DOCTRINA DE
LOS CICLOS Y MOVIMIENTO DE LA HISTORIA :
GASTON
GEORGEL
(Capítulo de:
Gaston Georgel, "Le Cycle Judéo-Chrétien", Archè, Milán, 1983).
"Los historiadores de los siglos pasados han
considerado la teoría de los ciclos cósmicos como una superstición oculta y la
han despreciado... Su desconocimiento de los ciclos es la consecuencia natural
del hecho de que un
fenómeno es imposible de fijar cuando no se produce más
que una vez,... o porque ese fenómeno obedece a un
período demasiado largo de aparición, en desproporción
con la vida del observador o incluso de toda la de su
raza" (2).
Tras haber así recordado que, hasta una época bastante
reciente, la ciencia oficial rechazaba con desprecio la
teoría de los ciclos, Luc Benoist se extiende largamente
sobre los trabajos del historiador inglés Toynbee que,
sin
haber recurrido a la tradición, ha reencontrado la
existencia de los ciclos sociales: de ahí surgió un
rebrote
del interés, a veces incluso cierto apasionamiento, por
la
doctrina de los ciclos. La desgracia, aquí, es que
demasiada gente se ha puesto a escribir sobre el asunto
sin haber tomado la precaución de estudiarlo seriamente,
de donde una gran confusión que ya es hora de disipar
con una exposición sucinta, pero clara y precisa, de la
verdadera doctrina tradicional de los ciclos cósmicos que
yo he explicado en mis diferentes obras, bajo la
dirección
de René Guénon mismo, desde hace más de veinticinco
años.
De hecho, fue en 1932 cuando me encontré enfrentado,
como por azar, con el problema de acontecimientos
históricos semejantes, a intervalos fijos de 539 años,
pero
para un caso particular, a saber, el paralelismo Luis IX
-
Luis XVI.
Dos años más tarde, o sea, en la primavera de 1934, tuve
la idea de ampliar el problema al conjunto de la historia
y
fue así, de una manera totalmente empírica, como fui
impulsado a redescubrir la existencia de un ciclo cósmico
tradicional conocido de los Antiguos, es decir, el
período
de 2.160 años durante el cual el punto vernal recorre los
30º de un signo del zodíaco. Solamente que yo aportaba
la siguiente novedad, a saber, que tal ciclo rige en
efecto
y muy concretamente el curso de la historia. Se aprecia
que tal descubrimiento era imposible para los autores de
los siglos pasados, y ello por dos razones. Primero
porque
al no remontar la historia propiamente dicha apenas más
allá del siglo VI a.C., el campo de investigación de los
buscadores era muy restringido, y después porque es en
época reciente cuando han aparecido las obras utilizables
para este género de trabajo.
La edición original de los "Rythmes dans
l'Histoire"
(febrero de 1937), donde yo exponía mis numerosos
descubrimientos relativos a las leyes cíclicas de la
historia, fue acogida favorablemente, y ello me permitió
entrar en correspondencia con René Guénon, el cual, en
octubre de 1937, había de dar de mi obra una recesión
que señalaba especialmente la realidad del ciclo
histórico
y astronómico de 2160 años. Un año más tarde, Guénon
publicaba a su vez (en "Etudes
Traditionnelles") un
artículo dedicado a la doctrina de los ciclos cósmicos.
Este artículo, bien que sucinto, era de una importancia
capital para el estudio de los períodos cíclicos, pues
desvelaba lo que nos ocultan las cifras astronómicas de
las tradiciones hindúes y caldeas. Fue así como fui
inducido a penetrar, siguiendo a René Guénon, en el
dominio enteramente nuevo -para mí y para muchos otros-
de esta doctrina de los ciclos cósmicos que he
desarrollado en mis dos obras, "Les Quatre Ages de
l´Humanité" y "L'Ere future et le Mouvement de
l'Histoire",
y que voy a intentar resumir ahora, tan claramente como
sea posible.
Para comenzar, he aquí las cifras fabulosas
proporcionadas por los textos hindúes:
1. duración del Manvantara: 4.320.000 años. Esta
duración se divide en cuatro Edades o Yugas de
duraciones decrecientes. La cuarta y última tendría así:
432.000 años (o sea 4.320.000/10);
2. duración del Kalpa o "Día de Brahma": 14 x
4.320.000
= 60.480.000 años;
3. duración del "Año de Brahma": 360 x
60.480.000 años
= 21.772.800.000 años.
4. Duración del "Para" o "Vida de
Brahma": 100 años de
Brahma = 100 x 21.772.800.00 años.
