COMO VE HOY EL MUNDO CRISTIANO UN NO CRISTIANO
Sobremesa académica de Masao Abe* en la Universidad
Gregoriana, 10 de Marzo de 1994.
* Profesor emérito de la Universidad de Nara. Japón. V en el
presente profesor visitante de filosofía japonesa en la Universidad de Chicago
V en la Escuela de Religión del Pacifico de Berkeley. California; maestro
residente del Centro Zen de San
Francisco. California; autor del clásico El Zen y el Pensamiento Occidental.
Como miembro de la escuela de Kyoto de filosofía, el profesor Abe ha trabajado
de modo intenso en los estudios comparados de Budismo y pensamiento occidental.
así como en el diálogo entre Budismo V Cristianismo. Ha escrito muchos estudios
de Budismo y varios ensayos sobre temas comunes al Budismo Mahayana y el
Cristianismo. En sus escritos el profesor Abe trabaja de modo recurrente en
torno al pensamiento de filósofos de Occidente tales como Heidegger, Nielzsche,
Tillich y Jung.
En 1990 participó en la Segunda Conferencia sobre Budismo y
Cristianismo del Tiltenberg, Países Bajos, cuyo tema central era Dios y la nada
absoluta:
¿Cuáles son las consecuencias de
•Ia fe en Dios
-el caer en la cuenta de la nada absoluta
-una visión feminista de Dios/la nada absoluta para nuestro
compromiso con el
mundo?
Es un gran placer para mi ser invitado por la Universidad
Gregoriana a participar en esta jornada académica junto al Padre Arij Roest
Crollius. El tema que se me pidió que tratara es "Cómo ve hoy el mundo
cristiano un no-cristiano". Sin embargo, este tema es demasiado amplio y
me resulta muy difícil abordarlo con esta limitación de tiempo, por eso les
ruego me concedan la libertad de ofrecer dos sugerencias para el mundo
cristiano desde mi propia posición de budista.
La primera sugerencia es respecto a la comprensión de Dios
hoy en día. Los estudiosos occidentales a menudo abordan la religión
estableciendo un contraste entre religiones: natural y ética (C.P. Tile) ,
profética y mística (F. Heiler), y monoteísta y panteísta (W.F. Albright, A.
Lang). El primer término de cada par generalmente hace alusión a las religiones
judeo-cristiano-musulmanas mientras que el segundo se refiere a la mayoría de
religiones orientales. Los estudiosos occidentales han propuesto este tipo de
bifurcación a fin de efectuar un juicio comparativo y tomando el lado izquierdo
(ética, profética y monoteísta) como criterio de juicio evaluativo. En
consecuencia, las religiones orientales no semíticas no sólo se ven
frecuentemente agrupadas bajo una categoría única, a pesar de su rica variedad,
sino que su comprensión se realiza desde el exterior de las mismas, sin ninguna
penetración en su núcleo interno religioso. A diferencia de las religiones
semíticas, a las que casi todos los estudiosos occidentales reconocen un
carácter común muy claro, religiones orientales tales como el Hinduísmo, el
Budismo, el Confucianismo, el Taoísmo, y el Shintoísmo muestran diferencias
significativas en sus esencias religiosas, y por ello no pueden ser
legítimamente clasificadas en una sola categoría. En parte para iluminar este
punto de manera más nítida y en parte porque me encuentro aquí para representar
al Budismo, tomaré unicamente al Budismo de entre las religiones orientales y
lo contrastaré con el Judaísmo, el Cristianismo, y el Islam.
Casi todos los estudiosos de Occidente caracterizan
correctamente al Judaísmo, al Cristianismo y al Islam, no como religiones
naturales, místicas y panteístas, sino como religiones éticas, proféticas y
monoteístas. Las tres religiones se basan en la idea de un único Dios absoluto:
Yahvéh en el Judaísmo, Dios Padre en el Cristianismo, y Alá en el Islam.
