viernes, 28 de junio de 2019

Escolios a un texto implícito 20 (Nicolás Gómez Dávila)


Hay que vivir para el instante y para la eternidad.
 No para la deslealtad del tiempo.

 — El progresista asustado no tiene compasión ni mesura.

 — La indemostrabilidad de los valores le hace parecer atrevidas al que no los ve las opiniones obvias.

 — Un fichero nutrido, una biblioteca imponente, una universidad seria, producen hoy esos aludes de libros que no contienen ni un error, ni un acierto.

 — Pocos reparan en la única diversión que no hastía: tratar de ser año tras año un poco menos ignorante, un poco menos bruto, un poco menos vil.

 — Tan repugnante es el aspecto del mundo moderno que los imperativos éticos se nos van volviendo evidencias en indicativo.

 — Tan monótona es la estupidez humana que ni siquiera una larga experiencia enriquece nuestra colección de estupideces.

 — Al hombre se le pueden conceder toda clase de libertades, menos la de vestirse y de edificar a su gusto.

 — Resulta imposible convencer al hombre de negocios de que una actividad rentable pueda ser inmoral.

 — El ser que uno se encuentra ser nos es también finalmente un ser extraño.

 — Sólo Dios y el punto central de mi conciencia no me son adventicios.

 — Cada gesto de soberbia ciega una fuente.

 — De una idea política sólo se inscriben en la historia las deformaciones a que la someten las circunstancias en que actúa.

 — Nada le parece más obsoleto a la humanidad durante sus borracheras que las verdades que confiesa nuevamente cuando recobra el juicio.

 — El izquierdismo congénito es enfermedad que se cura en clima comunista.

 — El socialismo se vale de la codicia y la miseria; el capitalismo se vale de la codicia y de los vicios.

 — En el mundo moderno no se enfrentan ideas contrarias sino meros candidatos a la posesión de los mismos bienes.

 — Para escandalizar a cualquiera basta hoy proponerle que renuncie a algo.

 — El hombre posee ya poder suficiente para que no haya catástrofe inverosímil.

 — La historia muestra que los aciertos del hombre son casuales y sus desaciertos metódicos.

 — Las palabras no descifran el misterio, pero lo iluminan.

 — Evitar la repetición de una palabra es el precepto de retórica predilecto del que no sabe escribir.

 — Al hallarse perfectamente libre el individuo descubre que no ha sido desembarazado de todo, sino despojado.

 — A la mayoría de las personas no les debemos pedir que sean sinceras, sino mudas.

 — Que la historia de la Iglesia contenga capítulos siniestros y capítulos imbéciles es evidente, pero no es ensalzando el mundo moderno como un catolicismo viril debe hacer su confesión penitente.

 — Los hombres se dividen en muchos altruistas, ocupados en corregir a los demás, y pocos egoístas, ocupados en adecentarse a sí mismos.

 — El tonto no le concede superioridad sino al que exhibe refinamientos bobos.

 — La lealtad a una doctrina acaba en adhesión a la interpretación que le damos.
 Sólo la lealtad a una persona nos libera de toda complacencia con nosotros mismos.

 — La evolución del dogma cristiano es menos evidente que la de su teología.
 Los católicos de poca teología creemos, finalmente, lo mismo que el primer esclavo convertido en Efeso o Corinto.

 — A la fe cristiana en los últimos siglos le ha faltado inteligencia y a la inteligencia cristiana le ha faltado fe.
 O no ha sabido atreverse, o ha temido hacerlo.

 — Las auténticas recompensas tienen el privilegio de no ser codiciadas sino por diminutas minorías.

 — Las civilizaciones entran en agonía cuando olvidan que no existe meramente una actividad estética, sino también una estética de la actividad.

 — Bien y belleza no se excluyen mutuamente sino donde el bien sirve de pretexto a la envidia y la belleza a la lujuria.

 — Conformismo y anticonformismo son expresiones simétricas de la falta de originalidad.

 — El público no comienza a acoger una idea sino cuando los contemporáneos inteligentes comienzan a abandonarla.
 Al vulgo no llega sino la luz de estrellas extintas.

 — La juventud prolongada
 — permitida por la actual prosperidad de la sociedad industrial
 — redunda meramente en un número creciente de adultos puerilizados.

 — La ausencia de jerarquías legales facilita el ascenso de los menos escrupulosos.

 — El predominio de las ciencias humanas le oculta cada vez más a la historiografía contemporánea la diferencia entre las épocas.

 — Este siglo ha logrado convertir el sexo en práctica trivial y tema tedioso.

 — A cierto nivel profundo toda acusación que nos hagan acierta.

 — La indignación moral no es bien sincera mientras no termina literalmente en vómito.

 — El alma se llena de malezas si la inteligencia no la recorre diariamente como un jardinero acucioso.

 — Las barreras frecuentes que nos opone la vida no son obstáculos para derribar, son amonestaciones silenciosas que nos desvían hacia la certera senda.

