EL ΜΑΤRIΜΟΝΙΟ Y EL ΑNDRÓGINO
EN DOS
RELIEVES ALTOMEDIEVALES
M.A. GARCÍA
RENAU
(Cielo y Tierra nª 4,
Volumen 2, 1983)
A ambos lados de la
portada de la Iglesia de Alós d'Isil, del siglo XI, pueden verse dos curiosos
relieves que, por el estilo escultόricο, parecen ser anteriores a la iglesia y
añadidos después de la edificación de ésta. En el relieve de la izquierda está
representada una extraña pareja (fotografla 1). El que parece ser el hombre
lleva la inscripción ARNAL y tiene la parte inferior del cuerpo extrañamente
contorsionada y las piernas separadas en su parte superior, pero uniéndosele en
su parte inferior. La mujer —tal parece ser por representársele cabello— lleva
la inscripción PIHER y tiene las piernas inversamente representadas a las del
hombre: se le doblan hacia la parte exterior hasta tocarse las caderas con la
punta de los pies. Los brazos contiguos de la pareja se entrecruzan en forma de
X, de tal forma que la mano del hombre va a parar al lado de la mujer y la de
la mujer al lado del hombre. Encima del cruce de los brazos hay una cruz con
los extremos de sus lados ensanchados (cruz de Malta).
A la derecha del portal hay otro relieve en obvio
paralelismo con el anterior (fotografia 2). Situada sobre dos cabezas o
gárgolas humanas, que parecen hacer de soporte al resto de las figuras, se ve
otro par de representaciones humanas: la de la derecha cogiendo con la mano a
la de la izquierda por el codo y mucho más juntas. Además de rosetas y zigzags,
a los lados de la figura de la izquierda se ve una aspa a su derecha y una
estrella o flor de cinco puntas a su izquierda, mientras que la figura de la
izquierda tiene a su siniestra un crismón o anagrama de Cristo y una pentalfa o
estrella de cinco puntas con las diagonales representadas. De cintura para
abajo, la piedra ha sido concienzudamente repicada para borrar lo que
representaba. El espacio donde se tendrí9a que representar las cuatro piernas
(dos por cada personaje de la pareja) es mucho más estrecho que la parte
superior de las figuras y por el relieve actual de la piedra parece que solo
habla dos piernas y no cuatro.
Ello se ve mucho más claramente en otro par de relieves
similares que se encuentran en la parte superior central de la fachada de la
iglesia de Sant Joan (fotografia 3) a un kilómetro del pueblo de Isil, situado
unos kiΙόmetrοs río abajo de Alόs d'Isil. Aquí, las dos placas-relieve, también
añadidas posteriormente a la construcción del edificio, han sido colocadas
juntas. A la derecha está la pareja separada, uno cogiendo por el brazo al
otro, y entre ambos también una cruz idéntica a la de Alas. Se ven también
inscripciones: una P, una X y otras letras y signos difíciles de descifrar
debido tanto al estado actual de conservación de la piedra como a la distancia
del espectador. Esta vez ambas parejas están repicadas de cintura para abajo,
pero se ve claramente que la pareja separada con la cruz tenía cuatro piernas
(mas o menos rectas esta vez), mientras que la pareja unida solo tenía dos
piernas.
Es curiosa la interpretación y comentarios que Carreras i
Candi en su Geografía genera/de Catalunya (1) hace sobre las dos parejas de
Alas d'Isil. Dice que, probablemente, se trata de "Adam y Eva abans y
después del pecar y se coneix que l'artista no tenie gayres escrupols en donar
forma al seu pensament" . El comentario hace referencia a la concepción
propia de cierta teología cristiana de que la sexualidad está encadenada al
pecado. Esto puede entenderse en dos sentidos. O bien que la sexualidad es un
pecado, bien por ser la causa del pecado original según el protestantismo, bien
por ser su consecuencia según el catolicismo, y que sólο está permitida por la institución
del matrimonio exclusivamente con vistas a la procreación. O bien que el pecado
es precisamente la causa de la caída, equivalente a la separación sexual del
Adán u Hombre primordial, el cual había sido creado a imagen de Dios, esto es, andrógino,
pues reunía en sí, integrados, los dos opuestos varón y hembra, y así debían
haber seguido unidos, tal se ha interpretado el Génesis 1, 27 y 2, 21-24. Queda
claro que, según se entienda en uno u otro sentido, será distinto el valor que
se dé a la sexualidad en el cristianismo.