En cada una de estas religiones, se cree que el único Dios
es un Dios personal esencialmente trascendente a los seres humanos, pero cuya
voluntad se revela a los seres humanos a través de los profetas y que conmina a
las personas a observar ciertos principios ético-religiosos. Aunque no debieran
pasarse por alto algunas notables diferencias de énfasis entre las tres
religiones, podemos decir con cierta justificación que las tres son éticas,
proféticas y monoteístas.
En contraste con ellas, el Budismo no habla de un Dios
absoluto esencialmente trascendente a los seres humanos. En lugar de ello, el
Budismo enseña que pratitya-samutpada, o la ley de "co-surgimiento dependiente"
o "co-producción condicional", constituye el Dharma o la Verdad. Esta
enseñanza destaca que todo cuanto existe en y más allá del universo es
interdependiente, co-surgiendo y co-cesando con todo lo demás. Nada existe de
modo independiente, ni se puede decir que sea auto-existente. Por ello mismo,
en el Budismo, todo sin excepción alguna es relativo, relacional, no sustancial
y cambiante. Incluso el divino (Buda) no existe independientemente, sino que
está completamente interrelacionado con los seres humanos y la naturaleza. Por
esa razón Gautama Buda, el fundador del Budismo, no aceptó esa inmemorial
noción vedántica de Brahman, que se tiene por la única realidad perdurable
subyacente al universo. Por una razón similar, el Budismo no puede aceptar la noción
monoteísta de un Dios absoluto como la última realidad, sino que aboga por
sunyata (vacío) y tahata (talidad o mismidad) como la realidad última.
Sunyata como la
última realidad, en el Budismo literalmente quiere decir "vacío" o
"vacuidad" y puede implicar "nada absoluta". Eso es debido
a que sunyata es completamente no objetivable, no conceptualizable, e
inalcanzable para la razón y la voluntad. También indica la ausencia de
autoexistencia perdurable y la no sustancialidad de todas las cosas en el universo.
Está más allá de todas las dualidades y con todo, las incluye.
Al caer en la cuenta de sunyata, no sólo los seres que
sienten sino también el Buda, no sólo samsara sino también nirvana, carecen de
sustancia perdurable y son vacíos. En consecuencia, ni el Buda ni nirvana, sino
caer en la cuenta de la no sustancialidad de todo, esto es, caer en la cuenta de sunyata, es lo último. En
este contexto, quizá sea importante evitar un malentendido frecuente y resaltar
que cuando el budista insiste en que todo es vacío no quiere decir que todo es
una ilusión irreal. Lo que más bien quiere decir es que las cosas en el
universo son reales pero en sentido relativo, no en sentido absoluto. El
budismo reconoce la sustancia temporal o cambiable de todas las cosas del
universo sin reificarlas.
Esta conciencia del vacío no sustancial de todas las cosas
guarda una relación inseparable con la ley de co-surgimiento dependiente. El
co-surgimiento dependiente en tanto que Dharma (o Verdad) es posible tan sólo
cuando todo lo que hay en el universo carece de una sustancia fija, perdurable
(aunque posea una sustancia relativa y temporal) y está abierto en su relación
con todo lo demás. Los seres humanos tenemos una fuerte inclinación a reificar
o sustancializar los objetos y nuestro propio yo como si se trataran de
sustancias permanentes e inmutables. Esta sustancialización de, y su
concurrente apego a, todo tipo de objetos es la causa del sufrimiento humano.
Con respecto a la meta de la comprensión intersubjetiva, los casos más serios
de este problema residen en la sustancialización de nuestro yo (lo que conduce
a centrarlo todo en uno mismo) y en la sustancialización de la propia religión
(lo que entraña un imperialismo religioso). El Budismo enfatiza el despertar a
sunyata, la no sustancialidad de todo, incluídos nosotros mismos y el Buda, a
fin de liberarnos del sufrimiento. De ahí que enseñe no-yo (anatman) y
despertar al Dharma antes que la fe en el Buda.
Sin embargo, el énfasis budista en el no-yo y en el Vacío,
tal como la historia budista ha mostrado, es causa frecuente de indiferencia
ante el problema del bien y el mal y especialmente ante la ética social. Los
budistas deben aprender de las religiones monoteístas cómo abarcar la
personalidad humana sobre la base de una noción impersonal de "Vacío"
y cómo incorporar relaciones yo-tú dentro del contexto budista de
"Vacío".
