domingo, 2 de junio de 2019

Ambiente homosexual (Paul Evdokimov)



Ambiente homosexual

Paul Evdokimov
La femme et la salut du monde.
Desclée de Brouwer 1978


1. - Si el arte mayéutico de Platón engendra los espíritus y si el  arte seductor de Kierkegaard saca a relucir la evidencia, s. Juan 1, bautiza y engendra en el eón del Espíritu. Maestro de  justicia, da cumplimiento a esta con Cristo y adquiere así  el poder de juzgar la materia humana. El la pesa en la balanza de Job, evalúa y determina las vocaciones humanas y las pone en obra para construir el destino. La Virgen pone las palabras de la vida en su corazón; orando, ella escucha el canto de su propio misterio, ella es toda natividad, misterio del destino, "ella no cesa de engendrar el Verbo 2". Sellado por el Espíritu Santo, "el hombre pasa infinitamente al  l hombre, supera lo humano, busca y encuentra en él el Reino al transformar aquí el mundo. Es por esta metamorfosis del destino. que los carismas y los dones se dan en lluvia, sin medida, gracia sobre gracia, y que los ministerios y los dignidades se complementan recíprocamente sí
recíprocamente: el cuerpo entero, bien coordinado y fuertemente unido por todas las articulaciones que hacen comunicar sus partes, saca su crecimiento, según la fuerza medida en cada una de ellas (Ef. 4,12). Pero en la historia, el equilibrio de los componentes humanos puede inevitablemente formular preguntas falsas. Así "la cuestión de la mujer": cuando el  hombre la pone aisladamente, se aísla a sí mismo, se desconecta de las fuentes claras de la vida, se pone en cuestión su propio artificio y se muestra inactual. Hemos visto ya lo esencial, se trata del hombre y de la mujer, más profundamente de lo masculino y lo femenino en su complementariedad. No alguna cooperaciones consentidas en algunos sectores delimitados, sino la convergencia recíproca en toda nueva realidad cuya ausencia mantiene la humanidad  en lo inacabado. Lo masculino y lo femenino son antinómicos. Esto quiere

1. Se trata de S. Juan el Bautista, en tanto que arquetipo, el que abre la dimensión bautismal. Predica el Reino, bautiza a Cristo, participa en la Epifanía, introduce la humanidad de Cristo en el eon del Espíritu.
2. HIPOLITO, De antichr. LXI.

decir que en el orden natural son incompatibles. No se revelan complementarias más que en el orden de la gracia, en Cristo. Es todo la importancia del sacramento del matrimonio. Es necesario aclarar el significado de la palabra complementariedad para evitar falsas soluciones. Lo masculino y lo femenino por su singularidad excluye cualquier denominador común donde se lanzarían a una síntesis inoperable.

Por otra parte, como garantes de lo creado por Dios mismo, ellos no permita ninguna reducción de uno a otro. Y finalmente como son- fuera de la vida sacramental - yuxtapuestos, simplemente colocados lado a lado siempre extraños, no se reflejan en su atracción más que la infinidad de distancias: la caída. La Revelación impone la única solución donde lo uno incluye  lo otra sin eliminar o mutilar nada. Tal sinergia en la plenificación mutua sobre-eleva la esencia verdadera de cada uno incluso por encima de su prefigura original de la naturaleza adánica. Cuanto más profundizan el hombre y la mujer su propio tipo y lo hacen no aisladamente, sino en reciprocidad arquetípica, más son aptos para asimilar totalmente completamente el núcleo positivo de sus contrapartes y por eso alcanzar su propia verdad. El antagonismo de los sexos no se resuelve en el radicalismo monástico solo, no puede ser realmente trascendido más que por una conversión espiritual recíproca. Sus elementos metafísicamente conyugales y consubstanciales culminan en Aquel en quien no hay ni hombre ni mujer, porque en Cristo la  fragmentación viciosa está superad por el pleroma de la coincidencia de los  contrarios.

Pero cualquier visión eónica postula su metanοya  : la más fuerte reversión que lleva el arrepentimiento en la raíz misma de todas las facultades del espíritu humano y provoca la "suspensión del juicio” ante la evidencia de la verdad para dejarla hablar 3. La conciencia se encuentra despojada de las modalidades accidentales puramente psicológicas e históricas y se abre sobre lo absolutamente virginal de la mirada de Dios revelada en la Biblia.

El Espíritu y la Esposa dicen: ¡Ven, Señor! ¡Vamos! Que el que escuche diga maranatha, y que el hombre sediento se aproxime, que el hombre del deseo reciba el agua de vida gratuitamente (APOC. 22, 17). Aquí estoy, yo hago  lo último como lo primero (Apoc. 22, 13), Adán y Eva van a reconstituirse en la forma de una unidad arquetípica: la Virgen y los san Juan integrados en Cristo, una unidad prefigurada en los dos polos de toda alma: cada una a la vez sirvienta y amiga del Esposo.

3. Cf. CUTTAT, La Rencontre des Religions. Aubier 1957

En el seno de la unidad del siglo futuro, es en su propia realidad hipostático que todo el mundo encontrará el modo de apropiación de la naturaleza única y común a todos en la transparencia recíproca y universal de todos y cada uno: reflejos radiantes de la unidad conyugal, no de mónadas sino de lo Masculino y lo Femenino en su totalidad: las dos dimensiones de un solo pleroma del Adán reconstituido; cada uno centro de la conciencia de lo Masculino y cada no centro de la conciencia de lo Femenino.

Pero desde  ahora es preciso romper la acción de estrangulación mental de conceptos arbitrarios que actúan por hábito, por la psicosis colectiva de ideas fijas. Un vigoroso rejuvenecimiento en las afirmaciones bíblicas se impone y los muestra sorprendentemente claros: no es bueno que el hombre esté solo (GEN. 2, 18); en el Señor, el hombre nunca está sin la mujer, ni la mujer sin el hombre (1 COR. 11, 11); que el hombre no separe lo que Dios haunidos (MAT. 19, 6); el Reino vendrá cuando dos no hagan más de uno. El pensamiento patrístico añade este sutil, pero última precisión: la unión conyugal es sólo una figura profética del futuro siglo, de la humanidad in statu naturae integrae.

El mundo fundamentalmente masculino, donde el carisma de femenino no juega ningún papel, es cada vez más un mundo sin Dios, porque es sin Madre, y Dios no puede nacer allí. Es sintomático que en este ambiente la homosexualidad se afirma abiertamente. Enfermedad de escisión psíquica, fracaso en la integración de los elementos masculinos y femeninos del alma muestran al hombre, o bien todo entero en su inconsciente, en el lado femenino de su alma, lo que le lleva a lo masculino; o bien todo entero en la superficie de su consciente, allí donde es polígamo y es el infinito viciosa del donjuanismo. Estos son los fenómenos más sintomáticos para un estado psíquico que pierde toda sensibilidad hacia el valor femenino arquetípico: la de la madre-virgen. El mundo demasiado masculino ignora sus orígenes eternos: las fuentes límpidas de la pureza virginal y que recibe el Verbo y lo da a luz para hacer de los hombres sus servidores.

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