viernes, 26 de agosto de 2016

LA VERDAD (Aldous Huxley, The perennial Philosophy)

Basta visitar los blogs dedicados a sostener la doctrina tradicional de la Iglesia Católica, para comprobar que se hecha mano frecuentemente de la escolástica tomista, siguiendo en esto la declaración pontificia que declaraba la predilección por Santo Tomás. Naturalmente que surge la duda de a que Santo Tomás se refiere, si al filósofo y teólogo escolástico o al místico que fue; imposible la pretensión de situar ambas condiciones en el mismo plano, la condición de místico es tan superior a la de filósofo o teólogo que no dejó de aseverarlo el propio Santo Tomás. Naturalmente que estos extremos son bien conocidos por los especialistas, pero habitualmente relegan su condición de místico a unos pocos renglones o a una nota a pie de página.

Traemos aquí un texto de un escritor que tuvo predicamento en la New Age, pero que no obstante puso de relieve sin subterfugios la condición mística de Santo Tomás



Cap. 7 LA VERDAD
(Aldous Huxley, The perennial Philosophy)

¿Qué estás charlando acerca de Dios? Cualquier cosa que tú digas de él es falsa.
Maestro Eckhart
En la literatura religiosa la palabra “verdad’ empleada sin discriminación en por lo menos distintos y muy diferentes sentidos. Así, a veces es tratada como sinónimo de “hecho”, como cuando se afirma que Dios es la Verdad — significando que es la Realidad primordial. Pero claramente no es este el sentido de la palabra en una frase tal como “adorar a Dios en el espíritu y la verdad”. Aquí, evidentemente, “verdad” significa aprehensión directa del Hecho espiritual, en distinción con el conocimiento de segunda mano acerca de la Realidad, formulado en frases y aceptado por proceder de una autoridad o porque una argumentación a partir de Postulados previamente aceptados, resultó lógicamente convincente. Y finalmente hay la acepción más ordinaria del vocablo, como en frase tal como “Esta afirmación es la verdad”, con que nos proponemos exponer que los símbolos verbales de que se compone la afirmación corresponden a los hechos a que se refiere. Cuando Eckhart escribe: “Cualquier cosa que tú digas de Dios es falsa”, no está afirmando que todas las afirmaciones teológicas son falsas. Hasta donde pueda haber alguna correspondencia entre símbolos humanos y Hecho divino, algunas afirmaciones teológicas son tan verdaderas como nos es posible hacer que lo sean. Como teólogo, Eckhart habría sin duda admitido esto. Pero, además de teólogo, Eckhaxt era místico. Y, siendo místico, comprendía muy vívidamente lo que el moderno semántico tan industriosamente (y, también, con tan poco éxito) está intentando inculcar en las mentes contemporáneas —a saber, que las palabras no son lo mismo que las cosas y que un conocimiento de palabras acerca de hechos no es en modo alguno equivalente a una aprehensión directa e inmediata de los hechos mismos. Lo que Eckhart realmente afirma es esto: cualquier cosa que pueda decirse acerca de Dios no puede ser nunca, en ninguna circunstancia, la “verdad” en los dos primeros sentidos de esta maltratada y ambigua palabra. Por indiferencia, Santo Tomás de Aquino decía exactamente lo mismo cuando, tras su experiencia de la contemplación infusa, rehusaba continuar con su obra teológica declarando que todo lo que había escrito hasta entonces era una simple paja comparado con el conocimiento inmediato que le había sido otorgado. Doscientos años antes, en Bagdad, el gran teólogo mahometano Al Ghazzali había análogamente dejado la consideración de verdades acerca de Dios por la contemplación puramente y aprehensión directa de la Verdad-Hecho, la disciplina puramente intelectual de los filósofos por la disciplina moral y espiritual de los sufíes.
La consecuencia moral de todo esto es obvia. Siempre que oigamos o leamos algo acerca de “la verdad”, deberíamos detenernos a preguntarnos en cuál delos tres sentidos mencionados antes la palabra es, en aquel momento, empleada. Tomando esta simple precaución (y el tomarla es un acto, genuinamente virtuoso, de honradez intelectual), nos ahorraremos mucha confusión mental, perturbadora y completamente innecesaria.

Queriendo tentar a los ciegos,
soltó el Buda en juego palabras de su boca de oro;
cielo y tierra están llenos, desde entonces, de un
enredo de zarzas.
Dai-o Kokushi

No hay nada verdadero en ningún sitio,
en ningún sitio se encuentra la Verdad.
Si tú dices que ves la Verdad,
este ver tuyo no es el verdadero.


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