JULIUSEVOLA - EL YOGA TÁNTRICO
Biblioteca Evoliana
Es importante reconocer que, desde el
momento en que las proyecciones utilizan imágenes latentes de la conciencia
profunda del fallecido, es natural que se presenten figuras y escenas
correspondientes a aquellas de su fe y su tradición. Así, en el segundo bardo,
el budista, el cristiano, el mahometano, el chamán, etc., verán cada uno
los dioses, paraísos o infiernos de sus creencias respectivas (el lama Dawa
Samdup, comentando este texto, lo admite así explícitamente), y serán así
víctimas de la ilusión, pues se trata precisamente de superar' la
particularidad y la exterioridad de esas formas proyectadas, en el status de
una identidad absoluta del ser reintegrado 23.
El que pertenezca a la tradición tántrico-tibetana (verá) las imágenes divinas
de los cultos más elevados y más claros de esta tradición; se encontrará cara
a cara con Vajrasattva, Ratnasambhava, Amitabha, Amoghasiddhi, etc. A este
respecto se habla de los «siete grados de la trampa» 24. La trampa está formada precisamente por la aparición
objetiva de todas estas divinidades, creada únicamente por la impotencia y los
límites interiores, por la «ignorancia» del muerto que no ha sido totalmente
superada y actúa aquí de manera mágica. Se indican en particular los «residuos»
que, cada «día», ante cada una de las figuras divinas, hacen nacer el miedo y
se alejan de ellas, y, por tanto, de sí mismos. Ante Vajrasattva, se trataría
de los residuos de la cólera y de la versión; ante Ratnasambhava, de los de las
ataduras; ante Arnoghasiddhi, los de la envidia y el hybris, etc.
Cuando no se supera la prueba que
constituye el mundo divino, tranquilo y radiante, el panorama se transforma
casi como en un caleidoscopio. Como si el mismo miedo se proyectara y
objetivara en las figuras divinas, a las divinidades calmas y luminosas las
sustituyen otras terribles, furiosas, destructoras, desencadenadas, divinidades
del tipo kálico y sivaico (en realidad son las mismas que antes, con rasgos
cambiados, bajo otro de sus aspectos) 25. Y se
reinicia la prueba de la identificación, que naturalmente es más difícil de
superar aquí. Para ello haría falta haber practicado el culto de esta especie
de divinidades durante la vida, en un sentido más o menos dionisiaco; solamente
entonces puede «desvestirse» a estas divinidades y realizar la integración de
los estados espirituales ya conocidos en el punto culminante de estas
prácticas y ritos terrestres 26. Si no
se hace así, se retrocederá involuntariamente, se «huirá».
En este nivel, y en el nivel siguiente
todavía más, en el del sidpa-bardo, la dificultad mayor vendría de que
las formas y tendencias que sobreviven a la disolución del agregado humano, y
que por así decirlo ha llevado éste consigo, actúan de manera automática, casi
«fatal». Así, se dice 27 que a partir de esta fase, como los
impulsos destinados a separar son muy poderosos, viene el momento en el que es
tanto más necesario acordarse de las enseñanzas contenidas en el Bardo-Thódol.
Tras el paso de la prueba del segundo nivel sería «transferido» a uno de
los «portadores de vajra», asignado a uno de los reinos de formas
puras que, a través de las imágenes de lo que se llama los Dhyani-Buda, están
en parte en relación con los estados espirituales realizados en una u otra de
las fases del dhyana del yoga. En el conjunto, se trata de regiones
que, jerárquicamente, son las más elevadas del mundo manifestado, de las que en
tibetano se les llama 'og-min (en sánscrito akanishtha-loka), o
«el máximo de caída» (lugar desde el que no se cae ya más). Puede observarse
que en estos lugares jugaría la ley según la cual «los que tienen un mismo
grado de conocimiento y de desarrollo espiritual se ven mutuamente» 28, mientras que los niveles diferentes harían a los unos invisibles
ante los otros.
El orden de las apariciones va, pues, de
lo absoluto a lo relativo, de lo inmediato a lo mediato, de lo informal a lo
formal. Un punto esencial: es sólo la actitud del Yo la que produce las
transformaciones y los pasos de uno a otro de los contenidos de la experiencia.
