3 La eternidad del
amor
SAGESSE DU BOUDDHA .RELIGION DE JÉSUS
Bouddhisme et christianisme des
origines á nos jours
Alain Delaye
Editions Accarias L’ORIGINEL. Paris
2007, pp. 344-346
Si ahora dejamos los principios y leyendas por la realidad,
sin duda que el budismo ha conocido a lo largo de los siglos seres que han
puesto la compasión en el centro de sus acciones y palabras. En primer lugar,
en el nivel de enseñanza, muchos maestros se han dedicado en cuerpo y alma para hacer
madurar a los discípulos que se dirigían a ellos, y esto sin la búsqueda de
ningún beneficio personal. Nâgârjuna que aboga por el don, la bondad y la
paciencia, Asanga que dice tener un amor paternal por todos los seres,
Shantideva que quiere ser para todos aquel que calman el dolor, Saraha que
invita a unir vacío y compasión, Milarepa que desea proteger las seis clases de
criaturas, Kun Legs que actúa con alegría y olvido de sí mismo, Houei Neng que
pide ser acogedor con todos sin tener ninguna noción de mí o de otro, Houang Po
que comparte con todo lo que se mueve la naturaleza del nirvana, Lin-Tsi, que
quiere ser un "buen amigo" de sus discípulos, les ayuda a para
convertirse en "hombres verdaderos",
Dogen que extiende su compasión a los insectos, y a tantos otros, hasta el
Dalai Lama cuya amabilidad sonriente y la ausencia de odio hacia los opresores
de su pueblo ha tocado a más de uno de nosotros.
En el ámbito de la acción social, se encuentran instituciones
de caridad en el budismo desde los tiempos de Asôka, e incluso hoy en día el
budismo social de Thich Nhat Hanh da testimonio del poder compasivo del budismo
tanto como la Madre Teresa del cristianismo. Es cierto, sin embargo, que en el
largo viaje de la historia, los cristianos han hecho más que los budistas para
encarnar el amor fraternal en las estructuras de sus comunidades de vida, en
forma de múltiples actividades caritativas. Pero a nivel de la práctica
meditativa, los budistas han profundizado más los cimientos de la solidaridad humana.
Por eso Michael von Brück escribe: "Los budistas puede aprender de los
cristianos cómo la motivación altruista del don de si por los demás se puede
ser vivido en la práctica social, mientras que los cristianos pueden encontrar en
ellos una práctica de meditación más profunda y sistemática." 567 Esto es confirmado por el Dalai Lama que
recientemente dijo: "Los hermanos y hermanas cristianos me dijeron que
habían encontrado en las prácticas contemplativas budistas una manera de
practicar mejor la enseñanza de Cristo. Del mismo modo, estoy convencido de que
los budistas puede aprender mucho de los cristianos, especialmente en el campo
del compromiso al servicio de los demás. »568
Pero quizás se necesita reafirmar aquí la superioridad
compasiva de un Buda sobre un Bodhisattva, lo que el Mahâyâna siempre ha
postulado o sobre-entendido. Un bodhisattva, en verdad, no es un ser
completamente despierto, transformado, realizado. Todavía quiere ayudar. Él es
un ser motivado. Pero cualquiera que sea la nobleza de sus motivaciones, ellas
le mantienen en el mundo del deseo y le impiden acceder plenamente al nirvana.
Además, su capacidad compasiva se ve limitada por sus condiciones de existencia
y de intervención que le asignan las tareas
particulares. Un Buda, por el contrario, ha extinguido completamente todo deseo
samsárico. No tiene compasión, es compasión. No desea ayudar a los seres, los
ayuda simplemente porque es lo que es: un ser luminoso y radiante. Él es como
el sol que ilumina y calienta el mundo naturalmente, espontáneamente,
globalmente, sin proyecto en particular. En lenguaje cristiano, diríamos que
mientras Jesús es un salvador maravilloso, deseoso de "ayudar a las ovejas
perdidas de la casa de Israel", no es, por su propia confesión (Mc 10,
18), tan bueno como su Padre, que siendo perfecto, hace salir su sol sobre
todos los seres, sobre los buenos y sobre los malos, para que caiga su lluvia
sobre los justos y sobre los malvados los injustos. Es a este padre a quien
invita a imitar (Mt 5, 45).
Terminemos, sin embargo, con un recordatorio de una parábola
ya mencionada, menos metafísica, pero más reveladora: la del hijo pródigo que relata
el Sutra del Lotos. Como en la parábola evangélica, se trata de un hijo que se
encuentra en la perdición después de dejar su campo. De vuelta a su región, es
reconocido por su padre que intenta torpemente acercarse a él. Incapaz de
hacerlo, usó de una estratagema, presentándose pobremente a su hijo y
trayéndole a costa de una larga paciencia para recuperar la dignidad y las
posesiones. Este padre del hijo pródigo que simboliza al Buda en el Sutra del Loto,
y Dios en el evangelio, nos revela en ambas religiones el amor compasivo,
renunciando a su estatus, a los signos del su poder, su riqueza, para ser
humilde, pobre y paciente: el padre de familia se convierte en siervo, el padre
olvidado perdona en la alegría. En lugares y siglos de distancia, el rostro del
amor es la mismo: modesta e inmensamente benevolente.
NOTAS
567 Bouddhisme et
christisnisme (Salvator-2001) p.630
568 Himalaya
Bouddhiste op.cit. p.387
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