EL TAOISMO:
ONORIO
FERRERO
(Publicado en "Cielo y Tierra", nº5,
verano-otoño de 1983).
El Tao Te Ching es sin duda uno de los libros más
importantes y enigmáticos que ha producido el pensamiento oriental.
La palabra Tao (1) significa vía, camino. Algunos
traductores, siguiendo una interpretación china más tardía, describen camino
celeste debido a una correspondencia simbólica con la vía láctea.
Otros usan la palabra regla o regla celeste, lo que
traduce en forma demasiado libre, en nuestro concepto, la idea de Tao,
pudiéndose entender en un sentido normativo y dogmático, lo que no corresponde
a la concepción metafísica de los taoístas. Mucho peor nos parece el uso del
término razón, que se remonta, según creemos, a las versiones de los misioneros
(2). Además de referirse al pensamiento lógico y discursivo -que nada tiene que
ver con el Tao- no tiene en cuenta que el chino prefiere las implicaciones de
la imagen a lo implícito del concepto.
Por otro lado, la fama consagrada por la larga historia
de esta palabra constituye una suficiente razón para no traducirla.
La idea es la de un principio primordial, anterior a toda
manifestación, más allá de todo nombre, origen de todo y al cual todo debe
retornar. Se trata del camino por excelencia y no de un camino.
La palabra "Te" (teu, teh, tó, to, todos
fonemas aproximados a la pronunciación clásica) significa eficacia, manera de
conformarse a (Tao). Ha sido traducida por "virtud" (en el sentido
del latín clásico "virtus" cuya raíz "vis"- fuerza, del
sánscrito "var", no tiene connotación moral) y también por
"poder", traducciones que hemos empleado en nuestra versión según los
casos.
Contrariamente al uso corriente de la escritura
"King", hemos preferido la transcripción "Ching", de
acuerdo con la pronunciación castellana, la que corresponde a la del chino
clásico. Palabra que originariamente significaba "tejido",
"trama" (véase el sánscrito "sutra") y que significa en el
sentido común "libro" y, por excelencia, "libro sagrado",
"libro canónico" o clásico, aunque Confucio y sus escoliastas letrados
no le hayan -por evidentes razones- incluido en el canon, cuyo aprendizaje
indispensable en la formación de los letrados y funcionarios, era objeto de los
famosos exámenes.
Las informaciones que ofreceremos al lector más adelante
acerca de los problemas que enfrenta el traductor, debido a las características
de la lengua china y a la extrema concisión de nuestro texto, permitirán una
mejor comprensión de estas breves explicaciones complementadas por las notas.
El Taoísmo es esencialmente una doctrina iniciática, que
implica realizaciones en el orden metafísico y no "místico", como
algunos intérpretes han traducido equivocadamente (3).
Por esta razón -y sin que esto signifique negar la
existencia histórica de Lao Tzu- la doctrina taoísta se dirige más hacia el
mito y la cosmogonía que a la historia; por esto el simbolismo y las imágenes
tienen mayor importancia que los hechos históricos en cuanto tales.
La leyenda de Lao Tzu y del origen del Tao Te Ching se
relaciona entonces muy estrechamente con la comprensión profunda de la doctrina
taoísta. Por otro lado, los antropólogos y los historiadores de las religiones
saben muy bien lo que significa un mito de origen que se remonta a un tiempo
indeterminado (4).
Es conocida la existencia de una leyenda de fundación o
mito de origen en toda organización iniciática (5).
Un destacado sinólogo francés, L. Laloy, ha recogido la
leyenda de fuentes taoístas y la presenta por extenso.
En dicha leyenda Lao aparece en este mundo por nacimiento
virginal. Su madre le dio a luz bajo la
sombra de un ciruelo, después de haber tragado un huevo en forma de perla. El
embarazo duró setenta y dos años (6).
Lao nació como niño viejo, con cabello cano y rostro
arrugado, y como tenía orejas más grandes lo normal se le dio el nombre de Li-Ar
(orejas de ciruelo); luego tuvo el nombre de Li-Tan (orejas largas), el que fue
sustituido después por sus seguidores con el de Lao Tzu (el viejo sabio).
La leyenda indica luego varios viajes a distintos países
de oriente y su vuelta a la China donde ejerció un cargo de funcionario en el
estado de Chu. Pero terminó bruscamente su carrera, cuando subió sobre un carro
conducido por un buey azul, para alcanzar las fronteras del reino.
Allí encontró a Yin-hi, oficial gobernador del paso de
Han-ku, hombre virtuoso, que escondía su sabiduría. Yin-hi, que había tenido
una premonición de que iba a encontrarse con un gran sabio, luego de haber
conversado con Lao-Tzu, le suplicó que pusiera por escrito su enseñanza.
Este sería el origen del Tao Te Ching -según la leyenda-
en la que el libro aparece como una especie de testamento espiritual dejado por
el sabio antes de pasar la frontera del Tibet o de la India.
Entre las numerosas implicaciones que el simbolismo de la
leyenda nos ofrece, tenemos que considerar de manera especial, que la
"frontera del imperio", a la cual hay numerosas alusiones en nuestro
texto, equivale a los límites o umbrales del mundo (entendiéndose el mundo como
el mundo humano y civilizado).
Otro elemento evidentemente legendario es la atribución a
Lao Tzu de la paternidad del "Libro de la Ascensión hacia el Oeste",
de autor desconocido, que con el título de "Sermones a las Gentes de los
Reinos Bárbaros", contendría sus enseñanzas, luego de que Lao Tzu abandonó
la China (7).
La leyenda se relaciona también estrechamente con la
doctrina del "alma embrionaria" cuyo desarrollo (a no ser que se
trate de un Sabio "Sheng Jen") depende únicamente de cada ser humano
y de su manera de vivir, siguiendo la voluntad del cielo, lo cual no implica
ninguna revelación particular. Esta realización fue objeto de numerosas
enseñanzas y prácticas taoístas.
La idea del "alma embrión" está en evidente
relación con la madre secreta y universal, que se halla en numerosos pasajes de
nuestro texto (8).
En cuanto al equilibrio necesario para el desarrollo del
"alma-embrión", éste depende de un cultivo armónico entre el cuerpo y
las varias almas (vital, mental, espiritual). La doctrina de las almas
múltiples, se deriva de la antigua enseñanza china.