Las divinidades furiosas y desencadenadas no reflejan ni objetivan sino el
miedo mismo del alma en su capacidad de identificarse con aquellas que son
radiantes y majestuosas. Así, a menos que por un acto enérgico o apoyándose en
las inclinaciones adquiridas o nutridas durante la vida en los cultos de las
divinidades desencadenadas, dionisiacas y destructoras, se pueda asumir la
persona de los dioses en esta nueva experiencia, el terror del que son el
reflejo engendra un nuevo terror y uno es impulsado a huir, con lo que
desaparecen las posibilidades ofrecidas por la segunda alternativa o bardo.
Se produce entonces el tercer bardo, o
sidpa-bardo, el de las «alternativas encaminadas a un nacimiento».
Sin embargo, no hay ya indeterminación en lo que concierne al paso a un
«nacimiento» samsárico dado o a otro. Puede decirse que para aquel que no ha
superado la prueba del segundo bardo el equilibrio se inclina hacia
las formas más condicionadas: el ser samsárico hecho de deseo, sediento de
vida, se muestra más fuerte que el principio sivaico. Es él el que constituye
la fuerza motriz del proceso. Sin embargo, aquel que en la vida ha recorrido ya
una parte del camino esotérico tiene, en relación con el pasu, el
hombre ordinario, que ha cesado de existir como verdadero ser consciente, el
poder al menos de dirigir el proceso, ya que no de suspenderlo. Podríamos
evocar la imagen de alguien que se encontrara en un coche en pleno movimiento,
que no podría abandonar ni detener, pero que, sin embargo, podría guiar para
evitar las curvas peligrosas y los precipicios.
El tercer bardo se caracteriza
ante todo por un refuerzo de la fenomenología del terror propio de la fase
precedente. Son ahora las tempestades, las ráfagas, las tinieblas, angustiosas
como el incendio de selvas enteras devoradas por las llamas, como el estrépito
de montañas desmoronándose, como rayos, aguas tumultuosas, furias y demonios
que persiguen y golpean, pero también soledades heladas, desiertos sin fin,
etc. Todos estos espejismos, reflejos, espectros, proyecciones alucinatorias,
son creados por el movimiento mismo del espíritu o, por mejor decirlo, por el
juego de las fuerzas kármicas que tienen prioridad y tratan de conducir en la
dirección querida al principio consciente, burlado y aterrorizado por esa
fantasmagoría de íncubos. El proceso se desarrollaría de tal manera que se presenta
una matriz como un refugio contra ese conjunto angustioso, y así el espíritu,
ignorante e incapaz de dominarse a sí mismo, es engañado y termina en esa
matriz sin darse cuenta de ello 29. En
particular, se habla de tres precipicios invisibles que se abren ante aquel que
huye: uno es blanco, el otro es rojo, el tercero negro, que corresponden a tres
tipos de «nacimientos», es decir, a tres formas de manifestación samsárica
inferior.
Este tercer bardo tendría otra
característica: que la sensación de que se ha muerto aflora entonces, al mismo
tiempo que el deseo vehemente de una nueva vida —habiendo sido empujado el
germen, la forma a la que se ha unido será un «cuerpo de deseo» 30—, y la percepción (Ir objetos y seres de un plano u otro de la
existencia. Este deseo y las reacciones ante las fantasmagorías aterradoras,
son los factores que hay que dominar en esta última serie de experiencias del
más allá. Se dice que ahí el espíritu y la memoria devienen particularmente
claros —incluso en aquellos que eran obtusos—, y que el «cuerpo de deseo» reviste
la cualidad de un cuerpo mágico en el sentido de que puede alcanzar lo que
desea o concibe 31. Sin embargo, la acción del elemento
samsárico puede hacer que aparezcan perspectivas engañosas; puede que parezca
bueno y deseable lo que no lo es, y a la inversa. A este respecto, el texto
exhorta a recordar también la «oposición» 32,
la presencia de fuerzas hostiles a la iluminación, fuerzas de las que se podría
decir que son una contrainiciación, que actúan en la raíz misma del elemento
samsárico, como una especie de fuerza demoniaca.
