viernes, 19 de julio de 2013

El lobo y el cordero


RIVISTA

DI

STUDI TRADIZIONALI

 

N. 46                                                       ENERO - JUNIO 1977

 

EL LOBO Y EL CORDERO

 

Una de las antiguas fábulas de Esopo cuenta: <Un lobo vio a un cordero bebiendo en el río, y le vinieron ganas de comérselo con cualquier buen pretexto. Parándose sobre el monte, comenzó a acusarlo de ensuciar el agua que así él no podía beber. El cordero le hace notar que, para beber, removía apenas en agua con su hocico y que, por otra parte, estando en el valle, no era posible que enturbiara la corriente en el monte. Tomando a menos aquel pretexto, el lobo le dice: "Pero tu eres aquel que el año pasado insultó a mi padre". El cordero se pone entonces a explicarle que en aquella época él todavía no había venido al mundo. ¡"Bien ( concluye el lobo ( tu serás muy bravo para encontrar excusas, pero yo, ciertamente, no puedo renunciar a comerte"! >.

 

Un acontecimiento como este, y asimismo todos aquellos que le corresponden analógicamente, puede ser objeto de dos observaciones principales. Una, la más inmediata, es que aquel que quiere a cualquier costo una cosa, no se dejará apartar por aquello que se interpone con su objetivo, aunque fuese el más lógico de los razonamientos. La otra, menos inmediata, es que nos podemos preguntar: <Habiendo obtenido el lobo aquello que quería, ¿debe, por lo tanto, tomarse su comportamiento como ejemplo?>. Buscaremos la respuesta utilizando, entre otros, un cierto número de afirmaciones extraídas de un libro de reciente publicación[1], y veremos así que, incluso cuando el lobo y el cordero han obrado cada uno según su propia lógica, existe en realidad una tercera de orden más profundo, que las supera y las comprende[1].



El autor de las afirmaciones que reportaremos ha sido anteriormente comparado por otros con un rinoceronte 1. A nosotros nos parece más conveniente compararlo con un lobo, muy parecido a aquel de la fábula de Esopo. En efecto, sostener que la verdad <Es aquello que yo reconozco como verdad, o, para decir mejor, es aquello que yo quiero como verdad> 2 (pag. 69) ¿no es acaso un lenguaje de lobo?. Conviene ante todo notar que cualquiera sea la verdad en cuestión, justamente por su origen individual no podrá superar jamás lo propios límites de la individualidad que la concibe y la manifiesta. Y de que límites se trata en este caso se verá más adelante.



Y he aquí otra afirmación: <...el Yo no quiere una cosa porque la encuentra p.e. justa o racional, sino que la encuentra justa y racional simplemente porqué la quiere> (pag. 83). En efecto existen personas que, habiendo perdido todo vínculo legítimo con la tradición, no reconocen un Principio superior a ellos y por lo tanto adoptan este tipo de lógica, y es esta la posición de ciertos filósofos idealistas alemanes de los cuales Evola se hace eco; pero ellos por lo menos, incluido el mismo Nietzche, no tenían pretensiones de orden iniciático. En cambio Evola propone una exaltación semejante de la voluntad como método iniciático 3 y, en particular, al dar algunas "clarificaciones de dirección de método iniciático", afirma que <"Querer absolutamente y llevar después el querer a excederse a sí mismo"> - lo que implica la existencia de un momento de crisis y  derrumbe de toda forma y toda ley. De aquí la denuncia de un segundo equívoco-: <"pensar  que sobre la vía de la iniciación haya en general algo, que pueda ser respetado, en particular: que toda moral tenga otro valor fuera de aquel de una disciplina  para volverse siempre más templado, duro, dueño de sí pero cada vez también más inmoral (esto es, capaz de hacer cualquier cosa, decididamente, sin temor o remordimiento). De dónde se deriva la conexión con aquello que se ha dicho al inicio sobre que la naturaleza de la libertad positiva: es infringir y superar no tanto la ley exterior, como en cambio la ley interna, es asesinar no al Dios-ficticio de los templos sino al "Dios en nosotros", la "consciencia", la ley "moral" y "espiritual" (sic). Quien por lo tanto se detiene ante lo "sagrado" y ante lo "humano", quien reconoce imperativos éticos, quien divaga sobre jerarquías cósmicas y reinos de dios y de ángeles, sepa que el es todavía siervo de Apolo, que él tiene miedo, que, le guste o no, su límite no es aquel de la teurgia sino aquel de la religión. El necesita en cambio desencadenarse, sacarse toda tierra firme de debajo de los pies> 4 (Pág. 89/90).



Tras estas <clarificaciones>, que no comentamos porque son efectiva y tristemente hasta demasiado claras, nadie podrá negar que las lógicas conclusiones a las cuales ellas inevitablemente conducen, sean aquellas que su mismo autor dice poco después: <¿Cómo no ver entonces en la crueldad y en el mal la más alta disciplina?> (sic) (pag. 90). ¿Cómo no ver, agregamos nosotros, en el hecho de que semejantes ideas encuentren inclusive sostenedores fervientes 5, el signo de que ellas se prestan bien a ser utilizadas en la fase de disolución que caracteriza los últimos tiempos?.



