martes, 5 de febrero de 2019

Monaquismo (Alain Delaye)


SAGESSE DU BOUDDHA .RELIGION DE JÉSUS

Bouddhisme et christianisme des origines á nos jours

Alain Delaye

Editions Accarias L’ORIGINEL. Paris 2007, pp. 66-70



3. Cazado- cruzado

El budismo, la religión de los monjes, ha llegado a abrir sus puertas; El cristianismo, una religión popular al principio, terminó por construir uno. Incluso se puede decir que con el paso del tiempo, los recorridos de las dos vías se han reunido y cruzado. Así es como en las iglesias cristianas, los monjes terminaron ocupando un lugar importante 75 y que las normas de vida monástica, en particular el celibato, han acabado por ser impuestas a los ministros cristianos; mientras que en los monasterios Budista, los monjes han asegurado las funciones rituales y pedagógicas de un verdadero clero y podido incluso unirse a las filas de los fieles laicos. El resultado, en ambos casos, fue la creación de una sociedad religiosa en dos niveles: la de los especialistas de lo espiritual, dedicados a un avance rápido y a una función de guía, y la de un una masa más lenta, destinado sobre todo a ser instruida.

Esta estructuración, que se ha establecido en las comunidades budistas y cristianas en función  a varias motivaciones y necesidades diversas y legítimas, no ha estado exento de desvíos e inconvenientes, el principal siendo la institucionalización de lo que inicialmente fue un compromiso y un carisma personal. Así es como las dos religiones se han encontrado con monjes reclutados y condicionados desde la infancia y clérigos funcionarios públicos forzados al celibato que es difícilmente soportable. Por no decir nada de la trampa en la que se convirtió la institución monástica o clerical para las personas que querían salir.
A estos inconvenientes se añadieron otras, el carácter deliberadamente intemporal de la vida monástica que a menudo condujo a las órdenes religiosas a perpetuar las estructuras arcaicas y favorecer un cierto integrismo. Si no pueden hacernos olvidar los éxitos que constituyen  muchas vidas "consagradas", plantean sin embargo cuestiones con relación a la intención original de Buda y Jesús. El primero, al trazar el óctuple sendero, nunca recurrió para hacerlo tomar o guardar a un principio de autoridad, sino siempre ha reenviado a sus discípulos a su propia luz e iniciativa. El segundo sólo propuso la pobreza material y el celibato sólo para aquellos "que tienen oídos para oír", es decir, a quienes su motivación y madurez les permite comprender su significado y tener el deseo de hacerlo; debiendo pesar la inminencia de la venida del Reino en su elección.

En los dos casos, se ha tratado para ellos de un compromiso libremente consentido y mantenido, y eso es lo que las instituciones monásticas a menudo han tendido a olvidar, creando a través de los votos puntos de no retorno, y culpabilizando por las lagunas y salidas, y reclutando en condiciones de inmadurez de la patente. El monaquismo en tanto que elección de una vida centrada en lo esencial, a la luz de una a comprensión y la calidez de una dinámica profunda, está en el corazón tanto el budismo como el cristianismo. Como estructura social buscando condicionar a los individuos de acuerdo a un modelo ascético rigurosos, no fue recomendado ni por el Buda ni por Jesús y puede ser tenido incluso por marginal tanto al budismo como al cristianismo. Sin embargo, el entrelazamiento de estas dos realidades ha sido y sigue siendo problema para ambas religiones 76 De ahí la necesidad de discernir un cierto esencial y atenerse ahí. ¿Cuál?

Esto parece esencial para los monaquismos budista y cristiano, como con cualquier otro (brahmánico, musulmán...), es el enfoque de toda la vida del monje en un solo centro, en una única realidad que se estima valer más que nada, más que todo lo que el monje deja por ella en cualquier caso, es decir: propiedad, familia, patria, actividades sociales y placeres personales. Esta realidad “omnivalente”, esta perla que sobrepasa los otros bienes, este Tesoro del Reino, reviste en el cristianismo el rostro de un Dios personal presente een el corazón de todo creyente que le invoca y le reza. El monje cristiano entiende dar a este Dios una prioridad absoluta y a la oración que asegura el contacto con él, el primer lugar en su vida.

En el budismo, encontramos para designar el absoluto al que el monje tiene la intención de consagrarse otra terminología. Se habla de "naturaleza budista original", de "cuerpo de esencia Buda", del "no nacidos, no devenido, no hecho, no compuesto” de  "espíritu vasto", de "luz fundamental" o incluso "de vacuidad deslumbrante". No estamos tratando con un Dios personal, mucho menos salvador; sin embargo, este indecible en el que se disuelve toda tentativa de captura conceptual es lo que polariza la vida del monje budista y sin la cual, como dijo el Buda mismo no habría liberación posible (Udana 80).

Es el despertar a la "naturaleza búdica", al "vacío de la luz que estalla"  77 lo que motiva la ascesis y toda la vida del monje budista y que busca a través de una incesante, meditación. Es la unión a una deidad personal la que subyace en el enfoque del monje cristiano y su oración continua. Pero ambos apuntan a una realidad simple, "no compuesta "para el budista, "uno y única" para el cristiano, los dos buscan lograrlo unificando sus vidas, centrándose sobre un Real último, excluyendo divisiones y particiones, de ahí el “celibato'' más ampliamente la renuncia que elimina los obstáculos, evitando las ocasiones de  fragmentación, de dispersión.

