para exponerla
correctamente en todos sus diversos aspectos serían necesarios desarrollos
bastante extensos acerca de nociones que resultan completamente extrañas a los occidentales.
No podemos
siquiera pensar en desarrollar aquí semejante exposición, y algunas explicaciones
muy reducidas correrían el riesgo de aumentar aún más la confusión que impera
en este dominio. No obstante nos parece que a pesar de tales inconvenientes no
podemos dejar de presentar al menos algunas consideraciones fundamentales sobre ciertos puntos
esenciales.
2.- Ante todo,
debe subrayarse el hecho (cuya importancia exigiría un estudio especial) de que
mientras que las religiones occidentales niegan la reencarnación, en cambio los
pueblos orientales, particularmente aquellos que se vinculan con la
civilización india, creen en una sucesión de existencias bajo formas humana,
animal, etc. ... (los cinco destinos). Esta oposición es del mismo tipo que la que
parece existir entre las tradiciones aparentemente "creacionistas" y
aquellas otras aparentemente "emanacionistas", o entre las
tradiciones que consideran basado el origen de la existencia separada en la
"Atracción Original" (Nahash), y aquellas que lo hacen nacer de
Avidyâ, la ignorancia o ilusión.
En efecto, como
siempre sucede en estos casos, se trata de "puntos de vista"
diferentes respecto a la "Realidad Total", la cual conlleva una
"indefinidad" de los mismos, y no existe -ni puede existir- ninguna
contradicción real entre ellos. Por el contrario, podría cometerse un grave error,
si no se precisara a qué corresponde cada punto de vista especial, es decir, si
no se establecen sus limitaciones (o sus límites) y sus relaciones con los demás puntos de vista.
3.- Tal como
decíamos al comenzar este escrito, René Guénon tuvo como cometido fundamental
el de la exposición metafísicamente exacta de las doctrinas tradicionales,
abordando sólo en la medida en que resultaba estrictamente indispensable a esta
finalidad la descripción cosmológica de la Manifestación Universal en sus relaciones
con el devenir humano.
Así es como, en
su obra fundamental, "El hombre y su devenir según el Vêdânta",
expuso completamente (si bien de manera abreviada) las diversas etapas que
recorre aquello que es presentemente el hombre, cuando éste sigue uno de los
caminos que conducen desde el estado humano a la Liberación; en cambio, dejó de abordar, salvo por una
alusión a la teoría de los ciclos, la exposición del devenir del Ser en el
pasaje desde un estado individual humano a otro estado individual.
4.- Desde luego
que Guénon ha demostrado metafísicamente (Cap. VI de "El error
espiritista") el carácter erróneo de lo que los occidentales entienden por
"reencarnación", es decir, el pasaje de una misma substancia
separada, de naturaleza espiritual, o alma (formando una especie de mónada),
por una sucesión de estados corporales
(11).
Por otra parte,
debemos añadir de inmediato que no conocemos ningún texto canónico, ya sea
oriental u occidental, dónde la reencarnación -entendida de esta forma- se
halle mencionada, y esto simplemente por la razón suficiente de que no
conocemos ninguno dónde la noción de alma, tal como la consideran los
occidentales modernos (substancia + unitaria + espiritual + individual) (12),
se encuentre asociada ya sea a la idea de retorno a un mismo estado, ya sea
también a la idea de una supervivencia después de la muerte.
Todo lo que ha
sido dicho de contrario a esta afirmación descansa sobre errores de
interpretación o de traducción, y es consecuencia de esta enfermedad de los
hombres del Kali-Yuga que tanto les dificulta concebir las existencias sin
formas o existencias que no se vean sostenidas por substancias separadas o
irreductibles.
Ahora bien, ni
el Judaísmo (dónde ni Néfesh, ni Rúaj, ni Neshamá corresponden a lo que los
modernos denominan alma y espíritu), ni en el Cristianismo (dónde San Pablo
naturalmente se limitó a transponer estos términos hebraicos), ni en el
Brahmanismo (donde Atman no tiene nada en común con el alma de los modernos) ni
en el Bhagavad-Gîta (dónde la fórmula utilizada en el capítulo II, 22, designa a
la serie causal individual que engendra una continuidad de vidas sobre vidas a
través de la corriente de las formas), ni mucho menos en el Budismo o en el
Lamaísmo (dónde el Alaya Vîjnana corresponde a la fórmula del Bhagavad-Gîta),
ni en el Islam esotérico; en una palabra, en ninguna de las formas ortodoxas,
jamás existió nada parecido, y la
concepción moderna occidental es a las concepciones metafísicas de oriente lo
que la devoción visceral al Sagrado Corazón es al ardor del amor informal del
verdadero cristiano por el Verbo Supremo, encarnado (luego manifestado) en
Jesucristo, Aquel que es para el cristiano la fuente por la cual se produce en
el hombre todo aquello que es Amor y por el cual subsisten y se mueven, en el
Cosmos, el Sol y las demás Estrellas.
5- Pero,
precisamente dado que las cuestiones propiamente metafísicas son tratadas ante
todo en su rango primordial (ya sea que se trate del Mahâprajnâ Parâmita en el Lamaísmo,
de los Brahma-Sûtras en el Brahmanismo, etc.), una sección importante de la
enseñanza sagrada del oriente se refiere a la descripción cosmológica de la
Manifestación Universal en sus relaciones con el estado humano (Abidharma en el
Lamaísmo, etc.) así como sobre los aspectos individuales y sobre las técnicas
correspondientes (Tantras o Rgyud).
