Karl von Eckartshausen:
LA NUBE SOBRE EL SANTUARIO
(carta III)
La
verdad, que está en el más interior de los misterios, se parece al Sol; pues,
sólo al ojo de un águila (el alma del hombre capaz de recibir la luz) le es
permitido contemplarla. La mirada de cualquier otro mortal queda deslumbrada y
la oscuridad lo rodea en la misma luz.
Jamás
el gran algo, que está en lo más interior de los santos misterios, fue ocultado
a la vista de águila de aquel que es capaz de recibir la luz.
Dios
y la Naturaleza no tienen misterios para sus hijos. El misterio está sólo en la
debilidad de nuestro ser, que no es capaz de soportar la luz y que aún no está
organizado para la visión casta de la verdad desnuda.
Esta
debilidad es la nube que cubre al santuario, es el velo que oculta el santo de
los santos.
Pero,
para que el hombre pudiese recobrar la luz, la fuerza y su dignidad perdidas,
la divina amante se rebajó a la debilidad de sus criaturas y escribió las
verdades y los misterios interiores y externos en el exterior de las cosas, a
fin de que el hombre, por medio de ellos, pueda lanzarse al espíritu.
Estas
letras son las ceremonias o lo exterior de la religión, que conducen al
espíritu interior, activo y lleno de vida, en unión con Dios.
Los
jeroglíficos de los Misterios son también sus letras; son los esquemas y
dibujos de verdades interiores y santas, que cubren el velo extendido ante el
santuario.
La
religión y los Misterios se dan la mano para conducir a todos nuestros hermanos
hacia una verdad. Una y otros tienen por objeto el cambio y la renovación de
nuestro ser; la reedificación de un templo en el que habite la sabiduría con el
amor, o Dios con el hombre.
Pero
la religión y los Misterios serían fenómenos totalmente inútiles si la
Divinidad no les hubiera dado los medios efectivos para alcanzar sus grandes
fines.
Estos
medios han estado siempre en el santuario más interior; los Misterios están
destinados a construir un templo a la religión y la religión está destinada a
reunir en él los hombres con Dios.
Tal
es la grandeza de la religión y tal ha sido la dignidad de los misterios de
todos los tiempos.
Sería
ofensivo para vosotros, hermanos amados en la intimidad, que pensásemos que
nunca habéis observado los santos misterios desde este punto de vista
verdadero, que los representa como el único medio capaz de conservar, en su
pureza y en su verdad, la doctrina de las verdades importantes sobre Dios, la
Naturaleza y el hombre; esta doctrina estaba envuelta con el santo idioma de
los símbolos, y las verdades que contenía, habiendo sido traducidas, poco a
poco, entre los profanos a la lengua ordinaria, se volvieron cada vez más
oscuras e ininteligibles.
Los
misterios, como sabéis, hermanos amados con ternura, prometen cosas que serán y
quedarán siempre como herencia de un pequeño número de hombres; son misterios
que no se pueden vender ni enseñar públicamente; son secretos que sólo pueden
ser recibidos por un corazón que se esfuerce en adquirir la sabiduría y el
amor; y en el que la sabiduría y el amor ya han sido despertados.
Aquel
en quien esta santa llama ha sido despertada, vive verdaderamente feliz,
contento de todo y libre en la misma esclavitud. Ve la causa de la corrupción
humana y sabe que es inevitable. No odia a ningún criminal, lo compadece, trata
de levantar al caído y reconducir al extraviado; no apaga la mecha que aún
arde, ni acaba de romper la caña partida, porque siente que, a pesar de toda
esta corrupción, no hay nada totalmente corrompido.
Penetra
con recta mirada la verdad de todos los sistemas religiosos en su fundamento
primero; conoce las fuentes de la superstición y de la incredulidad,
considerándolas como modificaciones de la verdad, que aún no ha recibido su
equilibrio.
Estarnos
seguros, dignos hermanos, de que consideráis al hombre místico desde este punto
de vista y que no atribuís a su arte real la actividad que algunos individuos
aislados han llevado a cabo.
Con
estos principios, que son precisamente los nuestros, consideraréis la religión
y los misterios de las santas escuelas de la sabiduría como hermanas que,
dándose la mano, han velado por el bien de todos los hombres, desde la
necesidad de su nacimiento.
