En
el mes de Ramadán se hizo descender el Corán como guía para los hombres y
prueba de la Guía y de la Distinción. Quien de vosotros vea el creciente del
mes, pues ayune; quien esté enfermo o de viaje, ayunará un número igual de
otros días. Dios quiere para vosotros lo fácil y no os quiere lo difícil.
¡Terminad el período de ayuno! ¡Ensalzad a Dios por lo que os ha dirigido! Tal
vez seáis agradecidos.
Cuando
te pregunten mis siervos acerca de Mí, diles que estoy cerca, que contesto al
ruego del que pide cuando Me invoca. ¡Que ellos me respondan y crean en Mí! Tal
vez estén bien guiados" (Corán, 2, 181-182).
Sheikh
Ahmad Al'Alawi: EL PRIMER HOMBRE (1)
Muchos
son los puntos evocados en estos Estudios que nos muestran que Su Sabiduría
está necesariamente implícita en Su Potencia creadora. Hemos visto igualmente
cómo los efectos dependen de sus causas, y cómo las cosas están ocultas en sus
contrarios. Y, puesto que está en la naturaleza del hombre el quedar siempre
fascinado por aquello que escapa a su percepción, nos sentimos obligados a
abordar ahora el tema de las causas naturales ligadas a la creación de Adán
(sobre él la Paz).
Se
nos ha enseñado que Adán fue creado a partir de la tierra y que fue formado en
el Paraíso, para después volver a la tierra. Hay en esta progresión algo que
puede hacernos tomar consciencia de lo que hemos mencionado anteriormente: que
Su Sabiduría jamás está ausente de Su Potencia. En el caso contrario, en
efecto, ¿cuál sería entonces la utilidad de una tal progresión, que es la de
las transformaciones que sufre aún actualmente el hombre, cuando, de hecho,
pasa de los riñones de su genitor al seno de su madre, para después salir de
éste? La existencia del hombre se presenta como dependiente de la de una
pareja, y éste fue también el caso de Adán.
La
tierra le sirvió de padre, el polvo del que fue elevado antes de que fuera
transportado al Paraíso fue como el esperma que, desprendiéndose del hombre, se
fija en la mujer. Y el lugar en el que fue formado era para él como un seno
materno: el Paraíso fue su madre. No obstante, Adán nació incluyendo en sí
mismo los elementos minerales, vegetales y animales que la tierra contiene, y
está más próximo a éstos que al Paraíso. Está emparentado con el polvo.
Es
posible que, cuando la formación del globo terrestre fue concluida y tras el
necesario período llegó a su pubertad, se enamorara de una de las estrellas. Y
cuando se encontraron frente a frente su matrimonio fue pronunciado: una
atracción mutua se manifestó, y cada uno se aferró al otro por amor, con el
permiso de Dios. Algo se desprendió entonces de la constitución terrestre hacia
el Paraíso, así como el esperma del hombre se adentra en la mujer, y esto lo
situó Dios, por mediación de los ángeles, en un receptáculo seguro. Pasado un
cierto tiempo, durante el cual la mano de la Potencia le hacía fermentar y
activaba su transmutación, así como el esperma del hombre se transmuta en el
seno materno, su arcilla estuvo preparada para recibir al Espíritu divino, del
mismo modo que un feto en el seno de la madre se encuentra, al fin, dispuesto.
Y en esta Potencia actuante no podía percibirse ninguna forma visible. No nos
la imaginamos bajo el modelo de los hombres cuando se dedican a la acción: el
rango divino es demasiado elevado como para poder percibir en él herramientas
aparentes.
Y
Eva fue formada a partir de Adán, como éste lo fue a partir del polvo. Y es
posible que fuera ella la misma que se adhirió a su costado en una creación
anterior. Quizá no tuvo conciencia de ella hasta su "nacimiento" -su
existencia habría sido hasta entonces muy semejante a la de unos gemelos en el
seno del Paraíso-, cuando Adán, tras haberse levantado oyente y vidente, deseó
ardientemente el sustento. Pues su subsistencia, hasta entonces, era lo que le
rodeaba, la tierra fermentada, y se alimentaba como un pájaro todavía en el
huevo.
Ahora
bien, le había sido dada la orden de no acercarse al árbol... Su transgresión
fue causa de desgracias para su cuerpo: fue la caída hacia la tierra. No se
ignoran qué tormentos siguieron. Antes de su descenso, no tenía hambre, no
estaba desnudo, no sentía sed y no sufría los rayos del sol. Pero no es menos
cierto que haber probado el fruto del árbol era en sí una prueba de que existía
en la humanidad la aptitud para ejercer su voluntad de manera autónoma. Desde
que ésta se manifestó en Adán y en Eva, el Auténtico (exaltado sea) les dijo:
"Descended ambos (del Paraíso)". Ello demuestra que haber comido del
árbol es para Adán el signo de que en él existe la aptitud para descender,
análoga a la de la madurez, que implica para el hombre la aceptación de las
cargas legales. Esta aptitud no podía así, tras la caída hacia la tierra,
entrañar la desaparición de la humanidad. La presencia en Adán del deseo de
comer del árbol prueba que podía esforzarse por obtener aquello de lo que
sentía necesidad.
