jueves, 18 de julio de 2013

DOCTRINA DE LOS CICLOS Y MOVIMIENTO DE LA HISTORIA:




      DOCTRINA DE LOS CICLOS Y MOVIMIENTO DE LA HISTORIA :  

      GASTON GEORGEL



    (Capítulo de: Gaston Georgel, "Le Cycle Judéo-Chrétien", Archè, Milán, 1983).





 

"Los historiadores de los siglos pasados han considerado la teoría de los ciclos cósmicos como una superstición oculta y la han despreciado... Su desconocimiento de los ciclos es la consecuencia natural del hecho de que un

fenómeno es imposible de fijar cuando no se produce más

que una vez,... o porque ese fenómeno obedece a un

período demasiado largo de aparición, en desproporción

con la vida del observador o incluso de toda la de su

raza" (2).



Tras haber así recordado que, hasta una época bastante

reciente, la ciencia oficial rechazaba con desprecio la

teoría de los ciclos, Luc Benoist se extiende largamente

sobre los trabajos del historiador inglés Toynbee que, sin

haber recurrido a la tradición, ha reencontrado la

existencia de los ciclos sociales: de ahí surgió un rebrote

del interés, a veces incluso cierto apasionamiento, por la

doctrina de los ciclos. La desgracia, aquí, es que

demasiada gente se ha puesto a escribir sobre el asunto

sin haber tomado la precaución de estudiarlo seriamente,

de donde una gran confusión que ya es hora de disipar

con una exposición sucinta, pero clara y precisa, de la

verdadera doctrina tradicional de los ciclos cósmicos que

yo he explicado en mis diferentes obras, bajo la dirección

de René Guénon mismo, desde hace más de veinticinco

años.



De hecho, fue en 1932 cuando me encontré enfrentado,

como por azar, con el problema de acontecimientos

históricos semejantes, a intervalos fijos de 539 años, pero

para un caso particular, a saber, el paralelismo Luis IX -

Luis XVI.



Dos años más tarde, o sea, en la primavera de 1934, tuve

la idea de ampliar el problema al conjunto de la historia y

fue así, de una manera totalmente empírica, como fui

impulsado a redescubrir la existencia de un ciclo cósmico

tradicional conocido de los Antiguos, es decir, el período

de 2.160 años durante el cual el punto vernal recorre los

30º de un signo del zodíaco. Solamente que yo aportaba

la siguiente novedad, a saber, que tal ciclo rige en efecto

y muy concretamente el curso de la historia. Se aprecia

que tal descubrimiento era imposible para los autores de

los siglos pasados, y ello por dos razones. Primero porque

al no remontar la historia propiamente dicha apenas más

allá del siglo VI a.C., el campo de investigación de los

buscadores era muy restringido, y después porque es en

época reciente cuando han aparecido las obras utilizables

para este género de trabajo.



La edición original de los "Rythmes dans l'Histoire"

(febrero de 1937), donde yo exponía mis numerosos

descubrimientos relativos a las leyes cíclicas de la

historia, fue acogida favorablemente, y ello me permitió

entrar en correspondencia con René Guénon, el cual, en

octubre de 1937, había de dar de mi obra una recesión

que señalaba especialmente la realidad del ciclo histórico

y astronómico de 2160 años. Un año más tarde, Guénon

publicaba a su vez (en "Etudes Traditionnelles") un

artículo dedicado a la doctrina de los ciclos cósmicos.

Este artículo, bien que sucinto, era de una importancia

capital para el estudio de los períodos cíclicos, pues

desvelaba lo que nos ocultan las cifras astronómicas de

las tradiciones hindúes y caldeas. Fue así como fui

inducido a penetrar, siguiendo a René Guénon, en el

dominio enteramente nuevo -para mí y para muchos otros-

de esta doctrina de los ciclos cósmicos que he

desarrollado en mis dos obras, "Les Quatre Ages de

l´Humanité" y "L'Ere future et le Mouvement de l'Histoire",

y que voy a intentar resumir ahora, tan claramente como

sea posible.



Para comenzar, he aquí las cifras fabulosas

proporcionadas por los textos hindúes:



1. duración del Manvantara: 4.320.000 años. Esta

duración se divide en cuatro Edades o Yugas de

duraciones decrecientes. La cuarta y última tendría así:

432.000 años (o sea 4.320.000/10);

2. duración del Kalpa o "Día de Brahma": 14 x 4.320.000

= 60.480.000 años;

3. duración del "Año de Brahma": 360 x 60.480.000 años

= 21.772.800.000 años.

