— El hombre acaba motivado por los motivos que le dicen tener.
Bestia si le dicen que su alma muere con el alma de las bestias; animal
avergonzado, por lo menos, si le dicen que tiene alma inmortal.
— La izquierda llama
derechista a gente situada meramente a su derecha.
El reaccionario
no está a la derecha de la izquierda, sino enfrente.
— El que apela a una
ciencia cualquiera para justificar sus convicciones básicas inspira
desconfianza en su honradez o en su inteligencia.
— Imposible convencer al
tonto de que existen placeres superiores a los que compartimos con los demás
animales.
— Cuando nada merece
respeto en la sociedad debemos labrarnos en la soledad nuevas lealtades
silenciosas.
— El más convencido de los
reaccionarios es el revolucionario arrepentido, es decir: el que ha conocido la
realidad de los problemas y ha descubierto la falsedad de las soluciones.
— Lo
“racional” consiste en prolongar la vida, evitar el dolor, satisfacer el hambre
y el sexo.
Sólo una
definición semejante esclarece el discurso de los últimos siglos.
— Los géneros literarios
nacen y decaen tan misteriosamente como los imperios.
— El periodismo es la dispensa de
disciplina intelectual.
— A la lucidez de ciertos momentos la acompaña a veces la
sensación de velar sólo en una ciudad dormida.
— La izquierda agrupa a quienes cobran a la sociedad el trato
mezquino que les dio la naturaleza.
— La resignación no debe
ser gimnasia de estoico sino dimisión en manos divinas.
— El diablo no puede hacer
gran cosa sin la colaboración atolondrada de las virtudes.
— Los reaccionarios somos
infortunados: las izquierdas nos roban ideas y las derechas vocabulario.
— El que se precia de
“haber vivido mucho” debe callar para no demostrarnos que no ha entendido nada.
— Al que no tiene buena
opinión de sí mismo hoy lo creen hipócrita.
— Las convicciones
profundas se contagian en silencio.
— Sus períodos de
tolerancia le sirven a la humanidad para forjarse una intolerancia nueva.
— En una democracia sólo
sonríe a los demás el político en busca de votos.
Los demás no pueden darse
el lujo de una mutua sonrisa: todos son rivales de
todos.
— La historia es un libro
de imágenes más que un repertorio de nociones.
— La Iglesia reciente no ha
sabido distinguir entre las nuevas verdades que piden la reconstrucción del
edificio teológico y los nuevos errores que persiguen su demolición.
La crítica
neo-testamentaria, verbi gratia, y
las “biografías” de Jesús.
—
Izquierdistas y derechistas meramente se disputan la posesión de la sociedad
industrial.
El
reaccionario anhela su muerte.
— La
vida del moderno se mueve entre dos polos: negocio y coito.
— La burguesía, en el marco
feudal, se localiza en pequeños centros urbanos donde se estructura y se
civiliza.
Al romperse el marco, la
burguesía se expande sobre la sociedad entera, inventa el estado nacional, la
técnica racionalista, la urbe multitudinaria y anónima, la sociedad industrial,
la masificación del hombre y, en fin, el proceso oscilatorio
entre el despotismo de la plebe y el despotismo del experto.
— Tan imprevisibles son las
consecuencias de sus actos que el hombre resulta finalmente mero espectador de
la historia que hace.
— Donde todos se creen con
derecho a mandar, todos acaban prefiriendo que uno solo mande.
El tirano libera a cada
individuo de la tiranía del vecino.
— Los cuerpos se alojan
cómodamente en los técnicos aposentos del edificio moderno, pero las almas no
tienen más vivienda que las ruinas del viejo edificio.
— La abundancia de
traducciones le quitó a la traducción su función de gesto selectivo.
La traducción era anticipo
de posteridad; hoy es negocio editorial.
— La función didáctica del
historiador está en enseñarle a toda época que el mundo no comenzó con ella.
— El que ha entendido una
noción de ciencias naturales ha entendido todo lo que se puede entender; el que
ha entendido una noción de ciencias humanas ha entendido sólo lo que él puede
entender.
— Tal es la complejidad de
todo hecho histórico que siempre podemos temer que de un bien nazca un mal y
siempre esperar que de un mal nazca un bien.
— Nada pasa la belleza del
amor leal, del amor que no es lealtad con el amor, sino lealtad del amor mismo.
