martes, 30 de julio de 2013

DEL DHAMMAPADA (EL CAMINO DE LA DOCTRINA)


DEL DHAMMAPADA (EL CAMINO DE LA DOCTRINA)

 

(Existe una versión agotada en Editorial Sudamericana, Buenos Aires, 1967. Hay otra más reciente en Editorial Edaf, Madrid).                                      

 

                                

                               CAPÍTULO I: VERSOS GEMELOS

 

1 La condición humana (dhamma) está dirigida por la mente, predomina en ella la mente, está hecha de mente. Si uno habla o actúa con mente (manas) perversa, la desgracia (dukkha) lo sigue como la rueda (de la carreta) sigue los pasos del buey.

 

2 La condición humana (dhamma) está dirigida por la mente, predomina en ella la mente, está hecha de mente. Si uno habla o actúa con mente (manas) pura, la felicidad lo sigue como su sombra que nunca lo abandona.

 

3 "Me insultó, me golpeó, me venció, me robó, no cesa la agresividad de aquellos que albergan estos sentimientos de rencor.

 

4 "Me insultó, me golpeó, me venció, me robó"; cesa la agresividad de aquellos que no albergan estos sentimientos de rencor.

 

5 Jamás en este mundo los odios cesan con el odio; cesan con la benevolencia: ésta es una ley (dhamma) eterna.

 

6 Los otros no saben que en este mundo debemos controlarnos; cesa la disensión en aquellos que sí lo saben.

 

            7 Al que vive buscando el placer, con sus sentidos descontrolados, inmoderado en la comida, indolente, y con escasa energía, a ese lo doblega Mara, como el viento doblega a un árbol débil.

 

            8 Al que vive sin buscar el placer, bien controlado en sus sentidos, moderado en la comida, lleno de fe (saddha) e inquebrantable energía, a ese no lo doblega Mara, como el viento no doblega a una montaña de roca.

 

            9 Aquel que sin haberse liberado de las impurezas, carente de veracidad y autocontrol, vista el manto color azafrán, ese no es digno del manto color azafrán.

 

Pero aquel que, bien afincado en los preceptos de la disciplina moral (sila), provisto de veracidad y autocontrol, ha arrojado de sí las impurezas, ese sí es digno del manto color azafrán.

 

            Aquellos que consideran que hay realidad en lo irreal y los que ven irrealidad en lo real. nutridos de falsas ideas, no llegan nunca a la realidad.

 

 

            Pero los que juzgan lo real como real y lo irreal como irreal, estos, nutridos de ideas verdaderas, sí llegan a la realidad.

 

            Como la lluvia atraviesa una casa mal techada, así la pasión penetra en una mente indisciplinada.

 

            Como la lluvia no penetra en una casa bien techada, así la pasión no penetra en una mente bien disciplinada.

 

            El que actúa mal sufre en este mundo, sufre en el otro, sufre en ambos mundos; sufre, se tortura viendo lo impuro de sus (attan) acciones.

 

            El que actúa bien goza en este mundo, goza en el otro, goza en ambos mundos: goza, se regocija viendo la pureza de sus (attan) acciones.

 

            El que actúa mal se atormenta en este mundo, se atormenta en el otro, se atormenta en ambos mundos; se atormenta pensando: "He hecho una mala acción"; y se atormenta más al llegar a un estado de mísera existencia.

 

            El que actúa bien goza en este mundo goza en el otro, goza en ambos mundos: goza pensando: "He hecho una buena acción"; y goza más al llegar a un estado de feliz existencia.

 

 El hombre desidioso, por mucho que recite el Tipitaka, si no cumple sus preceptos -como un vaquero que cuenta vacas ajenas- no participa de la condición de samán (samana).

 

 Pero aquel que vive de acuerdo con el dharma (dhamma), habiendo eliminado el deseo, el odio y el error, dotado del verdadero conocimiento, con su mente bien liberada, sin nada que lo ligue a este mundo o al otro, ese, por poco que recite el Tipitaka, participa de la condición de samán (samana).

                                         

         CAPÍTULO II: EL ESTADO DE ALERTA Y VIGILANCIA

 

El estar alerta y vigilante es el camino hacia la inmortalidad, la desidia es el camino hacia la muerte; los que están alertas y vigilantes no mueren, los que son desidiosos son como los muertos.

 

            Los pandits en vigilancia, sabiendo esto en forma clara, se deleitan en el estado de alerta y vigilancia, gozosos en el reino de los ariyas.