La tradición caldea, por su parte, partía del
"Saros" de
600 años, para desembocar en el ciclo de 36.000 años =
60 x 600 años; luego, de ahí al ciclo de 432.000 años =
12 x 36.000 años.
Y, para terminar, hay que señalar todavía el Gran Año
platónico, cuya duración es de 12.960 años.
Dicho esto, conviene dejar la palabra a René Guénon:
"Se denomina "Kalpa" al desarrollo total
de un mundo, o
de un grado de la Existencia universal". Es preciso
añadir
a esta definición la muy importante observación
siguiente:
" ...el Kalpa es la duración total de un mundo, y no
puede
quedar comprendido en ningún ciclo más extenso".
Esta afirmación parece contradecir el texto hindú antes
citado, donde se trata de un "Año de Brahma",
el cual
correspondería a 360 Kalpas o "Días de Brahma".
Para
resolver esta dificultad, hay que remitirse a otro
artículo de
René Guénon titulado "La cadena de los mundos",
en
donde se puede ver que las expresiones precedentes
"Año" y "Vida de Brahma" hacen uso de
un simbolismo
temporal que asimila los mundos o los estados de
existencia con ciclos sucesivos,... ; y, en el fondo,
esta
noción de un encadenamiento causal constituye el
verdadero sentido de lo que es traducido simbólicamente
por las apariencias de una sucesión cíclica..."
No ha lugar a considerar, en el dominio temporal, otro
ciclo que el Kalpa; en otros términos, no hay un ciclo de
múltiples Kalpas, sino solamente submúltiplos.
El Kalpa, o ciclo de un mundo, se divide en 14
Manvantaras, que forman dos series septenarias, en
cierto modo "simétricas" (a imagen de la
sucesión
igualmente simétrica de los siete años de abundancia
seguidos de los siete años de sequía). Además, los siete
primeros Manvantaras (es decir, los seis pasados y el
actual que toca a su fin) son puestos en correspondencia
con los Asuras (o los "demonios"), y los siete
Manvantaras futuros lo son con los Dévas (o los dioses).
Veamos ahora lo que se llama un Manvantara: Es
etimológicamente "la era de un Manú", y, como
ciclo, el
de una Humanidad (de la cual el Manú es el Regente). Su
duración es de cinco Grandes Años, o sea: 5 x 12.960 =
64.800 años.
Esto parece contradecir las cifras precedentes de la
doctrina hindú, pero, en realidad: "Lo que hay que
considerar en tales cifras es solamente el número 4.320,
y
no los ceros más o menos numerosos que le siguen, y que
pueden estar sobre todo destinados a confundir a quiees
quisieran entregarse a ciertos cálculos...". Aquí,
podría
preguntarse por qué René Guénon ha desvelado así lo
que había estado oculto hasta entonces. La razón es
simple: estamos ahora en esos "Últimos Tiempos"
en los
cuales "todo será desvelado", porque hay
actualmente
más inconvenientes en "poner la luz bajo el
celemín" que
en colocarla sobre el candelero "para que brille e
ilumine
toda la casa".
Dicho esto, se ve inmediatamente que tenemos:
1) 4.320 años = 2 x 2.160 años, y
2) 3 x 4320 años = 12.960 años.
Ello significa que el período cósmico de 4.320 años
corresponde al tiempo que tarda el punto vernal en
recorrer dos signos del zodíaco, es decir, un arco de
60º,
a razón de 1º cada 72 años (60 x 72 = 4.320 años).
En cuanto a la duración global del ciclo precesional, se
ve que es de 360 x 72 = 25.920 años (3).
Tras estas explicaciones, podemos volver al Kalpa. Se ha
visto que se dividía en 14 Manvantaras de 64.800 años
cada uno, lo que nos da, para los 7 Manvantaras
pasados (comprendido el actual): 7 x 64.800 años =
453.600 años.
Parecidamente, la duración global de los 7 manvantaras
futuros será de: 7 x 64.800 años = 453.600 años.
Lo que nos da, para la duración total del Kalpa o Ciclo
de
un mundo: 2 x 453.600 años = 907.200 años.
Se ve que estamos bien lejos, no solamente de las cifras
fabulosas de la tradición hindú -René Guénon nos ha
explicado el por qué- sino también de los millardos de
años que los geólogos otorgan generosamente a nuestro
globo, así como de los centenares de millones de años
que se atribuye a las "eras geológicas". Podría
estarse
tentado de rechazar en bloque todas las afirmaciones de
la ciencia moderna, pero aquí surge una dificultad:
encontramos en efecto que, para los hechos
relativamente recientes de la prehistoria, la cronología
tradicional concuerda casi con la de los sabios modernos.
