JULIUS EVOLA EN EL MUNDO DE HABLA HISPANA
1) Planteamiento del problema
La figura y pensamiento de Julius Evola han
tenido durante mucho tiempo una escasa y casi nula influencia en el mundo de
habla hispánica. La primera traducción a tal lengua de un escrito de este autor
podemos hallarla en 1940 en una edición, impresa especialmente en la ciudad de
Roma, de los "Protocolos de los sabios de Sión", la que está
precedida por una introducción efectuada por el mismo. Pero después de ello
tendrán que pasar más de treinta años para que se edite en 1974 en México la
versión en español de la primera obra de Evola, la que será "Máscara y
rostro del espiritualismo contemporáneo", a la cual le seguirá un año
más tarde, en 1975, a través de Plaza y Janés de Barcelona, España, una
de las principales casas editoras de tal país, la publicación de "El
misterio del Grial", que será luego reeditado en 1982.(1) Tras ello,
si bien con lentitud, han comenzado a publicarse otras más obras de nuestro
autor. (2)
Podría decirse entonces que ha sido recién
después de la muerte de Evola que sus libros han empezado a editarse en nuestra
lengua, pero aun así la influencia del mismo ha sido prácticamente nula, cuando
no distorsionada, en el medio intelectual de habla hispana, a pesar de que en
ciertos círculos, de los cuales hablaremos seguidamente, el mismo ha sido
bastante conocido y leído aun en su lengua original. Agreguemos además que,
recién en estos dos últimos años, y me incluyo especialmente en tal tarea,
Evola ha comenzado a tener un impulso mayor y a despertar interés en algunos
ambientes, aconteciendo ello en especial en la Argentina y desde allí hacia
otros puntos de Hispanoamérica.
En un ensayo publicado en 1974 en donde se
recopilaban una serie de artículos escritos a la manera de un homenaje a J.
Evola en ocasión de su muerte, el autor italiano Gabriele Fergola (3), al
referirse a las relaciones de aquel dentro del contexto del tradicionalismo
hispánico, hace notar también la escasa influencia e interés que ha tenido
nuestro autor de parte de tal corriente, la que en cambio lo tendría que haber
reputado afín con sus ideas, y ello lo atribuye al hecho de que entre ésta y el
tradicionalismo integral de Evola existieron simultáneamente un conjunto
sea de afinidades, como también de incompatibilidades, que finalmente fueron
las que determinaron el reducido interés hacia nuestro autor. En cuanto a las
primeras expresa que gran parte de los principios que en Evola aparecen como
cosas novedosas para el ámbito italiano y aun europeo, en España en cambio ello
no ha sido así pues el tradicionalismo representa allí una realidad viva con
carta de ciudadanía en la sociedad de ese país. Por lo tanto, si bien existían
afinidades, los tradicionalistas españoles "no tenían necesidad"
del pensamiento de Evola. A su vez entre las incompatibilidades se encontraría
el hecho de que tal corriente está identificada totalmente con la tradición
católica, por lo tanto no alcanza a asumir las formas radicales que en cambio
posee el pensamiento evoliano y a su vez se siente reacia en admitir ciertas
críticas, muchas veces muy duras, dirigidas contra el cristianismo.
Sin embargo hay que resaltar que desde 1974
en que se escribió tal artículo hasta nuestros días la situación de España ha
cambiado totalmente. Ya no existe en tal país un tradicionalismo inserto en la
sociedad civil o en el Estado como antes, sino todo lo contrario; a su vez el carlismo
como movimiento social de carácter tradicionalista ha dejado de existir para
reducirse a un conjunto de grupos minúsculos enfrentados entre sí (4); además,
debido a los profundos cambios acontecidos en la esfera de tal religión,
tampoco en la actualidad quienes se aproximan en España al tradicionalismo lo
hacen de manera necesaria a través de las vías del catolicismo. Justamente,
debido en gran parte a esta crisis, de la cual indudablemente la Iglesia
católica en sus diferentes tendencias tiene mucha responsabilidad, es que se ha
operado en ciertos ambientes españoles un acercamiento cada vez mayor hacia
tradiciones no cristianas y paganas, como por ejemplo la céltica, lo
cual ha traído como consecuencia también una cierta aproximación hacia la
figura de Evola, aunque, como veremos, con limitaciones y distorsiones.
En cuanto a la situación de la Argentina y
por extensión al resto de Hispanoamérica, podemos decir que tan sólo en los
últimos años ha comenzado, con mayor lentitud que en España -aunque también con
ciertas diferencias ventajosas que se verán más adelante-, a despertarse un
cierto y aun muy relativo interés por la figura de Evola. Algunas razones
circunstanciales también lo han determinado así. En la Argentina, del mismo
modo que en España, el tradicionalismo se ha expresado siempre en estrecha
vinculación con el catolicismo, habiéndose gestado allí un movimiento nacionalista
católico en un tiempo de importante influencia en ciertos estratos que, si
bien minoritarios, eran en cambio significativos e influyentes en tal sociedad.
Sin embargo también allí los últimos años han hecho cambiar en gran medida la
situación, en especial tras la deserción de la Iglesia católica en la guerra de
Malvinas, la que se declaró abiertamente a favor de la rendición argentina,
movilizando tras tal objetivo a la misma figura del papa Wojtila; ello
ha alentado en muchos sectores una cierta actitud de revisión respecto a la
fidelidad a la tradición católica, al menos en su expresión actual y tangible,
y la búsqueda de razones más profundas y lejanas que explicaran tal situación y
consecuentemente de otras fuentes y autores no pertenecientes necesariamente a
tal tradición.
A los efectos de ordenar este trabajo y
hacerlo lo más exhaustivo posible lo dividiremos en distintas partes analizando
la gama más variada de aquellos sectores que han dado difusión al pensamiento
de Evola en el mundo hispanoamericano y cuáles son las limitaciones que los
mismos han poseído desde una perspectiva acorde con su doctrina.
2) Evola y el carlismo español
En el año 1977 la revista Grial
publicó un artículo del pensador carlista español Francisco Elías de Tejada
titulado "Julius Evola desde el tradicionalismo hispánico".
Podría decirse que este trabajo fue y sigue siendo aun el único estudio
pretendidamente crítico que se efectuó hasta ahora del pensamiento de Evola en
el mundo hispánico y que fue sucesivamente reproducido en otros medios (5). Por
tal razón, a causa de la amplia difusión que ha tenido tal escrito y dado que
el mismo ha informado la opinión de muchos, en especial dentro del espectro del
catolicismo tradicional hispánico, con respecto a la figura y pensamiento de
Evola, trataremos de resumirlo y refutarlo en alguno de sus puntos a nuestro
entender esenciales.
En primer lugar Tejada manifiesta coincidir
con las objeciones que Evola formula al mundo moderno al que, según él, critica
"con agudeza suma en alarde de perspicacia al que hay que rendir los
aplausos más fervientes".
Sin embargo, a continuación de ello, él le
objeta que en su valoración de la Tradición a lo largo de su manifestación
histórica occidental haya considerado en su análisis que la misma se continúa
tan sólo hasta la figura de los Hohenstaufen, con Federico II, interrumpiéndose
con el fin del Sacro Romano Imperio, y que haya ignorado en cambio al Imperio
Español de Carlos V y de Felipe II que le sobrevino más tarde, el cual, a través
de la Contrareforma, de la Compañía de Jesus, que comprendía a la
Tradición como "milicia heroica" y "servicio" para llegar a
Dios, mantuvo viva y aun perfeccionó la llama de esa misma Tradición y la
extendió así por varios siglos más.