La
religión se divide en interior y exterior. La religión exterior tiene por
objeto el culto y las ceremonias; la interior, la adoración en espíritu y en
verdad.
Las
escuelas de la sabiduría se dividen también en exteriores e interiores. Las
escuelas exteriores poseen la letra de los jeroglíficos y las interiores, el
espíritu y el sentido.
La
religión exterior está ligada con la religión interior por las ceremonias.
La
escuela exterior de los misterios se liga por los jeroglíficos con la interior.
Pero,
ahora, nos acercamos al tiempo en que el espíritu vivificará la letra, la nube
que cubre al santuario desaparecerá, los jeroglíficos se convertirán en visión
real y las palabras en entendimiento.
Nos
acercamos al tiempo en que se rasgará el gran velo que cubre al Santo de los
Santos. Aquel que venera los santos misterios, ya no se dará a conocer por
palabras y signos exteriores, sino por el espíritu de las palabras y la verdad
de los signos.
De
este modo, la religión ya no será un ceremonial exterior, sino que los
misterios interiores y santos transfigurarán el culto exterior para preparar a
los hombres a la adoración de Dios en espíritu y en verdad.
Pronto
desaparecerá la noche oscura de la lengua de las imágenes, la luz engendrará el
día, y la santa oscuridad de los misterios se manifestará con el esplendor de
la verdad más elevada.
Las
vías de la luz están preparadas para los elegidos y para aquellos que son
capaces de cambiar por ellas. La luz de la naturaleza, la de la razón y la de
la revelación se unirán.
El
atrio de la naturaleza, el templo de la razón y el santuario de la revelación,
no formarán más que un solo Templo. Así se concluirá el gran edificio de la
reunión del hombre con la naturaleza y con Dios.
El
conocimiento perfecto del hombre, de la naturaleza y de Dios, serán las luces
que iluminarán a los conductores de la Humanidad para volver a llevar, en todas
partes, a sus hermanos los hombres, de las vías oscuras de los prejuicios a la
razón pura y de los senderos de las pasiones turbulentas a las vías de la paz y
de la virtud.
La
corona de los que gobiernan el mundo será la razón pura; su cetro, el amor
activo; y el santuario les dará la unción y la fuerza necesarias para liberar
el entendimiento de los pueblos de los prejuicios y de las tinieblas; al
corazón, de las pasiones, del amor propio y del egoísmo; y a su existencia
física, de la pobreza opresiva y de la agotadora enfermedad.
Nos
acercamos al reino de la luz, de la sabiduría y del amor; al reino de Dios, que
es la fuente de la Luz. Hermanos de la luz, hay una sola religión cuya verdad
simple está repartida entre las religiones, como en ramas, para volver de la
multiplicidad a una religión única.
Hijo
de la verdad: no hay más que un orden, una fraternidad y una asociación de
hombres unidos para adquirir la luz. De ese centro, el error ha hecho salir
innumerables órdenes; todas volverán de la multiplicidad de las opiniones a una
verdad única y a la verdadera asociación de aquellos que son capaces de recibir
la luz, o Comunidad de los Elegidos.
Así,
debemos medir todas las religiones y todas las asociaciones de los hombres. La
multiplicidad está en el ceremonial exterior, la verdad sólo es una en el
interior.
La
causa de la multiplicidad de las cofradías está en las múltiples explicaciones
de los jeroglíficos según el tiempo, las necesidades y las circunstancias. La
verdadera Comunidad de la Luz sólo es una.
Todo
exterior es una envoltura que cubre lo interior; así, todo exterior es también
una letra que se multiplica siempre pero que jamás cambia ni debilita la
simplicidad del espíritu en el interior.
La
letra era necesaria, teníamos que encontrarla, componerla y aprender a leerla
para recobrar el sentido interior, el espíritu.
Todos
los errores, divisiones y malentendidos, todo lo que, en las religiones y en
las asociaciones secretas, da lugar a tantos extravíos, no afecta más que a la
letra; todo se refiere únicamente al velo exterior sobre el que están escritos
los jeroglíficos, las ceremonias y los ritos. Nada alcanza el interior; el
espíritu permanece siempre santo e intacto.
Ahora
se acerca el tiempo de la realización para aquellos que buscan la luz.