Evidentemente, el comentario de
Carreras í Candi hace referencia a la concepción de la relación sexual como
pecado e interpreta que la pareja unida con solo dos piernas es Adán y Eva
después del pecado, esto es, pecando en una copula. Cierto que Carreras í Candi
era un geógrafo, no un teólogo, y como tal no estaba obligado a
interpretaciones espirituales elevadas. Pero lo importante es que hace un
comentario que es claro reflejo de una mentalidad cristiana popular muy
generalizada y propugnada por diversos niveles eclesiásticos, la cual fue causa
de la mutilación de la parte inferior de la pareja unida de Alas y de las dos
parejas de Sant Joan d'Isil.
Para una posible interpretación metafísica de los relieves
me centraré sobre todo en los de Alas d'Isil, debido a que están menos
mutilados y sus signos me son más comprensibles. La pareja separada representa
un matrimonio unido por la cruz, esto es, que ha recibido la bendición, símbolo
de Vida divina, mediante un sacramento que los hace sagrados, participes de lo
divino (2). La inscripción de ARNAL para el hombre y de PIHER para la mujer es
probable que haga referencia a dos linajes de personajes históricos concretos.
No se trataría, por tanto, de una especulación abstracta sobre el matrimonio
sino de una unión concreta, de una anagogía del plano físico-histórico al
metafísico. El cruce de los brazos indica υnίόη y complementariedad de lo
masculino en lo femenino y viceversa. La forma divergente de las piernas de la
mujer recuerda poderosamente las sirenas de doble cola que se encuentran, por
ejemplo, en la escultura románica, imagen de lo femenino relacionado con el
mar, lo inconsciente o lo inferior y, por lo tanto, equivalente al Géminis
terrestre en el que el dualismo cόsmicο está escindido y en conflicto. Por el
contrario, las piernas en forma convergente del hombre indican la presencia de
los contrarios, tesis y antítesis, manifestación y nο-manifestaciόn, fusionados
e integrados dentro de la Unidad, como en el Géminis celeste. Pero la distinción
de ambos aspectos, de la aparición por separado del varón y la mujer, es solo a
causa de la emergencia de la mujer como elemento diferenciador. Según muchas
mitologías, entre ellas el Génesis bíblico, en el Origen, el hombre y la mujer
estaban unidos formando un solo ser individido, lo que se ha venido a
denominar, según concepto de origen griego, el andrógino. Y el andrógino es lo
que representan el hombre y la mujer unidos en un solo cuerpo de cintura para
abajo en los relieves de Αlόs y Sant Joan d'Isil. En efecto, si una de las dos
escenas debe ser identificada como la representación de Adán y Eva antes de pecado,
es precisamente la del coito identificado como andrógino cuya similitud formal
no es casual, pues representan simbólicamente lo mismo, por lo que esta unión
carece aquí de toda connotación pecaminosa que se le pueda dar desde una interpretación
gazmoña y supuestamente "beata", ya que significa todo lo contrario.
Lo que las dos escenas consecutivas en su conjunto
representan es que la unión matrimonial de una pareja concreta reproduce la
androginia divina primordial. En concreto, parecen hacer referencia al texto
del Evangelio según San Mateo 19, 4-6 (y su paralelo, Marcos, 10, 6-9) donde
Jesús, respondiendo a la pregunta que le hacían unos fariseos, "para
ponerle a prueba", de que si el hombre puede repudiar a la mujer,
responde: "¿Νο habéis oído que al Creador desde el comienzo les hizo varón
y hembra y que dijo "Por esto dejará el hombre a su padre y a su madre y
se unirá a su mujer y los dos se harán una sola carne? De manera que ya no son
dos sino una sola carne. Pues bien, lo que Dios unió no lo separe el
hombre".
