domingo, 8 de septiembre de 2013

Julius Evola en el mundo de habla hispana


JULIUS EVOLA EN EL MUNDO DE HABLA HISPANA

1) Planteamiento del problema

La figura y pensamiento de Julius Evola han tenido durante mucho tiempo una escasa y casi nula influencia en el mundo de habla hispánica. La primera traducción a tal lengua de un escrito de este autor podemos hallarla en 1940 en una edición, impresa especialmente en la ciudad de Roma, de los "Protocolos de los sabios de Sión", la que está precedida por una introducción efectuada por el mismo. Pero después de ello tendrán que pasar más de treinta años para que se edite en 1974 en México la versión en español de la primera obra de Evola, la que será "Máscara y rostro del espiritualismo contemporáneo", a la cual le seguirá un año más tarde, en 1975, a través de Plaza y Janés de Barcelona, España, una de las principales casas editoras de tal país, la publicación de "El misterio del Grial", que será luego reeditado en 1982.(1) Tras ello, si bien con lentitud, han comenzado a publicarse otras más obras de nuestro autor. (2)

Podría decirse entonces que ha sido recién después de la muerte de Evola que sus libros han empezado a editarse en nuestra lengua, pero aun así la influencia del mismo ha sido prácticamente nula, cuando no distorsionada, en el medio intelectual de habla hispana, a pesar de que en ciertos círculos, de los cuales hablaremos seguidamente, el mismo ha sido bastante conocido y leído aun en su lengua original. Agreguemos además que, recién en estos dos últimos años, y me incluyo especialmente en tal tarea, Evola ha comenzado a tener un impulso mayor y a despertar interés en algunos ambientes, aconteciendo ello en especial en la Argentina y desde allí hacia otros puntos de Hispanoamérica.

En un ensayo publicado en 1974 en donde se recopilaban una serie de artículos escritos a la manera de un homenaje a J. Evola en ocasión de su muerte, el autor italiano Gabriele Fergola (3), al referirse a las relaciones de aquel dentro del contexto del tradicionalismo hispánico, hace notar también la escasa influencia e interés que ha tenido nuestro autor de parte de tal corriente, la que en cambio lo tendría que haber reputado afín con sus ideas, y ello lo atribuye al hecho de que entre ésta y el tradicionalismo integral de Evola existieron simultáneamente un conjunto sea de afinidades, como también de incompatibilidades, que finalmente fueron las que determinaron el reducido interés hacia nuestro autor. En cuanto a las primeras expresa que gran parte de los principios que en Evola aparecen como cosas novedosas para el ámbito italiano y aun europeo, en España en cambio ello no ha sido así pues el tradicionalismo representa allí una realidad viva con carta de ciudadanía en la sociedad de ese país. Por lo tanto, si bien existían afinidades, los tradicionalistas españoles "no tenían necesidad" del pensamiento de Evola. A su vez entre las incompatibilidades se encontraría el hecho de que tal corriente está identificada totalmente con la tradición católica, por lo tanto no alcanza a asumir las formas radicales que en cambio posee el pensamiento evoliano y a su vez se siente reacia en admitir ciertas críticas, muchas veces muy duras, dirigidas contra el cristianismo.

Sin embargo hay que resaltar que desde 1974 en que se escribió tal artículo hasta nuestros días la situación de España ha cambiado totalmente. Ya no existe en tal país un tradicionalismo inserto en la sociedad civil o en el Estado como antes, sino todo lo contrario; a su vez el carlismo como movimiento social de carácter tradicionalista ha dejado de existir para reducirse a un conjunto de grupos minúsculos enfrentados entre sí (4); además, debido a los profundos cambios acontecidos en la esfera de tal religión, tampoco en la actualidad quienes se aproximan en España al tradicionalismo lo hacen de manera necesaria a través de las vías del catolicismo. Justamente, debido en gran parte a esta crisis, de la cual indudablemente la Iglesia católica en sus diferentes tendencias tiene mucha responsabilidad, es que se ha operado en ciertos ambientes españoles un acercamiento cada vez mayor hacia tradiciones no cristianas y paganas, como por ejemplo la céltica, lo cual ha traído como consecuencia también una cierta aproximación hacia la figura de Evola, aunque, como veremos, con limitaciones y distorsiones.

En cuanto a la situación de la Argentina y por extensión al resto de Hispanoamérica, podemos decir que tan sólo en los últimos años ha comenzado, con mayor lentitud que en España -aunque también con ciertas diferencias ventajosas que se verán más adelante-, a despertarse un cierto y aun muy relativo interés por la figura de Evola. Algunas razones circunstanciales también lo han determinado así. En la Argentina, del mismo modo que en España, el tradicionalismo se ha expresado siempre en estrecha vinculación con el catolicismo, habiéndose gestado allí un movimiento nacionalista católico en un tiempo de importante influencia en ciertos estratos que, si bien minoritarios, eran en cambio significativos e influyentes en tal sociedad. Sin embargo también allí los últimos años han hecho cambiar en gran medida la situación, en especial tras la deserción de la Iglesia católica en la guerra de Malvinas, la que se declaró abiertamente a favor de la rendición argentina, movilizando tras tal objetivo a la misma figura del papa Wojtila; ello ha alentado en muchos sectores una cierta actitud de revisión respecto a la fidelidad a la tradición católica, al menos en su expresión actual y tangible, y la búsqueda de razones más profundas y lejanas que explicaran tal situación y consecuentemente de otras fuentes y autores no pertenecientes necesariamente a tal tradición.

A los efectos de ordenar este trabajo y hacerlo lo más exhaustivo posible lo dividiremos en distintas partes analizando la gama más variada de aquellos sectores que han dado difusión al pensamiento de Evola en el mundo hispanoamericano y cuáles son las limitaciones que los mismos han poseído desde una perspectiva acorde con su doctrina.

2) Evola y el carlismo español

En el año 1977 la revista Grial publicó un artículo del pensador carlista español Francisco Elías de Tejada titulado "Julius Evola desde el tradicionalismo hispánico". Podría decirse que este trabajo fue y sigue siendo aun el único estudio pretendidamente crítico que se efectuó hasta ahora del pensamiento de Evola en el mundo hispánico y que fue sucesivamente reproducido en otros medios (5). Por tal razón, a causa de la amplia difusión que ha tenido tal escrito y dado que el mismo ha informado la opinión de muchos, en especial dentro del espectro del catolicismo tradicional hispánico, con respecto a la figura y pensamiento de Evola, trataremos de resumirlo y refutarlo en alguno de sus puntos a nuestro entender esenciales.

En primer lugar Tejada manifiesta coincidir con las objeciones que Evola formula al mundo moderno al que, según él, critica "con agudeza suma en alarde de perspicacia al que hay que rendir los aplausos más fervientes".

