Jean Reyor
REFLEXIONES SOBRE
UN VOCABULARIO
Cap. 1 de Pour un
aboutissement de l´ oeuvre de René Guénon. Études sur l92ésotérisme chrétien,
Milano, Arché, 1991. Artículo aparecido originalmente en Le
Symbolisme, junio-septiembre de 1966.
Hemos tenido conocimiento, con algún
retraso, de un artículo de Jean Daniélou aparecido en la revista internacional
Eranos Jahrbuch de 1962. Este reducido estudio, que apenas llena 17 páginas, se
titula Les Traditions secrètes des Apôtres. Es
importante en el sentido en que nos aporta, bajo la firma de un religioso muy
conocido por sus trabajos sobre la historia antigua de la Iglesia (1), una precisión
acerca de un tema al que hemos aludido ya en esta revista: el esoterismo cristiano.
Se nos ofrece así una ocasión bastante inesperada- de precisar, mejor de lo que
lo habíamos hecho hasta ahora, nuestro propio punto de vista sobre esta
cuestión... candente.
El autor establece en primer lugar la
existencia de una gnosis ortodoxa: "Siguiendo a san Ireneo, se suele
oponer a la tradición pública de la
Iglesia , recibida de los Apóstoles y transmitida por la
jerarquía, la tradición secreta que los herejes del siglo segundo, en
particular Basílides y Valentino, pretendían de forma indebida haber recibido
igualmente de los Apóstoles. Pero esta oposición no agota el problema, ya que
los autores católicos del siglo segundo, Ireneo el primero, conocen igualmente
una tradición gnóstica, ésta ortodoxa, que afirman proviene de los
Apóstoles". "...la concepción
de enseñanzas misteriosas, ofrecidas por Cristo a los Apóstoles para ser
transmitidas oralmente a algunos individuos escogidos, es corriente a finales
del siglo segundo". Como Ireneo,
Tertuliano y Orígenes conocen tradiciones análogas, pero el autor más explícito
es Clemente de Alejandría:
"...Se conoce el célebre texto en el
que, al principio de los Stromata, [Clemente] apela al recuerdo de sus
maestros, quienes, dice, "conservan la verdadera tradición de las benditas
enseñanzas, directamente salidas de los santos Apóstoles Pedro, Santiago, Juan
y Pablo, transmitidas de padres a hijos, y que, gracias a Dios, ha llegado hasta
nosotros" (I, I, 11, 3). Se trata de enseñanzas reservadas a unos pocos,
transmitidas hasta entonces oralmente (13, 2), y que deben mantener un carácter
secreto. Está claro... que se trata de algo distinto de la tradición oficial
contenida en la regla de la fe, en el símbolo".
Para Clemente, la gnosis sería "una
sabiduría, ciencia y comprensión de lo que es, de lo que será, de lo que ha
sido, sólida y segura, en tanto que transmitida y revelada por el Hijo de Dios...
La gnosis corresponde para Clemente, sobre el campo cristiano, a lo que la
filosofía es en el ámbito pagano: ambas tienen por objeto el conocimiento
íntegro de lo real. Pero la filosofía no puede más que buscarlo, mientras que
la gnosis lo da plenamente, ya que su autoridad es la autoridad misma de
Cristo, Hijo de Dios. Por otra parte, según otra perspectiva, la gnosis se
opone a la simple fe. Ésta se
refiere a las
verdades y a los acontecimientos esenciales revelados y cumplidos por Cristo.
La gnosis no enseña otras verdades, sino que es su profundización. Ahora bien,
es notable que Clemente remita a los Apóstoles no sólo la tradición de la fe,
comunicada a todos en el bautismo, sino también la tradición de la gnosis, que
se comunica oralmente a unos pocos".
Jean Daniélou se refiere, en primer lugar,
a los autores griegos y latinos de finales del siglo segundo, pero éstos se remiten
a una Tradición anterior, de la cual se encuentran huellas en la literatura judeo-cristiana,
es decir, en las obras no canónicas de los siglos primero y segundo. Una
confrontación de textos relativos al ascenso del alma a través de los diferentes
cielos le conduce a la conclusión de que "las tradiciones esotéricas de
los Apóstoles son la continuación, en el Cristianismo, de un esoterismo judío
que existía en tiempos de los Apóstoles y que concierne al dominio definido de
los secretos del mundo celestial... Pero más generalmente el esoterismo
cristiano expone los aspectos del misterio cristiano que conciernen a sus
desarrollos en el mundo celestial". Se trata especialmente del descenso y
del ascenso de Cristo a través de las
esferas angélicas.
