viernes, 26 de julio de 2013

El primer hombre (Al'Alawi)


En el mes de Ramadán se hizo descender el Corán como guía para los hombres y prueba de la Guía y de la Distinción. Quien de vosotros vea el creciente del mes, pues ayune; quien esté enfermo o de viaje, ayunará un número igual de otros días. Dios quiere para vosotros lo fácil y no os quiere lo difícil. ¡Terminad el período de ayuno! ¡Ensalzad a Dios por lo que os ha dirigido! Tal vez seáis agradecidos.

 

Cuando te pregunten mis siervos acerca de Mí, diles que estoy cerca, que contesto al ruego del que pide cuando Me invoca. ¡Que ellos me respondan y crean en Mí! Tal vez estén bien guiados" (Corán, 2, 181-182).

 

Sheikh Ahmad Al'Alawi: EL PRIMER HOMBRE (1)

 

Muchos son los puntos evocados en estos Estudios que nos muestran que Su Sabiduría está necesariamente implícita en Su Potencia creadora. Hemos visto igualmente cómo los efectos dependen de sus causas, y cómo las cosas están ocultas en sus contrarios. Y, puesto que está en la naturaleza del hombre el quedar siempre fascinado por aquello que escapa a su percepción, nos sentimos obligados a abordar ahora el tema de las causas naturales ligadas a la creación de Adán (sobre él la Paz).

 

Se nos ha enseñado que Adán fue creado a partir de la tierra y que fue formado en el Paraíso, para después volver a la tierra. Hay en esta progresión algo que puede hacernos tomar consciencia de lo que hemos mencionado anteriormente: que Su Sabiduría jamás está ausente de Su Potencia. En el caso contrario, en efecto, ¿cuál sería entonces la utilidad de una tal progresión, que es la de las transformaciones que sufre aún actualmente el hombre, cuando, de hecho, pasa de los riñones de su genitor al seno de su madre, para después salir de éste? La existencia del hombre se presenta como dependiente de la de una pareja, y éste fue también el caso de Adán.

La tierra le sirvió de padre, el polvo del que fue elevado antes de que fuera transportado al Paraíso fue como el esperma que, desprendiéndose del hombre, se fija en la mujer. Y el lugar en el que fue formado era para él como un seno materno: el Paraíso fue su madre. No obstante, Adán nació incluyendo en sí mismo los elementos minerales, vegetales y animales que la tierra contiene, y está más próximo a éstos que al Paraíso. Está emparentado con el polvo.

 

Es posible que, cuando la formación del globo terrestre fue concluida y tras el necesario período llegó a su pubertad, se enamorara de una de las estrellas. Y cuando se encontraron frente a frente su matrimonio fue pronunciado: una atracción mutua se manifestó, y cada uno se aferró al otro por amor, con el permiso de Dios. Algo se desprendió entonces de la constitución terrestre hacia el Paraíso, así como el esperma del hombre se adentra en la mujer, y esto lo situó Dios, por mediación de los ángeles, en un receptáculo seguro. Pasado un cierto tiempo, durante el cual la mano de la Potencia le hacía fermentar y activaba su transmutación, así como el esperma del hombre se transmuta en el seno materno, su arcilla estuvo preparada para recibir al Espíritu divino, del mismo modo que un feto en el seno de la madre se encuentra, al fin, dispuesto. Y en esta Potencia actuante no podía percibirse ninguna forma visible. No nos la imaginamos bajo el modelo de los hombres cuando se dedican a la acción: el rango divino es demasiado elevado como para poder percibir en él herramientas aparentes.

 

Y Eva fue formada a partir de Adán, como éste lo fue a partir del polvo. Y es posible que fuera ella la misma que se adhirió a su costado en una creación anterior. Quizá no tuvo conciencia de ella hasta su "nacimiento" -su existencia habría sido hasta entonces muy semejante a la de unos gemelos en el seno del Paraíso-, cuando Adán, tras haberse levantado oyente y vidente, deseó ardientemente el sustento. Pues su subsistencia, hasta entonces, era lo que le rodeaba, la tierra fermentada, y se alimentaba como un pájaro todavía en el huevo.

Ahora bien, le había sido dada la orden de no acercarse al árbol... Su transgresión fue causa de desgracias para su cuerpo: fue la caída hacia la tierra. No se ignoran qué tormentos siguieron. Antes de su descenso, no tenía hambre, no estaba desnudo, no sentía sed y no sufría los rayos del sol. Pero no es menos cierto que haber probado el fruto del árbol era en sí una prueba de que existía en la humanidad la aptitud para ejercer su voluntad de manera autónoma. Desde que ésta se manifestó en Adán y en Eva, el Auténtico (exaltado sea) les dijo: "Descended ambos (del Paraíso)". Ello demuestra que haber comido del árbol es para Adán el signo de que en él existe la aptitud para descender, análoga a la de la madurez, que implica para el hombre la aceptación de las cargas legales. Esta aptitud no podía así, tras la caída hacia la tierra, entrañar la desaparición de la humanidad. La presencia en Adán del deseo de comer del árbol prueba que podía esforzarse por obtener aquello de lo que sentía necesidad.

