sábado, 22 de junio de 2019

Escolios a un texto implícito 18 (Nicolás Gómez Dávila)


— El hombre acaba motivado por los motivos que le dicen tener. Bestia si le dicen que su alma muere con el alma de las bestias; animal avergonzado, por lo menos, si le dicen que tiene alma inmortal.

 — La izquierda llama derechista a gente situada meramente a su derecha.
 El reaccionario no está a la derecha de la izquierda, sino enfrente.

 — El que apela a una ciencia cualquiera para justificar sus convicciones básicas inspira desconfianza en su honradez o en su inteligencia.

 — Imposible convencer al tonto de que existen placeres superiores a los que compartimos con los demás animales.

 — Cuando nada merece respeto en la sociedad debemos labrarnos en la soledad nuevas lealtades silenciosas.

 — El más convencido de los reaccionarios es el revolucionario arrepentido, es decir: el que ha conocido la realidad de los problemas y ha descubierto la falsedad de las soluciones.

 — Lo “racional” consiste en prolongar la vida, evitar el dolor, satisfacer el hambre y el sexo.
 Sólo una definición semejante esclarece el discurso de los últimos siglos.

 — Los géneros literarios nacen y decaen tan misteriosamente como los imperios.
El periodismo es la dispensa de disciplina intelectual.
— A la lucidez de ciertos momentos la acompaña a veces la sensación de velar sólo en una ciudad dormida.
— La izquierda agrupa a quienes cobran a la sociedad el trato mezquino que les dio la naturaleza.

 — La resignación no debe ser gimnasia de estoico sino dimisión en manos divinas.

 — El diablo no puede hacer gran cosa sin la colaboración atolondrada de las virtudes.

 — Los reaccionarios somos infortunados: las izquierdas nos roban ideas y las derechas vocabulario.

 — El que se precia de “haber vivido mucho” debe callar para no demostrarnos que no ha entendido nada.

 — Al que no tiene buena opinión de sí mismo hoy lo creen hipócrita.

 — Las convicciones profundas se contagian en silencio.

 — Sus períodos de tolerancia le sirven a la humanidad para forjarse una intolerancia nueva.

 — En una democracia sólo sonríe a los demás el político en busca de votos.
 Los demás no pueden darse el lujo de una mutua sonrisa: todos son rivales de todos.

 — La historia es un libro de imágenes más que un repertorio de nociones.

 — La Iglesia reciente no ha sabido distinguir entre las nuevas verdades que piden la reconstrucción del edificio teológico y los nuevos errores que persiguen su demolición.
 La crítica neo-testamentaria, verbi gratia, y las “biografías” de Jesús.

 — Izquierdistas y derechistas meramente se disputan la posesión de la sociedad industrial.
 El reaccionario anhela su muerte.

 La vida del moderno se mueve entre dos polos: negocio y coito.

 — La burguesía, en el marco feudal, se localiza en pequeños centros urbanos donde se estructura y se civiliza.
 Al romperse el marco, la burguesía se expande sobre la sociedad entera, inventa el estado nacional, la técnica racionalista, la urbe multitudinaria y anónima, la sociedad industrial, la masificación del hombre y, en fin, el proceso oscilatorio entre el despotismo de la plebe y el despotismo del experto.

 — Tan imprevisibles son las consecuencias de sus actos que el hombre resulta finalmente mero espectador de la historia que hace.

 — Donde todos se creen con derecho a mandar, todos acaban prefiriendo que uno solo mande.
 El tirano libera a cada individuo de la tiranía del vecino.

 — Los cuerpos se alojan cómodamente en los técnicos aposentos del edificio moderno, pero las almas no tienen más vivienda que las ruinas del viejo edificio.

 — La abundancia de traducciones le quitó a la traducción su función de gesto selectivo.
 La traducción era anticipo de posteridad; hoy es negocio editorial.

 — La función didáctica del historiador está en enseñarle a toda época que el mundo no comenzó con ella.

 — El que ha entendido una noción de ciencias naturales ha entendido todo lo que se puede entender; el que ha entendido una noción de ciencias humanas ha entendido sólo lo que él puede entender.

 — Tal es la complejidad de todo hecho histórico que siempre podemos temer que de un bien nazca un mal y siempre esperar que de un mal nazca un bien.

 — Nada pasa la belleza del amor leal, del amor que no es lealtad con el amor, sino lealtad del amor mismo.