«Aquí se dibuja el límite entre la vía
hacia lo alto y la que va hacia lo bajo», añade el texto 33. «Si aceptas un sólo instante la indecisión, tendrás que sufrir
la miseria durante mucho tiempo, mucho tiempo. Ése es el instante. Atente
firmemente ante un sólo objetivo. Deteniendo todo movimiento de atracción o de
repulsión, con la memoria despierta, controlando toda tendencia del espíritu al
vagabundeo, aplícate a elegir la puerta de una matriz 34»
Se indican aquí diversas técnicas para
evitar las direcciones desfavorables, que sería fatal creerlas de otra manera.
Ante todo, el mismo método del segundo bardo:
hay que darse cuenta de que todas las apariciones son sólo alucinaciones,
que la naturaleza de nuestro ser es el «vacío», que no hay nada que temer, que
no hay nada sobre lo que las entidades amenazadoras y las fuerzas
desencadenadas puedan atacar. Además, hay que pensar que todas esas formas
—incluidos los demonios, los infiernos, los juicios de ultratumba, etc.— son
formas irreales semejantes a sueños, a ecos, a espejismos, como las
apariciones que crea una magia cualquiera. Todo movimiento irracional del alma
así helada, el desarrollo automático del proceso kármico, se vería impedido 35.
Por lo que se refiere a la entrada en una
matriz humana, esta enseñanza tiene opiniones que concuerdan casi con las del
psicoanálisis freudiano. El ser de deseo sediento de vida nueva vería seres
masculinos y femeninos a punto de unirse. Según el sexo que tenía en la
existencia precedente el ser que él ha creado, surge en él un deseo por aquella
que será su madre (si fuera hombre) y odio y celos por el que será su padre, o
a la inversa en el caso del otro sexo. Por la mediación de estos movimientos de
atracción y de repulsión tendría lugar la incorporación en un nuevo germen,
tras la identificación con el hombre, que posee y fecunda a la mujer o a la
inversa. Se trata, pues, de paralizar estos movimientos del ser de deseo.
«Manteniendo el espíritu concentrado en un sólo punto», hay que estar atento
para detener todo sentimiento de deseo o de aversión despertado por la visión
suprasensible de una pareja como la que acabamos de describir 36.
Otro método, por el contrario, ofrece la
misma estructura que las contemplaciones que preceden a las prácticas sexuales
tántricas. Se detiene el movimiento hacia una pareja que se abraza,
visualizando al hombre como la divinidad masculina y a la mujer como su Sakti,
como la Gran Madre 37.
Otro método consiste en una visualización
exorcizadora que recuerda ciertas prácticas de la meditación jesuita. En el
momento en que intervienen el desencadenamiento de las furias, de los
elementos y demonios, debería visualizarse enseguida una de las divinidades
mágicas de su culto, Heruka, Hayagriva o Vajrapani, como un ser perfecto,
poderoso y terrible para las fuerzas enemigas, aunque disuelve en un instante
todos estos espectros. Para ello, el proceso se detendría una vez más y se
tendría la posibilidad de elegir la matriz sin hacerlo por un movimiento
compulsivo. «Se te ha dado un poder supranormal para ver todos los lugares
[nacimientos posibles, no se trata sólo de lugares terrestres]; se te harán
visibles uno tras otro. Elige en consecuencia 38.»
Finalmente, sabiendo que los lugares
buenos pueden parecer indeseables y los malos deseables, se trata de paralizar
toda inclinación o repulsión para no dejarse coger en el juego. «Aunque una
matriz te parezca buena, no dejes que te atraiga; si te parece mala, no
experimentes repulsión. Mantenerse libre de la repulsión o de la atracción,
del deseo de tomar o de evitar, conservando una ecuanimidad perfecta, es la
mejor de las artes [de ultratumba]. Salvo para las escasas personas que han
tenido alguna experiencia práctica [de hecho realizaciones iniciáticas], es
difícil liberarse de los residuos del mal, de las malas inclinaciones También
aquí se conforma, pues, claramente que las posibilidades de dominar el destino
en la ultratumba implican precisamente la presencia, en los estados del más
allá, de las cualidades yóguicas de la neutralidad interior y el
distanciamiento, de la fría y soberana cualidad mágica. Tiene que ser posible
evocar y actualizar esas conquistas para dominarse a uno mismo ante esas
alternancias de fuerzas e imágenes pasadas en estado libre; como alguien que,
en un momento crítico y peligroso, conserva su sangre fría y controla
perfectamente sus reacciones para hacer exactamente lo que es mejor.