Sin embargo, sea cual sea el interés de las
especulaciones que conciernen al proceso de la Encarnación y de la Ascensión de Cristo y a
las descripciones de las sucesivas moradas de las almas después de la muerte,
hubo en estas tradiciones esotéricas algo más "efectivo": "Se trata aquí del itinerario místico.
Ahora bien, es de señalar que este itinerario, en relación con las moradas
sucesivas y con sus ángeles, se encuentra en el Pseudo-Dionisio como una enseñanza
reservada relacionada con la tradición oral de los Apóstoles. Y es que, en
efecto, se trata de la revelación de una experiencia espiritual que no puede
ser comunicada más que de maestro a discípulo, de modo que no existe un
equivalente escrito. Así, se nos aparece la existencia de una sucesión de
maestros gnósticos o maestros espirituales distinta de la sucesión de los
obispos, que transmiten la fe de los Apóstoles, dependiendo de ésta en cuanto a
la fe, pero que continúan la tradición carismática de los tiempos apostólicos y
de los Apóstoles. Esta sucesión tiene su lugar y se mantiene. El problema
estriba en determinar su naturaleza".
El trabajo de Jean Daniélou es hasta tal
punto substancial y condensado que no podemos dar una idea completa del mismo
sin reproducirlo íntegramente, y no podemos más que aconsejar su lectura.
Pensamos, no obstante, haber indicado los rasgos esenciales que permiten
extraer algunas conclusiones. De este artículo se desprende:
1º. La existencia de una
"gnosis", de un "esoterismo cristiano" ortodoxo,
persistente al menos hasta finales del siglo segundo, es decir, de una
enseñanza reservada a unos pocos de entre aquellos que habían recibido el
bautismo. Acerca del contenido de esta enseñanza, a la cual evidentemente no
pueden aludir los textos, la exposición de Daniélou no carece de ciertas
lagunas. Cuando nos dice que se trata del "dominio definido de los
secretos del mundo celestial", nos parece que se contradice un poco con lo
que él mismo dice a propósito de Clemente de Alejandría respecto a que la
gnosis tendría por objeto el "conocimiento íntegro de lo real". Si se
añade que, según la Epístola de los XII Apóstoles, la enseñanza concierne a
"lo que está más allá de los cielos y en los cielos y en el reposo en el Reino",
parece que el esoterismo cristiano abarcaba la totalidad del conocimiento de
orden cosmológico y metafísico.
2º. La afirmación de que este esoterismo no
era solamente un esoterismo "de hecho", sino que poseía un carácter
"institucional". No cabe duda de que, dada la desigualdad natural de
las posibilidades mentales y espirituales de los individuos, allí donde todos
los miembros de una colectividad tradicional tienen acceso a la misma enseñanza
y participan indistintamente en los mismos ritos hay una desigualdad en la
comprensión y en los frutos espirituales. Puede decirse entonces que la
comprensión más profunda representa un esoterismo "de hecho" con
respecto a la inteligencia común. Este esoterismo "de hecho" es el
único que habitualmente se reconoce en las iglesias cristianas. No se trata
entonces de esto.
El texto de Daniélou es perfectamente
claro: se trata de una enseñanza reservada a individuos escogidos, a unos
pocos; es algo distinto a la tradición común y pública. No es tampoco cuestión de
sectas; esta doctrina pertenece a la Gran Iglesia , y los herejes la han imitado. Se
trata de un esoterismo "de derecho" y organizado. Al principio, los
Apóstoles son los transmisores a la vez de la tradición común y pública y de
las tradiciones secretas. Más tarde se esbozan dos jerarquías, en principio
distintas: la sucesión de los obispos y la sucesión de los maestros gnósticos o
maestros espirituales. Este último título implica que no solamente se trata de
conocimientos teóricos, sino también de "realización" (Daniélou habla
de "experiencia espiritual"), luego de "métodos", y quizá ,aunque esto no lo dice Daniélou- de ritos
reservados. Sin duda, es posible hacerse una idea del género de
"soportes" y de ayudas utilizados en este esoterismo, remitiéndose a
lo que indica el P.
Testa con respecto
al simbolismo judeo-cristiano: lengua mística, números sagrados, sellos de la
cruz, nombres sagrados.