No existe ninguna razón de peso para atribuirla a un
supuesto chamanismo, puesto que es común a muchos pueblos y religiones antiguas
(9).
FUENTES DE LA DOCTRINA TAOISTA
Las remotas fuentes de la doctrina taoísta se hallan sin
duda en los primeros desarrollos de la más antigua cultura china, que toma su
denominación del río amarillo ("Hoang Ho") y de la gran llanura
fertilizada por este río. Antes de su expansión hacia el norte y el oeste, esta
cultura de campesinos se manifestó con una asombrosa originalidad, y de ella
salió la idea del Tao, al parecer concebida primero como principio del orden
universal impersonal, que en sus sucesivas elaboraciones metafísicas, sociales,
políticas y morales, debía dar vida a todo el pensamiento chino, sea al de
Confucio como al de Lao Tzu.
La doctrina del Tao es entonces mucho más antigua que el
Taoísmo propiamente dicho. La tabla publicada por Hsu-Ti-Shan y hasta hoy
unánimemente aceptada, indica cómo los "brujos" y los analistas que
rodeaban al rey campesino contribuyeron, cada uno por su lado, a su formación
arcaica, de acuerdo con sus investigaciones, las que tenían como denominador
común las preocupaciones cósmicas, puesto que su asesoramiento se refería a la
confección del calendario, para asegurar la correspondencia armónica entre el
ciclo de las estaciones y el ciclo de la vida agrícola y social (10).
De estas dos "escuelas" habría nacido el
"Yi Ching" (libro de los cambios) obra metafísica y cosmológica, que
luego fue usada como oráculo imperial, a través de una serie de añadiduras y
elaboraciones posteriores.
Del "Yi Ching" provienen las doctrinas
confucianas, taoístas y la del "Tao Te"
.
Aunque señalando influjos recíprocos, Hsu-Ti-Shan indica
como antecedentes directos de la doctrina específicamente taoísta, la doctrina
de los "brujos", y el Yi Ching, la "escuela de los números"
(una especie de numerología o numerosofía parecida a la de los pitagóricos),
luego la doctrina de las artes mágicas, de los adivinos, de los astrónomos (y
astrólogos), la del "Tao Te" y las escuelas de Mo Tzu. Siguen la
medicina, la higiene sexual, la escuela del calendario y la del Yin Yang, la
doctrina de los cinco elementos y la de la inmortalidad. Todas estas doctrinas
habrían confluido en la formación del Taoísmo.
Pero nos parece evidente que una línea más directa, por
cuanto se refiere a Lao Tzu y al Taoísmo antiguo, puede señalarse a partir del
Yi Ching, en las "escuelas" del Tao Te, la del Yin Yang y de la
Inmortalidad.
La idea de la armonía entre cielo y tierra y el hombre
(por excelencia el rey) intermediario entre los dos, son principios comunes a
toda la cultura china.
Una definición del Tao que ofrece Hi-Tzu:
Yi Yin un aspecto Ying
Yi Yang
un aspecto Yang
Che wei Tao
eso es el Tao
Se refiere naturalmente al "Tao que tiene
nombre" de nuestro texto y que, unido al Tao impersonal y no manifestado,
en la corriente engendrada por la polaridad de los dos principios o sea el
atractivo Yin (receptivo, femenino) y por el expansivo Yang (activo, masculino)
es la "madre" (porque ha dado origen, ha cobijado en su seno) de los
diez mil seres (todos los seres existentes) (11).
El registro de la historia ("Shi-Chin") de
Sse-Ma-Chien (145-82 antes de Cristo) es sin duda alguna la fuente escrita más
importante para la historia del Taoísmo antiguo.
LA DOCTRINA DEL YIN YANG EN EL TAO TE CHING
La doctrina del Yin Yang es uno de los productos más
geniales de la metafísica china, pero no siempre ha sido bien entendida por los
intérpretes occidentales.
Cuando comenzó a ser conocida en occidente (12) se señaló
cierto paralelismo con la díada de los pitagóricos, teniéndose especialmente en
cuenta los ejemplos que se encuentran en la "Metafísica" de
Aristóteles. En efecto, en ambas doctrinas existe la coincidencia en atribuir a
la dualidad y no a la unidad el principio de la multiplicidad (13).
La unidad es concebida como "Tai Ki", la
mónada, en ambos casos en el sentido metafísico y no matemático; quizá esto se
explique por faltarles tanto a los chinos como a los griegos el cero, del cual
la unidad metafísica toma, a veces, el lugar.
La díada de lo pitagóricos se asemeja algo al Yin Yang,
pero no ha tenido ni la importancia, ni las aplicaciones sucesivas a todas las
ciencias que se han producido en la cultura china debido a que a Grecia le ha
faltado un libro como el "Yi Ching".
Se han registrado también analogías entre Lao y
Heráclito, y éstas no pueden negarse por cierto en lo que se refiere al uso
constante de la paradoja, a una dialéctica subordinada a la metafísica, la que
lleva siempre implícita la idea de una unidad superior. En este sentido el
Logos heraclíteo tiene cierto parecido con el Tao.
Pero en cuanto se refiere a la explicación de la dinámica
del mundo, "pólemos" y "eros" no pueden asimilarse al Yin
Yang, puesto que se presentan como fuerzas opuestas de atracción y repulsión;
mientras que el Yin y el Yang son principios polares complementarios, más bien
que opuestos, y solamente el desequilibrio entre ellos determina la falta de
armonía
Marcel Granet, en sus obras sobre la cultura china, ha
descrito muy bien el proceso de descubrimiento del ritmo del Yin y del Yang en
esa antigua cultura. Como todos los
pueblos dedicados a la agricultura, los chinos han atribuido una gran
importancia a los ciclos astronómicos y a su influencia constante en la vida de
la sociedad humana y de sus labores.
El período Yin, durante el año, corresponde al otoño y al
invierno, y durante el ciclo diario, a la noche y a la luna. En este periodo no
hay trabajo en el campo, la sociedad subsiste por las labores de las mujeres
que tejen, que son activas en el hogar. Se ha notado también la relación entre
el ciclo menstrual y las fases del mes lunar.