 

En cuanto al reproche del Verdadero, calificando a esto de pecado, es posible que así lo hiciera, en cierto modo, por conmiseración hacia él, en el momento de su caída, a fin de que no descendiera irritado contra Dios, viendo a ésta como un desafío de Dios hacia él. Y así Adán no se tomó más que a sí mismo y a Eva, y a la inversa. Después dio gracias a Dios por no haberlos prendido, viendo en ello un maravilloso favor por Su parte. Haciendo esto, cumplía una obra que superaba lo que le estaba prescrito, por nostalgia del lugar en el que se encontraba. Y su disposición es así mejor que si hubiera salido del Paraíso sin motivo. En efecto, no habría dejado de considerar a la Divinidad como responsable, lo cual está en la naturaleza humana, pero apenas es digno de su rango ni, tampoco, del rango divino.

 

La existencia del hombre está entonces modelada sobre lo que acabamos de ver concerniente a Adán: es

tributaria de la existencia previa de una pareja. En las relaciones amorosas, algo se desprende del cuerpo del hombre, lo que se llama el esperma, hacia el seno de la mujer; la mano de la Potencia lo deposita en un receptáculo seguro y se aplica a su fermentación y su transmutación; progresa así desde la forma de un coágulo de sangre aferrado hasta la de un trozo de carne, y finalmente deviene hueso y carne. Durante su desarrollo, su alimentación se produce por medio del abdomen, es decir, por mediación de lo que llega a su ombligo, sin que tenga que realizar ningún esfuerzo, y por ello su constitución se mantiene. Y cuando el Espíritu se insufla en él, cuando su boca por fin puede abrirse, y está dispuesto a salir, la lengua de su disposición interna le previene: "No te aproximes a nada de lo que en este vientre se encuentra, por apetito o por deseo, o serás desgraciado. Aquí no has sentido sed, y no sufres calor.

Ahora bien, si lo haces, será la causa de tormentos para tu cuerpo, y ello provocará tu salida del vientre de tu madre, desnudo, y con las partes vergonzosas expuestas, del mismo modo que tu padre salió del Paraíso". Es entonces cuando la tentación contenida en su naturaleza se manifiesta a él y le dice: "¿Quieres que te indique un árbol eterno y un reino que no envejece? (Cor., 20, 120)

Es lo que te entrará por la boca. Con ella obtendrás una subsistencia más deliciosa... ¡Ah, si solamente lo

probaras!". En ese momento, todavía ignorante de todos los sabores, el ser humano se vuelve hacia lo que rezuma del hígado... Y que se vuelva hacia el hígado indica que será capaz de tomar el seno de su madre cuando haya salido de su vientre. La Divinidad le ordena entonces descender. El niño cae, llorando, lamentando lo que acaba de hacer. La mano de la solicitud divina le atrae hacia sí, por mediación de su madre; ella acoge su arrepentimiento, le guía hacia lo que rezuma de su pecho.

"Después su Señor le escogió, le perdonó y le dirigió" (Cor., 20: 122). Así, cada vez que el bebé recuerda su pecado, grita, llora. Pero la mano de la Divinidad le aprieta contra sí por mediación de su madre e introduce en su boca aquello mismo que causó su salida del Paraíso.

 

Según digo, y Dios es más sabio, el Paraíso en el cual Adán se encontraba es otro que aquel "cuya longitud excede los cielos y la tierra", ya que este último ha sido concebido para después de la muerte, y Adán estaba entre los vivos. Por otra parte, las delicias de este Paraíso no estaban restringidas a tal árbol más que a tal otro. A este respecto, el Altísimo dijo: "en ellos habrá lo que deseen las almas" (Cor., 43: 71), mientras que aquel en el que Adán se encontraba le estaba restringido. Y, como quien penetra en él está seguro de no salir, es necesario concluir que se trata de otro Paraíso. En lo que dicen las Gentes de la Sunna se encuentra algo de lo que tomar conciencia. Algunos de ellos, citados en el "Rûh al Bayân", llegan a decir que se trata de un lugar elevado de la tierra, sembrado de árboles y recorrido por ríos.

 

Se sabe que todo lo que acabamos de mencionar a propósito de Adán ha sido dicho bajo el ángulo según el cual él no es más que un puñado de arcilla. En cuanto a su sentido más elevado, por el cual es el Khalifa -el Representante- del Señor de los mundos, esto es lo más oculto a la percepción. Es por lo demás a causa de ello que el Profeta (sobre él la gracia y la paz divinas) no ha permitido que se profundice en público este misterio del hombre. El Altísimo ha dicho: "Ellos te interrogarán sobre el Espíritu. Diles: el Espíritu es del orden de mi Señor".

