martes, 7 de mayo de 2019

Soledad y contento (Julius Evola)


Soledad y contento

Julius Evola
"La Doctrina del Despertar", segunda parte, capítulo 1 Las cualidades del combatiente y la partida

Biblioteca Evoliana.-

Quien se plantee el problema de la adaptabilidad de la ascética de los ariya a los tiempos modernos se preguntará hasta qué punto se ha de tomar al pie de la letra el precepto de la "partida" como real abandono de la casa y del mundo y como aislamiento eremítico. En los textos se habla a veces de un triple desprendimiento: uno, físico; otro, mental; y el tercero, físico y mental. Si el primero representa, como es natural, la forma más perfecta, al menos mientras dura el combate, es sobre todo el segundo el que hoy la mayoría pondrá en tela de juicio y, por lo demás, es al que han dado mayor peso los desarrollos mahayánicos del budismo, hasta el zen. Ya en los textos canónicos, por lo demás, se señala la posibilidad de una interpretación sobre todo simbólica del precepto de la "partida". Así, por "casa" se señalan los elementos cons­titutivos de la personalidad común, y también se dan interpretaciones análogas del peregrinar y del abandono de los bienes. Como variante de un texto que hemos citado, se dice que la "vida solitaria está bien realizada en todos sus aspectos cuando lo que ha pasado se hace a un lado, lo que es futuro se abandona y, por lo que se refiere al presente, han sido por completo dominadas la voluntad y las pasiones; se aña­de que vaga por el mundo en el justo modo como bikkhu aquel que ha domeñado el tiempo pasado y el tiempo futuro, teniendo el intelecto puro, así como quien "ha dejado tras sí tanto lo agradable como lo desagradable, quien no se aferra a cosa alguna, quien bajo cualquier aspecto es independiente y está libre de vínculos", y así sucesivamente, al tiempo que por doquier recurren expresiones de este cariz, las cuales en buena medida corresponden ya a las tareas principales de la prepara­ción y de la purificación ascética.
Una vez que el desprendimiento (viveka) se interpreta en este sentido interno, se antoja quizá más fácil de realizar hoy que en una civiliza­ción más normal y tradicional. En una gran ciudad de Europa o América, entre rascacielos y el asfalto, entre masas políticas y deportivas, entre gente que baila y se explaya o entre exponentes de una cultura desacralizada y de una ciencia sin alma y semejantes, en todo esto se puede uno sentir más solo, desprendido y nómada que en tiempos del budismo sentirse en condiciones de aislamiento físico y de un auténti­co peregrinar. La mayor dificultad en esto consistiría en dar al sentido de aislamiento interno, que ya a muchos se les presenta casi espontá­neamente, carácter de algo positivo, evitando asimilarlo como aridez, angustia, atonía y malestar. La soledad no debería ser un peso, algo de lo que se sufre, que se soporta a disgusto y en donde uno se encuentra por causa de las circunstancias; antes bien, una disposición natural, simple, libre. En un texto se lee: "La soledad es sabiduría (ekattam monam akkhatam): quien está solo se encontrará feliz"; es el equivalente, reforzado, del beata solitudo, sola beatitudo.

Incluso desde el punto de vista social es sobre todo la libertad inte­rior la que cuenta; lo que en ningún caso nos ha de inducir a engañar­nos a nosotros mismos. Así, en cuanto a vínculos habría que estar más en guardia contra los vínculos pequeños que contra los grandes, sobre todo si se trata de los vínculos propios de una vida burguesa conformista, como hábitos, inclinaciones y apoyos sentimentales que, creándose uno mismo una coartada a menudo inconsciente, se juzgan demasiado irrelevantes para adoptar alguna postura en contra de ellos. A este res­pecto, en los textos se encuentra un atinado parangón, el de la codorniz, dirigido contra quienes dicen: "¿Por qué tanto aspaviento por esta poca cosa?", Y no se percatan de que así afianzan "un fuerte vínculo, un sólido vínculo, un no podrido vínculo, unos pesados grillos". Una codorniz presa en un lazo, aunque sea de estopa podrida, por ese lazo irá a su perdición, a la jaula o a la muerte, y hablaría tonterías quien dijese:

"Ese lazo de estopa podrida, con que está presa la codorniz y que la llevará a la perdición, a la jaula o a la muerte no es para ella un vínculo fuerte, sino un débil vínculo, un vínculo podrido, un vínculo insignifi­cante". El caso opuesto es el del elefante real, de "grandes colmillos, adiestrado para el ataque, educado para el combate, atado con fuertes vínculos y sogas", el cual empero "con sólo sacudir un poco el cuerpo rompe y deshace sus ligámenes y va a donde quiere". Aquí, de nuevo, hablaría tonterías quien dijese: "Esas sogas y esos vínculos con que está ligado el elefante real de grandes colmillos, adiestrado para el ata­que, educado para el combate, esos vínculos que con sacudir un poco el cuerpo rompe y deshace y va a donde quiere, son para él un fuerte vínculo, un sólido vínculo, un tenaz vínculo, un no podrido vínculo, unos pesados grillos". Este símil señala bastante bien la peligrosidad y el carácter insidioso de muchos ligámenes pequeños, de carácter conformista-burgués y sentimental, cuya aparente insignificancia hace que uno se permita concesiones. Por el contrario, no se han de conside­rar como vínculos aquellos mucho más fuertes que una naturaleza superior con sólo querer puede deshacer.

El desprendimiento, la libertad interior, se ha de entender esencial­mente en el sentido de una ductilidad, y veremos que precisamente en tal sentido se irá desenvolviendo en la disciplina. Es la condición opuesta a la de quien se aferra con ambas manos y difícilmente se deja mover. La imagen, ya recordada, que siempre recurre, es la de un pura sangre perfectamente amaestrado que va en la dirección que se quiere, cualquiera que ésta sea.
La vida desprendida, sentida como aire y libre cielo frente a la de la "casa" se correlaciona así con un estar "satisfecho con el conocimiento y la experiencia". Es el ánimo abierto a cualquier cosa, a cualquier impresión y por esto es inaprehensible. Esto puede ser el equivalente interior del estado de ánimo acerca del cual en los textos se da la imagen del pájaro que, "a donde vuele, vuela con el solo peso de sus plumas", y que se refiere al purificado contento del asceta satisfecho con la simplicidad de su vida y de sus necesidades. Aquí aparece de nuevo que ya en los comienzos debe haber algo que de forma eminente, absoluta aparecerá en el estadio final: el sentido de suñña o suññata, el "vacío", que en la literatura mahayánica concluirá con ser sinónimo del mismo estado de nirvana, se puede presentir por analogía con una condición similar del ánimo.


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