Se
acerca el tiempo en que lo viejo debe unirse a lo nuevo, lo exterior con lo
interior, lo alto con lo bajo, el corazón con la razón, el hombre con Dios, y
esta época está reservada al tiempo presente.
No
preguntéis, hermanos bien amados... ¿Por qué ahora?
Todo
tiene su tiempo para los seres que están encerrados en el tiempo y el espacio;
así son las leyes invariables de la sabiduría de Dios, que lo coordina todo
según la armonía y la perfección.
Los
elegidos deberán primero trabajar para adquirir la sabiduría y el amor, hasta
hacerse capaces de merecer el poder que la invariable Divinidad sólo puede
otorgar a los que conocen y aman.
La
mañana es esperada durante la noche; después sale el sol y avanza hacia el
mediodía, en que toda sombra desaparece bajo su luz directa. Primero tenía que
existir la letra de la verdad, después vino la explicación práctica, luego la
Verdad misma y sólo después de ella puede venir el Espíritu de Verdad, que
refrenda la verdad y pone los sellos que autentifican la luz. Aquel que puede
recibir la verdad nos entenderá.
Es
a vosotros, hermanos íntimamente amados, que os esforzáis en adquirir la verdad
y que habéis conservado fielmente los jeroglíficos de los santos misterios en
vuestro templo; es hacia vosotros que se dirige el primer rayo de luz; este
rayo penetra a través de la nube de los misterios para anunciaros el mediodía y
los tesoros que éste trae.
No
preguntéis quiénes son los que os escriben; mirad el espíritu y no la letra, la
cosa y no las personas.
Ningún
egoísmo, orgullo, ni intención innoble reinan en nuestro retiro: conocemos el
fin del destino de los hombres, y la luz que nos ilumina opera todas nuestras
acciones.
Estamos
especialmente designados para escribiros, hermanos bien amados en la luz, y lo
que acredita nuestro cargo son las verdades que poseemos; las cuales os
comunicaremos al menor indicio según la medida de la capacidad de cada uno.
La
comunicación es propia de la luz allí donde hay receptibilidad y capacidad para
la luz; pero no obliga a nadie y espera que se la desee recibir.
Nuestro
deseo, nuestro fin y nuestro cargo es vivificar por todas partes la letra
muerta, restituir el espíritu vivo a los jeroglíficos y convertir, en todas
partes, lo inactivo en activo, la muerte en vida; pero no podemos realizar todo
esto por nosotros mismos, sino por el Espíritu de Luz de Aquel que es la
Sabiduría, el Amor y la Luz del mundo y que quiere convertirse también en
vuestro espíritu y en vuestra luz.
Hasta
ahora el Santuario más interior ha estado separado del Templo, y el Templo
asediado por los que estaban en el atrio; viene el tiempo en que el Santuario
más interior debe reunirse con el templo, para que aquellos que están en el
templo puedan actuar sobre los que están en el atrio hasta que los atrios sean arrojados
fuera.
En
nuestro santuario, los misterios del espíritu y de la verdad se conservan en
toda pureza; nunca ha podido ser violado por los profanos, ni manchados por los
impuros.
Este
santuario es invisible, como una fuerza que sólo se conoce por su acción.
Por
esta breve descripción, queridos hermanos, podéis juzgar quiénes somos, y sería
superfluo aseguraros que no formamos parte de esas cabezas inquietas que, en el
mundo ordinario, quieren erigir un ideal de su fantasía. Tampoco pertenecemos a
aquellos que quieren desempeñar un gran papel en el mundo y que prometen
prodigios que ellos mismos desconocen. Menos aún, pertenecemos a esa clase de
descontentos que querrían vengarse de su inferior condición o que les impulsa
la sed de dominar o el gusto por las aventuras y las cosas extravagantes.
Podemos
aseguraros que no pertenecemos a ninguna otra secta ni asociación más que a la
gran y verdadera asociación de todos aquellos que son capaces de recibir la
luz, y ninguna parcialidad, cualquiera que sea (ya acabe en us o en er), tiene
la más mínima influencia sobre nosotros. No somos tampoco de los que se creen
con derecho a subyugarlo todo a sus planes y que tienen la arrogancia de querer
reformar todas las sociedades; podemos aseguraros, con fidelidad, que
conocemos, exactamente, lo más interior de la religión y de sus Santos
Misterios; y que también poseemos, realmente, lo que siempre se ha conceptuado
como lo más interior, cuya posesión nos da la fuerza para legitimarnos en
nuestro cargo y de comunicar, en todas partes, al jeroglífico y a la letra
muertos, el espíritu y la vida.
