— Bien común, voluntad
general, necesidad histórica, son los nombres con que el adulón de turno
bautiza los caprichos de la fuerza.
— Como criterio de lo
mejor, el hombre moderno no conoce sino la posterioridad.
— Para
descubrir al tonto no hay mejor reactivo que la palabra: medieval.
Inmediatamente ve
rojo.
— La burocracia es uno de
esos medios de la democracia que se convierten en uno de sus fines.
— Los nombres de los izquierdistas
célebres acaban de adjetivos insultantes en boca de los izquierdistas.
— Esa liberación de la
humanidad que cantó el siglo XIX no resultó ser más que el turismo
internacional.
— Cuando navegamos en
océanos de imbecilidad, la inteligencia necesita el auxilio del buen gusto.
— La justicia ha sido uno
de los motores de la historia, porque es el nombre que asume la envidia en boca
del querellante.
— El siglo XIX no vivió más
angustiado con sus represiones sexuales que el siglo XX con su liberación
sexual.
Obsesión idéntica, aun
cuando de signo contrario.
— Ser
reaccionario no es creer en determinadas soluciones, sino tener un sentido
agudo de la complejidad de los problemas.
— La sociedad capitalista
se enriqueció acoplando la ignorancia de un empresario astuto, que dirige, a la
ciencia de un técnico estulto, que realiza.
El socialismo pretende
enriquecerse confiando la dirección al técnico.
— Rasgo típico no es el que
tenga una particular frecuencia, sino el que tiene una particular importancia.
La estadística no reemplaza
la intuición.
— Los reformadores
burgueses preparan precedentes jurídicos para sus expoliadores futuros.
— No sé sí el diablo
castigue, en otro mundo, a la sociedad irreligiosa.
Pero veo que aquí pronto la
castiga la estética.
— La fotografía asesinó a
la imaginación.
— No basta imaginar algo
para que exista, pero sólo existe lo que imaginamos.
— La fe no es conocimiento
del objeto.
Sino comunicación con él.
— La frustración es el
carácter psicológico distintivo de la sociedad democrática.
Donde todos pueden aspirar
lícitamente a la cúspide, la pirámide entera es acumulación de frustrados.
— La divulgación
irrestricta de noticias, impuestas por los medios de comunicación de masas, ha
exigido que la mentira pública asuma, en el estado, la
función tradicional del secreto.
— Los tontos creen que la
humanidad sólo ahora sabe ciertas cosas importantes, cuando no hay nada
importante que la humanidad no haya sabido desde del principio.
— El diablo no logra
adueñarse del alma que sabe sonreír.
— La posteridad no va a
entender qué hazaña es la mera sensatez en este siglo demente.
— El hecho clave de este
siglo es la explosión demográfica de las ideas bobas.
— El hombre no está
encarcelado, se encarcela.
— El que es partidario de
la igualdad sin ser envidioso, sólo puede serlo porque es bobo.
— Las sentencias, el día
del Juicio, serán menos terminantes y enfáticas que las de cualquier periodista
sobre cualquier tema
— Tanto individualismo como
colectivismo son repercusiones sociales de la creencia en la inmortalidad del
alma.
El individuo se vierte
hacia adentro, se examina, se observa y descubre su individualidad, o se vierte
hacia fuera, se proyecta, se dispersa y se confunde con una colectividad, según
crea, o no crea, en un incorruptible tribunal.
— La juventud navega sin
notarlo en un mar de conformismo.
En cada ola que la arrastra
sólo observa la breve espuma que la diferencia de las otras y no la marea común
que las empuja a todas.
— Las ideas que menos
influyen en política son las políticas.
— Ninguna clase social ha
explotado más descaradamente a las otras que la que hoy se llama a sí misma
“estado”.
— No es justo reprochar su
mal gusto a los escritores de este siglo, donde la noción misma de gusto
pereció.
— Negar que existe una
“naturaleza humana” es ardid ideológico del optimista para defenderse de la
historia.
— La evidencia nueva no es
más perfecta que la evidencia vieja.
Es meramente una nueva
evidencia.
— Si el hombre llegare a
fabricar un hombre, el enigma del hombre no habrá sido descifrado sino
entenebrecido.
— El que lucha contra el
envejecimiento envejece meramente sin madurar.
— Si creemos en Dios no
debemos decir: Creo en Dios, sino: Dios cree en mí.
— A veces dudamos de la
sinceridad del que nos adula, pero nunca del acierto de sus adulaciones.
— La memoria de una
civilización está en la continuidad de sus instituciones.
La revolución que la
interrumpe, destruyéndolas, no le quita a la sociedad un caparazón quitinoso
que la paraliza, sino meramente la compele a volver a empezar.
— El combate intelectual no
se gana levantando barricadas, sino dejando cortésmente el campo libre, para
que las tonterías del adversario se rompan solas las narices.
