El progreso catastrófico
Paul
Evdokimov
La
femme et la salut du monde. Chap. VI
Desclée
de Brouwer 1978
No está dado al hombre cambiar el tema de su existencia, de
huir de su destino, no puede cambiar el signo del complejo histórico en
positivo o negativo. Esto explica suficientemente que la historia no puede
durar indefinidamente, ni detenerse arbitrariamente. Nos encontramos ante el
problema de su fin , que se compone del elemento trascendente (el acto de
Dios), y el elemento inmanente (la madurez interior de la historia). Ello
muestra que la escatología posee su postulado histórico, sus premisas
históricas, su medida humana de cumplimiento, pero con una participación de las
potencias celestes, angélicas y demoniacas. Permaneciendo escondido, el sentido
no existe menos y dirige los tiempos de la historia. Podemos avanzar esta declaración muy general: el sujeto absoluto
de la historia es Cristo, es en él solamente que la humanidad en tanto que su cuerpo
-la Iglesia- es también objeto de la historia. ¿Pero Cristo es el rey de la
historia? Sí, pero a la manera evangélica que de su entrada a Jerusalén: a la manera
kenοtica (velo de humanidad), escondida,
imperceptible a los sentidos, más que visible y absolutamente evidente para la
fe. La historia en la imagen de la parábola del trigo y la cizaña presenta la
confusión de las apariencias y la profundidad escondida (MATEO. 21, 22-30).
El conflicto que polariza el mundo y lo sumerge en la lucha
no es entre el espíritu y la materia, sino entre espíritus de diferentes clases
(APOC. 12, 19). El capítulo 13 del APOCALIPSIS habla de dos atributos
demoníacos dotados de una enorme potencia destructiva: poder ilimitado que se
asemeja al poder de un estado totalitario sobre los vivos, y las falsas
profecías. Las "notas" de la anti-iglesia: impostura, parasitismo, parodia
se realizan. El mal roba el ser, vive como parásito, y recompone sus elementos de
manera demoníaca: imitación de Dios, pero con el signo inverso, que es la
esencia de toda parodia. Por el contrario, la afirmación dogmática de
Calcedonia designa la meta positiva: realizar la humanidad en la forma de la
plenitud de Cristo. La oposición exclusiva de los dos reinos explica el fin catastrófico.
No se trata de evolución rectilínea directa, sino un "progreso
catastrófico ».
Sin precisar las fechas, nombres y épocas, se puede discernir
en la historia este doble proceso: la deshumanización cada vez más intensa, y
por otra parte, la predicación del evangelio en el mundo entero, la santidad en
sus nuevas formas, la conversión de Israel. Se tienen razones para creer que
una de estas dos corrientes será coronada por Cristo en su parusía, y la otra
por el anticristo. En Cristo la historia se cumple. Nada nuevo puede suceder la
historia. No se puede superar a Cristo. Sin embargo, el Cristo de la parusía plenifica la historia en el sentido del
fin de la kenosis y la escatología es la consecuencia cósmica de su gloria. El cristianismo,
en el día de Pentecostés, es ya la escatología inaugurada en acción, la parusía
se ha aproximado al mundo
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