El período Yang, durante el año corresponde a la
primavera y al verano, al día, al sol, al calor. Los hombres trabajan el campo
con la fuerza de sus brazos. Yang corresponde al sexo fuerte.
Las antiguas canciones nupciales chinas, traducidas por
Chavannes, celebran los "matrimonios" masivos que se efectuaban
durante la primavera, cuando los jóvenes cruzaban a nado el río para unirse con
las jóvenes y procrear. Esta era la unión del Yin Yang.
La explicación de Granet, sin embargo, pretende atribuir
el descubrimiento del Yin Yang a causas puramente sociológicas y concibe la
naturaleza un poco a la manera del hombre moderno, como un conjunto de
fenómenos, dentro de una cosmovisión "naturalista" algo desligada de
la metafísica y no según el testimonio de toda la cultura china tradicional, de
una visión global del mundo, de aquella visión que Henry Corbin ha definido
como Hierocosmología.
Granet parece olvidar que el orden superior a lo humano
estaba en poder del Augusto Cielo ("K'wang-t'ien"), llamado también
el Señor de lo Alto ("Shang-ti") que reside en la Osa Mayor.
Y lo más grave es que -contra toda la tradición china,
sin una sola excepción- concibe el Yin Yang como anterior al Tao.
Para pensar en las fases de la luna, hay primero que
pensar en la luna; de esta manera, primero hay la idea de un orden y luego de
sus ritmos.
Así, el Yin y el Yang son a la vez principios metafísicos
y en forma subordinada, aspectos de la naturaleza del cosmos, de la especie
humana, de los animales, de las plantas y hasta de las cosas, que no son
concebidas como inanimadas, porque llevan fuerzas Yin y Yang.
En la dinámica de la vida universal, aun en lo físico,
pero debido a su naturaleza metafísica que depende del orden superior que es el
Tao, hay un orden de prioridad que se expresa así:
Tao Yin Yang
y no, Tao = Yin Yang.
Algo enigmática aparece la razón por la cual el Yin
receptivo y oscuro, antecede tradicionalmente al Yang, expansivo y luminoso.
Los sociólogos aducen una razón histórica y
antropológica; la que el régimen matriarcal habría sido anterior al patriarcal
en la China arcaica, y este hecho explicaría por qué la tradición pone el Yin
antes que el Yang.
Parece difícil creer que los pensadores chinos -y sobre
todo aquellos de la "escuela del Yin Yang"- hayan mantenido por esta
sola razón histórica y durante el patriarcado, este orden sin alterarlo, sin
que haya intervenido otra razón.
Pensando en el alma-embrión, hay que tener en cuenta la
anterioridad de la situación subterránea, oscura, de la semilla, del caos, del
huevo, a la del árbol, del orden cósmico, de las aves y de los seres orgánicos.
Hay que considerar la idea de lo embrionario, en cuanto
tiene en sí, en principio, todas las virtualidades de sus desarrollos futuros.
Es sabido cómo esta idea es de suma importancia en el Taoísmo y en su constante
del retorno al caos primordial, que es una imagen de la unidad indistinta a
partir de la cual se expandió el mundo mediante un movimiento en torbellino,
que hizo que las cosas individuales (los diez mil seres) se desprendiesen en
sus distintas combinaciones de Yin y de Yang.
Por otro lado, no hay lector perspicaz de nuestro texto,
que no vea la insistencia en los símbolos del Yin como particularmente
significativa, en relación con el Te. Los textos sobre las ventajas del agua,
de la humildad, de la receptividad, de la oscuridad, de la debilidad -todos
ellos símbolos del aspecto Yin-
contrapuestos a los correspondientes del aspecto Yang, parecen sugerir que el
Te consiste en el elegir el Yin para realizar el Yang.
Los confucianos -que conciben el Yin Yang con menor
profundidad sitúan el Yang en absoluta
superioridad y le confieren también un rasgo de superioridad moral.
Al producirse la decadencia del Taoísmo tardío, en la
práctica de la magia, la doctrina del Yin Yang produjo una cantidad de
prácticas extrañas, pero no cesó nunca de mantenerse en vigencia.
Es innegable que, aunque nuestro texto se inspira en una
noble afirmación de sabiduría, hay en él algunos pasajes que pueden prestarse a
esta clase de interpretaciones, quizá debido al influjo de lo que se ha
propiamente denominado la "escuela del "Yin Yang" (a la que se remonta
la alquimia china), por lo menos en la época de la redacción de Wang Pi (siglo
II D.C.).
HACER -NO -HACIENDO (WEY-WU-WEY)
Lo que acabamos de decir a propósito de la mayor
importancia de lo latente y oscuro, como "modo de proceder" (que por
otro lado resulta conforme a la naturaleza iniciática) del Tao, nos obliga a
ofrecer una explicación indispensable acerca de la expresión china
"Wu-Wey", "No-hacer", muy usada en nuestro libro, y que
muchos occidentales poco perspicaces han interpretado como quietismo y
pasividad.
Aquí podríamos citar aquel fragmento de Heráclito que se
refiere al poder del niño y que puede confrontarse con los numerosos pasajes
que nuestro texto ofrece acerca del niño (14).
En verdad, es
muy difícil para un hombre occidental moderno -como para todo oriental "occidentalizado"-
entender una doctrina de la acción como aquella del "Wey-Wu-Wey"
(hacer-no-haciendo).
La idea taoísta es la de un retorno a la acción
espontánea, como la del niño que juega, únicamente por jugar, como la del
viento que mueve los árboles, como la del riachuelo que corre.
La moderna psicología occidental atribuye a los juegos
del niño una importancia muy notable en el desarrollo futuro de su
personalidad. Los mismos psicólogos han notado en el hombre el prevalecer de la
memoria de los hechos remotos y el remontarse a la niñez como a una "edad
de oro", lo que explica también la predilección de los viejos hacia los
niños y su mayor comprensión de la mentalidad infantil; hechos cuya importancia
no carece de significado si se piensa en la experiencia de vida que el anciano
posee.