Las contradicciones precedentes provienen de una
concepción diferente del tiempo: en todas las doctrinas
tradicionales el tiempo es considerado como cíclico,
mientras que, para los modernos, es rectilíneo. Dicho de
otra forma, la cronología
cíclica tradicional puede ser
inscrita en un círculo, el punto de tangencia
coincidiendo
con el punto de partida de las dos cronologías, y se ve
inmediatamente que: 1) en las cercanías del punto de
tangencia las dos cronologías coinciden casi, pero: 2)
ellas difieren más cuanto más nos alejamos del punto de
tangencia. En el límite, el tiempo rectilíneo tiende
hacia el
infinito, dicho de otra forma, hacia cifras excesivamente
grandes, mientras que, por el contrario, el tiempo
cíclico
apenas sobrepasará los 450.000 años, lo que es
relativamente modesto.
Dicho esto, es preciso volver ahora al Manvantara para
estudiar, al menos sucintamente, sus grandes
subdivisiones. Me bastará para ello resumir la obra que
he
dedicado a esta importante cuestión: "Les Quatre
Ages
de l´Humanité". Recordaré primero lo que hay que
entender por "Manvantara":
"En la tradición hindú, se llama Manvantara al
período
cíclico de 64.800 años que corresponde al desarrollo
total
de una humanidad de la cual el Manú es el regente. Esta
humanidad se expandirá sobre una "Tierra" que
tenga
sus polos y su aspecto propios, pasando por diferentes
fases sucesivas (Edades o Grandes Años), hasta el
agotamiento total de sus posibilidades, tras lo cual un
cataclismo cósmico invertirá la posición del globo y el
aspecto del cielo (luego la posición del eje de los
polos),
para dar lugar a continuación a "Nuevos Cielos"
y
"Nueva Tierra", morada primeramente paradisíaca
de una
nueva humanidad que será regida por el Manú del nuevo
Manvantara".
Es así, por ejemplo, que en el origen del Manvantara
actual "se describe la transición cataclísmica de un
ciclo
al otro en la tradición hindú bajo la forma de un
diluvio, un
poco análogo al de la Biblia (aunque este último es mucho
más reciente). En los dos casos las Escrituras sagradas
nos enseñan que Dios ordenó a un justo construir "el
arca
en la cual deberán ser encerrados los gérmenes del
mundo futuro durante el cataclismo que marca la
separación de los dos Manvantaras sucesivos". Este
justo se denomina Satyavrata en la tradición hindú, donde
se convierte en el Manú Vaivaswata del ciclo actual, y se
ve que su función es semejante a la de Noé, cuya Arca
contiene igualmente todos los elementos que servirán
para la restauración del mundo tras el Diluvio"
(René
Guénon).
Tras esta breve digresión dedicada al origen del presente
Manvantara, hay que estudiar sus grandes divisiones que
son:
1º Una división ternaria, en 3 ciclos polares de igual
duración, o sea: 3 x 21.600 años = 64.800 años;
2º Una división cuaternaria en cuatro edades de duración
decreciente que son: la Edad de Oro, la edad de Plata, la
Edad de Bronce y la Edad de Hierro.
3º Una división quinaria, en 5 Grandes Años de igual
duración, es decir: 5 x 12.960 = 64.800 años.
De la división ternaria (que ninguna tradición menciona),
diré solamente que sus tres fases sucesivas corresponden
respectivamente a las tres funciones, profética,
sacerdotal
y real, del "Rey del Mundo", manifestándose la
función
profética particularmente en la 1ª fase, la función
sacerdotal en la 2ª y la función real en la 3ª y última
fase.
Encontraremos además esta división ternaria a propósito
de ciertos períodos secundarios relativamente recientes y
nos será entonces posible confrontar esta división
ternaria
con los datos de la historia, lo que no es posible aquí.
Con la división del Manvantara en cuatro Edades, de Oro,
de Plata, de Bronce y de Hierro, entramos en un dominio
bien conocido: las diferentes tradiciones indo-europeas
son en efecto muy prolijas sobre este asunto. Lo que nos
enseñan primero es que las duraciones de las cuatro
Edades son respectivamente proporcionales a los
números 4, 3, 2 y 1, cuyo total vale 10. Por
consiguiente,
la duración de la cuarta edad es igual a la décima parte
de la duración global del Manvantara, lo que da: 64.800 /
10 = 6.480 años.