Como quiera que sea, el lobo del cual nos estamos ocupando no se contenta con sugerencias sumarias: nos tiene que dar indicaciones más precisas.  Para nada atemorizado, sino más bien exaltado por aquello que dice, precisa posteriormente: <En conexión a esto no se tema por lo tanto llamar al delito (en el sentido del alemán verbrechen - ver es refuerzo de brechen = despedazar) la práctica por excelencia (sic). La fechoría, la infracción del orden es una necesidad para quien anhela la potencia titánica> (pág. 91). Y es esta la misma necesidad que empuja al lobo a comerse al cordero. Pero en este caso ello es provocado, sin embargo, por el deseo de potencia del propio cuerpo, si así se puede decir, cuya fuerza vital es en el fondo algo normal, tanto más que se contentaba con un solo cordero y no se ilusionaba con comerse todos los corderos existentes. Evola es en cambio un lobo psíquico 6,  que se ilusiona con poder comerse el Universo entero, creyendo que se trata de un dócil cordero. Pero el error está propiamente aquí: El Universo puede también, según un cierto simbolismo, ser asimilado al cordero sacrificial; pero entonces no se trata seguramente del cordero de la fábula, el cual corresponde solamente a aquellos ingenuos que, en lugar de cuidarse de lo que es más fuerte que ellos, se ilusionan con vencer usando armas totalmente inadecuadas. El Universo está regido por leyes contra las cuales nadie, en cuanto individuo,  (y tal es inclusive <el individuo absoluto>), puede absolutamente nada. Quien quiera infringirlas creyéndose más fuerte que el Universo, más fuerte que su mismo Creador, terminará por encontrase inesperada e irremediablemente de parte de aquellos sobre los cuales fue dicho: <¡Fuera de aquí! ¡No te está permitido, aquí, ser soberbio! Tú que eres ya un ser despreciable>7.

 

Pensamos haber dado así una respuesta a la pregunta que habíamos formulado al comienzo. Nos resta solamente hacer notar que, aunque Esopo detiene su narración en el momento en el cual el lobo se abalanza sobre el cordero, no es difícil imaginarse la continuación del episodio, haciendo intervenir un personaje del cual no se habla en la fábula, porque el cordero lo había perdido de vista vagando por la cima de los montes y el lobo no podía sino ignorar su existencia, escuchando y viendo solamente aquello que <quería ver>: aludimos al dueño del cordero. Por lo cual, retomando la narración dónde la interrumpe Esopo, podríamos continuarla así: <El dueño del cordero, llegando en el momento justo, mata y degüella al lobo. Por lo tanto anduvo, pensando en su corazón que debe haber muchos otros corderos que, menos desprevenidos que aquel perdido, temerían alejarse de él. Expuso después la piel del lobo fuera del redil a fin de que sirviese de admonición y enseñanza para el futuro>. Este repentino trastocamiento de la situación corresponde al restablecimiento del equilibrio quebrado, en obediencia a aquella lógica más profunda, principial, a la cual nadie, queriéndolo o no, puede escapar.

 

Giovanni Pellegrino        

 

 

 

1 JULIUS EVOLA, L'individuo e il divenire del mondo, Ed. Arthos, Carmagnola, 1976.

2 Lógica, en fin, no puede haber sino una sola; lo que naturalmente no significa que en ella no puedan existir diversos aspectos. Otro tanto hay que decir para la Verdad misma, de la cual la lógica no es otra cosa que el conjunto de todos sus diversos aspectos considerados según el orden de sucesión, hasta el punto que, cuánto no es lógico es necesariamente falso. GIOVANNI PONTE, Julius Evola, o il rinoceronte sull'asfalto, en <Rivista di Studi Tradizionali>, nn. 8 y 9.

[1] Dicha afirmación concluye una serie de argumentaciones cualitativamente correspondientes a aquellas de lobo en la fábula. No las traemos porqué son extensas y de ningún interés lógico, por lo demás quien tuviese la curiosidad podrá muy bien verificarlo directamente sobre el original. Libro todo lo contrario que aconsejable obviamente, salvo en todo caso para aquellos que como nosotros, buscan combatir ciertas formas de aberración, en los límites de lo posible.

3 Aquello que Evola llama <método iniciático> (otras veces dice más simplemente <l'iniziatica>), no tiene absolutamente nada que ver con la verdadera iniciación tradicional, no siendo más que la parodia en la esfera más inferior de la modalidades sutiles o psíquicas del ser. Mucho ha sido ya dicho sobre la naturaleza real de la iniciación, ya sea en esta revista, ya sea, en modo mucho más completo y exhaustivo en la obra de R. Guénon, particularmente en Apreciaciones Sobre la Iniciación.

4 Nadie niega que en el campo iniciático sea necesario <trascender> las leyes y las reglas exotéricas, pero el hecho de pasar de la <letra al espíritu> (lo cual es además el verdadero objetivo del esoterismo) no es algo que se obtenga infringiéndolas.

5 En la revista Arthos de Génova encuentran lugar algunas corrientes de pensamiento de derivación casi exclusivamente evoliana que han dado y dan lugar a increíbles confusiones sobre la idea de tradición. Esto también cuando, y nos contenemos mucho en decirlo, los secuaces de Evola usan inclusive para sus propios fines la obra de Guénon la cual, lo repetimos todavía otra vez, no tiene propiamente nada en común con la suya. 

6 Podemos decir que <es> no obstante su reciente desaparición, porque su heredad psíquica es todavía viviente, lo que por lo demás es totalmente evidente, dada la presencia de fieles continuadores a sus ideas, aunque sería más exacto decir sugestiones. Hemos usado además el adjetivo <psíquico> porque es la esfera psíquica o sutil la que, en el fondo, atrajo a este escritor, como por lo demás queda demostrado en su interés por la magia.

7 Corán, VII, 13.




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