Ahora bien,
esta descripción puramente fenoménica pone en juego todos los procesos
englobados sumariamente dentro de lo que los antiguos pitagóricos llamaban
metempsicosis y de la cual quisiéramos tratar de brindar, aunque más no fuera,
una somera idea.
6.- El estado
humano, caracterizado por la posesión de Manas (órgano mental)(simple
participación, por lo demás, con el Manú cósmico) conlleva un cierto número de
características psicológicas (13), entre las cuales figura la memoria.
Por una parte,
la serie interna de los estados que recorre un hombre durante el transcurso de
su existencia individual engendra la determinación del estado de existencia que
le sucederá a este estado humano.
Por otra parte,
la serie externa (correspondiente a la precedente) de sus actos durante el
transcurso de la existencia presente ha engendrado, tanto en el mundo grosero
como en el mundo sutil, una serie de causalidades, entre las cuales una gran
parte pertenece a esos complejos psicomentales que nosotros tenemos la
costumbre metafísicamente errónea de considerar como constitutivos del ser
individual humano que conocemos (mientras que no son más que elementos físicos
que durante el transcurso de la existencia entran en la composición del cuerpo
grosero y después se retiran del mismo).
Estas series de
causalidades se despliegan después de la muerte, engendrando sucesiones de
estados psicomentales, centralizados (o agregados) sobre una o más existencias
individuales, que serán a éste respecto, dentro de este límite y bajo esta forma, la continuación
dentro del dominio psico-mental de la existencia psicológica del desaparecido.
Así se
constituyen las "reencarnaciones" del muerto, que no tienen en
realidad nada que ver con la reencarnación, puesto que se trata exclusivamente
de una metempsicosis.
7.- Ésta es la
oportunidad para indicar que, en ciertos casos, la concentración unificadora de
la vida psicológica durante el transcurso de una existencia humana puede ser
tal que casi todos los elementos psicológicos que estaban ligados a esta nueva
existencia se ven conducidos a reagruparse dentro de una misma nueva existencia
humana, de manera que tal continuidad serial así creada ofrece la ilusión de
una transmisión substancial.
Del mismo modo,
en el arco iris, algunas gotas de agua entran dentro de la zona dónde la
ilusión del color parece localizada para un observador, y después salen de la
misma sin que en realidad haya ningún color que subsista allí dónde se lo veía,
apoyado en alguna substancia colorida.
8.-Por lo
demás, en ciertos casos, la realización de un estado donde determinados
elementos no-individuales, no-humanos, se manifiestan a través de la forma
humana (ver lo que dijimos anteriormente a propósito de la realización
metafísica) se acompaña precisamente de la realización de esta concentración
unitaria que estábamos considerando. En este caso, la continuidad serial considerada está
acompañada por una análoga continuidad de la manifestación del elemento
no-individual no-humano, y esto corresponde a lo que el Lamaísmo designa como
Tûlkus (por ejemplo, el Dalai-Lama, Tûlku parcial de Soubhoti al mismo tiempo
que de Avalokitêshwara, que continúa además su existencia dentro de diversas formas
y condiciones que corresponden a su definición y a sus funciones).
Por otra parte,
es necesario aclarar que semejante transmisión permanece sujeta a muchas incertidumbres,
ya que ella está subordinada a las condiciones cósmicas generales, y los
agregados de elementos que así se suceden seriadamente pueden soportar cambios
por adiciones, sustracciones, o incluso
modificaciones correlativas a las modificaciones de la biología humana sobre el
conjunto de la Tierra durante todo el transcurso de la duración.
9.- Finalmente,
para terminar con este tipo de cuestiones, debemos añadir que, tal como en
nuestro mundo occidental muchos creyentes perfectamente incapaces de cualquier
actividad propiamente intelectual toman al pie de la letra la terminología
religiosa y, de hecho, adoran más o menos conscientemente algunas imágenes
esculpidas o pintadas, o determinadas
imágenes psicomentales, también en oriente el vulgo poco dotado desde el
punto de vista metafísico o poco instruido ve fácilmente en aquellos fenómenos
de continuación serial que acabamos de describir lo que los ocultistas y
neoespiritualistas de todo tipo entienden por reencarnación.
Por lo demás,
el potente esfuerzo de occidentalización del oriente, al que nos referíamos al
comienzo de este estudio, se ejerce naturalmente sobre este punto tanto como en
todos los otros, en el sentido más apropiado para destruir todo lo que
constituye el espíritu tradicional, de manera tal de hacer posible, allí como
en todas partes, la conquista del poder terrestre para todo aquello que hay de
más bajo y más opuesto al orden jerárquico de los valores reales.
V. CONCLUSIÓN.
A modo de
conclusión, insistiremos todavía sobre la extraordinaria potencia de sugestión,
incesantemente creciente, de ese poder de engaño que llegará a dominar
completamente al mundo exterior antes del final del ciclo. Sabemos que llegará
un momento en el que cada uno, solo, privado de cualquier contacto material que pueda ayudarlo en su
resistencia interior, deberá encontrar en sí mismo la forma de adherirse
firmemente, a través del centro mismo de su existencia, al Señor de Toda la
Verdad. No se trata de una imagen literaria sino de la descripción de un estado
de cosas que quizás no esté tan lejano. Que cada uno pueda prepararse y armarse
de una tal rectitud interior para que
todas las potencias de la ilusión y la corrupción carezcan de poder para
hacerlo desviar. Y nada mejor que la obra de René Guénon para facilitar a los
occidentales esta preparación.
© 1997, Grupo
de Estudios Tradicionales de Valencia
Ap. de Correos
10.198 - 46080 - Valencia (España)
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