De aquí se deducen fácilmente las duraciones de las
cuatro edades sucesivas:
Duración de la edad de Oro: 4 x 6.480 = 25.920 años
Duración de la Edad de Plata: 3 x 6.480 = 19.440 años
Duración de la Edad de Bronce: 2 x 6.480 = 12.960 años
Duración de la Edad de Hierro: 1 x 6.480 = 6.480 años
Duración total del Manvantara = 64.800 años
Partiendo de ahí es fácil establecer una cronología, al
menos aproximada, de esas cuatro Edades sucesivas,
admitiendo como hipótesis de trabajo la fecha del 2.030
para el final de la edad de Hierro, lo que daría para el
principio de la edad de Oro: 62.770 a. C.
(aproximadamente), de donde la siguiente tabla
cronológica:
Edad de Oro: del 62.770 al 36.850 (a. C.) (aprox.)
Edad de Plata: del 36.850 al 17.410 (a. C.) (aprox.)
Edad de Bronce: del 17.410 al 4.450 (a. C.) (aprox.)
Edad de Hierro: del 4.450 (a. C.) al 2.030 (d. C.)
(aprox.)
Se sabe, además, que a las duraciones decrecientes de
las Edades sucesivas corresponde una degradación
progresiva del mundo en general, y de la humanidad en
particular. Para explicar este proceso de "evolución
regresiva", la doctrina hindú se basa aquí sobre la
teoría
de los tres "gunas" (o tendencias):
"La Bondad (Satwa = tendencia ascendente), la Pasión
(Rajas = tendencia expansiva), la Oscuridad (Tamas =
tendencia descendente), he aquí las cualidades (o
tendencias) que se manifiestan en el hombre; puestas en
acción por el tiempo, ellas actúan en el alma.
Cuando el órgano interno (antakharana), la inteligencia
(buddhi) y los sentidos participan sobre todo de la
"Bondad" (tendencia ascendente
"Satwa", luminosa),
entonces se reconoce la Edad Krita (Edad de Oro), la
cual se complace en la ciencia de "tapas"
("austeridad"
aprox.). "Cuando los seres se vuelcan en el deber,
en el
interés, en el placer, entonces es la Edad Tréta, donde
domina la Pasión (Rajas = tendencia expansiva).
Cuando reinan la concupiscencia, la insaciabilidad, el
orgullo, la impostura, la envidia, en medio de
actuaciones
interesadas, entonces es la Edad Dwâpara (Edad de
Bronce), donde dominan la Pasión (Rajas) y la Oscuridad
(Tamas = tendencia descendente, tenebrosa).
Cuando reina el engaño, la mentira, la inercia, el sueño,
el
fraude, la consternación, el malhumor, los trastornos, el
miedo, la tristeza, eso se llama la Edad Kali (Edad de
Hierro) que es exclusivamente tenebrosa (tendencia
descendente "Tamas" exclusiva)".
Tal es la definición
de las cuatro Edades (o yugas) en la
doctrina hindú -y en la tradición latina- pero la
tradición
griega, de la que nos informa Hesíodo en los
"Trabajos y
los Días", menciona además otra Edad de los Héroes,
que no representa en realidad más que la primera mitad
de la Edad sombría (Edad Kali o Edad de Hierro latina).
En la Biblia, la Edad de Oro es vista
"abreviadamente": es
el Paraíso terrestre del Génesis, que se acaba con el
episodio significativo de la caída. Las dos edades
siguientes, de Plata y de bronce, no están claramente
distinguidas, pero la travesía de la Edad de Bronce a la
actual Edad sombría es bien descrita, simbólicamente al
menos, por el célebre episodio de la "confusión de
lenguas". La degradación del mundo tras la
"Caída",
luego al final de Edad de Oro, es destacada igualmente
en el siguiente pasaje del Génesis: "El suelo está
maldito
por tu causa... Con penoso trabajo conseguirás el
alimento, todos los días de tu vida; te producirá espinas
y
cardos, y comerás la hierba de los campos..."
Es necesario añadir, a estas nefastas consecuencias de
la Caída, el hecho de que la duración de la vida humana
se reduce durante el curso de las Edades, mientras que el
mal, es decir, el desorden, se extiende sobre el mundo.
Pero la Caída tendrá igualmente importantes
repercusiones geográficas, como se verá ahora a
propósito de la sucesión de los cinco grandes años.
Hemos visto anteriormente que la duración del
Manvantara, es decir, 64.800 años, se dividía
naturalmente en cinco Grandes Años de 12.960 años
cada uno, y la sucesión de estos cinco períodos
sucesivos puede ser relacionada con los cinco
elementos, o los cuatro puntos cardinales más el centro.
