El miedo
La dottrina del
risveglio
(2ª parte Cap 2)
Julius Evola
Una mención especial merece la superación del miedo en
cualquiera de sus formas. Se puede llegar a esto si está bien firme, contra
toda desviación de la imaginación, el sentido de la propia rectitud y del propio
desprendimiento. Nada hay que esperar, nada hay que temer. El corazón no ha de
volver a palpitar ni por temor ni por esperanza. Al que está interiormente
desprendido tanto del mundo de aquí como del otro mundo, no hay dios o demonio
que puedan hacer nada. De donde, se dice: "Cualesquiera temores surjan,
todos surgen del tonto, no del sabio; cualquier [sentido de] peligro surja,
surge del tonto, no del sabio: sólo el primero ofrece una materia en la que el
fuego puede prenderse y prοpagarse.36 En un
texto se considera una disciplina contra el miedo.
36 "Majjhima..., CXV (111; 128); Anguttara..., 111, 1.
El propio Buda recuerda que él, tras haber fijado bien el
sentido de su rectitud —en latín se diría innocentia
o vacare culpa [estar libre de culpa] escogió lugares remotos y selváticos,
capaces de producir espanto en dados momentos, que él habla esperado para
desafiar y destruir ese sentimiento. El método es éste: si se camina, continuar
caminando; si se está quieto, continuar estando quieto; si se está tendido,
continuar estando tendido hasta que venza el alma y haga desvanecer el espanto.37 Semejantes disciplinas no se han de menospreciar
por la idea de que el miedo es cosa únicamente de niños o de mujerzuelas. Hay
formas profundas, orgánicas del miedo, formas que se pueden llamar
existenciales porque no se agotan en simples estados psicológicos del
individuo, sino que proceden de sensaciones abismales. Ser incapaces de sentir
miedo en tal punto puede ser incluso signo de ineptitud y simpleza espiritual.
Se cuenta que cuando el príncipe Siddhartha se sentó bajo el "árbol de la
iluminación", resuelto a no levantarse hasta haber alcanzado el conocimiento
trascendental, sufrió el ataque de las fuerzas demoniacas de Mara, que querían
echarlo de allí bajo forma de llamas, de torbellinos, de tempestades y de
apariciones espantosas. Pero el príncipe Siddhartha permaneció incólume, de
guisa que al cabo todas esas apariciones se desvanecieron.38
En esto se puede ver una variante de un mito que se
encuentra en otras tradiciones, incluso con los mismos motivos (por ejemplo, el
árbol), pero también se puede ver algo más, allende del revestimiento mítico y
legendario. Quien está familiarizado con la antigua literatura místeriosόfica
sabe, en efecto, de experiencias análogas que se presentan como otras tantas
pruebas a quien quiere alcanzar la luz. Comoquiera que esas experiencias se
produzcan, se trata de afloramientos de fuerzas profundas del ser, más que
simplemente individuales o incluso humanas, y "destrucción del miedo"
es quizá el término más idóneo para designar la superación positiva de tales
pruebas, que podrían incluso destrozar y volver loco a quien no está calificado
y es intrépido. Cuando un "espíritu Yakkha" se dejó
"sentir" ante Buda y le preguntó si tenía miedo, la respuesta fue:
"No tengo miedo: sólo he sentido tu contacto contaminante", y en
seguida, en el mismo texto, se ponen en boca del Sublime las palabras: "No
veo, amigo, ni en este mundo junto con el mundo de los ángeles, de los
espíritus malos y buenos, ni entre las
37 Majjhima, IV (I, 28 y ss.)
38 Lailita-Vstara, XIX-XXI.
Huestes de los ascetas y de los sacerdotes, de los dioses o
de los hombres, quien pueda disipar mis pensamientos o quebrantar mi
ánimο".39 Pero tal incolumidad supone
estadios de disciplina interior superiores a aquellos de donde han partido las
presentes consideraciones sobre el miedo. A este último respecto no será quizá
inútil una precisión. Con ocasión del dicho "cuáles dos seres no se
espantan con el súbito estruendo de un rayo: quien ha superado la manía y el
noble elefante",40 el comentario al texto
advierte que se trata de dos casos bastante diferentes: el miedo no encuentra
asidero en el primer caso, porque no existe un "yo", y en el segundo
caso porque el "yo" es en extremo fuerte. Valga esto para eliminar la
interpretación "superhembrista" de las disciplinas de la palabra. No
se trata de un potenciamiento de una fuerza y de un valor casi animal, sino de
una inaferrabilidad. Está deshecho el vínculo por medio del cual habría podido
surgir la angustia. No hay cosa tan rígida que no pueda ser rota, pero no es
posible comprimir el agua.
Combatiendo la "cuádruple y justa batalla" y
haciendo uso de los instrumentos ya descritos de defensa, la personalidad —el
instrumento extrasamsárico que asoma en la personalidad— se va integrando gradualmente
con una cuádruple fuerza, a lo que en los textos le corresponde el término
técnico de cattaro iddhipada. Se
trata, en primer lugar, del poder que confirma la renuncia como distanciamiento
de toda forma de deseo, asociado a un apoyarse al puro elemento
"voluntad". En segundo lugar, se trata del poder de la inflexibilidad
que permite perseverar en la obra, no tomar en cuenta las derrotas y recomenzar
con fuerza siempre nueva.
En tercer lugar viene el poder de mantener levantado el
ánimo, de acogerlo, de unificarlo, de defenderlo frente a estados tanto de
exaltación como de abatimiento, estados que en un camino de este género
difícilmente se pueden evitar del todo. Por fin se tiene el poder del
"examen", que se ha de entender como una especie de integración intelectual
del estadio precedente, hasta el grado de que vuelve imposible a la mente
abrigar teorías falsas o vanas. Este cuádruple poder se encuentra sintetizado,
en cierto modo, en la fórmula de un texto ya citado: "El alcanza el
admirable sendero producido por la intensidad, por la constancia y por el
recogimiento de la voluntad; el admirable sendero producido por la intensidad,
por la constancia y por el recogimiento del ánimo; el admirable sendero
producido por la intensidad, por la
39 Cullavagga, V., passim.
40 Anguttara..., II, 46.
constancia y por el recogimiento del examen -y esto cinco
veces con ánimo heroico".41 El término iddhi (en sánscrito siddhi) de ordinario se refiere a los poderes supranormales. Aquí
se entiende máximamente referido a las energías que se relacionan con una
disciplina guerrera (hatthisippadini),
sin que se olvide, no obstante, que al menos en el camino del despertar se
trata, a la par, de fuerzas a las que el elemento bodhi o pañña les
confiere una calidad no comparable con las samsáricas o puramente humanas, una
calidad que, en cambio, participa de la "incomparable seguridad" (anuttarassa yogakkhemassa).
41 Majjhima..., XVI (1, 158).
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