martes, 2 de abril de 2019

EL SIMBOLISMO DEL PETROLEO


SYMBOLOS
Revista internacional de 
Arte - Cultura - Gnosis

EL SIMBOLISMO 
DEL PETROLEO*


Es muy significativo que la principal fuente de energía
 de que se alimenta la sociedad moderna sea una 
substancia subterránea, producto de la 
 descomposición orgánica de residuos vegetales y
 animales: el petróleo, aceite de piedra, la antigua
aqua infernalis medieval.

Y decimos significativo porque, en otro orden de cosas,
en el orden de las ideas y los valores, ocurre un 
fenómeno  parecido. Lo que se ha venido en llamar 
la evolución del 
pensamiento, o el progreso científico, no es tal en el 
fondo, sino la vulgarización de una serie de objetivos
 y tendencias  que en las antiguas sociedades estaban
 escrupulosamente  delimitadas, cuando no completamente
 erradicadas. Por ejemplo: son proverbiales los 
conocimientos matemáticos, astronómicos y geométricos
 del mundo musulmán y la  importancia de su cultura,
 nodriza en este campo de la occidental. Sin embargo,
 el desarrollo tecnológico de todas  sus posibilidades y 
aplicaciones prácticas es algo que nunca  ha pasado 
del orden teórico, por consciente prescripción de
 las leyes y doctrinas islámicas. Asimismo, la
 manipulación  de los materiales del mundo subterráneo,
 como la fundición  de metales, siempre han sido 
objeto de un especial y consagrado tratamiento, solo ejercido 
además por las castas sacerdotales  (ver los antiguos 
Kuretes, los Kabires y Dáctilos). Se sabe  que el primer
 hierro que se  utilizó no era de mina, sino meteórico,  
caído del cielo, y que mucho más tarde se optó por 
extraerlo  de la tierra.

En efecto al mundo subterráneo le es inherente un sentido
 tenebroso que se manifiesta también en la cualidad de sus
 materiales. El simple hecho de encontrarse por debajo
 nuestro, diametralmente opuesto al cielo y a su bóveda 
 estrellada, lo define y ubica simbólicamente en el orden
 universal, dándole su valor propio, y el papel de su 
influencia en relación al ser humano y su mundo. Las
 entrañas telúricas encierran un potencial de energías 
de dicha índole, es decir subhumano e infrahumano, 
que el hombre arcaico mantenía a raya a través de la 
fuerza eficiente de los ritos y los símbolos. La armonía
 universal y su mantenimiento en el plano de lo 
humano-terrestre  es parte de las funciones del hombre
 verdadero, del hombre  tradicional. Algo que el hombre
moderno parece haber desechado en su ciego afán
 consumista y depredador.

La propia utilización del petróleo y sus derivados no
 constituía en la antigüedad una dependencia vital, ni 
se realizaba un consumo exhaustivo de los mismos: 
más bien por el contrario encontraba su función en 
aplicaciones perfectamente tradicionales, normales,
 inocuas e incluso consagradas.

Gasolina, carburantes, productos sintéticos, medicinas,
 plásticos, etc., son oriundos del petróleo, formando
 parte  esencial de nuestro entorno cotidiano y sus efectos 
polucionantes no dejan de igualarse a la propia cualidad 
 de su naturaleza inferior y maligna.