En efecto, como dice René Guénon, "...el número
cinco,
siendo el de los Bhûtas o elementos del mundo sensible,
debe necesariamente tener una especial importancia
desde el punto de vista cosmológico... quizá incluso
debería considerarse una cierta correlación entre los
cinco Bhûtas y los cinco Grandes Años sucesivos".
Estas observaciones permiten establecer la tabla de
correspondencias siguiente:
Elementos: Éter - Aire - Fuego - Tierra - Agua
Puntos cardinales: Polo - Oriente - Sur - Occidente -
Norte
Grandes Años: Primero - Segundo - Tercero - Cuarto -
Quinto
Razas: Primordial - Amarilla - Negra - Atlante - Blanca
Temperamentos: Equilibrado - Nervioso - Sanguíneo -
Bilioso - Linfático
Para completar la tabla anterior, queda por establecer la
cronología de los cinco Grandes Años sucesivos, de
donde el siguiente esquema:
Gran Año: Primero
Cronología: del 62.770 al 49.810 a. C.
Raza: Primordial
Situación: Polar
Continente: Hiperbórea
Gran Año: Segundo
Cronología: del 49.810 al 36.850 a. C.
Raza: Amarilla
Situación: Polar
Continente: Lemuria
La Caída: hacia el 36.850 a. C. - El Gran Cambio
Gran Año: Tercero
Cronología: del 36.850 al 23.890 a. C.
Raza: Negra
Situación: Austral
Continente: Gondwana
Gran Año: Cuarto
Cronología: del 23.890 al 10.930 a. C.
Raza: Atlante
Situación: Occidental
Continente: Atlántida
El Diluvio: hacia el 10.930 a. C. - Hundimiento de la
Atlántida
Gran Año: Quinto
Cronología: del 10.930 al 2.030 d. C.
Raza: Blanca
Situación: Nórdica
Continente: Europa
Esta tabla cronológica que sucintamente resume la
sucesión de los cinco Grandes Años durante el curso del
Manvantara requiere numerosas observaciones. Citaré
aquí algunas, rogando al lector referirse para el resto a
mi
obra "Les Quatre Ages de l'Humanité". Es
preciso ante
todo saber que los dos primeros Grandes Años, puesto
que se confunden con la Edad de Oro, no han dejado
huellas materiales de su paso sobre la tierra -los
pueblos
felices no tienen historia- sino solamente tradiciones:
la
tradición primordial, de origen hiperbóreo, que se ha
transmitido hasta nosotros por los Vedas, y después una
tradición de origen oriental que se conserva en el
Génesis
bíblico.
A partir de la Caída, se observa fácilmente que la
cronología citada concuerda con los datos de la
prehistoria; la concordancia sería incluso perfecta si
los
científicos se ocuparan seriamente del problema de la
Atlántida -la Atlántida de Platón, cuyo hundimiento debía
marcar el final del Paleolítico y el principio
consecutivo del
Neolítico, que corresponde aproximadamente a la primera
mitad del quinto y actual Gran Año, y que se termina en
el
final de la Edad sombría. Por otra parte, el actual (y
último)
Gran Año puede, en razón de la ley de analogía entre los
ciclos, dividirse a su vez en cinco fases de 2.592 años
cada una, es decir, 26 siglos (en números redondos), y la
última de estas cinco fases coincide con ese período
propiamente histórico al que he denominado Ciclo de
Daniel (570 a. C. a 2.030 d. C.). Pero no entraremos aquí
en el dominio de la historia clásica, que merece y
requiere
un estudio especial.
Cuando comencé, en 1.946, a estudiar la historia a la luz
de la doctrina tradicional de los ciclos cósmicos, me dí
cuenta de que entraba en un dominio totalmente nuevo,
que jamás nadie había explorado y donde quizá me
hubiera perdido si René Guénon no me hubiera ayudado
con sus consejos y apoyado, llegado el caso, con sus
aprobaciones.
El primero de mis descubrimientos concernía a la división
en cuatro "Edades", por un lado, del Milenio,
y, por otro,
del ciclo moderno consecutivo; he aquí lo que pensaba
de ello René Guénon (carta del 6 de abril de 1.946):
"Lo
que me expone Vd. con respecto a las divisiones del
período milenario del 313 al 1.313 y del período
siguiente
me parece muy interesante y no veo qué podría objetar.
Me parece entonces, igual que a Vd., que todo ello
podría encontrar un sitio en la nueva edición de su
libro..."