Si ahora se abandona ahora esta visión de base común a los dos monaquismos para examinar su evolución, nos encontramos una homología en las etapas que recorren. Así es como el monaquismo budista ha pasado - no sin conflicto - de un ideal del arhat que da prioridad a la liberación del individuo, a un ideal de boddhisatva descentrando al monje hacia una salvación colectiva. El monaquismo cristiano, por su parte, ha evolucionado a partir de formas rigurosamente contemplativas, atentas especialmente al progreso espiritual personal, hacia formas apostólicas y caritativas en la que los religiosos se han dedicado a tareas altruistas o " compasionales" de evangelización y asistencia.

Esta nueva forma de vivir los valores monásticos se llevó a cabo en Occidente en el siglo XIII, con la aparición de las órdenes de mendicantes. Ello no generó un conflicto tan abierto ni un rechazo tan violento las antiguas formas religiosas como en el primer siglo, en Oriente, en el Mahayâna. Sin embargo, las disputas teológicas que tuvieron lugar acerca de las virtudes comparadas de acción y contemplación, así como de la superioridad presumida de la vida contemplativa 78, revelan el tipo de tensiones que se habían conocido mucho antes, por la Monaquismo budista, en torno al disputado modelo del arhat.

En cualquier caso, el monaquismo y sus derivados han sido constituido en las dos religiones una reserva de fuerzas vivas sin las cuales estas habrían tenido problemas para irradiar, incluso para sobrevivir. ¿En qué se habría convertido el Budismo sin sus monasterios, lugares de meditación y maestros de sabiduría? ¿El cristianismo sin sus monjes, sus religiosos, sus clérigos regulares y seculares? ¿Qué habría sido de ella? ¿Incluso que habrían llegado a ser Oriente y Occidente sin los monjes que difundieron el Evangelio y el dharma allí, que han elevado su nivel de civilización y desarrolló un verdadero humanismo? Se puede y se debe interrogar  acerca de las insuficiencias personales y las rigideces institucionales que no han dejado de pesar sobre el monaquismo, pero no se puede negar el potencial del humanidad que ha vehiculizado y el trabajo espiritual que se ha hecho gracias a él.

Una cuestión, sin embargo, se plantea en cuanto a su porvenir. En una sociedad democrática, igualitario, desacralizado y sexualmente ilustrada (si no liberada), el monaquismo, budista o cristiana, con su elitismo, sus estructuras autoritarias y sus cerrazones sexuales, ¿puede sobrevivir de otra manera que bajo formas fundamentalistas? La cuestión no es nueva. Ya en el siglo XII, el Sutra de Vimalakirti, que tuvo tanta influencia en India y China, con tanta influencia, se libró a una crítica a fondo del clericalismo puritano en el Hinayâna y promueve el ideal de un Bodhisattva laico. Y en Europa, en el siglo XVI, la Reforma protestante hizo lo mismo con el monacato católico, abriendo las puertas a una visión familiar y comunitaria de la vida cristiana muy diferente de la que se practica en los monasterios y en los conventos.

Si a esto le sumamos algunos acontecimientos políticos y el movimiento general de secularización de las sociedades, podemos entender por qué hoy la vida monástica en ambas religiones está en crisis. Como lo indica M. von Brück según R. Thurman: "El monaquismo budista está hoy en día casi en un estado apocalíptico. Perseguidos y expulsado del Tibet, anonadados en Asia del Sud-este y en China a través de las guerras civiles y la dictadura comunista, las comunidades están amenazadas en Japón, en Τaiwan y en Tailandia por la secularización y el consumismo. En Sri LanKa están divididas porque están politizados por una guerra civil y etno-religiosa. 79

La situación del monacato cristiano es poco reluciente. En el siglo XVIII, sufrió todo el latigazo pleno del choque ideológico y político de las Luces y la Revolución Francesa, y la actualmente la caída libre de las vocaciones en países de la vieja cristiandad está muy lejos de ser compensada por su ascenso en las cristiandades africanas y del sud-americanas más reciente. Los monasterios a veces se han convertido en lugares de repliegue identitario, espacios de refugio para espíritus que no encuentran su cuenta en comunidades cristianas  demasiado abiertas, incluso tibias o decadentes. En este sentido, retroceden en sus razones para irse, a la época de los Padres del Desierto. En resumen la actual crisis religiosa, el budismo y el cristianismo, no ha dicho su última palabra y pueden esperar una renovación, no es seguro que esta pase, a pesar de su generoso historial de servicio, por el monaquismo.

NOTAS

76 “El monaquismo reglamentado no puede ser más que un ascetismo atenuado, más que un misticismo suavizado. Se pretendido incluso  que la Iglesia se ha servido de él par “jijar” la ascesis y para “digerir” la mística… Lo cerrado y lo abierto, lo institucional y lo personal compuestos en él” (H. Duméry Monachisme,Enc. Universalis 15,625)
77 Las expresiones son de Dogen cuya posición con relación al monaquismo y la vida secular es un poco ambigua. Por una parte defiende la pasibilidad de los laicos (y las mujeres) de alcanzar el despertar en esta vida (Shobogenzo, Bendowa, Raihai Tozuku), por otra proclama la superioridad incontestable de la vida monástica (Shobogenzo, Shukke, Sanjushichibon bodaibungo)
78 Santo Tomás de Aquino defiende la superioridad de la vía mixta sobre la vía puramente contemplativa argumentando a partir de la vida de Cristo.
79 Bouddhisme et christianisme  (Salvator 2001) p.585



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