— Los enemigos del mundo
moderno, en el siglo xix, podían confiar en el futuro.
En este siglo sólo queda la
nuda nostalgia del pasado.
— Acostumbramos llamar
perfeccionamiento moral el no darnos cuenta de que cambiamos de vicio.
— El relevo de generaciones
es el vehículo, pero no el motor de la historia.
— Los cálculos de los
inteligentes suelen fallar porque olvidan al tonto, los de los tontos porque
olvidan al inteligente.
— Todo individuo con
“ideales” es un asesino potencial.
— Como evidentemente la
auténtica obra de arte es original, el iletrado se imagina que la obra original
es necesariamente obra de arte.
— La historia de estas
repúblicas latinoamericanas debiera escribirse sin desdén pero con ironía.
— El viejo adopta
inútilmente opiniones de joven para hacer dudar de su vejez.
— Clase social alta es
aquella para la cual la actividad económica es medio, clase media aquella para
la cual es fin.
El burgués no aspira a ser
rico, sino a ser más rico.
— La estupidez táctica del
ambicioso peligra convertirse en estupidez auténtica.
La mente del demócrata
senil no contiene sino ideas para discurso electoral.
— El futuro apasiona a
quienes creen en la eficacia de la voluntad, mientras que el pasado fascina a
los que conocen la impotencia de los propósitos humanos.
Lo que el hombre se propone
es siempre tedioso, pero lo que obtiene nos asombra a veces.
— Dios es el estorbo del
hombre moderno.
— El subconsciente fascina
la mentalidad moderna.
Porque allí puede instalar
sus tonterías preferidas como hipótesis irrefutables.
— La mayoría de los hombres
no tienen derecho a opinar, sino a oír.
— Las regiones más
recónditas del alma son siempre las más pobladas.
Los más atrevidos
exploradores del alma desembarcan en zonas urbanizadas.
— La trivialidad nunca está
en lo que se siente, sino en lo que se dice.
— Hay quienes confiesan,
sin avergonzarse, que “estudian” literatura.
— Los gobernantes que
representan sólo a una minoría tienen que inventar la civilización para no
perecer.
Los delegados de una
mayoría, en cambio, pueden ser soeces, chabacanos, crueles, impunemente.
Mientras mayor sea la
mayoría que lo apoya, el gobernante es menos precavido, menos tolerante, menos
respetuoso de la diversidad humana.
Cuando los gobernantes se
juzgan mandatarios de la humanidad entera el terror se aproxima.
— Los hombres discrepan
menos porque piensan diferentemente que porque no piensan.
— Una simple coma distingue
a veces una trivialidad de una idea.
— Las metas de toda
ambición son vanas y su ejercicio deleitoso.
— Sabio es el que no
ambiciona nada viviendo como si ambicionara todo.
— Contemplado a la luz de
nuestra tristeza o nuestra dicha, de nuestro entusiasmo o nuestro desdén, el
mundo muestra una textura tan sutil, una tan fina esencia, que toda visión
intelectual, comparada a esa visión de los sentimientos, apenas parece una
vulgaridad ingeniosa.
— El “Progreso”, la
“Democracia”, la “Sociedad sin clases”, fanatizan a la muchedumbre, pero dejan
a las Musas displicentes y frías.
— El futuro del verbo es el
tiempo predilecto del imbécil.
— Los artistas modernos
ambicionan tanto diferir los unos de los otros que esa misma ambición los
agrupa en una sola especie.
— Por mezquina y pobre que
sea, toda vida tiene instantes dignos de eternidad.
— Nada más repugnante que
lo que el tonto llama “una actividad sexual armoniosa y equilibrada”.
La sexualidad higiénica y
metódica es la única perversión que execran tanto los demonios como los
ángeles.
— La fantasía explota los
hallazgos de la imaginación.
— Sin dignidad, sin
sobriedad, sin modales finos, no hay prosa que satisfaga plenamente.
Al libro que leemos no
pedimos sólo talento, sino también buena educación.