Hay que reconocer al respecto que es cierto
que Evola prácticamente no habló del Imperio Español y que al único autor
tradicionalista hispánico que cita es a Donoso Cortés, el que por otra parte,
de acuerdo a lo que expresa Tejada, tampoco era propiamente un carlista.
Sin embargo habría que hacer aquí una pequeña
disquisición. Si bien es verdad que España gestó grandes empresas heroicas y
tradicionales, las que posiblemente hayan sido descuidadas por Evola en sus
análisis de "Rivolta..." y que también tuvo una visión limitada
de la conquista de América, haciéndose equivocadamente eco de las leyendas
negras que sobre la misma elaborara el protestantismo (5b), y ello es por lo
tanto una crítica aceptable, sin embargo éstas no fueron propiamente las que
Tejada reseña en su breve artículo. La Compañía de Jesus, ya desde
sus comienzos mismos, y aun en sus luchas con el protestantismo, no
representó para nada una reacción de la Tradición en contra del mundo moderno,
sino que por el contrario ella se constituyó a su vez en un bastión más de lo
moderno en su embate contra la catolicidad medieval, de carácter
heleno-cristiano. Ella significó en el seno del mismo catolicismo el
inicio de ese gran movimiento antimonacal y anticontemplativo, expresado a
través de la moderna devotio, marcado por una excesiva importancia dada
a lo que es puramente práctico y humano, a lo que es racional y discursivo, el
cual terminaría gestando esa tendencia, justamente antropocéntrica, moralista y
jesuítica, en tanto que de carácter molinista y pelagiano, la que triunfaría
más tarde en forma definitiva en el Concilio Vaticano II (6). Sin
embargo hay otra tradición española que no sólo Evola ignora, sino al parecer
el mismo Tejada, que es la católico-medieval, la que entre otros los
contó a los dominicos, contrarios y duros contendientes enfrentados al embate
de la Compañía de Jesús, quienes estuvieron representados por figuras insignes
como Melchor Cano y que a nivel monacal tuvo en San Juan de la Cruz,
en su incondicional defensa de la vía contemplativa en contra de los excesos
discursivos y meditativos que infligían los "maestros espirituales"
jesuitas a los dirigidos en los conventos, a uno de sus principales baluartes.
Tal corriente antijesuítica, si bien logró en su momento, con la alianza de la
monarquía, expulsar a la Compañía de Jesús de todos los reductos
culturales y políticos en que se había encaramado en la sociedad española y
americana, luego fue derrotada unos años más tarde con la restauración de la
misma a través de la acción del papado.
Evola, que no era un historiador,
posiblemente debe haber ignorado tales detalles, pero digamos sencillamente
que, si la tradición hispánica que él no compartió es la de los jesuitas que
defiende Tejada, lo cual muy seguramente debe haber sido así, le sobraba
más de un elemento a su favor para hacerlo.
Es por tal causa que es desde un errado
contexto que Tejada contrapone dos modos a su entender diferentes de conseguir
la unión con Dios: 1) la manera jesuítica "a través de la lucha y el
servicio heroico" de un hombre reducido al rol de simple
"instrumento" de la Providencia, representada en la tierra por el
Papa y su milicia, la Compañía, y 2) aquella a la que califica como hinduísta
y de la que participaría Evola "de autoafirmación de lo divino merced
al desarrollo de las energías divinas que hay en él".
Ello es equivocado porque la verdadera
contraposición no es entre Oriente y Occidente, como él pretende hacernos
creer, -por lo tanto es errado decir aquí "hinduísta"- sino
entre el espíritu moderno y el clásico que en Occidente ha asumido la forma
greco-romano-cristiana. Para el primero, y aquí pueden juntarse simultáneamente
el judaísmo, el protestantismo y el jesuitismo de Tejada, el hombre no
participa de la divinidad, sino que es un simple instrumento de la misma,
pues el abismo ontológico que existe entre ambas dimensiones es absoluto, para
el segundo se trata en cambio de realizar la divinidad en sí, de buscar en uno
mismo lo divino, a través de la contemplación, que es en verdad un tipo de
conocimiento que trasciende la esfera humana común a la que los jesuitas
querían sujetar a las almas; valorándose de esta forma la libertad y la esencia
del hombre en manera más plena y positiva, sin reducirla a un plano
exclusivamente moral.
Por otra parte es falso que Evola haya
querido hallar en el orientalismo la solución de los males de Occidente, que
Tejada en cambio encuentra en el jesuitismo de la Contrarreforma, por el mero
hecho de que nuestro autor haya escrito obras sobre el tantrismo o el budismo,
olvidando que elaboró otras sobre el hermetismo, el Grial, etc., que son
fenómenos de otro espectro cultural. Lo que éste busca en cambio es una
Tradición primordial única que se ha manifestado en diferentes culturas, sea de
Oriente como de Occidente y entre las cuales también se encuentran tales
corrientes. A su vez, así como la Tradición puede hallarse en distintos
lugares, sucede lo mismo también con la modernidad. De este modo pues son
estrechas las afinidades que existen entre el jesuitismo antropocéntrico de Tejada
y las diferentes doctrinas soterológicas de origen semítico y por lo tanto
oriental. En ambos casos el hombre es reducido al rol de mero instrumento de
una fuerza que le es ajena y superior. O de una fatalidad cósmica panteísta que
todo lo hace con independencia de la voluntad humana o de un Dios caprichoso
que actúa a través de individuos reducidos al rol de simples esclavos o
sirvientes de determinadas instituciones a las cuales el mismo les habría dado
su representación terrenal. En ambos casos se niega la divinidad del hombre,
expresada ésta en su libertad más profunda de ser partícipe, creador y no mera
criatura, colaborador y no siervo en los planes de salvación.
Estos errados puntos de partida encierran a
Tejada en una serie de incomprensiones no sólo del pensamiento de Evola, sino
aun de la doctrina tradicional que también lo tiene a Guénon como a su
exponente principal en Occidente, las que podríamos definir en las siguientes
manifestaciones:
1) Ignorar la doctrina del dharma a
través de la cual se rechaza el concepto igualitario de "naturaleza
humana", impulsado por el judeo-cristianismo y luego retomado por
jesuitas, protestantes e iluministas, sustituyéndoselo por el más cualificado
de naturaleza propia, la que cada uno debe llegar a desarrollar.
Desconoce así, o no ha profundizado lo suficiente en la doctrina tradicional de
las castas, usando los mismos argumentos de los modernos, que Evola refuta con
agudeza, consistentes en atribuir un cerrado determinismo del hombre dentro del
marco de una función social irreversible, ignorando así la doctrina de la
preexistencia y de la decisión trascendental realizada antes
y no después del nacimiento, la cual refuta contundentemente el argumento
moderno de la injusticia por las desigualdades que habría ofrecido la sociedad
tradicional.