En el Cristianismo, Dios no es simplemente trascendente.
Dios, más bien, es profundamente inmanente a la humanidad como encarnación del
Logos en forma humana, la de Jesucristo, y sin embargo, lo divino y lo humano
no son completamente interdependientes. Porque si bien el ser humano es por
completo dependiente de Dios, Dios no depende del ser humano. El mundo no puede
existir sin Dios, pero Dios puede existir sin el mundo. Debido a que Dios es la
deidad autoexistente, ontológicamente suficiente en Sí misma, Dios puede
existir y existe por sí mismo sin depender de nada más. En este punto, un
budista puede preguntar: "¿Cuál es la base del Dios único que ejemplifica,
El solo, la existencia autosuficiente?" Un cristiano podría responder a
esta cuestión subrayando la importancia de la fe en Dios, y esta fe no sería
sino la "garantía de lo que se espera, la prueba de las realidades que no
se ven" (Hb 11, 1). Más aún, Dios en la religión semítica no es meramente
el Dios único absoluto en el sentido ontológico, sino un Dios vivo y personal
que llama a los seres humanos a través de su Palabra y que solicita que los
seres humanos respondan a su Palabra. En su libro ¿Existe Dios?, Hans Küng
dice: "Dios en la Biblia es sujeto y no predicado; no se trata de que el
amor es Dios, sino de que Dios es amor: Dios es alguien que me mira, a quien me
puedo dirigir".
Mi reacción budista a esta afirmación es: ¿No es verdad que
me puedo dirigir a Dios, no sólo desde fuera de Dios, sino también desde el
interior de Dios? ¿Acaso' Dios no me miraría dentro de Dios incluso aunque yo
le diera la espalda? El Dios que me mira y al que puedo dirigirme y quien, a su
vez, puede dirigirse a mi es Dios como sujeto. Pero el Dios dentro de quien me
dirijo a Dios y dentro de quien Dios me encuentra no es Dios como sujeto; se
trata, antes, de Dios como predicado universal. 0, hablando de una forma más
estricta, Dios como predicado universal no es ni solamente ni únicamente Dios
como sujeto ni Dios como predicado, sino Dios como "Nichts" (en
alemán en el original). En Dios como Nichts, Dios como sujeto me encuentra
incluso aunque yo de la espalda a Dios y por tanto en verdad siempre puedo dirigirme
a Dios como Tú. La misma relación yo-Tú entre uno mismo y el Dios personal
tiene lugar precisamente en Dios como Nichts. Puesto que Dios como Nichts es la
base sin base de la relación yo- Tú entre uno mismo y el Dios personal, Dios
como Nichts no es ni sujeto ni predicado, sino una "cópula" que actúa
como un nexo conector, intermediando entre el sujeto y el predicado que siempre
guardan una relación dinámica. Eso comporta que Dios sea amor y el amor sea
Dios porque Nichts es el amor incondicional que se niega a sí mismo. Ese es el
interior absoluto del misterio de Dios que es su exterior absoluto a una misma
y sola vez. Podemos pues decir, Dios es amor porque Dios es Nichts: Nichts es
Dios porque Nichts es amor. Esta interpretación quizá no concuerde con la
ortodoxia tradicional. Es aquí, sin embargo, mediante el principio de la
negación de sí mismo, donde se cumplen plenamente tanto el anhelo humano de
salvación como el misterio más profundo de Dios. Y lo que es más, Dios como
sujeto que encuentra a uno y a quien uno puede dirigirse como Tú, es
incompatible con el ideal de la razón autónoma tan importante para la humanidad
moderna, porque la razón autónoma, por definición, rechaza toda forma de
heteronomía, incluída la teonomía, que es la cualidad o condición de estar
sujeto a las leyes o gobierno de Dios. y el Dios como sujeto también es
desafiado hoy día por el nihilismo nietzscheano y por el existencialismo ateo,
La noción de Dios como Nichts, sin embargo, no sólo es compatible con, sino que
también puede abrazar a la razón autónoma porque no hay conflicto entre la
noción de Dios como Nichts (que no es ni sujeto ni predicado) y la razón
autónoma, y porque la autonomía del pensamiento racional, por mucho que se
enfatice, no queda limitada por la noción de Dios como Nichts. En el Dios que
es Nichts, que se niega a sí mismo o que se vacía de sí, no sólo se superan la
moderna razón autónoma humana y la subjetividad racionalista sin por ello
quedar desfiguradas, sino que además se percibe el misterio de Dios del modo
más hondo. Dios como amor es plenamente comprendido en su mayor radicalidad por
encima del nihilismo y del ateísmo contemporáneos.
