miércoles, 9 de enero de 2019

EL BUSHIDO ( Rinaldo Massi)


EL BUSHIDO


Rinaldo Massi

ATHANOR nº 4, Cuadernos del pensamiento tradicional, Sept/oct 1984

Los samurai ocupaban el rango más elevada de las clases feudales, el rango que, en otras sociedades, estaba ocupado por los sacerdotes. Su vida guerrera, que era una continua preparación para la muerte, les facilitaba, más que a cualquiera de las demás clases sociales -y comprendiendo la imaginación popular- un contacto con el mundo misterioso de lo no-humano. En un texto tardío, en relación a la tensión heroica y espiritual del período que hemos llamada del "bushido guerrero”, se manifiesta aún la correlación entre Bushido y la vida espiritual. "El pueblo -escribía el príncipe Mito en un llamamiento dirigido a los samurai- está dividido en cuatro clases: shi, nó, kό y shό. Cada clase tiene sus deberes. 

Los hombres del nó se consagran a la agricultura, los del kό al artesanado, los del shó al comercio. ¿Cuál es, pues, la tarea de los bushi?. Mantener inalterable y puro el sentimiento del deber (giri). Las gentes de las otras clases se ocupan de cosas visibles, los samurais de cosas invisibles e insustanciales". Todos los grandes maestros de las artes marciales se mueven y actúan, con efectos prodigiosos, en mundo de las fuerzas sutiles e insustanciales. Se utilizan también estas fuerzas en el esoterismo Shintό. Aoyama Siyegoshi, gran sacerdote (gúji) y maestro de doctrinas secretas en el tempo de Iso-no-kami, declaraba recientemente a Jean Herbert: “Frecuentemente las batallas no se entablan, en realidad, entre el tama de los guerreros que combaten... una fuerza misteriosa puede actuar en el kendo el judo y el karate, así como en otras artes marciales menos conocidas.

Más allá del entrenamiento Zen contenido en las artes marciales -del que hablaremos pronto- solamente el bushido podía conducir igualmente al mismo fín. Este es un ejemplo extraído del Hagakure. Uno de los más grandes maestros de kendo, Yagyu Tajima, fue abordado un dia por un hatamoto (un samurai al servicio del shogun), que le hizo saber su deseo de aprender el verdadero arte del combate con la espada. El maestro le respondió: "Por lo que sé ya sois maestro de kendo ¿a qué escuela pertenecéis?", "Desgraciadamente -respondió el hatamoto- jamás he aprendido el arte". Tajima replica: "Yo no puedo equivocarme, soy un maestro y no me equivoco jamás". El hatamoto sostenía que no sabía efectivamente nada del kendo. El maestro añadió perplejo: "Será como decís, sin embargo estoy seguro de que sois maestro en algo". "Si existe alguna cosa -respondió el hatamoto- de lo que pueda decirse que soy verdaderamente maestro, es esta: cuando, aún niño, aprendí que un samurai no debía temer nunca a la muerte, me esforcé,desde entonces, durante largos años, en pensar en la cuestión de la muerte y de su superación, y un día, finalmente, esta cuestión, para mí, ceso de existir de un solo golpe. ¿Os réferis quizás a esto?". "Exactamente, es esto lo que entiendo - respondió Tajima- estoy contento de no haberme equivocado: el secreto último del kendo consiste en el hecho de no estar entregado al temor a la muerte. He entrenado a centenares de alumnos sobre esta vía, pero, hasta el presente, no podía reconocer a ninguno la categoría de maestro del kendo. No tenéis necesidad, en absoluto, de ser instruido en las técnicas del combate, ya sois un maestro".

Un gran guerrero del siglo XVI, señor de un feudo y monje Zen, Uesugi Kenshin, exhortaba así a sus samurais: "Los que se aferran a la vida, mueren; y quienes desafían a la muerte, viven; el problema es esencialmente "mental" (shin); observar lo mental y tomad postura y posesión (de este estado supra-individual). Comprenderéis que hay en vosotros algo que está más allá de la vida y de la muerte. Yo mismo, he alcanzado el grado supremo de la meditación, el shamadi, he tenido la conciencia iluminada y se de lo que hablo. Quienes no están dispuestos a dar su vida y a correr al encuentro de la muerte, no son verdaderos guerreros".

