martes, 30 de agosto de 2011

Legislación antifamiliar pone en peligro tu pensión


Legislación antifamiliar pone en peligro tu pensión

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Pues es bien sencillo: no aumenta el número de cotizantes y aumenta el número de beneficiarios. Los mismos a aportar, más a repartir. Con lo cual, dado lo chungo de las perspectivas del sistema público de pensiones a causa del invierno demográfico y el aumento de expectativa de vida, es como echar gasolina al fuego. De hecho ya antes de la promulgación de la ley del homomonio y de la equiparación de las parejas de hecho a los matrimonios a efectos de pensiones, se había producido alguna sentencia reconociendo prestaciones a causa de la “presión social”. En concreto a alguna viuda gitana: ya sabéis que a menudo los gitanos se casan por su rito, que no tiene validez civil, y entonces claro, luego las pasaban canutas para reclamar la viudedad. Ahora ya todo vale: te comentaba el otro día en plan coña que yo estoy por proponerle matrimonio a Manolo, un minero jubilado con una pensión de cojones que aparece con frecuencia por las barras de los bares que visito, yo creo que entre la silicosis y la mala vida le quedan dos telediarios. Y ya se lo he dicho: Manolo, tenemos que casarnos. Pues eso, que va a haber mucho fraude.

Contra lo que dice la propaganda del gobierno la llegada de inmigrantes no va a ser el balón de oxígeno que salve de la quiebra al sistema de pensiones: sus trabajos son muy precarios, a tiempo parcial, a salto de mata, con muchas lagunas de cotización y casi siempre con bases mínimas. Por otra parte el tan cacareado fondo de reserva a día de hoy no cubre más que unos cuantos meses. La previsión es que si las cosas siguen así cuando los babyboomers lleguemos a la edad de jubilación el sistema ya habrá quebrado a causa de la inversión de la pirámide demográfica.

Es cierto que en estos últimos años la creación de empleo ha sido grande, en términos de cotizantes varios millones. Pero casi todo mileuristas e inmigrantes, o contratos a tiempo parcial. Con lo cual se ha puesto un parche para sanear el sistema a corto plazo y constituir un modesto fondo de reserva, pero a largo plazo el peligro estructural sigue ahí: en unos años no habrá cotizantes suficientes para mantener a los pasivos. Hoy la relación es, grosso modo, de dos trbajadores activos por cada pensionista. Cuando la demografía conduzca a una relación 1:1 la situación de la SS será financieramente insostenible.

¿Soluciones? En Alemania ya han empezado: retraso de la edad de jubilación, paulatinamente de los 65 a los 67. Otra solución parcial: incrementar el periodo mínimo de cotización para generar el derecho a la prestación, eso ya se ha hecho aquí este año: ha subido a quince años –hasta el año pasado eran también quince años pero cada año contaba por catorce meses por el efecto de las pagas extras, eso se ha eliminado-. La perspectiva es que se siga incrementando el periodo mínimo de cotización. Otro parche: incrementar el periodo que se toma en cuenta para el cómputo de la pensión, de tal manera que se haga una media de lo cotizado en toda la vida laboral y no lo de los últimos años que es cuando más se cotiza. Pero ya digo, estas medidas, unas ya tomadas y otras que se adoptarán en los próximos años, son parches que sólo retrasarán mínimamente el colapso del sistema. Otro parche adicional: incentivar el retraso en la jubilación con un plus porcentual en la pensión, típica engañifa en la que caerán no más de cuatro compulsivos workholics pero que sirve al ministro de turno para vender “soluciones imaginativas y flexibles”.

La verdadera solución a largo plazo, si se quiere continuar con un sistema público de pensiones de los de “reparto”, esto es, de los que garantizan la solidaridad generacional por ser los cotizantes en activo los que sufragan las pensiones de los pasivos, es implementar políticas eficaces de protección de la familia y fomento de la natalidad. O sea, todo lo contrario del gaytrimonio, las inestables y poco comprometidas con la paternidad parejas de hecho y toda esa mierda experimental de nuevas formas “flexibles” de convivencia. Sólo la familia estable y como Dios manda garantiza un fecundo recambio generacional que sustente un sistema de seguridad social de reparto.