Este comentario hace referencia a dos textos del Génesis ya
mencionado 1, 27; 2, 21¬25. Es curioso constatar como en los comentarios bíblicos
de la mayoría de los exégetas y hermeneutas actuales, tan llenos de detalles históricos
y positivistas, casi nunca se haga mención a esta interpretación metafísica de
la biunidad sexual del hombre creado a imagen de Dios, mucho más cuando no solo
la kabbala judía ha destacado ampliamente su significaciόn metafísica, lo que
también se ha hecho entre muchos místicos cristianos, sino que este es
seguramente el sentido que tiene en el citado párrafo de Mateo y su paralelo en
Marcos. De hecho, esta exégesis historicista no sale precisamente airosa de la
prueba de la que si salió airoso Jesús. Pues los fariseos le preguntaban sobre
un tema legal, moral y social que entonces, como ahora, preocupaba a la opinión
pública: las ventajas e inconvenientes del divorcio; se le incita a que tome
partido por una postura laxista o rigurosa como ahora se le incitaría a tomarlo
por una postura progresista o conservadora. Y Jesús sale airoso de la prueba,
precisamente al dar una respuesta que abandona el plano moral y social, que
sería en el que se movería la concesión de Moisés al divorcio (versículo 7), y
se sitúa en el plano metafísico-simbólico, aquel en el que la sexualidad y el
matrimonio reproducen la biunidad divina. Que esta respuesta es inadmisible
desde el punto de vista exclusivamente social y moral lo indica la objeción de
los discípulos: 'Si tal es la condición del hombre respecto de su mujer, no
trae cuenta casarse", y la respuesta de Jesús: "No todos entienden
este lenguaje sino aquellos a quienes les ha sido concedido. Porque hay
eunucos.., que se hicieron tales a sí mismos por el Reino de los Cielos. Quien pueda
entender, que en-tienda". (Mt. 19, 10-13). En todo este párrafo se plantea
un tema de difícil comprensión —"no todos entienden este lenguaje"—
para la mentalidad profana, acostumbrada a valorizar o desvalorizar las cosas
por sí mismas y no por su valor simbólico-trascendente: da igual la unión
sexual o el celibato; para el hombre religioso, lo importante de un acto es el
valor sacrο-simbόlico que se le dé, no su valor moral o social intrínseco; la
moral y la sociedad sagradas tienen su valor en algo que las trasciende como
tales. En el caso del matrimonio se trata de la reprοducciόn simbólica de la
unidad entre la Divinidad y su manifestación; en el caso del celibato, de una trasmutación
del sexo para realizar una unión entre la manifestaciόn —el hombre o la mujer—y
lo inmanifestado sobrenatural (3).
Por esta misma razόn es por lo que cuando componentes
eclesiásticos o partidos políticos conservadores niegan el derecho al divorcio
por motivos morales o sociales están cometiendo el error de no darse cuenta que
le están dando, sin querer, la razón a sus supuestos adversarios progresistas,
pues se ponen al mismo nivel que éstos, el moral y social intrínseco, ya que
éstos tienen razón desde un punto de vista estrictamente social: es absurda una
ley moral que no responda a las necesidades concretas del momento. Por otro
lado, la actitud eclesiástica moralista es errónea porque no puede permitirse
el mandamiento evangélico al margen de su mensaje metafísico; es querer conservar
una forma desprovista de su significado original. Las normas sociales deben
evolucionar según el momento histórico de la humanidad, pues en este sentido
nada es absoluto. Buena parte del absolutismo y totalitarismo del signo que sea
que azota nuestro mundo viene de querer imponer pretendidos principios
absolutos en un nivel en el que todo es relativo, principios que a veces tienen
un origen sacro-simbόlicο, pero que solo en este nivel, en esta concepción del
mundo y del hombre, tienen un valor ciertamente altísimo.