Sin embargo, a continuación de ello, él le objeta que en su valoración de la Tradición a lo largo de su manifestación histórica occidental haya considerado en su análisis que la misma se continúa tan sólo hasta la figura de los Hohenstaufen, con Federico II, interrumpiéndose con el fin del Sacro Romano Imperio, y que haya ignorado en cambio al Imperio Español de Carlos V y de Felipe II que le sobrevino más tarde, el cual, a través de la Contrareforma, de la Compañía de Jesus, que comprendía a la Tradición como "milicia heroica" y "servicio" para llegar a Dios, mantuvo viva y aun perfeccionó la llama de esa misma Tradición y la extendió así por varios siglos más.

Hay que reconocer al respecto que es cierto que Evola prácticamente no habló del Imperio Español y que al único autor tradicionalista hispánico que cita es a Donoso Cortés, el que por otra parte, de acuerdo a lo que expresa Tejada, tampoco era propiamente un carlista.

Sin embargo habría que hacer aquí una pequeña disquisición. Si bien es verdad que España gestó grandes empresas heroicas y tradicionales, las que posiblemente hayan sido descuidadas por Evola en sus análisis de "Rivolta..." y que también tuvo una visión limitada de la conquista de América, haciéndose equivocadamente eco de las leyendas negras que sobre la misma elaborara el protestantismo (5b), y ello es por lo tanto una crítica aceptable, sin embargo éstas no fueron propiamente las que Tejada reseña en su breve artículo. La Compañía de Jesus, ya desde sus comienzos mismos, y aun en sus luchas con el protestantismo, no representó para nada una reacción de la Tradición en contra del mundo moderno, sino que por el contrario ella se constituyó a su vez en un bastión más de lo moderno en su embate contra la catolicidad medieval, de carácter heleno-cristiano. Ella significó en el seno del mismo catolicismo el inicio de ese gran movimiento antimonacal y anticontemplativo, expresado a través de la moderna devotio, marcado por una excesiva importancia dada a lo que es puramente práctico y humano, a lo que es racional y discursivo, el cual terminaría gestando esa tendencia, justamente antropocéntrica, moralista y jesuítica, en tanto que de carácter molinista y pelagiano, la que triunfaría más tarde en forma definitiva en el Concilio Vaticano II (6). Sin embargo hay otra tradición española que no sólo Evola ignora, sino al parecer el mismo Tejada, que es la católico-medieval, la que entre otros los contó a los dominicos, contrarios y duros contendientes enfrentados al embate de la Compañía de Jesús, quienes estuvieron representados por figuras insignes como Melchor Cano y que a nivel monacal tuvo en San Juan de la Cruz, en su incondicional defensa de la vía contemplativa en contra de los excesos discursivos y meditativos que infligían los "maestros espirituales" jesuitas a los dirigidos en los conventos, a uno de sus principales baluartes. Tal corriente antijesuítica, si bien logró en su momento, con la alianza de la monarquía, expulsar a la Compañía de Jesús de todos los reductos culturales y políticos en que se había encaramado en la sociedad española y americana, luego fue derrotada unos años más tarde con la restauración de la misma a través de la acción del papado.

Evola, que no era un historiador, posiblemente debe haber ignorado tales detalles, pero digamos sencillamente que, si la tradición hispánica que él no compartió es la de los jesuitas que defiende Tejada, lo cual muy seguramente debe haber sido así, le sobraba más de un elemento a su favor para hacerlo.

Es por tal causa que es desde un errado contexto que Tejada contrapone dos modos a su entender diferentes de conseguir la unión con Dios: 1) la manera jesuítica "a través de la lucha y el servicio heroico" de un hombre reducido al rol de simple "instrumento" de la Providencia, representada en la tierra por el Papa y su milicia, la Compañía, y 2) aquella a la que califica como hinduísta y de la que participaría Evola "de autoafirmación de lo divino merced al desarrollo de las energías divinas que hay en él".

Ello es equivocado porque la verdadera contraposición no es entre Oriente y Occidente, como él pretende hacernos creer, -por lo tanto es errado decir aquí "hinduísta"- sino entre el espíritu moderno y el clásico que en Occidente ha asumido la forma greco-romano-cristiana. Para el primero, y aquí pueden juntarse simultáneamente el judaísmo, el protestantismo y el jesuitismo de Tejada, el hombre no participa de la divinidad, sino que es un simple instrumento de la misma, pues el abismo ontológico que existe entre ambas dimensiones es absoluto, para el segundo se trata en cambio de realizar la divinidad en sí, de buscar en uno mismo lo divino, a través de la contemplación, que es en verdad un tipo de conocimiento que trasciende la esfera humana común a la que los jesuitas querían sujetar a las almas; valorándose de esta forma la libertad y la esencia del hombre en manera más plena y positiva, sin reducirla a un plano exclusivamente moral.

Por otra parte es falso que Evola haya querido hallar en el orientalismo la solución de los males de Occidente, que Tejada en cambio encuentra en el jesuitismo de la Contrarreforma, por el mero hecho de que nuestro autor haya escrito obras sobre el tantrismo o el budismo, olvidando que elaboró otras sobre el hermetismo, el Grial, etc., que son fenómenos de otro espectro cultural. Lo que éste busca en cambio es una Tradición primordial única que se ha manifestado en diferentes culturas, sea de Oriente como de Occidente y entre las cuales también se encuentran tales corrientes. A su vez, así como la Tradición puede hallarse en distintos lugares, sucede lo mismo también con la modernidad. De este modo pues son estrechas las afinidades que existen entre el jesuitismo antropocéntrico de Tejada y las diferentes doctrinas soterológicas de origen semítico y por lo tanto oriental. En ambos casos el hombre es reducido al rol de mero instrumento de una fuerza que le es ajena y superior. O de una fatalidad cósmica panteísta que todo lo hace con independencia de la voluntad humana o de un Dios caprichoso que actúa a través de individuos reducidos al rol de simples esclavos o sirvientes de determinadas instituciones a las cuales el mismo les habría dado su representación terrenal. En ambos casos se niega la divinidad del hombre, expresada ésta en su libertad más profunda de ser partícipe, creador y no mera criatura, colaborador y no siervo en los planes de salvación.

Estos errados puntos de partida encierran a Tejada en una serie de incomprensiones no sólo del pensamiento de Evola, sino aun de la doctrina tradicional que también lo tiene a Guénon como a su exponente principal en Occidente, las que podríamos definir en las siguientes manifestaciones:

1) Ignorar la doctrina del dharma a través de la cual se rechaza el concepto igualitario de "naturaleza humana", impulsado por el judeo-cristianismo y luego retomado por jesuitas, protestantes e iluministas, sustituyéndoselo por el más cualificado de naturaleza propia, la que cada uno debe llegar a desarrollar. Desconoce así, o no ha profundizado lo suficiente en la doctrina tradicional de las castas, usando los mismos argumentos de los modernos, que Evola refuta con agudeza, consistentes en atribuir un cerrado determinismo del hombre dentro del marco de una función social irreversible, ignorando así la doctrina de la preexistencia y de la decisión trascendental realizada antes y no después del nacimiento, la cual refuta contundentemente el argumento moderno de la injusticia por las desigualdades que habría ofrecido la sociedad tradicional.