Los taoístas están aquí en oposición abierta y expresan
su rechazo por los ideales confucianos y por la falacia de su manera de
concebir la existencia humana, valorizando esencialmente la maduración racional
y la experiencia como factores enteramente positivos. Rechazan además la
imposición de las actitudes solemnes en el trato con los demás y con todos los
convencionalismos fijados por el ritual, que el niño desconoce.
Esto nos aclara además las aparentes extravagancias y los
modales de "niños traviesos" adoptados por los taoístas en los medios
populares (15). La conciencia "difusa", la visión abierta del niño,
cuya mente no está todavía esclavizada por los prejuicios y los hábitos, es
comparable a la actividad natural y puede relacionarse con otros famosos textos
taoístas como aquél que afirma que el sol no necesita conciencia de dar la luz
y el calor (la vida) a la tierra para darla; que el cielo manda la lluvia sin
"tener la intención" de beneficiar a la tierra, etc.
"El buen caminante no deja huellas" dice
nuestro texto. Se trata de la acción impersonal, espontánea, que actúa como los
fenómenos naturales.
Mientras que en los medios confucianistas hasta los
gestos y las palabras están rígidamente reglamentados, como la "piedad
filial", la "benevolencia" ("Jen"), nuestro texto
afirma que el cielo no es "Jen" (benévolo, humano) y tampoco lo es el
sabio ("Sheng Jen") que procede de acuerdo con el Tao.
La conciencia del "yo" y la "referencia al
yo" (en sánscrito "Ahamkara") se adueña de la acción, la
estropea y la malogra, porque la subordina -más o menos claramente- a sus
propios fines.
Se trata de una concepción que no es tan sólo taoísta
pues la encontramos en toda la espiritualidad del oriente tradicional y que es
propia también de los contemplativos occidentales. La aceptación receptiva (y
no pasiva) de la voluntad del cielo es la que está representada repetidamente
en nuestro texto, mediante el símbolo del "valle" y el "espíritu
del valle" ("Ku Shen"); es la ley del sabio, y el actuar
conforme a esta ley -sin tener en cuenta sus propios deseos o su voluntad
propia- es el camino trazado por el cielo, es llegar al Tao, puesto que la ley
de la tierra es el cielo, y la ley del cielo es el Tao (16). En la concepción
de los taoístas, el hombre está rodeado de fuerzas que tienden a desvirtuar sus
acciones y su conducta. No solamente el contacto con los hombres es
contaminante, sino lo es también con los objetos, con las cosas que pueden
servir de soporte a las "influencias errantes", fuerzas invisibles que
el hombre profano desconoce, pero que pueden determinarlo a asumir como
propios, deseos y logros que provienen de estos influjos.
Asimismo el Taoísmo condena la autosuficiencia, la ley
que uno se da a sí mismo, arbitrariamente, puesto que se da en la ignorancia de
sus causas ocultas.
La "etiqueta" social, y los ritos civiles, como
los concebía Confucio, de acuerdo con el "Li-Ki" ("Libro de los
Ritos") no representan una manera de estar en constante armonía con la ley
del Cielo, a través de una complicada sintonización con los ritmos de la
naturaleza. Para el taoísta todo esto se ha vuelto un artificio y una
sofisticación de lo natural, lo que desvirtúa precisamente esa armonía.
Por eso, el verdadero sabio se presenta a los hombres
como un mendigo, como un torpe (17), como un loco. Todo el convencionalismo
social hace que el sabio tome esta actitud de contrapie y se presenta como
envuelto en las fuerzas oscuras del Yin, templando la luz interior, como dice
nuestro texto. Porque ésa no es "su luz" sino la luz, no es "su
gloria" sino la gloria.
Sólo así puede ser el "valle del mundo" o el
"cauce del mundo", sólo así puede "estar en el centro" que
es la posición polar; ser el inmóvil señor del movimiento, que todo lo dirige
sin dirigirlo.
Hay un texto que dice que el taoísta tiene que
"llegar a ver la estrella polar desde el hemisferio austral". Tiene
que "ver sin los ojos", "Oír sin los oídos", etc. como reza
el "Pankoatu" (18), porque su posición polar está liberada de las
limitaciones espaciales, es el "Eje del Mundo", niño y viejo al mismo
tiempo; porque se vuelve una personificación del espacio sagrado" como el
Tao lo es del "tiempo sagrado" siempre reversible por su
primordialidad.
Hacer-no-haciendo es "nutrirse en el seno de la
madre" (cósmica) Como dice el texto, lo que constituye su gloria suprema.
El Wu-Wey es entonces una doctrina de la acción.
El Te que realiza este tipo de acción tiene su
fundamentación en una ley que es aquella de las "acciones y reacciones
concordantes". Esta ley se halla indicada en nuestro texto y en particular
en uno de los capítulos, pero con la indicación final que prohibe enseñarla a
los profanos: "Las armas del reino no se muestran al extranjero".
Por lo que sabemos de fuentes taoístas orales, se
trataría de uno de los pilares de la tradición taoísta, y tiene una especial
aplicación referida a la ley del movimiento. La escuela mágica del Yin Yang la
tuvo en cuenta en sus desarrollos en el Taoísmo más tardío.
Puesto que la ley del mundo, en cuanto a su dinámica es
Yin Yang, ésta se aplica a los dos tipos de movimientos cuyo alternarse
caracteriza la vida biológica y natural. Al movimiento Yin = Contracción, sigue
el Yang = expansión, y el "continuum" de la vida está constituido por
esta discontinuidad en cuanto es rítmica (por ejemplo sístole y diástole en el
corazón).
Producir una contracción significa provocar una reacción
expansiva. Según los taoístas, se trata de cosas que todo hombre profano sabe,
pero a las que no se les da todo el alcance que tienen.
No podemos extendernos sobre las implicaciones cósmicas o
psicológicas de esta doctrina. Por otro lado, en nuestro texto se encuentran
muchas alusiones a ella, a través de ejemplos numerosos y variados.
Solamente tenemos que aclarar que el "Te" está
esencialmente fundamentado en ella, teniendo en cuenta que el criterio ético no
tiene nada que ver con esta doctrina.
"Que se quede el pez en la profundidad del
agua", dice Lao Tzu. Porque es demasiado evidente que esta ley puede ser
aplicada (y seguramente lo ha sido en algunos medios y oportunidades) para
conseguir fines no precisamente nobles.