— La buena educación no es,
finalmente, sino la manera como se expresa el respeto.
Siendo el respeto, a su
vez, un sentimiento que la presencia de una superioridad admitida infunde,
donde falten jerarquías, reales o ficticias pero acatadas, la buena educación
perece.
La grosería es producto
democrático.
— Ante el hombre
inteligente que se vuelve marxista sentimos lo mismo que el incrédulo ante la
niña bonita que entra al convento.
— No hay tontería en que el
hombre moderno no sea capaz de creer, siempre que eluda creer en Cristo.
— El artista actual
ambiciona que la sociedad lo repudie y que la prensa lo elogie.
— No es la ciudad celeste
del Apocalipsis la que desvela al católico progresista, sino la ciudad-jardín.
— Virtualmente el hombre
puede construir aparatos capaces de todo.
Salvo de tener conciencia
de sí mismo.
— En ninguna época anterior
tuvieron las letras y las artes mayor popularidad que en la nuestra. Artes y
letras han invadido la escuela, la prensa y los almanaques.
Ninguna otra, sin embargo,
fabricó objetos tan feos, ni soñó sueños tan ramplones, ni adoptó tan sórdidas
ideas.
Se dice que el público está
mejor educado. Pero no se le nota.
— El arte no educa sino al
artista.
— Sabio no es tanto el que
dice la verdad como el que conoce el exacto alcance de lo que dice.
El que no cree decir más de
lo que está diciendo.
— Quien adquiere
experiencia política sólo confía en la máxima clásica: no hagáis hoy lo que
podéis dejar para mañana.
— Madurar es transformar un
creciente número de lugares comunes en auténtica experiencia espiritual.
— Las ideas tiranizan al
que tiene pocas.
— Sociedad aristocrática es
aquella donde el anhelo de la perfección personal es el alma de las
instituciones sociales.
— Los nuevos catequistas
profesan que el Progreso es la encarnación moderna de la esperanza.
Pero el Progreso no es una
esperanza emergente, sino el eco agonizante de la esperanza desaparecida.
— Los tres enemigos de la
literatura son: el periodismo, la sociología, la ética.
— La libertad sólo dura
mientras el estado funciona en medio de la indiferencia ciudadana.
Amaga despotismo cuando el
ciudadano se entusiasma con su gobierno o contra él.
— Europa, propiamente
dicha, consta de los países que el feudalismo educó.
— Para el marxista, la
rebeldía en sociedades no comunistas es hecho sociológico y en la sociedad
comunista hecho psicológico meramente.
Allí se rebela un
“explotado”, aquí se revela un “traidor”.
— Cervantes es culpable de
la insulsez de la crítica cervantina española porque legó un libro irónico a un
pueblo sin ironía.
— Sólo es inteligente el
que no teme estar de acuerdo con tontos.
— Nadie se halla buscándose
meramente a sí mismo.
La personalidad nace del
conflicto con una norma.
— Todo el mundo se siente
superior a lo que hace, porque se cree superior a lo que es.
Nadie cree ser lo poco que
es en realidad.
— Coherencia y evidencia se
excluyen.
— El objeto de mal gusto se
fabrica donde el prestigio social hace adquirir objetos que no procuran placer
alguno al que los compra.
— Destrucciones y
reconstrucciones, en la historia, tienen autor conocido.
Las construcciones son
anónimas.
— Quien cita a un autor
muestra que fue incapaz de asimilárselo.
— Mostrarle al alma
inestable que comprendimos su problema, es volverlo insoluble.
Una mirada obtusa disuelve
angustias.
— La “visión objetiva” no
es una visión sin prejuicios, sino una visión sometida a prejuicios ajenos.
— Hay dos formas simétricas
de barbarie: la de los pueblos que no tienen sino costumbres y la de los
pueblos que no respetan sino leyes.
— No hay que esperar nada
de nadie, ni desdeñar nada de nadie.
— Quienes creen en la
“Verdad” limitan sus lecturas a los errores populares del día.