2) Desconoce la diferencia entre un plano
esotérico, a través del cual se postula la unidad trascendente de las grandes
religiones, reduciendo toda experiencia acerca de lo sagrado a un exclusivismo
exotérico que contrapone una pretendida y única religión, verdadera y
excluyente, a todas las restantes, las que resultarían a su vez poco menos que
diabólicas. El mismo sólo es aceptable en un plano muy inferior en donde es
posible ser sí como Tejada "fanáticamente cristiano", pero
coarta la posibilidad de alcanzar una esfera trascendente y por lo tanto
universal. Para tal autor no existe diferencia entre una dimensión metafísica y
una religiosa; por ello tiene que manifestar que lo que Evola formula es un
acto de "fe en el tantrismo" (lo cual es falso porque tal
corriente es una de las tantas que el autor rescata dentro del saber
tradicional), del mismo modo que él lo formula en el cristianismo jesuítico. En
tal sentido es además sectario porque niega la posibilidad de acceder a la
verdad suprema a través de una vía intelectual reduciéndolo todo así a un
camino inferior de carácter sentimental e irreflexivo en donde una fe queda
contrastada con otra.
3) Confunde de manera capciosa el análisis de
Evola acerca de la religión cristiana con el que formularan Rosenberg y el
nacionalsocialismo pagano, cuando en realidad la postura del primero es muy
diferente. Nuestro autor distingue con claridad entre mero cristianismo o
judeo-cristianismo semítico y fatalista, de carácter decadente y de origen
oriental, con el heleno-cristianismo (aunque no utiliza esta palabra) o
catolicismo medieval, el que se manifestó a través de las Cruzadas, las órdenes
de la caballería y las monacales-guerreras. Fue aquel cristianismo que supo
incorporar los valores heroicos del paganismo clásico. Tal catolicismo no tiene
nada en común ni con el antiguo espíritu semítico femíneo y fatalista común a
muchas expresiones de los primeros cristianos, ni con la Contrareforma
jesuítica a la que adhiere Tejada, que concibe al hombre como un siervo de
Dios, en obediencia cadavérica de su superior, el Papa o el Provincial
en tanto pretendidos intérpretes de la voluntad de Dios (de allí el fenómeno de
arquilatría en que ha incurrido actualmente el clero postconciliar).
En conclusión podría decirse que uno de los
mayores daños que ha producido el análisis de Tejada dentro del espectro del
tradicionalismo es el de haber asociado la figura de Evola a meras corrientes
orientalistas teosóficas como la de Blavatsky o Rudolf Steiner, quitándole así
seriedad y profundidad al mismo.(7) Curiosamente él no pondrá a René Guénon en
esta misma bolsa de semejanzas, por lo cual no sería de extrañar que, en razón
del gran prestigio que se otorgara a Tejada, esto pueda haber sido uno de los
elementos por los cuales aquel autor ha merecido mayores elogios y recepciones
de parte de tales ambientes, como luego veremos.
3) Evola y el paganismo de la Nueva
Derecha
Luego de la caída del franquismo en
España, de su sustitución por la democracia socialista y de la consecuente
deserción de la Iglesia católica en su connubio ya manifiesto con la
modernidad, el frente único constituido por el clero y la Tradición, ya
anteriormente muy débil, empezó a flaquear del todo y fue entonces cómo algunos
sectores se sintieron más inclinados a visualizar nuevos horizontes de esa
misma Tradición más allá del cristianismo. Fue así como empezaron a tomar
impulso dentro de la derecha en España ciertas resurrecciones del nacional
socialismo, el cual comenzó a adquirir una importancia relativa en diferentes
ciudades, especialmente en Barcelona. Un grupo conocido con el nombre de CEDADE
(Centro de Estudios de América y de Europa), influido sobremanera por el
exiliado belga León Degrelle y por un conjunto de intelectuales de valía como
Joaquín Bochaca, entregados a la obra de revisionismo histórico de la Segunda
Guerra Mundial, ocupó un espacio que, sea el tradicionalismo monárquico carlista,
como el republicano falangista habían dejado en gran medida vacío. Este
sector se ocupará de dar a conocer a otros autores tradicionalistas no
católicos tales como Evola y será justamente Joaquín Bochaca quien
tendrá a su cargo en 1978 una edición bilingüe de "Meditación de las
cumbres", obra ésta que podría encuadrarse como entre las más comprometidas
y no tan sólo monográfica de nuestro autor. Antes de ello en 1977, en
simultaneidad con Buenos Aires, se había editado otro texto aun más encuadrado
políticamente, cual fue "Orientaciones". Es decir, podría
decirse que, gracias a esta corriente, entre el público de habla hispana pasó a
conocerse, por primera vez y sin el tamiz del catolicismo oficial, el
pensamiento más comprometido de Julius Evola.
Sin embargo es dable señalar aquí ciertas
limitaciones presentadas por este sector y por lo que luego provino del mismo.
Digamos en primer lugar que el grupo CEDADE, el cual había realizado una
prolífica actividad en el plano de las ideas tanto en España como en Argentina
aportando, como dijéramos, nuevos vientos en materia doctrinaria al
tradicionalismo de ambos países, terminó disolviéndose a los pocos años víctima
de una serie de rencillas internas, muchas de ellas de carácter no
estrictamente doctrinario.
Pero como saldo del mismo, a nivel del
pensamiento de Julius Evola, que es lo que aquí nos interesa, podríamos decir
que no tomó de éste las líneas directrices centrales de su doctrina, sino
tan sólo algunos matices y posturas críticas relativas al mundo moderno y a su
valoración de la lucha y del espíritu legionario como forma existencial para un
hombre de derecha en los tiempos actuales de decadencia. No supo así
asimilar por ejemplo sus críticas al fascismo y al nacional socialismo, al cual
tal grupo había asumido en forma casi dogmática. Ni menos aun su valoración de
la metafísica como vía alternativa a la puramente religiosa y exotérica, sino
que, quizás en gran medida por el influjo rosembergiano recibido, terminó
enfrentando el espíritu religioso con el de carácter científico y moderno. De
tal modo agreguemos que, en su postura anticristiana, producto en gran medida,
como dijéramos, del gran impacto que había causado en sectores de la sociedad
española la deserción de la Iglesia, fue influido más por corrientes paganas de
neto corte inmanentista, especialmente arribadas de Francia a través del movimiento
de la Nueva Derecha de Alain de Bénoist, cuyas obras, en especial
"Cómo llegar a ser pagano", adquirieron en el seno de tal
corriente un carácter más relevante del que en cambio se le diera a Evola. Tal
es así que en España no se tradujeron nunca las principales obras de tal autor,
a pesar del pretendido impulso que se le diera al mismo. Gabriele Fergola
nos decía en su artículo antes mencionado de las dificultades que había habido
en llegar a traducir antes de 1974 la obra "Los hombres y las ruinas",
debido al carácter anticristiano, o al menos no específicamente cristiano del
tradicionalismo del autor. Dicha actitud se perpetuaría también ahora en que el
cristianismo ya había dejado de ser el filtro inexpugnable, pasando a su vez lo
mismo con "Rebelión contra el mundo moderno". Y ello se debía
esta vez al hecho de que el paganismo de Evola no era tan anticristiano como
el de la Nueva Derecha (7b). Como dijéramos anteriormente en la crítica a
Tejada, Evola distinguía entre un cristianismo semítico, presente en la primera
manifestación evangélica de tal religión, de otro asumidor de la tradición
clásica en la Edad Media y que tendría su expresión más plena y cabal en el gibelinismo.