¿Pero, poniéndonos un poco conspiranoicos, qué es lo que quiere el sistema? Quiere que sobre el sistema público penda la espada de Damocles de la insolvencia para que el gran capital nos venda sus sistemas privados complementarios: “suscriba usted un plan de pensiones buen hombre, que la de la Seguridad social igual se queda sin ella”. Y ya sabemos quién está detrás de los grandes bancos y aseguradoras: la plutocracia judaica o masónica o yanqui o lo que cada uno quiera creer. Primero el sistema fomenta un desarme moral que destruye la familia y muestra a la paternidad como un engorro a evitar. Se promueve el individualismo, el hedonismo, el relativismo. “Oiga usted, los hijos son un marrón, cómprese un coche último modelo y permítase un crucero por los fiordos, no sea gilipollas”. Una vez que el capitalismo ha destruido a la familia como red de solidaridad que ha funcionado durante milenios, el individuo queda completamente rebajado a la categoría de consumidor y ya puede ser bombardeado por los omnipresentes medios publicitarios para que el sistema le chupe la sangre a base de bien: con hipotecas, con seguros, con planes de pensiones, haciéndolo sentir un apestado si no dobla su cerviz y se somete a lo que toda la aborregada masa hace: llenar el carrito en el híper y pagar televisión por satélite, como un imbécil.

Vuelvo al tema. No lo tengo muy claro pero quizá cabría llegar a una solución “a la chilena” o al menos intermedia entre la capitalización y el reparto. Me explico: el sistema de reparto es el actual de la Seguridad social, como ya dije arriba: con las cotizaciones de los activos se pagan las prestaciones de los pasivos. Un plan privado de pensiones es un sistema de capitalización: o sea que cada uno con sus propias aportaciones va formando una especie de hucha con la que cobrará su jubilación en la forma que elija cuando llegue el momento: renta vitalicia, capital… O sea, que es parecido a un fondo de inversión normal sólo que con la diferencia de que sólo es disponible cuando llegue la jubilación o en casos excepcionales de incapacidad permanente o fallecimiento –ahora mismo dudo si en caso de paro de larga duración se puede movilizar el saldo de un plan de pensiones, tendría que mirarlo-. La indisponibilidad de las aportaciones al plan de pensiones tiene ventajas e inconvenientes: el principal inconveniente es la iliquidez, no puedes disponer de ese dinero que igual te hace falta para una emergencia vital, yo qué sé, una grave enfermedad de un familiar. Pero esa es también su ventaja: que se afecta irrevocablemente a la contingencia cubierta, la jubilación en este caso, con lo cual en cierta medida queda asegurado que la gente no se va a pulir con antelación la pasta de su pensión.

¿Qué hicieron en Chile? Bajo la supervisión de los ultraliberales Chicago boys de Milton Friedman, bajo la dictadura de Pinochet, lograron convertir el sistema de reparto en sistema de capitalización. En pequeñísima escala es lo que ha hecho también aquí sin ir más lejos la Mutualidad de la Abogacía, que ahora funciona como una aseguradora cualquiera. Al menos creo que en Chile no se ha llevado la privatización del sistema y sigue siendo público. Quizá no fuera mala idea ir a un sistema mixto: que el Estado garantizara la solidaridad con los más desfavorecidos mediante un mínimo vital con cargo a impuestos –exhaustivamente controlado para que no se produjera picaresca- y luego un sistema de capitalización para todos –mejor público que privado-, y el que quiera complementar con sistemas privados pues allá él.

Ahora eso sí, aunque sea vender el alma al capitalismo rapaz, en plan consejo de amigo: contratad un sistema alternativo de pensiones al de la SS. Y hacedlo ya. Que luego el público, milagrosamente, se arregla y no quiebra: pues tendréis dos pagas. Pero es que a día de hoy ya digo que no se le ve arreglo, sólo parches que retrasen el momento de la debacle.

