jueves, 6 de junio de 2019

La cuestión del suicidio (Julius Evola)


La cuestión del suicidio

Julius Evola
"La Doctrina del Despertar", Segunda parte, capítulo 8 Fenomenología de la Gran Liberación



Dado que, como se ha visto, la ascética budista no se agota en un desprendimiento, sino que se desarrolla en la penetración y en el dominio de las energías más profundas de la manifestación corpórea, la muerte de un Despertado tiene siempre carácter voluntario, al menos en el sentido de un asentimiento, de una no intervención. Justamente ha sido dicho que "para morir un buda, debe querer morir, de otra forma ninguna enfermedad puede matarlo". La verdadera muerte del príncipe Siddhartha ocurrió cuando él, en un tiempo antes de su verdadero fallecimiento, decidió conscientemente no querer seguir viviendo. “Desde entonces, él sabe y predice repetidamente la hora y el momento, el lugar y el lecho en los que su respiración se detendrá por siempre. La muerte del cuerpo se convierte así en un hecho secundario, del todo descuidable, e importa bastante poco por qué causa estará determinado".17

El budismo, lo mismo que el estoicismo, no condena el suicidio. El “tomar el arma” (o sea suicidarse) no es cosa reprobable en la doctrina de los ariya, siempre que se trate de alguien que haya conseguido efectivamente la extinción. Esto se deja al arbitrio de cada uno. En vano, Mara, el demonio de este mundo, pero también del mundo de Brahma, acecha el alma del asceta Channo que había "empuñado el ar
ma". 18 Aquí no se trata, en realidad, de buscar la muerte por alguna debilidad frente a la vida, por alguna desesperación, por apego o dolor. Sabemos que la premisa de la extinción es haber vencido el deseo hasta de la extinción misma, el haber realizado el estado de quien está libre y no posee deseo ni de existencia ni de dejar la existencia.14 El quitarse la vida representaría en tal caso un acto del todo irrelevante, así como quien, sentado en una postura, en cierto momento decide cambiarla, de quien acaba por apartar un insecto que estaba continuamente encima de él y lo había soportado con calma. Esto, lo mismo que cualquier acto de un Despertado, no crea samkhara, no altera en modo alguno la realización alcanzada, no determina causas de futuros efectos.

Con todo se debe tener presente que la estatura espiritual de un Despertado
es tal que en el momento en que decide dejar su forma humana de aparecer no puede ser arbitrario ni dependiente de consideraciones accidentales. Hay un texto que, contra la muerte voluntaria, cita no sólo los elementos esenciales positivos de que un Despertado dispone, sino todo lo que, aún en vida, puede dar todavía a seres necesitados de guía.20 Un Despertado tendrá siempre en cierta medida (medida que en

20 Milindapañha 195, y ss (437)

el budismo mahayana luego se exagerará sin más) el sentido de una misión, de la que hará depender el curso y el momento del final de su vida. El príncipe Siddhartha declaró que no entrarla definitivamente en el nirvana, permitiéndose morir y desaparecer, antes que la doctrina, gracias a una hueste de discípulos dignos e iluminados que ya la habrían realizado, no quedara afianzada y hubiera sido bien anunciada en el mundo tanto de los hombres como de los seres celestes.21 Fue en ese punto que el Completo, con perfecta conciencia y lucidez, "depuso su voluntad de vivir" y, "recogido e interiormente contento', desgarró su personalidad como "se desgarra una coraza";22 momento éste al que la leyenda atribuyó signos cósmicos y prodigios semejantes a los relativos a la muerte de Cristo.23 Hay textos que tratan de los movimientos del espíritu de un Completo en el momento de la muerte: recorre, ascendiendo, los estados correspondientes a las primeras cuatro realizaciones libres de forma, o sea, hasta el estado allende la conciencia y la no conciencia. Desde esa altura, el ánimo redesciende por grados hasta el primer jhana, de éste pasa al cuarto jhana, que como se ha visto corresponde al límite de la conciencia individualizada por un "nombre y- forma" y desde ahí, en el impulso de esta fuerza bajada del mundo de más allá de la forma, , se desprende , sigue adelante y parte “para no regresar jamás”.24

Todo esto se refiere, pues, a la forma más alta de liberación, realizada ya en vida como hombre y es la exacta correspondencia con lo que en la tradición general hindú se llama el jivan-mukta, que significa precisamente "el liberado en vida". Además del caso del jivan-mukta, en la misma tradición se considera también al videna-mukta, el cual consigue la liberación en el momento de la muerte física, momento que, a diferencia del caso precedente, él solo brinda la ocasión de que alguien se convierta plenamente en actuante de una liberación y de una iluminación que existían en potencia. Esta posibilidad también es considerada en el budismo: los sentidos espirituales —se dice— pueden esclarecerse por completo y el ojo del conocimiento supremo puede abrirse en el punto de la muerte. El fin de la vida física coincide así con la de la mania, con la destrucción definitiva de los asava. Tal es el caso del llamado saιnasisi.25 Tal suprema transformación se facilitaría cuan-
21  Anguttara..., 1111, 70.
22  Annguttara..., VIII, 70.
23  Mahaparinirvana, V, 52-56.
24  Μahαparinirνana, V, 52-56; Samyutta..., VI, 5.
25 Angutara IV 

do está presente o un Despertado o un discípulo del Despertado que le recuerde la doctrina al moribundo o si se tiene la fuerza de representársela uno mismo en ese momento.26 Ya se ha señalado que en la práctica constante y bien entendida de una respiración consciente se ha visto uno de los medios para poder conservar con más desenvoltura una clara conciencia hasta en los últimos instantes de la existencia terrena.

26 Aguttara..., IV, 56.





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