2) Desconoce la diferencia entre un plano esotérico, a través del cual se postula la unidad trascendente de las grandes religiones, reduciendo toda experiencia acerca de lo sagrado a un exclusivismo exotérico que contrapone una pretendida y única religión, verdadera y excluyente, a todas las restantes, las que resultarían a su vez poco menos que diabólicas. El mismo sólo es aceptable en un plano muy inferior en donde es posible ser sí como Tejada "fanáticamente cristiano", pero coarta la posibilidad de alcanzar una esfera trascendente y por lo tanto universal. Para tal autor no existe diferencia entre una dimensión metafísica y una religiosa; por ello tiene que manifestar que lo que Evola formula es un acto de "fe en el tantrismo" (lo cual es falso porque tal corriente es una de las tantas que el autor rescata dentro del saber tradicional), del mismo modo que él lo formula en el cristianismo jesuítico. En tal sentido es además sectario porque niega la posibilidad de acceder a la verdad suprema a través de una vía intelectual reduciéndolo todo así a un camino inferior de carácter sentimental e irreflexivo en donde una fe queda contrastada con otra.

3) Confunde de manera capciosa el análisis de Evola acerca de la religión cristiana con el que formularan Rosenberg y el nacionalsocialismo pagano, cuando en realidad la postura del primero es muy diferente. Nuestro autor distingue con claridad entre mero cristianismo o judeo-cristianismo semítico y fatalista, de carácter decadente y de origen oriental, con el heleno-cristianismo (aunque no utiliza esta palabra) o catolicismo medieval, el que se manifestó a través de las Cruzadas, las órdenes de la caballería y las monacales-guerreras. Fue aquel cristianismo que supo incorporar los valores heroicos del paganismo clásico. Tal catolicismo no tiene nada en común ni con el antiguo espíritu semítico femíneo y fatalista común a muchas expresiones de los primeros cristianos, ni con la Contrareforma jesuítica a la que adhiere Tejada, que concibe al hombre como un siervo de Dios, en obediencia cadavérica de su superior, el Papa o el Provincial en tanto pretendidos intérpretes de la voluntad de Dios (de allí el fenómeno de arquilatría en que ha incurrido actualmente el clero postconciliar).

En conclusión podría decirse que uno de los mayores daños que ha producido el análisis de Tejada dentro del espectro del tradicionalismo es el de haber asociado la figura de Evola a meras corrientes orientalistas teosóficas como la de Blavatsky o Rudolf Steiner, quitándole así seriedad y profundidad al mismo.(7) Curiosamente él no pondrá a René Guénon en esta misma bolsa de semejanzas, por lo cual no sería de extrañar que, en razón del gran prestigio que se otorgara a Tejada, esto pueda haber sido uno de los elementos por los cuales aquel autor ha merecido mayores elogios y recepciones de parte de tales ambientes, como luego veremos.

3) Evola y el paganismo de la Nueva Derecha

Luego de la caída del franquismo en España, de su sustitución por la democracia socialista y de la consecuente deserción de la Iglesia católica en su connubio ya manifiesto con la modernidad, el frente único constituido por el clero y la Tradición, ya anteriormente muy débil, empezó a flaquear del todo y fue entonces cómo algunos sectores se sintieron más inclinados a visualizar nuevos horizontes de esa misma Tradición más allá del cristianismo. Fue así como empezaron a tomar impulso dentro de la derecha en España ciertas resurrecciones del nacional socialismo, el cual comenzó a adquirir una importancia relativa en diferentes ciudades, especialmente en Barcelona. Un grupo conocido con el nombre de CEDADE (Centro de Estudios de América y de Europa), influido sobremanera por el exiliado belga León Degrelle y por un conjunto de intelectuales de valía como Joaquín Bochaca, entregados a la obra de revisionismo histórico de la Segunda Guerra Mundial, ocupó un espacio que, sea el tradicionalismo monárquico carlista, como el republicano falangista habían dejado en gran medida vacío. Este sector se ocupará de dar a conocer a otros autores tradicionalistas no católicos tales como Evola y será justamente Joaquín Bochaca quien tendrá a su cargo en 1978 una edición bilingüe de "Meditación de las cumbres", obra ésta que podría encuadrarse como entre las más comprometidas y no tan sólo monográfica de nuestro autor. Antes de ello en 1977, en simultaneidad con Buenos Aires, se había editado otro texto aun más encuadrado políticamente, cual fue "Orientaciones". Es decir, podría decirse que, gracias a esta corriente, entre el público de habla hispana pasó a conocerse, por primera vez y sin el tamiz del catolicismo oficial, el pensamiento más comprometido de Julius Evola.

Sin embargo es dable señalar aquí ciertas limitaciones presentadas por este sector y por lo que luego provino del mismo. Digamos en primer lugar que el grupo CEDADE, el cual había realizado una prolífica actividad en el plano de las ideas tanto en España como en Argentina aportando, como dijéramos, nuevos vientos en materia doctrinaria al tradicionalismo de ambos países, terminó disolviéndose a los pocos años víctima de una serie de rencillas internas, muchas de ellas de carácter no estrictamente doctrinario.

Pero como saldo del mismo, a nivel del pensamiento de Julius Evola, que es lo que aquí nos interesa, podríamos decir que no tomó de éste las líneas directrices centrales de su doctrina, sino tan sólo algunos matices y posturas críticas relativas al mundo moderno y a su valoración de la lucha y del espíritu legionario como forma existencial para un hombre de derecha en los tiempos actuales de decadencia. No supo así asimilar por ejemplo sus críticas al fascismo y al nacional socialismo, al cual tal grupo había asumido en forma casi dogmática. Ni menos aun su valoración de la metafísica como vía alternativa a la puramente religiosa y exotérica, sino que, quizás en gran medida por el influjo rosembergiano recibido, terminó enfrentando el espíritu religioso con el de carácter científico y moderno. De tal modo agreguemos que, en su postura anticristiana, producto en gran medida, como dijéramos, del gran impacto que había causado en sectores de la sociedad española la deserción de la Iglesia, fue influido más por corrientes paganas de neto corte inmanentista, especialmente arribadas de Francia a través del movimiento de la Nueva Derecha de Alain de Bénoist, cuyas obras, en especial "Cómo llegar a ser pagano", adquirieron en el seno de tal corriente un carácter más relevante del que en cambio se le diera a Evola. Tal es así que en España no se tradujeron nunca las principales obras de tal autor, a pesar del pretendido impulso que se le diera al mismo. Gabriele Fergola nos decía en su artículo antes mencionado de las dificultades que había habido en llegar a traducir antes de 1974 la obra "Los hombres y las ruinas", debido al carácter anticristiano, o al menos no específicamente cristiano del tradicionalismo del autor. Dicha actitud se perpetuaría también ahora en que el cristianismo ya había dejado de ser el filtro inexpugnable, pasando a su vez lo mismo con "Rebelión contra el mundo moderno". Y ello se debía esta vez al hecho de que el paganismo de Evola no era tan anticristiano como el de la Nueva Derecha (7b). Como dijéramos anteriormente en la crítica a Tejada, Evola distinguía entre un cristianismo semítico, presente en la primera manifestación evangélica de tal religión, de otro asumidor de la tradición clásica en la Edad Media y que tendría su expresión más plena y cabal en el gibelinismo. Nosotros pensamos que, de haberse asumido tal postura y no la estrechamente pagana céltica que no agota en manera alguna a la tradición española (8), ello hubiera además dado a tales grupos una base más vasta de influencia, pudiendo encontrar mayores elementos de afinidad con la idiosincrasia hispánica en la cual el catolicismo es un fenómeno de grandísima importancia.