Los
tesoros de nuestro santuario son grandes; tenemos el sentido y el espíritu de
todos los jeroglíficos y ceremonias que han existido desde el día de la
Creación hasta nuestros tiempos; y las verdades más interiores de todos los
Libros sagrados, las explicaciones de los ritos de los pueblos más antiguos.
Poseemos
una luz que nos unge, y por la cual comprendemos lo más oculto e interior de la
naturaleza.
Tenemos
un fuego que nos alimenta y da la fuerza para actuar sobre todo lo que está en
la naturaleza. Poseemos una llave para abrir las puertas de los misterios y una
llave para cerrar el laboratorio de la naturaleza.
Poseemos
el conocimiento de un lazo para unirnos con los mundos superiores y
transmitirnos el lenguaje.
Todo
lo maravilloso de la naturaleza está subordinado al poder de nuestra voluntad
unida con la Divinidad.
Poseemos
la ciencia que interroga a la misma naturaleza, donde no hay error, sino la
verdad y la luz.
En
nuestra escuela, todo puede ser enseñado; pues nuestro Maestro es la misma Luz
y su Espíritu. La plenitud de nuestro saber es el conocimiento de las correspondencias
entre el mundo divino y el mundo espiritual, de éste con el mundo elemental y
del mundo elemental con el mundo material.
Por
estos conocimientos, estamos en condiciones de coordinar los espíritus de la
Naturaleza y el corazón del hombre.
Nuestras
ciencias son la herencia prometida a los Elegidos o a aquellos que son capaces
de recibir la luz, y la práctica de nuestras ciencias es la plenitud de la
Divina Alianza con los hijos de los hombres.
Podríamos
contaros, hermanos queridos, maravillas de las cosas que hay ocultas en el
tesoro del Santuario, tales que quedaríais asombrados y fuera de vosotros
mismos; podríamos hablaros de cosas de cuya concepción el filósofo, que piensa
más profundamente, está tan alejado como la tierra del sol, y de las cuales
estamos tan próximos como la luz más interior del ser más interior de todos.
Pero
nuestra intención no es excitar vuestra curiosidad; sólo la persuasión interior
y la sed del bien de nuestros hermanos deben impulsar al que es capaz de
recibir la luz de su fuente, donde su sed de sabiduría puede saciarse y su
hambre de amor satisfacerse.
La
sabiduría y el amor habitan en nuestros retiros, aquí no reina ninguna
violencia, la verdad de sus incitaciones es nuestro mágico poder.
Podemos
aseguraros que en nuestros misterios más interiores hay tesoros de un valor
infinito, envueltos de una tal simplicidad que permanecerán siempre
inaccesibles a los sabios orgullosos, y estos tesoros, que han sido para muchos
profanos causa de pesares y locura, son y serán siempre para nosotros la
verdadera sabiduría.
Benditos
vosotros, hermanos míos, si sentís estas grandes verdades. La recuperación del
Verbo Triple y de su fuerza será vuestra recompensa. Vuestra felicidad será
poseer la fuerza para contribuir a reconciliar los hombres con los hombres, con
la naturaleza y con Dios; que constituye el verdadero trabajo de todo obrero
que no haya rechazado la piedra Angular.
Ahora
ya hemos desempeñado nuestro cargo y os hemos anunciado la aproximación del
gran mediodía y la reunión del Santuario más interior con el Templo. Dejamos el
resto a vuestra libre voluntad.
Bien
sabemos, para nuestro amargo pesar, que, del mismo modo que el Salvador fue
personalmente desconocido, ridiculizado y perseguido cuando vino en su humildad,
igualmente Su Espíritu, que aparecerá en la gloria, será rechazado y
ridiculizado por muchos. A pesar de esto, el advenimiento de Su Espíritu debe
ser anunciado también en los templos para que se cumpla lo que está escrito:
"He golpeado vuestras puertas y no Me habéis abierto; He llamado y no
habéis escuchado Mi voz; os he invitado a la boda y estabais ocupados en otra
cosa".
La
Paz y la Luz del Espíritu sean con nosotros.
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