Ambiente homosexual
Paul
Evdokimov
La
femme et la salut du monde.
Desclée
de Brouwer 1978
1. - Si el arte mayéutico de Platón engendra los espíritus y
si el arte seductor de Kierkegaard saca
a relucir la evidencia, s. Juan 1, bautiza y
engendra en el eón del Espíritu. Maestro de
justicia, da cumplimiento a esta con Cristo y adquiere así el poder de juzgar la materia humana. El la pesa
en la balanza de Job, evalúa y determina las vocaciones humanas y las pone en
obra para construir el destino. La Virgen pone las palabras de la vida en su corazón;
orando, ella escucha el canto de su propio misterio, ella es toda natividad,
misterio del destino, "ella no cesa de engendrar el Verbo 2". Sellado por el Espíritu Santo, "el
hombre pasa infinitamente al l hombre,
supera lo humano, busca y encuentra en él el Reino al transformar aquí el
mundo. Es por esta metamorfosis del destino. que los carismas y los dones se
dan en lluvia, sin medida, gracia sobre
gracia, y que los ministerios y los dignidades se complementan recíprocamente
sí
recíprocamente: el cuerpo entero, bien coordinado y
fuertemente unido por todas las articulaciones que hacen comunicar sus partes, saca
su crecimiento, según la fuerza medida en cada una de ellas (Ef. 4,12). Pero en
la historia, el equilibrio de los componentes humanos puede inevitablemente
formular preguntas falsas. Así "la cuestión de la mujer": cuando el hombre la pone aisladamente, se aísla a sí
mismo, se desconecta de las fuentes claras de la vida, se pone en cuestión su
propio artificio y se muestra inactual. Hemos visto ya lo esencial, se trata del
hombre y de la mujer, más profundamente de lo masculino y lo femenino en su
complementariedad. No alguna cooperaciones consentidas en algunos sectores delimitados,
sino la convergencia recíproca en toda nueva realidad cuya ausencia mantiene la
humanidad en lo inacabado. Lo masculino
y lo femenino son antinómicos. Esto quiere
1. Se trata de S. Juan el Bautista, en tanto que arquetipo,
el que abre la dimensión bautismal. Predica el Reino, bautiza a Cristo,
participa en la Epifanía, introduce la humanidad de Cristo en el eon del
Espíritu.
2. HIPOLITO, De antichr. LXI.
decir que en el orden natural son incompatibles. No se
revelan complementarias más que en el orden de la gracia, en Cristo. Es todo la
importancia del sacramento del matrimonio. Es necesario aclarar el significado
de la palabra complementariedad para evitar falsas soluciones. Lo masculino y
lo femenino por su singularidad excluye cualquier denominador común donde se
lanzarían a una síntesis inoperable.
Por otra parte, como garantes de lo creado por Dios mismo,
ellos no permita ninguna reducción de uno a otro. Y finalmente como son- fuera de
la vida sacramental - yuxtapuestos, simplemente colocados lado a lado siempre
extraños, no se reflejan en su atracción más que la infinidad de distancias: la
caída. La Revelación impone la única solución donde lo uno incluye lo otra sin eliminar o mutilar nada. Tal sinergia
en la plenificación mutua sobre-eleva
la esencia verdadera de cada uno incluso por encima de su prefigura original de
la naturaleza adánica. Cuanto más profundizan el hombre y la mujer su propio
tipo y lo hacen no aisladamente, sino en reciprocidad arquetípica, más son aptos
para asimilar totalmente completamente el núcleo positivo de sus contrapartes y
por eso alcanzar su propia verdad. El antagonismo de los sexos no se resuelve en
el radicalismo monástico solo, no puede ser realmente trascendido más que por
una conversión espiritual recíproca.
Sus elementos metafísicamente conyugales y consubstanciales culminan en Aquel
en quien no hay ni hombre ni mujer, porque en Cristo la fragmentación viciosa está superad por el
pleroma de la coincidencia de los contrarios.
Pero cualquier visión eónica postula su metanοya : la más fuerte reversión
que lleva el arrepentimiento en la raíz misma de todas las facultades del
espíritu humano y provoca la "suspensión del juicio” ante la evidencia de
la verdad para dejarla hablar 3. La conciencia se
encuentra despojada de las modalidades accidentales puramente psicológicas e
históricas y se abre sobre lo absolutamente virginal de la mirada de Dios
revelada en la Biblia.
El Espíritu y la
Esposa dicen: ¡Ven, Señor! ¡Vamos! Que el que escuche diga maranatha, y que el
hombre sediento se aproxime, que el hombre del deseo reciba el agua de vida
gratuitamente (APOC. 22, 17). Aquí
estoy, yo hago lo último como lo primero
(Apoc. 22, 13), Adán y Eva van a reconstituirse en la forma de una unidad
arquetípica: la Virgen y los san Juan integrados en Cristo, una unidad
prefigurada en los dos polos de toda alma: cada una a la vez sirvienta y amiga
del Esposo.
3. Cf. CUTTAT, La Rencontre des Religions. Aubier 1957
En el seno de la unidad del siglo futuro, es en su propia realidad
hipostático que todo el mundo encontrará el modo de apropiación de la
naturaleza única y común a todos en la transparencia recíproca y universal de
todos y cada uno: reflejos radiantes de la unidad conyugal, no de mónadas sino
de lo Masculino y lo Femenino en su totalidad: las dos dimensiones de un solo
pleroma del Adán reconstituido; cada uno centro de la conciencia de lo
Masculino y cada no centro de la conciencia de lo Femenino.
Pero desde ahora es
preciso romper la acción de estrangulación mental de conceptos arbitrarios que
actúan por hábito, por la psicosis colectiva de ideas fijas. Un vigoroso
rejuvenecimiento en las afirmaciones bíblicas se impone y los muestra
sorprendentemente claros: no es bueno que
el hombre esté solo (GEN. 2, 18); en
el Señor, el hombre nunca está sin la mujer, ni la mujer sin el hombre (1 COR.
11, 11); que el hombre no separe lo que
Dios haunidos (MAT. 19, 6); el Reino vendrá cuando dos no hagan más de uno.
El pensamiento patrístico añade este sutil, pero última precisión: la unión
conyugal es sólo una figura profética del futuro siglo, de la humanidad in statu naturae integrae.
El mundo fundamentalmente masculino, donde el carisma de femenino
no juega ningún papel, es cada vez más un mundo sin Dios, porque es sin Madre,
y Dios no puede nacer allí. Es sintomático que en este ambiente la
homosexualidad se afirma abiertamente. Enfermedad de escisión psíquica, fracaso
en la integración de los elementos masculinos y femeninos del alma muestran al
hombre, o bien todo entero en su inconsciente, en el lado femenino de su alma, lo
que le lleva a lo masculino; o bien todo entero en la superficie de su consciente,
allí donde es polígamo y es el infinito viciosa del donjuanismo. Estos son los
fenómenos más sintomáticos para un estado psíquico que pierde toda sensibilidad
hacia el valor femenino arquetípico: la de la madre-virgen. El mundo demasiado masculino
ignora sus orígenes eternos: las fuentes límpidas de la pureza virginal y que
recibe el Verbo y lo da a luz para hacer de los hombres sus servidores.
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