Esta es mi humilde sugerencia de cara a una comprensión de
Dios hoy en día.
La segunda sugerencia tiene que ver con la relación entre la
justicia y la sabiduría. En las religiones occidentales, a Dios se le otorga el
atributo de la justicia o la rectitud en tanto que juez, así como el amor o la
misericordia en tanto ejerce el perdón. Dios es la fuente de la justicia, de
ahí que todo cuanto Dios hace pueda ser definido en términos del juicio de
Dios.
La noción de justicia, rectitud o virtud, es un arma de
doble filo. Por un lado, ayuda amantenerlo todo en el orden correcto, pero por
otro establece distinciones netas entre los justos y los injustos, prometiendo
a los primeros la bendición eterna pero condenando a los últimos al castigo
eterno. Consecuentemente, si la justicia o la rectitud constituye el único
principio de juicio o se acentúa en extremo, crea una seria desunión entre las
personas. Esta desunión no puede ser restaurada porque se la considera el
resultado de un juicio divino.
Aunque el énfasis religioso en la ley y en la doctrina de la
retribución exacta es judío, Jesús fue más allá de ese fuerte acento en la
justicia divina y predicó la igualdad universal o la indiferencia divina del
amor de Dios. Al hablar de Dios Padre, Jesús dijo: "El hace salir su sol
sobre buenos y malos, y llover sobre justos e injustos" (Mt 5, 45). Y
subrayó: "Amad a vuestros enemigos, y rogad por los que os persigan, para
que séais hijos de vuestro Padre celestial" (Mt 5,44). Y aun con todo, en
la tradición judeocristiana la noción de elección divina resulta evidente de
una forma persistente. El Viejo Testamento predica la elección de Israel por
parte de Dios de entre todas las naciones de la tierra como el pueblo de Dios,
poseedor de una alianza de privilegio y bendición (Dt 4,37 Y 7, 7; 1 R 3, 8; Is
44, 1 -2). En el Nuevo Testamento, la elección divina es una elección de gracia
y misericordia. Aún así, esta elección es bastante restringida, ya que como se
mantiene de forma muy clara en el Nuevo Testamento: "Muchos son llamados,
mas pocos escogidos" (Mt 22, 14). De ese modo, "los términos [elección
o legidos] siempre implican una diferenciación ya sea vista de parte de Dios o
como un privilegio de parte de los hombres" (Diccionario de Teología de
Baker, ed. por Everett F. Harrison,1960). Pablo dice que todos los seres
humanos están condenados bajo la ley, y de forma justificada. Esa es la razón
de que la salvación se efectúe por medio de un renacimiento espiritual en el
amor a Cristo y no mediante la obediencia a las leyes judaicas (Rm 3, 28). Sin
embargo, muchos cristianos, en vez de ofrecer sus vidas al espíritu del amor
sacrificado de Cristo, toman las palabras de Pablo en el sentido de que sólo
los seres humanos que se hayan comprometido con el nombre y la forma de Jesús
serán elegidos por Dios para la bendición eterna. Lamentablemente, esa interpretación
imposibilita la salvación a los no cristianos. En el Cristianismo, la noción de
"elegido por Dios" con frecuencia eclipsa la "igualdad
universal" del amor de Dios. Si no me equivoco, eso guarda una estrecha
relación con el acento desmedido que se pone en la justicia o rectitud.