3º. La continuación en el Cristianismo,
relativamente a ciertos órdenes de conocimientos, de un esoterismo judío que
existía en tiempo de los Apóstoles. No insistiremos sobre este asunto, que ya abordamos
en un artículo anterior (2). Por nuestra parte, estamos persuadidos desde hace
mucho tiempo de la existencia de un esoterismo cristiano, e incluso más
precisamente de un esoterismo católico, y no tan sólo en los primeros siglos de
la Iglesia
(Daniélou no considera aquí más que el final del siglo II, pero nada indica que
los autores de esta época que aluden a ello hayan sido los últimos en
conocerlo). Sin embargo, no nos parece indiferente que un religioso, especialista
en historia antigua de la
Iglesia y en teología antigua, emplee esta expresión sin
connotaciones de un matiz sospechoso, como es el caso más normal entre los
autores católicos.
Algunos juzgarán sin duda a Daniélou muy
temerario. Y, no obstante, con razón, dice: "La gnosis no enseña otras
verdades (que la tradición de la fe), sino que es su profundización". En
el fondo, no dice otra cosa que san Agustín, comentando a san Pablo y citado
por Bossuet: "los mismos dogmas son leche para unos y alimento sólido para
otros, según los grados diversos de los fieles y la capacidad para entenderlos".
Siendo generalmente admitido este esoterismo de hecho, ¿por qué la existencia
de un esoterismo institucional sería inadmisible e incompatible con la doctrina
cristiana? Se puede no obstante, pensamos, intentar comprender los motivos de
esta sospecha casi general en la
Iglesia con respecto a la noción de esoterismo.
*
* *
Estos motivos son de dos clases. Unos
atañen a la idea misma de esoterismo, otros a ciertas representaciones que han
sido propuestas y a las consecuencias abusivas que de ellas se han derivado.
La idea aparece primero en la forma del
adjetivo "esotérico", que se refiere, según Littré, a la doctrina
secreta que algunos filósofos de la antigüedad no comunicaban más que a un
pequeño número de sus discípulos. Efectivamente, la distinción esotérico-exotérico
ha sido aplicada, durante mucho tiempo, a la
doctrina de los
filósofos antiguos. En Francia, según Dauzat, es solamente con la Enciclopedia (¿se
trata de un azar?) que la palabra "esotérico" toma el sentido amplio
de "reservado a los adeptos; propiamente: interior". El término esoterismo"
es, creemos, de un uso todavía más reciente.
En principio, la extensión del sentido del
adjetivo "esotérico" no tiene nada de abusivo. Es normal que, por
analogía con lo que existía en ciertas escuelas filosóficas de la antigüedad,
se aplique este término allí donde se encuentren doctrinas, métodos o ritos
reservados a una minoría que presente determinadas cualificaciones y que
mantenga la obligación del secreto. El nombre "esoterismo" conviene
para designar el conjunto de los diversos
elementos que
constituyen un dominio "reservado".
Si se admite que hay o que ha habido -poco
importa esto por ahora- una distinción esoterismo-exoterismo en el
Cristianismo, ¿por qué ha sido eliminada del lenguaje de los teólogos y de los
historiadores de la Iglesia ?
¿por qué, cuando aparece, entraña ipso facto la sospecha de herejía? Basta un
momento de reflexión para convencerse de esta verdad: allí donde existe esta
distinción, las palabras que la expresan son precisamente aquellas que no deben
ser pronunciadas. En efecto, está claro que, normalmente, esta distinción no es
conocida más que por los esoteristas, y cuando la autoridad espiritual posee los
medios para ello no puede tolerar que esta distinción caiga en la inevitable
incomprensión de las masas, a las que no podría aportar más que confusión. Una
confusión que, ciertamente, sería injustificada, ya que todos los fieles tienen
acceso a la totalidad de las verdades de la fe y de los sacramentos, que,
mediante la gracia, les permiten obtener la salvación y elevarse a la santidad,
que es la perfección del amor a Dios y al prójimo.
Se concibe que la existencia de un
esoterismo cristiano institucionalizado no podría ser revelada públicamente por
un esoterista cristiano regular y ortodoxo, puesto que, haciéndolo, habría
faltado a sus compromisos, a la disciplina del secreto que es la norma de su
condición (3). Esta revelación no podía ealizarse
sino por
esoteristas desviados, o bien por individualidades extrañas al Cristianismo de la Gran Iglesia y que
hubieran deducido existencia de este esoterismo, bien sea a partir de las
huellas que ha dejado en los textos, convertidos accidentalmente en públicos,
bien por analogía con lo que existe en tradiciones distintas al Cristianismo.