Nosotros pensamos que, de haberse asumido tal postura y no la estrechamente
pagana céltica que no agota en manera alguna a la tradición española (8), ello
hubiera además dado a tales grupos una base más vasta de influencia, pudiendo
encontrar mayores elementos de afinidad con la idiosincrasia hispánica en la
cual el catolicismo es un fenómeno de grandísima importancia.
Sin embargo hay que resaltar un hecho
llamativo y es que, dentro de lo que hoy queda de aquellos sectores que a
partir de tal corriente impulsaron en mayor medida el paganismo, la figura de
Evola, a diferencia de lo acontecido en otras partes en donde fue excluida de
las preferencias de tales grupos, ha sido mantenida en cambio como la de un
mentor, dando así a algunos la idea falsa de que dicho autor podía estar de
acuerdo con tales concepciones inmanentistas de la Nueva Derecha.
Citamos al respecto, a mero título
ejemplificativo, un artículo publicado sobre Evola por la revista Sin Tregua,
que se editara hace unos años en Barcelona, en gran medida heredera de ciertas
líneas del CEDADE, ya que comprendía en su seno al grupo más importante y
productivo desde el punto de vista intelectual. En el mismo (número 18
de diciembre de 1991) se expresa textualmente que el pensamiento de
Evola "ha sido una de las componentes ideológicas que han constituido
el basamento ideológico del embrión del movimiento eurorevolucionario"
que ellos pretenderían representar en España.
Pero en números posteriores de tal revista,
más específicamente el 23 y el 24 de febrero y abril de 1993
nos encontramos con puntos de vista diametralmente opuestos a los sustentados
por nuestro autor, lo cual conduce a una confusión muy grande en la gran
mayoría que es desconocedora de obras esenciales de Evola como "Rebelión..."
y "Los hombres y las ruinas" y que trataremos de reseñar aquí
al solo efecto de resaltarlos.
Así pues nos hallamos con reflexiones
realmente sorprendentes por lo antievolianas tales como cuando, luego de
valorizarse en manera por lo demás exaltada el avance de las ciencias en el
mundo moderno y criticarse correlativamente al pensamiento tradicional, se
remata el texto con la siguiente expresión: "Esas posiciones ingenuas,
aun vinculadas a las concepciones dogmáticas de la verdad heredadas de la
religión y la filosofía han sido demolidas por la labor de la epistemología
crítica en el presente siglo". Es decir que se avala aquí la vieja
fábula positivista, adaptada a los tiempos actuales, de que la ciencia con sus
"descubrimientos" y "progresos" barre con las
supersticiones de la religión y de la metafísica. En otra nota se alaba nada menos
que la figura de Carlos Darwin gracias a quien se "ha revolucionado la
imagen que el hombre se ha forjado de sí mismo. De ser una criatura de Dios,
con una esencia permanente e inmutable, el hombre ha pasado a ser parte de una
naturaleza inmersa en un proceso continuo de transformación, la cual... no es
un proceso dirigido, sino un desarrollo ciego y azaroso, carente de sentido en
sí mismo" (pg. 30, n. 23). Es decir, tenemos aquí la fe
inmanentista del hombre moderno, a la que Evola había dedicado la mayoría de
sus obras para combatirla, pero que ahora, en virtud de un extraño
procedimiento, se le querría achacar al mismo Evola. Más adelante, como era de
esperar, se llega a rechazar abiertamente la metafísica, disciplina esencial
para nuestro autor. "El afán de muchas de estas construcciones (metafísicas)
ha sido desacreditar el conjunto de relaciones de la existencia para realzar,
contra ellas, la relación de un sujeto individual con un mundo fabulado (Dios,
el reino de la idea, el Ser absoluto, la "otra dimensión de la
realidad", etc.). Es frecuente hallar en ellas una teoría del duplicado de
lo existente o desdoblamiento esquizofrénico en "dos mundos"
("valle de lágrimas" y Paraíso en los cristianos y mahometanos; mundo
auténtico de la idea y mundo inauténtico de las cosas sensibles en el
platonismo, etc.)". Es decir que Evola, al cual se lo había
distinguido como uno de los mentores de tal movimiento, sería a su vez un esquizofrénico
al haber también él disociado la realidad en dos mundos, el moderno al cual en
el fondo adhiere este grupo y que se caracteriza por ser excluyente de
cualquier otra dimensión que no sea la que captan los sentidos externos, y el
de la Tradición, que es en cambio un mundo de realidades espirituales y de ideas.
Posiblemente tal sector ignore también que se está refiriendo a Evola cuando
expresa lo que sigue: "A diferencia de los reaccionarios (término
que siempre le fue muy grato a nuestro autor), no criticamos al mundo
moderno por haber provocado "la muerte de Dios". Lo criticamos
por su incapacidad para llevar a cabo esta muerte si se la entiende en su
sentido profundo, como muerte de la metafísica y por su vinculación al
eco de las más insostenibles tradiciones animistas."
Entendiendo por "tradiciones animistas" a "los desvaríos
idealistas ya apuntados por los Eléatas (es decir: no existe el ser sino
sólo el devenir) y desatados de modo desaforado por Platón", el
cual curiosamente sería el antecedente del mundo moderno.
Ahora bien, si la vida no tiene sentido
trascendente, ¿cuál debe ser el fin del hombre? Pues bien se trata de "reconocer
la realidad del mundo como un discurrir de fuerzas en conflicto carente en sí
de sentido y no obediente a un plan o finalidad determinados aceptando
heroicamente la realidad del surgimiento enteramente casual del hombre
en medio de la inmensidad indiferente de la evolución general..".
Es decir que se trata de vivir la existencia "heroicamente"
sabiendo que la misma carece de cualquier sentido (8b). ¿Ahora bien, a través
de cuáles actos debería manifestarse tal heroísmo, el cual en última instancia
implicaría también un sentido o fin de la existencia? Aunque parezca mentira el
mismo se reduciría a trabajar, no en el sentido de "la búsqueda
del consumo o de la mera producción", lo que en última instancia, si
es hecho en forma moderada, justificaría el trabajo, sino por el trabajo mismo.
En realidad es lo que, como muy bien lo demostrara Evola, sucede actualmente en
Norteamérica en donde el mero trabajo y el culto desaforado de la acción se han
convertido en verdaderos alucinógenos y lo que sucedió antes con el comunismo
ruso a través de la experiencia stakhanovista en donde se trabajaba por
el placer que el mismo representaba o por el "cumplimiento de obras
comunitarias".
Tales coincidencias con el comunismo
bolchevique explican también cómo tal corriente, la que, insistimos,
capciosamente lo ha puesto a Evola como a uno de sus mentores, hoy adhiera a
una vertiente denominada nacional-comunismo (9). La confusión da pues
para todo y es indispensable clarificar.
