domingo, 22 de septiembre de 2013

El conocimiento de Dios en la Tradición Oriental. Capítulo III


 Capítulo III LAS DIMENSIONES CATAFATICA Y APOFATICA DE LA TEOLOGIA DE LOS PADRES

 
Paul Evdokímov, La connaissance de Dieu selon la Tradition Orientale, X. Mappus, Lyon. Paulinas, Madrid, 1969. (agotado).
 

Vuelta hacia Dios, la teología, bajo su aspecto apofático de la negación de toda definición humana, antropomorfa, se presenta como una aproximación a las tinieblas, franja de la inaccesible luz divina. Su axioma dice: «De Dios sólo sabemos que "es" y no "lo que es".«A Dios nadie le vio jamás; un Dios Unigénito nos lo ha dado a cono­cer»; la única visión posible del "cara a cara" es la del Hijo encarnado, huella misteriosa del Padre. No hay nunca visión de la esencia de Dios, radical­mente trascendente, pero sí la más real participa­ción de las energías divinas increadas. Para san Isaac el Sirio, la aproximación de Dios no suprime de ninguna manera la fe, sino que la hace superior:  es visión de lo invisible pero que no deja de ser invisible. Dios es incomparable en el sentido absoluto, ningún nombre lo expresa adecuadamente. Su «nom­bre está sobre cualquier otro nombre» (Flp 2,9) y esto "eternamente" (Efesios, 1, 21) porque es el Nombre divino - Adonai- el Nombre que no puede ser pronunciado. Cuando le llamamos Dios o Creador, no designamos a Dios en sí mismo, sino su faz vuelta hacia el mundo, lo que está "alrededor de Dios". La teología catafática, positiva, "simbólica", no se aplica sino a los atributos revelados, a las manifestaciones de Dios en el mundo. Este conocimiento de Dios en sus actos es una traducción de sus revelaciones al mundo conceptual y  no es más que una expresión cifrada; porque la realidad de que da testimonio es absolutamente original, irreductible a todo sistema de pensamiento, hasta el punto de que un "Dios lógico" no sería más que un ídolo fabricado. Alrededor del abismo abisal de Dios, del abismo paternal según Orígenes, hay trazado un cerco de silencio.

El método catafático procede por afirmaciones que limitan a Dios como lo hace toda definición, y por eso su enseñanza es insuficiente; hay que completarla por el método apofático. La teología positiva no es desvalorizada, sino precisada en cuanto a su dimensión y a sus límites. Por el contrario, la teología negativa habitúa a la distancia infranqueable y salvadora: "Los conceptos crean ídolos de Dios" dice S. Gregorio de Nisa, "sólo la admiración capta alguna cosa". "Los misterios se revelan más allá de todo conocimiento, aun más allá de la incognoscencia, en las tinieblas más que luminosas del silencio".

Esto no es agnosticismo, porque gracias a esta incognoscencia misma, por una "intuitividad primordial y simple" se conoce más allá de toda inteligencia. La teología negativa es una superación, pero que no se aparta nunca de su base, teología positiva de la revelación. Cuanto más alto se eleva la vertical, más enraizada está en la horizontal. No se trata sólo de la impotencia humana, sino de la pro­fundidad inefable de la esencia divina; Dios es la Persona libre, por consiguiente es misterio por su na­turaleza. Las tinieblas deslumbrantes son una mane­ra de expresar la proximidad de lo incomprensible; cuanto más presente está Dios, más próximo está y más escondido La vía negativa no es una vía negadora; negati­vidad no es negación. La afirmación triunfa por la negación, único remedio de su propia insuficien­cia que obliga a trascenderse, porque «hablar de Dios, dice Orígenes, aun en términos precisos, no es riesgo pequeño... »

La teología negativa tampoco es un simple co­rrectivo y llamada de la prudencia; es una teología autónoma y que posee su propio método y aporta cierto conocimiento. Así los términos «super-bueno» o « super-existente » son « negaciones-afirmaciones »y contienen cierta descripción de lo inconcebible. Se sitúa en la experiencia generadora de la unidad, como el misterio de la unión eucarística. Cuanto más incognoscible es Dios en la trascendencia de su Ser, tanto más experimentable es en su proximidad inmanente en cuanto Existente.

Al buscar a Dios, el hombre es encontrado por Dios; al perseguir su verdad, esta se apodera del hombre y le transporta a su nivel. «Encontrar a Dios consiste en buscarle sin cesar... ver verdaderamente a Dios es no estar nunca harto de desearle». Es «el eternamente buscado», (san Gregorio de Nisa); no se le encuentra sino buscándole siem­pre.

La apofasis, en cuanto método, enseña la actitud correcta de todo teólogo: el hombre no especula sino que se cambia. En este estado de cambio continuo, de la deificación progresiva, contempla la Mónada una y trina  que "permanece escondida en su misma epifanía" según san Máximo.

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