Tanto en uno como en otro caso, podría ser legítimo preguntarse sobre las intenciones
que han presidido a tales "revelaciones".
Es por ello que, hasta una época muy
cercana a la nuestra, cuando ha ocurrido que autores cristianos de indudable
ortodoxia han aludido a ciertos aspectos del esoterismo cristiano, estos
autores han hablado de "ciencias místicas", de "ciencias
tradicionales", de "doctrinas y prácticas simbólicas", de
"escuelas místicas", y no de esoterismo ni, por otra parte, de
organizaciones iniciáticas o de ritos iniciáticos. Allí estaba, en los escritos
públicos, la única
manera conveniente
de expresarse que tenían a su disposición, ya que la palabra esoterismo estaba
excluida -sobre todo si se aplicaba a un esoterismo "organizado"-, y
el término iniciación, al ser la palabra utilizada en el Cristianismo para
designar al bautismo, no podía ser empleada para designar la entrada en el
dominio esotérico, que no puede ser, en todo caso, sino una nueva iniciación,
un nuevo comienzo
(4).
* * *
No olvidemos que René Guénon, a quien a
menudo nos hemos referido acerca de numerosos asuntos, no dejaba pasar nunca la
ocasión de alzarse contra lo que él llamaba la "confusión" entre
esoterismo y misticismo, o entre vía iniciática y vía mística, y atribuía una
cierta estrechez de miras o algunos prejuicios interesados a aquellos en
quienes pensaba descubrirla. Sin duda, tenía razón en ciertos casos y en cierta
medida, pero cuando se ha indicado con firmeza la distinción entre esoterismo y
exoterismo no puede esperarse que individualidades únicamente exoteristas
puedan reconocer el esoterismo
como tal: deben
hacer entrar en sus marcos teológicos habituales lo que hayan podido aprender,
y ello con la mejor fe del mundo. Y aquellos mismos que admiten la noción de
esoterismo son, por motivos diferentes a los expuestos, conducidos a hacer lo
mismo.
Guénon reconocía por otra parte que
mustikos, de donde deriva "mística", es el adjetivo de mustês,
"iniciado". Justificaba su posición diciendo que la palabra
misticismo "es de aquellas por las cuales, lejos de referirse únicamente a
la etimología, uno está rigurosamente obligado, si quiere hacerse comprender, a
tener en cuenta el sentido que le ha sido impuesto por la costumbre, y que es,
de hecho, el único que actualmente le está vinculado. Ahora bien, todos saben
lo que se entiende
por misticismo, desde hace ya siglos, de manera que no es posible ya emplear
este término para designar otra cosa".
El argumento no nos parece convincente, y
ello por dos razones. La primera es que la palabra misticismo no está en uso
desde hace siglos, puesto que Littré la menciona como un neologismo, y los
teólogos y los historiadores de la
Iglesia no emplean generalmente este término, sino que hablan
de "la mística". Para convencerse de ello, basta con echar un vistazo
a las obras que tratan de la alta espiritualidad cristiana: Mme.
Ancelet-Hustache tituló su libro sobre Eckhart Maître Eckhart et la mystique rhénane, y no se trata de un misticismo
renano; J. B. Porion, en su admirable introducción a Hadjewich d´Anvers, habla
de una mística intelectual, de una mística nupcial, de una mística de la
esencia, y no de misticismo. Es entonces a partir de "la mística" que
hubiera sido deseable establecer, llegado el caso, una comparación con el
esoterismo y la iniciación.
La segunda razón es que, si se quisiera
renunciar al empleo de palabras de las que se ha hecho un empleo abusivo, no
nos quedaría nada para expresarnos, y ello es tan cierto como que Guénon ha
hecho un amplio uso de las palabras tradición y tradicional, que han sido prostituidas
hasta la saciedad, al igual que las palabras esoterismo e iniciación (5).
No se trata de negar que las palabras
mística y misticismo, en el lenguaje corriente, hayan acabado por designar
cualquier cosa y que, incluso en el lenguaje teológico, la primera sea aplicada
tanto a formas inferiores e incluso aberrantes de la vida espiritual como a sus
formas más elevadas y más santas. El hecho es que, para designar a estas
últimas, los autores cristianos no disponen de otro término.