 — El alma naturalmente demócrata siente que ni sus defectos, ni sus vicios, ni sus crímenes, afectan su excelencia substancial. El reaccionario, en cambio, siente que toda corrupción fermenta en su alma.

 — Quien se declara “apolítico” es partidario vergonzante de la causa vencida.

 — Los conceptos no le parecen precisos sino al que tiene una experiencia meramente externa de los hechos.

 — La historia relata lo acontecido por encima de cierto nivel, pero la historia acaece por debajo, en lo común, lo mediocre, lo imbécil, lo demente.

 — La facilidad con la cual el capitalismo industrial construye y destruye
 — obedeciendo a claros preceptos de rentabilidad
 — transforma al hombre medio en nómada intelectual, moral y físico.
 Lo permanente hoy estorba.

 — Desde hace más de un siglo no existe clase alta.
 Apenas un sector más pretencioso de clase media.

 — Distinguir es el mandato de la historia.

 — Cada día resulta más fácil saber lo que debemos despreciar: lo que el moderno admira y el periodismo elogia.

 — Todo acontecimiento asume su forma como resultante de todas las fuerzas que actúan donde se produce.
 Todo desciende indirectamente de todo.

 — La interpretación de un acontecimiento dada por el paleto indoctrinado suele ser cierta.
 La interpretación dada por el personaje adoctrinado y semi-culto es siempre falsa.

 — El reaccionario de hoy tiene una satisfacción que ignoró el de ayer: ver los programas modernos terminar no sólo en catástrofe sino también en ridículo.

 — Las teologías modernas sueles ser contorsiones de teólogo para no confesarse a sí mismo su incredulidad.

 — Denunciar al imbécil no significa que anhelemos abolirlo. Queremos la diversidad a cualquier precio.
 Pero el encanto de la variedad no debe impedirnos calificar correctamente.

 — El cristiano sabe que el cristianismo cojeará hasta el final del mundo.

 — La “vida” (entre comillas enfáticas) es el consuelo de los que no saben pensar.

 — El corazón no se rebela contra la voluntad de Dios, sino contra los “porqués” que se atreven a atribuirle.

 — La publicidad no refrena mal alguno. Multiplica, en contra, las consecuencias deletéreas de los acontecimientos.

 — El que no sabe condenar sin temor no sabe apreciar sin miedo.

 Cuidémonos de irrespetar al que posee la estupidez necesaria al correcto funcionamiento de las instituciones.

 — Las instituciones mueren menos por infidelidad a su principio que por exceso de su principio mismo.

 — Para reconstruir la genealogía de un sistema tenemos que aprender a dosificar finamente la necesidad y la anécdota.

 — El hombre soporta más fácilmente la persecución que la indiferencia.
 ¡Qué no ha hecho el clero moderno para atraer un poco de atención!

 — Pensar contra es más difícil que actuar contra.

 — Ser cristiano es no estar solo, cualquiera que sea la soledad que nos circunde.

 — La soledad espanta tanto hoy día que todos prefieren el calor del conflicto.

 — Creer en Dios, confiar en Cristo, mirar con malicia.

 — La identificación de clase burguesa y de mentalidad burguesa engaña a los enemigos de la burguesía.
 La liquidación de una clase burguesa en el mundo moderno se reduce, en efecto, a matanzas que no implican la abolición de una mentalidad burguesa imperante ya en la sociedad entera.

 — El orden es el más frágil de los hechos sociales.

 — Llámase solución la temporaria insensibilidad a un problema.

 O el hombre tiene derechos, o el pueblo es soberano.
 La aseveración simultánea de dos tesis que se excluyen recíprocamente es lo que han llamado liberalismo.

 — Los participantes de un movimiento político ignoran normalmente su fin, su motivo y su origen.

 — La revolución es una posibilidad histórica permanente.
 La revolución no tiene causas, sino ocasiones que aprovecha.

 — Aun cuando la historia no tenga leyes el curso de una revolución se prevé fácilmente, porque la estupidez y la demencia sí las tienen.

 — Clasificar es el primer paso para comprender; porfiar en clasificar es el primero para confundir.

 — Dudamos de la importancia de muchas virtudes mientras no tropezamos con el vicio contrario.

 — Libertad es el término que más se emplea sin saber qué significa.