4. Duración del "Para" o "Vida de Brahma": 100 años de

Brahma = 100 x 21.772.800.00 años.



La tradición caldea, por su parte, partía del "Saros" de

600 años, para desembocar en el ciclo de 36.000 años =

60 x 600 años; luego, de ahí al ciclo de 432.000 años =

12 x 36.000 años.



Y, para terminar, hay que señalar todavía el Gran Año

platónico, cuya duración es de 12.960 años.



Dicho esto, conviene dejar la palabra a René Guénon:

"Se denomina "Kalpa" al desarrollo total de un mundo, o

de un grado de la Existencia universal". Es preciso añadir

a esta definición la muy importante observación siguiente:

" ...el Kalpa es la duración total de un mundo, y no puede

quedar comprendido en ningún ciclo más extenso".



Esta afirmación parece contradecir el texto hindú antes

citado, donde se trata de un "Año de Brahma", el cual

correspondería a 360 Kalpas o "Días de Brahma". Para

resolver esta dificultad, hay que remitirse a otro artículo de

René Guénon titulado "La cadena de los mundos", en

donde se puede ver que las expresiones precedentes

"Año" y "Vida de Brahma" hacen uso de un simbolismo

temporal que asimila los mundos o los estados de

existencia con ciclos sucesivos,... ; y, en el fondo, esta

noción de un encadenamiento causal constituye el

verdadero sentido de lo que es traducido simbólicamente

por las apariencias de una sucesión cíclica..."



No ha lugar a considerar, en el dominio temporal, otro

ciclo que el Kalpa; en otros términos, no hay un ciclo de

múltiples Kalpas, sino solamente submúltiplos.



El Kalpa, o ciclo de un mundo, se divide en 14

Manvantaras, que forman dos series septenarias, en

cierto modo "simétricas" (a imagen de la sucesión

igualmente simétrica de los siete años de abundancia

seguidos de los siete años de sequía). Además, los siete

primeros Manvantaras (es decir, los seis pasados y el

actual que toca a su fin) son puestos en correspondencia

con los Asuras (o los "demonios"), y los siete

Manvantaras futuros lo son con los Dévas (o los dioses).



Veamos ahora lo que se llama un Manvantara: Es

etimológicamente "la era de un Manú", y, como ciclo, el

de una Humanidad (de la cual el Manú es el Regente). Su

duración es de cinco Grandes Años, o sea: 5 x 12.960 =

64.800 años.



Esto parece contradecir las cifras precedentes de la

doctrina hindú, pero, en realidad: "Lo que hay que

considerar en tales cifras es solamente el número 4.320, y

no los ceros más o menos numerosos que le siguen, y que

pueden estar sobre todo destinados a confundir a quiees

quisieran entregarse a ciertos cálculos...". Aquí, podría

preguntarse por qué René Guénon ha desvelado así lo

que había estado oculto hasta entonces. La razón es

simple: estamos ahora en esos "Últimos Tiempos" en los

cuales "todo será desvelado", porque hay actualmente

más inconvenientes en "poner la luz bajo el celemín" que

en colocarla sobre el candelero "para que brille e ilumine

toda la casa".



Dicho esto, se ve inmediatamente que tenemos:



1) 4.320 años = 2 x 2.160 años, y

2) 3 x 4320 años = 12.960 años.



Ello significa que el período cósmico de 4.320 años

corresponde al tiempo que tarda el punto vernal en

recorrer dos signos del zodíaco, es decir, un arco de 60º,

a razón de 1º cada 72 años (60 x 72 = 4.320 años).



En cuanto a la duración global del ciclo precesional, se

ve que es de 360 x 72 = 25.920 años (3).



Tras estas explicaciones, podemos volver al Kalpa. Se ha

visto que se dividía en 14 Manvantaras de 64.800 años

cada uno, lo que nos da, para los 7 Manvantaras

pasados (comprendido el actual): 7 x 64.800 años =

453.600 años.



Parecidamente, la duración global de los 7 manvantaras

futuros será de: 7 x 64.800 años = 453.600 años.



Lo que nos da, para la duración total del Kalpa o Ciclo de

un mundo: 2 x 453.600 años = 907.200 años.



Se ve que estamos bien lejos, no solamente de las cifras

fabulosas de la tradición hindú -René Guénon nos ha

explicado el por qué- sino también de los millardos de

años que los geólogos otorgan generosamente a nuestro

globo, así como de los centenares de millones de años

que se atribuye a las "eras geológicas". Podría estarse

tentado de rechazar en bloque todas las afirmaciones de

la ciencia moderna, pero aquí surge una dificultad:

encontramos en efecto que, para los hechos

relativamente recientes de la prehistoria, la cronología

tradicional concuerda casi con la de los sabios modernos.