Y si el término de "místico"
podía ser utilizado públicamente, es justo porque su significado se había
ampliado. Si hubiera mantenido su sentido etimológico preciso de
"iniciado", se habría excluido del uso público tanto como del uso del
esoterismo, ya que habría implicado una distinción institucional entre dos categorías
de fieles. Guénon, por su empleo, había restringido el alcance del término,
excluyendo el sentido superior, que era no obstante el original, y se
establecía así entre la mística (asimilada con el misticismo) y el esoterismo
una tal distancia que ambos términos acabaron efectivamente por no tener nada
en común. Es por ello que René Guénon podía hablar de confusión cuando se asimilaba
uno al otro, pero ésta era, de hecho, la consecuencia misma del sentido que él
atribuyó a uno de estos términos. Cuestión de vocabulario, sin duda, pero que
acarreaba consecuencias de otro órden: al ser todos los grandes espirituales
cristianos necesariamente calificados de místicos, y al minimizar - o más bien
al despreciar- Guénon la vía mística, su lector estaba naturalmente tentado de tener
por despreciable a la alta espiritualidad cristiana, incluidas aquellas de sus
manifestaciones que, en especial en la Edad Media , dependían de lo que Guénon había
llamado esoterismo.
Por otra parte, no cabe duda de que
expresiones tales como esoterismo, tradición esotérica o doctrina esotérica han
servido, sobre todo desde la segunda mitad del siglo XIX, para designar las teorías
más heteróclitas, sistemas fundados por visionarios así como un sincretismo
extraño a todo espíritu tradicional. Si Eliphas Lévi apenas emplea estas
expresiones y prefiere la de "filosofía oculta" tomada de Cornelio
Agrippa, los ocultistas franceses de fines del siglo XIX y los teosofistas
hicieron de ellas un amplio uso. Y esto
no podía sino
reforzar la desconfianza de los católicos con respecto a todo lo que se
presentara con la etiqueta de esotérico. De hecho, los términos de que se trata
se convirtieron en las piezas clave de una máquina de guerra contra el
Cristianismo.
No obstante, René Guénon, opuesto tanto
como es posible al ocultismo y al teosofismo, retomaba a su vez la terminología
del esoterismo en sus ntenciones, con seguridad muy diferentes, como puede verse
en los pasajes de sus libros en los que considera a la Iglesia Católica como el
soporte privilegiado de una restauración tradicional en Occidente. Guénon,
pensando no depender de ninguna
autoridad
espiritual cristiana, puesto que pasó a otra tradición, no se sentía tan
obligado a la misma prudencia en la expresión como lo estaría un católico. Sin
embargo, no podía ignorar que, dando una nueva publicidad a la noción de
esoterismo en el Cristianismo, no podía sino suscitar o reforzar la
desconfianza precisamente de los medios occidentales que seguían siendo
religiosos, lo que, aparentemente, iba contra el objetivo que se proponía. No
sabemos qué motivos incitaron a Guénon a correr este riesgo, pero hay que decir
que, incluso dando a la mística su sentido más elevado, es difícil
identificarla con el esoterismo considerado en su totalidad. En efecto, la "mística", en su
acepción más elevada, puede ser considerada como una denominación satisfactoria
para designar a la vez la alta doctrina espiritual (la "teología
mística" de Dionisio el Areopagita, por ejemplo) y la realización que debe
ser su fruto, pero no es evidente que englobe ese "conocimiento íntegro de
lo real" al que se ha aludido antes, y que implica, entre otras cosas, una
ciencia
tradicional del
mundo y del hombre. Desde este punto de vista, el término esoterismo aparece
como más adecuado que el de mística y, a decir verdad, el único adecuado. Es
evidente que un esoterismo cristiano - como también el esoterismo judío- supone
un esoterismo de los textos del Antiguo Testamento, que se aplica a aquellos
que tratan de la creación del mundo y del hombre, de la historia de la humanidad,
así como a los que formulan datos teológicos y metafísicos. Y vemos que, en el
estudio de Daniélou, una ciencia del mundo manifestado hasta su grado corporal
está incluida en el esoterismo cristiano:
"El padre Testa ha demostrado que el
Apocalipsis de Juan presenta también datos que se refieren a los cielos y a los
Ángeles que allí moran. Conoce los ángeles inferiores que presiden en los fenómenos
de la vida natural, en el agua, en el fuego, en el granizo, en los vientos;
conoce los siete ángeles de la faz, aunque no nombre más que a uno, Miguel;
conoce la merkaba, el trono de Dios, llevado por los cuatro animales. Con
respecto al escrito destinado a toda la Iglesia que es el Apocalipsis, el
conocimiento de estos dominios no puede ser sino alusivo. Pero está claro que
implica que Juan posee un conocimiento más general, que era el objeto de una
tradición oral".