De hecho, pronto debía considerar la publicación de
dichos descubrimientos en un libro especial; me percaté,
en efecto, de que el tema era más amplio de lo que había
creido en un principio. Debía entonces desmontar, si se
me permite, los diferentes engranajes del ciclo crístico,
y
me ocupé de comunicar a René Guénon el resultado de
mis investigaciones; a cambio, él me escribió lo
siguiente
(carta del 5 de octubre de 1.949):
"Me alegra saber que ha corregido Vd. las primeras
pruebas de su próxima obra y que ya las tiene preparadas.
Sus observaciones acerca de los diferentes ciclos que se
integran exactamente unos en otros son muy interesantes,
y quizá descubra Vd. otras si continúa su trabajo en este
sentido".
Lo que había encontrado era la clave de la célebre
profecía relativa al coloso con pies de barro; en efecto,
me percaté de que las alturas de las cuatro partes de la
estatua eran respectivamente proporcionales a los
números 1, 2, 3 y 4 de la Tetraktis pitagórica, y se puede
comprobar que éstas son, en sentido inverso, las
proporciones de las cuatro Edades de la Humanidad.
Consultado a este respecto, René Guénon me respondió
lo siguiente (carta del 24 de abril de 1.950):
"Su descubrimiento de las proporciones de la estatua
es
verdaderamente curioso y merece ser expuesto en su libro
al completo; pero, ¿cómo considera Vd. esa inversión
entre las cuatro Edades y las diferentes partes de la
estatua?"
La inversión se explica fácilmente si se observa en
primer
lugar que las proporciones de las diferentes partes de la
estatua son las mismas que las de las edades de la vida
humana; ahora bien, para pasar del microcosmos (aquí el
ciclo individual humano) al macrocosmos (es decir, al
Manvantara entero), debemos aplicar la regla de la
inversión: "Lo que está abajo es como lo que está
arriba,
pero en sentido inverso". Esta explicación fue
admitida
por el Maestro, que me dio así su acuerdo (carta del 18
de julio de 1950):
"La explicación de Vd. considera en cuanto a la inversión
de las proporciones de las cuatro partes de la estatua es
con seguridad muy plausible..."
Teniendo en cuenta los anteriores descubrimientos, me
fue posible ofrecer dos interpretaciones complementarias
del comentario de Daniel relativo a la estatua de pies de
barro:
1) Las cuatro partes de la estatua, cabeza, busto,
vientre
y caderas, piernas y pies, simbolizan los cuatro
"reinos":
babilónico, persa, griego y romano, del milenio antiguo.
Las duraciones sucesivas de estos cuatro reinos son en
efecto aproximadamente de 1, 2, 3 y 4 siglos, lo que nos
da en total 1.000 años.
2) Las diferentes partes de la estatua representan,
teniendo esta vez en cuenta la inversión de las
proporciones para las duraciones, las edades sucesivas
del "Ciclo de Daniel", es decir, de la quinta y
última
división quinaria del actual Gran Año. Por otra parte, un
ciclo tal, que comienza en el siglo VI a. C., representa
el
conjunto de la historia clásica. No se podría señalar en
exceso la importancia de tal indicación: significa en
efecto
que la propia historia está sometida a las leyes cíclicas
enunciadas en la doctrina tradicional de los ciclos
cósmicos, y especialmente en la división de ciertos
períodos secundarios en cuatro fases análogas a las
cuatro Edades, de oro, de plata, de bronce y de hierro,
de
duraciones respectivamente proporcionales a los números
4, 3, 2 y 1. Es este último modo de división lo que he
propuesto designar como "Movimiento de la
Historia", ya
que se aplica a períodos propiamente históricos. Pero,
atención, este "Movimiento de la Historia" es
forzosamente "descendente", puesto que es
provocado
por la Caída y finalmente debe terminar en el reino, por
lo
demás efímero, del Anticristo. A decir verdad, y tal como
René Guénon ha repetido en numerosas ocasiones,
"...en realidad, las dos tendencias ascendente y
descendente coexisten siempre en toda manifestación, y
jamás puede hablarse más que del predominio de uno
sobre el otro, sin excluir la consideración de ese
otro"
(carta del 28-1-48).
Los descubrimientos de los que acabo de hablar han sido
expuestos y desarrollados en mi tercera obra, "L'Ere
future
et le Mouvement de l'Histoire", que debía aparecer
en las
ediciones de "La Colombe" en mayo de 1956.