Las contradicciones precedentes provienen de una

concepción diferente del tiempo: en todas las doctrinas

tradicionales el tiempo es considerado como cíclico,

mientras que, para los modernos, es rectilíneo. Dicho de

otra forma, la cronología  cíclica tradicional puede ser

inscrita en un círculo, el punto de tangencia coincidiendo

con el punto de partida de las dos cronologías, y se ve

inmediatamente que: 1) en las cercanías del punto de

tangencia las dos cronologías coinciden casi, pero: 2)

ellas difieren más cuanto más nos alejamos del punto de

tangencia. En el límite, el tiempo rectilíneo tiende hacia el

infinito, dicho de otra forma, hacia cifras excesivamente

grandes, mientras que, por el contrario, el tiempo cíclico

apenas sobrepasará los 450.000 años, lo que es

relativamente modesto.



Dicho esto, es preciso volver ahora al Manvantara para

estudiar, al menos sucintamente, sus grandes

subdivisiones. Me bastará para ello resumir la obra que he

dedicado a esta importante cuestión: "Les Quatre Ages

de l´Humanité". Recordaré primero lo que hay que

entender por "Manvantara":



"En la tradición hindú, se llama Manvantara al período

cíclico de 64.800 años que corresponde al desarrollo total

de una humanidad de la cual el Manú es el regente. Esta

humanidad se expandirá sobre una "Tierra" que tenga

sus polos y su aspecto propios, pasando por diferentes

fases sucesivas (Edades o Grandes Años), hasta el

agotamiento total de sus posibilidades, tras lo cual un

cataclismo cósmico invertirá la posición del globo y el

aspecto del cielo (luego la posición del eje de los polos),

para dar lugar a continuación a "Nuevos Cielos" y

"Nueva Tierra", morada primeramente paradisíaca de una

nueva humanidad que será regida por el Manú del nuevo

Manvantara".



Es así, por ejemplo, que en el origen del Manvantara

actual "se describe la transición cataclísmica de un ciclo

al otro en la tradición hindú bajo la forma de un diluvio, un

poco análogo al de la Biblia (aunque este último es mucho

más reciente). En los dos casos las Escrituras sagradas

nos enseñan que Dios ordenó a un justo construir "el arca

en la cual deberán ser encerrados los gérmenes del

mundo futuro durante el cataclismo que marca la

separación de los dos Manvantaras sucesivos". Este

justo se denomina Satyavrata en la tradición hindú, donde

se convierte en el Manú Vaivaswata del ciclo actual, y se

ve que su función es semejante a la de Noé, cuya Arca

contiene igualmente todos los elementos que servirán

para la restauración del mundo tras el Diluvio" (René

Guénon).



Tras esta breve digresión dedicada al origen del presente

Manvantara, hay que estudiar sus grandes divisiones que

son:



1º Una división ternaria, en 3 ciclos polares de igual

duración, o sea: 3 x 21.600 años = 64.800 años;



2º Una división cuaternaria en cuatro edades de duración

decreciente que son: la Edad de Oro, la edad de Plata, la

Edad de Bronce y la Edad de Hierro.



3º Una división quinaria, en 5 Grandes Años de igual

duración, es decir: 5 x 12.960 = 64.800 años.



De la división ternaria (que ninguna tradición menciona),

diré solamente que sus tres fases sucesivas corresponden

respectivamente a las tres funciones, profética, sacerdotal

y real, del "Rey del Mundo", manifestándose la función

profética particularmente en la 1ª fase, la función

sacerdotal en la 2ª y la función real en la 3ª y última fase.

Encontraremos además esta división ternaria a propósito

de ciertos períodos secundarios relativamente recientes y

nos será entonces posible confrontar esta división ternaria

con los datos de la historia, lo que no es posible aquí.



Con la división del Manvantara en cuatro Edades, de Oro,

de Plata, de Bronce y de Hierro, entramos en un dominio

bien conocido: las diferentes tradiciones indo-europeas

son en efecto muy prolijas sobre este asunto. Lo que nos

enseñan primero es que las duraciones de las cuatro

Edades son respectivamente proporcionales a los

números 4, 3, 2 y 1, cuyo total vale 10. Por consiguiente,

la duración de la cuarta edad es igual a la décima parte

de la duración global del Manvantara, lo que da: 64.800 /

10 = 6.480 años.