 

            Los que constantemente están dedicados a la meditación, perseverantes y esforzadamente empeñosos, conquistan, sabios, el nirvana (nibbana), insuperado estado de perfecta paz.

 

            Se acrecienta la gloria de aquel que es enérgico y está compenetrado de autoconciencia (sati), de conducta pura, de actos reflexivos, autocontrolado, que vive según el dharma (dhamma), alerta y vigilante.

 

            Mediante su energía, su autocontrol y autodominio, mediante su estado de alerta y vigilancia, debe el sabio hacerse una isla que no sumerja la correntada.

 

 Los hombres necios y torpes se dan a la indolencia; el sabio cuida su estado de alerta y vigilancia como su mejor tesoro.

 

            No os entreguéis a la indolencia ni a la intimidad de los placeres de la sensualidad, pues el que medita alerta y vigilante alcanza gran felicidad.

 

            Una vez que el pandit, con su estado de alerta y vigilancia, ha arrojado de sí la desidia, subiéndose a la torre de la sabiduría, contempla entonces, libre de pena, al dolorido género humano; contempla, sabio, a los ignorantes, como quien desde lo alto de una montaña contempla a los que están en el fondo del valle.

 

            Alerta y vigilante entre los desidiosos, totalmente despierto entre los dormidos, avanza el sabio dejándolos atrás, como el caballo rápido a un caballo sin fuerzas.

 

            Por alerta y vigilante, el Generoso alcanzó la primacía entre los dioses; ellos alaban el estar alerta y vigilante, sin cesar critican la indolencia.

 

            El bhikkhu que se complace en estar alerta y vigilante, que ve un peligro en la desidia, va como el fuego quemando sus ataduras, débiles o fuertes.

 

            El bhikkhu que se complace en estar alerta y vigilante, que ve un peligro en la desidia, ya no puede decaer; está cerca del nirvana (nibbana).

 

 

                                      CAPITULO III: LA MENTE

 

El sabio endereza su mente, vacilante e inestable, difícil de retener, difícil de refrenar, como el que hace flechas endereza una flecha.

 

Como un pescado arrojado en la playa, sacado del agua, su morada, así se agita nuestra mente para escapar del poder de Mara.

 

 

Cosa buena es el control de la mente, difícil de refrenar, voluble, que vuela a su antojo; la mente controlada aporta felicidad.

 

Cuide el sabio su mente, imperceptible, sutil, que vuela a su antojo; la mente vigilada aporta felicidad.

 

 

Los que controlan su mente, que se vuela lejos, solitaria, incorpórea y que se cobija en lugar recóndito, aquellos se liberan de las cadenas de Mara .

 

No llega a su completa realización el conocimiento (pañña) de aquel de mente inestable, de vacilan. te serenidad, que desconoce la verdadera doctrina (dhamma).

 

 

Miedo no existe para el que está despierto, con su pensamiento libre de sensualidad, con su mente libre de agitaciones, más allá de lo bueno y de lo malo.

 

Sabiendo que este cuerpo es frágil como un cántaro, haciendo de su mente una ciudadela, luche uno contra Mara con el arma del conocimiento (pañña); proteja su conquista; libre esté de todo lazo.

 

 

Pronto, en verdad, este cuerpo yacerá por tierra, arrojado, sin vida, como un leño inútil.

 

Cualquier cosa que un enemigo pueda hacerle a su enemigo, o un rival a su rival, algo peor aún que eso puede hacer una mente mal dirigida.

 

 

Cualquier cosa que puedan hacer el padre y la madre o los otros allegados, algo mejor aun que eso puede hacer una mente bien dirigida.

 

 

 

CAPÍTULO IV: LAS FLORES

 

44. ¿Quién conquistará esta tierra, el mundo de Yama (Rey de la muerte) y el de los dioses? ¿Quién ha de encontrar hábilmente el bien predicado camino del dharma (dhamma) que es como una flor?

 

45. El discípulo (de Buda) conquistará la tierra, el mundo de Yama y el de los dioses; el discípulo (de Buda), hábilmente, encontrará el bien predicado camino del dharma (dhamma) que es como una flor.

 

46. Sabiendo que este cuerpo tiene la consistencia de la espuma, comprendiendo que es igual que un espejismo, quebrando los dardos floridos de Mara, puede uno ponerse fuera del alcance de la mirada del rey de la muerte.

 

47. Como una gran avalancha se lleva a la dormida aldea, así la muerte va llevándose al hombre que tiene su mente poseída por el deseo, ocupado en recoger flores.