Sin embargo hay que resaltar un hecho llamativo y es que, dentro de lo que hoy queda de aquellos sectores que a partir de tal corriente impulsaron en mayor medida el paganismo, la figura de Evola, a diferencia de lo acontecido en otras partes en donde fue excluida de las preferencias de tales grupos, ha sido mantenida en cambio como la de un mentor, dando así a algunos la idea falsa de que dicho autor podía estar de acuerdo con tales concepciones inmanentistas de la Nueva Derecha.

Citamos al respecto, a mero título ejemplificativo, un artículo publicado sobre Evola por la revista Sin Tregua, que se editara hace unos años en Barcelona, en gran medida heredera de ciertas líneas del CEDADE, ya que comprendía en su seno al grupo más importante y productivo desde el punto de vista intelectual. En el mismo (número 18 de diciembre de 1991) se expresa textualmente que el pensamiento de Evola "ha sido una de las componentes ideológicas que han constituido el basamento ideológico del embrión del movimiento eurorevolucionario" que ellos pretenderían representar en España.

Pero en números posteriores de tal revista, más específicamente el 23 y el 24 de febrero y abril de 1993 nos encontramos con puntos de vista diametralmente opuestos a los sustentados por nuestro autor, lo cual conduce a una confusión muy grande en la gran mayoría que es desconocedora de obras esenciales de Evola como "Rebelión..." y "Los hombres y las ruinas" y que trataremos de reseñar aquí al solo efecto de resaltarlos.

Así pues nos hallamos con reflexiones realmente sorprendentes por lo antievolianas tales como cuando, luego de valorizarse en manera por lo demás exaltada el avance de las ciencias en el mundo moderno y criticarse correlativamente al pensamiento tradicional, se remata el texto con la siguiente expresión: "Esas posiciones ingenuas, aun vinculadas a las concepciones dogmáticas de la verdad heredadas de la religión y la filosofía han sido demolidas por la labor de la epistemología crítica en el presente siglo". Es decir que se avala aquí la vieja fábula positivista, adaptada a los tiempos actuales, de que la ciencia con sus "descubrimientos" y "progresos" barre con las supersticiones de la religión y de la metafísica. En otra nota se alaba nada menos que la figura de Carlos Darwin gracias a quien se "ha revolucionado la imagen que el hombre se ha forjado de sí mismo. De ser una criatura de Dios, con una esencia permanente e inmutable, el hombre ha pasado a ser parte de una naturaleza inmersa en un proceso continuo de transformación, la cual... no es un proceso dirigido, sino un desarrollo ciego y azaroso, carente de sentido en sí mismo" (pg. 30, n. 23). Es decir, tenemos aquí la fe inmanentista del hombre moderno, a la que Evola había dedicado la mayoría de sus obras para combatirla, pero que ahora, en virtud de un extraño procedimiento, se le querría achacar al mismo Evola. Más adelante, como era de esperar, se llega a rechazar abiertamente la metafísica, disciplina esencial para nuestro autor. "El afán de muchas de estas construcciones (metafísicas) ha sido desacreditar el conjunto de relaciones de la existencia para realzar, contra ellas, la relación de un sujeto individual con un mundo fabulado (Dios, el reino de la idea, el Ser absoluto, la "otra dimensión de la realidad", etc.). Es frecuente hallar en ellas una teoría del duplicado de lo existente o desdoblamiento esquizofrénico en "dos mundos" ("valle de lágrimas" y Paraíso en los cristianos y mahometanos; mundo auténtico de la idea y mundo inauténtico de las cosas sensibles en el platonismo, etc.)". Es decir que Evola, al cual se lo había distinguido como uno de los mentores de tal movimiento, sería a su vez un esquizofrénico al haber también él disociado la realidad en dos mundos, el moderno al cual en el fondo adhiere este grupo y que se caracteriza por ser excluyente de cualquier otra dimensión que no sea la que captan los sentidos externos, y el de la Tradición, que es en cambio un mundo de realidades espirituales y de ideas. Posiblemente tal sector ignore también que se está refiriendo a Evola cuando expresa lo que sigue: "A diferencia de los reaccionarios (término que siempre le fue muy grato a nuestro autor), no criticamos al mundo moderno por haber provocado "la muerte de Dios". Lo criticamos por su incapacidad para llevar a cabo esta muerte si se la entiende en su sentido profundo, como muerte de la metafísica y por su vinculación al eco de las más insostenibles tradiciones animistas." Entendiendo por "tradiciones animistas" a "los desvaríos idealistas ya apuntados por los Eléatas (es decir: no existe el ser sino sólo el devenir) y desatados de modo desaforado por Platón", el cual curiosamente sería el antecedente del mundo moderno.

Ahora bien, si la vida no tiene sentido trascendente, ¿cuál debe ser el fin del hombre? Pues bien se trata de "reconocer la realidad del mundo como un discurrir de fuerzas en conflicto carente en sí de sentido y no obediente a un plan o finalidad determinados aceptando heroicamente la realidad del surgimiento enteramente casual del hombre en medio de la inmensidad indiferente de la evolución general..". Es decir que se trata de vivir la existencia "heroicamente" sabiendo que la misma carece de cualquier sentido (8b). ¿Ahora bien, a través de cuáles actos debería manifestarse tal heroísmo, el cual en última instancia implicaría también un sentido o fin de la existencia? Aunque parezca mentira el mismo se reduciría a trabajar, no en el sentido de "la búsqueda del consumo o de la mera producción", lo que en última instancia, si es hecho en forma moderada, justificaría el trabajo, sino por el trabajo mismo. En realidad es lo que, como muy bien lo demostrara Evola, sucede actualmente en Norteamérica en donde el mero trabajo y el culto desaforado de la acción se han convertido en verdaderos alucinógenos y lo que sucedió antes con el comunismo ruso a través de la experiencia stakhanovista en donde se trabajaba por el placer que el mismo representaba o por el "cumplimiento de obras comunitarias".

Tales coincidencias con el comunismo bolchevique explican también cómo tal corriente, la que, insistimos, capciosamente lo ha puesto a Evola como a uno de sus mentores, hoy adhiera a una vertiente denominada nacional-comunismo (9). La confusión da pues para todo y es indispensable clarificar.