4) Evola y el nazismo mágico
Casi como una excepción a lo hasta
aquí analizado, y con la única finalidad de efectuar un estudio lo más
pormenorizado posible de las influencias de Evola en el pensamiento
hispanoamericano, mencionaremos a una corriente que ha tenido un importante
desarrollo en Chile y que también se ha extendido hacia España influyendo en
algunos otros sectores de lo que fuera el CEDADE. Se trata de un grupo
inspirado en la obra prolífica de un ex diplomático chileno, el escritor Miguel
Serrano, quien se ha dedicado en los últimos tiempos de su labor literaria a
promover, a través de múltiples libros, una corriente de pensamiento que él
titula como hitlerismo esotérico. La misma es expresada a través de sus
dos voluminosas obras principales sobre el tema que son Adolf Hitler, el
último avatara y El cordón dorado. Queremos aclarar que no es
nuestra intención aquí refutarlas porque en las mismas se trata de
una serie de creencias, en su mayoría fantasiosas y que representan una agudización
de algunas que ya fueran formuladas hace algunos años y con gran éxito
editorial por L. Pawels en su obra El retorno de los brujos, tales como
la de la existencia de una tierra hueca en la que Hitler continuaría
viviendo a la espera de un nuevo avatara, o que en el
mundo quedaría una sola bomba atómica por estallar (ya que las otras dos que
había lo hicieron en Hiroschima y en Nagasacki) en tanto que los judíos
norteamericanos no poseen la fórmula de su fabricación, etc. Nos interesa
citarlo tan sólo al efecto de analizar aquí las breves referencias que el autor
formula sobre Evola en sus libros. En efecto, Serrano manifiesta haberlo
conocido personalmente en Roma en el año 1973 y haber sostenido con él una
entrevista; a su vez en la bibliografía consultada para la elaboración de sus
obras lo cita profusamente en sus libros principales. Si bien lo valora como un
gran pensador con quien guarda muchas afinidades y lo considera superior a
Guénon, sin embargo manifiesta sus discrepancias con él especialmente por sus
críticas al nacional socialismo y por su consecuente desconocimiento de
otra dimensión del mismo cual sería el hitlerismo esotérico,
representado por las SS, las cuales en sus "laboratorios raciales"
realizaban el "grandioso intento luciferino de crear el Superhombre, un
Ser totalmente distinto... un divino inmortal que se regenera" (10).
De la misma manera critica su racismo espiritual y su intento por querer "resucitar
la romanidad como opuesta a lo germánico", lo cual estaría determinado
en Evola por "los límites que le impusiera su nacimiento romano",
denotando a través de tan categórica afirmación el carácter determinista y
cientificista de su racismo (11). Es decir que el autor además de hacerlo por
su biologismo racista adhiere a la postura rosembergiana de contraponer lo
romano a lo germánico o nórdico al cual le asignaría excluyentemente la pureza
racial aria de la que carecería en cambio el primero, y por añadidura todas las
restantes razas meridionales "exceptuada la judía", la cual
sería ya una infraraza. Este carácter de inferioridad racial quedaría
demostrado justamente por la incapacidad manifestada por Evola en poder
comprender el significado último y esotérico del hitlerismo (12) y por su
adhesión al conservadurismo a través de su valoración de la figura de Metternich,
al cual, según él, Evola consideraba como un modelo político. Más adelante, y
para abonar su punto de vista, termina acoplando la figura de Evola con el carlismo
español en tanto que ambos se proclaman por igual tradicionalistas.
Con respecto a esto último da la impresión de
que Serrano no ha leído el artículo de Tejada sobre Evola, pues allí se trata
justamente de la diferencia entre el pensamiento de Evola y el del carlismo.
En relación a Metternich habría que decir que no es que Evola lo considere un
modelo ideal, sino que simplemente rescata de él su actitud de pergeñar una
Santa Alianza de Estados tradicionales para hacer frente a las fuerzas ocultas
de la subversión. Sólo en ese sentido él lo consideraba como "el último
gran europeo".
Insistimos finalmente en resaltar que esta
corriente sólo ha podido prender en sectores en algunos casos exageradamente
nostálgicos del nazismo al que terminan dimensionando al rango de una religión.
Y con una fe no puede discutirse.
5) Evola y el nacionalismo argentino
También en la Argentina, sin lugar a dudas el
país del mundo hispanoamericano que después de España posee la más intensa vida
cultural, la figura de Evola ha pasado por muchos años prácticamente
desapercibida y casi sin ningún tipo de comentario. Bastó, como dijéramos, la
lapidaria crítica de Tejada para que los ambientes católicos tradicionalistas
no lo tuvieran para nada en cuenta o que en última instancia reseñaran sus
libros con los motes de "orientalista" u "ocultista"
acuñados por dicho autor para referirse a nuestro pensador (13). Aunque por el
lado no católico debemos señalar aquí también la obra positiva de CEDADE, la
cual en 1982, en plena guerra de Malvinas, tendrá el mérito de haber publicado
un folleto de Evola sobre la guerra titulado "La doctrina aria de la
lucha y la victoria".
Pero habrá que esperar recién el año 1986
para que aparezca un trabajo sobre Evola en la Argentina, justamente en una
revista de orientación católica, en donde por primera vez en el mundo de habla
hispánica, a diferencia de lo que había hecho Tejada en España, se rescata a
tal figura, no sólo desde una perspectiva de crítica del mundo moderno, sino
que aun se muestra cómo en múltiples aspectos de su metafísica hay afinidades
con el cristianismo. En tal artículo (14) tratábamos de resaltar el contraste
existente a nivel metafísico entre la doctrina de Julius Evola y la de René
Guénon. La razón de ello estribaba en que este último había logrado penetrar
con fuerza en varios círculos tradicionalistas católicos de la Argentina, no
habiendo sucedido lo mismo en cambio con Evola, en gran medida, a nuestro
entender, influidos por la equívoca crítica de Tejada. Allí queríamos demostrar
lo errado que significaba ello para una perspectiva de este tipo pues, si bien
era cierto que Guénon manifestaba en sus escritos una cierta esperanza en que
la Iglesia podía ser aquella institución encargada de restaurar la tradición en
Occidente y que ello podía generar algún tipo de simpatía y hasta de entusiasmo
de parte de tales círculos, su metafísica, de neto corte fatalista y aun desde
ciertos puntos de vista bastante próxima a lo que podría calificarse como un
panteísmo, chocaba seriamente con una concepción cristiana de la historia en
donde se otorgara un valor esencial a la libertad humana. Que con Evola en
cambio sucedía lo contrario. Este último, si bien era reacio en creer en la
posibilidad de que la Iglesia católica pudiese llegar a ser en algo una fuerza
restauradora, sino que aun le otorgaba serias responsabilidades en la acción de
caída de la humanidad en la ciénaga del mundo moderno en que se encuentra, en
cambio paradojalmente sostenía una metafísica de la Historia mucho más cercana
a una posición lineal común con el cristianismo (15). Al respecto citábamos una
serie de textos de Evola que abonaban tal postura. En "Il problema
della decadenza"(16) criticaba a aquellas concepciones de la historia
que querían reducir dicho proceso al mero transcurrir de los ciclos fatales del
cosmos manifestando que "Es dudoso admitir una analogía completa entre
los dos órdenes (el de la historia y el de la naturaleza)", como en
cambio hacía Guénon quien hasta llegaba a determinar la fecha del final del Kali-Yuga
(17). Además veíamos mayores afinidades con el cristianismo en la doctrina
evoliana del dualismo de civilizaciones que en la monista de Guénon, la
que reducía los desórdenes existentes en este mundo como formando parte del
orden global del universo. Por último considerábamos también que la parte final
de "Rebelión...", en donde se hacía referencia a la idea de prueba
y de la superioridad de perspectiva que presentan los hombres destinados a
vivir en esta Edad última era otra señal irrebatible de tal afinidad.