Un fragmento del Hagakure afirma: "Aquel que no sabe ir más al1á de la vida y de la muerte, no es un verdadero samurai. Cuando se dice que todas las cosas se encuentran solo en lo mental, podéis suponer que suponer que algo sea conocido como lo mental; pero, en verdad, es precisamente lo mental relacionado con la vida y con muerte lo que debe ser abandonado. En este caso, podréis realizar acciones maravillosas, pues habréis alcanzado un estado supra-individual de conciencia llamado mushin no shin,(del que hablaremos más adelante) que, de do con lo que dice el maestro Takuaen,es un estado de espíritu no agitado por las cuestiones de la muerte o la inmortalidad".
Intentaremos ahora aclarar algunas fórmulas típicamente Zen, como "ir más allá de la vida y de la muerte" y de mushin. Necesariamente será una explicación esquemática, que nos permitirá, sin embargo, introducir consideraciones sobre el Zen en las artes marciales (budo).

Ir más allá de la vida y de la muerte, significa, para el Zen, superar la división del mundo entre el objeto el sujeto. El mundo de la multiplicidad (shabetsu) no es tal más que por la ignorancia cósmica (mumyo) y la manía (bonno)-es decir la fuerza inextricable de las pasiones que oscurecen en el Yo- en la existencia de la que pensamos que no es más que un agregado de elementos impermanentes, sumida en la errancia del devenir- la capacidad de ver en su propia naturaleza más profunda. Esta naturaleza es el "rostro original" del Yo superior (1) que los budistas llaman "el corazόn de Buda", lo Absoluto. Encontrar nuestra esencia superior, destruyendo los agregados caducos y efímeros del yo terrestre e ilusorio, es la tarea de toda ascesis. (2)

"Soltando la presa" se disuelve la ignorancia y se realiza la apertura hacia una visión abrupta, lúcida e intuitiva (en consecuencia, ni intelectual, ni psicológica, ni cronológica) de la identidad absoluta (byodo), donde se resuelven todas las oposiciones y todas las dualidades, incluida la vida y la muerte. Esta conciencia  iluminada o esta conciencia intuitiva suprema es la prajna, la facultad espiritual de articulación metafísica que abole, precisamente, toda separación entre conocedor y conocido. "Despertarse" a esta conciencia y a tal conocimiento, es el Sartori , la iluminación, el fin último del zen. De esta experiencia metafísica, que representa la superación de la condición humana, se aprende, última verdad y paradoja extrema (para quien está aún ligado a un pensamiento discriminativo), que prajna es inmanente en todo hombre y que diversidad e identidad son la misma cosa: el mundo del devenir y lo Absoluto coinciden.

Bajo otro ángulo y en cierto grado, el despertar de prajna es llamado mushin (no-mental o vacío mental), munen (ausencia de pensamiento) o muga (no-yo). En este estado espiritual, las discriminaciones entre sujeto y objeto,entre yo y no-yo, al ser abolidas, se alcanza la perfecta identidad y simultaneidad entre voluntad y acción es el punto de llegada de las vías marciales (budo) o artes marciales (bulei) bajo el signo del Zen. Pero aquel que realiza este estado se encuentra ya sobre la vía que lleva a la liberación: el arte no le es ya útil. Aqui, Zen, Budo y Bushido, se encuentran.

Más allá del mundo esquemático, prosigamos ahora el mismo orden de consideraciones, resumiendo la célebre carta sobre el fin último del kendo dirigida por el monje Takuan al maestro Tajima no karl Munenori.

El espíritu del hombre común -llamado Takuan- detiene su atención sobre el objeto de su acción. Esta detención, la conciencia que tiene de lo que está en curso de hacer en ese instante, es el principal obstáculo a superar en el entrenamiento del zendo, según los principios del Zen

Si un adversario ataca, y sí la defensa consiste en fijar la atención sobre la espada del enemigo, se está vencido desde el principio. Si el espíritu se detiene sobre un objeto cualquiera la espada del adversario o la propia, el adversario mismo, su propio cuerpo, la acción de defensa o de ataque que se quiere iniciar- se está siempre dominado y vencido. La oposición entre sujeto y objeto debe ser superada El ataque y la defensa deben convertirse en una sola y misma cosa. Si se debe combatir contra diez adversarios, uno tras otro, la acción ofensiva va debe aparecer inmediatamente, espontáneamente, sin solución de continuidad alguna, con un movimiento fluido y sereno.
Un alumno desea aprender el arte del kendo. Cuando es profano sus paradas serán instintivas al inicio de las lecciones. Tras un largo periodo aprenderá minuciosamente todas las técnicas del ataque y de la defensa. Combatiendo buscará entonces, aplicarlas técnicas aprendidas: así su espíritu será consciente de su acción habrá perdido a sensación original de inocencia Y libertad. En una tercera fase solamente, tras otro largo periodo de entrenamiento, conseguirá finalmente olvidar las técnicas (que su cuerpo habrá aprendido de manera autónoma), su espíritu volverá a ser libre e instintivo como al inicio, pero a un nivel diferente. El discípulo se ha convertido en maestro y el retorno a los orígenes lo contempla desde un punto de vista superior: desde el estado incondicionado de mushin . En la fase intermedia del entrenamiento se había encontrado en 1as mismas condiciones de la parábola del ciempiés: este marcharía espontánea y tranquilamente, pero cuando se le pregunta cómo consigue coordinar el movimiento de sus cien pies no consigue articular ningún paso; se ha parado a pensar.