De aquí se deducen fácilmente las duraciones de las

cuatro edades sucesivas:



Duración de la edad de Oro: 4 x 6.480 = 25.920 años

Duración de la Edad de Plata: 3 x 6.480 = 19.440 años

Duración de la Edad de Bronce: 2 x 6.480 = 12.960 años

Duración de la Edad de Hierro: 1 x 6.480 = 6.480 años



Duración total del Manvantara = 64.800 años



Partiendo de ahí es fácil establecer una cronología, al

menos aproximada, de esas cuatro Edades sucesivas,

admitiendo como hipótesis de trabajo la fecha del 2.030

para el final de la edad de Hierro, lo que daría para el

principio de la edad de Oro: 62.770 a. C.

(aproximadamente), de donde la siguiente tabla

cronológica:



Edad de Oro: del 62.770 al 36.850 (a. C.) (aprox.)

Edad de Plata: del 36.850 al 17.410 (a. C.) (aprox.)

Edad de Bronce: del 17.410 al 4.450 (a. C.) (aprox.)

Edad de Hierro: del 4.450 (a. C.) al 2.030 (d. C.) (aprox.)



Se sabe, además, que a las duraciones decrecientes de

las Edades sucesivas corresponde una degradación

progresiva del mundo en general, y de la humanidad en

particular. Para explicar este proceso de "evolución

regresiva", la doctrina hindú se basa aquí sobre la teoría

de los tres "gunas" (o tendencias):



"La Bondad (Satwa = tendencia ascendente), la Pasión

(Rajas = tendencia expansiva), la Oscuridad (Tamas =

tendencia descendente), he aquí las cualidades (o

tendencias) que se manifiestan en el hombre; puestas en

acción por el tiempo, ellas actúan en el alma.



Cuando el órgano interno (antakharana), la inteligencia

(buddhi) y los sentidos participan sobre todo de la

"Bondad" (tendencia ascendente "Satwa", luminosa),

entonces se reconoce la Edad Krita (Edad de Oro), la

cual se complace en la ciencia de "tapas" ("austeridad"

aprox.). "Cuando los seres se vuelcan en el deber, en el

interés, en el placer, entonces es la Edad Tréta, donde

domina la Pasión (Rajas = tendencia expansiva).



Cuando reinan la concupiscencia, la insaciabilidad, el

orgullo, la impostura, la envidia, en medio de actuaciones

interesadas, entonces es la Edad Dwâpara (Edad de

Bronce), donde dominan la Pasión (Rajas) y la Oscuridad

(Tamas = tendencia descendente, tenebrosa).



Cuando reina el engaño, la mentira, la inercia, el sueño, el

fraude, la consternación, el malhumor, los trastornos, el

miedo, la tristeza, eso se llama la Edad Kali (Edad de

Hierro) que es exclusivamente tenebrosa (tendencia

descendente "Tamas" exclusiva)".



Tal es la definición  de las cuatro Edades (o yugas) en la

doctrina hindú -y en la tradición latina- pero la tradición

griega, de la que nos informa Hesíodo en los "Trabajos y

los Días", menciona además otra Edad de los Héroes,

que no representa en realidad más que la primera mitad

de la Edad sombría (Edad Kali o Edad de Hierro latina).



En la Biblia, la Edad de Oro es vista "abreviadamente": es

el Paraíso terrestre del Génesis, que se acaba con el

episodio significativo de la caída. Las dos edades

siguientes, de Plata y de bronce, no están claramente

distinguidas, pero la travesía de la Edad de Bronce a la

actual Edad sombría es bien descrita, simbólicamente al

menos, por el célebre episodio de la "confusión de

lenguas". La degradación del mundo tras la "Caída",

luego al final de Edad de Oro, es destacada igualmente

en el siguiente pasaje del Génesis: "El suelo está maldito

por tu causa... Con penoso trabajo conseguirás el

alimento, todos los días de tu vida; te producirá espinas y

cardos, y comerás la hierba de los campos..."



Es necesario añadir, a estas nefastas consecuencias de

la Caída, el hecho de que la duración de la vida humana

se reduce durante el curso de las Edades, mientras que el

mal, es decir, el desorden, se extiende sobre el mundo.

Pero la Caída tendrá igualmente importantes

repercusiones geográficas, como se verá ahora a

propósito de la sucesión de los cinco grandes años.



Hemos visto anteriormente que la duración del

Manvantara, es decir, 64.800 años, se dividía

naturalmente en cinco Grandes Años de 12.960 años

cada uno, y la sucesión de estos cinco períodos

sucesivos puede ser relacionada con los cinco

elementos, o los cuatro puntos cardinales más el centro.