 — Que el sacerdote deje a los necios las ocupaciones necias, él que no está encargado del dudoso progreso, sino de la inexorable agonía.

 — La humanidad anhela liberarse de la pobreza, del trabajo, de la guerra,
 — de todo lo que pocos eluden sin envilecerse.

 Las catástrofes naturales desbastan una región menos eficazmente que la alianza de la codicia con la técnica.

 — Monótono, como la obscenidad.

 — Mientras no sepamos juzgar confrontando al objeto solo, sin intromisión de normas, ni consideración de consecuencias y de causas, no hemos aprendido nada.

 — El izquierdista se niega obviamente a entender que las conclusiones del pensamiento burgués son los principios del pensamiento de izquierda.

 — Mientras más tarda la naturaleza en vengar los delitos que contra ella se cometen, más cruel es su venganza.

 — El hombre culto y el hombre simple no se interesan sino en lo que espontáneamente los atrae; el semiculto sólo tiene intereses artificiales.
 El semiculto es la providencia del merchante de “cultura”.

 — En lugar de adquirir pulpa, espesor, sustancia, la vida se decolora, se amengua, se empobrece cuando no se cree en otra.
— … y no nos dejes caer en la tontería de admirar cada día la admiración cotidiana.

 — El momento de mayor lucidez del hombre es aquel en que duda de su duda.

 — La posibilidad de venderle al público un artefacto cualquiera, en nombre del arte, es fenómeno democrático.
 Las épocas democráticas, en efecto, fomentan la incertidumbre del gusto al abrogar todo modelo.
 Si la obra de arte eximia es allí posible, el arte menor se muere y la extravagancia pulula.
 Donde una autoridad existe, en cambio, gustar de obras extrañas no es fácil, pero el gusto es infalible tratándose de lo contemporáneo y el arte menor florece.

 — Sólo lo inalcanzable merece ser deseado, sólo lo alcanzable buscado.
 El que busca lo inalcanzable se enloquece, el que desea lo alcanzable se envilece.

 — Civilización es la suma de represiones internas y externas impuestas a la expansión informe de un individuo o de una sociedad.

 — Para poder hablar desdeñosamente del gran escritor que pasó de moda el intelectual se abstiene de leerlo.

 — Aún los odios de pequeña ciudad son más civilizados que la indiferencia mutua de los grandes.

 — Tratemos de definir las condiciones y las causas de la historia espiritual de una época, pero guardémonos de atribuirles la menor participación en sus aciertos.

 — Las revoluciones son objeto de sociología más que de historia.
 Manifestaciones de ese fondo de la naturaleza humana que nada educa, nada civiliza, nada ennoblece, las revoluciones despojan al hombre de su historia y lo retornan a los comportamientos animales.

 El escritor de izquierda nunca escribe una historia sino ejemplifica un esquema.

 — El más peligroso analfabetismo no es el del que irrespeta todos los libros sino el del que los respeta todos.

 — Hablar de “madurez política” de un pueblo es propio de inteligencias inmaduras.

 — La izquierda ya no se atreve a proclamarse esperanza, sino a lo sumo fatalidad.

 — Aun cuando sea imprevisible el acontecimiento es explicable, pero aun cuando sea explicable es imprevisible.

 — Es más fácil ser misericordioso que no sentir envidia.

 — El peor totalitarismo no es el estatal ni el nacional, sino el social: la sociedad como meta englobante de todas las metas.

 — Razón, verdad, justicia, no suelen ser metas del hombre, sino nombres que da a sus metas.

 — Si existiera un instinto religioso, en lugar de experiencia religiosa, la religión carecería de importancia.

 — El reaccionario no aspira a que se retroceda, sino a que se cambie de rumbo. El pasado que admira no es meta sino ejemplificación de sus sueños.

 — La impudicia es el disolvente de la sensualidad.

 — Mientras no comete la imprudencia de escribir, mucho hombre público pasa por inteligente.

 — Hay que examinar cuidadosamente los tipos de apología de que el incrédulo más se mofa: pueden ser los que más lo inquietan.

 — Poder entregar al adolescente que fuimos sus ambiciones incumplidas, pero sus sueños impolutos.

 El problema de la educación de los educadores es problema que el demócrata olvida en su entusiasmo por la educación de los educandos.

 — El único mal que podemos odiar sin temor de herir algún bien es el que arraiga en la soberbia.