Se  plantea  la  siguiente  cuestión :  si  el espíritu no puede ser  fijado  sobre  el a exterior  ¿ dónde es  preciso dirigirlo cuando se combate? Si se concentra en el tándem (quo es el "campo de cinabrio" del taoísmo, el centro vital del hombre, teóricamente situado tres centímetros bajo el ombligo), se obtiene el efecto deseado y las fuerzas impersonales y sutiles de la energía sutil (ki) se liberan y son utilizadas, fuerzas que dan posibilidades sorprendentes. Pero este fenómeno no interesa al Zen, que quiere ir más lejos. El espíritu debe dejarse ir según una fluidez absoluta, sin detenerse en ninguna parte del cuerpo: es el mushin no shin, el espiritu consciente de su no-conciencia: el "espiritu imperturbable",(fudoshin).

Para alcanzar este estado de "vacío mental" en las artes marciales, como en todas las demás artes concebidas como do, se recorren, más o menos, las mismas etapas que las del desarrollo espiritual de la disciplina monacal  Zen- que esta purificación  gradual está alegóricamente representada por "Las diez imágenes del boyero": 1°se busca la Verdad; 2°se descubre la verdad; 3ºse conoce la verdad; 4º se ve la verdad; 5° se experimenta la verdad; 6° se domina la verdad; 7° se olvida la verdad; 8° se olvida que se es portador de la verdad; 9° se vuelve a los orígenes; 10° se descansa en la nada (pues se ha roto cualquier lazo)

Para concluir citemos en su totalidad el "credo de los samurais". Es ideal de un samurai educado por el bushido: el estado de mushin o de muga de donde nacen las acciones más espectaculares.

Yo no tengo padres: el Cielo y la Tierra son mis padres

Yo no tengo morada: el saika tandem (centro vital del hombre) es mi morada.

Yo no tengo poderes divinos: la lealtad (chugi) es mi poder divino.

no tengo medios: la obediencia es mi medio.

no tengo poderes mágicos: la fuerza interior es mi poder mágico.

no tengo ni vida ni muerte: lo "Absoluto" es mi vida y mi muerte.

No tengo cuerpo: la impasibilidad perfecta es mi cuerpo.

Yo no tengo ojos: la luz del amanecer es mi vista.

Yo no tengo orejas: la sensibilidad es mis orejas.

Yo no tengo miembros: la prontitud es mis miembros.

Yo no tengo ley: la autodefensa es mi ley.

Yo no tengo arte de la guerra: satkatsu jizai (literalmente: libre de matar y de entregar la vida) es mi arte de la guerra.

Yo no tengo proyectos: el kisan (el peinado del samurai, equivale aquí a decir: "aprovechar las ocasiones por los pelos) es mí proyecto.

Yo no tengo maravillas: el Dharma (La Ley del Buda, u orden del cosmos) es mi maravilla.
Yo no tengo principios: la adaptabilidad a todas las circunstancias (rinkiohen) es mí principio.

Yo no tengo táctica preestablecida: el toi sokumyo (la vacuidad y la plenitud) es mi táctica.
Yo no tengo cualidades: el kyojitsu (la prontitud espíritu) es mi cualidad.

Yo no tengo amigos: el espíritu es mi amigo.

Yo no tengo enemigos: la imprudencia es mi enemigo.

Yo no tengo armadura: jin-gi (la sensibilidad humana y el sentido del deber ,las dos virtudes cardinales del confucionismo) son mis armaduras.

Yo no tengo castillo: fudo-shin (el espíritu Impertubable) es mi castillo.

Yo no tengo espada: mushin es mi espada

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