"La Era futura", que yo anunciaba
aproximadamente para
1.957, ha comenzado efectivamente en 1.958 con el
retorno al poder del general De Gaulle. Partiendo de esta
fecha efectiva de 1.958 como el inicio de la 4ª y última
fase del ciclo moderno, me ha sido posible establecer una
cronología exacta, por un lado, del Ciclo moderno, y, por
otro, del Milenio, cronología que puede resumirse como
sigue:
I) Cronología del Milenio cristiano, o Milenium
(310-1.310)
Inicio: hacia el 310. Reinado de Constantino.
Edad de Oro: 310-710. Se subdivide en dos fases, una
romana y la otra franca.
Edad de Plata: 710-1.010. Más o menos la era carolingia.
Edad de Bronce: 1.010-1.210. Aparición de la burguesía.
Edad de Hierro: 1.210-1.310. Período popular con su
apogeo bajo san Luis.
Fin del Milenium, el 13 de mayo de 1.310: Destrucción de
la Orden del Temple e inicio del reino de Mammón.
II) Cronología del Ciclo moderno (duración: 720 años).
Inicio: 13 de mayo de 1.310, bajo Felipe el Hermoso. 54
templarios son quemados vivos en París.
Edad de Oro: 1.310-1.598 (duración: 288 años = 4 x 72).
Se subdivide en dos fases:
a) de 1.310 a 1.453/54: período de transición y Guerra de
los 100 años.
b) de 1.453 a 1.598: Renacimiento, Reforma y Guerras de
Religión.
Edad de Plata: 1.598-1.814 (duración: 216 años = 3 x 72).
Período aristocrático y reinado de los Borbones,
terminado por la Revolución.
Edad de Bronce o Edad burguesa (duración: 144 años =
2 x 72). Período burgués y capitalista terminado por la
IV
República (1.814-1.958).
Edad de Hierro: de 1.958 al 2.030 (duración teórica: 72
años). Edad "popular".
Pueden hacerse muchas observaciones con respecto a
las dos tablas expuestas. He aquí algunas. En primer
lugar, se constata que la mitad exacta del Milenium, es
decir, el año 810, corresponde, bajo el reinado de
Carlomagno, a una fase de apogeo, y lo mismo ocurre en
la mitad del ciclo moderno, es decir, 1.670, que
pertenece
al más bello período del reinado del Rey-Sol, Luis XIV.
También la mitad de la Edad de Hierro del Milenium,
1.260, se haya bajo el reinado de san Luis, luego en una
fase de apogeo. Debemos, una vez más, citar a René
GHuénon (carta del 29-3-1.938): "No debe olvidarse
que
todo ciclo particular implica forzosamente, en su
conjunto,
una fase ascensional o creciente, seguida de una fase de
declive...".
Apliquemos esto al conjunto del ciclo crístico (30-2.030)
en el que se integran los dos períodos mencionados, el
Milenium (310-1.310) y el Ciclo moderno (1.310-2.030).
Inmediatamente se ve que la mitad, el año 1.030, del
Ciclo crístico corresponde al apogeo de la Iglesia.
Estos 2.000 años de la vida de la Iglesia pueden
dividirse
naturalmente en dos milenios sucesivos, uno de
crecimiento o ascenso y el otro de decadencia. Esto no
es todo. Cada uno de estos dos milenios puede
subdividirse a su vez en siete fases secundarias de 143
años cada una, ya que 7 x 143 = 1.001 (del año 30 al año
1.030 inclusive hay efectivamente 1.001 años, y también
del 1.030 al 2.030). De esta forma, el Ciclo crístico de
2.000 años aparece como un doble septenario análogo,
por una parte, al de los siete años de abundancia y siete
de sequía, y, por otra, al conjunto del Kalpa, o ciclo de
un
mundo, el cual implica como se sabe siete Manvantaras
pasados y siete Manvantaras futuros.
El hecho de que el Ciclo crístico, que viene a clausurar
el
actual y séptimo Manvantara, sea el reflejo exacto del
kalpa entero, permite comprender esta frase de Cristo:
"No he venido a abolir la ley, sino a
cumplirla". Dicho sea
esto para demostrar el burdo error de los ocultistas
"cristianos" que afirman perentoriamente que
"la
astrología es falsa desde la encarnación del Verbo";
estos desgraciados no entienden que de este modo
definen a Cristo como "Gran Anarquista del
Universo", lo
cual es absurdo.
Hace poco he mencionado que la duración del ciclo
crístico sería de 2.000 años. Se puede llegar a esta
cifra
(ya propuesta por algunos Padres de la Iglesia y
confirmada por la Profecía de los Papas, así como por la
del Rey del Mundo) mediante un razonamiento simple
basado en la Profecía evangélica relativa al Fin de los
Tiempos. Dicha Profecía ya se realizó por primera vez al
cabo de 40 años (y 40 es la perfección de la penitencia);
la realización final, que será una nueva Pentecostés,
deberá entonces ocurrir 50 x 40 = 2.000 años tras la
Ascensión (ya que 50, perfección de la recompensa, es
también el número de Pentecostés).