 — No debemos creer en el Dios del teólogo sino cuando se parece al Dios que invoca la angustia.

 — La prensa le aporta al ciudadano moderno su embrutecimiento matutino, la radio su embrutecimiento meridiano, la televisión su embrutecimiento vespertino.

 — La solución que no esté lista a reír de sí misma embrutece o enloquece.

 — La fábrica siniestra de argumentos en favor de la absurdidad radical del mundo vacila ante la presencia de la más leve cosa que nos colme.

 — Cuando el motivo de una decisión no es económico, el moderno se asombra y se asusta.

 — La religión es lo único serio, pero no hay que tomar a lo serio toda declaración del homo religiosus.

 — La espiritualidad se prohíbe demasiado toda sonrisa espiritual.

 — Las ideas del demócrata son más tolerables que sus modales.

 — Al que vive en el mundo moderno no es en la inmortalidad del alma en lo que le es difícil creer, sino en su mera existencia.

 — No pensar nunca las partes sino partiendo de su totalidad es pésima receta para actuar, pero la única que nos salva de vivir en un mundo sin sentido.

 — Ni derrotas, ni desgracias, cortan el apetito de vivir.
 Sólo la traición lo extingue.

 — El diablo reserva las tentaciones de la carne a los más cándidos; y prefiere desesperar al menos ingenuo privando las cosas de sentido.

 — Sin derecho canónico la Iglesia no hubiese tenido su admirable presencia institucional en la historia. Pero los vicios de la teología católica resultan de su propensión a tratar problemas teológicos con mentalidad de canonista.

 — El hombre llama “absurdo” lo que escapa a sus clandestinas pretensiones a la omnipotencia.

 — Ningún principio es convincente y toda convicción es incierta. La fe no es convicción, ni principio, sino nuda existencia.

 — Al hombre vil no lo divierte sino lo que le dolería en pellejo propio.

 — “Igualdad de oportunidades” no significa posibilidad para todos de ser decentes, sino derecho de todos a no serlo.

 — El cristianismo es religión del que vive todo instante como el de un posible terremoto.

 — La meta de la individualidad es la realización de sí misma. Reducirla a mera realización del carácter específico del hombre es fundamentalmente frustrarla.

 — El alma excede al mundo, mientras que el mundo engloba a la humanidad. La insignificancia de la humanidad hace risibles las “filosofías de la historia”, mientras que el precio infinito de cada alma humana vindica la religión.
     El fracaso del progreso no ha consistido en el incumplimiento, sino en el cumplimiento, de sus promesas.

 — Al que cree en la Providencia la noción de providencia nada explica, puesto que cree que todo depende de ella.

 — Nada que satisfaga nuestras expectativas colma nuestras esperanzas.

 — “Reino de Dios” no es el nombre cristiano de una paraíso futurista.

 — Madurar es descubrir que todo objeto deseado es sólo la metáfora del objeto trascendente de nuestro deseo.

 A los enemigos del sufragio universal no deja de sorprendernos el entusiasmo que despierta la elección de un puñado de incapaces por un acervo de incompetentes.

 — ¿Para qué “marcher avec son siècle” cuando no se pretende venderle nada?.

 La primera generación reaccionaria acumuló advertencias, la segunda ya sólo acumuló pronósticos, las siguientes vienen acumulando comprobantes.

 — Nada más fácil que culpar la historia rusa de los pecados del marxismo.
 El socialismo sigue siendo la filosofía de la culpabilidad ajena.

 — El fragmento es el medio de expresión del que aprendió que el hombre vive entre fragmentos.

 — La izquierda no condena la violencia mientras no la oye golpear a su puerta.

 — El hombre no se comunica con otro hombre sino cuando el uno escribe en su soledad y el otro lo lee en la suya.
 Las conversaciones son o diversión, o estafa, o esgrima.

 — Nunca es posible resolver bien un problema, pero siempre es posible resolverlo peor.
     Las ideas se remozan con los años y sólo las más antiguas llegan a una juventud inmortal.
     Para transformar la idea de “contrato social” en tesis eminentemente democrática se necesita el sofisma del sufragio.
 Donde se suponga, en efecto, que la mayoría equivale a la totalidad, la idea de consenso se adultera en coerción totalitaria.

 — Al inventarle un sentido global al mundo despojamos de sentido hasta los fragmentos que lo tiene.

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