— El
alma naturalmente demócrata siente que ni sus defectos, ni sus vicios, ni sus
crímenes, afectan su excelencia substancial. El reaccionario, en cambio, siente
que toda corrupción fermenta en su alma.
— Quien se declara
“apolítico” es partidario vergonzante de la causa vencida.
— Los conceptos no le
parecen precisos sino al que tiene una experiencia meramente externa de los
hechos.
— La historia relata lo
acontecido por encima de cierto nivel, pero la historia acaece por debajo, en
lo común, lo mediocre, lo imbécil, lo demente.
— La facilidad con la cual
el capitalismo industrial construye y destruye
— obedeciendo a claros
preceptos de rentabilidad
— transforma
al hombre medio en nómada intelectual, moral y físico.
Lo permanente hoy
estorba.
— Desde hace más de un
siglo no existe clase alta.
Apenas un sector más
pretencioso de clase media.
— Distinguir es el mandato
de la historia.
— Cada día resulta más
fácil saber lo que debemos despreciar: lo que el moderno admira y el periodismo
elogia.
— Todo acontecimiento asume
su forma como resultante de todas las fuerzas que actúan donde se produce.
Todo desciende
indirectamente de todo.
— La interpretación de un
acontecimiento dada por el paleto indoctrinado suele ser cierta.
La interpretación dada por
el personaje adoctrinado y semi-culto es siempre falsa.
— El reaccionario de hoy
tiene una satisfacción que ignoró el de ayer: ver los programas modernos
terminar no sólo en catástrofe sino también en ridículo.
— Las teologías modernas
sueles ser contorsiones de teólogo para no confesarse a sí mismo su
incredulidad.
— Denunciar al imbécil no
significa que anhelemos abolirlo. Queremos la diversidad a cualquier precio.
Pero el encanto de la
variedad no debe impedirnos calificar correctamente.
— El cristiano sabe que el
cristianismo cojeará hasta el final del mundo.
— La “vida” (entre comillas
enfáticas) es el consuelo de los que no saben pensar.
— El corazón no se rebela
contra la voluntad de Dios, sino contra los “porqués” que se atreven a
atribuirle.
— La publicidad no refrena
mal alguno. Multiplica, en contra, las consecuencias deletéreas de los
acontecimientos.
— El que no sabe condenar
sin temor no sabe apreciar sin miedo.
— Cuidémonos
de irrespetar al que posee la estupidez necesaria al correcto funcionamiento de
las instituciones.
— Las instituciones mueren
menos por infidelidad a su principio que por exceso de su principio mismo.
— Para reconstruir la
genealogía de un sistema tenemos que aprender a dosificar finamente la
necesidad y la anécdota.
— El hombre soporta más
fácilmente la persecución que la indiferencia.
¡Qué no ha hecho el clero
moderno para atraer un poco de atención!
— Pensar contra es más
difícil que actuar contra.
— Ser cristiano es no estar
solo, cualquiera que sea la soledad que nos circunde.
— La soledad espanta tanto
hoy día que todos prefieren el calor del conflicto.
— Creer en Dios, confiar en
Cristo, mirar con malicia.
— La identificación de
clase burguesa y de mentalidad burguesa engaña a los enemigos de la burguesía.
La liquidación de una clase
burguesa en el mundo moderno se reduce, en efecto, a matanzas que no implican
la abolición de una mentalidad burguesa imperante ya en la sociedad entera.
— El orden es el más frágil
de los hechos sociales.
— Llámase solución la temporaria
insensibilidad a un problema.
— O
el hombre tiene derechos, o el pueblo es soberano.
La aseveración
simultánea de dos tesis que se excluyen recíprocamente es lo que han llamado
liberalismo.
— Los participantes de un
movimiento político ignoran normalmente su fin, su motivo y su origen.
— La revolución es una
posibilidad histórica permanente.
La revolución no tiene
causas, sino ocasiones que aprovecha.
— Aun cuando la historia no
tenga leyes el curso de una revolución se prevé fácilmente, porque la estupidez
y la demencia sí las tienen.
— Clasificar es el primer
paso para comprender; porfiar en clasificar es el primero para confundir.
— Dudamos de la importancia
de muchas virtudes mientras no tropezamos con el vicio contrario.
— Libertad es el término
que más se emplea sin saber qué significa.
— Que el sacerdote deje a
los necios las ocupaciones necias, él que no está encargado del dudoso
progreso, sino de la inexorable agonía.
