miércoles, 24 de abril de 2019

El miedo (Julius Evola)


El miedo



La dottrina del risveglio
(2ª parte Cap 2)
Julius Evola

Una mención especial merece la superación del miedo en cualquiera de sus formas. Se puede llegar a esto si está bien firme, contra toda desviación de la imaginación, el sentido de la propia rectitud y del propio desprendimiento. Nada hay que esperar, nada hay que temer. El corazón no ha de volver a palpitar ni por temor ni por esperanza. Al que está interiormente desprendido tanto del mundo de aquí como del otro mundo, no hay dios o demonio que puedan hacer nada. De donde, se dice: "Cualesquiera temores surjan, todos surgen del tonto, no del sabio; cualquier [sentido de] peligro surja, surge del tonto, no del sabio: sólo el primero ofrece una materia en la que el fuego puede prenderse y prοpagarse.36 En un texto se considera una disciplina contra el miedo.

36 "Majjhima..., CXV (111; 128); Anguttara..., 111, 1.

El propio Buda recuerda que él, tras haber fijado bien el sentido de su rectitud —en latín se diría innocentia o vacare culpa [estar libre de culpa] escogió lugares remotos y selváticos, capaces de producir espanto en dados momentos, que él habla esperado para desafiar y destruir ese sentimiento. El método es éste: si se camina, continuar caminando; si se está quieto, continuar estando quieto; si se está tendido, continuar estando tendido hasta que venza el alma y haga desvanecer el espanto.37 Semejantes disciplinas no se han de menospreciar por la idea de que el miedo es cosa únicamente de niños o de mujerzuelas. Hay formas profundas, orgánicas del miedo, formas que se pueden llamar existenciales porque no se agotan en simples estados psicológicos del individuo, sino que proceden de sensaciones abismales. Ser incapaces de sentir miedo en tal punto puede ser incluso signo de ineptitud y simpleza espiritual. Se cuenta que cuando el príncipe Siddhartha se sentó bajo el "árbol de la iluminación", resuelto a no levantarse hasta haber alcanzado el conocimiento trascendental, sufrió el ataque de las fuerzas demoniacas de Mara, que querían echarlo de allí bajo forma de llamas, de torbellinos, de tempestades y de apariciones espantosas. Pero el príncipe Siddhartha permaneció incólume, de guisa que al cabo todas esas apariciones se desvanecieron.38

En esto se puede ver una variante de un mito que se encuentra en otras tradiciones, incluso con los mismos motivos (por ejemplo, el árbol), pero también se puede ver algo más, allende del revestimiento mítico y legendario. Quien está familiarizado con la antigua literatura místeriosόfica sabe, en efecto, de experiencias análogas que se presentan como otras tantas pruebas a quien quiere alcanzar la luz. Comoquiera que esas experiencias se produzcan, se trata de afloramientos de fuerzas profundas del ser, más que simplemente individuales o incluso humanas, y "destrucción del miedo" es quizá el término más idóneo para designar la superación positiva de tales pruebas, que podrían incluso destrozar y volver loco a quien no está calificado y es intrépido. Cuando un "espíritu Yakkha" se dejó "sentir" ante Buda y le preguntó si tenía miedo, la respuesta fue: "No tengo miedo: sólo he sentido tu contacto contaminante", y en seguida, en el mismo texto, se ponen en boca del Sublime las palabras: "No veo, amigo, ni en este mundo junto con el mundo de los ángeles, de los espíritus malos y buenos, ni entre las

37 Majjhima, IV (I, 28 y ss.)
38 Lailita-Vstara, XIX-XXI.

Huestes de los ascetas y de los sacerdotes, de los dioses o de los hombres, quien pueda disipar mis pensamientos o quebrantar mi ánimο".39 Pero tal incolumidad supone estadios de disciplina interior superiores a aquellos de donde han partido las presentes consideraciones sobre el miedo. A este último respecto no será quizá inútil una precisión. Con ocasión del dicho "cuáles dos seres no se espantan con el súbito estruendo de un rayo: quien ha superado la manía y el noble elefante",40 el comentario al texto advierte que se trata de dos casos bastante diferentes: el miedo no encuentra asidero en el primer caso, porque no existe un "yo", y en el segundo caso porque el "yo" es en extremo fuerte. Valga esto para eliminar la interpretación "superhembrista" de las disciplinas de la palabra. No se trata de un potenciamiento de una fuerza y de un valor casi animal, sino de una inaferrabilidad. Está deshecho el vínculo por medio del cual habría podido surgir la angustia. No hay cosa tan rígida que no pueda ser rota, pero no es posible comprimir el agua.

Combatiendo la "cuádruple y justa batalla" y haciendo uso de los instrumentos ya descritos de defensa, la personalidad —el instrumento extrasamsárico que asoma en la personalidad— se va integrando gradualmente con una cuádruple fuerza, a lo que en los textos le corresponde el término técnico de cattaro iddhipada. Se trata, en primer lugar, del poder que confirma la renuncia como distanciamiento de toda forma de deseo, asociado a un apoyarse al puro elemento "voluntad". En segundo lugar, se trata del poder de la inflexibilidad que permite perseverar en la obra, no tomar en cuenta las derrotas y recomenzar con fuerza siempre nueva.

En tercer lugar viene el poder de mantener levantado el ánimo, de acogerlo, de unificarlo, de defenderlo frente a estados tanto de exaltación como de abatimiento, estados que en un camino de este género difícilmente se pueden evitar del todo. Por fin se tiene el poder del "examen", que se ha de entender como una especie de integración intelectual del estadio precedente, hasta el grado de que vuelve imposible a la mente abrigar teorías falsas o vanas. Este cuádruple poder se encuentra sintetizado, en cierto modo, en la fórmula de un texto ya citado: "El alcanza el admirable sendero producido por la intensidad, por la constancia y por el recogimiento de la voluntad; el admirable sendero producido por la intensidad, por la constancia y por el recogimiento del ánimo; el admirable sendero producido por la intensidad, por la

39 Cullavagga, V., passim.
40 Anguttara..., II, 46.

constancia y por el recogimiento del examen -y esto cinco veces con ánimo heroico".41 El término iddhi (en sánscrito siddhi) de ordinario se refiere a los poderes supranormales. Aquí se entiende máximamente referido a las energías que se relacionan con una disciplina guerrera (hatthisippadini), sin que se olvide, no obstante, que al menos en el camino del despertar se trata, a la par, de fuerzas a las que el elemento bodhi o pañña les confiere una calidad no comparable con las samsáricas o puramente humanas, una calidad que, en cambio, participa de la "incomparable seguridad" (anuttarassa yogakkhemassa).

41 Majjhima..., XVI (1, 158).

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