«El recuerdo del nombre secreto, recibido
en el momento en el que se ha sido iniciado», será finalmente importante. Con
él se comparecerá «ante el dios de la muerte».
El tercer bardo, tercera y última
forma de indeterminación póstuma, da por tanto la posibilidad, yo que no de
liberar, al menos de gozar de una cierta libertad en el mundo condicionado. Del
grado de «recuerdo» que se haya conservado a pesar de todo depende una elección
que permite continuar o completar la «Gran Obra» en una existencia nueva, en
tanto que individuo que tiene ya predisposiciones privilegiadas bajo la forma
de lo que hemos llamado la «dignidad natural», con un sentimiento más o menos
vivo de unos antecedentes prenatales.
Hay que clasificar aparte el caso de los
que toman un cuerpo y reaparecen en el mundo de los hombres voluntariamente, y
no porque hayan fallado las ocasiones de los tres bardo, porque no
hayan podido superar las pruebas de la ultratumba, y, por tanto, en razón del
juego de factores antes indicados. En general, se cree que casi siempre se
asocia a estos «descensos» una misión precisa, visible o no. En el límite,
tenemos el caso en el que se toma un nirmana-kaya, como mayavirupa
en el cuerpo mágico, en el sentido que hemos indicado (cf. p. 283). No se
trata, en este caso, de una individualidad cualquiera, sino de una fuerza de
arriba, aunque la doctrina lamaica de los tulku admite que esta fuerza
pueda «renacer» simultáneamente en muchos seres, como «una llama puede
encender muchas mechas». El «nos» iniciático, regio y pontificio, podría ser
un reflejo, un símbolo lejano y oscuro de algo de este género.
Para el que pisa las cimas del Mahayana,
cuya metafísica lleva el principio de la no dualidad a su extremo hasta el
punto de superar la distinción entre nirvana y sasmara, estas maneras
de ver se vuelven en cierta manera relativas. Se ha dicho de los siddha: «Para
ellos, las ideas concernientes al sasmara y el nirvana como
dos [cosas distintas] son como formas que se dibujan en el aire, que
desaparecen sin dejar rastro, de manera que se las comprende [verdaderamente]
en cuanto se ve su carácter ilusorio e irreal. Éstos se encuentran más allá de
las condiciones del nacimiento y de la muerte, y para ellos el Yo no existe
como algo separado de todos los otros Yo [como Yo individual]. Para ellos,
pues, no existe objeto [o forma particular] en el que pueda hacerse la
transferencia [del principio de la conciencia].» 40
NOTAS
NOTAS
1.
El texto principal ha sido publicado bajo el cuidado de W. Y. EVANS-WENTZ, con
el título de Tibetan Book of the Dead or the after-death experiences on the
Bardoplane según la versión inglesa del lama KAZI DAWA-SAMDUP (Londres,
1927); los otros textos, establecidos y traducidos por los mismos autores,
están contenidos en el libro que ya hemos citado a menudo, Tibetan Yoga and
Secret Doctrines, Londres, 1935, pp. 232 y ss. En las citas hechas en este
capítulo, designaremos el primer texto como Bardo-Thódol, el segundo
como Tib. Yoga. Más recientemente, G. Tuca ha publicado la traducción
italiana de un texto del mismo género (II Libro tibetano dei Morti, Milán,
1949), texto que en algunos puntos es más completo que aquel sobre el que se
fundamenta la traducción inglesa.
2.
Bardo-Thódol, p. 213.
3.
En textos como el Kaushitaki-upanishad (I, 2-3), la Luna, lugar
simbólico en el que se disuelven y «son sacrificados a los dioses» aquellos que
alcanzan el pitr-yana, es considerada también como un lugar de paso
posible para la «vía de los dioses», como una estación que dejan atrás éstos
para realizar una ascensión definitiva aquellos que saben responder a
cuestiones precisas. Si no se es capaz de ello, se cumple el destino «según sus
obras». Entre las respuestas, se da esta frase: «Yo soy la verdad» que, según
las etimologías convenidas y habituales, se explica como «ser otra cosa que
energías vitales» (ibid., I, 6).
4.
Bardo-Thódol, p. XXVII.
* Libro egipcio de los muertos, Editorial Edaf, 1990.