En efecto, como dice René Guénon, "...el número cinco,

siendo el de los Bhûtas o elementos del mundo sensible,

debe necesariamente tener una especial importancia

desde el punto de vista cosmológico... quizá incluso

debería considerarse una cierta correlación entre los

cinco Bhûtas y los cinco Grandes Años sucesivos".



Estas observaciones permiten establecer la tabla de

correspondencias siguiente:



Elementos: Éter - Aire - Fuego - Tierra - Agua

Puntos cardinales: Polo - Oriente - Sur - Occidente - Norte

Grandes Años: Primero - Segundo - Tercero - Cuarto -

Quinto

Razas: Primordial - Amarilla - Negra - Atlante - Blanca

Temperamentos: Equilibrado - Nervioso - Sanguíneo -

Bilioso - Linfático



Para completar la tabla anterior, queda por establecer la

cronología de los cinco Grandes Años sucesivos, de

donde el siguiente esquema:



Gran Año: Primero

Cronología: del 62.770 al 49.810 a. C.

Raza: Primordial

Situación: Polar

Continente: Hiperbórea



Gran Año: Segundo

Cronología: del 49.810 al 36.850 a. C.

Raza: Amarilla

Situación: Polar

Continente: Lemuria



La Caída: hacia el 36.850 a. C. - El Gran Cambio



Gran Año: Tercero

Cronología: del 36.850 al 23.890 a. C.

Raza: Negra

Situación: Austral

Continente: Gondwana



Gran Año: Cuarto

Cronología: del 23.890 al 10.930 a. C.

Raza: Atlante

Situación: Occidental

Continente: Atlántida



El Diluvio: hacia el 10.930 a. C. - Hundimiento de la

Atlántida



Gran Año: Quinto

Cronología: del 10.930 al 2.030 d. C.

Raza: Blanca

Situación: Nórdica

Continente: Europa



Esta tabla cronológica que sucintamente resume la

sucesión de los cinco Grandes Años durante el curso del

Manvantara requiere numerosas observaciones. Citaré

aquí algunas, rogando al lector referirse para el resto a mi

obra "Les Quatre Ages de l'Humanité". Es preciso ante

todo saber que los dos primeros Grandes Años, puesto

que se confunden con la Edad de Oro, no han dejado

huellas materiales de su paso sobre la tierra -los pueblos

felices no tienen historia- sino solamente tradiciones: la

tradición primordial, de origen hiperbóreo, que se ha

transmitido hasta nosotros por los Vedas, y después una

tradición de origen oriental que se conserva en el Génesis

bíblico.



A partir de la Caída, se observa fácilmente que la

cronología citada concuerda con los datos de la

prehistoria; la concordancia sería incluso perfecta si los

científicos se ocuparan seriamente del problema de la

Atlántida -la Atlántida de Platón, cuyo hundimiento debía

marcar el final del Paleolítico y el principio consecutivo del

Neolítico, que corresponde aproximadamente a la primera

mitad del quinto y actual Gran Año, y que se termina en el

final de la Edad sombría. Por otra parte, el actual (y último)

Gran Año puede, en razón de la ley de analogía entre los

ciclos, dividirse a su vez en cinco fases de 2.592 años

cada una, es decir, 26 siglos (en números redondos), y la

última de estas cinco fases coincide con ese período

propiamente histórico al que he denominado Ciclo de

Daniel (570 a. C. a 2.030 d. C.). Pero no entraremos aquí

en el dominio de la historia clásica, que merece y requiere

un estudio especial.



Cuando comencé, en 1.946, a estudiar la historia a la luz

de la doctrina tradicional de los ciclos cósmicos, me dí

cuenta de que entraba en un dominio totalmente nuevo,

que jamás nadie había explorado y donde quizá me

hubiera perdido si René Guénon no me hubiera ayudado

con sus consejos y apoyado, llegado el caso, con sus

aprobaciones.



El primero de mis descubrimientos concernía a la división

en cuatro "Edades", por un lado, del Milenio, y, por otro,

del ciclo moderno consecutivo; he aquí lo que pensaba

de ello René Guénon (carta del 6 de abril de 1.946): "Lo

que me expone Vd. con respecto a las divisiones del

período milenario del 313 al 1.313 y del período siguiente

me parece muy interesante y no veo qué podría objetar.

Me parece entonces, igual que a Vd., que todo ello

podría encontrar un sitio en la nueva edición de su

libro..."