Para resumir, diremos que la percepción del arquetipo del Hombre, o de su interioridad, es inaccesible al propio hombre. Los sabios se han precipitado, se han interrogado, y el resultado de sus esfuerzos no ha podido superar su primera extrañeza ante lo que es el hombre.

¿Por qué es específicamente hombre? ¿es por el espíritu? ¿o por el cuerpo? ¿por el alma dotada de palabra, o por la fuerza de su percepción? ¿o bien por el conjunto de su realidad sensible? ¿o por su sutilidad divina? ¿o bien por el intelecto primordial? ¿o por qué otras cosas más? El conocimiento del Fondo del hombre se revela como más allá de la inteligencia. El Profeta (sobre él la gracia y la paz divinas) dice: "Dios creó a Adán a imagen del Misericordioso". Lo que ello significa -y Dios es más sabio- es el propio enigma de su fondo y de su verdad. El Espíritu humano se presenta a imagen del Misericordioso, es decir, que es completamente trascendente. Pues en nada existente o posible hay algo semejante: ¡existe en el hombre y es inaccesible a su mirada! Los cuerpos no pueden limitarlo ni las inteligencias llegar a ello. Se aleja infinitamente de toda percepción, hasta las dimensiones de los cuerpos celestes. Las miradas no lo alcanzan ni los pensamientos lo abrazan. No puedes decir que esté en el cuerpo ni que le sea exterior, ni que esté separado o unido. Su primero es su último, y su interior es su exterior. Ausente por su esencia, está presente por sus atributos. No tiene partes, pero no está desprovisto de partes. A su respecto, los sabios quedan mudos, y en él los sabios se detienen. Su Modo es todo majestad y en él, al querer comprendérselo, se apaga. El Altísimo dijo a aquel que quiso alcanzar su esencia: "Y no habéis recibido de la Ciencia sino un poco" (Cor.). Todo ello para decir que el conocimiento de sí se ha hecho inaccesible al hombre, hasta tal punto que una Tradición que nos ha sido transmitida afirma: "Quien se conoce a sí mismo conoce (ya) a su Señor".

 

Algunos han reducido el conocimiento de Dios por el hombre a una imposibilidad, puesto que lo consideran subordinado a otra imposibilidad, la de conocer el fondo mismo del sí del hombre. En cuanto a mí, declaro posible llegar a la quididad del sí tomando la vía de la Realización, que es la más eficaz de las vías para el conocimiento de Dios Omnipotente y majestuoso. Él ha dicho (exaltado sea): "Quien se dirige a Mí, es hacia él que se dirige", es decir, él se guía por el conocimiento del sí en el camino de la Realización... "Y quien se extravía, es sobre sí que se extravía" (Cor.).

 

Muchas son las sentencias de las Gentes (Elegidos, Sufíes) que aluden al hecho de que la llegada a Dios es la llegada al sí. El mayor extravío para el hombre es haberse perdido a sí mismo. En consecuencia, si la incapacidad del hombre para percibir la quididad de su sí está bien establecida, no es extraño que no pueda percibir a la Divinidad. Pues ésta es demasiado exaltada como para parecerse al alma humana, siendo su único punto común el que ambas no son percibidas. Y es un deber de quien confía en la aptitud de su pensamiento para tratar sus propios objetos el no usar de él para tratar lo que está en el Fondo mismo del Creador, pues conocerLe está fuera del alcance de la inteligencia. No le queda más que creer en la existencia del Regidor supremo de este universo, al igual que cree en la existencia de sí mismo, a pesar de que no perciba su quididad. De este modo, no se hará violencia al querer percibir lo que es el Fondo mismo del Verdadero. Tras todo lo que hemos mencionado, y que establece firmemente la impotencia del hombre para percibir la esencia del Hombre, su impotencia para percibir la esencia del Fondo de la Divinidad aparece aún más evidente. Y que no se mida, con su pensamiento enfermo, a las Gentes de la Estación Sublime, a los Profetas y a los Elegidos de entre los Amigos, pues éstos hablan con conocimiento de las cosas divinas, que han obtenido por medio de la Realización. Ellos han conocido a Dios por lo que Él ha depositado de Sí mismo en ellos, y no con ayuda de un lápiz y un papel... o, mejor, sin ayuda de discursos o de símbolos. El Verdadero es demasiado precioso como para que los sentidos puedan deslizarse hasta Él.

 

NOTAS:

 

(1). Ext. de "Miftâh ash Shuhûd Fi Mazâhir Al Wufud" (Biblioteca privada de la Zaouia Alawiya de Mostaganem.

Trad. al francés de Sidi Bentabet Sahli y Sidi Abdel Jamil Cartigny). Aparecido en "Vers la Tradition", nº 32, 1988.

 

 

 

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