4) Evola y el nazismo mágico

Casi como una excepción a lo hasta aquí analizado, y con la única finalidad de efectuar un estudio lo más pormenorizado posible de las influencias de Evola en el pensamiento hispanoamericano, mencionaremos a una corriente que ha tenido un importante desarrollo en Chile y que también se ha extendido hacia España influyendo en algunos otros sectores de lo que fuera el CEDADE. Se trata de un grupo inspirado en la obra prolífica de un ex diplomático chileno, el escritor Miguel Serrano, quien se ha dedicado en los últimos tiempos de su labor literaria a promover, a través de múltiples libros, una corriente de pensamiento que él titula como hitlerismo esotérico. La misma es expresada a través de sus dos voluminosas obras principales sobre el tema que son Adolf Hitler, el último avatara y El cordón dorado. Queremos aclarar que no es nuestra intención aquí refutarlas porque en las mismas se trata de una serie de creencias, en su mayoría fantasiosas y que representan una agudización de algunas que ya fueran formuladas hace algunos años y con gran éxito editorial por L. Pawels en su obra El retorno de los brujos, tales como la de la existencia de una tierra hueca en la que Hitler continuaría viviendo a la espera de un nuevo avatara, o que en el mundo quedaría una sola bomba atómica por estallar (ya que las otras dos que había lo hicieron en Hiroschima y en Nagasacki) en tanto que los judíos norteamericanos no poseen la fórmula de su fabricación, etc. Nos interesa citarlo tan sólo al efecto de analizar aquí las breves referencias que el autor formula sobre Evola en sus libros. En efecto, Serrano manifiesta haberlo conocido personalmente en Roma en el año 1973 y haber sostenido con él una entrevista; a su vez en la bibliografía consultada para la elaboración de sus obras lo cita profusamente en sus libros principales. Si bien lo valora como un gran pensador con quien guarda muchas afinidades y lo considera superior a Guénon, sin embargo manifiesta sus discrepancias con él especialmente por sus críticas al nacional socialismo y por su consecuente desconocimiento de otra dimensión del mismo cual sería el hitlerismo esotérico, representado por las SS, las cuales en sus "laboratorios raciales" realizaban el "grandioso intento luciferino de crear el Superhombre, un Ser totalmente distinto... un divino inmortal que se regenera" (10). De la misma manera critica su racismo espiritual y su intento por querer "resucitar la romanidad como opuesta a lo germánico", lo cual estaría determinado en Evola por "los límites que le impusiera su nacimiento romano", denotando a través de tan categórica afirmación el carácter determinista y cientificista de su racismo (11). Es decir que el autor además de hacerlo por su biologismo racista adhiere a la postura rosembergiana de contraponer lo romano a lo germánico o nórdico al cual le asignaría excluyentemente la pureza racial aria de la que carecería en cambio el primero, y por añadidura todas las restantes razas meridionales "exceptuada la judía", la cual sería ya una infraraza. Este carácter de inferioridad racial quedaría demostrado justamente por la incapacidad manifestada por Evola en poder comprender el significado último y esotérico del hitlerismo (12) y por su adhesión al conservadurismo a través de su valoración de la figura de Metternich, al cual, según él, Evola consideraba como un modelo político. Más adelante, y para abonar su punto de vista, termina acoplando la figura de Evola con el carlismo español en tanto que ambos se proclaman por igual tradicionalistas.

Con respecto a esto último da la impresión de que Serrano no ha leído el artículo de Tejada sobre Evola, pues allí se trata justamente de la diferencia entre el pensamiento de Evola y el del carlismo. En relación a Metternich habría que decir que no es que Evola lo considere un modelo ideal, sino que simplemente rescata de él su actitud de pergeñar una Santa Alianza de Estados tradicionales para hacer frente a las fuerzas ocultas de la subversión. Sólo en ese sentido él lo consideraba como "el último gran europeo".

Insistimos finalmente en resaltar que esta corriente sólo ha podido prender en sectores en algunos casos exageradamente nostálgicos del nazismo al que terminan dimensionando al rango de una religión. Y con una fe no puede discutirse.

5) Evola y el nacionalismo argentino

También en la Argentina, sin lugar a dudas el país del mundo hispanoamericano que después de España posee la más intensa vida cultural, la figura de Evola ha pasado por muchos años prácticamente desapercibida y casi sin ningún tipo de comentario. Bastó, como dijéramos, la lapidaria crítica de Tejada para que los ambientes católicos tradicionalistas no lo tuvieran para nada en cuenta o que en última instancia reseñaran sus libros con los motes de "orientalista" u "ocultista" acuñados por dicho autor para referirse a nuestro pensador (13). Aunque por el lado no católico debemos señalar aquí también la obra positiva de CEDADE, la cual en 1982, en plena guerra de Malvinas, tendrá el mérito de haber publicado un folleto de Evola sobre la guerra titulado "La doctrina aria de la lucha y la victoria".

Pero habrá que esperar recién el año 1986 para que aparezca un trabajo sobre Evola en la Argentina, justamente en una revista de orientación católica, en donde por primera vez en el mundo de habla hispánica, a diferencia de lo que había hecho Tejada en España, se rescata a tal figura, no sólo desde una perspectiva de crítica del mundo moderno, sino que aun se muestra cómo en múltiples aspectos de su metafísica hay afinidades con el cristianismo. En tal artículo (14) tratábamos de resaltar el contraste existente a nivel metafísico entre la doctrina de Julius Evola y la de René Guénon. La razón de ello estribaba en que este último había logrado penetrar con fuerza en varios círculos tradicionalistas católicos de la Argentina, no habiendo sucedido lo mismo en cambio con Evola, en gran medida, a nuestro entender, influidos por la equívoca crítica de Tejada. Allí queríamos demostrar lo errado que significaba ello para una perspectiva de este tipo pues, si bien era cierto que Guénon manifestaba en sus escritos una cierta esperanza en que la Iglesia podía ser aquella institución encargada de restaurar la tradición en Occidente y que ello podía generar algún tipo de simpatía y hasta de entusiasmo de parte de tales círculos, su metafísica, de neto corte fatalista y aun desde ciertos puntos de vista bastante próxima a lo que podría calificarse como un panteísmo, chocaba seriamente con una concepción cristiana de la historia en donde se otorgara un valor esencial a la libertad humana. Que con Evola en cambio sucedía lo contrario. Este último, si bien era reacio en creer en la posibilidad de que la Iglesia católica pudiese llegar a ser en algo una fuerza restauradora, sino que aun le otorgaba serias responsabilidades en la acción de caída de la humanidad en la ciénaga del mundo moderno en que se encuentra, en cambio paradojalmente sostenía una metafísica de la Historia mucho más cercana a una posición lineal común con el cristianismo (15). Al respecto citábamos una serie de textos de Evola que abonaban tal postura. En "Il problema della decadenza"(16) criticaba a aquellas concepciones de la historia que querían reducir dicho proceso al mero transcurrir de los ciclos fatales del cosmos manifestando que "Es dudoso admitir una analogía completa entre los dos órdenes (el de la historia y el de la naturaleza)", como en cambio hacía Guénon quien hasta llegaba a determinar la fecha del final del Kali-Yuga (17). Además veíamos mayores afinidades con el cristianismo en la doctrina evoliana del dualismo de civilizaciones que en la monista de Guénon, la que reducía los desórdenes existentes en este mundo como formando parte del orden global del universo. Por último considerábamos también que la parte final de "Rebelión...", en donde se hacía referencia a la idea de prueba y de la superioridad de perspectiva que presentan los hombres destinados a vivir en esta Edad última era otra señal irrebatible de tal afinidad. Finalizábamos el artículo diciendo que: "si bien para Evola esta edad última es absolutamente peor que la primera, los hombres que serán capaces de vencer en ella los obstáculos que se les presentan alcanzarán a ser mejores. Creemos hallar aquí otra vinculación con la concepción cristiana de la historia para la cual los elegidos de los últimos tiempos son superiores aun al hombre adámico". (17b)

Debemos señalar que este artículo, si bien en su momento cosechó comentarios personales positivos, no tuvo la menor trascendencia, ni despertó interés alguno adicional en la figura de Evola. Hay que acotar además, y esto no debe valer en nada como una excusa, que la sociedad argentina, al menos en su esfera vinculada al tradicionalismo, no había aun en ese entonces (ni ahora tampoco lo ha hecho en mayor medida) terminado de asimilar el shock causado por la derrota de Malvinas, el cual ha originado consecuentemente una profunda apatía también a nivel intelectual.