De hecho, pronto debía considerar la publicación de

dichos descubrimientos en un libro especial; me percaté,

en efecto, de que el tema era más amplio de lo que había

creido en un principio. Debía entonces desmontar, si se

me permite, los diferentes engranajes del ciclo crístico, y

me ocupé de comunicar a René Guénon el resultado de

mis investigaciones; a cambio, él me escribió lo siguiente

(carta del 5 de octubre de 1.949):



"Me alegra saber que ha corregido Vd. las primeras

pruebas de su próxima obra y que ya las tiene preparadas.

Sus observaciones acerca de los diferentes ciclos que se

integran exactamente unos en otros son muy interesantes,

y quizá descubra Vd. otras si continúa su trabajo en este

sentido".



Lo que había encontrado era la clave de la célebre

profecía relativa al coloso con pies de barro; en efecto,

me percaté de que las alturas de las cuatro partes de la

estatua eran respectivamente proporcionales a los

números 1, 2, 3 y 4 de la Tetraktis pitagórica, y se puede

comprobar que éstas son, en sentido inverso, las

proporciones de las cuatro Edades de la Humanidad.

Consultado a este respecto, René Guénon me respondió

lo siguiente (carta del 24 de abril de 1.950):



"Su descubrimiento de las proporciones de la estatua es

verdaderamente curioso y merece ser expuesto en su libro

al completo; pero, ¿cómo considera Vd. esa inversión

entre las cuatro Edades y las diferentes partes de la

estatua?"



La inversión se explica fácilmente si se observa en primer

lugar que las proporciones de las diferentes partes de la

estatua son las mismas que las de las edades de la vida

humana; ahora bien, para pasar del microcosmos (aquí el

ciclo individual humano) al macrocosmos (es decir, al

Manvantara entero), debemos aplicar la regla de la

inversión: "Lo que está abajo es como lo que está arriba,

pero en sentido inverso". Esta explicación fue admitida

por el Maestro, que me dio así su acuerdo (carta del 18

de julio de 1950):



"La explicación de Vd. considera en cuanto a la inversión

de las proporciones de las cuatro partes de la estatua es

con seguridad muy plausible..."



Teniendo en cuenta los anteriores descubrimientos, me

fue posible ofrecer dos interpretaciones complementarias

del comentario de Daniel relativo a la estatua de pies de

barro:



1) Las cuatro partes de la estatua, cabeza, busto, vientre

y caderas, piernas y pies, simbolizan los cuatro "reinos":

babilónico, persa, griego y romano, del milenio antiguo.

Las duraciones sucesivas de estos cuatro reinos son en

efecto aproximadamente de 1, 2, 3 y 4 siglos, lo que nos

da en total 1.000 años.



2) Las diferentes partes de la estatua representan,

teniendo esta vez en cuenta la inversión de las

proporciones para las duraciones, las edades sucesivas

del "Ciclo de Daniel", es decir, de la quinta y última

división quinaria del actual Gran Año. Por otra parte, un

ciclo tal, que comienza en el siglo VI a. C., representa el

conjunto de la historia clásica. No se podría señalar en

exceso la importancia de tal indicación: significa en efecto

que la propia historia está sometida a las leyes cíclicas

enunciadas en la doctrina tradicional de los ciclos

cósmicos, y especialmente en la división de ciertos

períodos secundarios en cuatro fases análogas a las

cuatro Edades, de oro, de plata, de bronce y de hierro, de

duraciones respectivamente proporcionales a los números

4, 3, 2 y 1. Es este último modo de división lo que he

propuesto designar como "Movimiento de la Historia", ya

que se aplica a períodos propiamente históricos. Pero,

atención, este "Movimiento de la Historia" es

forzosamente "descendente", puesto que es provocado

por la Caída y finalmente debe terminar en el reino, por lo

demás efímero, del Anticristo. A decir verdad, y tal como

René Guénon ha repetido en numerosas ocasiones,

"...en realidad, las dos tendencias ascendente y

descendente coexisten siempre en toda manifestación, y

jamás puede hablarse más que del predominio de uno

sobre el otro, sin excluir la consideración de ese otro"

(carta del 28-1-48).



Los descubrimientos de los que acabo de hablar han sido

expuestos y desarrollados en mi tercera obra, "L'Ere future

et le Mouvement de l'Histoire", que debía aparecer en las

ediciones de "La Colombe" en mayo de 1956.