Finalizábamos el artículo diciendo que: "si bien para Evola esta edad
última es absolutamente peor que la primera, los hombres que serán capaces de
vencer en ella los obstáculos que se les presentan alcanzarán a ser mejores.
Creemos hallar aquí otra vinculación con la concepción cristiana de la historia
para la cual los elegidos de los últimos tiempos son superiores aun al hombre
adámico". (17b)
Debemos señalar que este artículo, si bien en
su momento cosechó comentarios personales positivos, no tuvo la menor
trascendencia, ni despertó interés alguno adicional en la figura de Evola. Hay
que acotar además, y esto no debe valer en nada como una excusa, que la
sociedad argentina, al menos en su esfera vinculada al tradicionalismo, no
había aun en ese entonces (ni ahora tampoco lo ha hecho en mayor medida) terminado
de asimilar el shock causado por la derrota de Malvinas, el cual ha originado
consecuentemente una profunda apatía también a nivel intelectual.
Debemos señalar sin embargo que lo que no
pudo desarrollarse en la Argentina debido a las razones antes señaladas se
conseguirá en parte hacerlo en Chile. Aquí hay que destacar la presencia de una
revista de cultura alternativa denominada "Ciudad de los Césares",
la que en su número 16 de Enero de 1991 dedicará una edición especial de
homenaje a la figura de Evola. La misma seguirá más tarde publicando notas
sucesivas en varios números siguientes en donde se traducirán textos del autor
y varios artículos monográficos dedicados al mismo que se continuarán hasta el
día de la fecha. Asimismo agreguemos que en septiembre de 1998, al conmemorarse
el décimo aniversario de tal revista, en el importantísimo Instituto de Chile,
sito en la ciudad de Santiago, se efectuó la presentación pública de la
traducción española de la autobiografía espiritual de Evola, El Camino del Cinabrio,
evocándose así de esta manera el centenario de su nacimiento. Ésta es sin lugar
a dudas la única publicación americana que le ha dado espacio a tal autor con
una cierta periodicidad. Debemos mencionar como otra excepción a tal regla que
en Perú en el año 1991 se ha publicado un muy interesante y completo folleto
sobre la vida y pensamiento de Evola y que no tenemos noticia si en otros
países hispanoamericanos se ha editado algo más.(18)
Pero el año 1994 significará un cambio de
rumbo que, a nuestro entender, puede con el tiempo llegar a fructificar en lo
relativo a la divulgación de su pensamiento como posteriormente se verá. En esa
fecha en la Argentina se editan por primera en el mundo de habla hispana
aquellas obras principales en donde más se señala la originalidad del
pensamiento de Evola. En primer lugar aparecerá "Rebelión contra el
mundo moderno", meses más tarde "Los hombres y las ruinas",
hasta que por fin en 1995, bajo el título "Más allá del fascismo",
se incluyen en un solo volumen un conjunto de textos políticos tales como
"Il fascismo visto dalla destra", "Note sul terzo reich",
dos editoriales de la revista "La Torre" y la "Autodifesa"
del autor (19). Esta tarea será acompañada por una divulgación de la obra del
autor y su intento de incluirlo como uno de los teóricos indispensables para un
pensamiento político apto para una sociedad que, utilizando la terminología
evoliana, "se encuentra en ruinas".
Dentro de la misma tarea destacamos una
conferencia que diéramos en 1995 en diferentes localidades de la Argentina y
que se titulara "Julius Evola y el nacionalismo argentino". La
misma será reproducida por el periódico El Fortín, el que a partir de
ese número se convertirá en el medio de expresión de un pensamiento
tradicionalista abiertamente comprometido con las ideas de Julius Evola.(20)
En dicha conferencia formulábamos la
necesidad de que Evola en la Argentina de 1995, que ya no era más la de hace 12
años, se convirtiera en un nuevo mentor o punto de referencia doctrinario de
aquellas corrientes que en tal país nutrieron alimentaron la idea de la
tradición a través de ciertas variantes del nacionalismo (denominación que
recibe entre nosotros un pensamiento tradicionalista en el correcto sentido de
la palabra), aunque agregábamos también que con una posible proyección
iberoamericana.
Abonábamos lo dicho en los siguientes
elementos.
1) Hasta los años 1982 y 1983, es decir,
antes de la derrota de Malvinas y del retorno de la Democracia, el nacionalismo
argentino podía decir que contaba consigo con el sostén de instituciones
sociales que, aun con severas limitaciones, respondían a sus formulaciones,
tales como la familia, la Iglesia y las Fuerzas Armadas. Pero luego de esa
fecha, con el ingreso de la Democracia como forma de vida (ya no tan sólo como
forma de gobierno) tras la derrota argentina, se había operado la paulatina
destrucción de tales instituciones como pilares de la sociedad, por lo que al
nacionalismo le había pasado algo similar a lo que al tradicionalismo español carlista
o falangista al haber terminado perdiendo su arraigo en la sociedad
civil. Por lo tanto la situación se hacía muy parecida a lo que Evola sostenía
en "Los hombres y las ruinas" al analizar lo acontecido en la
Italia postfascista: la tradición había ya dejado de existir socialmente
para mantenerse sólo viva en algunos y como idea. Agreguemos también que
cuando en el año 1990 es sofocada la última intentona militar nacionalista
"carapintada", en la que muchos creyeron ilusamente, lo mismo
que antes lo hicieran con el movimiento peronista capitaneado por Menem, al
cual en Europa se les había hecho falsamente creer que se trataba de una
corriente de carácter neofascista, y que luego demostró su absoluta entrega y
devoción por la modernidad, se terminaría definitivamente con la idea de un
tradicionalismo arraigado en instituciones o movimientos sociales existentes en
la sociedad argentina.
2) Que en relación a la tradición
hispanoamericana debía profundizarse en aquella dicotomía que Evola había
formulado magistralmente en "Rebelión.." al distinguir en el
seno de la religión cristiana entre una corriente judaica y el catolicismo
medieval, arraigado este último en la tradición clásica de Occidente y que la
misma oposición se expresó a través del embate entre dos bandos antagónicos, el
güelfo y el gibelino.
Nosotros hicimos notar que también esta
dicotomía existió en nuestra historia patria, en manera más intensa desde la
misma época colonial. El espíritu güelfo se expresó a través de las corrientes
evangelizadoras, en su conflicto con el rey por controlar la obra colonizadora
de América y las mismas se manifestaron a través de figuras como la de Fray
Bartolomé de las Casas primero y la orden jesuítica más tarde, las que
promovieron en este continente un espíritu masificador y comunista, es decir
judaico y modernizante, el mismo que hoy aparece consumado plenamente en el movimiento
tercermundista y en corrientes guerrilleras y subversivas, tales como la de
Chiapas en México. La vertiente gibelina en cambio estuvo expresada por
los esfuerzos de la monarquía en tomar las riendas de la colonización,
venciendo la intromisión del papado, actuante a través de las órdenes antes
mencionadas. Se caracteriza por concebir la conquista de América como una Cruzada,
es decir como la prolongación de la guerra por la liberación de la península
ocupada por los moros, pero dando a la misma un contenido trascendente,
metafísico y no meramente político o económico. Tal embate tendrá un claro
jalón con la expulsión de la Compañía de Jesús, fecha que coincide
temporalmente con la constitución del virreinato del Río de la Plata, es
decir, el antecedente histórico-político de la República Argentina. En tal
aspecto ahondábamos en el significado de la palabra Argentina el que lo
remontábamos al término latino Argentum (=plata), el cual tenía el
sentido metafísico de señalarle un destino a tal nación cual era el de la
restauración de una nueva era áurea y tradicional que, partiendo del sur,
habría de expandirse hacia el norte.