 — En toda ovación hay claque.

 — Al arte de este final de siglo le vuelve uno pronto la espalda no porque espante con el escándalo de lo insólito, sino porque agobia con el tedio de lo ya visto.

 — La “mentalidad de propietario”, tan vituperada por el moderno, se ha trocado en mentalidad de usufructuario que explota ávidamente personas, obras, cosas, sin pudor, sin piedad, sin vergüenza.

 — El gobierno de estas ínsulas americanas fue asumido desde la Independencia por los descendientes mestizos de Ginés de Pasamonte.

 — Lo nefasto no son las grandes ambiciones, sino la pululación de ambiciones mezquinas.

 — En materia política son pocos los que aún solos no argumentan a nivel de reunión pública.

 — Si el tiempo, subjetivamente, nos hace cambiar de gusto, también hace, objetivamente, que las cosas cambien de sabor.

 — La curva del conocimiento del hombre por sí mismo asciende hasta el XVII, declina paulatinamente después, en este siglo finalmente se desploma.
—El único patrimonio certero al cabo de unos años es el acopio de estupideces que la casualidad nos impidió cometer.
—Periodista es aquel a quien basta, para hablar de un libro, conocer del tema del libro únicamente lo que dice el libro de que habla.

 Cambiar repetidamente de pensamiento no es evolucionar. Evolucionar es desarrollar la infinitud de un mismo pensamiento.

 — Desagradecimiento, deslealtad, resentimiento, rencor, definen el alma plebeya en toda época y caracterizan este siglo.

 — El hombre rara vez entiende que no hay cosas duraderas, pero que hay cosas inmortales.

 — Las aristocracias son orgullosas, pero la insolencia es fenómeno plutocrático. El plutócrata cree que todo se vende; el aristócrata sabe que la lealtad no se compra.

 — El uso descriptivo de anécdotas sociales tiene más exactitud caracterológica que los porcentajes estadísticos.

 — A los que infieren de la utilidad social de los mitos la utilidad social de la mentira debemos recordar que los mitos son útiles gracias a las verdades que expresan.

 — La historia muestra dos tipos de anarquía: la que emana de una pluralidad de fuerzas y la que deriva de una pluralidad de debilidades.

 — Los politólogos analizan sabiamente los graznidos, gañidos, gruñidos, de los animales embarcados, mientras los remolinos empujan silenciosamente el barco hacia una u otra orilla.

 — La humanidad no es ingobernable: acontece meramente que rara vez gobierna quien merezca gobernar.

 — De sólo mirar el rostro del hombre moderno se deduce lo aberrante de atribuir importe ético a sus comportamiento sexual.

 — En una inteligencia ardiente los materiales no se funden en nueva aleación, se integran en nuevo elemento.

 — La perversidad despierta siempre la secreta admiración del imbécil.

 — Disciplina, orden, jerarquía, son valores estéticos.

 — La dificultad creciente de reclutar sacerdotes debe avergonzar a la humanidad, no inquietar a la Iglesia.

 — Las grandes estupideces no vienen del pueblo.
 Primero han seducido a hombres inteligentes.

 — El hombre sólo puede ser “faber” de su infortunio.

 — El acercamiento a la religión por medio del arte no es capricho de esteta: la experiencia estética tiende espontáneamente a prolongarse en premonición de experiencia religiosa.
 De la experiencia estética se regresa como del atisbo de huellas numinosas.

 — En la sociedad jerárquica la fuerza de la imaginación se disciplina y no desorbita al individuo como en la sociedad democrática.

 — En todo individuo duerme el germen de los vicios y apenas el eco de las virtudes.

 — Es mediante la inteligencia cómo la gracia nos rescata de las peores ignominias.

 Cultivado no es el hombre que ha disciplinado su inteligencia meramente, sino el que disciplina también los movimientos de su alma y hasta los gestos de sus manos.

 — Mientras no lo tomen en serio, el que dice la verdad puede vivir un tiempo en una democracia.
 Después, la cicuta.

 — El que quiera evitarse colapsos grotescos no debe buscar nada que lo colme en el espacio y en el tiempo.

 — El moderno nunca está ni moral ni intelectualmente preparado a resbalarse y a caerse con la mayor dignidad posible.

 — Si la dignidad no basta para recomendar el pudor, la vanidad debería bastar.

 — A la humanidad no le concede ciertas libertades extremas sino el indiferente a su destino.

 — La separación de la Iglesia y del Estado puede convenir a la Iglesia, pero le es funesta al Estado porque lo entrega al maquiavelismo puro.

 — Sólo manos eclesiásticas supieron, durante unos siglos, pulir el comportamiento y el alma.

 — El mal no triunfa donde el bien no se ha vuelto soso.

 — El acuerdo es finalmente posible entre hombres inteligentes, porque la inteligencia es convicción que comparten.

 — El rumor de lo cotidiano no exaspera sino al tonto que duerme en el individuo.

 — Erotismo y gnosticismo son recursos del individuo contra el anonimato de la sociedad multitudinaria.

 — El hombre esconde bajo el nombre de libertad su hambre de soberanía.

 La historia permite comprender, pero no exige absolver.

 — El estudio psicológico de las conversiones sólo produce flores de retórica.
 Las sendas de Dios son secretas.

 — Restaurar un viejo gesto litúrgico en un contexto nuevo puede frisar la herejía.
 La comunión de pie hoy en día, por ejemplo, resulta gesto de soberbia.

 — La verdadera lectura es evasión.
 La otra es oficio.

 — Para escribir honestamente para los demás hay que escribir primordialmente para sí mismo.

 Ciertos traumatismos del alma de un pueblo parecen el único carácter adquirido que se hereda.

 — El resorte secreto de la técnica parece ser la intención de volver insípidas las cosas.
 La flor sin perfume es su emblema.

 — El que sabe preferir no excluye.
 Ordena.

 — La frase debe blandir las alas como halcón cautivo.

 — El hombre persigue el deseo y sólo captura la nostalgia.

 — Lo difícil no es desnudarse, sino caminar sin regodearse de andar desnudo.

 — La soledad que hiela no es la carente de vecinos, sino la desertada por Dios.

 — Los años no nos despluman de ilusiones sino de tonterías.

 — A la ciencia se le podría objetar la facilidad con que cae en manos de imbéciles, si el caso de la religión no fuese igualmente grave.

 — Los placeres abundan mientras no les confundimos los rangos.

 — Las palabras llegan un día a manos del escritor paciente como bandadas de palomas.

 — Cultivarse es aprender que cierta clase de preguntas carecen de sentido.

 — Los que nos confiesan dudar de la inmortalidad del alma parecen creer que tenemos interés en que su alma sea inmortal.

 — La sencillez con que los simples se resignan avergüenza nuestras petulancias.

 — No pudiendo explicar esa conciencia que la crea, la ciencia, cuando termine de explicar todo, no habrá explicado nada.

 — Las revoluciones se hacen para cambiar la tenencia de los bienes y la nomenclatura de las calles. El revolucionario que pretende cambiar la “condición del hombre” acaba fusilado como contra-revolucionario.

 — El “lector común” escasea tanto como el sentido común.

 — El hombre paga el poder que adquiere sobre el mundo entregando el sentido de las cosas.
 Para hacer la teoría del viento hay que renunciar al misterio de un torbellino de hojas secas.

 — Ética y estética divorciadas se someten cada una más fácilmente a los caprichos del hombre.

 — Cada nueva conquista del hombre es la nueva plaga que castiga su soberbia.

 — El infierno es el sitio donde el hombre halla realizados todos sus proyectos.

 — Las imbecilidades se propagan con la velocidad de la luz.

 — La mayoría de las cosas que el hombre “necesita” no le son necesarias.

 — La liberación que promete todo invento acaba en sometimiento creciente del que lo adopta al que lo fabrica.

 — A la humanidad no le curan los males sino las catástrofes que la diezman. El hombre nunca ha sabido renunciar oportunamente.

 — A pesar de lo que hoy se enseña, el coito fácil no resuelve todos los problemas.

 — En la sociedad que se esboza, ni la colaboración entusiasta del sodomita y la lesbiana nos salvarán del tedio.

 — Sólo las humillaciones le entreabren a veces a la humanidad las puertas de la sabiduría.

 — Lo constante en toda empresa tecnológica es su curva de éxito: rápido ascenso inicial, horizontalidad subsiguiente, descenso paulatino hasta insospechadas profundidades de fracaso.
—En estética también sólo se llega al cielo por el camino áspero y la puerta estrecha.
—Los partidos políticos, en las democracias, tienen la función de enrolar a los ciudadanos para que la clase política los maneje a su antojo.

 — Humanizar nuevamente a la humanidad no será tarea fácil después de esta larga borrachera de divinidad.

 — La historia cobra caro la destrucción de uno de sus raros aciertos.

 — Letras y artes pronto se esterilizan donde practicarlas enriquece y admirarlas prestigia.

 — La acción civilizadora de las obras de arte se debe menos al valor estético que a la ética del trabajo estético.

 — Aprecio el andar pedestre de cierta poesía, pero prefiero el duro ritmo de donde se levanta el canto.

 — Sólo el bien y la belleza no requieren límites.
 Nada es demasiado bello o demasiado bueno.

 — El pensamiento religioso no progresa, como el pensamiento científico, sino profundiza.

 — El alma humana no se purifica sino en los remansos donde se decanta.

 — El orgullo justificado se acompaña de humildad profunda.

 — El mundo no anda tan mal teniendo en cuenta a quienes lo gobiernan.

 El exceso de leyes desviriliza.

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