LA CONCEPCION DEL HOMBRE EN EL TAOISMO
El Taoísmo ha impreso un sello particular a la concepción
general del hombre que es propia de la China tradicional, o sea a aquélla que
tiene su origen común en el pensamiento arcaico.
Entre las muchas tríadas que existen en la tradición
china (19) una de ellas se refiere al hombre, situado entre el cielo (lo
trascendente, lo espiritual) y la tierra (lo inmanente, lo material); siendo el
hombre -como hijo del cielo y de la tierra- intermediario entre los dos, este
rol es personificado por excelencia en el rey y luego por el emperador
"hijo del cielo"
Esto está en cierta correspondencia con otra tríada:
cielo, tierra y centro (espacio intermediario, en chino "chung-ho",
que significa "centro", "unión en el centro") lo que
corresponde a los "tres mundos" del cosmos religioso hindú
("bhu~bhuvarshar") y también a los tres "pachas" de la
religión incaica.
Ya hemos dicho que la unidad "Tai-Ki" no es
considerada como primer número impar, por representar la unidad metafísica.
Tres es el primer número impar, por representar el número
del cielo (Yang) en cuanto a su naturaleza, como dos es el primer número par y
representa la naturaleza de la tierra (Yin); pero en cuanto se refiere a la
acción recíproca del cielo y de la tierra, la que no puede darse sino en el
centro ("chung-ho"), y a su mesura y modo de manifestación, el cielo
está representado por el número cinco (2 + 3) y la tierra por el número seis (2
x 3) (20).
La concepción del hombre se halla entonces relacionada
con esta posición central; por eso, el emperador, al celebrar los grandes
sacrificios, tenía que estar "situado" en este centro.
Si consideramos el Taoísmo como una religión, tendríamos,
de acuerdo con el criterio de Von Glasenapp, que clasificarlo entre las
religiones del orden eterno del mundo (que en este caso tiene el nombre de Tao)
en contraposición con aquellas que se fundamentan en la revelación histórica de
Dios (personal), como Israel, el Cristianismo y el Islam. Sería entonces una
religión que pertenece al mismo grupo en el cual se sitúan el Hinduismo y el
Budismo.
El sentido de una revelación del orden eterno del
universo procede por analogía de la naturaleza (esa "analogía
universal" que tampoco era desconocida por la escolástica cristiana
medieval) llevando a través de una "cosmología sagrada" a la
metafísica.
Pero aunque el Taoísmo debía tomar en un determinado
momento la forma de una religión (con sus monjes, ritos, etc.), todos los
autores reconocen que eso no proviene de su naturaleza propia, sino de un
influjo posterior del Budismo, única religión que apareció al principio de
nuestra era, en la China, proveniente de la India.
Esto permitió al Taoísmo influir notablemente en el
Budismo chino y especialmente en la
escuela "Chan" (escuela de meditación, más conocida en occidente a
través de su versión japonesa el Budismo Zen).
Pero el Taoísmo -a pesar de sus características
religiosas formales- no ha sido nunca una religión en el sentido propio del
término. Fue esencialmente una metafísica y un modo de vida en su aspecto más
elevado, y sus oscilaciones posteriores entre la metafísica, la alquimia y la
magia, no le quitaron nunca su carácter esotérico, ni el prestigio de ciertos
conocimientos secretos, del que gozó en la antigua aristocracia, así como en
los estratos populares.
Es innegable que al Taoísmo se debe la creación de la
alquimia, de la medicina china tradicional, variadas prácticas de adivinación,
entre las que el detenido estudio de los signos corporales fue particularmente
cultivado (21).
Mucho más se ha hablado de la búsqueda de la longevidad a
través de la alquimia y de otros procedimientos, y a este propósito debemos
hacer alguna aclaración.
La idea inicial de la longevidad se halla relacionada con
el armónico desarrollo del "alma embrionaria" que supone un
equilibrio constante entre el cuerpo y las diferentes almas, evitando que una
de las facultades se desarrolle con exceso, debilitando a otras.
Esto ha producido también en los medios taoístas unas
prácticas respiratorias, similares a las del Yoga hindú (pranayama), así como
unas prácticas de dietética y hasta eróticas (22), todas las cuales -en la
opinión de Wieger- fueron importadas de la India. La novelística china presenta
a menudo a los "Tao-sse" (monjes taoístas) como poseedores de filtros
y afrodisíacos, además señala su prestigio en conocimientos médicos e
intérpretes de sueños (23).
En la China tradicional es muy conocida la alta
estimación que ha tenido la longevidad. Se encuentra expresada cabalmente en
una enseñanza de Confucio acerca del valor de la maduración intelectual en
relación con la edad. Dentro de este contexto cultural, no se puede tampoco
excluir que determinados grupos taoístas hayan buscado real y concretamente el
"elixir de larga vida", así como algunos alquimistas occidentales
debían buscar más tarde concretamente la "piedra filosofal". Pero hay
que tener presente que la idea se remonta -y esto aparece evidente en algunos
textos de alquimia- a la búsqueda de algo que ha quedado de los tiempos
primordiales y míticos, algo que el hombre actual ha perdido.
Este es el sentido de las numerosas alusiones que se
hallan en nuestro texto acerca de una simplicidad idílica, de una edad de oro,
de un perfecto "status" social que hubiera caracterizado aquel pasado
remoto, en el que los reyes así como los súbditos, seguían espontáneamente los
principios emanados del Tao mismo.
El mismo Chuang Tzu hace remontar al mítico Hoang-ti
(2.697 antes de nuestra era) los orígenes del Taoísmo y presenta la tradición
taoísta como la de Hoang-Lao. La longevidad taoísta, así como la concepción de
los "inmortales" no fue nunca, en los círculos taoístas ilustrados
sino el símbolo de una integración del ser humano con la emanación del
principio trascendente que reside en él y es en este sentido como deben
entenderse los grandes textos taoístas como Lao Tzu, Chuang Tzu, Lieh Tzu.