Veamos ahora cuál puede ser el sentido profundo del mito de
Adán y Eva representado en Alds y Sant Joan d'Isil.
La doctrina del andrógino se encuentra en muchos mitos de
todo el mundo y ha sido también profundamente desarrollada por el misticismo y
el gnosticismo cristianos (4). El andrógino es una imagen que representa, como
ya se ha dicho, la bi-unidad divina en forma sexual humana y que equivale a lo
que Nicolás de Cusa llamo la coincidentia
oppositorum, la unión de los contrarios en Dios, de Ser y No-Ser, de manifestación
y no-manifestación. Como decía Dionisio el Areogapita, el misterio de Dios lo
constituye la unión armónica de los contrarios por la cual la Realidad última
se sitúa más allá de ellos. La Unidad suprema debe aparentemente escindirse en
dos para manifestarse: no-manifestación y manifestación, No-Ser y Ser, Esencia
y Substancia, Espíritu informador y materia prima, tesis y antítesis, cuya
síntesis —esto es necesario no olvidarlo— es esta Unidad Suprema como
Unificación por superación del dos, por lo que se simboliza por el Tres.
Recordemos que esta Diada y su superación simbólica, el Tres de la Triada, la
Trinidad, etc. se encierran en todas las tradiciones. Son el Fuego y el Agua,
el Yang y el Yin, Shiva y Shakti, Purusha y Prakńti, en fin, el Padre y la
Madre, el Cielo y la Tierra, recordando que a estos dos últimos en la China se
les llama "perfección activa" y "perfección pa¬siva". Lo
curioso del caso es que la síntesis es el Hijo o el Mundo, pero también
Ishwara, o Tai-ki. Es decir, que el Hijo (Término microcόsmico) o el Mundo
(termino macrocόsmico) son equivalentes al Ser, Ishwara o Tai-ki según las
tradiciones (5). A esto se refiere el Génesis 1, 26 cuando dice que Dios creo
al hombre a su imagen y semejanza; es decir, que Adán, el Hombre Universal y
Primordial, el Hijo, Cristo, es la imagen del Dios invisible y sin imagen. En
el segundo capítulo del Génesis, Dios crea al hombre andrógino, no solo porque
de un costado suyo o costilla extrajo a Eva, sino también porque Dios hace al
hombre del polvo de la tierra (tal es lo que significaba "Adán") y le
insufla en sus narices aliento de Vida, es decir, el Espíritu. Por tanto, está
formado de materia prima y Espíritu, Substancia y Esen¬cia, Tierra y Cielo,
etc. Es este Hombre Primordial, imagen y semejanza de Dios, el que reproduce el
matrimonio como sacramento y por esto es un misterio divino, pues la palabra
latina sacramentum no es otra corsa
que la traducción del griego mysterion.
En nuestros relieves, el sacramento viene representado por la cruz, situada
entre la pareja, imagen de Cristo, pues Cristo es el sacramento por excelencia.
De tal manera que el sacramento del matrimonio sería una realización del
misterio de la coincidentia oppositorum
en Dios, de Cristo en quien se unen Dios y hombre, y a esto parecen referirse
los relieves de Alós y Sant Joan d'Isil. Es en este sentido en el que la
Iglesia afirma que la sexualidad fuera del matrimonio es pecado, pues para una
mentalidad sacral todo lo que no reproduce el modelo divino, todo lo que no es manifestación
de Dios, es pecado; el error de muchas interpretaciones cristianas ha sido, por
un lado, el de quedarse con el sentido literal de la palabra "carne"
y por otro el de que, para ser coherentes, hubieran tenido que recordar que
toda actividad a la que se da un sentido únicamente profano es asimismo pecado.
