martes, 14 de mayo de 2019

Escolios aun texto implícito 10 (Nicolás Gómez Dávila)



 — Bien común, voluntad general, necesidad histórica, son los nombres con que el adulón de turno bautiza los caprichos de la fuerza.

 — Como criterio de lo mejor, el hombre moderno no conoce sino la posterioridad.

 — Para descubrir al tonto no hay mejor reactivo que la palabra: medieval.
 Inmediatamente ve rojo.

 — La burocracia es uno de esos medios de la democracia que se convierten en uno de sus fines.

 — Los nombres de los izquierdistas célebres acaban de adjetivos insultantes en boca de los izquierdistas.

 — Esa liberación de la humanidad que cantó el siglo XIX no resultó ser más que el turismo internacional.

 — Cuando navegamos en océanos de imbecilidad, la inteligencia necesita el auxilio del buen gusto.

 — La justicia ha sido uno de los motores de la historia, porque es el nombre que asume la envidia en boca del querellante.

 — El siglo XIX no vivió más angustiado con sus represiones sexuales que el siglo XX con su liberación sexual.
 Obsesión idéntica, aun cuando de signo contrario.

 Ser reaccionario no es creer en determinadas soluciones, sino tener un sentido agudo de la complejidad de los problemas.

 — La sociedad capitalista se enriqueció acoplando la ignorancia de un empresario astuto, que dirige, a la ciencia de un técnico estulto, que realiza.
 El socialismo pretende enriquecerse confiando la dirección al técnico.

 — Rasgo típico no es el que tenga una particular frecuencia, sino el que tiene una particular importancia.
 La estadística no reemplaza la intuición.

 — Los reformadores burgueses preparan precedentes jurídicos para sus expoliadores futuros.

 — No sé sí el diablo castigue, en otro mundo, a la sociedad irreligiosa.
 Pero veo que aquí pronto la castiga la estética.

 — La fotografía asesinó a la imaginación.

 — No basta imaginar algo para que exista, pero sólo existe lo que imaginamos.

 — La fe no es conocimiento del objeto.
 Sino comunicación con él.

 — La frustración es el carácter psicológico distintivo de la sociedad democrática.
 Donde todos pueden aspirar lícitamente a la cúspide, la pirámide entera es acumulación de frustrados.

 — La divulgación irrestricta de noticias, impuestas por los medios de comunicación de masas, ha exigido que la mentira pública asuma, en el estado, la función tradicional del secreto.

 — Los tontos creen que la humanidad sólo ahora sabe ciertas cosas importantes, cuando no hay nada importante que la humanidad no haya sabido desde del principio.

 — El diablo no logra adueñarse del alma que sabe sonreír.

 — La posteridad no va a entender qué hazaña es la mera sensatez en este siglo demente.

 — El hecho clave de este siglo es la explosión demográfica de las ideas bobas.

 — El hombre no está encarcelado, se encarcela.

 — El que es partidario de la igualdad sin ser envidioso, sólo puede serlo porque es bobo.

 — Las sentencias, el día del Juicio, serán menos terminantes y enfáticas que las de cualquier periodista sobre cualquier tema

 — Tanto individualismo como colectivismo son repercusiones sociales de la creencia en la inmortalidad del alma.
 El individuo se vierte hacia adentro, se examina, se observa y descubre su individualidad, o se vierte hacia fuera, se proyecta, se dispersa y se confunde con una colectividad, según crea, o no crea, en un incorruptible tribunal.

 — La juventud navega sin notarlo en un mar de conformismo.
 En cada ola que la arrastra sólo observa la breve espuma que la diferencia de las otras y no la marea común que las empuja a todas.

 — Las ideas que menos influyen en política son las políticas.

 — Ninguna clase social ha explotado más descaradamente a las otras que la que hoy se llama a sí misma “estado”.

 — No es justo reprochar su mal gusto a los escritores de este siglo, donde la noción misma de gusto pereció.

 — Negar que existe una “naturaleza humana” es ardid ideológico del optimista para defenderse de la historia.

 — La evidencia nueva no es más perfecta que la evidencia vieja.
 Es meramente una nueva evidencia.

 — Si el hombre llegare a fabricar un hombre, el enigma del hombre no habrá sido descifrado sino entenebrecido.

 — El que lucha contra el envejecimiento envejece meramente sin madurar.

 — Si creemos en Dios no debemos decir: Creo en Dios, sino: Dios cree en mí.

 — A veces dudamos de la sinceridad del que nos adula, pero nunca del acierto de sus adulaciones.

 — La memoria de una civilización está en la continuidad de sus instituciones.
 La revolución que la interrumpe, destruyéndolas, no le quita a la sociedad un caparazón quitinoso que la paraliza, sino meramente la compele a volver a empezar.

 — El combate intelectual no se gana levantando barricadas, sino dejando cortésmente el campo libre, para que las tonterías del adversario se rompan solas las narices.