 

48. La muerte se apodera del hombre cuya mente está encadenada, ocupado en recoger flores, insaciable en sus deseos.

           

49. Como una abeja se va, después de tomar el polen, sin dañar a la flor ni su color ni su perfume, de la misma manera en la aldea ha de comportarse el muni (sabio).

 

50. Considere uno, no lo malo de los otros ni lo que los otros han hecho o no han hecho, sino lo que uno mismo (attan) hace o no hace.

 

51. Como una bella flor, llena de colorido pero sin perfume, así es estéril la palabra hermosa del que no actúa (conforme a ella).

 

52. Como una bella flor, llena de colorido y con perfume, así es fecunda la palabra hermosa del que actúa (conforme a ella).

 

53. Como con un montón de flores puede uno hacer muchos ramos de flores, así han de ser hechas muchas buenas acciones por el hombre desde que nace.

 

54. No va contra el viento el perfume de la flor -sándalo, tagara, mallika-; va contra el viento la fragancia  de los buenos. El hombre bueno llena con su fragancia todas las regiones.

 

 55. El sándalo, el tagara, la flor de loto o el jazmín -superior a sus perfumes es la fragancia de la conducta noble (sila).

 

56. Débil es el perfume del tagara y del sándalo; pero la fragancia de los buenos (sila) se difunde sin igual hasta entre los dioses.

 

57. Mara  no encuentra el rastro de aquellos de conducta noble (sila), que viven alertas y vigilantes y que gracias al perfecto conocimiento han encontrado la liberación (vimutti).

 

58. Como un loto puede nacer bello y suavemente perfumado en un montón de desperdicios arrojados en algún camino,

 

59. Así, entre los hombres comunes e ignorantes, que son cual esperdicio, resplandece, gracias a su conocimiento (pañña), el discípulo del perfecto iluminado.

 

 

CAPÍTULO V:  EL NECIO

 

60. Larga es la noche para el que está despierto, largo es un yojana para el que está cansado, largo es el  samsara para los ignorantes que desconocen la verdadera doctrina (dhamma).

 

Si uno, en su camino, no encuentra a alguien mejor o igual a sí mismo (attan), que entonces resueltamente continúe solo su camino: con el necio no hay amistad posible.

 

El necio se preocupa: "mis hijos. .., mi riqueza..." Uno mismo (attan) no es de uno mismo (attan) ¿cómo lo serán los hijos? ¿cómo lo será la riqueza?

 

El ignorante que conoce su ignorancia, es en esto sabio; el ignorante que se cree sabio, ése sí es ignorante.

 

Aunque el ignorante se asocie con el sabio toda su vida, no capta el dharma (dhamma), como no capta la cuchara el gusto de la sopa.

 

Pero si un hombre inteligente se asocia aunque sea un momento con el sabio, rápidamente capta el dharma (dhamma), como la lengua el gusto de la sopa.

 

Los tontos e ignorantes se comportan consigo mismos (attan) como con un enemigo,  haciendo cosas perversas, de amargo fruto.

 

No es buena la acción que uno se duele de haber hecho, cuyo fruto recoge uno, lamentándose, con el rostro bañado en lágrimas.

 

Pero es buena la acción que uno no se duele de haber hecho, cuyo fruto recoge uno, contento y gozoso.

 

Como miel considera el ignorante su acción mala, mientras ella no madura; cuando madura, el dolor (dukkha) le llega.

 

Aunque mes tras mes se alimente sólo con lo que cabe en la punta de una hoja, no vale el ignorante ni la más pequeña parte de aquellos que han sopesado bien el dharma (dhamma).

 

Una mala acción no se desprende de inmediato -como la leche (?); ardiendo como un fuego cubierto de cenizas, no abandona al necio.

 

Lo que el necio ha aprendido es para su propia desgracia; mata lo que hay en él de bueno, causando su  ruina.

 

(El necio) desea una indebida reputación, el respeto de los bhikkhus (monjes), la autoridad en los monasterios y el homenaje de los extraños.

 

"Conozcan todos mi acción, los jefes de familia y los mendicantes, dependan de mí en todo,  en lo que deben hacer y en lo que no deben hacer" -así piensa el necio y su deseo y orgullo aumentan.

 

Uno es el camino de la riqueza, otro el camino que conduce al Nirvana. Habiendo aprendido esto, que el bhikku, discípulo de Buda no goce en los honores, practique el desapego.

 

              CAPÍTULO VI:  EL PANDIT

 

Si encuentras a un hombre inteligente que te descubre tus faltas y te reprende, asóciate con ese sabio:es un descubridor de tesoros. A quien se asocia a una persona así, le va mejor y no peor.