En
cuanto al reproche del Verdadero, calificando a esto de pecado, es posible que
así lo hiciera, en cierto modo, por conmiseración hacia él, en el momento de su
caída, a fin de que no descendiera irritado contra Dios, viendo a ésta como un
desafío de Dios hacia él. Y así Adán no se tomó más que a sí mismo y a Eva, y a
la inversa. Después dio gracias a Dios por no haberlos prendido, viendo en ello
un maravilloso favor por Su parte. Haciendo esto, cumplía una obra que superaba
lo que le estaba prescrito, por nostalgia del lugar en el que se encontraba. Y
su disposición es así mejor que si hubiera salido del Paraíso sin motivo. En
efecto, no habría dejado de considerar a la Divinidad como responsable, lo cual
está en la naturaleza humana, pero apenas es digno de su rango ni, tampoco, del
rango divino.
La
existencia del hombre está entonces modelada sobre lo que acabamos de ver
concerniente a Adán: es
tributaria
de la existencia previa de una pareja. En las relaciones amorosas, algo se
desprende del cuerpo del hombre, lo que se llama el esperma, hacia el seno de
la mujer; la mano de la Potencia lo deposita en un receptáculo seguro y se
aplica a su fermentación y su transmutación; progresa así desde la forma de un
coágulo de sangre aferrado hasta la de un trozo de carne, y finalmente deviene
hueso y carne. Durante su desarrollo, su alimentación se produce por medio del
abdomen, es decir, por mediación de lo que llega a su ombligo, sin que tenga
que realizar ningún esfuerzo, y por ello su constitución se mantiene. Y cuando
el Espíritu se insufla en él, cuando su boca por fin puede abrirse, y está
dispuesto a salir, la lengua de su disposición interna le previene: "No te
aproximes a nada de lo que en este vientre se encuentra, por apetito o por
deseo, o serás desgraciado. Aquí no has sentido sed, y no sufres calor.
Ahora
bien, si lo haces, será la causa de tormentos para tu cuerpo, y ello provocará
tu salida del vientre de tu madre, desnudo, y con las partes vergonzosas
expuestas, del mismo modo que tu padre salió del Paraíso". Es entonces
cuando la tentación contenida en su naturaleza se manifiesta a él y le dice:
"¿Quieres que te indique un árbol eterno y un reino que no envejece?
(Cor., 20, 120)
Es
lo que te entrará por la boca. Con ella obtendrás una subsistencia más
deliciosa... ¡Ah, si solamente lo
probaras!".
En ese momento, todavía ignorante de todos los sabores, el ser humano se vuelve
hacia lo que rezuma del hígado... Y que se vuelva hacia el hígado indica que
será capaz de tomar el seno de su madre cuando haya salido de su vientre. La
Divinidad le ordena entonces descender. El niño cae, llorando, lamentando lo
que acaba de hacer. La mano de la solicitud divina le atrae hacia sí, por
mediación de su madre; ella acoge su arrepentimiento, le guía hacia lo que
rezuma de su pecho.
"Después
su Señor le escogió, le perdonó y le dirigió" (Cor., 20: 122). Así, cada
vez que el bebé recuerda su pecado, grita, llora. Pero la mano de la Divinidad
le aprieta contra sí por mediación de su madre e introduce en su boca aquello
mismo que causó su salida del Paraíso.
Según
digo, y Dios es más sabio, el Paraíso en el cual Adán se encontraba es otro que
aquel "cuya longitud excede los cielos y la tierra", ya que este
último ha sido concebido para después de la muerte, y Adán estaba entre los
vivos. Por otra parte, las delicias de este Paraíso no estaban restringidas a
tal árbol más que a tal otro. A este respecto, el Altísimo dijo: "en ellos
habrá lo que deseen las almas" (Cor., 43: 71), mientras que aquel en el
que Adán se encontraba le estaba restringido. Y, como quien penetra en él está
seguro de no salir, es necesario concluir que se trata de otro Paraíso. En lo
que dicen las Gentes de la Sunna se encuentra algo de lo que tomar conciencia.
Algunos de ellos, citados en el "Rûh al Bayân", llegan a decir que se
trata de un lugar elevado de la tierra, sembrado de árboles y recorrido por
ríos.
Se
sabe que todo lo que acabamos de mencionar a propósito de Adán ha sido dicho
bajo el ángulo según el cual él no es más que un puñado de arcilla. En cuanto a
su sentido más elevado, por el cual es el Khalifa -el Representante- del Señor
de los mundos, esto es lo más oculto a la percepción. Es por lo demás a causa
de ello que el Profeta (sobre él la gracia y la paz divinas) no ha permitido
que se profundice en público este misterio del hombre. El Altísimo ha dicho:
"Ellos te interrogarán sobre el Espíritu. Diles: el Espíritu es del orden
de mi Señor".