 — “Renunciar al mundo” deja de ser hazaña, para volverse tentación, a medida que el Progreso progresa.

 — Nadie debe tomarse a lo serio.
 Esperar tan sólo resultarlo.

 — “Patriota”, en las democracias, es aquel que vive del Estado; “egoísta”, aquel de quien el Estado vive.

 — El hombre actual no vive en el espacio y en el tiempo.
 Sino en la geometría y los cronómetros.

 — El pueblo fue rico espiritualmente hasta que los semi-educados resolvieron educarlo.

 — Los problemas sociales son el refugio delicioso de quienes huyen de sus propios problemas.

 — El arte es el más peligroso fermento reaccionario en una sociedad democrática, industrial y progresista.

 — Una sociedad irreligiosa no aguanta la verdad sobre la condición humana.
 Prefiere una mentira, por imbécil que sea.

 — El único que agradece a la vida lo que la vida le da, es el que no espera todo de la vida.

 — Si no heredamos una tradición espiritual que la interprete, la experiencia de la vida nada enseña.

 — La ciudad desaparece, mientras el mundo entero se urbaniza.
 La ciudad occidental fue persona.
 Hoy, la hipertrofia urbana y el centralismo estatal la desintegran en mero hacinamiento inánime de viviendas.

 — La irrupción de la historia no-europea en la tradición de Occidente es un episodio de la vida intelectual del XIX.
 Los partícipes de esta tradición no son herederos forzosos de esa historia y sólo pueden heredarla respetando las condiciones intelectuales de su ingreso al patrimonio de Occidente.
 En otros términos, puede haber sinólogos en Occidente, verbigracia, pero no taoístas.

 — El ateismo de una filosofía consiste menos en negar a Dios que en no hallarle puesto.

 — Los partidos políticos no se disputan hoy por los programas. Se disputan, al contrario, los programas.

 — La sub-literatura es el conjunto de libros estimables que cada nueva generación lee con deleite, pero que nadie puede releer.

 — El órgano del placer es la inteligencia.

 — Todos conocemos, en todos los campos, sargentos desdeñosos de Alejandro.

 — La ética que no mande renunciar es un crimen contra la dignidad a que debemos aspirar y contra la felicidad que podemos obtener.

 — El tumulto en torno de una obra de arte no es hoy indicio de importancia estética, sino de aprovechamiento político.

 — Los mediocres nos salvamos cuando somos tan mediocres que logramos verlo.

 — Los partidarios de la sociedad igualitaria suelen ser siempre chiquitos.

 — La prosperidad material envilece menos que los requisitos intelectuales y morales para lograrla.

 — Contra la humildad de las tareas que la vida le asigna, nadie protesta tan ruidosamente como el incapaz de desempeñar otras.

 — Podemos pedir misericordia.
 ¿Pero con qué derecho reclamamos justicia?

 — El pueblo, al cabo de unos años, olvidaría el nombre de los demagogos ilustres, si sus sucesores no obligaran al contribuyente a costearles ritos conmemoratorios.
 La memoria popular sólo hospeda nombres de reyes.

 — Las soluciones que el hombre encuentra resultan siempre menos interesantes que los problemas.
 Las únicas soluciones interesantes son las que Dios se reserva.

 — El escritor que no tenga baratijas intelectuales para la venta no puede quejarse de su poco éxito.

 — Cuando una época se atosiga con tópicos, nadie la cura con ideas.

 — El talento del escritor no está en describir un personaje, un paisaje, una escena, sino en hacernos creer que lo hizo.

 — Es más fácil perdonar ciertos odios, que compartir ciertas admiraciones.

 — Entre el animal y el hombre no hay más barrera que una empalizada de tabús.

 — Aún sabiendo que todo perece, debemos construir en granito nuestras moradas de una noche.

 — El egoísmo del imbécil es la salvaguardia de sus prójimos.

 — El imbécil benévolo, confiado en su recta intención, se autoriza atentados contra el hombre, más atroces aún que los que su intención torcida concede al malvado.

 — El egoísta posiblemente no sepa lo que le conviene, pero no actúa, por lo menos, como si supiera lo que conviene a los demás.

 — La franqueza de quien no se respeta a sí mismo se convierte en simple falta de vergüenza.

 — El irrespeto mutuo convierte pronto la amistad o el amor entre almas plebeyas en mero contrato bilateral de grosería.

 — El impacto de un texto es proporcional a la astucia de sus reticencias.

 — Civilizada es la época que no reserva la inteligencia para las faenas profesionales.

 — Alma culta es aquella donde el estruendo de los vivos no ahoga la música de los muertos.

 — Si se trata meramente de organizar un paraíso terrenal, los curas sobran.
 El diablo basta.

 — Tal es la complejidad de los hechos históricos que toda teoría encuentra casos a qué aplicarse.

