Le Dictionnaire de
René Guénon
Jean Marc Vivenza
Le Mercure Dauphinois,
Grenoble 2002
LA GUERRA. Si se
puede decir, como lo demuestra muy claramente Guénon, que la Guerra es la manifestación de un desorden, esto debe
entenderse desde un cierto punto de vista solamente porque es un desorden que es de naturaleza
compensatoria y , por tanto, participa a su nivel en el restablecimiento del
orden en tanto que tal, entendiéndose que el orden no es finalmente más que la
suma de todos los desórdenes o de todos los desequilibrios.
El objetivo de la Guerra debe ser el restablecimiento de la
Paz, es decir la Unidad y la armonía de los contrarios y de la multiplicidad,
posee por lo tanto un carácter de la legitimidad tradicional incontestable, es por
lo que, en la India, donde en los
escritos más venerables como el Bhagavad-Gîtâ,
como en Occidente en el ciclo artúrico, se presenta como un deber sagrado.
Ejerce igualmente una función de justicia, en su sentido
exterior y social, y particularmente cuando está dirigida contra los que perturban
o molestan gravemente el orden de la colectividad y que encarnizan las leyes
respetables que rigen el destino de las comunidades humanas. No es sin embargo,
en lo que acabamos de abordar previamente, más que la "pequeña Guerra
santa" (El-jihâdul-açghar) de lo que se trata, ya que un dominio por lo demás superior concierne a la "gran
Guerra santa" (El jihâdul-akbar),
y se aplica a la lucha, totalmente interior, a la cual debe librarse el que desea operar la gran transformación de su ser
a fin de ser digno de las promesas de Dios. Es en la lucha "contra los
enemigos que lleva en él mismo, es decir, de todos los elementos que en él son
contrarios al orden y la unidad", que el hombre espiritual debe
comprometerse. Es, por tanto, la propia palabra del Profeta que nos lo enseña con estas palabras:
"Nosotros hemos vuelto de la pequeña guerra santa a la gran guerra santa (rajanâ min el-jihâdil-açghar ilâ el jihâdil-akbar).
Además, la lucha descrita en la epopeya india poniendo en escena al dios
Krishna y al rey Arjuna, no es más que una especie de representación del "Si"
y del "yo", en la cual, escribe René Guénon, " Atmâ
incondicionado y jîvâtmâ, están montados en el mismo carro, que es el
"vehículo" del ser considerado en su estado de manifestación".
Esta lucha interior tiene como función realizar la "unidad de la
Existencia" ( Wahadatul-wujûd),
de manera que esta se extienda a todos
los modos y todos grados de la Manifestación universal.
(El Simbolismo de la
Cruz, cap. VIII, "La guerra y la paz". Símbolos de Ciencia Sagrada, cap. XXVII, "Say-ful-Islam").
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