Por las razones que acabamos de exponer, y
habiendo Guénon realizado el inapreciable servicio de distinguir la noción de esoterismo
en general de las ensoñaciones y las intenciones subversivas de los
neo-espiritualistas de todo tipo, algunos autores católicos, aparte de
Daniélou, desde hace una docena de años, han creído poder hablar de esoterismo
cristiano. En efecto, desde hace ya algunos lustros, la idea de esoterismo se
ha extendido ampliamente en todos los medios, incluidos los universitarios (6),
y ha entrado en eso que puede ser denominado la cultura general. Que esto se
lamente o sirva de satisfacción, el hecho es que nadie está en disposición de modificarlo.
En estas condiciones, sin duda hay ahora más ventajas que inconvenientes para
precisar lo que es -o lo que ha sido- el auténtico esoterismo cristiano, a fin
de evitar confusiones tan graves como la existente entre la mística y el soterismo,
si es que esta última ha tenido la importancia que Guénon le atribuía. Y Jean Daniélou
participa, felizmente, con la autoridad que le confiere su conocimiento de la
historia antigua de la Iglesia ,
a las puestas a punto necesarias.
Uno de los errores fundamentales que se
hallan en las diversas representaciones que han sido realizadas del esoterismo
desde mediados del siglo XIX consiste en presentarlo como un corpus de
conocimientos y de prácticas que se remonta al origen de la humanidad y que se habría
ransmitido de una manera perfectamente independiente de la religión
"oficial". Algunos han admitido que el esoterismo podía "superponerse",
pero como "accidentalmente", a una forma religiosa, y también
separarse de ella, sea para vivir de una manera autónoma, sea para tomar apoyo
sobre otra forma. Tales puntos de vista son extraños al esoterismo cristiano.
Admitimos, ciertamente, la existencia de
una Revelación Primitiva (contrariamente a Daniélou) (7), transmitida por la Tradición Patriarcal, de
donde se extendió entre todos los pueblos de la Tierra que la han
conservado más o menos intacta. Esta Revelación Primitiva se ha continuado en
la religión hebrea, en la que está incluida en los libros del Antiguo
Testamento y en la tradición oral, y después en el Cristianismo, a la vez por
la enseñanza pública de Cristo y por la enseñanza secreta dada por éste a los
Apóstoles. Al tener
una fuente única
la tradición de la fe y la tradición de la gnosis o tradición esotérica, ésta
última no puede ser separada (aunque sí distinguida) de la primera. Pues, como
dice el cardenal Nicolás de Cusa, "Nuestros Antiguos están de acuerdo en
afirmar que la fe es el principio de la inteligencia. Toda facultad supone en
efecto principios primeros que no pueden ser asimilados sino por un acto de fe,
y que es lo único que permite el razonamiento intelectual. Cualquiera, en
consecuencia, que quiera saber, debe partir de las creencias, sin las cuales no
hay ningún ascenso posible hacia la Verdad. Isaías dice: "Si no creéis, no
comprenderéis" (VII, 9). La fe envuelve entonces en sí toda
inteligibilidad, y el entendimiento es el desarrollo de la fe. Es ella la que
dirige el entendimiento, y es él lo que extiende su dominio. Allí donde la fe
está mal orientada, no puede haber verdadera inteligencia" (8).
No hay esoterismo cristiano distinto de
aquel que procede en sus principios de la enseñanza de Cristo. Que este
esoterismo haya estado, en amplia medida, en la prolongación de un esoterismo
judío anterior, ello se desprende inmediatamente de la continuidad de las dos tradiciones
y de la comunidad parcial de los Libros Sagrados. Posteriormente, este
esoterismo ha podido utilizar modos de expresión y soportes simbólicos tomados
de tradiciones en vías de extinción o de degeneración, y que representaban
vestigios del depósito de la Revelación Primitiva dada en el amanecer de los
tiempos por Aquel mismo que estaba en el principio y por Quien todas las cosas
han sido
hechas. Y así,
estos vestigios se han visto revivificados por la influencia crística que, por
utilizar una expresión bien conocida por la mayoría de nuestros lectores, les
ha "dado fuerza y vigor".