Por esto es Eva, la mujer no como individuo, sino como símbolo del principio
pasivo, la que peca. Pues esta Eva escindida de Adán durante el sueño de éste
(Ge. 2, 21), del que no por casualidad el texto no nos dice que despierte, es
la imagen del principio pasivo que ha olvidado que es manifestación divina y
cree actuar por su cuenta. Cuando Adán, el principio activo y espiritual,
despierta, es cuando vuelve a la Realidad y se acuerda que es divino, andrógino;
es decir, no únicamente espiritual sino algo que está más allá de la diferenciación
entre espíritu y materia.
Queda finalmente por explicar los motivos, no únicamente
decorativos, que rodean al andrógino de Alas d'Isil. Éstos son: dos gárgolas o
cabezas humanas, las cuales por estar situadas una a cada lado debajo del
dibujo esculpido, son una clara imagen del dualismo cósmico superado y vencido
por el andrógino, es decir, que "ya no son dos sino una sola carne". Una
serie de líneas zigzagueantes representan la alternancia en el orden cósmico,
la complementariedad de los ritmos indefinidamente repetidos. A cada uno de los
lados puede verse una roseta de seis pétalos, número que corresponde a la manifestación
y se relaciona con los seis días de la Creación; es la unión de los dos
triángulos opuestos, Fuego y Agua, masculino y femenino, activo y pasivo, por
lo que es también un símbolo del andrógino. Su forma floral está asimismo
relacionada con el estado paradisíaco de este
Encima de la roseta, situada al lado del busto de la
izquierda, podemos ver una aspa o X, cruz de San Andrés, símbolo de la unión de
los dos mundos, el superior y el inferior. Es por tanto un símbolo conjuntivo
en el que la dualidad (los dos trazos) o la multiplicidad o totalidad del
Cosmos (los cuatro brazos equivalentes a las cuatro direcciones del espacio) se
ponen en relación a la Unidad. Ahora bien, si la dualidad se supera es porque
esta aspa es un símbolo de la inversión de los mundos celeste y terrestre,
masculino y femenino, Esencia y Substancia; lo que está arriba pasa abajo y lo
de abajo pasa arriba, lo que era Esencia o Espíritu se transforma en substancia
o materia prima y viceversa. Es una clara imagen de la coincidentia oppositorum
en la que tesis y antítesis se fusionan y por esto, esta X es también, como la
inicial del nombre griega de Cristo, unión de Dios y hombre. En todo caso, las
dos iniciales del nombre griego de Cristo se encuentran directamente
representadas en el crismón constantiniano que se halla en la parte superior
izquierda del relieve. Se ve la X (jí), la P (ro) y junto a ella el Alfa y la
Omega, significando que Cristo es el Principio y el Fin, el andrógino inicial y
el de la reintegración. También se ve una S (de Spiritus) en la parte inferior
de la P, la línea vertical de la cual se halla cruzada por otra horizontal, con
lo que el crismón forma una rueda solar o de ocho radios, lo que hace
referencia a Cristo como Sol invictus.
Entre la pareja puede verse una estrella o flor de cinco
puntas, e igualmente, a la derecha del andrógino y debajo del crismón una
pentalfa o estrella de cinco puntas con las diagonales marcadas. La pentalfa es
también un símbolo del andrógino, por ser el cinco número de la hierogamia, de
la unión del principio masculino celeste representado por el tres con el
principio femenino terrestre representado por el dos; es, por tanto, la conjunción
de dos términos desiguales pero complementarios. Esta conjunción viene a
acentuarse por el hecho de que entre sus lados y ángulos se establezca la proporción
áurea que es la armonía asimétrica más perfecta entre dos magnitudes que se
convierten así en análogas entre ellas (analogía significa “proporción" en
griego). Si la década es la imagen del Macrocosmo, pues eleva a la Unidad todas
las cosas, la péntada es una imagen del Microcosmo, por ser su mitad o imagen
condensada así como por ponerse en relación con el cuerpo humano, pues la
cabeza, los dos brazos abiertos y las piernas separadas forman los cinco puntos
de un pentagrama en cuyo centro se halla el sexo. Como es sabido, la pentalfa
fue muy estudiada por los pitagóricos, entre los cuales fue un símbolo del
matrimonio.