Igualmente al designar con la expresión aqua infernalis 
al petróleo, los hombres de la Edad Media conocían muy
 bien las "influencias" nefastas que podrían desprenderse 
de su manipulación y uso desmesurado. Esta advertencia
 al parecer no la tuvieron en cuenta los que diseñaron el 
modelo de civilización que estamos padeciendo,
 civilización que como todos sabemos encuentra su
 principal sustento  en el petróleo y sus múltiples
 derivados.  Como ya se ha  dicho, el lugar de donde éste
 se extrae,  el mundo subterráneo,  lo convierte, 
efectivamente, en sinónimo de infernal, de
 tenebroso, de oscuro, en definitiva de todo aquéllo que
 es capaz de provocar unos efectos verdaderamente 
destructivos  y caóticos ¿Acaso no estamos viviendo
 junto con toda la  naturaleza en su conjunto esos 
efectos? Los "símbolos" del petróleo no expresan 
evidentemente nada que se refiera  a un orden superior, 
 sino netamente inferior, es decir  infernal
 (inferior = infer-nus). Es, pues, un simbolismo
 claramente "invertido". Veamos un ejemplo. 
¿Por qué se denomina "oro negro" al petróleo?
 Una primera lectura  nos dice que ese apelativo
 le viene dado por un valor   económico
 (el petro-dólar) que lo hace semejante al 
valor del oro. Pero el oro es un metal que en todas las
 culturas tradicionales ha sido asociado al sol, el que a
 su vez ha sido considerado como el símbolo por 
excelencia del Dios creador (p. ej. el Apolo griego), 
donador de la vida y del orden universal. Sin embargo 
cualquier deidad celeste y luminosa también tiene una
 contrapartida infernal y oscura, es decir su reflejo
 invertido,  su sombra. En el caso de la deidad que el 
sol simboliza, ese aspecto sombrío recibe en la tradición
 judeo-cristiana  el nombre de Samael o Satán, el 
Adversario. Esta entidad es,  creemos nosotros, la
 que simboliza precisamente el «oro negro» del petróleo,
 de lo que se deduce que éste  podría ser considerado
 como un "vehículo" que sirviera de «soporte» para
la manifestación de dicha entidad, para  llevar a cabo
 una labor disolvente y disgregadora, la que
 por cierto cumple una función específica dentro 
del final  del ciclo que estamos viviendo.

Recordemos que el petróleo es un líquido viscoso, un óleo
 que como tal es a la vez ígneo, y por tanto almacén de luz
 y vida. Y ello no podría ser de otro modo, puesto que toda
 energía, aun la más telúrica y subterránea, tiene en última
 instancia su origen en el Sol, es decir: en la Luz y en 
el Espíritu.

Este aceite también tuvo antiguamente un carácter
 tabuado  precisamente por su carácter inferior y limitado
 al reino  mineral. Ahora bien, esta misma naturaleza de 
"agua infernal"  es la que ha permitido canalizar su energía
 o potencia hacia  el mundo artificial e inhumano de los
 motores y las máquinas,  pues él es el alimento que les 
da la vida y las anima. 

De este modo –y violado el entredicho que pesaba sobre

 este pestilente y venenoso líquido, destructor de vida en 
los reinos naturales superiores (vegetal y animal)–
 el hombre  ha llegado a crear un sofisticado mundo 
mecánico, seudo-animado y pseudo-vivo, ha creado
 una poderosa  ilusión de movimiento y velocidad 
en el plano físico  que no deja de ser, por inferior,
 la más evanescente y peligrosa como claramente 
hoy podemos verificar, por el agotamiento de sus
 reservas que ya vislumbramos, y  las crisis 
económico-políticas fatales, a que su misma
 escasez está dando lugar.

Asimismo ha de destacarse junto con su densidad, 
productos de la degradación material de elementos 
muertos o desechos, su asimilación a la simbólica del
 color negro y su dualidad, o sea su relación con el
 origen  nocturno y acuoso de la medianoche y la
 inmanifestación  y el retorno a ese estado mediante
 un proceso de combustión, o derretimiento de 
estructuras, que bien podría ejemplificarse con el 
ocaso y fin de una civilización . En ese sentido
 también  debe señalarse la antigüedad de  este 
material que  lo vincula con los orígenes y su eclosión
 como factor imprescindible de la existencia actual hace
apenas unas décadas lo que debe equipararse con el
 principio  y término de un ciclo, en el que el simboliza
 una energía de  tipo fatal, una entidad destructiva impuesta
 al hombre  por  el hombre mismo, invocada como una 
falsa deidad  llamada progreso, reflejo de la ignorancia 
la alienación, la dependencia  y la impotencia de la 
humanidad  contemporánea que no  ha podido crear
 ninguna  alternativa de cambio a la  servidumbre  que
 aún le profesa. P. A.

NOTA
*
El presente artículo, redactado por colaboradores de SYMBOLOS,
 fue publicado en la revista barcelonesa Hora Zutz, Nº 1, 
segunda época, 1991.




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