Para
resumir, diremos que la percepción del arquetipo del Hombre, o de su
interioridad, es inaccesible al propio hombre. Los sabios se han precipitado,
se han interrogado, y el resultado de sus esfuerzos no ha podido superar su
primera extrañeza ante lo que es el hombre.
¿Por
qué es específicamente hombre? ¿es por el espíritu? ¿o por el cuerpo? ¿por el
alma dotada de palabra, o por la fuerza de su percepción? ¿o bien por el
conjunto de su realidad sensible? ¿o por su sutilidad divina? ¿o bien por el
intelecto primordial? ¿o por qué otras cosas más? El conocimiento del Fondo del
hombre se revela como más allá de la inteligencia. El Profeta (sobre él la
gracia y la paz divinas) dice: "Dios creó a Adán a imagen del
Misericordioso". Lo que ello significa -y Dios es más sabio- es el propio
enigma de su fondo y de su verdad. El Espíritu humano se presenta a imagen del
Misericordioso, es decir, que es completamente trascendente. Pues en nada
existente o posible hay algo semejante: ¡existe en el hombre y es inaccesible a
su mirada! Los cuerpos no pueden limitarlo ni las inteligencias llegar a ello.
Se aleja infinitamente de toda percepción, hasta las dimensiones de los cuerpos
celestes. Las miradas no lo alcanzan ni los pensamientos lo abrazan. No puedes
decir que esté en el cuerpo ni que le sea exterior, ni que esté separado o
unido. Su primero es su último, y su interior es su exterior. Ausente por su
esencia, está presente por sus atributos. No tiene partes, pero no está
desprovisto de partes. A su respecto, los sabios quedan mudos, y en él los
sabios se detienen. Su Modo es todo majestad y en él, al querer comprendérselo,
se apaga. El Altísimo dijo a aquel que quiso alcanzar su esencia: "Y no
habéis recibido de la Ciencia sino un poco" (Cor.). Todo ello para decir
que el conocimiento de sí se ha hecho inaccesible al hombre, hasta tal punto
que una Tradición que nos ha sido transmitida afirma: "Quien se conoce a
sí mismo conoce (ya) a su Señor".
Algunos
han reducido el conocimiento de Dios por el hombre a una imposibilidad, puesto
que lo consideran subordinado a otra imposibilidad, la de conocer el fondo
mismo del sí del hombre. En cuanto a mí, declaro posible llegar a la quididad
del sí tomando la vía de la Realización, que es la más eficaz de las vías para
el conocimiento de Dios Omnipotente y majestuoso. Él ha dicho (exaltado sea):
"Quien se dirige a Mí, es hacia él que se dirige", es decir, él se
guía por el conocimiento del sí en el camino de la Realización... "Y quien
se extravía, es sobre sí que se extravía" (Cor.).
Muchas
son las sentencias de las Gentes (Elegidos, Sufíes) que aluden al hecho de que
la llegada a Dios es la llegada al sí. El mayor extravío para el hombre es
haberse perdido a sí mismo. En consecuencia, si la incapacidad del hombre para
percibir la quididad de su sí está bien establecida, no es extraño que no pueda
percibir a la Divinidad. Pues ésta es demasiado exaltada como para parecerse al
alma humana, siendo su único punto común el que ambas no son percibidas. Y es
un deber de quien confía en la aptitud de su pensamiento para tratar sus
propios objetos el no usar de él para tratar lo que está en el Fondo mismo del
Creador, pues conocerLe está fuera del alcance de la inteligencia. No le queda
más que creer en la existencia del Regidor supremo de este universo, al igual
que cree en la existencia de sí mismo, a pesar de que no perciba su quididad.
De este modo, no se hará violencia al querer percibir lo que es el Fondo mismo
del Verdadero. Tras todo lo que hemos mencionado, y que establece firmemente la
impotencia del hombre para percibir la esencia del Hombre, su impotencia para
percibir la esencia del Fondo de la Divinidad aparece aún más evidente. Y que
no se mida, con su pensamiento enfermo, a las Gentes de la Estación Sublime, a
los Profetas y a los Elegidos de entre los Amigos, pues éstos hablan con
conocimiento de las cosas divinas, que han obtenido por medio de la
Realización. Ellos han conocido a Dios por lo que Él ha depositado de Sí mismo
en ellos, y no con ayuda de un lápiz y un papel... o, mejor, sin ayuda de
discursos o de símbolos. El Verdadero es demasiado precioso como para que los
sentidos puedan deslizarse hasta Él.
NOTAS:
(1).
Ext. de "Miftâh ash Shuhûd Fi Mazâhir Al Wufud" (Biblioteca privada
de la Zaouia Alawiya de Mostaganem.
Trad.
al francés de Sidi Bentabet Sahli y Sidi Abdel Jamil Cartigny). Aparecido en
"Vers la Tradition", nº 32, 1988.
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