LA COSMOGONIA CHINA Y EL TAOISMO
Las enciclopedias chinas citan a menudo ciertos textos de
una obra perdida que se remonta al siglo III de nuestra era, conocida bajo el
nombre de mito de "P'an Ku". Se trata de uno de aquellos mitos que
Eliade denomina "mitos de creación". Lo interesante de este mito es
la configuración del caos primordial como un huevo cósmico, lo que sugiere una
coincidencia con la cosmogonía de la India ("Hiranyagharba") como con
la de los Orficos y, según Lehmann Nietzch (en su "Coricancha")
también con aquella del "Tahuantinsuyo".
P'an Ku es una especie de demiurgo, intermediario entre
la tierra (Ying) y el cielo (Yang) que, siendo a la vez dios en el cielo, y
santo en la tierra, a través de nueve transformaciones, vivió 18.000 años.
En otra versión del mito que se halla en el "Chu Yi
Ki" (siglo VI D.C.) P'an está representado como un macrocosmos
antropomorfo, como una especie de hombre universal, cuyas partes forman el
cosmos.
Más importante es el mito de la pareja imperial
"Fu-Hi" y "Niu-Kua", siendo esta última denominada la
"madre que comenzó a modelar a los hombres con la tierra amarilla"
(el texto "Fong-su-t'ong-yi es del siglo II D.C.) de importante figuración
en la arqueología china.
Existen además textos de Sse-Ma-Chien y de Mo-Tzu que se
refieren a grandes inundaciones y a largos períodos en los cuales se alternan
el orden y los cataclismos en la tierra. Un libro canónico, el Chi Shing, narra
un mito de separación del cielo y de la tierra.
Una cosmogonía más filosófica aparece en nuestro texto
(cap. 42) como en "Líeh-Tzu" (libro 1) "Huai-Nan-Tzu" (cap.
3) y en las numerosas alusiones de Chuang-Tzu, aunque todas parecen remontarse
a una tradición común, con una interpretación específicamente taoísta.
Pero, en tanto se refiere a la tradición primordial, y a
la formación y ordenamiento del mundo y de la sociedad humana, es evidente que
el mito de Fu-Hi, presenta el simbolismo más profundo y coherente en su papel
de ordenador del mundo o portador del saber a los hombres.
En nuestro texto se hallan numerosas alusiones a los
"espíritus". A la muerte del hombre, el alma espiritual
"Hun", vuelve a su origen cósmico mientras que el alma inferior
"P'o", receptáculo de las emociones, deseos, memorias, etc., queda desencarnada
en la tierra. Su naturaleza es Yin y por esto se asimila a los espíritus
"Kwei", ligados a la tierra y con ciertos rasgos demoníacos (aunque
no comparable con los demonios de las tradiciones judeo-cristiano-islámicas y
del Irán avéstico). Los espíritus "Shen" de naturaleza Yang, son
celestes y luminosos y podrían compararse con los ángeles.
A estas legiones innumerables, hay que agregar las
"influencias errantes", "Pai", muy temidas por su influjo
sobre los hombres.
Los inmortales ("Hsieh") son los hombres
superiores ("Sheng Jen") los sabios. Son inmortales por haber emanado
del Tao, mucho antes de la creación del Cielo y de la tierra. Son los que viven
eternamente.
Encontramos en el Taoísmo la misma distinción común a
todo el oriente, a pesar de diferencias de detalles, entre lo no manifestado y
la manifestación, que se divide en informal y formal, y esta última en psíquica
o sutil y sensible o corporal (estas dos estrechamente unidas). Así, los
"Kwei" y los "Pai" quieren representar tanto a fuerzas
telúricas, como a fuerzas de origen humano, pero fuerzas psíquicas dejadas en
nuestro mundo, lo que hace que el taoísta tema el contacto con los hombres que
pueden ser sus portadores y hasta con las cosas, que pueden funcionar como
condensadores, y busque el aislamiento, en donde encuentra a los espíritus
benéficos ("Shen2) de la naturaleza. Aunque ya nos hemos referido a ello,
hay que señalar el rol muy importante en la tradición taoísta de la estrella
polar y de la constelación de la Osa Mayor (representada mediante el símbolo de
la cigüeña). En cuanto a la estrella polar ésta lleva también el nombre de
"Tai Shi", el Absoluto Supremo del cual es un símbolo.
Esto demuestra la existencia de la tradición hiperbórea
en la China antigua, tradición que es común a todos los pueblos indo-europeos.
LA TRADICION Y LA CRITICA HISTORICA
La tradición china, de acuerdo con Sse-Ma-Chíen, hace
remontar la existencia histórica de Lao Tzu y la composición de nuestro texto
al siglo VI antes de nuestra era y lo presenta entonces como contemporáneo de
Kung-Fu-Tzu (Confucio) y del Buda Sakyamuni.
Los primeros occidentales que se preocuparon por el
estudio de la cultura china (en su mayoría misioneros católicos) durante el
siglo XVII, entre los cuales se hallaban valiosos sinólogos, en especial entre
los jesuitas, dedicaron mucha importancia a los "Ching" del canon
confuciano y estudiaron luego el Budismo chino, pero desconocieron los libros
de los taoístas, que calificaron despectivamente de "ateos y
políticos". Esto se explica debido a varias razones, puesto que aun los
más valiosos entre ellos vivían en constante contacto con los letrados
confucianos, hasta el punto de vestir sus trajes y adoptar sus ritos (24),
porque ésta era la única manera de estar debidamente clasificados en los rangos
del protocolo imperial y difundir así el Cristianismo.
Otra razón debe buscarse en la existencia de las
sociedades secretas de inspiración taoísta, que participaron activamente en la
política del imperio. Aunque los estudios posteriores hayan demostrado la
existencia de rituales, lo político parece haber tenido un rol exotérico en
estos mismos rituales (25).
Más tarde, cuando
surgió en Europa el anarquismo, Lao Tzu fue considerado en occidente como uno
de los más calificados representantes o precursor de un pretendido
"anarquismo individualista". Esto implica una lectura muy
"exterior" del Tao Te Ching. Debía pasarle a Lao Tzu algo parecido a
lo que pasó a Dante, cuando se quiso ver en toda la Divina Comedía nada más que
una alegoría política. Los misioneros del siglo XVII, muy buenos conocedores
del chino clásico, se alinearon -hasta donde les fue posible mantener su
influencia en la corte (siglo XVIII)- con los letrados confucianos, viendo tan
sólo en el Budismo un peligroso enemigo.