— La humanidad anhela
liberarse de la pobreza, del trabajo, de la guerra,
— de todo lo que pocos
eluden sin envilecerse.
— Las
catástrofes naturales desbastan una región menos eficazmente que la alianza de
la codicia con la técnica.
— Monótono, como la
obscenidad.
— Mientras no sepamos
juzgar confrontando al objeto solo, sin intromisión de normas, ni consideración
de consecuencias y de causas, no hemos aprendido nada.
— El izquierdista se niega
obviamente a entender que las conclusiones del pensamiento burgués son los
principios del pensamiento de izquierda.
— Mientras más tarda la
naturaleza en vengar los delitos que contra ella se cometen, más cruel es su
venganza.
— El hombre culto y el
hombre simple no se interesan sino en lo que espontáneamente los atrae; el
semiculto sólo tiene intereses artificiales.
El semiculto es la
providencia del merchante de “cultura”.
— En lugar de adquirir
pulpa, espesor, sustancia, la vida se decolora, se amengua, se empobrece cuando
no se cree en otra.
— … y no nos dejes caer en la tontería de admirar cada día la admiración
cotidiana.
— El momento de mayor
lucidez del hombre es aquel en que duda de su duda.
— La posibilidad de
venderle al público un artefacto cualquiera, en nombre del arte, es fenómeno
democrático.
Las épocas democráticas, en
efecto, fomentan la incertidumbre del gusto al abrogar todo modelo.
Si la obra de arte eximia
es allí posible, el arte menor se muere y la extravagancia pulula.
Donde una autoridad existe,
en cambio, gustar de obras extrañas no es fácil, pero el gusto es infalible
tratándose de lo contemporáneo y el arte menor florece.
— Sólo lo inalcanzable
merece ser deseado, sólo lo alcanzable buscado.
El que busca lo
inalcanzable se enloquece, el que desea lo alcanzable se envilece.
— Civilización es la suma
de represiones internas y externas impuestas a la expansión informe de un
individuo o de una sociedad.
— Para poder hablar
desdeñosamente del gran escritor que pasó de moda el intelectual se abstiene de
leerlo.
— Aún los odios de pequeña
ciudad son más civilizados que la indiferencia mutua de los grandes.
— Tratemos de definir las
condiciones y las causas de la historia espiritual de una época, pero
guardémonos de atribuirles la menor participación en sus aciertos.
— Las revoluciones son
objeto de sociología más que de historia.
Manifestaciones de ese
fondo de la naturaleza humana que nada educa, nada civiliza, nada ennoblece,
las revoluciones despojan al hombre de su historia y lo retornan a los
comportamientos animales.
— El
escritor de izquierda nunca escribe una historia sino ejemplifica un esquema.
— El más peligroso
analfabetismo no es el del que irrespeta todos los libros sino el del que los
respeta todos.
— Hablar de “madurez
política” de un pueblo es propio de inteligencias inmaduras.
— La izquierda ya no se
atreve a proclamarse esperanza, sino a lo sumo fatalidad.
— Aun cuando sea
imprevisible el acontecimiento es explicable, pero aun cuando sea explicable es
imprevisible.
— Es más fácil ser
misericordioso que no sentir envidia.
— El peor totalitarismo no
es el estatal ni el nacional, sino el social: la sociedad como meta englobante
de todas las metas.
— Razón, verdad, justicia,
no suelen ser metas del hombre, sino nombres que da a sus metas.
— Si existiera un instinto
religioso, en lugar de experiencia religiosa, la religión carecería de
importancia.
— El
reaccionario no aspira a que se retroceda, sino a que se cambie de rumbo. El
pasado que admira no es meta sino ejemplificación de sus sueños.
— La impudicia es el
disolvente de la sensualidad.
— Mientras no comete la
imprudencia de escribir, mucho hombre público pasa por inteligente.
— Hay que examinar
cuidadosamente los tipos de apología de que el incrédulo más se mofa: pueden
ser los que más lo inquietan.
— Poder entregar al
adolescente que fuimos sus ambiciones incumplidas, pero sus sueños impolutos.
— El
problema de la educación de los educadores es problema que el demócrata olvida
en su entusiasmo por la educación de los educandos.
— El único mal que podemos
odiar sin temor de herir algún bien es el que arraiga en la soberbia.
