domingo, 7 de agosto de 2016

Cristianismo y civilización del trabajo

Tratado XIII.4

Cristianismo y civilización del trabajo

(Introducción al esoterismo cristiano, abbé Henri Stéphane)


Las concepciones que ligan el porvenir del Cristianismo a la “civilización del trabajo” reposan sobre una confusión de lo temporal y de lo espiritual, que se encuentra en todas las teorías del tipo de: una concepción marxista de la historia como condición del advenimiento del Reino de Dios y, paralelamente una concepción de la Encarnación como una intervención de Dios en la historia. Esta perspectiva no deja de tener relación con la del Reino de Israel en el pensamiento judío a la cual se ha opuesto precisamente la doctrina de Cristo: “Mi reino no es de este mundo.” Esta doctrina es pues radicalmente falsa, y la Iglesia no tiene que someterse más a la civilización del trabajo que a la civilización capitalista.

Metafísicamente, la concepción cíclica de la historia es suficiente para mostrar la inanidad de una ideología marxista aunque esté más o menos “cristianizada”. Teológicamente, el dogma del pecado original –traducción del “descenso cíclico”- basta para arruinar por anticipado las tentativas de regeneración de un mundo “como tal”, y la Redención no tiene otro fin que asegurar la “salvación de las almas”, que el dogma de la “predestinación” no permite prejuzgar de ninguna manera. ¿Quién nos dice  que el “mundo obrero” salvará mejor su alma en una “civilización cristiana del trabajo”, donde las mejores condiciones de vida material se acompañarán de un “aburguesamiento” tan dañino como el embrutecimiento del trabajo actual, que  en una civilización capitalista donde la miseria del proletariado disminuye considerablemente su responsabilidad moral? Convendremos que hay ahí un “misterio” que todas las ideologías democráticas de los “cristianos sociales” son totalmente incapaces de aclarar.

Con mayor razón, una concepción metafísica o iniciática del cristianismo no puede embarazarse de consideraciones sentimentales sobre “la condición obrera”. Es preciso añadir que el que “busca primero el Reino de Dios y su Justicia” contribuye infinitamente más al advenimiento del Reino de Dios, no mejorando de una manera visible las condiciones de la clase obrera o de cualquier otra situación humana, sino por su perfecta conformidad al “plan divino” o sumisión a la Voluntad del Cielo (islam), más que por una “revuelta” cualquiera contra un “desorden social” ¡que no puede ser remplazado más que por otro desorden!


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