— “Renunciar al mundo” deja
de ser hazaña, para volverse tentación, a medida que el Progreso progresa.
— Nadie debe tomarse a lo
serio.
Esperar tan sólo
resultarlo.
— “Patriota”, en las
democracias, es aquel que vive del Estado; “egoísta”, aquel de quien el Estado
vive.
— El hombre actual no vive
en el espacio y en el tiempo.
Sino en la geometría y los
cronómetros.
— El pueblo fue rico
espiritualmente hasta que los semi-educados resolvieron educarlo.
— Los problemas sociales
son el refugio delicioso de quienes huyen de sus propios problemas.
— El
arte es el más peligroso fermento reaccionario en una sociedad democrática,
industrial y progresista.
— Una sociedad irreligiosa
no aguanta la verdad sobre la condición humana.
Prefiere una mentira, por
imbécil que sea.
— El único que agradece a
la vida lo que la vida le da, es el que no espera todo de la vida.
— Si
no heredamos una tradición espiritual que la interprete, la experiencia de la
vida nada enseña.
— La ciudad
desaparece, mientras el mundo entero se urbaniza.
La ciudad
occidental fue persona.
Hoy, la
hipertrofia urbana y el centralismo estatal la desintegran en mero hacinamiento
inánime de viviendas.
— La irrupción de la
historia no-europea en la tradición de Occidente es un episodio de la vida
intelectual del XIX.
Los partícipes de esta
tradición no son herederos forzosos de esa historia y sólo pueden heredarla
respetando las condiciones intelectuales de su ingreso al patrimonio de
Occidente.
En otros términos, puede haber sinólogos en Occidente, verbigracia, pero no
taoístas.
— El ateismo de una
filosofía consiste menos en negar a Dios que en no hallarle puesto.
— Los partidos políticos no
se disputan hoy por los programas. Se disputan, al contrario, los programas.
— La sub-literatura es el
conjunto de libros estimables que cada nueva generación lee con deleite, pero
que nadie puede releer.
— El órgano del placer es
la inteligencia.
— Todos conocemos, en todos
los campos, sargentos desdeñosos de Alejandro.
— La ética que no mande
renunciar es un crimen contra la dignidad a que debemos aspirar y contra la
felicidad que podemos obtener.
— El tumulto en torno de
una obra de arte no es hoy indicio de importancia estética, sino de
aprovechamiento político.
— Los mediocres nos salvamos
cuando somos tan mediocres que logramos verlo.
— Los partidarios de la
sociedad igualitaria suelen ser siempre chiquitos.
— La
prosperidad material envilece menos que los requisitos intelectuales y morales
para lograrla.
— Contra la humildad de las
tareas que la vida le asigna, nadie protesta tan ruidosamente como el incapaz
de desempeñar otras.
— Podemos pedir
misericordia.
¿Pero con qué derecho reclamamos
justicia?
— El pueblo, al cabo de
unos años, olvidaría el nombre de los demagogos ilustres, si sus sucesores no
obligaran al contribuyente a costearles ritos conmemoratorios.
La
memoria popular sólo hospeda nombres de reyes.
— Las soluciones que el
hombre encuentra resultan siempre menos interesantes que los problemas.
Las únicas soluciones
interesantes son las que Dios se reserva.
— El escritor que no tenga
baratijas intelectuales para la venta no puede quejarse de su poco éxito.
— Cuando una época se
atosiga con tópicos, nadie la cura con ideas.
— El talento del escritor
no está en describir un personaje, un paisaje, una escena, sino en hacernos
creer que lo hizo.
— Es más fácil perdonar
ciertos odios, que compartir ciertas admiraciones.
— Entre el animal y el
hombre no hay más barrera que una empalizada de tabús.
— Aún sabiendo que todo
perece, debemos construir en granito nuestras moradas de una noche.
— El egoísmo del imbécil es
la salvaguardia de sus prójimos.
— El imbécil benévolo,
confiado en su recta intención, se autoriza atentados contra el hombre, más
atroces aún que los que su intención torcida concede al malvado.
— El egoísta posiblemente
no sepa lo que le conviene, pero no actúa, por lo menos, como si supiera lo que
conviene a los demás.
— La franqueza de quien no
se respeta a sí mismo se convierte en simple falta de vergüenza.
— El irrespeto mutuo
convierte pronto la amistad o el amor entre almas plebeyas en mero contrato
bilateral de grosería.
— El impacto de un texto es
proporcional a la astucia de sus reticencias.
— Civilizada es la época
que no reserva la inteligencia para las faenas profesionales.
— Alma culta es aquella
donde el estruendo de los vivos no ahoga la música de los muertos.
— Si se trata meramente de
organizar un paraíso terrenal, los curas sobran.
El diablo basta.
— Tal es la complejidad de
los hechos históricos que toda teoría encuentra casos a qué aplicarse.