— Cuando pensamos que el
“alma” de un escritor nos interesa es meramente porque estamos llamando “alma”
su talento.
— Para saber qué dijo un
hombre inteligente se acostumbra tan sólo escuchar al tonto que lo remeda.
— A ninguno se nos
dificulta amar al prójimo que nos parece inferior.
Pero amar al que sabemos
superior es otra cosa.
— Toda paz se
compra con vilezas.
— El marxismo anuncia que
reemplazará con la administración de los bienes el gobierno de las personas.
Desgraciadamente el
marxismo enseña que el gobierno de las personas consiste en la administración
de los bienes.
— El hombre vive del
desorden de su corazón y muere del orden que la vida establece en él.
— Basta, a veces, que una
sociedad suprima una costumbre que supone absurda, para que una catástrofe
repentina le demuestre su error.
— El clero progresista
vitupera la “mentalidad de ghetto” del actual cristiano viejo.
Esos clérigos prefieren la
actividad mercantil y bursátil del judío moderno al ghetto, donde floreció la
fidelidad de Israel.
— Inteligencia sin
prejuicios es sólo la que sabe cuáles tiene.
— Solamente porque ordenó
amar a los hombres, el clero moderno se resigna a creer en la divinidad de
Jesús; cuando, en verdad, es sólo porque creemos en la divinidad de Cristo que
nos resignamos a amarlos.
— El espectáculo de una
vanidad herida es grotesco cuando la vanidad es ajena y repugnante cuando es
nuestra.
— Nadie que se conozca
puede absolverse a sí mismo.
— Las filosofías que el público
conoce y estima son sartas de vulgaridades atribuidas a nombres ilustres.
— La libertad,
para el demócrata, no consiste en poder decir todo lo que piensa, sino en no
tener que pensar todo lo que dice.
— Meditar es dialogar con
algún muerto.
— Cuando un lugar común nos
impresiona creemos tener una idea propia.
— En este siglo de amenazas
y de amagos nada más frívolo que ocuparse de cosas serias.
— En el seno de la Iglesia
actual, son “integristas” los que no han entendido que el cristianismo necesita
una teología nueva y “progresistas” los que no han entendido que la nueva
teología debe ser cristiana.
— Al creerme dueño de una
verdad no me interesa el argumento que la confirma, sino el que la refuta.
— El anonimato de la ciudad
moderna es tan intolerable como la familiaridad de las costumbres actuales.
La vida debe parecerse a un
salón de gente bien educada, donde todos se conocen pero donde nadie se abraza.
— El gusto de las masas no
se caracteriza por su antipatía a lo excelente, sino por la pasividad con que
igualmente gozan de lo bueno, lo mediocre, y lo malo.
Las masas no tienen mal
gusto. Simplemente no tienen gusto.
— El admirador virtual es
el corruptor de la prosa.
— No son raros
los historiadores franceses para quienes la historia del mundo es un episodio
de la historia de Francia.
— El cristiano moderno no
pide que Dios lo perdone, sino que admita que el pecado no existe.
— Para poder aliarse con el
comunista, el católico de izquierda sostiene que el marxismo meramente critica
las acomodaciones burguesas del cristianismo, cuando es su esencia lo que
condena.
— Muchos aman al hombre
sólo para olvidar a Dios con la conciencia tranquila.
— La Iglesia
post-conciliar pretende atraer hacia el “redil”, traduciendo en el lenguaje
insípido de la cancillería vaticana los lugares comunes del periodismo
contemporáneo.
— Cuando oímos hoy
exclamar: ¡muy civilizado!, ¡muy humano!, no debemos vacilar: se trata de
alguna abyecta porquería.
— El estado de tensión
entre clases sociales, fenómeno estructural y constante, se metamorfosea en
lucha de clases, sólo cuando lo utiliza una clase política como mecanismo
demagógico.
— Los dioses no castigan la
búsqueda de la felicidad, sino la ambición de forjarla con nuestras propias
manos.