Debemos señalar sin embargo que lo que no pudo desarrollarse en la Argentina debido a las razones antes señaladas se conseguirá en parte hacerlo en Chile. Aquí hay que destacar la presencia de una revista de cultura alternativa denominada "Ciudad de los Césares", la que en su número 16 de Enero de 1991 dedicará una edición especial de homenaje a la figura de Evola. La misma seguirá más tarde publicando notas sucesivas en varios números siguientes en donde se traducirán textos del autor y varios artículos monográficos dedicados al mismo que se continuarán hasta el día de la fecha. Asimismo agreguemos que en septiembre de 1998, al conmemorarse el décimo aniversario de tal revista, en el importantísimo Instituto de Chile, sito en la ciudad de Santiago, se efectuó la presentación pública de la traducción española de la autobiografía espiritual de Evola, El Camino del Cinabrio, evocándose así de esta manera el centenario de su nacimiento. Ésta es sin lugar a dudas la única publicación americana que le ha dado espacio a tal autor con una cierta periodicidad. Debemos mencionar como otra excepción a tal regla que en Perú en el año 1991 se ha publicado un muy interesante y completo folleto sobre la vida y pensamiento de Evola y que no tenemos noticia si en otros países hispanoamericanos se ha editado algo más.(18)

Pero el año 1994 significará un cambio de rumbo que, a nuestro entender, puede con el tiempo llegar a fructificar en lo relativo a la divulgación de su pensamiento como posteriormente se verá. En esa fecha en la Argentina se editan por primera en el mundo de habla hispana aquellas obras principales en donde más se señala la originalidad del pensamiento de Evola. En primer lugar aparecerá "Rebelión contra el mundo moderno", meses más tarde "Los hombres y las ruinas", hasta que por fin en 1995, bajo el título "Más allá del fascismo", se incluyen en un solo volumen un conjunto de textos políticos tales como "Il fascismo visto dalla destra", "Note sul terzo reich", dos editoriales de la revista "La Torre" y la "Autodifesa" del autor (19). Esta tarea será acompañada por una divulgación de la obra del autor y su intento de incluirlo como uno de los teóricos indispensables para un pensamiento político apto para una sociedad que, utilizando la terminología evoliana, "se encuentra en ruinas".

Dentro de la misma tarea destacamos una conferencia que diéramos en 1995 en diferentes localidades de la Argentina y que se titulara "Julius Evola y el nacionalismo argentino". La misma será reproducida por el periódico El Fortín, el que a partir de ese número se convertirá en el medio de expresión de un pensamiento tradicionalista abiertamente comprometido con las ideas de Julius Evola.(20)

En dicha conferencia formulábamos la necesidad de que Evola en la Argentina de 1995, que ya no era más la de hace 12 años, se convirtiera en un nuevo mentor o punto de referencia doctrinario de aquellas corrientes que en tal país nutrieron alimentaron la idea de la tradición a través de ciertas variantes del nacionalismo (denominación que recibe entre nosotros un pensamiento tradicionalista en el correcto sentido de la palabra), aunque agregábamos también que con una posible proyección iberoamericana.

Abonábamos lo dicho en los siguientes elementos.

1) Hasta los años 1982 y 1983, es decir, antes de la derrota de Malvinas y del retorno de la Democracia, el nacionalismo argentino podía decir que contaba consigo con el sostén de instituciones sociales que, aun con severas limitaciones, respondían a sus formulaciones, tales como la familia, la Iglesia y las Fuerzas Armadas. Pero luego de esa fecha, con el ingreso de la Democracia como forma de vida (ya no tan sólo como forma de gobierno) tras la derrota argentina, se había operado la paulatina destrucción de tales instituciones como pilares de la sociedad, por lo que al nacionalismo le había pasado algo similar a lo que al tradicionalismo español carlista o falangista al haber terminado perdiendo su arraigo en la sociedad civil. Por lo tanto la situación se hacía muy parecida a lo que Evola sostenía en "Los hombres y las ruinas" al analizar lo acontecido en la Italia postfascista: la tradición había ya dejado de existir socialmente para mantenerse sólo viva en algunos y como idea. Agreguemos también que cuando en el año 1990 es sofocada la última intentona militar nacionalista "carapintada", en la que muchos creyeron ilusamente, lo mismo que antes lo hicieran con el movimiento peronista capitaneado por Menem, al cual en Europa se les había hecho falsamente creer que se trataba de una corriente de carácter neofascista, y que luego demostró su absoluta entrega y devoción por la modernidad, se terminaría definitivamente con la idea de un tradicionalismo arraigado en instituciones o movimientos sociales existentes en la sociedad argentina.

2) Que en relación a la tradición hispanoamericana debía profundizarse en aquella dicotomía que Evola había formulado magistralmente en "Rebelión.." al distinguir en el seno de la religión cristiana entre una corriente judaica y el catolicismo medieval, arraigado este último en la tradición clásica de Occidente y que la misma oposición se expresó a través del embate entre dos bandos antagónicos, el güelfo y el gibelino.

Nosotros hicimos notar que también esta dicotomía existió en nuestra historia patria, en manera más intensa desde la misma época colonial. El espíritu güelfo se expresó a través de las corrientes evangelizadoras, en su conflicto con el rey por controlar la obra colonizadora de América y las mismas se manifestaron a través de figuras como la de Fray Bartolomé de las Casas primero y la orden jesuítica más tarde, las que promovieron en este continente un espíritu masificador y comunista, es decir judaico y modernizante, el mismo que hoy aparece consumado plenamente en el movimiento tercermundista y en corrientes guerrilleras y subversivas, tales como la de Chiapas en México. La vertiente gibelina en cambio estuvo expresada por los esfuerzos de la monarquía en tomar las riendas de la colonización, venciendo la intromisión del papado, actuante a través de las órdenes antes mencionadas. Se caracteriza por concebir la conquista de América como una Cruzada, es decir como la prolongación de la guerra por la liberación de la península ocupada por los moros, pero dando a la misma un contenido trascendente, metafísico y no meramente político o económico. Tal embate tendrá un claro jalón con la expulsión de la Compañía de Jesús, fecha que coincide temporalmente con la constitución del virreinato del Río de la Plata, es decir, el antecedente histórico-político de la República Argentina. En tal aspecto ahondábamos en el significado de la palabra Argentina el que lo remontábamos al término latino Argentum (=plata), el cual tenía el sentido metafísico de señalarle un destino a tal nación cual era el de la restauración de una nueva era áurea y tradicional que, partiendo del sur, habría de expandirse hacia el norte.

