EL BUSHIDO
Rinaldo Massi
ATHANOR
nº 4, Cuadernos del pensamiento tradicional, Sept/oct 1984
Los samurai ocupaban el rango más elevada de las clases feudales,
el rango que, en otras sociedades, estaba ocupado por los sacerdotes. Su vida
guerrera, que era una continua preparación para la muerte, les facilitaba, más
que a cualquiera de las demás clases sociales -y comprendiendo la imaginación
popular- un contacto con el mundo misterioso de lo no-humano. En un texto tardío,
en relación a la tensión heroica y espiritual del período que hemos llamada del
"bushido guerrero”, se manifiesta aún la correlación entre Bushido y la
vida espiritual. "El pueblo -escribía el príncipe Mito en un llamamiento
dirigido a los samurai- está dividido en cuatro clases: shi, nó, kό y shό. Cada
clase tiene sus deberes.
Los hombres del nó se consagran a la agricultura, los
del kό al artesanado, los del shó al comercio. ¿Cuál es, pues, la tarea de los
bushi?. Mantener inalterable y puro el sentimiento del deber (giri). Las gentes
de las otras clases se ocupan de cosas visibles, los samurais de cosas
invisibles e insustanciales". Todos los grandes maestros de las artes marciales
se mueven y actúan, con efectos prodigiosos, en mundo de las fuerzas sutiles e
insustanciales. Se utilizan también estas fuerzas en el esoterismo Shintό.
Aoyama Siyegoshi, gran sacerdote (gúji) y maestro de doctrinas secretas en el
tempo de Iso-no-kami, declaraba recientemente a Jean Herbert: “Frecuentemente
las batallas no se entablan, en realidad, entre el tama de los guerreros que combaten...
una fuerza misteriosa puede actuar en el kendo el judo y el karate, así como en
otras artes marciales menos conocidas.
Más allá del entrenamiento Zen contenido en las artes marciales
-del que hablaremos pronto- solamente el bushido podía conducir igualmente al
mismo fín. Este es un ejemplo extraído del Hagakure. Uno de los más grandes
maestros de kendo, Yagyu Tajima, fue abordado un dia por un hatamoto (un
samurai al servicio del shogun), que le hizo saber su deseo de aprender el
verdadero arte del combate con la espada. El maestro le respondió: "Por lo
que sé ya sois maestro de kendo ¿a qué escuela pertenecéis?",
"Desgraciadamente -respondió el hatamoto- jamás he aprendido el
arte". Tajima replica: "Yo no puedo equivocarme, soy un maestro y no
me equivoco jamás". El hatamoto sostenía que no sabía efectivamente nada
del kendo. El maestro añadió perplejo: "Será como decís, sin embargo estoy
seguro de que sois maestro en algo". "Si existe alguna cosa -respondió
el hatamoto- de lo que pueda decirse que soy verdaderamente maestro, es esta:
cuando, aún niño, aprendí que un samurai no debía temer nunca a la muerte, me
esforcé,desde entonces, durante largos años, en pensar en la cuestión de la
muerte y de su superación, y un día, finalmente, esta cuestión, para mí, ceso
de existir de un solo golpe. ¿Os réferis quizás a esto?".
"Exactamente, es esto lo que entiendo - respondió Tajima- estoy contento
de no haberme equivocado: el secreto último del kendo consiste en el hecho de
no estar entregado al temor a la muerte. He entrenado a centenares de alumnos
sobre esta vía, pero, hasta el presente, no podía reconocer a ninguno la categoría
de maestro del kendo. No tenéis necesidad, en absoluto, de ser instruido en las
técnicas del combate, ya sois un maestro".
Un gran guerrero del siglo XVI, señor de un feudo y monje
Zen, Uesugi Kenshin, exhortaba así a sus samurais: "Los que se aferran a
la vida, mueren; y quienes desafían a la muerte, viven; el problema es
esencialmente "mental" (shin); observar lo mental y tomad postura y posesión
(de este estado supra-individual). Comprenderéis que hay en vosotros algo que
está más allá de la vida y de la muerte. Yo mismo, he alcanzado el grado
supremo de la meditación, el shamadi, he tenido la conciencia iluminada y se de
lo que hablo. Quienes no están dispuestos a dar su vida y a correr al encuentro
de la muerte, no son verdaderos guerreros".