Sólo es lícito el anhelo de
lo gratuito, de lo que no depende en nada de nosotros. Simple huella de un
ángel que se posa un instante sobre el polvo de nuestro corazón.
— El individualismo
doctrinario no es peligroso porque produzca individuos, sino porque los
suprime.
El producto del
individualismo doctrinario del xix es el hombre-masa
del xx.
— Tres personajes, en
nuestro tiempo, detestan profesionalmente al burgués:
El intelectual —ese típico
representante de la burguesía;
el comunista —ese fiel ejecutante
de los propósitos y los ideales burgueses;
el clérigo progresista —ese
triunfo final de la mente burguesa sobre el alma cristiana.
— La lucha contra el
desorden es más noble que el orden mismo.
El hombre dueño de sí mismo
no es tan magnánimo como el que reprime la insurrección de su alma.
El más hondo silencio es el
de una muchedumbre aterrada.
— Nuestra sociedad insiste
en elegir a sus gobernantes para que el azar del nacimiento, o el capricho del
monarca, no entreguen el poder, de pronto, a un hombre inteligente.
— La imparcialidad es hija
de la pereza y del miedo.
— Ser cristianos a la moda
actual consiste menos en arrepentirnos de nuestros pecados que en arrepentirnos
del cristianismo.
— El cristiano moderno se
siente obligado profesionalmente a mostrarse jovial y jocoso, a exhibir los
dientes en benévola sonrisa, a profesar cordialidad babosa, para probarle al
incrédulo que el cristianismo no es religión “sombría”, doctrina “pesimista”,
moral “ascética”.
El cristiano progresista nos
sacude la mano con ancha risa electoral.
— Hombre culto es aquel
para quien nada carece de interés y casi todo de importancia.
— Al perecer las
aristocracias estallan, las democracias se desinflan.
— Los tontos antes atacaban
a la Iglesia, ahora la reforman.
— Las tres
hipóstasis del egoísmo son: el individualismo, el nacionalismo, el
colectivismo.
La trinidad
democrática.
— El reaccionario inventó el diálogo al observar la
desemejanza de los hombres y la variedad de sus propósitos.
El demócrata practica el
monólogo, porque la humanidad se expresa por su boca.
— El católico de izquierda
acierta al descubrir en el burgués al rico de la parábola, pero yerra al
identificar al proletariado militante con los pobres del Evangelio.
— Los hombres se dividen
entre los que insisten en aprovechar las injusticias de hoy y los que anhelan
aprovechar las de mañana.
— El amor a la pobreza es
cristiano, pero la adulación al pobre es mera técnica de reclutamiento
electoral.
—
Para no
pensar en el mundo que la ciencia describe, el hombre se embriaga de técnica.
— El individuo busca el
calor de la muchedumbre, en este siglo, para defenderse del frío que emana del
cadáver del mundo.
— La originalidad
intencional y sistemática es el uniforme contemporáneo de la mediocridad.
— Periodismo es escribir
exclusivamente para los demás.
— Los conflictos modernos
se originan menos en el propósito de vencer al adversario que en el anhelo de
suprimir el conflicto.
Botín, ideología, o
aventura, han motivado menos guerras en nuestro tiempo que el sueño idílico de paz.
— La política no es el arte
de imponer las mejores soluciones, sino de estorbar las peores.
— Nadie se rebela contra la
autoridad, sino contra quienes la usurpan.
— Los pobres, en verdad,
sólo odian la riqueza estúpida.
— No es tanto que la
mentalidad moderna niegue la existencia de Dios como que no logra dar sentido
al vocablo.
— El progresista defiende
el Progreso diciendo que existe.
El asesino también existe,
y el juez lo condena.
— Las opiniones revolucionarias son la única carrera, en la
actual sociedad, que asegure una posición social, respetable, lucrativa, y
plácida.
— La estadística
es la herramienta del que renuncia a comprender para poder manipular.
— La psicología moderna renunció
a la introspección, no tanto para obtener resultados más exactos como menos
inquietantes.
— Cuando la individualidad
se marchita, la sociología florece.
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