A su vez hacíamos notar cómo nuestro país había tenido a un gobernante de neto corte gibelino en el siglo pasado, el brigadier Juan Manuel de Rosas, el cual además de haber enfrentado a los poderes masónicos representados por Francia e Inglaterra, contra quienes luchó militarmente logrando hacerlos salir de nuestro suelo, también dio cuenta del güelfismo al expulsar por segunda vez de nuestro territorio a la Compañía de Jesús.

Esta tradición católica gibelina, contraria al güelfismo, fue silenciada por varios años debido a actitudes ambivalentes o ambiguas asumidas por la Iglesia católica argentina que ha llevado a muchos a la confusión, pero que hoy ya se ha quitado definitivamente la careta, especialmente con la guerra de Malvinas en donde mostró su estrecha alianza con los poderes fácticos que manejan el planeta. Es por ello que la posibilidad ahora de revitalizar un catolicismo gibelino nos aproxima claramente a la figura de Julius Evola. Es decir un tradicionalismo capaz de distinguir con claridad la raíz metafísica del catolicismo de su expresión temporal representada por la Iglesia y sus tendencias modernizadoras y jesuíticas. Este nuevo horizonte abre vastísimas posibilidades para el desarrollo y la influencia del pensamiento evoliano para los tiempos futuros. Demuestra una profunda ventaja respecto de la corriente de la Nueva Derecha pagana, que también ha intentado recalar en nuestro territorio, en la medida que no necesita contraponerse a nuestra raigambre espiritual hispanoamericana que es católica y medieval, siendo el paganismo una tradición que no nos pertenece, mucho más que en España, y cuyos aspectos positivos pueden ser recuperados a través de ese catolicismo gibelino, que distinga entre los orígenes profundos y metafísicos de tal religión y la tradición judaizante y jesuítica de la Iglesia, la que en múltiples aspectos los ha traicionado, de todo lo cual Evola es sin lugar a dudas un fundamental mentor, aun sin ser cristiano. Además el ideal gibelino permite resaltar la idea de Imperio el cual existió en nuestro continente desde épocas milenarias aun anteriores a las grandes manifestaciones inca y azteca, pudiendo así encuadrarse el Imperio español en América con aquella tradición descartando así la intolerancia güelfa de considerar a lo precolombino como un fenómeno puramente supersticioso.

Como corolario de tal fructífera labor podemos mencionar el año 1997 fecha en la cual se constituye en la ciudad de Buenos Aires el Centro de Estudios Evolianos, el cual ya cuenta con una página en Internet. Dicho Centro se ha convertido en un verdadero paradigma y polo de actividad intelectual reuniendo periódicamente, a través de conferencias, no sólo sobre la obra de Evola, sino sobre otros temas y autores tradicionales, a lo que podría denominarse como un pensamiento alternativo dentro de la sociedad argentina con posibilidades de proyección hacia otros países hispanomericanos en donde también se han efectuado conferencias sobre Evola. Es de resaltar que, a raíz de tal trascendencia, el güelfismo tuvo que arremeter en contra de la figura de Evola y de quien esto escribe a través de un artículo calumnioso, que no es sino la reproducción de otro aparecido en la revista italiana Sodalitium, el cual fue debidamente refutado por la publicación El Fortín (21), la que se ha convertido en el medio periodístico utilizado por este Centro. Lo interesante a resaltar aquí es que los sectores autodenominados tradicionalistas católicos, los cuales confunden la Tradición con el accionar histórico de la Iglesia han arreciado en su intolerancia en manera mucho más aguda y notoria que en las épocas negras de la Inquisición, cuando aun podían aceptar la inclusión de autores no católicos como Platón, Plotino o aun más modernamente, Maurras: Ello se debe principalmente al rumbo asumido actualmente por la Iglesia, la cual como contrapartida de un ecumenismo renunciatario, reducido a una esfera puramente moral, ha formulado a nivel dogmático una orientación hacia el más terco sectarismo representado por los sectores integristas y conservadores que habitan en su seno.

MARCOS GHIO

 

NOTAS

(1) Agreguemos que también en 1975, en Barcelona, se editará la obra de Evola, La tradición hermética. Más tarde en 1984 se hará lo mismo con Metafísica del sexo.

(2) En el apéndice de este artículo enumeramos todas las obras y artículos que se han editado sobre Evola de manera cronológica.

(3) Gabriele Fergola: Evola ed il tradizionalismo spagnolo, en Testimonianze su Evola, Ed. Mediterranee, Roma 1985, pgs. 108-117.

(4) Digamos a título meramente anecdótico, pero como una señal clara de la disgregación y crisis en que se encuentra tal movimiento, que el descendiente al trono del carlismo, el príncipe Carlos Hugo Borbón-Parma, ha desertado del tradicionalismo para convertirse al marxismo.

(5) Este trabajo había sido publicado anteriormente en la revista Ethos, en su número 1 del año 1973, que se edita en Buenos Aires. La versión que tratamos aquí del artículo de Tejada apareció publicada en la revista Grial n. 1 en Madrid en los meses de junio-julio de 1977. La misma se encuentra precedida por otro estudio de Isidro Palacios en donde nos realiza una introducción al pensamiento de Julius Evola sin aportar precisiones de carácter crítico.

(5b) En relación a una visión no convencional de la conquista de América y vinculada con el gibelinismo, remitimos al lector a nuestro artículo Circa la presenza del Graal in America, en Heliodromos Nº 14, Enero 1998.

(6) Nos basamos en gran parte de estos análisis sobre la Compañía de Jesús en las obras del gran tradicionalista argentino Carlos Disandro, fallecido en 1995, en especial en su introducción a la edición bilingüe del Breve de Clemente XIV que abolió la Compañía de Jesús, Ed. Hostería Volante, La Plata, Argentina, 1966, pgs. 7-74. Carlos Disandro fue un pensador de inspiración católica, autor de múltiples obras sobre el pensamiento tradicional crítico de la orientación judeo-cristiana impresa a la Iglesia católica. Si bien se nos ha manifestado que leyó la obra de Evola, nunca lo citó y, de acuerdo a alguno de sus discípulos, habría tenido un cierto rechazo por su obra, sin embargo creemos que él tampoco la conoció lo suficiente. Sería muy interesante en alguna oportunidad efectuar un estudio comparativo entre el pensamiento de ambos autores.

(7) En las pgs. 49-50 de tal artículo se identifica el pensamiento de Evola con el de Blavatsky y de Steiner.