— Las naciones tiene dos
modalidades nobles de existencia: ascenso o decadencia, y una modalidad vulgar:
prosperidad.
— Las revoluciones no son
las locomotoras, sino los descarrilamientos de la historia.
— Quien nos traiciona nunca
nos perdona su traición.
— Las promesas de la vida
no defraudan sino a quien cree que aquí se cumplen.
— Nuestra sed sólo oye aquí
el rumor del agua.
— Basta abrir nuestras ventanas
a la noche, para que atice las cenizas calcinadas de nuestra alma el hálito de
misteriosas primaveras.
— La lealtad es la música
más noble de la tierra.
— Breves convulsiones
bastan para abatir los edificios del espíritu, mientras que nuestra natural
vileza ampara los éxitos técnicos.
— Toda
sociedad no jerarquizada se parte en dos.
— El individuo no es sino
una de las múltiples individualidades de la historia.
— Que las “civilizaciones
sean mortales” es el mayor consuelo del que hoy vive.
— Para preservarnos del
embrutecimiento, basta evitar conversaciones de jóvenes y diversiones de
adultos.
— Razón, Progreso,
Justicia, son las tres virtudes teologales del tonto.
— Las tres edades del
capitalismo: en la primera, el empresario trafica para construirse palacios; en
la segunda, para reinvertir sus ganancias; en la tercera, para tributar.
— Donde es posible decir lo
que se quiere, nadie se da el trabajo de decir solamente lo que importa.
— El historiador tiene tres
temas: la individualidad de las personas, la individualidad de totalidades
concretas, la individualidad del instante.
— Opiniones, costumbres,
instituciones, ciudades, todo se volvió
chabacano, desde que renunciamos a remendar lo viejo para comprar diariamente
la novedad chillona.
— Ser moderno no es haber
superado los problemas de ayer, es creer haberlos superado.
— Si confiamos en Dios, ni
nuestro propio triunfo debe espantarnos.
— Lo que unos llaman
religión apenas nos asombra más que lo que otros llaman ciencia.
— La sociedad moderna está
aboliendo la prostitución mediante la promiscuidad.
— El jurista, en las
democracias, no es un experto en leyes, sino en funcionarios.
— Los tejidos sociales se
canceran, cuando los deberes de los unos se transforman en derechos de los
otros.
— La pelotera entre sectas
democráticas las distrae temporalmente del desmantelamiento de la sociedad.
— O aprendemos de la
tragedia griega a leer la historia humana, o no aprendemos nunca a leerla.
— Ningún paraíso surgirá en
los confines del tiempo.
Porque el bien y el mal no
son hilos trenzados por la historia, sino fibras del hilo único que nos hiló el
pecado.
— Llámase mentalidad
moderna el proceso de exculpación de los pecados capitales.
— Las simplezas en que el
incrédulo acaba creyendo son su castigo.
— Tedio es el antónimo de
soledad.
— Presumimos explicar la
historia, y fracasamos ante el misterio de quien mejor conocemos.
— Sin enemigo en las
fronteras, el gobernante olvida ser cuerdo.
— Aún la derecha
de cualquier derecha me parece siempre demasiado a la izquierda.
— No hay opinión de bobo
que no convenga oír, ni que convenga acatar.
— Los tontos no se
preocupan sino de las ortografías y olvidan las sintaxis.
— Con la aparición de
relaciones “racionales” entre los individuos, se inicia el proceso de
putrefacción de una sociedad.
— La inopia estética de una
sociedad crece proporcionalmente al número de caballos de fuerza que instale.
— Ser moderno es
ver fríamente la muerte ajena y no pensar nunca en la propia.
— Las cosas no andarían tan
mal, si las ilusiones se les cayeran a los tontos con el pelo.
El tonto hirsuto le lega un
patrimonio intacto al tonto calvo.
— Depender de Dios es el
ser del ser.
– Escritor ilustre no es el
que muchos leen, sino el que muchos creen haber leído.
— La irreemplazabilidad del
individuo es la enseñanza del cristianismo y el postulado de la historiografía.
— Las revoluciones no les
destruyen a las naciones sino el alma.
— Los conservadores
actuales no son más que liberales maltratados por la democracia.
— El valor de una emoción
es independiente tanto de la idea, seguramente mediocre, en que se expresa,
como del objeto, probablemente trivial, que la suscita.
— La historia universal es
el relato de las ocasiones perdidas.
— La
civilización agoniza, cuando la agricultura renuncia a ser modo de vida para
volverse industria.
— Los dioses son campesinos
que no acompañan al hombre sino hasta las puertas de las grandes urbes.
— El incienso litúrgico es
el oxígeno del alma.
— El progreso es hijo del
conocimiento de la naturaleza.
La fe en el progreso es
hija de la ignorancia de la historia.
— Morir y desaparecer no
son sinónimo para una nación.
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