— No debemos creer en el
Dios del teólogo sino cuando se parece al Dios que invoca la angustia.
— La prensa le aporta al
ciudadano moderno su embrutecimiento matutino, la radio su embrutecimiento
meridiano, la televisión su embrutecimiento vespertino.
— La solución que no esté
lista a reír de sí misma embrutece o enloquece.
— La fábrica siniestra de
argumentos en favor de la absurdidad radical del mundo vacila ante la presencia
de la más leve cosa que nos colme.
— Cuando el motivo de una
decisión no es económico, el moderno se asombra y se asusta.
— La religión es lo único
serio, pero no hay que tomar a lo serio toda declaración del homo religiosus.
— La espiritualidad se
prohíbe demasiado toda sonrisa espiritual.
— Las ideas del demócrata
son más tolerables que sus modales.
— Al que vive en el mundo
moderno no es en la inmortalidad del alma en lo que le es difícil creer, sino
en su mera existencia.
— No pensar nunca las
partes sino partiendo de su totalidad es pésima receta para actuar, pero la
única que nos salva de vivir en un mundo sin sentido.
— Ni derrotas, ni
desgracias, cortan el apetito de vivir.
Sólo la traición lo
extingue.
— El diablo reserva las
tentaciones de la carne a los más cándidos; y prefiere desesperar al menos
ingenuo privando las cosas de sentido.
— Sin derecho canónico la
Iglesia no hubiese tenido su admirable presencia institucional en la historia.
Pero los vicios de la teología católica resultan de su propensión a tratar
problemas teológicos con mentalidad de canonista.
— El hombre llama “absurdo”
lo que escapa a sus clandestinas pretensiones a la omnipotencia.
— Ningún principio es
convincente y toda convicción es incierta. La fe no es convicción, ni principio,
sino nuda existencia.
— Al hombre vil no lo
divierte sino lo que le dolería en pellejo propio.
— “Igualdad de
oportunidades” no significa posibilidad para todos de ser decentes, sino
derecho de todos a no serlo.
— El cristianismo es
religión del que vive todo instante como el de un posible terremoto.
— La meta de la
individualidad es la realización de sí misma. Reducirla a mera realización del
carácter específico del hombre es fundamentalmente frustrarla.
— El alma excede al mundo,
mientras que el mundo engloba a la humanidad. La insignificancia de la
humanidad hace risibles las “filosofías de la historia”, mientras que el precio
infinito de cada alma humana vindica la religión.
—
El fracaso
del progreso no ha consistido en el incumplimiento, sino en el cumplimiento, de
sus promesas.
— Al que cree en la
Providencia la noción de providencia nada explica, puesto que cree que todo
depende de ella.
— Nada que satisfaga
nuestras expectativas colma nuestras esperanzas.
— “Reino de Dios” no es el
nombre cristiano de una paraíso futurista.
— Madurar es descubrir que
todo objeto deseado es sólo la metáfora del objeto trascendente de nuestro
deseo.
— A
los enemigos del sufragio universal no deja de sorprendernos el entusiasmo que
despierta la elección de un puñado de incapaces por un acervo de incompetentes.
— ¿Para qué “marcher avec
son siècle” cuando no se pretende venderle nada?.
— La
primera generación reaccionaria acumuló advertencias, la segunda ya sólo
acumuló pronósticos, las siguientes vienen acumulando comprobantes.
— Nada más fácil que culpar
la historia rusa de los pecados del marxismo.
El socialismo sigue siendo
la filosofía de la culpabilidad ajena.
— El fragmento es el medio
de expresión del que aprendió que el hombre vive entre fragmentos.
— La izquierda no condena
la violencia mientras no la oye golpear a su puerta.
— El hombre no se comunica
con otro hombre sino cuando el uno escribe en su soledad y el otro lo lee en la
suya.
Las conversaciones son o
diversión, o estafa, o esgrima.
— Nunca es posible resolver
bien un problema, pero siempre es posible resolverlo peor.
—
Las ideas
se remozan con los años y sólo las más antiguas llegan a una juventud inmortal.
—
Para
transformar la idea de “contrato social” en tesis eminentemente democrática se
necesita el sofisma del sufragio.
Donde se suponga, en
efecto, que la mayoría equivale a la totalidad, la idea de consenso se adultera
en coerción totalitaria.
— Al inventarle un sentido
global al mundo despojamos de sentido hasta los fragmentos que lo tiene.
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