5. Existe una traducción inglesa de este último texto: The
Book of the Craft of Dying, bajo la atención de F. M. M. Comper, Londres.
1917.
6. Cf. OLIMPIODORO, In Plat. Phaed., 14,
ed. Norvin
7. Sin embargo, el Yo efímero es el
reflejo de una forma eterna que es su «nombre» y le preexiste en el plano
supratemporal. A la muerte, este reflejo es reabsorbido, como es reabsorbida
la conciencia, y desaparece en el sueño prolongado. Sólo aquel que se ha
convertido en un «vivo», que ha obtenido el despertar, toma esta forma al
morir, y realiza su nombre; es inscrito en el «Libro de lo Eterno» o, como se
decía en el antiguo Egipto, en el «Árbol de la Vida»
8. En particular, es posible que los
componentes disociados, teniendo la vitalidad interior, se disuelvan de nuevo
en raíces que se manifiestan así en las especies animales; siendo éste el
sentido verdadero (como el lama Dawa Samdup comenta, en Bardo-Thódo/, p.
44), bajo una forma simbólico-popular de la enseñanza de la idea del
«renacimiento animal».
9. Según los antiguos Misterios griegos,
es de esta manera que el voi), o espíritu, se separa de la Myurl, o alma; la
forma que toma el primero es el ocblua nveiwaTtxóv, el «cuerpo de
pneuma» o «espiritual» que participa de la naturaleza del aire y del éter
luminoso y que agregándose al principio superior sobrevive a la muerte. —Cf.
MAGNIEN, Les Mistéres d'Eleusis, París, 1929, pp. 61-62.
10. Tibetan Yoga, p. 80.
11. Bardo-Thódol, pp. 94-95.
12. Tibetan Yoga, p. 244. Cf.
PORFIRIO (en Magnien, op. cit., p. 69): «Hace falta purificarse en el
momento de la muerte como en el de la iniciación a los misterios; y verá el
alma de toda pasión malvada, frenar los transportes, prohibir la envidia, el
odio y la cólera, para poseer la sabiduría en el momento de salir del cuerpo.»
13. Tibetan Yoga, p. 151.
14. Ibid., p. 91.
15. Ibid., p. 233.
16. Ibid., p. 235; Bardo-Thódol,
p. 93. La experiencia del «Sol de Medianoche», que interviene tras el
traspaso de los elementos en los Misterios antiguos (cf. ApuLEYO, Met., XI),
podría tener alguna relación con la primera luz experimentada en el Bardo.
17. Cf. Brhadaranyaka-upanishad, IV, III, 38; IV, IV,
1-4.
18. Tibetan Yoga, p. 235.
19. Ibid., p. 244.
20. Cf. R. GUÉNON, L'Erreur spirite, París,
1923.
21. Tibetan Yoga, pp. 233-234.
22. Bardo-Thódol, pp. 103-104,
121-122. Cf. AGRIPA (Occ. Philos., III, 41), para el que las experiencias
de ultratumba no serían acontecimientos reales, sino apariencias percibidas por
la imaginación, como en un sueño. Recuerda que Orfeo llama a estas apariencias:
«El pueblo de los sueños.» Y también esta máxima: «Las puertas del reino de
Plutón no pueden abrirse; dentro está el pueblo de los sueños.»
23. Las concepciones que ha nutrido
cada uno en lo que concierne a la ultratumba, tendrían también su parte en el
«sueño cósmico» de la muerte
24. Bardo-Thódol, p. 131
25. Ibid., p. 131
26. Ibid., pp. 132, 143. Se
recuerda aquí que si, en estos momentos, uno no se acuerda de las enseñanzas
del Bardo-Thódol manteniendo el espíritu concentrado en un solo punto
y permaneciendo consciente, «la doctrina religiosa no serviría de nada, aunque
fuera vasta como un océano».
27. Tibetan Yoga, p. 241.
28. Ibid., p. 240.
29 Bardo-Thódol, pp. 166-167. Ibid., p. 156.
31 Ibid., pp. 182-183; 156, 176.
32 Ibid., p. 176.
33 Ibid., p. 177.
34 Tibetan Yoga, p. 245.
35 Bardo-Thódol, pp. 166-167, 180-181.
36 Ibid., pp. 179-180.
37 Ibid., p. 177.
38 Ibid., p. 185.
39 Ibid., p. 191.
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