sábado, 13 de julio de 2013

El mito de la caverna


María Toscano - Germán Ancochea: EL MITO DE LA CAVERNA (1)

 

 

    En el libro VII de "La República" -que es un libro de madurez, ya está fundada la Academia, y Platón tiene ya una autoridad en el mundo- nos narra (aunque lo haga también en otras ocasiones) el Mito de la Caverna que, de alguna manera, nos recuerda, nos explica todas las bases esquemáticas de lo que significa la filosofía, el "sapere", el saber.

 

    Había unos extraños esclavos en el fondo de una cueva, estos esclavos miraban al fondo de la pared, atados por grilletes de pies y manos y toda su vida habían vivido allí, esclavizados, atados y en la oscuridad. Un poco más arriba, y fuera de la cueva, había un camino, iluminado por la luz del sol, de forma que los esclavos que vivían en el fondo observaban en la pared de la cueva, reflejado, aquello que realmente pasaba fuera (es decir las mujeres con el cántaro y el burro con la leña, los mercaderes que hablaban, que paseaban por el camino); la vida, iluminada por el sol, era reflejada en forma de sombra en el fondo de la cueva. Como aquellos esclavos habían vivido siempre atados, las cadenas -ni una sola palabra del mito sobra- les obligaban a mirar las sombras y para ellos la sombra era la única realidad posible. Y los esclavos vivieron toda su vida en la oscuridad pensando que vivían en la verdadera realidad.

 

    Pero a uno de estos esclavos se le rompe un grillete y vuelve la cabeza hacia atrás y de repente queda completamente confundido por la luz del sol, queda completamente obnubilado. La iluminación es tan fuerte que no ve, pero se da cuenta que hay una realidad distinta de la que él ha vivido siempre como verdadera. Entonces intenta liberarse de la esclavitud, se desata y sube por la cueva, asciende por la cueva, sube de la oscuridad a la luz y de repente se encuentra en el mundo iluminado por el sol, donde las cosas tenían una dimensión, una fuerza, una claridad que él ni siquiera podía soñar.

 

    El esclavo vuelve al centro de la cueva y les dice a los demás: "estamos en una cueva, lo que vemos es una sombra y la verdad está fuera, tenemos que salir de la cueva".

 

    Evidentemente no le hacen caso, y lo matan. Los libertadores son francamente molestos, oír hablar de liberación de la esclavitud implica un esfuerzo, un riesgo espiritual y vital, que no todo el mundo está dispuesto a asumir.

 

    Nos encontramos así, con el esquema básico de toda la filosofía platónica: el mundo en el que vivimos es el fondo de la cueva, todos nosotros somos esclavos de las sensaciones, de los sentidos; tan esclavos, tan convencidos, tan llenos de nosotros mismos, que pensamos que la cueva es el escenario de la única realidad posible. Aquí vivimos todos dentro de una realidad de sombras, pero estamos cómodos con las sombras; cuando el sabio, es decir, el esclavo que se escapa de la cueva y conoce la verdadera luz -es el único sabio, porque él sabe, y sabe porque ha experimentado, es un sabio porque "ha sabido" ver la luz- vuelve a la cueva a decirnos: "mirad, este no es el mundo de la verdad, este es el mundo únicamente de la sombra", no le creemos. Parece evidente que lo que tenemos delante para nosotros es la realidad, es mucho más cómoda la cadena de la esclavitud, tener que liberarse, ascender, subir y sentirse cegado por la luz del sol son experiencias que no nos apetecen, que en el fondo nos asustan, ...en el fondo nos encanta estar dentro de la cueva.

    De todo el Mito platónico de la Caverna se deduce que hay dos formas de enfrentarse a la realidad: aquel que se enfrenta a la sombra de la realidad confundiéndola con la verdad (el esclavo que entiende que la sensación y el conocimiento directo de lo que tiene es lo único que hay) o bien aquel otro, que habiéndose liberado de las cadenas, sube, es decir, pasa por todo el proceso de la sombra a la luz, que es la famosa dialéctica platónica, para alcanzar el conocimiento de la Verdad. Y conocimiento verdadero de la Verdad, esta afirmación aunque parezca una redundancia no lo es, porque es verdadero en tanto que es verdadero conocimiento y de la Verdad porque es lo único que hay. Lo que hay es lo que está, lo que está iluminado por el sol, lo que hace que las cosas sean verdaderamente lo que son, no lo que parece que son.

El autentico filósofo, el autentico sabio, será aquel que huya de la sombra para ir a la luz, aquel que se dé cuenta de que el conocimiento de ascenso a la verdad es un conocimiento de purificación, que es lo que llamamos la ascesis. La ascesis es previa al encuentro, y es absolutamente necesaria. Todo acto de conocimiento, todo acto verdadero, todo acto filosófico, en el sentido en que se habla aquí, es un acto de purificación de la verdad. Es un acto de ir dejando la sombra, para ir acercándose a la luz. Es el acto de dejar lo múltiple, lo cotidiano, lo que tenemos delante, lo que se toca, lo que Platón llama el mundo que nace y muere, para enfrentarse con aquella otra realidad que ni nace ni muere y que está inundada por la luz del sol, que es el Bien.

 

 

1. Ext. de María Toscano & Germán Ancochea, Místicos neoplatónicos, neoplatónicos místicos. De Plotino a Ruysbroeck, Madrid, Etnos-Índica, 1998.

 

 

 

No hay comentarios: