La cuestión del suicidio
Julius Evola
"La Doctrina del
Despertar", Segunda parte, capítulo 8 Fenomenología de la Gran Liberación
Dado que, como se ha
visto, la ascética budista no se agota en un desprendimiento, sino que se
desarrolla en la penetración y en el dominio de las energías más profundas de
la manifestación corpórea, la muerte de un Despertado tiene siempre carácter
voluntario, al menos en el sentido de un asentimiento, de una no intervención.
Justamente ha sido dicho que "para morir un buda, debe querer morir, de
otra forma ninguna enfermedad puede matarlo". La verdadera muerte del
príncipe Siddhartha ocurrió cuando él, en un tiempo antes de su verdadero fallecimiento, decidió
conscientemente no querer seguir viviendo. “Desde entonces, él sabe y predice
repetidamente la hora y el momento, el lugar y el lecho en los que su
respiración se detendrá por siempre. La muerte del cuerpo se convierte así en
un hecho secundario, del todo descuidable, e importa bastante poco por qué causa
estará determinado".17
El budismo, lo mismo que
el estoicismo, no condena el suicidio. El “tomar el arma” (o sea suicidarse) no
es cosa reprobable en la doctrina de los ariya, siempre que se trate de alguien
que haya conseguido efectivamente la extinción. Esto se deja al arbitrio de
cada uno. En vano, Mara, el demonio de este mundo, pero también del mundo de Brahma,
acecha el alma del asceta Channo que había "empuñado el ar
ma". 18 Aquí no se
trata, en realidad, de buscar la muerte por alguna debilidad frente a la vida,
por alguna desesperación, por apego o dolor. Sabemos que la premisa de la
extinción es haber vencido el deseo hasta de la extinción misma, el haber
realizado el estado de quien está libre y no posee deseo ni de existencia ni de
dejar la existencia.14 El quitarse la vida representaría en tal caso un acto
del todo irrelevante, así como quien, sentado en una postura, en cierto momento
decide cambiarla, de quien acaba
por apartar un insecto que estaba continuamente encima de él y lo había
soportado con calma. Esto, lo mismo que cualquier acto de un Despertado, no
crea samkhara, no altera en modo alguno la realización alcanzada, no determina
causas de futuros efectos.
Con todo se debe tener
presente que la estatura espiritual de un Despertado
es tal que en el momento
en que decide dejar su forma humana de aparecer no puede ser arbitrario ni
dependiente de consideraciones accidentales. Hay un texto que, contra la muerte
voluntaria, cita no sólo los elementos esenciales positivos de que un
Despertado dispone, sino todo lo que, aún en vida, puede dar todavía a seres
necesitados de guía.20 Un Despertado tendrá siempre en cierta medida (medida
que en
20 Milindapañha 195, y ss
(437)
el budismo mahayana luego
se exagerará sin más) el sentido de una misión, de la que hará depender el
curso y el momento del final de su vida. El príncipe Siddhartha declaró que no
entrarla definitivamente en el nirvana, permitiéndose morir y
desaparecer, antes que la doctrina, gracias a una hueste de discípulos dignos e
iluminados que ya la habrían realizado, no quedara afianzada y hubiera sido
bien anunciada en el mundo tanto de los hombres como de los seres celestes.21 Fue en
ese punto que el Completo, con perfecta conciencia y lucidez, "depuso su voluntad
de vivir" y, "recogido e interiormente contento', desgarró su personalidad
como "se desgarra una coraza";22 momento éste al que la leyenda
atribuyó signos cósmicos y prodigios semejantes a los relativos a la muerte de
Cristo.23 Hay textos que tratan de los movimientos del espíritu de un
Completo en el momento de la muerte: recorre, ascendiendo, los estados
correspondientes a las primeras cuatro realizaciones libres de forma, o sea,
hasta el estado allende la conciencia y la no conciencia. Desde esa altura, el
ánimo redesciende por grados hasta el primer jhana, de éste pasa al
cuarto jhana, que como se ha visto corresponde al límite de la
conciencia individualizada por un "nombre y- forma" y desde ahí, en
el impulso de esta fuerza bajada del mundo de más allá de la forma, , se
desprende , sigue adelante y parte “para no regresar jamás”.24
Todo esto se refiere, pues, a la
forma más alta de liberación, realizada ya en vida como hombre y es la exacta
correspondencia con lo que en la tradición general hindú se llama el
jivan-mukta, que significa precisamente "el liberado en vida". Además
del caso del jivan-mukta, en la misma tradición se considera también al
videna-mukta, el cual consigue la liberación en el momento de la muerte física,
momento que, a diferencia del caso precedente, él solo brinda la ocasión de que
alguien se convierta plenamente en actuante de una liberación y de una
iluminación que existían en potencia. Esta posibilidad también es considerada en
el budismo: los sentidos espirituales —se dice— pueden esclarecerse por
completo y el ojo del conocimiento supremo puede abrirse en el punto de la
muerte. El fin de la vida física coincide así con la de la mania, con la
destrucción definitiva de los asava. Tal es el caso del llamado saιnasisi.25
Tal suprema transformación se facilitaría cuan-
21 Anguttara...,
1111, 70.
22 Annguttara...,
VIII, 70.
23 Mahaparinirvana,
V, 52-56.
24 Μahαparinirνana,
V, 52-56; Samyutta..., VI, 5.
25 Angutara IV
do está presente o un Despertado o un
discípulo del Despertado que le recuerde la doctrina al moribundo o si se tiene
la fuerza de representársela uno mismo en ese momento.26 Ya se ha señalado que
en la práctica constante y bien entendida de una respiración consciente se ha
visto uno de los medios para poder conservar con más desenvoltura una clara conciencia
hasta en los últimos instantes de la existencia terrena.
26 Aguttara..., IV, 56.
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