Aunque existan en nuestros textos algunas coincidencias
con las doctrinas evangélicas ("Los últimos serán los primeros").
("Quien se humilla será exaltado") el interés hacia el Taoísmo nació
con un malentendido, parecido a aquél que se produjo con el Budismo en un
primer momento.
Este malentendido consistió en ver en la idea del Tao una
traducción china del Dios personal bíblico, lo que llegó hasta el extremo de
suponer un enlace etimológico entre las palabras Tao y Deus, interpretando la
alusión al mito cosmogónico del capítulo 42 de nuestro texto, como una
referencia a la creación del mundo por obra de la Trinidad cristiana.
Fue el siglo XIX el que vio surgir los primeros estudios
serios y las primeras traducciones del Tao Te Ching, estudios que se
intensificaron y traducciones que se multiplicaron en occidente durante nuestro
siglo.
En la fase inicial, los sinólogos aceptaron -en lo que se
refiere a la época en la que vivió Lao Tzu y a la composición del texto- la
tradición china y todas sus fuentes desde Sse-Ma-Chíen (cuya obra fue luego
traducida al francés por E. Chavannes). Incluida la autenticidad de la alusión
que se halla en el canon confuciano a una entrevista personal entre el mismo
Confucio y Lao Tzu; asimismo el testimonio de Chuang-Tzu, Lieh Tzu, el
"Lieh-hsien-chuen" de Loo-Hung (siglo IV D.C.), los "Anales del
reino de Chow" de Chuh-hsi y el "Libro de la Ascensión hacia el
Oeste".
Todas estas fuentes indican el siglo VI antes de Cristo
como el siglo de Lao Tzu.
Pero luego, los sinólogos occidentales comenzaron aplicar
los criterios de la llamada crítica histórica o filológica. Al faltarles los datos exactos que figuran para
la biografía de Confucio (551-449 antes de Cristo), atribuyeron la ubicación de
Lao Tzu en el siglo VI a una pretendida intención apologética de las fuentes
(sobre todo por lo que se refiere a Sse-Ma Chien, por el hecho de haber sido él
mismo taoísta}.
Guiados por aquella tendencia inconsciente -que René
Guénon ha señalado en varias oportunidades- a reducir la antigüedad de los
textos orientales, y sagrados en general (que es común a dicha critica, y que fue
aplicado también a la Biblia) no han logrado, sin embargo, ponerse de acuerdo
en establecer el siglo en el cual tendría que ubicarse a Lao Tzu.
Sus imitadores chinos y japoneses han resumido su
posición en los siguientes tres puntos (26):
1) Que el texto que hoy se presenta no puede tener como
autor a Lao-Tan (Lao Tzu) contemporáneo de Confucio.
2) Que un texto muy parecido existía al final de la época
de Los Reinos Combatientes, época en la cual se disolvió el primer feudalismo
chino que surgió en el siglo IX antes de Cristo.
3) Que muchos de los aforismos que figuran en nuestro
texto, circulaban desde hacía mucho tiempo (?) en los medios filosóficos, pero
que no eran atribuidos a Lao Tzu.
La opinión más generalizada (aunque no unánime) de dicha
crítica histórica, señala el final del siglo IV antes de nuestra era.
Es evidente que Wolf ha hecho escuela, puesto que tenemos
para Lao Tzu y con respecto a nuestro texto, algo muy parecido a la famosa
"cuestión homérica", primer ensayo de la frivolidad de los eruditos.
El acentuado individualismo que caracteriza a la crítica occidental y el
prevalecer de sus preocupaciones históricas, el ansia de demostrar la falsedad
de toda tradición, es su lugar común.
Y a ésta, hay que agregar otras argumentaciones, de tipo
etnológico, como aquélla de Itzutsu (27) que
basándose en Sse-Ma-Chien, que vincula a Lao Tzu con el estado de
"Chu"- quiere ver en ello una prueba de una inspiración chamánica,
propia del "espíritu de Chu". Es el mismo espíritu antitradicional e
iconoclasta que levantó la docta polvareda acerca de la personalidad y de la
obra de Shakespeare.
Todo esto, para nosotros, presenta muy escaso interés.
Hemos dicho varias veces a nuestros estudiantes universitarios, que la
"cuestión homérica" no tiene ninguna importancia puesto que poseemos
aquello que los griegos llamaban Homero: eso es la Ilíada y la Odisea.
Los mismo puede decirse del Tao Te Ching que los chinos
denominan simplemente Lao Tzu.
No hay quien no vea, por otro lado, la vulnerabilidad del
segundo y del tercer argumento citados, si se piensa en una tradición oral, la
que puede muy bien remontarse al siglo VI, y que aparece en la misma
refutación. En lo que se refiere a interpretaciones tan singulares del texto de
Sse-Ma-Chíen, como a una supuesta interpolación del canon, en el encuentro con
Confucio, se trata siempre de hipótesis subjetivas que no están demostradas por
ninguna prueba fehaciente.
La leyenda de Lao Tzu no niega su existencia histórica
-que aun estos hipercríticos siguieron admitiendo- como la leyenda del
"Lalitavistara" no excluye la existencia histórica de Buda.
La única posibilidad que queda abierta para estos
"científicos" sería la existencia de una "prueba" tangible,
por ejemplo un hallazgo arqueológico. Señalemos, sin embargo, algo curioso que
pertenece al sentido común, con respecto al espíritu (ya no chamánico) sino del
texto mismo. Un texto que exalta el anonimato y la oscuridad y que dice que el
"buen caminante no deja huella", nos parece que debería desanimar un
poco a todos aquellos que buscan desesperadamente su paternidad.
Por otro lado reconocemos como muy probable que el Tao Te
Ching -cuya inspiración en el Yi Ching es innegable- haya sido compuesto
mediante sucesivas estratificaciones como lo fue el Libro de los Cambios.
No hay que olvidar que el individualismo de Confucio, que
ha servido como punto de referencia para estas inútiles especulaciones, es algo
excepcional en la antigüedad oriental, en la que es costumbre atribuir
doctrinas desarrolladas por unos discípulos, de acuerdo con una determinada
tradición, a veces durante algunos siglos, a su fundador, sin necesidad de
pensar que se trate de un ser mítico y sin ponerle un "pseudo" por
delante.