El pitagorismo se transmitió en la Antigüedad y la Edad
Media a través de las corporaciones de constructores y talladores de piedra
(6), llegando hasta los templarios. Precisamente se sabe que la iglesia de Sant
Joan d'Isil perteneció a los templarios en el siglo XII (7), lo que explicaría
en parte la presencia no solo del pentagrama, sino también de todo este
conjunto de relieves, de gran valor simbólico y metafísico, de Αlόs y Sant Joan
d'Isil.
Opuesto al formalismo sin sentido en el que coinciden tanto
ciertos estudios sobre obras de arte como la moral conservadora, nos
encontramos con una visión simbólica que debería de ser la propia de las obras
de arte sagrado. Aquí, la sexualidad aparece como el medio para superar el
pecado original, idea ésta expuesta por Escoto Erígena, místico y teólogo del
siglo IX, para quien la diferenciación sexual es una consecuencia de la caída y
el pecado, ya que la división de las substancias ha comenzado en Dios mismo y
ha continuado progresivamente hasta llegar al hombre que queda así escindido en
varón y hembra. La separación sólo concierne al ser humano caído y la
reunificación debe comenzar también en el hombre y proseguir en todos los
estados del ser hasta llegar a Dios, en quien no hay división. Por ello, en
estos relieves, la unión sexual sacralizada simboliza el proceso por el que
Dios se ama a si mismo: porque Dios es amor. El plano de manifestación, lo
femenino, no es más que el reflejo de lo divino. La Trascendencia del Amor
divino es Inmanencia y su Inmanencia es Trascendencia. "En esto consiste
el amor: no en que nosotros hayamos amado a Dios sino en que Él nos amó... Dios
es Amor y quien permanece en el amor permanece en Dios y Dios en él" (Ι
Jn. 4, 10 y 16), dice San Juan. Y San Pablo: "Los maridos deben amar a sus
mujeres como a su propio cuerpo. El que ama a su mujer, a Sí Mismo se
ama." (Ef. 5, 28). Así, lejos del punto de vista sociológico o moralista,
el matrimonio aparece como la plasmación sagrada del modelo divino 'por el que
Dios se ama a Sí Mismo en el hombre. Y esto es lo que creemos significan los
relieves escultóricas de Alds d'Isil y Sant Joan d'Isil.
(1) Carreras i
Candi. Francesc, Geografía general de Catalunya, vol. III (Lleida) Ed. A.
Martín, p. 704.
(2) Por tanto,
no se refiere al matrimonio canónico en concreto, bastante tardío dentro del
cristianismo (hacía el siglo X11), sino a su significación simbólica,
espiritual, sea cual fuera el grado de legalidad y el tipo de ri-mal que se
celebrase.
(3) Sobre este
ultimo tema véase Evola, J., Metafísica del sexo, Ed. Heliodoro, Madrid 1982,
pp. 315-320.
(4) Véase
Evola, op. cit. y Eliade M., Mefistófeles y el Andrógino, Ed. Guadarrama,
Madrid 1969.
(5) Para todas
estas triadas véase Guenon, R., La Grande Triade, Ed. Gallimard, 1977, sobre
todo cap. 11. Pero más allá del ternario se encuentra la Divinidad, el Tao,
Brahman, etc., aquello sobre lo que nada puede decirse y al que hacen alusión
todos los símbolos.
(6) Sobre el
simbolismo del pentagrama, la divina proporciόn y otros símbolos pitagóricos,
así como sobre su transmisión y otras épocas y ocultos, véase Ghyka, M.G., El número
de Oro (2 vols.). Ed. Poseidón, Bar¬celona, 1978.
(7) Enríquez
de Salamanca. C., Por el Pirineo Catalán, El Pallars, el Alto Urgel y Andorra,
Ed. Enríquez de Salamanca, Madrid, 1976. Mora, F., "Románico olvidado en
el Pallars", Destino, n." 978 (mayo, 1956), pp. 20-21.
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