3. Una sublimación arriesgada
SAGESSE DU BOUDDHA .RELIGION DE JÉSUS
Bouddhisme et christianisme des
origines á nos jours
Alain Delaye
Editions Accarias L’ORIGINEL. Paris
2007, pp. 222-225
No es necesario buscar muy lejos para aproximar las posiciones del
cristianismo y del budismo en materia de sexualidad. La reserva budista y
cristiana hacia las mujeres se explica en parte por el hecho de que, en ambas
religiones, esta aparece como símbolo de carne y procreación. Sin embargo, en
el universo nirvánico (la Tierra pura, el paraíso de Occidente, el reino de Shambala...)
como en el Reino de los Cielos (la Jerusalén celestial, paraíso, la morada de
los justos...), no hay lugar para la reproducción, para la mujer como
procreadora. En ambas religiones, el monacato como modelo anticipatorio de
sociedad y de vida se ha impuesto, y con ella su ideal de continencia.
Naturaleza humana estando dotado de una poderosa energía sexual, era necesario
controlar, reprimir, reprochar. Se han adoptado una gran variedad de actitudes
para hablar de ello, que van desde la tolerancia condescendiente hacia el
matrimonio hasta la voluntad de
erradicar cualquier acto, pensamiento o incluso sueño libidinoso. Para Pablo,
"es mejor casarse que quemarse". En el Hinayana, los laicos sólo
pueden esperar el nirvana después del renacimiento y el pasaje al estado
monástico. Para Casiano, es preciso matar el espíritu de la fornicación"
(traduzcamos: deseo sexual), que el Vinaya, por su lado, persigue en todas sus
formas. En pocas palabras, es preciso elegir entre el espíritu casto y la carne
pecaminosa, la salvación del nirvana y la esclavitud de samsâra.
Además de las innumerables reglas y prohibiciones escritas,
impuestas, para ayudar a tomar la decisión correcta, el budismo y el
cristianismo han hecho un llamamiento a imágenes que muestran la sexualidad en
una luz negativa, incluso sórdida. En el budismo, el Buda está a horcajadas
sobre los cuerpos de las mujeres con aspecto de cadáveres y los considera como
"montones de impurezas".¿ Sus menstruos no son la prueba concreta de
esta contaminación tan profundo que hay en algún lugar un lago infernal donde caen
mujeres muertas en el parto, y las estériles?
En el cristianismo, la lujuria aparece en textos y en el
arte como una prostituta satánica; en Moissac, mordida en el sexo y en los
pechos por las serpientes. Las escenas del pecado original pintan a Eva, la
tentadora, desnuda, sucumbiendo ella misma al encanto de la serpiente. Los tormentos de
los condenados reproducidos por la pintura, hacen parte importante a los
cuerpos desnudos, lascivos y torturados, y ciertos cuadros de brujas, cómplices
de Satanás, les gusta representarlos de una manera erótica, prestas a
vampirizar, a poseer.
Además, hay un interesante paralelo hagiográfico interesante
entre las madres de Buda y Jesús. A Maya Devi no le gustan las cosas de sexo y
no es objeto de ningún deseo. Es en la abstinencia más completa como ella
concibe al Buda y virginalmente como le da a luz. Después de lo cual permanece
y muere casta. María conoce varón y habiendo hecho, según la tradición, voto de castidad, nunca fue tocada por José.
Ella concibe y luego da a luz virginalmente, y permanece virgen perpetuamente. Sobre
las dos personas, la historia no nos dice mucho, pero la leyenda ha bordado sin
parar, para mostrar hasta qué punto santidad y virginidad se identifican entre
sí.
Sin embargo, algunos budistas y cristianos han estado
buscando vías de salida hacia una visión más equilibrada. Grandes maestros budistas
han proclamado la igualdad de hombres y mujeres con respecto a la capacidad del
despertar y algunos incluso vieron en ella y las relaciones sexuales un camino
a la salvación. En el lado cristiano, hay autores antiguos a contracorriente que,
como Tomás de Aquino y Dionisio el Cartujo, rehabilitan el placer sexual en una
visión más sana del matrimonio y la pareja, y otros, más recientes, como
Drewerman o Françoise Dolto, que se reanudan desde posiciones modernas, con una
visión evangélica de la sexualidad.
Pero aún queda un largo camino por recorrer. Budistas y
Cristianos, si ellos quieren superar y resolver la vieja sospecha sobre el
sexo, de la que son en parte víctimas pero también cómplices, tienen que recorrer
un camino de aceptación: creer (en Dharma, en Dios) " con " su sexualidad
y no "a pesar de", lo que implica una visión al respecto menos
sospechosa.
Jesús, dado su tiempo y cultura, fue sorprendentemente libre
con las mujeres, admitiéndolas en su entorno, no condenando ninguna, tratando
de protegerlas del repudio, defendiendo incluso adúlteras y prostitutas. Él no
proponía la castidad más que en situación de urgencia (el Reino está muy cerca)
y a los que tenían oídos para entenderlo, una madurez y motivos bastante
poderosos para vivirla con alegría. Esto a los discípulos - hombres y mujeres -
que, en su mayor parte, había tenido una vida sexual antes de seguirlo.
El Buda conoció las alegrías del matrimonio, del concubinato
y la paternidad. Y no hay nada que sugiera que él exigiera la virginidad de
aquellos que quería convertirse en sus discípulos. Si parece más reservado que
Jesús en su trato con las mujeres, finalmente las admitió en su comunidad. Esta
reserva, que fue explotada hasta la saciedad por los moralistas de Vinaya,
puede ser interpretado como una recurrencia de los condicionamientos de época y
no puede en ningún caso ser erigido en principio dogmático. Si él abogaba por
la castidad, el Buda no lo hizo en ningún caso la ha presentado como una
condición sine qua non de acceso al
despertar, y esto es lo que la tradición Mahayana ha entendido abriendo
ampliamente las puertas de la sangha a los laicos y empujando a veces alegremente
las prohibiciones sexuales.
En resumen, un retorno a las raíces tanto como una apertura
a las ciencias humanas, podría, en materia de sexo, ayudar al cristianismo a integrar mejor la sexualidad en una ética del amor, y al budismo a efectuar
una entrada completa en la “vía del medio”. El koan citado al principio de
nuestro capítulo cesaría de ser para él un enigma (1).
1. Por ejemplo es
como una gran vaca que pasa por una ventana enrejada. Han pasado ya su cabeza y
sus cuernos y sus cuatro patas. ¿Por qué no puede pasar también su cola?»
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