Claro que igual lo mejor es dejar que todo se vaya al carajo, invertir en pólvora como mejor plan de pensiones, y echarnos al monte a combatir el sistema antes de que llegue la edad de jubilación. Echándole huevos. A vida o muerte.

lunes, 29 de agosto de 2011

Juventud aplastada (Juan Manuel de Prada, XLsemanal 28-8-2011)

Juventud Aplastada

Por Juan Manuel de Prada

Una de las formas menos denunciadas de la corrupción política y- social que nos corroe es el aplastamiento de las jóvenes generaciones. Ocurre esto, paradójicamente, en una época que idolatra la juventud, que halaga y exalta las peores pasiones juveniles... con el sórdido propósito de mantener a esa juventud confinada en el ostracismo, enchufada a diversos paraísos artificiales que la mantengan infantilizada, embrutecida, incapacitada para asumir compromisos fuertes y responsabilidades trascendentes. Las oligarquías de las 'generaciones medias' acaparan como en ninguna otra época de la historia el poder en sus más diversas expresiones; y se resisten como nunca a entregarlo. Han aprendido a utilizar en provecho propio los resortes del mando, han logrado usufructuar un régimen político, social y cultural que les beneficia (y en el que los intereses privados han sustituido impúdicamente al bien común); y contemplan con recelo a los jóvenes, todavía no maleados por el tejemaneje de los intereses creados, en cuyas cualidades —voluntad, coraje, generosidad, espíritu de sacrificio, imaginación viva, optimismo creador— ven un peligro temible. De ahí que las oligarquías de las 'generaciones medias' se empleen con especial denuedo en corromper a los jóvenes, brindándoles una educación cada vez más endeble y embotadora de sus potencias, anestesiando su curiosidad intelectual, extirpando sus inquietudes religiosas, embruteciéndolos en suma; y, mientras los embrutecen, los aplauden y llevan en palmitas, como a esclavos consentidos. Solo cuando están suficientemente embrutecidos, se les permite el acceso a la influencia y el poder... Salvo que den pruebas de someterse temprano, salvo que demuestren un compromiso prematuro con los intereses vigentes. En este caso, no vacilan en encumbrarlos a las más altas magistraturas y puestos de responsabilidad; pues de este modo se crea el espejismo de que la juventud está siendo promocionada, cuando lo que en realidad se promociona es la juventud fiambre.

Suele decirse que los años atemperan las pasiones; y es cierto. Pero no solo las pasiones más viles y desenfrenadas; también las pasiones más nobles. La sagrada pasión del entusiasmo, por ejemplo, es propia de la juventud; y también el altruismo. Pero el entusiasmo y el altruismo son pasiones de las que abominan las oligarquías de las 'generaciones medias', que fundan su hegemonía en cálculos interesados y en el triunfo lento, pero inexpugnable, del egoísmo. El espíritu de las 'generaciones medias' es materialista: busca la permanencia, el lucro, el goce pacífico y sin sobresaltos de los honores conquistados y las prebendas adquiridas; el espíritu juvenil propende al bien moral (siquiera cuando ese espíritu no ha sido todavía corrompido) y, al no sujetar sus planes a cálculos interesados, abarca un mayor panorama, iluminado por la vivacidad de la imaginación. El joven ve la meta antes que los obstáculos; y su ardor y coraje lo empujan a sobrevolar los obstáculos, o a dinamitarlos. Pero, ¡ay!, lo que el joven percibe como un obstáculo es precisamente lo que las 'generaciones medias' han convertido en castillo de sus intereses; y para evitar que ese castillo sea reducido a escombros, se preocupan de refrenar y atemperar las pasiones juveniles. En otras épocas las refrenaban condenándolas al ayuno más riguroso; ahora las alimentan con una plétora de placeres sensuales y subalternos, hasta esterilizarlas y hacerlas inoperantes.

El estribillo de las oligarquías instaladas en el poder es siempre el mismo: proclaman la corrupción de las nuevas generaciones y, cuando las alaban, es porque las hallan suficientemente corrompidas. Pero el encastillamiento de las 'generaciones medias', convertidas en oligarquía que usufructúa el poder en beneficio propio, acaba provocando siempre

un gran malestar social. Además de los males que acarrea a la sociedad la perpetuación de su mando, provoca una reacción suplementaria de encono, de despecho, de rabia sorda entre las generaciones postergadas, que pretenden sin éxito realizar su destino, o que solo lo realizan cuando ya sus energías están agotadas, o corrompidas. Y cuando las tareas que se deben realizar son urgentes, el estado de desesperación que origina el aplastamiento y embrutecimiento de la juventud es tierra abonada para los estallidos violentos: lo estamos padeciendo, o empezando a padecer, en este crepúsculo de la Historia.

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XLSEMANAL 28 DE AGOSTO DE 2011