Soledad y contento
Julius Evola
"La Doctrina del Despertar", segunda parte, capítulo 1 Las
cualidades del combatiente y la partida
Biblioteca Evoliana.-
Quien se plantee el problema de la adaptabilidad de la
ascética de los ariya a los tiempos
modernos se preguntará hasta qué punto se ha de tomar al pie de la letra el
precepto de la "partida" como real abandono de la casa y del mundo y
como aislamiento eremítico. En los textos se habla a veces de un triple
desprendimiento: uno, físico; otro, mental; y el tercero, físico y mental. Si
el primero representa, como es natural, la forma más perfecta, al menos
mientras dura el combate, es sobre todo el segundo el que hoy la mayoría pondrá
en tela de juicio y, por lo demás, es al que han dado mayor peso los
desarrollos mahayánicos del budismo, hasta el zen. Ya en los textos canónicos,
por lo demás, se señala la posibilidad de una interpretación sobre todo
simbólica del precepto de la "partida". Así, por "casa" se
señalan los elementos constitutivos de la personalidad común, y también se dan
interpretaciones análogas del peregrinar y del abandono de los bienes. Como
variante de un texto que hemos citado, se dice que la "vida solitaria está
bien realizada en todos sus aspectos cuando lo que ha pasado se hace a un lado,
lo que es futuro se abandona y, por lo que se refiere al presente, han sido por
completo dominadas la voluntad y las pasiones; se añade que vaga por el mundo
en el justo modo como bikkhu aquel
que ha domeñado el tiempo pasado y el tiempo futuro, teniendo el intelecto
puro, así como quien "ha dejado tras sí tanto lo agradable como lo
desagradable, quien no se aferra a cosa alguna, quien bajo cualquier aspecto es
independiente y está libre de vínculos", y así sucesivamente, al tiempo
que por doquier recurren expresiones de este cariz, las cuales en buena medida
corresponden ya a las tareas principales de la preparación y de la purificación
ascética.
Una vez que el desprendimiento (viveka) se interpreta en este sentido interno, se antoja quizá más
fácil de realizar hoy que en una civilización más normal y tradicional. En una
gran ciudad de Europa o América, entre rascacielos y el asfalto, entre masas
políticas y deportivas, entre gente que baila y se explaya o entre exponentes
de una cultura desacralizada y de una ciencia sin alma y semejantes, en todo
esto se puede uno sentir más solo, desprendido y nómada que en tiempos del
budismo sentirse en condiciones de aislamiento físico y de un auténtico
peregrinar. La mayor dificultad en esto consistiría en dar al sentido de
aislamiento interno, que ya a muchos se les presenta casi espontáneamente,
carácter de algo positivo, evitando asimilarlo como aridez, angustia, atonía y
malestar. La soledad no debería ser un peso, algo de lo que se sufre, que se
soporta a disgusto y en donde uno se encuentra por causa de las circunstancias;
antes bien, una disposición natural, simple, libre. En un texto se lee:
"La soledad es sabiduría (ekattam
monam akkhatam): quien está solo se encontrará feliz"; es el equivalente,
reforzado, del beata solitudo, sola beatitudo.
Incluso desde el punto de vista social es sobre todo la
libertad interior la que cuenta; lo que en ningún caso nos ha de inducir a
engañarnos a nosotros mismos. Así, en cuanto a vínculos habría que estar más
en guardia contra los vínculos pequeños que contra los grandes, sobre todo si
se trata de los vínculos propios de una vida burguesa conformista, como
hábitos, inclinaciones y apoyos sentimentales que, creándose uno mismo una
coartada a menudo inconsciente, se juzgan demasiado irrelevantes para adoptar
alguna postura en contra de ellos. A este respecto, en los textos se encuentra
un atinado parangón, el de la codorniz, dirigido contra quienes dicen:
"¿Por qué tanto aspaviento por esta poca cosa?", Y no se percatan de
que así afianzan "un fuerte vínculo, un sólido vínculo, un no podrido
vínculo, unos pesados grillos". Una codorniz presa en un lazo, aunque sea
de estopa podrida, por ese lazo irá a su perdición, a la jaula o a la muerte, y
hablaría tonterías quien dijese:
"Ese lazo de estopa podrida, con que está presa la
codorniz y que la llevará a la perdición, a la jaula o a la muerte no es para
ella un vínculo fuerte, sino un débil vínculo, un vínculo podrido, un vínculo
insignificante". El caso opuesto es el del elefante real, de
"grandes colmillos, adiestrado para el ataque, educado para el combate,
atado con fuertes vínculos y sogas", el cual empero "con sólo sacudir
un poco el cuerpo rompe y deshace sus ligámenes y va a donde quiere".
Aquí, de nuevo, hablaría tonterías quien dijese: "Esas sogas y esos
vínculos con que está ligado el elefante real de grandes colmillos, adiestrado
para el ataque, educado para el combate, esos vínculos que con sacudir un poco
el cuerpo rompe y deshace y va a donde quiere, son para él un fuerte vínculo,
un sólido vínculo, un tenaz vínculo, un no podrido vínculo, unos pesados
grillos". Este símil señala bastante bien la peligrosidad y el carácter
insidioso de muchos ligámenes pequeños, de carácter conformista-burgués y
sentimental, cuya aparente insignificancia hace que uno se permita concesiones.
Por el contrario, no se han de considerar como vínculos aquellos mucho más
fuertes que una naturaleza superior con sólo querer puede deshacer.
El desprendimiento, la libertad interior, se ha de entender
esencialmente en el sentido de una ductilidad, y veremos que precisamente en
tal sentido se irá desenvolviendo en la disciplina. Es la condición opuesta a
la de quien se aferra con ambas manos y difícilmente se deja mover. La imagen,
ya recordada, que siempre recurre, es la de un pura sangre perfectamente
amaestrado que va en la dirección que se quiere, cualquiera que ésta sea.
La vida desprendida, sentida como aire y libre cielo frente
a la de la "casa" se correlaciona así con un estar "satisfecho
con el conocimiento y la experiencia". Es el ánimo abierto a cualquier
cosa, a cualquier impresión y por esto es inaprehensible. Esto puede ser el
equivalente interior del estado de ánimo acerca del cual en los textos se da la
imagen del pájaro que, "a donde vuele, vuela con el solo peso de sus plumas",
y que se refiere al purificado contento del asceta satisfecho con la simplicidad
de su vida y de sus necesidades. Aquí aparece de nuevo que ya en los comienzos
debe haber algo que de forma eminente, absoluta aparecerá en el estadio final:
el sentido de suñña o suññata, el "vacío", que en la
literatura mahayánica concluirá con ser sinónimo del mismo estado de nirvana,
se puede presentir por analogía con una condición similar del ánimo.
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