 

Si reprende, si aconseja, si aleja de lo malo, tiene el aprecio de los buenos y la antipatía de los malos.

 

No te asocies a malos amigos, no te asocies a hombres que nada valen; asóciate a buenos amigos, asóciate con los mejores.

 

79. El pandit se regocija siempre en el dharma (dhamma) enseñado por los ariyas. Absorbiendo el dharma (dhamma) vive feliz, con su mente serena.

 

80. Los que cavan acequias encaminan el agua; los flecheros enderezan la flecha; los carpinteros, la madera; los sabios se domeñan a sí mismos (attan).

 

81. Como la roca compacta no tiembla con el viento, así el sabio no se conmueve ni en el reproche ni en la alabanza.

 

82. Al escuchar el dharma (dhamma) los sabios se tornan serenos, como lagos profundos, tranquilos y cristalinos.

 

83. En toda circunstancia el hombre bueno practica el renunciamiento y no dice cosas inspirado por el deseo del placer; el sabio no se altera cuando la felicidad le llega o la desgracia (dukkha) lo alcanza.

 

84. No desee hijos ni riquezas ni reinos, ni con miras a sí mismo (attan) ni con miras a otros; no desee su propio (attan) éxito con una conducta injusta; haga suya la disciplina moral (sila), haga suyo el conocimiento (pañña); siga el dharma (dhamma).

 

85. Pocos son los hombres que han alcanzado la otra orilla; los otros prosiguen en esta orilla.

 

86. Pero aquellos que, una vez predicado el dharma (dhamma), actúan de acuerdo con el dharma (dhamma), esos irán allende el dominio de la muerte, tan difícil de superar.

 

87. Abandonando la conducta (dhamma) sombría debe el pandit aplicarse a la conducta luminosa. Saliendo de su hogar para asumir la condición de los que no tienen hogar, en la soledad, en la cual no existe el placer,

 

88 busque ahí su felicidad. Dejando de lado el deleite sensual, carente de todo, purifíquese el sabio a sí mismo (attan) de las impurezas de la mente.

 

89. Aquellos cuya mente está bien disciplinada en los elementos constitutivos de la iluminación, que gozan en el abandono de sus lazos y están libres de apego, lúcidos y con las impurezas de su mente destruidas, aquellos se han emancipado en este mundo.

 

 

CAPÍTULO VII:  EL ARHANT

 

90. No existe sufrimiento para el que ha llegado al fin del camino y se ha puesto fuera del alcance de los pesares, que se ha liberado del todo y ha roto todos sus lazos.

 

91. Compenetrados de autoconciencia (sati), abandonan sus casas; no se satisfacen con la vida de hogar: como cisnes que abandonan los lagos, ellos dejan, uno tras otro, los techos que les han dado refugio.

 

92. Como el rastro de las aves en el cielo, así es difícil de seguir el rastro de aquellos que nada guardan, que comen lo debido, cuyo dominio es la liberación incondicionada y vacía.

 

93. Como el rastro de las aves en el cielo, así es difícil de seguir el rastro de aquel que ha destruido las impurezas de la mente, indiferente a la comida, cuyo dominio es la liberación incondicionada y vacía.

 

94. Hasta los dioses envidian a aquel que ha eliminado de si el orgullo, que está libre de las impurezas de la mente y cuyos sentidos -como caballos bien controlados por su cochero- han alcanzado la calma.

 

95. Un hombre así todo lo soporta, como la tierra; en sus votos es firme como un indakhila; es como un lago, libre de fango: para él no existe samsara.

 

96. Serena es la mente (manas), serena la palabra, serena la acción de un hombre así, que, gracias al perfecto conocimiento, se ha liberado y se ha serenado.

 

97. El hombre que ya no necesita la fe (saddha) y ha llegado al conocimiento de lo increado, que ha cortado todo vínculo, ha destruido toda ocasión de bien o de mal y ha eliminado de sí todo deseo, ese, en verdad, es un hombre superior.

 

98       Dondequiera que los arhants (arhant) vivan, en una aldea o en el bosque, en el valle o en el monte, ese es un lugar maravilloso.

 

Deliciosos son los bosques; ahí no goza la gente, pero gozan los que están libres de pasiones, pues no buscan los placeres.

 

(Existe una versión agotada en Editorial Sudamericana, Buenos Aires, 1967. Versión más reciente en Edaf, Madrid).

 

 

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