Mientras el Cristianismo habla mucho del amor, el Budismo
subraya la compasión. La compasión es el equivalente budista a la noción
cristiana del amor. En el Cristianismo, empero, . el amor viene acompañado de
la justicia. El amor sin justicia no es considerado como verdadero amor y la
justicia sin amor no es auténtica justicia. En el Budismo, la compasión
siermpre va de la mano de la sabiduría. La compasión sin sabiduría no se tiene
por genuina compasión y la sabiduría sin compasión no es verdadera sabiduría.
Al igual que la noción cristiana de justicia, la noción budista de sabiduría
indica la clarificación de la distinción o diferenciación entre las cosas del
universo. A diferencia de la noción cristiana de justicia, sin embargo, la
noción budista de sabiduría no entraña juicio o elección. La sabiduría budista
comporta la afirmación o el reconocimiento de todas y cada una de las cosas y
personas en lo que tienen de único y diferenciado, o en su talidad. Y lo que es
más, como antes se señaló, la noción de justicia crea una escisión irreparable
entre los justos y los injustos, los virtuosos y los no virtuosos, en tanto que
la noción de sabiduría evoca un sentido de igualdad y solidaridad. De nuevo, la
justicia, cuando se lleva a su conclusión extrema, con frecuencia tiene corno
resultado el castigo, el conflicto, la venganza e incluso la guerra. La
sabiduría, por el contrario, entraña acercamiento, conciliación, armonía y paz.
El amor y la justicia son como el agua y el fuego; aunque ambos son necesarios,
van juntos con dificultad. La compasión y la sabiduría son como el calor y la
luz; si bien diferentes, juntos obran de manera complementaria.
La tradición judeo-cristiana, con todo, no carece de la
noción de sabiduría. En la Biblia hebrea, el cuerpo literario en torno a la
sabiduría en libros como el de Job, Proverbios, y el Eclesiastés, ocupa una
posición importante y en ellos con frecuencia se menciona hokma (sabiduría).
Este término se refiere tanto al conocimiento humano como a la sabiduría
divina. Como un estado de conocimiento donado por Dios, la sabiduría
proporciona a la persona humana la capacidad de llevar una vida buena,
verdadera y satisfactoria mediante el seguimiento de los mandamientos de Dios.
En el Nuevo Testamento, sophia se concibe como un atributo de Dios (Lc 11, 49),
la revelación de la voluntad de Dios a las personas (1 Co 2,.4-7). Pero de una
forma muy notable Jesús, como el Cristo, se identifica con la sabiduría de Dios
por que se cree que constituye la fuente última de toda la sabiduría cristiana
(1 Co 1, 30). Sin embargo, en el conjunto de la tradición judeocristiana, el
aspecto de la sabiduría de Dios ha sido más bien relegado en favor del aspecto
de la justicia de Dios. ¿No resulta ahora importante y absolutamente necesario
enfatizar el aspecto de la sabiduría de Dios en lugar del aspecto de la
justicia de Dios a fin de resolver los conflictos en el seno de las religiones
así como entre diferentes religiones?
Por otra parte, en el Budismo la noción de justicia o
rectitud es más bien débil y por eso el Budismo con frecuencia se muestra
indiferente a los males e injusticia sociales. Si el Budismo aprende de las
religiones occidentales la importancia de la justicia, y desarrolla su noción
de compasión para unirla no sólo a la sabiduría sino también a la justicia,
estará más cerca del Judaísmo, del Cristianismo y del Islam en su relación
interreligiosa y asumirá un papel más activo a la hora de establecer la paz
mundial. A través del aprendizaje mutuo ambas religiones, Budismo y
Cristianismo, habrían de transformarse para dar respuesta a la situación humana
actual y para cooperar en aras de la paz mundial y el bienestar humanó.
Editrice pontificia Università Gregoriana. Roma 1994 p.17 a
27.
En castellano en
Pasos nº 52 (Boletín Trimestral de la
Fundación Zendo Betania) Traducido por Fernando Bertrán
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