Un fragmento del Hagakure afirma: "Aquel que no sabe ir
más al1á de la vida y de la muerte, no es un verdadero samurai. Cuando se dice
que todas las cosas se encuentran solo en lo mental, podéis suponer que suponer
que algo sea conocido como lo mental; pero, en verdad, es precisamente lo
mental relacionado con la vida y con muerte lo que debe ser abandonado. En este
caso, podréis realizar acciones maravillosas, pues habréis alcanzado un estado
supra-individual de conciencia llamado mushin no shin,(del que hablaremos más
adelante) que, de do con lo que dice el maestro Takuaen,es un estado de espíritu
no agitado por las cuestiones de la muerte o la inmortalidad".
Intentaremos ahora aclarar algunas fórmulas típicamente Zen,
como "ir más allá de la vida y de la muerte" y de mushin.
Necesariamente será una explicación esquemática, que nos permitirá, sin
embargo, introducir consideraciones sobre el Zen en las artes marciales (budo).
Ir más allá de la vida y de la muerte, significa, para el
Zen, superar la división del mundo entre el objeto el sujeto. El mundo de la
multiplicidad (shabetsu) no es tal más que por la ignorancia cósmica (mumyo) y
la manía (bonno)-es decir la fuerza inextricable de las pasiones que oscurecen
en el Yo- en la existencia de la que pensamos que no es más que un agregado de
elementos impermanentes, sumida en la errancia del devenir- la capacidad de ver
en su propia naturaleza más profunda. Esta naturaleza es el "rostro
original" del Yo superior (1) que los budistas llaman "el corazόn de
Buda", lo Absoluto. Encontrar nuestra esencia superior, destruyendo los
agregados caducos y efímeros del yo terrestre e ilusorio, es la tarea de toda
ascesis. (2)
"Soltando
la presa" se disuelve la ignorancia y se realiza la apertura hacia una visión
abrupta, lúcida e intuitiva (en consecuencia, ni intelectual, ni psicológica,
ni cronológica) de la identidad absoluta (byodo), donde se resuelven todas las
oposiciones y todas las dualidades, incluida la vida y la muerte. Esta conciencia
iluminada o esta conciencia intuitiva suprema
es la prajna, la facultad espiritual de articulación metafísica que abole, precisamente,
toda separación entre conocedor y conocido. "Despertarse" a esta
conciencia y a tal conocimiento, es el Sartori , la iluminación, el fin último
del zen. De esta experiencia metafísica, que representa la superación de la
condición humana, se aprende, última verdad y paradoja extrema (para quien está
aún ligado a un pensamiento discriminativo), que prajna es inmanente en todo
hombre y que diversidad e
identidad son la misma cosa: el mundo del devenir y lo Absoluto coinciden.
Bajo
otro ángulo y en cierto grado, el despertar de prajna es llamado
mushin (no-mental o vacío mental), munen (ausencia
de pensamiento)
o muga (no-yo). En este estado espiritual,
las discriminaciones
entre sujeto y objeto,entre yo y no-yo, al ser abolidas, se alcanza la perfecta identidad y
simultaneidad entre voluntad y acción es el punto de llegada de las vías
marciales (budo) o artes marciales (bulei) bajo el signo del Zen. Pero aquel
que realiza este estado se encuentra ya sobre la vía que lleva a la liberación:
el arte no le es ya útil. Aqui, Zen, Budo y Bushido, se encuentran.
Más
allá del mundo esquemático, prosigamos ahora el mismo orden de consideraciones,
resumiendo la célebre carta sobre el fin último del kendo dirigida por el monje
Takuan al maestro Tajima no karl Munenori.
El
espíritu del hombre común -llamado Takuan- detiene su atención sobre el objeto
de su acción. Esta detención, la conciencia que tiene de lo que está en curso
de hacer en ese
instante, es el principal obstáculo a superar en el entrenamiento del zendo,
según los principios del Zen
Si un adversario
ataca, y sí la defensa consiste en fijar la atención sobre la espada del
enemigo, se está vencido desde el principio. Si el espíritu se detiene sobre un
objeto cualquiera la espada del adversario o la propia, el adversario mismo, su
propio cuerpo, la acción de defensa o de ataque que se quiere iniciar- se está
siempre dominado y vencido. La oposición entre sujeto y objeto debe ser superada
El ataque y la defensa deben convertirse en una sola y misma cosa. Si se debe
combatir contra diez adversarios, uno tras otro, la acción ofensiva va debe
aparecer inmediatamente, espontáneamente, sin solución de continuidad alguna,
con un movimiento fluido y sereno.