(7b) Digamos, a título de mera curiosidad, que el paganismo de la Nueva Derecha, a pesar de su carácter marcadamente anticristiano, ha sin embargo hallado cabida en revistas de orientación católica e incluso papistas. En la Argentina podemos referirnos por ejemplo a la recientemente desaparecida revista Disenso de orientación católica oficial y también vinculada con sectores del gobierno menemista, la que publicara en sus páginas un nutrido grupo de artículos de tal corriente pagana y silenciando permanentemente la obra de Evola, a pesar de que en tal país, en un hecho realmente inédito, ya se habían traducido cerca de 15 libros de tal autor. Ello se debe a una circunstancia que Evola hiciera notar al tratar acerca del boicot que en la época de Mussolini le dirigieran a su racismo espiritual simultáneamente sectores nazis paganos como católicos clericales. Según nuestro autor la principal razón estribaba en que el racismo nazi dejaba aparte -y por lo tanto en monopolio de la Iglesia- la esfera metafísica y trascendente, cosa que hoy en día sucede justamente con la Nueva Derecha en donde su "paganismo" es también indiferente hacia la Tradición primordial y metafísica y reduce tal corriente a la expresión de un mero pluralismo cultural.

(8) Señalemos al respecto que el grupo CEDADE tenía como símbolo identificatorio una cruz céltica.

(8b) Ha sido justamente bajo este influjo puramente activista, "pagano" y nuevoderechista que entre tales sectores de "derecha" ha nacido un culto hacia la figura del Che Guevara el cual habría sido "un fascista que ignoraba serlo", ya que para éstos el fascismo habría quedado reducido a un mero culto de la acción heroica.

(9) Digamos al respecto en honor a la verdad que la revista francesa adherida a tal corriente nacional-comunista, La lutte du peuple, en su número 22 de mayo-junio de 1994, al hacer una reseña de sus principales mentores ideológicos, se cuida de mencionar entre ellos a la figura de Evola; lo cual es un acto de honestidad. Sobre el tema del nacional comunismo y su interpretación de la figura de Evola, puede leerse nuestro artículo El Quinto Estado: una réplica a Alexander Dugin, en El Fortín, Nº 12, Junio 1999, Buenos Aires, así también en nuestra página de internet www.geocities.com/Athens/Troy/1856.

(10) Al respecto y como dato anecdótico que pinta a la personalidad de Serrano, a quien no podemos sin embargo negarle su gran capacidad como escritor, conservamos el video de un reportaje que le hiciera la Televisión chilena en donde, ante una pregunta, contesta que él es un hitlerista que ha alcanzado la inmortalidad regenerándose en sucesivas reencarnaciones.

(11) Ver El cordón dorado, Colombia, s.f. pgs. 113-115.

(12) En sus Notas sobre el Tercer Reich Evola objeta el verdadero valor iniciático de ciertas órdenes que actuaron durante el nazismo, como por ejemplo la de Thule. Asimismo considera que las mismas no tuvieron una verdadera y profunda influencia en tal movimiento. Dice al respecto: "es una pura divagación -lo podemos afirmar con conocimiento de causa- lo que tras la guerra alguien ha afirmado acerca de un subsuelo "oculto" iniciático o contra-iniciático del nacionalsocialismo. Ya en 1918 había sido creada una pequeña asociación la Thule Bund... (en la que) además de su germanismo, su nivel espiritual era similar al del teosofismo anglosajón." (J.Evola, Más allá del fascismo, Ed. Heracles, Buenos Aires, 1995, pg. 155).

(13) En el número 48 de la revista católica argentina Mikael (primer cuatrimestre de 1982) así Ruben Calderón Bouchet comenta la obra de Evola "El misterio del Grial" en su versión española. "La dificultad con Evola... es nuestro desconocimiento de su misteriosa ciencia." En otra parte compara al esoterismo con el pecado de soberbia de Adán quien creía también en la posibilidad de alcanzar "un conocimiento que le permitiera participar de la Gloria íntima de Dios merced a un esfuerzo titánico de su natural aptitud cognoscitiva." Más adelante llega a decir erróneamente que el conocimiento de la "oscura e iniciática" obra que él comenta tiene el solo valor de brindar "la oportunidad de descubrir las ideas madres de esos movimientos políticos que se llaman a sí mismos de la nueva derecha", lo cual vimos que es justamente todo lo contrario. Más adelante agrega que Evola "sabe que sus ideas nadan contra la corriente, pero confía en el sino inevitable de los ciclos cósmicos para que lleguen con el tiempo a su destino y provoquen el advenimiento de un nuevo avatar heroico". Justamente es todo lo opuesto de lo que expresa nuestro autor para quien el fatalismo es un signo de decadencia y de modernidad. Como vemos, la ignorancia hacia el pensamiento de Evola es casi absoluta. La única excusa que le cabe al autor es la de que, cuando escribió tal reseña no se habían aun publicado al castellano las principales obras de Evola. La misma en cambio no le cabe a la revista lefevrista Iesus Christus (ver nota 21), la que en su número de julio de 1997 lo acusa de "pensador satanista".

(14) Marcos Ghio, "René Guénon y Julius Evola ¿Crisis o revuelta contra el mundo moderno?", en Verbo, N. 264, julio 1986, Buenos Aires.

(15) Agreguemos que también resultaba más simpática la primacía que, en "Autorité spirituelle et pouvoir temporelle", Guénon le otorgaba al sacerdote respecto del guerrero, lo cual servía para fortalecer el güelfismo de estos sectores.

(16) En "Ricognizioni", Roma 1985, pgs. 43-49.

(17) En su obra "Formas tradicionales y ciclos cósmicos" René Guénon calcula con exactitud la duración de un Manvantara: 64.800 años, hallándonos nosotros al final de la cuarta y última etapa y en vísperas de una nueva edad áurea.

(17b) Con respecto a un análisis más detallado de la concepción evoliana de la historia puede verse nuestro artículo Die Evolianische Konzeptrion der Geschichte en Monte Rosa, junio 1999.

(18) "Julius Evola, el maestro", Sociedad de Estudios Revisionistas (SER), Lima-Perú, 1991. Con posterioridad a esta nota nos enteramos de que en la ciudad de Guadalajara, Mexico, existe un círculo de divulgadores del pensamiento de Evola, habiendo efectuado varias traducciones privadas de su obra.

(19) Con posterioridad a esa fecha Ediciones Heracles en Buenos Aires publicará las siguientes obras de Evola: La raza del espíritu (que incluye Sintesi d´una dottrina della razza, así como otros artículos del autor y un informe de la oficina política de las SS alemanas sobre esta obra), Jerarquía y Democracia, La Doctrina del Despertar, un conjunto de artículos del grupo de Ur bajo el título La magia como ciencia del espíritu en cuatro tomos, El camino del CinabrioOOO..., Cabalgar en tigre y por último El Arco y la Clava. De este modo junto a las otras ya aludidas publicadas en España se ha editado al castellano prácticamente todas las obras de Evola.

(20) "El Fortín", n.1, Octubre de 1995, Buenos Aires.

(21) Dicha réplica puede verse en el nº8 de El Fortín, octubre 1997 o en nuestra página web de Internet: www.geocities.com/Athens/Troy/1856 con el título de "El tradicionalismo soberbio y sectario".

 

Junio de 1999

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