"La Era futura", que yo anunciaba aproximadamente para

1.957, ha comenzado efectivamente en 1.958 con el

retorno al poder del general De Gaulle. Partiendo de esta

fecha efectiva de 1.958 como el inicio de la 4ª y última

fase del ciclo moderno, me ha sido posible establecer una

cronología exacta, por un lado, del Ciclo moderno, y, por

otro, del Milenio, cronología que puede resumirse como

sigue:



I) Cronología del Milenio cristiano, o Milenium (310-1.310)



Inicio: hacia el 310. Reinado de Constantino.



Edad de Oro: 310-710. Se subdivide en dos fases, una

romana y la otra franca.



Edad de Plata: 710-1.010. Más o menos la era carolingia.



Edad de Bronce: 1.010-1.210. Aparición de la burguesía.



Edad de Hierro: 1.210-1.310. Período popular con su

apogeo bajo san Luis.



Fin del Milenium, el 13 de mayo de 1.310: Destrucción de

la Orden del Temple e inicio del reino de Mammón.



II) Cronología del Ciclo moderno (duración: 720 años).



Inicio: 13 de mayo de 1.310, bajo Felipe el Hermoso. 54

templarios son quemados vivos en París.



Edad de Oro: 1.310-1.598 (duración: 288 años = 4 x 72).

Se subdivide en dos fases:



a) de 1.310 a 1.453/54: período de transición y Guerra de

los 100 años.



b) de 1.453 a 1.598: Renacimiento, Reforma y Guerras de

Religión.



Edad de Plata: 1.598-1.814 (duración: 216 años = 3 x 72).

Período aristocrático y reinado de los Borbones,

terminado por la Revolución.



Edad de Bronce o Edad burguesa (duración: 144 años =

2 x 72). Período burgués y capitalista terminado por la IV

República (1.814-1.958).



Edad de Hierro: de 1.958 al 2.030 (duración teórica: 72

años). Edad "popular".



Pueden hacerse muchas observaciones con respecto a

las dos tablas expuestas. He aquí algunas. En primer

lugar, se constata que la mitad exacta del Milenium, es

decir, el año 810, corresponde, bajo el reinado de

Carlomagno, a una fase de apogeo, y lo mismo ocurre en

la mitad del ciclo moderno, es decir, 1.670, que pertenece

al más bello período del reinado del Rey-Sol, Luis XIV.

También la mitad de la Edad de Hierro del Milenium,

1.260, se haya bajo el reinado de san Luis, luego en una

fase de apogeo. Debemos, una vez más, citar a René

GHuénon (carta del 29-3-1.938): "No debe olvidarse que

todo ciclo particular implica forzosamente, en su conjunto,

una fase ascensional o creciente, seguida de una fase de

declive...".



Apliquemos esto al conjunto del ciclo crístico (30-2.030)

en el que se integran los dos períodos mencionados, el

Milenium (310-1.310) y el Ciclo moderno (1.310-2.030).

Inmediatamente se ve que la mitad, el año 1.030, del

Ciclo crístico corresponde al apogeo de la Iglesia.



Estos 2.000 años de la vida de la Iglesia pueden dividirse

naturalmente en dos milenios sucesivos, uno de

crecimiento o ascenso y el otro de decadencia. Esto no

es todo. Cada uno de estos dos milenios puede

subdividirse a su vez en siete fases secundarias de 143

años cada una, ya que 7 x 143 = 1.001 (del año 30 al año

1.030 inclusive hay efectivamente 1.001 años, y también

del 1.030 al 2.030). De esta forma, el Ciclo crístico de

2.000 años aparece como un doble septenario análogo,

por una parte, al de los siete años de abundancia y siete

de sequía, y, por otra, al conjunto del Kalpa, o ciclo de un

mundo, el cual implica como se sabe siete Manvantaras

pasados y siete Manvantaras futuros.



El hecho de que el Ciclo crístico, que viene a clausurar el

actual y séptimo Manvantara, sea el reflejo exacto del

kalpa entero, permite comprender esta frase de Cristo:

"No he venido a abolir la ley, sino a cumplirla". Dicho sea

esto para demostrar el burdo error de los ocultistas

"cristianos" que afirman perentoriamente que "la

astrología es falsa desde la encarnación del Verbo";

estos desgraciados no entienden que de este modo

definen a Cristo como "Gran Anarquista del Universo", lo

cual es absurdo.



Hace poco he mencionado que la duración del ciclo

crístico sería de 2.000 años. Se puede llegar a esta cifra

(ya propuesta por algunos Padres de la Iglesia y

confirmada por la Profecía de los Papas, así como por la

del Rey del Mundo) mediante un razonamiento simple

basado en la Profecía evangélica relativa al Fin de los

Tiempos. Dicha Profecía ya se realizó por primera vez al

cabo de 40 años (y 40 es la perfección de la penitencia);

la realización final, que será una nueva Pentecostés,

deberá entonces ocurrir 50 x 40 = 2.000 años tras la

Ascensión (ya que 50, perfección de la recompensa, es

también el número de Pentecostés).