A su vez hacíamos notar cómo nuestro país
había tenido a un gobernante de neto corte gibelino en el siglo pasado, el
brigadier Juan Manuel de Rosas, el cual además de haber enfrentado a los
poderes masónicos representados por Francia e Inglaterra, contra quienes luchó
militarmente logrando hacerlos salir de nuestro suelo, también dio cuenta del
güelfismo al expulsar por segunda vez de nuestro territorio a la Compañía de
Jesús.
Esta tradición católica gibelina, contraria
al güelfismo, fue silenciada por varios años debido a actitudes ambivalentes o
ambiguas asumidas por la Iglesia católica argentina que ha llevado a muchos a
la confusión, pero que hoy ya se ha quitado definitivamente la careta,
especialmente con la guerra de Malvinas en donde mostró su estrecha alianza con
los poderes fácticos que manejan el planeta. Es por ello que la posibilidad
ahora de revitalizar un catolicismo gibelino nos aproxima claramente a
la figura de Julius Evola. Es decir un tradicionalismo capaz de distinguir con
claridad la raíz metafísica del catolicismo de su expresión temporal
representada por la Iglesia y sus tendencias modernizadoras y jesuíticas. Este
nuevo horizonte abre vastísimas posibilidades para el desarrollo y la
influencia del pensamiento evoliano para los tiempos futuros. Demuestra una profunda
ventaja respecto de la corriente de la Nueva Derecha pagana, que también
ha intentado recalar en nuestro territorio, en la medida que no necesita
contraponerse a nuestra raigambre espiritual hispanoamericana que es católica y
medieval, siendo el paganismo una tradición que no nos pertenece, mucho más que
en España, y cuyos aspectos positivos pueden ser recuperados a través de ese
catolicismo gibelino, que distinga entre los orígenes profundos y metafísicos
de tal religión y la tradición judaizante y jesuítica de la Iglesia, la que en
múltiples aspectos los ha traicionado, de todo lo cual Evola es sin lugar a
dudas un fundamental mentor, aun sin ser cristiano. Además el ideal gibelino
permite resaltar la idea de Imperio el cual existió en nuestro continente desde
épocas milenarias aun anteriores a las grandes manifestaciones inca y azteca,
pudiendo así encuadrarse el Imperio español en América con aquella tradición
descartando así la intolerancia güelfa de considerar a lo precolombino como un
fenómeno puramente supersticioso.
Como corolario de tal fructífera labor
podemos mencionar el año 1997 fecha en la cual se constituye en la ciudad de
Buenos Aires el Centro de Estudios Evolianos, el cual ya cuenta con una
página en Internet. Dicho Centro se ha convertido en un verdadero paradigma y
polo de actividad intelectual reuniendo periódicamente, a través de
conferencias, no sólo sobre la obra de Evola, sino sobre otros temas y autores
tradicionales, a lo que podría denominarse como un pensamiento alternativo dentro
de la sociedad argentina con posibilidades de proyección hacia otros países
hispanomericanos en donde también se han efectuado conferencias sobre Evola. Es
de resaltar que, a raíz de tal trascendencia, el güelfismo tuvo que arremeter
en contra de la figura de Evola y de quien esto escribe a través de un artículo
calumnioso, que no es sino la reproducción de otro aparecido en la revista
italiana Sodalitium, el cual fue debidamente refutado por la publicación
El Fortín (21), la que se ha convertido en el medio periodístico
utilizado por este Centro. Lo interesante a resaltar aquí es que los sectores
autodenominados tradicionalistas católicos, los cuales confunden la Tradición
con el accionar histórico de la Iglesia han arreciado en su intolerancia en manera
mucho más aguda y notoria que en las épocas negras de la Inquisición, cuando
aun podían aceptar la inclusión de autores no católicos como Platón, Plotino o
aun más modernamente, Maurras: Ello se debe principalmente al rumbo asumido
actualmente por la Iglesia, la cual como contrapartida de un ecumenismo
renunciatario, reducido a una esfera puramente moral, ha formulado a nivel
dogmático una orientación hacia el más terco sectarismo representado por los
sectores integristas y conservadores que habitan en su seno.
MARCOS GHIO
NOTAS
(1) Agreguemos que también en 1975, en
Barcelona, se editará la obra de Evola, La tradición hermética. Más
tarde en 1984 se hará lo mismo con Metafísica del sexo.
(2) En el apéndice de este artículo
enumeramos todas las obras y artículos que se han editado sobre Evola de manera
cronológica.
(3) Gabriele Fergola: Evola ed il
tradizionalismo spagnolo, en Testimonianze su Evola, Ed.
Mediterranee, Roma 1985, pgs. 108-117.
(4) Digamos a título meramente anecdótico,
pero como una señal clara de la disgregación y crisis en que se encuentra tal
movimiento, que el descendiente al trono del carlismo, el príncipe
Carlos Hugo Borbón-Parma, ha desertado del tradicionalismo para convertirse al
marxismo.
(5) Este trabajo había sido publicado anteriormente
en la revista Ethos, en su número 1 del año 1973, que se edita en Buenos
Aires. La versión que tratamos aquí del artículo de Tejada apareció publicada
en la revista Grial n. 1 en Madrid en los meses de junio-julio de 1977.
La misma se encuentra precedida por otro estudio de Isidro Palacios en donde
nos realiza una introducción al pensamiento de Julius Evola sin aportar
precisiones de carácter crítico.
(5b) En relación a una visión no convencional
de la conquista de América y vinculada con el gibelinismo, remitimos al lector
a nuestro artículo Circa la presenza del Graal in America, en
Heliodromos Nº 14, Enero 1998.
(6) Nos basamos en gran parte de estos
análisis sobre la Compañía de Jesús en las obras del gran tradicionalista
argentino Carlos Disandro, fallecido en 1995, en especial en su introducción a
la edición bilingüe del Breve de Clemente XIV que abolió la Compañía de
Jesús, Ed. Hostería Volante, La Plata, Argentina, 1966, pgs. 7-74. Carlos
Disandro fue un pensador de inspiración católica, autor de múltiples obras
sobre el pensamiento tradicional crítico de la orientación judeo-cristiana
impresa a la Iglesia católica. Si bien se nos ha manifestado que leyó la obra
de Evola, nunca lo citó y, de acuerdo a alguno de sus discípulos, habría tenido
un cierto rechazo por su obra, sin embargo creemos que él tampoco la conoció lo
suficiente. Sería muy interesante en alguna oportunidad efectuar un estudio
comparativo entre el pensamiento de ambos autores.
(7) En las pgs. 49-50 de tal artículo se
identifica el pensamiento de Evola con el de Blavatsky y de Steiner.