 — Las naciones tiene dos modalidades nobles de existencia: ascenso o decadencia, y una modalidad vulgar: prosperidad.

 — Las revoluciones no son las locomotoras, sino los descarrilamientos de la historia.

 — Quien nos traiciona nunca nos perdona su traición.

 — Las promesas de la vida no defraudan sino a quien cree que aquí se cumplen.

 — Nuestra sed sólo oye aquí el rumor del agua.

 — Basta abrir nuestras ventanas a la noche, para que atice las cenizas calcinadas de nuestra alma el hálito de misteriosas primaveras.

 — La lealtad es la música más noble de la tierra.

 — Breves convulsiones bastan para abatir los edificios del espíritu, mientras que nuestra natural vileza ampara los éxitos técnicos.

 Toda sociedad no jerarquizada se parte en dos.

 — El individuo no es sino una de las múltiples individualidades de la historia.

 — Que las “civilizaciones sean mortales” es el mayor consuelo del que hoy vive.

 — Para preservarnos del embrutecimiento, basta evitar conversaciones de jóvenes y diversiones de adultos.

 — Razón, Progreso, Justicia, son las tres virtudes teologales del tonto.

 — Las tres edades del capitalismo: en la primera, el empresario trafica para construirse palacios; en la segunda, para reinvertir sus ganancias; en la tercera, para tributar.

 — Donde es posible decir lo que se quiere, nadie se da el trabajo de decir solamente lo que importa.

 — El historiador tiene tres temas: la individualidad de las personas, la individualidad de totalidades concretas, la individualidad del instante.

 — Opiniones, costumbres, instituciones, ciudades, todo se volvió chabacano, desde que renunciamos a remendar lo viejo para comprar diariamente la novedad chillona.

 — Ser moderno no es haber superado los problemas de ayer, es creer haberlos superado.

 — Si confiamos en Dios, ni nuestro propio triunfo debe espantarnos.

 — Lo que unos llaman religión apenas nos asombra más que lo que otros llaman ciencia.

 — La sociedad moderna está aboliendo la prostitución mediante la promiscuidad.

 — El jurista, en las democracias, no es un experto en leyes, sino en funcionarios.

 — Los tejidos sociales se canceran, cuando los deberes de los unos se transforman en derechos de los otros.

 — La pelotera entre sectas democráticas las distrae temporalmente del desmantelamiento de la sociedad.

 — O aprendemos de la tragedia griega a leer la historia humana, o no aprendemos nunca a leerla.

 — Ningún paraíso surgirá en los confines del tiempo.
 Porque el bien y el mal no son hilos trenzados por la historia, sino fibras del hilo único que nos hiló el pecado.

 — Llámase mentalidad moderna el proceso de exculpación de los pecados capitales.

 — Las simplezas en que el incrédulo acaba creyendo son su castigo.

 — Tedio es el antónimo de soledad.

 — Presumimos explicar la historia, y fracasamos ante el misterio de quien mejor conocemos.

 — Sin enemigo en las fronteras, el gobernante olvida ser cuerdo.

 — Aún la derecha de cualquier derecha me parece siempre demasiado a la izquierda.

 — No hay opinión de bobo que no convenga oír, ni que convenga acatar.

 — Los tontos no se preocupan sino de las ortografías y olvidan las sintaxis.

 — Con la aparición de relaciones “racionales” entre los individuos, se inicia el proceso de putrefacción de una sociedad.

 — La inopia estética de una sociedad crece proporcionalmente al número de caballos de fuerza que instale.

 — Ser moderno es ver fríamente la muerte ajena y no pensar nunca en la propia.

 — Las cosas no andarían tan mal, si las ilusiones se les cayeran a los tontos con el pelo.
 El tonto hirsuto le lega un patrimonio intacto al tonto calvo.

 — Depender de Dios es el ser del ser.
 – Escritor ilustre no es el que muchos leen, sino el que muchos creen haber leído.

 — La irreemplazabilidad del individuo es la enseñanza del cristianismo y el postulado de la historiografía.

 — Las revoluciones no les destruyen a las naciones sino el alma.

 — Los conservadores actuales no son más que liberales maltratados por la democracia.

 — El valor de una emoción es independiente tanto de la idea, seguramente mediocre, en que se expresa, como del objeto, probablemente trivial, que la suscita.

 — La historia universal es el relato de las ocasiones perdidas.

 La civilización agoniza, cuando la agricultura renuncia a ser modo de vida para volverse industria.

 — Los dioses son campesinos que no acompañan al hombre sino hasta las puertas de las grandes urbes.

 — El incienso litúrgico es el oxígeno del alma.

 — El progreso es hijo del conocimiento de la naturaleza.
 La fe en el progreso es hija de la ignorancia de la historia.

 — Morir y desaparecer no son sinónimo para una nación.

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