NOTAS
(1) Rousselle, en su traducción alemana, transcribe
"Dau".
(2) "Ratio", "Logos" está
representado por los chinos por el simbolo del Dragón ("Lung").
(3) Lo "místico" se halla vinculado con la
Religión, o por lo menos con cierta "religiosidad" e implica un
estado de pasividad, además de tener relaciones estrechas con la vida afectiva.
Véase René Guénon, "Apreciaciones sobre la Iniciación", CS, Buenos
Aires, 1993. Cap.: 1 "Vía iniciática y vía mística",
(4) Ananda Coomaraswamy lo ha interpretado de la
siguiente manera: "había una vez, para siempre". Así interpreta M.
Eliade el "in illo tempore" de los textos evangélicos.
(5) Véase B.
Favre. "Les Societés secretes en Chine". París, 1933.
(6) 72 es uno de
los números que figuran en los "cuadrados mágicos" chinos. También
corresponde a la división del año en 5 partes, cada una de las cuales vale 72
(6 x 12). Al descomponer 360 según la relación 3/2, se opone 216 (3 x 72),
emblema de Yang, a 144 (2 x 72), emblema del Yin. V. Granet, "La pensée
chinoise", Paris 1950. p. 196.
(7) El concepto de
"bárbaro", en chino "shi-fan", equivale a aquél de
extranjero, como para los griegos y los romanos, sin acepción despectiva. En
sánscrito "bárbaro" significa "tartamudo", el que no sabe
hablar bien (la lengua del país que así lo define).
(8) Es evidente el
paralelismo que presenta esta concepción con la de "Prakriti"
(Naturaleza Primordial) en la India (Shamkya y Vedanta). "Prakriti"
es en efecto el Tao, madre de los diez mil seres, mientras que
"Purusha" ("Puma") el Espíritu, es el Tao eterno que no
tiene nombre. De la unión de "Prakriti" (activa) y
"Purusha" (pasivo) nacen todas las cosas del Universo.
(9) Además de la India, la encontramos en el Egipto
antiguo, en el Irán, en el Islam shiíta, entre los Griegos y hasta entre los
Hebreos (en donde "Nephesh" o "Nashama" se hallan distintos
de "Ruah") y entre muchos otros pueblos. Lo fundamental en estas
doctrinas es la clara distinción entre lo psíquico y lo "espiritual".
(10) Véase R.
Grousset; Histoire de la Chine Paris, 1945.
(11) El número 10
es interpretado a la manera de la Década
pitagórica (1 + 2 + 3 + 4). Mil es un símbolo del número indefinido, como para
los hindúes, con los cuales los chinos tienen en común el empleo de los números
simbólicos. Así, el Tao sin nombre es parangonable al Brahman neutro de los hindúes,
acerca del cual no se puede decir sino "Neti, Neti! ("na-iti"):
no es esto, no es esto.
(12) Véase nuestro
artículo sobre el Yi Ching en la cultura occidental en la Revista de la
Universidad Católica del Perú. 1955. Tomo XV. N.l.
(13). Esto explica
también la existencia en muchas lenguas del género dual, diferente del plural.
(14) Shamkara, el
gran filósofo hindú, al preguntarse sobre la razón que ha determinado la
existencia del universo por Brahmâ, contesta con la palabra
"lila": juego. El texto
aparece en Hipólito. Refutaciones IX, 9.4.
(15) Véase, por
ejemplo, en "Lie-Sien-Chuan" ("Biografías legendarias de los
inmortales taoístas de la antiguedad"). Texto chino y traducción de M.
Kaltenmark al francés. Pekín, 1953. Para una comprensión profunda de estas
actitudes: R. Guénon: "Initiation et réalisation spirituelle", Capítulo
XVII, "Folie apparente et sagesse cachée". XXVIII, "La masque
populaire" y XXIX, "La jonction des extrêmes". Traditionnelles,
Paris, 1952.
(16) Sobre el
sentido que tiene la expresión "Voluntad del Cielo", véase
Matgioi. "La Voie
Métaphisique", París, 1956.
(17) En el Mito de
la Caverna de Platón, el que ha salido de la cueva y ha recibido la
"iluminación" aparece como un loco, y su comportamiento en la
oscuridad se vuelve torpe.
(18) La voz sin
palabras; el oído sin sonido; la vista sin el objeto; la posesión sin el
contacto (...). Rezar con los labios mudos, creer con los oídos cerrados; andar
con los ojos bajos; agarrar con manos inmóviles (...)
"Pran-kho-a-tu", 1, 3. Trad. Evola en "Il Libro della Via della
Virtú di Lao Tzé", Lanciano, 1923.
(19) Véase René
Guénon, "La Gran Tríada", Obelisco, Barcelona, 1986.
(20) René Guénon,
Op. Cit., p. 64 y sig.
(21) Véase William. A. Lessa. "Chinese Body
Divination", Los Angeles, 1968.
(22) M. Eliade, "El
Yoga, Espiritualidad y Libertad", La Pléyade, B. Aires. Julius Evola en
"Metafísica del Sexo", Olañeta, Palma, 1997, dedica un capitulo a las
prácticas sexuales secretas en el Taoísmo chino. Véase también Kaltenmark, op.
cit.
(23) El
"Kwan- Yun Tsu" o "Libro de los sueños", mencionado en los
"anales de Han" (tres siglos
antes de nuestra Era) es una obra que, por sus atisbos e
"intuiciones", debería interesar mucho a los psicólogos
contemporáneos de occidente, aunque no seria raro que algunos de ellos la
conocieran, como pasó con el complejo de Edipo, acerca del cual Freud nunca
citó la remota fuente budista.
(24) Un ejemplo
famoso es el del Padre Matteo Ricci S.J., por la célebre polémica suscitada en
la Iglesia Católica debido a los llamados "Ritos Chinos".
(25) Véase Favre.
Op. Cit.
(26) Véase Kaltenmark, "Lao Tseu et le
Taoisme". Paris, 1965. p. 19.
(27) T. Itzutsu,
"Sufismo y Taoísmo", tomo II, Siruela, Madrid, 1997.
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