Un alumno desea aprender
el arte del kendo. Cuando es profano sus paradas serán instintivas al inicio de
las lecciones. Tras un largo periodo aprenderá minuciosamente todas las
técnicas del ataque y de la defensa. Combatiendo buscará entonces, aplicarlas
técnicas aprendidas: así su espíritu será consciente de su acción habrá perdido
a sensación original de inocencia Y libertad. En una tercera fase solamente,
tras otro largo periodo de entrenamiento, conseguirá finalmente olvidar las
técnicas (que su cuerpo habrá aprendido de manera autónoma), su espíritu
volverá a ser libre e instintivo como al inicio, pero a un nivel diferente. El
discípulo se ha convertido en maestro y el retorno a los orígenes lo contempla
desde un punto de vista superior: desde el estado incondicionado de mushin . En
la fase intermedia del entrenamiento se había encontrado en 1as mismas condiciones
de la parábola del ciempiés: este marcharía espontánea y tranquilamente, pero
cuando se le pregunta cómo consigue coordinar el movimiento de sus cien pies no
consigue articular ningún paso; se ha parado a pensar.
Se
plantea la siguiente
cuestión : si el espíritu
no puede ser fijado sobre el
a exterior ¿ dónde es preciso dirigirlo cuando se combate? Si se
concentra en el tándem (quo es el "campo de cinabrio" del taoísmo, el
centro vital del hombre, teóricamente situado tres centímetros bajo el
ombligo), se obtiene el efecto deseado y las fuerzas impersonales y
sutiles de la energía sutil (ki) se liberan y son utilizadas, fuerzas que dan
posibilidades sorprendentes. Pero este fenómeno no interesa al Zen, que quiere
ir más lejos. El espíritu debe dejarse ir según una fluidez absoluta, sin
detenerse en ninguna parte del cuerpo: es el mushin no shin, el espiritu consciente
de su no-conciencia: el "espiritu imperturbable",(fudoshin).
Para alcanzar este estado de "vacío mental" en
las artes marciales, como en todas las demás artes concebidas como do, se
recorren, más o menos, las mismas etapas que las del desarrollo espiritual de
la disciplina monacal Zen- que esta
purificación gradual está alegóricamente
representada por "Las diez imágenes del boyero": 1°se busca la
Verdad; 2°se descubre la verdad; 3ºse conoce la verdad; 4º se ve la verdad; 5° se
experimenta la verdad; 6° se domina la verdad; 7° se olvida la verdad; 8° se
olvida que se es portador de la verdad; 9° se vuelve a los orígenes; 10° se
descansa en la nada (pues se ha roto cualquier lazo)
Para concluir citemos en su totalidad el "credo de los
samurais". Es ideal de un samurai educado por el bushido: el estado de mushin
o de muga de donde nacen las acciones más espectaculares.
Yo no tengo padres: el Cielo y la Tierra son mis padres
Yo no tengo morada: el saika tandem (centro vital del
hombre) es mi morada.
Yo no tengo poderes divinos: la lealtad (chugi) es mi poder
divino.
no tengo medios: la obediencia es mi medio.
no tengo poderes mágicos: la fuerza interior es mi poder mágico.
no tengo ni vida ni muerte: lo "Absoluto" es mi
vida y mi muerte.
No tengo cuerpo: la impasibilidad perfecta es mi cuerpo.
Yo no tengo ojos: la luz del amanecer es mi vista.
Yo no tengo orejas: la sensibilidad es mis orejas.
Yo no tengo miembros: la prontitud es mis miembros.
Yo no tengo ley: la autodefensa es mi ley.
Yo no tengo arte de la guerra: satkatsu jizai (literalmente:
libre de matar y de entregar la vida) es mi arte de la guerra.
Yo no tengo proyectos: el kisan (el peinado del samurai, equivale
aquí a decir: "aprovechar las ocasiones por los pelos) es mí proyecto.
Yo no tengo maravillas: el Dharma (La Ley del Buda, u orden
del cosmos) es mi maravilla.
Yo no tengo principios: la adaptabilidad a todas las circunstancias
(rinkiohen) es mí principio.
Yo no tengo táctica preestablecida: el toi sokumyo (la vacuidad
y la plenitud) es mi táctica.
Yo no tengo cualidades: el kyojitsu (la prontitud espíritu)
es mi cualidad.
Yo no tengo amigos: el espíritu es mi amigo.
Yo no tengo enemigos: la imprudencia es mi enemigo.
Yo no tengo armadura: jin-gi (la sensibilidad humana y el
sentido del deber ,las dos virtudes cardinales del confucionismo) son mis
armaduras.
Yo no tengo castillo: fudo-shin (el espíritu Impertubable)
es mi castillo.
Yo no tengo espada: mushin es mi espada
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