El ciclo crístico puede entonces escribirse así: 2.000 = 50

x 40. Ahora bien, estos cincuenta períodos

"penitenciales" de 40 años pueden, teniendo en cuenta

las enseñanzas del Apocalipsis, agruparse así:



1º. 7 períodos de 40 años = 280 años (del 30 al 380):

tiempo de las persecuciones.



2º. 25 períodos de 40 años = 1.000 años (del 310 al

1.310): el Milenium.



3º. 18 períodos de 40 años = 720 años (del 1.310 al

2.030): el Ciclo Moderno.



Encontramos así de nuevo estos dos ciclos, el Milenium y

el Ciclo Moderno. En cuanto a este último, fácilmente se

observa que representa la tercera fase ternaria del ciclo

de 2.160 años, o Ciclo del César (del 130 a. C. al 2.030 d.

C.), por el que se termina la Edad sombría, y, por ende, el

Manvantara. La duración de la Edad sombría, es decir,

6.480 años, se divide naturalmente en 3 "años cósmicos"

de 2.160 años cada uno, de los cuales el último (al que

he llamado Ciclo del César porque tal es el nombre que

domina toda la historia desde la fundación del Imperio

romano) se subdivide a su vez en 3 ciclos secundarios de

720 años cada uno: el primero (del 130 a. C. al 590 d. C.)

es relativamente "profético" (lo cual queda confirmado por

la aparición de Cristo), el segundo (del 590 al 1.310) es

"sacerdotal" (pues vio el triunfo del Papado hacia el año

mil), y el tercero (del 1.310 al 2.030), "real" o "dictatorial",

ya que ha visto al poder temporal hacerse omnipotente.

Tal es pues el Ciclo Moderno (del 1.310 al 2.030), del que

se ve que se integra perfectamente en el conjunto de los

ciclos cósmicos.



Para terminar este breve resumen de la doctrina de los

ciclos, quisiera mostrar, mediante un ejemplo reciente, la

actualidad de estos "Ritmos en la Historia" que descubrí

hace ya más de 50 años. Deseo hablar especialmente del

período cíclico de 539 años, o 540 en números

redondos, que separa ciertos hechos históricos de la vida

de san Luis de hechos semejantes ocurridos en la vida de

Luis XVI. Prolongando este paralelismo hasta nuestros

días, se descubre lo siguiente:



En mayo del 1.429, Juana de Arco, al liberar a Orléans,

cambia el curso de la historia. 539 años más tarde, es

decir, en mayo de 1.968, un estudiante, Cohn-Bendit,

hará lo mismo en París; más tarde, en Irlanda del Norte,

Bernadette Devlin, apodada la "Juana de Arco irlandesa",

alza al pueblo contra los ingleses. Bernadette será hecha

prisionera en 1.970, es decir, 540 años después de Juana

de Arco, que fue detenida en Compiège en 1.430.



Carlos VII fue coronado en Reims en julio de 1.429; 540

años más tarde, el "delfín" Georges Pompidou es elegido

presidente de la República. Su programa, la reconciliación

de los franceses, será el mismo que el de Carlos VII.



El 30 de mayo de 1.431, Juana de Arco es quemada viva

en Rouen. 539 años después, en 1.970, numerosos

jóvenes se suicidan quemándose. Peor aún, en la fiesta

de Todos los Santos de este mismo año 1.970, 146

jóvenes murieron quemados en el incendio de una

discoteca. Anteriormente, en Praga, el estudiante Jean

Pallach se inmoló con fuego para protestar contra la

invasión soviética.



Para concluir, recordaré que no nos aproximamos al "Fin

del Mundo", sino al "Fin de un Mundo", y este

acontecimiento presentará una importancia excepcional

en el sentido de que representará verdaderamente el

"Centro de los Tiempos" para la totalidad del kalpa: se

explica así que Cristo regresará entonces en toda su

Gloria y en toda su Potencia.



NOTAS:



1. Ext. de "Le Cycle Judéo-Chrétien", Archè, Milán, 1983.

2. Luc Benoist: "Retour aux cycles" ("Études

Traditionnelles", nº 421-422).

3. Los astrónomos modernos ofrecen cifras un poco

diferentes, y sin interés para nosotros, ya que nos

basamos aquí únicamente en los datos tradicionales.



















 





 

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