El gran mérito, en esto, de Jean Daniélou,
es el de haber establecido la existencia en los primeros siglos de nuestra era
de un esoterismo procedente de las enseñanzas secretas de Cristo, y el haber afirmado
que este esoterismo fue el patrimonio de la Gran Iglesia , y no de
sectas heréticas. Señalemos que un texto de Clemente, transmitido por Eusebio,
dice: "A Santiago el Justo, a Juan y a Pedro, el Señor, tras su
resurrección, otorgó la gnosis", lo que contradice una opinión corriente
en ciertos medios según la cual tan sólo san
Juan habría
recibido una enseñanza esotérica, opinión a partir de la cual se ha imaginado
una "Iglesia de Juan" opuesta a la Iglesia de Pedro.
En el curso de las presentes reflexiones,
nos hemos expresado como si el esoterismo cristiano fuera una realidad
permanente. Jean Daniélou no nos dice -pues no era éste su propósito- si este esoterismo
se perpetuó más allá de la época por él estudiada y que es su especialidad en
tanto que historiador. Por nuestra parte, cuando leemos que "el examen de
nuestras tradiciones demuestra que su contenido concierne siempre a los
secretos del mundo celestial y el mundo infernal", no podemos dejar de
pensar en la Comedia
de Dante. Después de que eminentes autores, tanto católicos como musulmanes,
hayan buscado sus
"fuentes" en la tradición islámica, ¿no habría llegado el momento de
buscarlas también en lo que nos ha llegado de ese esoterismo judeo-cristiano,
que, desde hace relativamente poco tiempo, comienza a llamar la atención de los
historiadores?
NOTAS:
1. Además de
numerosos artículos, citaremos especialmente Théologie du Judéo-Christianisme (París, 1958), y muy recientemente la
primera parte de Nouvelle histoire de l92Eglise, tomo
I, por Jean
Daniélou y Henri Marrou.
2. De l92hébreu,
langue sacrée du Christianisme, en el nº del Symbolisme de
octubre-diciembre de 1965. [Forma el capítulo 2º de esta edición].
3. Es evidente que
los textos del siglo II a los que se refiere Daniélou no estaban primitivamente
destinados a ser puestos a disposición de todos.
4. Un autor
católico, Paul Vulliaud, ha empleado los términos de esoterismo e iniciación
desde las primeras décadas de este siglo, pero era evidente 96y lo hemos
conocido bastante bien como para poder afirmarlo- que no se trataba de un
esoterista de hecho, y que la palabra iniciación tenía en él un sentido
general, y no "técnico".
5. Sería
interesante, sin duda, investigar a qué época se remonta el empleo de la
palabra "iniciación" para designar un rito distinto al bautismo en el
mundo cristiano. Parece que, en efecto, esta palabra no ha tenido ,6cuando se
trata de una admisión ritual en una comunidad- sino dos acepciones hasta una
fecha relativamente reciente: o bien se aplicaba al bautismo, o bien a los
"misterios" de las tradiciones politeístas de la antigüedad. No
parece haber estado en uso en la Masonería operativa, ni tampoco en los
primeros tiempos de la Masonería especulativa. En los antiguos textos masónicos
se habla de
"hacer un
Masón", de "recibir un Masón", pero no de "iniciar".
Se entiende que este término, en la última acepción dada, apareció con una
resonancia al menos a-cristiana, si no anti-cristiana. Lo cual no quiere decir
que el rito en sí mismo haya tenido sin embargo un carácter tal.
6. Es así que, en
la muy oficial Revue de l92histoire des religions, Georges Vajda, entre los
años 1963 y 1964, tituló su importante crónica:
Recherches récentes sur l’ésotérisme juif. Por su parte,
Henry Corbin, en numerosas de sus obras, trata del esoterismo islámico y, en
ocasiones, del esoterismo cristiano, al que considera incompatible con la Gran Iglesia.
7. Daniélou
prefiere aceptar la hipótesis de una "revelación cósmica" y de una
"religión cósmica" o "natural" (cf. Les Saints paiens de
lAncien Testament), que no son, a decir verdad, ni una revelación ni una
religión.8. La docta ignorancia, citado según la traducción de Maurice de Gandillac
(Oeuvres choisies de Nicolás de Cusa, París, 1942).
No hay comentarios:
Publicar un comentario