El ciclo crístico puede entonces escribirse así: 2.000 =
50
x 40. Ahora bien, estos cincuenta períodos
"penitenciales" de 40 años pueden, teniendo en
cuenta
las enseñanzas del Apocalipsis, agruparse así:
1º. 7 períodos de 40 años = 280 años (del 30 al 380):
tiempo de las persecuciones.
2º. 25 períodos de 40 años = 1.000 años (del 310 al
1.310): el Milenium.
3º. 18 períodos de 40 años = 720 años (del 1.310 al
2.030): el Ciclo Moderno.
Encontramos así de nuevo estos dos ciclos, el Milenium y
el Ciclo Moderno. En cuanto a este último, fácilmente se
observa que representa la tercera fase ternaria del ciclo
de 2.160 años, o Ciclo del César (del 130 a. C. al 2.030
d.
C.), por el que se termina la Edad sombría, y, por ende,
el
Manvantara. La duración de la Edad sombría, es decir,
6.480 años, se divide naturalmente en 3 "años
cósmicos"
de 2.160 años cada uno, de los cuales el último (al que
he llamado Ciclo del César porque tal es el nombre que
domina toda la historia desde la fundación del Imperio
romano) se subdivide a su vez en 3 ciclos secundarios de
720 años cada uno: el primero (del 130 a. C. al 590 d.
C.)
es relativamente "profético" (lo cual queda
confirmado por
la aparición de Cristo), el segundo (del 590 al 1.310) es
"sacerdotal" (pues vio el triunfo del Papado
hacia el año
mil), y el tercero (del 1.310 al 2.030), "real"
o "dictatorial",
ya que ha visto al poder temporal hacerse omnipotente.
Tal es pues el Ciclo Moderno (del 1.310 al 2.030), del
que
se ve que se integra perfectamente en el conjunto de los
ciclos cósmicos.
Para terminar este breve resumen de la doctrina de los
ciclos, quisiera mostrar, mediante un ejemplo reciente,
la
actualidad de estos "Ritmos en la Historia" que
descubrí
hace ya más de 50 años. Deseo hablar especialmente del
período cíclico de 539 años, o 540 en números
redondos, que separa ciertos hechos históricos de la vida
de san Luis de hechos semejantes ocurridos en la vida de
Luis XVI. Prolongando este paralelismo hasta nuestros
días, se descubre lo siguiente:
En mayo del 1.429, Juana de Arco, al liberar a Orléans,
cambia el curso de la historia. 539 años más tarde, es
decir, en mayo de 1.968, un estudiante, Cohn-Bendit,
hará lo mismo en París; más tarde, en Irlanda del Norte,
Bernadette Devlin, apodada la "Juana de Arco
irlandesa",
alza al pueblo contra los ingleses. Bernadette será hecha
prisionera en 1.970, es decir, 540 años después de Juana
de Arco, que fue detenida en Compiège en 1.430.
Carlos VII fue coronado en Reims en julio de 1.429; 540
años más tarde, el "delfín" Georges Pompidou es
elegido
presidente de la República. Su programa, la
reconciliación
de los franceses, será el mismo que el de Carlos VII.
El 30 de mayo de 1.431, Juana de Arco es quemada viva
en Rouen. 539 años después, en 1.970, numerosos
jóvenes se suicidan quemándose. Peor aún, en la fiesta
de Todos los Santos de este mismo año 1.970, 146
jóvenes murieron quemados en el incendio de una
discoteca. Anteriormente, en Praga, el estudiante Jean
Pallach se inmoló con fuego para protestar contra la
invasión soviética.
Para concluir, recordaré que no nos aproximamos al
"Fin
del Mundo", sino al "Fin de un Mundo", y
este
acontecimiento presentará una importancia excepcional
en el sentido de que representará verdaderamente el
"Centro de los Tiempos" para la totalidad del
kalpa: se
explica así que Cristo regresará entonces en toda su
Gloria y en toda su Potencia.
NOTAS:
1. Ext. de "Le Cycle Judéo-Chrétien", Archè,
Milán, 1983.
2. Luc Benoist: "Retour aux cycles"
("Études
Traditionnelles", nº 421-422).
3. Los astrónomos modernos ofrecen cifras un poco
diferentes, y sin interés para nosotros, ya que nos
basamos aquí únicamente en los datos tradicionales.
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