(7b) Digamos, a título de mera curiosidad,
que el paganismo de la Nueva Derecha, a pesar de su carácter marcadamente
anticristiano, ha sin embargo hallado cabida en revistas de orientación católica
e incluso papistas. En la Argentina podemos referirnos por ejemplo a la
recientemente desaparecida revista Disenso de orientación católica
oficial y también vinculada con sectores del gobierno menemista, la que
publicara en sus páginas un nutrido grupo de artículos de tal corriente pagana
y silenciando permanentemente la obra de Evola, a pesar de que en tal país, en
un hecho realmente inédito, ya se habían traducido cerca de 15 libros de tal
autor. Ello se debe a una circunstancia que Evola hiciera notar al tratar
acerca del boicot que en la época de Mussolini le dirigieran a su racismo
espiritual simultáneamente sectores nazis paganos como católicos clericales.
Según nuestro autor la principal razón estribaba en que el racismo nazi dejaba
aparte -y por lo tanto en monopolio de la Iglesia- la esfera metafísica y
trascendente, cosa que hoy en día sucede justamente con la Nueva Derecha en
donde su "paganismo" es también indiferente hacia la Tradición
primordial y metafísica y reduce tal corriente a la expresión de un mero
pluralismo cultural.
(8) Señalemos al respecto que el grupo CEDADE
tenía como símbolo identificatorio una cruz céltica.
(8b) Ha sido justamente bajo este influjo
puramente activista, "pagano" y nuevoderechista que entre tales
sectores de "derecha" ha nacido un culto hacia la figura del Che
Guevara el cual habría sido "un fascista que ignoraba serlo", ya que
para éstos el fascismo habría quedado reducido a un mero culto de la acción
heroica.
(9) Digamos al respecto en honor a la verdad
que la revista francesa adherida a tal corriente nacional-comunista, La
lutte du peuple, en su número 22 de mayo-junio de 1994, al hacer una
reseña de sus principales mentores ideológicos, se cuida de mencionar entre
ellos a la figura de Evola; lo cual es un acto de honestidad. Sobre el tema del
nacional comunismo y su interpretación de la figura de Evola, puede leerse
nuestro artículo El Quinto Estado: una réplica a Alexander Dugin, en El
Fortín, Nº 12, Junio 1999, Buenos Aires, así también en nuestra página de internet
www.geocities.com/Athens/Troy/1856.
(10) Al respecto y como dato anecdótico que
pinta a la personalidad de Serrano, a quien no podemos sin embargo negarle su
gran capacidad como escritor, conservamos el video de un reportaje que le
hiciera la Televisión chilena en donde, ante una pregunta, contesta que él es
un hitlerista que ha alcanzado la inmortalidad regenerándose en sucesivas
reencarnaciones.
(11) Ver El cordón dorado, Colombia,
s.f. pgs. 113-115.
(12) En sus Notas sobre el Tercer Reich
Evola objeta el verdadero valor iniciático de ciertas órdenes que actuaron
durante el nazismo, como por ejemplo la de Thule. Asimismo considera que
las mismas no tuvieron una verdadera y profunda influencia en tal movimiento.
Dice al respecto: "es una pura divagación -lo podemos afirmar con
conocimiento de causa- lo que tras la guerra alguien ha afirmado acerca de un
subsuelo "oculto" iniciático o contra-iniciático del
nacionalsocialismo. Ya en 1918 había sido creada una pequeña asociación la Thule
Bund... (en la que) además de su germanismo, su nivel espiritual era
similar al del teosofismo anglosajón." (J.Evola, Más allá del fascismo,
Ed. Heracles, Buenos Aires, 1995, pg. 155).
(13) En el número 48 de la revista católica
argentina Mikael (primer cuatrimestre de 1982) así Ruben Calderón
Bouchet comenta la obra de Evola "El misterio del Grial" en su
versión española. "La dificultad con Evola... es nuestro
desconocimiento de su misteriosa ciencia." En otra parte compara al
esoterismo con el pecado de soberbia de Adán quien creía también en la
posibilidad de alcanzar "un conocimiento que le permitiera participar
de la Gloria íntima de Dios merced a un esfuerzo titánico de su natural aptitud
cognoscitiva." Más adelante llega a decir erróneamente que el
conocimiento de la "oscura e iniciática" obra que él comenta
tiene el solo valor de brindar "la oportunidad de descubrir las ideas
madres de esos movimientos políticos que se llaman a sí mismos de la nueva
derecha", lo cual vimos que es justamente todo lo contrario. Más adelante
agrega que Evola "sabe que sus ideas nadan contra la corriente, pero
confía en el sino inevitable de los ciclos cósmicos para que lleguen con el
tiempo a su destino y provoquen el advenimiento de un nuevo avatar heroico".
Justamente es todo lo opuesto de lo que expresa nuestro autor para quien el
fatalismo es un signo de decadencia y de modernidad. Como vemos, la ignorancia
hacia el pensamiento de Evola es casi absoluta. La única excusa que le cabe al
autor es la de que, cuando escribió tal reseña no se habían aun publicado al
castellano las principales obras de Evola. La misma en cambio no le cabe a la
revista lefevrista Iesus Christus (ver nota 21), la que en su número de
julio de 1997 lo acusa de "pensador satanista".
(14) Marcos Ghio, "René Guénon y
Julius Evola ¿Crisis o revuelta contra el mundo moderno?", en Verbo,
N. 264, julio 1986, Buenos Aires.
(15) Agreguemos que también resultaba más
simpática la primacía que, en "Autorité spirituelle et pouvoir
temporelle", Guénon le otorgaba al sacerdote respecto del guerrero, lo
cual servía para fortalecer el güelfismo de estos sectores.
(16) En "Ricognizioni", Roma
1985, pgs. 43-49.
(17) En su obra "Formas tradicionales
y ciclos cósmicos" René Guénon calcula con exactitud la duración de un
Manvantara: 64.800 años, hallándonos nosotros al final de la cuarta y
última etapa y en vísperas de una nueva edad áurea.
(17b) Con respecto a un análisis más
detallado de la concepción evoliana de la historia puede verse nuestro artículo
Die Evolianische Konzeptrion der Geschichte en Monte Rosa, junio
1999.
(18) "Julius Evola, el maestro",
Sociedad de Estudios Revisionistas (SER), Lima-Perú, 1991. Con posterioridad a
esta nota nos enteramos de que en la ciudad de Guadalajara, Mexico, existe un
círculo de divulgadores del pensamiento de Evola, habiendo efectuado varias
traducciones privadas de su obra.
(19) Con posterioridad a esa fecha Ediciones
Heracles en Buenos Aires publicará las siguientes obras de Evola: La
raza del espíritu (que incluye Sintesi d´una dottrina della razza,
así como otros artículos del autor y un informe de la oficina política de las
SS alemanas sobre esta obra), Jerarquía y Democracia, La Doctrina del
Despertar, un conjunto de artículos del grupo de Ur bajo el título La
magia como ciencia del espíritu en cuatro tomos, El camino del CinabrioOOO...,
Cabalgar en tigre y por último El Arco y la Clava. De este modo
junto a las otras ya aludidas publicadas en España se ha editado al castellano
prácticamente todas las obras de Evola.
(20) "El Fortín", n.1, Octubre
de 1995, Buenos Aires.
(21) Dicha réplica puede verse en el nº8 de El
Fortín, octubre 1997 o en nuestra página web de Internet: www.geocities.com/Athens/Troy/1856
con el título de "El tradicionalismo soberbio y sectario".
Junio
de 1999
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